HA SIDO por completo demasiado escasa la atención prestada a nuestros niños y jóvenes, y ellos no han alcanzado a desarrollarse como debieran en la vida cristiana, porque los miembros de la iglesia no los han considerado con ternura y simpatía, deseando que progresasen en la vida divina.
En nuestras iglesias grandes podría haberse hecho muchísimo para los jóvenes. ¿Recibirán ellos menos labor especial; se les ofrecerán menos incentivos a llegar a ser cristianos adultos -hombres y mujeres en Cristo Jesús- de lo que se les ofrece en las denominaciones que abandonaron por amor a la verdad? ¿Se les dejará ir a la garete, de aquí para allá, desalentarse y caer en las tentaciones que acechan por doquiera para entrampar sus pies incautos? Si ellos yerran, y pierden la firmeza de su integridad, ¿habrán de censurarlos, criticarlos y exagerar sus fracasos los miembros de la iglesia que fueron descuidados en cuidar a los corderos? ¿Se habla de sus faltas y se las expone a otros, mientras se los abandona en el desaliento y la desesperación?
La obra que más de cerca les toca a los miembros de nuestras iglesias es interesarse por sus jóvenes, porque necesitan bondad, paciencia, ternura, renglón sobre renglón, precepto sobre precepto. ¡Oh! ¿Dónde están los padres y las madres de Israel? Debería haber muchos dispensadores de la gracia de Cristo, para que se sintiera no solamente un interés casual por los jóvenes, sino un interés especial. Debiera haber personas cuyo corazón se conmoviese por la condición lastimera en la cual están colocados nuestros jóvenes, y comprendiesen que Satanás está obrando por todo medio concebible para atraerlos a su red.
Dios requiere que su iglesia despierte de su letargo, y vea la clase de servicio que se le exige en este tiempo de peligro. Debe apacentar los corderos del rebaño. El Señor del cielo está mirando para ver quién hace la obra que él quisiera ver hecha en favor de los niños y jóvenes. Los ojos de nuestros hermanos y hermanas deberían ser ungidos con colirio celestial a fin de que pudieran discernir las necesidades del momento. Debemos despertarnos para ver lo que es necesario hacer en la viña espiritual de Cristo, e ir a trabajar.
Debe proveerse una educación liberal
Como pueblo que asevera tener una luz avanzada, hemos de idear medios y recursos por los cuales producir un cuerpo de obreros educados para los diversos departamentos de la obra de Dios. Necesitamos, en nuestros sanatorios, en la obra misionera médica, en las oficinas de publicación, en las asociaciones de los diversos estados y en el campo en general, una clase de jóvenes bien disciplinada y culta. Necesitamos hombres y mujeres jóvenes que tengan una alta cultura intelectual, a fin de que puedan hacer la mejor obra para el Señor. Hemos hecho algo en la realización de esta norma, pero estamos muy por debajo de donde debiéramos estar.Todos han de ser preparados
La iglesia está dormida, y no comprende la magnitud de este asunto de educar a los niños y los jóvenes. "¿Por qué -dice uno- es necesario ser tan meticuloso para dar a nuestros jóvenes una educación esmerada? Me parece que si se elige a unos pocos que han decidido seguir una vocación literaria o alguna otra vocación que requiera cierta disciplina, y se les presta la debida atención, es todo cuanto es necesario hacer. No se requiere que toda la masa de nuestra juventud sea tan bien preparada. ¿No bastará esto para hacer frente a todo requerimiento esencial?"Un fondo para la obra escolar
La iglesia debe percatarse de la situación, y por su influencia y recursos procurar alcanzar este fin tan deseado. Créese un fondo por contribuciones generosas para el establecimiento de escuelas que lleven adelante la obra educativa. Necesitamos hombres bien preparados, bien educados, para trabajar en interés de las iglesias. Deben presentar el hecho de que no podemos confiar nuestros jóvenes a los seminarios y colegios establecidos por otras denominaciones; debemos reunirlos en nuestras escuelas, donde no se descuidará su preparación religiosa.Altos fines
Dios no quiere que en ningún sentido quedemos rezagados en la obra educativa. Nuestros colegios debieran estar muy adelante en la vanguardia de la más elevada clase de educación. . . Si no tenemos escuelas para nuestros jóvenes, ellos asistirán a otros seminarios y colegios, donde se verán expuestos a los sentimientos de los incrédulos y a cavilaciones y dudas acerca de la inspiración de la Biblia. Se habla mucho de la educación superior, y muchos suponen que ella consiste enteramente en la enseñanza de la ciencia y la literatura; pero eso no es todo. La más alta educación incluye el conocimiento de la Palabra de Dios, y está comprendida en las palabras: "Que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado" (Juan 17: 3).La responsabilidad de los miembros de la iglesia
No hay obra más importante que la educación de nuestros jóvenes. Me alegro de que tenemos instituciones donde pueden estar separados de las influencias corruptoras que tanto prevalecen en las escuelas del tiempo actual. Nuestros hermanos y hermanas deben sentir agradecimiento porque en la providencia de Dios se han establecido nuestros colegios, y debieran estar listos para sostenerlos con sus recursos. Debiera ponerse en juego toda influencia posible para educar a los jóvenes y elevar su moral. Debe enseñárseles a tener valor para resistir la marea de corrupción moral que se manifiesta en esta época de degeneración. Con firme confianza en el poder divino, pueden destacarse en la sociedad para amoldar a los demás, en vez de ser amoldados de acuerdo con el modelo del mundo.El privilegio del maestro
Los maestros de nuestras escuelas tienen una pesada responsabilidad que llevar. Deben ser en palabras y carácter lo que quieren que sean sus alumnos: hombres y mujeres que teman a Dios y que obren justicia. Si ellos mismos están familiarizados con el camino, pueden enseñar a los jóvenes a andar en él. No sólo los educarán en las ciencias, sino que los prepararán para que tengan independencia moral, trabajen para Jesús, y asuman cargas en su causa.