El Colportor Evangélico

Capítulo 14

El colportor evangélico y sus finanzas

Pago puntual de los libros

La obra se paraliza porque quienes aseveran seguir a Cristo no obedecen los principios evangélicos. La manera incorrecta en que algunos colportores, tanto antiguos como nuevos, han cumplido su obra demuestra que tienen que aprender lecciones importantes. Se me ha mostrado mucho trabajo desordenado. Algunos se han acostumbrado a hábitos deficientes, y han manifestado esta deficiencia en la obra de Dios. Las sociedades de publicaciones han contraído grandes deudas porque los colportores no pagaron sus cuentas. Los colportores han considerado que se los trataba mal si se les pedía que pagasen puntualmente los libros recibidos de las casas editoras. Sin embargo, la única manera de hacer negocios es exigir el pago puntual.

Absoluta honestidad--Deben arreglarse las cosas de tal manera que los colportores tengan lo suficiente para vivir sin retirar más de lo que les corresponde. Esta puerta de tentación debe cerrarse y atrancarse. Por honesto que sea un colportor, se presentarán en su trabajo circunstancias que serán para él una grave tentación.

La pereza y la indolencia no son frutos del árbol cristiano. Ninguna persona puede practicar la prevaricación o la deshonestidad en el manejo de los bienes del Señor y permanecer sin culpa delante de Dios. Todos los que hacen esto niegan a Cristo por sus acciones. Mientras que profesan cumplir y enseñar la ley de Dios, no practican sus principios.

No debe haber derroche--Los bienes del Señor deben manejarse con fidelidad. El Señor ha confiado a los hombres la vida, la salud y las facultades del raciocinio; les ha dado fuerza física y mental para que la ejerciten; y estos dones, ¿no deben ser empleados fiel y diligentemente para gloria de su nombre? ¿Han considerado nuestros hermanos que deben dar cuenta de todos los talentos que les han sido confiados? ¿Han negociado prudentemente con los bienes de su Señor, o han gastado temerariamente sus recursos, y han sido anotados en el cielo como siervos infieles? Muchos están gastando el dinero de su Señor en así llamado goces. No adquieren experiencia en la abnegación, sino que gastan dinero en vanidades, y no llevan la cruz en pos de Jesús. Muchos que se vieron privilegiados al recibir de Dios preciosas oportunidades, han despilfarrado sus vidas, y se encuentran ahora achacosos y menesterosos.

Dios pide que haya un mejoramiento decidido en los diversos ramos de su obra. Los negocios hechos en relación con la causa de Dios deben ir señalados por una mayor precisión y exactitud. No se ha hecho un esfuerzo firme y decidido para realizar una reforma esencial.--Joyas de los Testimonios 2:552-554 (1900).

No incurrir en deudas

Todos deben practicar la economía. Ningún obrero debe manejar sus asuntos de manera tal que incurra en deudas. La práctica de sacar dinero de la tesorería antes que haya sido ganado, es una trampa. De esta forma los recursos escasean, y como resultado los obreros no pueden ser sostenidos en la obra misionera. Cuando uno cae voluntariamente en deudas, está deslizándose dentro de una de las redes que Satanás coloca para los hombres.--Manual for Canvassers, 65 (1902).

Los colportores que esperan ser ayudados

Cuando caen en dificultades, algunos colportores esperan que se saque dinero de la tesorería para ayudarlos a salir de ellas, tan sólo para caer de nuevo en estrecheces, y pedir otra vez ayuda. Los que sirven como mayordomos de los bienes en la tesorería deben mantener una actitud de atenta vigilancia para cuidar que no se agoten las reservas por causa de estos drenajes. Cuando los hombres no pueden, por medio de su trabajo en el colportaje, devolver a la tesorería todo peso que le pertenezca en justicia, deténganse donde están. No debieran ocuparse en el colportaje a menos que puedan allegar medios a la tesorería, en lugar de sacarlos (Ibíd.).

Veraces, honestos y fieles

La obra del colportaje no ha de ser conducida de una manera floja, descuidada. Los que se ocupan en una obra que exige el manejo de dinero, deben llevar una estricta cuenta de cada centavo recibido y pagado. La educación que así se obtiene en la exactitud los capacitará para una utilidad mayor.

Si un colportor continúa pidiendo libros y no envía informes de su trabajo, ni hace declaración alguna con respecto a su recepción y gasto del dinero que maneja, los que están a cargo de la obra deberían, de una manera bondadosa y amigable, tratar de cerciorarse de cuál es la verdadera situación. El proporcionar libros libremente a un agente hasta que se halle desesperadamente envuelto en deudas es hacer una injusticia, tanto al colportor como a quienes lo emplean. Un procedimiento de trabajo tan flojo y descuidado acarrea desánimo.

El obrero que vea que no es capaz de tener éxito en la obra del colportaje debe ir a las personas correspondientes y decirles que no puede continuar en ese ramo de la obra.

Todo colportor debe ser veraz, honesto y fiel. ¡Cuántas personas podrían ser salvadas de la tentación, y cuánto dolor podría evitarse, si todos nuestros obreros fueran educados a ser tan fieles a los principios como el acero!--Manuscrito 20, 1904.

Resultados de los hábitos financieros descuidados

Algunos colportores han manejado sus negocios de una manera tan floja que constantemente han estado minando los fondos necesarios para llevar adelante la obra. Han vendido libros, y han dado la impresión de que estaban trabajando en pro de la causa; pero en lugar de traer los medios tan necesarios para el progreso de la obra, han sacado mucho dinero de la tesorería. Se han apropiado de los medios que han llegado a sus manos, y que no les pertenecían, para hacer frente a sus propios gastos, los de su familia, o para favorecer sus relaciones familiares.

Adueñándose, para su propio uso, de lo que pertenece a la obra de Dios, los colportores caen en dificultades, separan sus vidas de Dios, y crean un sentimiento de incertidumbre y una falta de confianza en quienes trabajan con ellos en el campo. Al mismo tiempo les hacen una injusticia a sus colaboradores. Hombres que hacen lo mejor que les es posible pueden ser considerados con suspicacia, y así se los hace sufrir como consecuencia de la conducta de algunas personas indignas de confianza.

El resultado es que la causa de Dios experimenta perplejidades y dificultades, y se echa un gran peso sobre los que han sido designados para llevar tremendas responsabilidades. Si se permite que continúe esta manera floja de atender los asuntos comerciales, no solamente se permitirá un drenaje de medios de la tesorería, sino que también se cortarán los fondos que provienen de los hermanos. Esto destruirá su confianza en quienes están encabezando la obra y tienen a su cargo el manejo de los fondos, e inducirá a muchos a cesar en sus donaciones y ofrendas.

La conducta de estos obreros descuidados ha impuesto a los hombres que están actuando como dirigentes una carga que les oprime el corazón. Están perplejos por saber cómo preservar a la causa de Dios de toda especie de robo, y al mismo tiempo salvar las vidas de quienes albergan esas ideas torcidas acerca de la verdadera honestidad.

La práctica de pedir prestado dinero para aliviar alguna necesidad apremiante, sin hacer cálculos para cancelar la deuda, por común que sea, es desmoralizadora. El Señor quiere que quienes creen en la verdad se conviertan de estas prácticas engañosas. Deberían preferir sufrir necesidad antes que cometer actos deshonestos... Si los que ven la verdad no cambian el carácter en consonancia con la influencia santificadora de ésta, serán un sabor de muerte para muerte. Representarán mal la verdad, traerán reproche sobre ella y deshonrarán a Cristo, quien es la verdad.

El asunto que debe ser considerado es el siguiente: ¿Por qué medios puede hacerse progresar la obra e impedir que los colportores creen dificultad a la causa, y así arrojen una carga sobre las casas editoras debido a su manejo descuidado y egoísta de los asuntos comerciales? Esta pregunta es de gran importancia.--Manuscrito 168, 1898.

Tareas ajenas al colportaje

Algunos se han colocado a sí mismos y a sus familias en las más apremiantes circunstancias debido a un manejo deficiente de sus ingresos en el colportaje. Han incurrido en deudas, y han pedido dinero prestado de personas que no son de nuestra fe.

Algunos han mezclado el trabajo de distribuir nuestras publicaciones y defender la verdad con la compra y venta de otros artículos. Esto constituye una mala combinación. Mientras trabajan para lograr ventajas para sí mismos, son seducidos por la perspectiva de comprar artículos por menos de su valor y venderlos por más dinero. Por lo tanto, el mundo los considera como estafadores, hombres que obtendrían ventajas para sí mismos, sin considerar la situación de los demás. Ellos no observan los mandamientos de Dios, porque no aman a su prójimo como a sí mismos.--Manual for Canvassers, 62 (1902).

Las ganancias financieras no son lo principal

Si nuestros colportores son dominados por un espíritu de ganancias financieras, sí solo hacen circular los libros en los cuales pueden obtener más dinero, descuidando otros que la gente necesita, yo pregunto: ¿En qué sentido es su trabajo una obra misionera? ¿Dónde está el espíritu misionero, el espíritu de abnegación? La obra del colportor inteligente y que teme a Dios ha sido presentada como de igual valor que la del pastor. ¿Debe, pues, el colportor sentirse libre, más que el ministro, para actuar impulsado por motivos egoístas? ¿Debiera él ser infiel a los principios de la obra misionera, y vender solamente los libros que son más baratos y más fáciles de manejar, descuidando la tarea de colocar delante de la gente los libros que den más luz, porque al hacerlo pueda ganar más dinero para sí? ¿Cómo se revela en esto el espíritu misionero? ¿No ha dejado de ser la obra del colportaje lo que debiera ser? ¿Cómo es que no se eleva alguna voz para corregir este estado de cosas?--Manual for Canvassers, 47, 48 (1902).

Pero muchos son atraídos a la obra del colportaje para vender libros y cuadros que no expresan nuestra fe, que no dan luz al comprador. Son inducidos a hacer esto porque las perspectivas financieras son más halagüeñas que las que se les pueden ofrecer como obreros con credencial. Estas personas no están obteniendo ninguna capacitación especial para el ministerio evangélico. No están obteniendo la experiencia que los habilitaría para el trabajo. No están aprendiendo a llevar la carga por los seres humanos ni obteniendo diariamente un conocimiento acerca de la manera más exitosa de ganar a la gente para la verdad. Están perdiendo tiempo y oportunidades.

Estos hombres son frecuentemente desviados de las convicciones del Espíritu de Dios, y reciben un sello de carácter mundano, olvidando cuánto deben al Señor, quien dio su vida por ellos. Usan sus facultades para satisfacer sus propios intereses egoístas y rehúsan trabajar en la viña del Señor.--Manual for Canvassers, 43 (1902).

No ofrecer alicientes especiales

Muchos de los obreros en el campo del colportaje no están haciendo ningún sacrificio. Como grupo, tienen menos espíritu misionero que los obreros de cualquier otra denominación. Cuando el camino ha sido bien preparado para ellos, cuando pueden disfrutar de los salarios más elevados, entonces están dispuestos a entrar en el campo de labor. A los vendedores se les presentan muchos incentivos para distribuir libros populares; se les ofrecen grandes salarios; y muchos rehúsan trabajar por menos salario para diseminar libros que tratan acerca de la verdad presente. Por lo tanto, se aumentan los incentivos para competir con los que ofrecen otras publicaciones y, como consecuencia, el precio al público resulta elevado; así, muchos de los colportores obtienen el dinero con facilidad y lo gastan liberalmente.--Testimonios para la Iglesia 5:380, 381 (1885).

Economía y abnegación

Una cantidad considerable de dinero se puede gastar en cuentas de hotel que no son de ninguna manera necesarias. La causa de Dios era tan preciosa para los pioneros de este mensaje, que raras veces tomaban una comida en un hotel, aunque costaba apenas unos 25 centavos cada una. Pero, en general, los hombres y las mujeres jóvenes no están enseñados a economizar, y hay derroche sobre derroche por doquiera. Algunas familias despilfarran en forma tan vil, que alcanzaría para sostener a otra familia si se practicara una economía razonable. Si al viajar, nuestra juventud llevara cuenta exacta del dinero que gasta, artículo tras artículo, sus ojos se abrirían para ver las pérdidas. Aunque no les toque privarse de comidas calientes, como lo hicieron los primeros obreros en su vida ambulante, aprenderán a suplir sus verdaderas necesidades con menos gasto del que ahora creen necesario. Hay personas que practican la abnegación con el fin de aportar recursos a la causa de Dios; entonces, que los obreros en la causa practiquen la abnegación, limitando sus gastos lo más que puedan. Sería bueno que todos nuestros obreros estudiaran la historia de los misioneros valdenses e imitaran su ejemplo de sacrificio y abnegación.--Testimonios para la Iglesia 5:377 (1885).