El Colportor Evangélico

Capítulo 9

Ejemplos en hábitos, comportamiento e indumentaria

Una obra noble y elevadora

La obra del colportaje es el medio que Dios usa para alcanzar a muchos que de otra manera no serían impresionados con la verdad. Es una obra buena, el objetivo es elevado y ennoblecedor; y debiera haber una correspondiente dignidad en la conducta. El colportor encontrará mentes de diversas clases. Conocerá a personas ignorantes y degradadas que no aprecian nada más que el dinero. Éstas serán ofensivas, pero él debe ignorarlas. Nunca debe fallar su buena disposición; debe enfrentar las dificultades con gozo y esperanza. Se encontrará con personas enlutadas, abatidas, doloridas y heridas en espíritu. Tendrá muchas oportunidades de hablarles palabras bondadosas y expresiones de ánimo, esperanza y fe. Puede ser un manantial que refresque a los demás si así lo desea; pero para hacerlo deberá él mismo beber de la Fuente de la verdad viva.--Testimonios para la Iglesia 5:382 (1885).

Es peligroso hacer una obra descuidada

Todos podrían sentir muy bien la responsabilidad individual de esta obra. Cada uno podría muy bien considerar cómo atraer mejor la atención, pues su manera de presentar la verdad puede decidir el destino de una persona. Si da una impresión favorable, su influencia puede ser para ese ser humano un sabor de vida para vida; y esa sola persona, iluminada por la verdad, puede iluminar a muchas otras. Por lo tanto, es peligroso hacer una labor descuidada al tratar con las mentes.--Testimonios para la Iglesia 5:381, 382 (1885).

La necesidad de energía y entusiasmo

Entre el pueblo que profesa la verdad presente no existe un espíritu misionero que corresponda con nuestra fe. El temple de oro puro falta en el carácter. La vida cristiana es más de lo que ellos piensan. No consiste en mera gentileza, paciencia, mansedumbre y bondad. Esas virtudes son esenciales; pero hacen falta también el valor, la fuerza, la energía y la perseverancia. Muchos que hacen la obra del colportaje son débiles. No tienen valor, carecen de espíritu y se desaniman con facilidad. No tienen empuje. No poseen los rasgos positivos de carácter que infunden al hombre el poder de hacer algo: el espíritu y la energía que encienden el entusiasmo. La obra del colportor es una tarea honorable y no debiera actuar como si se avergonzara de ella. Si desea que sus esfuerzos tengan éxito, debe tener valor y confianza.

Cultivar las virtudes activas--Deben cultivarse tanto las virtudes activas como las pasivas. El cristiano, aunque está siempre dispuesto a dar la blanda respuesta que aparta la ira, debe poseer el valor de un héroe para resistir el mal. Con el amor que todo lo sufre, debe tener la fuerza de carácter que hará de su influencia un poder en favor del bien. La fe debe fraguarse en su carácter. Sus principios han de ser sólidos; debe ser una persona de espíritu noble, fuera del alcance de toda sospecha y vileza. El colportor no ha de ser infatuado. Al asociarse con los hombres, no debiera hacerse conspicuo, hablando de sí mismo con jactancia; porque si procede así, disgustará a la gente inteligente y sensata. No ha de ser egoísta en sus hábitos ni altanero y dominante en sus maneras.

Emplear tacto--Muchos han decidido en sus mentes que no pueden encontrar tiempo para leer uno de los diez mil libros que se publican y sacan al mercado. Y en muchos casos, cuando el colportor da a conocer el motivo de su visita, la puerta del corazón se cierra firmemente; de ahí la gran necesidad de hacer su obra con tacto y con un espíritu humilde y de oración. Debe estar familiarizado con la Palabra de Dios y tener palabras a su disposición para desenvolver la preciosa verdad y demostrar el gran valor del material de lectura que ofrece.--Testimonios para la Iglesia 5:381 (1885).

Honradez e integridad

El obrero que tiene la causa de Dios en el corazón no insistirá en recibir el salario más elevado. No sostendrá, como algunos jóvenes lo han hecho, que a menos que pueda presentarse con una apariencia elegante y a la moda, y alojarse en los mejores hoteles, no está dispuesto a trabajar. Lo que el colportor necesita no es indumentaria impecable, o la palabra del petimetre o el payaso, sino la honestidad e integridad del carácter que se refleja en el rostro. La bondad y la gentileza se dibujan en el rostro, y el ojo experto no ve engaño, no vislumbra ostentación en el comportamiento.

Para muchos que han entrado en el campo como colportores los premios son el único medio de alcanzar el éxito. No tienen verdadero mérito como obreros. No tienen experiencia en la religión práctica; tienen las mismas faltas, el mismo gusto y la misma complacencia propia que los caracterizaba antes de que afirmaran ser cristianos. De ellos se podría decir que Dios no está en sus pensamientos; él no mora en su corazón. Hay una pequeñez, una mundanalidad, una degradación en su carácter y comportamiento, que dan testimonio contra ellos de que están siguiendo el camino de su propio corazón y andando a la vista de sus propios ojos. No practican la abnegación, sino que están determinados a gozar la vida. El tesoro celestial no tiene atractivo para ellos; todas sus preferencias son de abajo, y no de arriba. Los amigos y familiares no pueden tener en alta estima a tales personas, porque éstas no están dispuestas a despreciar el mal y escoger el bien.--Testimonios para la Iglesia 5:379 (1885).

Puros, humildes, temperantes

Los colportores necesitan tener refinamiento propio y modales pulidos, pero no una personalidad artificial que es común en el mundo, sino maneras agradables, que son el resultado natural de un buen corazón y un sano deseo de imitar a Cristo. Deben cultivar hábitos de solicitud y consideración, hábitos de diligencia y discreción, y procurar honrar a Dios, logrando para sí mismos el mayor desarrollo posible. Jesús hizo un sacrificio infinito para colocarlos en buena relación con Dios y su prójimos, y el auxilio divino, combinado con el esfuerzo humano, los capacitará para alcanzar un elevado grado de excelencia. El colportor ha de ser puro como José, manso como Moisés, temperante como Daniel; así tendrá un poder que lo acompañará por dondequiera que vaya.--Testimonios para la Iglesia 5:373 (1885).

Vestido y modales agradables

Tenemos ahora grandes facilidades para esparcir la verdad; pero nuestros hermanos no están aprovechando los privilegios que les fueron dados. En todas las iglesias no ven ni sienten la necesidad de usar sus capacidades para salvar a las personas. No comprenden que es su deber buscar suscriptores para nuestros periódicos, incluyendo nuestras revistas de salud, e introducir nuestros libros y folletos. Debe darse trabajo a los hombres que están dispuestos a ser enseñados en cuanto a la mejor manera de presentarse ante las personas y las familias. Su vestimenta debe ser pulcra pero no vanidosa, y los modales tales que no disgusten a la gente. Entre nosotros, como pueblo, existe una gran carencia de cortesía verdadera. Deben cultivarla todos los que estén involucrados en la obra misionera.--Testimonios para la Iglesia 5:391, 392 (1880).

El desaseo en el vestir trae oprobio sobre la verdad que profesamos creer. Usted debería considerar que es representante del Señor Jesucristo. Que toda su vida esté en armonía con la verdad bíblica... Este no es un asunto de poca importancia, pues afecta su influencia sobre los demás ahora y para la eternidad. No puede usted esperar que el Señor le dé el éxito más completo para ganar a las personas para él a menos que todos su modales y su presentación sean de una naturaleza tal que conquisten el respeto. La verdad es magnificada incluso por la impresión causada gracias a la prolijidad en el vestirse.--Carta 336, 1908.

Las personas de modales rudos no están capacitadas para esta obra. Quienes tendrán éxito serán hombres y mujeres que posean tacto, un buen trato, aguda perspicacia, una mente capaz de discernir y que comprendan el valor de los seres humanos.--Manual for Canvassers, 15 (1902).

Cortesía cristiana y espíritu servicial

El colportor debería hacer todo esfuerzo que esté de su parte para permitir que la luz de la verdad brille mediante las buenas obras. En la realización de sus deberes debería esparcir en tomo de él la fragancia de la cortesía cristiana, aprovechando toda oportunidad para realizar actos de servicio y de ayuda. Deberían acostumbrarse a hablar en forma distinta y que haga impresión. Deberían aprender diariamente en la escuela del gran Maestro. Cristo ayudará seguramente a los que se escondan en él y dependan de él para obtener fortaleza.--The Review and Herald, 16 de junio de 1903.

Un comportamiento cuidadoso

Nuestros ministros y todos los que profesan creer la verdad deben asumir una actitud decidida para elevar el bajo nivel que algunos parecen inclinados a adoptar en lo que toca a sus palabras y comportamiento. En muchos casos éste no corresponde de manera alguna con las verdades sagradas y santas que profesamos. Muchas personas que no están convertidas se sienten competentes para ser colportoras. Nunca han sentido la gracia transformadora de Cristo. No son puros. Están viviendo una vida cotidiana descuidada y pecaminosa. Sus prácticas son tales que harían que los santos ángeles escondieran sus rostros. Debemos alcanzar una norma más elevada, o seremos un reproche para la causa de Dios y una piedra de tropiezo para los pecadores.--Carta 26d, 1887.

Ejemplos en la reforma pro salud

En vuestro trato con los incrédulos, no permitan que los desvíen de los principios correctos. Al sentarse a sus mesas, coman con templanza, y únicamente alimentos que no confundan vuestra mente. Eviten la intemperancia. No pueden debilitar sus facultades mentales o físicas, e incapacitarse para discernir las cosas espirituales. Mantengan su mente en tal condición que Dios pueda inculcarles las preciosas verdades de su Palabra.

Así ejercerán influencia sobre los demás. Muchos procuran convertir la vida ajena y atacan los hábitos que para ellos son malos. Van hacia quienes consideran en error, les señalan sus defectos, pero no hacen un esfuerzo ferviente y atinado para dirigir las mentes a los principios verdaderos. Una conducta tal deja con frecuencia de obtener los resultados deseados. Al procurar corregir a otros, con frecuencia despiertan su espíritu combativo y así hacen más mal que bien. No vigilen a los demás para señalarles sus faltas o errores. Enséñenles por medio del ejemplo. Sean vuestra abnegación y vuestra victoria sobre el apetito una ilustración de cómo se obedece los principios correctos. Dejen que vuestra vida dé testimonio de la influencia santificadora y ennoblecedora de la verdad.--Joyas de los Testimonios 2:551, 552 (1900).

Las gracias del espíritu

En su gran amor, Dios procura desarrollar en nosotros las gracias preciosas de su Espíritu. Permite que hallemos obstáculos, persecución y opresiones, pero no como una maldición, sino como la mayor bendición de nuestra vida. Cada tentación resistida, cada aflicción sobrellevada valientemente, nos da nueva experiencia y nos hace progresar en la tarea de edificar nuestro carácter. El ser que resiste la tentación mediante el poder divino revela al mundo y al universo celestial la eficacia de la gracia de Cristo.--El Discurso Maestro de Jesucristo, 99, 100 (1896).

Una "atmósfera" personal

Cada persona está rodeada de una atmósfera propia, de una atmósfera que puede estar saturada del poder vivificador de la fe, el valor y la esperanza, y endulzada por la fragancia del amor. O puede ser pesada y fría por causa de la bruma del descontento y el egoísmo, o estar envenenada por la contaminación fatal de un pecado acariciado. Todo ser humano con el cual nos relacionamos queda, consciente o inconscientemente, afectado por la atmósfera que nos rodea.--Palabras de Vida del Gran Maestro, 274 (1900).

El carácter es poder

El carácter es poder. El testimonio silencioso de una vida sincera, abnegada y piadosa, tiene una influencia casi irresistible. Al revelar en nuestra propia vida el carácter de Cristo, cooperamos con él en la obra de salvar a las personas. Solamente revelando en nuestra vida su carácter, podemos cooperar con él.

Y cuanto más amplia es la esfera de nuestra influencia, mayor bien podemos hacer.--Palabras de Vida del Gran Maestro, 275 (1900).

Tan fiel como la brújula al polo

Que el Señor ayude a todos a mejorar hasta lo sumo los talentos que se les ha encomendado. Los que trabajan en esta causa no estudian sus Biblias como debieran. Si lo hicieran, sus enseñanzas prácticas surtirían un buen efecto en sus vidas. No importa cuál sea la obra de ustedes, queridos hermanos y hermanas, háganla por el Maestro y hagan lo mejor que puedan. No pasen por alto las presentes oportunidades de oro y no permitan que su vida sea un fracaso mientras se sientan ociosamente soñando con la comodidad y el éxito en una obra para la cual Dios nunca los ha capacitado. Hagan la obra que esté a su alcance. Háganla aunque sea en medio de peligros y penurias en el campo misionero; pero les ruego, no se quejen de las dificultades y de los sacrificios personales. Consideren a los valdenses. Vean qué planes trazaron ellos para que la luz del evangelio pudiera brillar en las mentes entenebrecidas. No debemos trabajar con miras a recibir nuestra recompensa en esta vida, sino con nuestros ojos fijos tenazmente en el premio que se nos otorgará al fin de la jornada. Ahora se necesitan hombres y mujeres que sean tan fieles al deber como la brújula al polo, hombres y mujeres que trabajen sin que sea necesario que se les suavice el camino y se les saquen los obstáculos.

Cuando viven su fe--He descrito lo que los colportores deben ser; y quiera el Señor abrir sus mentes para que comprendan este tema en todas sus dimensiones, y que reconozcan su deber de representar el carácter de Cristo por medio de su paciencia, valor e integridad constantes. Que no olviden que pueden negarlo a través de un carácter débil e indeciso. Jóvenes, si llevan estos principios con ustedes al campo del colportaje, serán respetados; y muchos creerán la verdad que profesan, porque viven su fe, porque la vida cotidiana de ustedes es como una luz brillante puesta sobre un candelero, que alumbra a todos los que están en casa. Aun sus enemigos, por más que le hagan la guerra a sus doctrinas, los respetarán; y cuando hayan logrado todo esto, las palabras sencillas de ustedes tendrán poder y llevarán la convicción a los corazones.--Testimonios para la Iglesia 5:382, 383 (1885).