El Colportor Evangélico

Capítulo 2

Una obra de primera importancia

Un ministerio exitoso para salvar a las personas

La obra del colportaje, debidamente practicada, es obra misionera del más alto orden, y es un método tan bueno y de tanto éxito como cualquiera que se pueda emplear para presentar a la gente las verdades importantes para este tiempo. La importancia de la obra del ministerio es indudable; pero muchos que tienen hambre del pan de vida no han tenido oportunidad de oír una palabra de los predicadores delegados por Dios. Por esta razón es esencial que nuestras publicaciones reciban amplia circulación. Así el mensaje irá donde el predicador no puede ir, y la atención de muchos será atraída a los acontecimientos importantes relacionados con las escenas finales de la historia de este mundo.

Una obra ordenada por Dios--Dios ha ordenado el colportaje como un medio de presentar a la gente la luz contenida en nuestros libros, y los colportores deben comprender cuán indispensables es presentar al mundo tan pronto como sea posible los libros necesarios para su educación e ilustración espirituales. Esta es en verdad la obra que el Señor quiere que su pueblo haga en este tiempo. Todos los que se consagran a Dios para trabajar como colportores están ayudando a dar el último mensaje de amonestación al mundo. No podemos estimar demasiado altamente esta obra; porque si no fuese por los esfuerzos del colportor, muchos no oirían nunca la amonestación.--Joyas de los Testimonios 2:532 (1900).

Una obra de la mayor importancia

Si hay una obra más importante que otra, es la de presentar al público nuestras publicaciones, induciéndolo así a escudriñar las Escrituras. La obra misionera--que consiste en introducir nuestras publicaciones en el seno de las familias, conversar y orar con ellas--, es una obra buena que instruirá a los hombres y las mujeres acerca de cómo realizar la labor pastoral.--Testimonios para la Iglesia 4:390 (1880).

Cuando los miembros de iglesia se den cuenta de la importancia de la circulación de nuestras publicaciones, dedicarán más tiempo a esta obra. Las revistas, los folletos y los libros serán colocados en los hogares de la gente, para predicar el evangelio en sus diversos aspectos... La iglesia debe prestar atención a la obra del colportaje. Esta es una de las formas en que debe brillar en el mundo. Entonces será "hermosa como la luna, radiante como el sol, imponente como ejércitos en orden".--Manuscrito 113, 1901.

Un llamamiento a revivir el interés

Se me recuerda constantemente la importancia del colportaje. Últimamente no se le ha infundido a esta obra la vida que le dieron una vez los agentes que hicieron de ella su especialidad. Se sacó a los colportores de su obra evangelizadora para que se dedicasen a otros trabajos. Esto no es como debiera ser. Muchos de nuestros colportores, si estuviesen verdaderamente convertidos y consagrados, podrían hacer más en este ramo que en cualquier otro en cuanto a presentar a la gente la verdad para este tiempo.

La Palabra de Dios nos muestra que el fin se acerca. Hay que amonestar al mundo, y como nunca antes debemos trabajar para Cristo. Se nos ha confiado la obra de amonestación. Debemos ser conductos de luz para el mundo e impartir a otros la luz que recibimos del gran Portaluz. Serán probadas las palabras y las obras de todos los hombres. No nos rezaguemos ahora. Lo que debe hacerse para amonestar al mundo se ha de hacer sin dilación. No se deje languidecer la obra del colportaje. Preséntense a tantas personas como se pueda los libros que contienen la luz sobre la verdad presente.--Joyas de los Testimonios 2:545 (1900).

Iguala en importancia al ministerio pastoral

Los colportores han de salir a hacer su obra en las diversas partes del país. La importancia de esta obra se equipara plenamente a la del ministerio pastoral. El predicador viviente y el mensajero silencioso se necesitan por igual para la realización de la gran tarea que afrontamos.--The Review and Herald, 1 de abril de 1880.

El trabajo de colportar con nuestras publicaciones constituye una rama muy importante y provechosa de la obra evangélica. Nuestras publicaciones pueden ir a lugares donde no se pueden realizar reuniones. En tales sitios el fiel colportor evangélico ocupa el lugar del predicador viviente. Por medio de la obra del colportaje se presenta la verdad a miles de personas que de otra manera nunca la podrían oír.--The Review and Herald, 7 de octubre de 1902.

No tenemos tiempo que perder. Hay una obra importante delante de nosotros, y si somos siervos perezosos perderemos ciertamente la recompensa celestial. Pero pocos son los que tienen una visión amplia y extensa de lo que puede realizarse para alcanzar a la gente por medio de esfuerzos personales e interesados en una sabia distribución de nuestras publicaciones. Muchos que no serían inducidos a escuchar la verdad presentada por el predicador vivo, aceptarán un folleto o una revista y lo leerán con cuidado; como muchas de las cosas que lean concordarán exactamente con sus ideas, se interesarán en leer todo lo que contiene.--The Review and Herald, 19 de diciembre de 1878.

Comprender nuestra responsabilidad

Existe el peligro de que nos dejemos invadir por un espíritu de mercantilismo y absorber tanto en los negocios terrenales, que las verdades de la Palabra de Dios no se manifiesten en nuestra vida. El amor por hacer negocios y obtener ganancias se vuelve siempre más dominante. Hermanos míos, sean vuestras vidas realmente convertidas. Si hubo alguna vez un tiempo en que fuese necesario comprender nuestra responsabilidad, es ahora, cuando la verdad está caída en la calle y la rectitud no puede entrar. Satanás ha bajado teniendo gran poder, para obrar con todas las seducciones de injusticia en aquellos que perecen; y todo lo que es susceptible de ser removido lo será; solamente subsistirán aquellas cosas que no puedan serlo.

El Señor vendrá; estamos entrando en escenas de calamidades. Los agentes de Satanás, aunque invisibles, se esfuerzan por destruir las vidas humanas. Pero si nuestra vida está escondida con Cristo en Dios, contemplaremos su gracia y su salvación. El Señor viene para establecer su reino sobre la Tierra. Que nuestras lenguas sean santificadas y empleadas para su gloria. Trabajemos ahora como no lo hicimos nunca. Somos exhortados a instar "a tiempo y fuera de tiempo". 2 Timoteo 4:2. Debemos crear oportunidades para la presentación de la verdad, y aprovechar toda ocasión que se nos presente para atraer a las personas al Salvador.

Como pueblo, debemos reconvertirnos, de manera que nuestra vida santificada anuncie la verdad tal cual es en Jesús. Al mismo tiempo que repartimos nuestras publicaciones, podemos, con el corazón ardiente y palpitante, hablar del amor del Salvador. Sólo Dios puede perdonar los pecados; si no comunicamos este mensaje a los inconversos, nuestra negligencia puede implicar su perdición... El Señor nos pide a todos que nos esforcemos para salvar a los seres humanos que perecen. Satanás está obrando; procura seducir aun a los mismos escogidos; ahora es el momento de trabajar con vigilancia. Debe darse publicidad a nuestros libros y periódicos; el evangelio de la verdad presente debe ser dado sin tardanza a nuestras ciudades. ¿Cumpliremos con nuestro deber?--Joyas de los Testimonios 3:313, 313 (1909).

La obra de Dios

Recuerde el colportor que tiene la oportunidad de sembrar junto a todas las aguas. Recuerde, mientras vende los libros que dan el conocimiento de la verdad, que está haciendo la obra de Dios, y que todo talento debe ser empleado para gloria de su nombre. Dios estará con todo aquel que trata de conocer la verdad para poderla presentar a otros claramente. Dios ha hablado con sencillez y claridad: "Y el espíritu y la Esposa dicen: '¡Ven!' El que oye, diga: '¡Ven!' Y el que tiene sed, venga". Apocalipsis 22:17. Sin tardanza debemos instruir a quienes lo necesitan, con el fin de que sean llevados al conocimiento de la verdad tal como es en Jesús.--Joyas de los Testimonios 2:533 (1900).

Atalayas y mensajeros

Ha llegado el tiempo en que los colportores deben hacer una gran obra. El mundo está dormido y, como atalayas, ellos han de hacer repercutir la amonestación para despertar a los que duermen con el fin de que conozcan su peligro. Las iglesias no conocen el tiempo de su visitación. Con frecuencia, la mejor manera en que pueden aprender la verdad es por medio de los esfuerzos del colportor. Los que salen en nombre del Señor son sus mensajeros para dar a las multitudes que están en las tinieblas y el error las gratas nuevas de la salvación en Cristo en obediencia a la ley de Dios.--Joyas de los Testimonios 2:534 (1900).

Verán personas convertidas

Salgan los colportores con la Palabra del Señor, recordando que los que obedecen los mandamientos y enseñan a otros a obedecerlos serán recompensados al ver a las personas convertirse; y una persona verdaderamente convertida traerá otras a Cristo. Así entrará la obra en nuevos territorios (Ibíd. Año 1900).

Mientras dure el tiempo de gracia

Mientras dure el tiempo de gracia, habrá oportunidad para que el colportor trabaje. Cuando las denominaciones religiosas se unan con el papado para oprimir al pueblo de Dios, el colportaje evangélico abrirá lugares en que exista libertad religiosa. Si en un lugar la persecución se hace severa, procedan los obreros como Cristo enseñó. "Cuando os persigan en una ciudad, huid a otra". Si la persecución llega allí, vayan a otro lugar. Dios guiará a sus hijos, convirtiéndolos en una bendición en muchos lugares. Si no fuera por la persecución no estarían tan ampliamente esparcidos para proclamar la verdad. Y Cristo declara: "No acabaréis de recorrer todas las ciudades de Israel antes que venga el Hijo del hombre". Mateo 10:23. Hasta que en los cielos se proclame el decreto, "Hecho está", siempre habrá lugares para trabajar y corazones que reciban el mensaje.--Testimonios para la Iglesia 6:475 (1900).

Hay una gran obra que hacer, y debe realizarse todo esfuerzo posible para revelar a Cristo como el Salvador que perdona el pecado, Cristo como el que carga con el pecado, Cristo como la brillante estrella matutina; y el Señor nos dará favor ante el mundo hasta que la obra esté terminada.--Testimonios para la Iglesia 6:29 (1900).

No existe obra superior

No hay obra superior a la del colportaje evangélico, porque entraña el cumplimiento de los deberes morales más elevados. Los que se dedican a esta obra necesitan estar siempre bajo el control del Espíritu de Dios. No deben ensalzarse a sí mismos. ¿Qué tiene cualquiera de nosotros que no haya recibido de Cristo? Debemos amarnos como hermanos y revelar nuestro amor ayudándonos unos a otros. Debemos ser compasivos y corteses. Debemos avanzar juntos y trabajar unidos. Únicamente los que vivan de acuerdo con la oración de Cristo y la cumplan en la vida práctica resistirán la prueba que ha de sobrevenir a todo el mundo. Los que ensalzan al yo, se colocan bajo el poder de Satanás y se preparan para recibir sus engaños. La orden del Señor a su pueblo es que elevemos cada vez más el estandarte. Si obedecemos a su voz, él obrará con nosotros, y nuestros esfuerzos serán coronados de éxito. Obtendremos en nuestra obra ricas bendiciones de lo alto y nos haremos tesoros junto al trono de Dios.

Si tan sólo supiéramos lo que nos espera, no seríamos tan morosos en la obra del Señor.

Somos responsables de la obra que debiéramos haber hecho--Estamos en el tiempo del zarandeo, en el tiempo en que todo lo que pueda ser sacudido será sacudido. El Señor no disculpará a los que conocen la verdad y no obedecen sus órdenes en palabras y acciones. Si no hacemos esfuerzos para ganar a las personas para Cristo, seremos tenidos por responsables de la obra que podríamos haber hecho pero no hicimos por nuestra indolencia espiritual. Los que pertenecen al reino del Señor deben obrar fervientemente para la salvación de los seres humanos. Deben hacer su parte para atar la ley y sellarla entre los discípulos.

¿Quién irá?--El Señor quiere que la luz que derramó sobre las Escrituras resplandezca en rayos claros y brillantes; y es deber de nuestros colportores hacer un esfuerzo enérgico y concertado para que se cumpla el designio de Dios. Nos espera una obra grande e importante. El enemigo de los hombres lo comprende y está empleando todo medio de que dispone para inducir al colportor a emprender algún otro ramo de trabajo. Debe cambiarse este orden de cosas.

Dios invita a los colportores a que vuelvan a su trabajo. Pide voluntarios que dediquen todas sus energías y entendimiento a la obra y ayuden dondequiera que haya oportunidad. El Maestro invita a cada uno a hacer según su capacidad la parte que le ha sido confiada. ¿Quiénes responderán al llamamiento? ¿Quiénes saldrán, henchidos de sabiduría, gracia y amor por Cristo, a trabajar a favor de los que están cerca y lejos? ¿Quiénes sacrificarán la comodidad y el placer, y penetrarán en los lugares donde reina el error, la superstición y las tinieblas, para obrar con fervor y perseverancia, presentar la verdad con sencillez, orar con fe y trabajar de casa en casa? ¿Quiénes saldrán en este tiempo fuera del campamento, dotados del poder del Espíritu Santo, para soportar oprobio por amor a Cristo, explicar las Escrituras a la gente y llamarla al arrepentimiento?

Dios tiene obreros en toda época. Satisface la demanda de la hora con la llegada del hombre apropiado. Cuando clame la voz divina: "¿A quién enviaré y quien irá por nosotros?", llegará la respuesta: "Heme aquí, envíame a mí". Isaías 6:8. Todos los que trabajan eficazmente en el colportaje deben sentir en su corazón que están haciendo la obra de Dios al ministrar a las personas que no conocen la verdad para este tiempo. Están proclamando la nota de advertencia en los caminos y los vallados, con el fin de preparar a un pueblo para el gran día del Señor, que pronto ha de sobrecoger al mundo.

No tenemos tiempo que perder. Debemos alentar esta obra. ¿Quiénes saldrán ahora con nuestras publicaciones? El Señor imparte idoneidad para la obra a todo hombre y toda mujer que quiera cooperar con el poder divino. Cuando se pongan la armadura, obtendrán todo el talento, el valor, la perseverancia, la fe y el tacto que se requiera. Debe hacerse una gran obra en nuestro mundo, y los agentes humanos responderán ciertamente a la demanda. El mundo debe oír la amonestación. Cuando llegue la invitación: "¿A quién enviaré y quién irá por nosotros?", contesten en forma clara y distinta: "Heme aquí, envíame a mí".--Joyas de los Testimonios 2:547-549 (1900).

Comentarios de espectadores negligentes

Los espectadores negligentes no aprecian tal vez nuestro trabajo ni ven su importancia. Quizá piensen que es un negocio que reporta pérdidas, una vida de labor ingrata y sacrificio propio. Pero el siervo de Jesús la ve de acuerdo con la luz que brilla de la cruz. Su sacrificio le parece pequeño en comparación con el de su bendito Maestro, y se alegra de seguir en sus pisadas. El éxito de su labor le proporciona el gozo más puro, y es la más rica recompensa de una vida de trabajo paciente.--Joyas de los Testimonios 2:556 (1900).

No hay tiempo para perder

La obra del colportaje es una obra de gran responsabilidad, y significa mucho para los hombres y las mujeres que se ocupan de ella. Vivimos en un tiempo en que hay una gran obra que hacer, ¿y qué mejor oportunidad podremos tener de proclamar la invitación a la cena que Cristo ha preparado? Los que en este tiempo emprendan la obra del colportaje con fervor y consagración, serán grandemente bendecidos. No tienen tiempo que perder. Conságrense voluntaria y abnegadamente a la realización de esta obra. Recuerden que es evangélica en su naturaleza, y que ayuda a dar la amonestación que se necesita grandemente.--Manuscrito 113, 1901.