HAY peligro de que nuestro colegio se aparte de su propósito original. Dios ha dado a conocer su designio, a saber, que nuestro pueblo tenga oportunidad de estudiar las ciencias y al mismo tiempo aprender los requisitos de su Palabra. Deben darse clases bíblicas; y el estudio de las Escrituras debe ocupar el primer lugar en nuestro sistema educativo.
Algunos alumnos han sido enviados desde grandes distancias para asistir al colegio de Battle Creek, con el propósito expreso de recibir instrucción en asuntos bíblicos. Pero durante uno o dos años pasados se ha hecho un esfuerzo para amoldar nuestra escuela a otros colegios. Cuando se obra así, no podemos animar a los padres que envíen a sus hijos al colegio de Battle Creek.
No deben relegarse a último término las influencias morales y religiosas. En tiempos pasados, Dios ha obrado en relación con los esfuerzos de los maestros, y, como resultado de haberse relacionado con el colegio, muchas almas han visto la verdad, la han abrazado, y han regresado a sus casas para vivir, de allí en adelante, para Dios. Al ver que el estudio de la Biblia era parte de su educación, se vieron inducidos a considerarlo como asunto del mayor interés e importancia.
La educación de jóvenes para el ministerio
No se ha prestado suficiente atención a la educación de los jóvenes para el ministerio. Este era el objeto primordial al establecer el colegio. En ningún caso debe pasárselo por alto ni considerárselo como asunto de importancia secundaria. Pero durante varios años, han sido pocos los que han salido de esta institución preparados para enseñar la verdad a otros. Algunos que vinieron a un costo elevado, teniendo en vista el ministerio, han sido alentados por los maestros a seguir un largo curso de estudios, que les ocuparía muchos años, y para obtener recursos con que ejecutar esos planes, han entrado en el colportaje y han renunciado a toda idea de predicar. Es una equivocación. No tenemos muchos años en que trabajar, y los maestros y el director deben estar imbuidos del Espíritu de Dios y trabajar en armonía con su voluntad revelada, en vez de ejecutar sus propios planes. Estamos perdiendo mucho cada año porque no prestamos atención a lo que Dios ha dicho acerca de estos puntos.
Nuestro colegio está destinado por Dios a suplir las necesidades progresivas de este tiempo de peligro y desmoralización. El estudio de los libros solamente, no puede dar a los estudiantes la disciplina que necesitan. Debe echarse un fundamento más amplio. El colegio no fue traído a la existencia para llevar la impresión de una sola mente humana. Los maestros y el director deben obrar juntos como hermanos. Deben consultarse, y también consultar a los ministros y hombres de responsabilidad, y sobre todo, buscar la sabiduría de lo alto, a fin de que todas sus decisiones respecto a la escuela sean de tal índole que puedan ser aprobadas por Dios.
Se necesita una educación más abarcante, una educación que exija al personal docente más reflexión y esfuerzo de lo que exige la simple instrucción en las ciencias. El carácter ha de recibir la debida disciplina para su desarrollo más noble y completo. Los alumnos deben recibir en el colegio una preparación que los habilite para ocupar en la sociedad una posición respetable, honrada y virtuosa, frente a las influencias desmoralizadoras que están corrompiendo a los jóvenes.
Sería bueno que, de ser posible, hubiera en relación con nuestros colegios, tierras para el cultivo y talleres, bajo la dirección de hombres competentes para instruir a los estudiantes en los diversos aspectos del trabajo manual. Mucho se pierde por descuidar la unión del trabajo físico con el mental. Con frecuencia, los estudiantes dedican sus horas libres a placeres frívolos, que debilitan las facultades físicas, mentales y morales. Bajo el poder degradante de la complacencia sensual, por la inoportuna excitación del noviazgo y casamiento, muchos alumnos dejan de llegar a la altura de desarrollo mental que podrían haber alcanzado de otra manera. . .
El estudio de la Biblia
Para que la moralidad y la religión se manifiesten en una escuela, es necesario impartir el conocimiento de la Palabra de Dios. Algunos pueden insistir en que si la enseñanza religiosa recibe preeminencia, nuestra escuela se hará impopular; y los que no son de nuestra fe no asistirán ni le mandarán alumnos. Muy bien, váyanse entonces a otros colegios, donde hallarán un sistema de educación a su gusto. Nuestra escuela fue establecida, no simplemente para enseñar las ciencias, sino con el propósito de instruir en los grandes principios de la Palabra de Dios, y en los deberes prácticos de la vida diaria. Tal es la educación que tanto se necesita actualmente.
Si ha de sentirse una influencia mundana en nuestra escuela, vendámosla a los mundanos, dejémoslos encargarse de toda la dirección; y los que han invertido sus recursos en esa institución establecerán otra escuela, que será dirigida, no según el plan de las escuelas populares y según los deseos del director y los maestros, sino de acuerdo con el plan que Dios ha especificado.
En el nombre de mi Maestro, ruego a todos lo que ocupan posiciones de responsabilidad en esa escuela, que sean hombres de Dios. Cuando el Señor requiere de nosotros que seamos distintos y peculiares, ¿cómo podemos anhelar la popularidad, o procurar imitar las costumbres y prácticas del mundo? Dios ha declarado su propósito de tener en la tierra un colegio donde la Biblia tenga su debido lugar en la educación de los jóvenes. ¿Haremos nuestra parte en la ejecución de sus propósitos?. . .
Por medio de la prensa se pone toda clase de conocimiento al alcance de cualquiera; y sin embargo, cuán grande es en toda comunidad el número de los depravados en su moralidad y superficiales en sus realizaciones mentales. Si la gente quisiera tan sólo leer la Biblia y estudiarla, veríamos un estado de cosas diferente.
En una época como la nuestra, en la cual abunda la iniquidad, y el carácter de Dios y su ley son igualmente despreciados, debe tenerse especial cuidado de enseñar a los jóvenes a estudiar, reverenciar y obedecer su voluntad divina, tal como ha sido revelada a los hombres. El temor de Jehová está desvaneciéndose de la mente de nuestros jóvenes, debido a su negligencia en el estudio de la Biblia.
El director y los maestros deben tener una relación viva con Dios, deben mantenerse intrépidamente firmes como testigos suyos. Nunca permitan, por cobardía o por conveniencia mundanal, que la Palabra de Dios sea puesta en último término. Por su estudio, los alumnos aprovecharán tanto intelectualmente, como moral y espiritualmente. . .
La responsabilidad del maestro
En nuestro colegio hay una obra para cada maestro. Ninguno está libre de egoísmo. Si el carácter moral y religioso de los maestros fuese lo que debiera ser, se ejercería una mejor influencia sobre los estudiantes. Los maestros no procuran individualmente cumplir su tarea sólo para la gloria de Dios. En vez de mirar a Jesús y copiar su vida y carácter, miran al yo y procuran demasiado satisfacer una norma humana.
¡Ojalá pudiese hacer sentir a cada maestro su plena responsabilidad concerniente a la influencia que ejerce sobre los jóvenes! Satanás es incansable en sus esfuerzos por obtener el servicio de nuestros jóvenes. Con gran cuidado está tendiendo sus trampas para los pies inexpertos. El pueblo de Dios debe precaverse celosamente contra sus asechanzas.
Dios es la personificación de la benevolencia, la misericordia y el amor. Los que están realmente relacionados con él no pueden estar en divergencia unos con otros. Su espíritu, al gobernar en el corazón, creará armonía, amor y unidad. Lo opuesto se ve entre los hijos de Satanás. Su obra consiste en promover envidia, disensiones y celos. En el nombre de mi Maestro, pregunto a los que profesan seguir a Cristo: ¿Qué frutos lleváis?
En el sistema de instrucción seguido en las escuelas comunes, se descuida la parte más esencial de la educación: la religión de la Biblia. No sólo la educación afecta profundamente la vida del estudiante en este mundo, sino que su influencia se extiende hasta la eternidad. ¡Cuán importante es, pues, que los maestros sean personas capaces de ejercer la debida influencia! Deben ser hombres y mujeres de experiencia religiosa, personas que reciban diariamente luz divina para impartirla a sus alumnos.
La parte de los padres
Pero no debe exigirse que los maestros hagan la parte de los padres. Muchos padres han manifestado una terrible negligencia en su deber. Como Elí, no ejercen la debida restricción; y luego mandan sus hijos indisciplinados al colegio, para recibir la preparación que ellos debieran haberles dado en la casa.
Los maestros tienen una tarea que pocos aprecian. Si logran reformar a estos jóvenes díscolos, reciben poco crédito. Si éstos prefieren la sociedad de los dispuestos al mal, y van de mal en peor, entonces se censura a los maestros y se acusa a la escuela. En muchos casos la censura tocaría en justicia a los padres. Ellos tuvieron la primera y más favorable oportunidad de controlar y educar a sus hijos, cuando su espíritu era susceptible de enseñanza, y su mente y corazón podían recibir fácilmente las impresiones. Pero por pereza dejan los padres que sus hijos sigan su voluntad propia hasta endurecerse en la mala conducta.
Estudien los padres menos del mundo, y más de Cristo; hagan menos esfuerzos por imitar las costumbres y modas del mundo, y dediquen más tiempo y esfuerzo a amoldar la mente y el carácter de sus hijos de acuerdo con el Modelo divino. Entonces podrán mandar a sus hijos e hijas fortalecidos por una moral pura y un propósito noble, a recibir una educación que los capacite para ocupar puestos de utilidad y confianza. Los maestros regidos por el amor y el temor de Dios podrían conducir a estos jóvenes todavía más adelante y hacia arriba, preparándolos para beneficiar al mundo y honrar a su Creador.
Relacionado con Dios, todo instructor ejercerá una influencia para inducir a sus alumnos a estudiar la Palabra de Dios y obedecer su ley. Dirigirá sus mentes a la contemplación de los intereses eternos, abriendo delante de ellos vastos campos de reflexión, temas grandiosos y ennoblecedores, a cuya comprensión el intelecto más vigoroso podrá dedicar sus facultades, y sin embargo sentir que queda aún más allá un infinito.
La necesidad de consulta
Los males de la estima propia y de la independencia no santificada, que malogran más nuestra utilidad, y que serán nuestra ruina si no los vencemos, provienen del egoísmo. "Consultaos unos a otros", es el mensaje que me ha repetido una y otra vez el ángel de Dios. Por su influencia sobre el juicio de un hombre, Satanás puede procurar regir los asuntos de un modo que le convenga. Puede tener éxito en extraviar la mente de dos personas; pero cuando varias se consultan, hay más seguridad. Todo plan será más detenidamente criticado, todo paso hacia adelante será estudiado más cuidadosamente. De ahí que habrá menos peligro de dar pasos precipitados y mal aconsejados, que producirían confusión y perplejidad. La unión hace la fuerza; la división significa debilidad y derrota.
Dios está conduciendo a un pueblo, y preparándolo para la traslación. Nosotros, que desempeñamos una parte en esta obra, ¿estamos de pie como centinelas de Dios? ¿Estamos procurando trabajar unánimemente? ¿Estamos dispuestos a ser siervos de todos? ¿Estamos siguiendo a nuestro gran Ejemplo?
Estimados colaboradores, cada uno de nosotros está sembrando semilla en los campos de la vida. Como sea la simiente, así será la mies. Si sembramos desconfianza, envidia, celos, amor propio, amargura de pensamientos y sentimientos, cosecharemos acíbar para nuestras propias almas. Si manifestamos bondad, amor y tierna consideración por los sentimientos ajenos, recibiremos lo mismo en recompensa.
La cortesía cristiana
El maestro mandón, severo, criticón, y desconsiderado para con los sentimientos ajenos, debe esperar que se manifieste el mismo espíritu para con él. El que desea conservar su propia dignidad y respeto, debe tener cuidado de no herir innecesariamente la dignidad de los demás. Esta regla debe observarse en forma sagrada para con los alumnos más torpes, más jóvenes y más tardos. No sabemos lo que Dios se propone hacer con estos jóvenes aparentemente sin interés. En lo pasado, él ha aceptado a personas que no eran más promisorias ni atrayentes, para que hiciesen una gran obra para él. Su Espíritu, obrando en el corazón, ha incitado toda facultad a una acción vigorosa. El Señor vio en aquellas toscas piedras sin labrar, un material precioso, que resistiría la prueba de la tempestad, del calor y de la presión. Dios no ve como el hombre ve. No juzga por las apariencias, sino que escudriña el corazón y juzga con justicia.
El maestro debe conducirse siempre como un caballero cristiano. Debe asumir la actitud de amigo y consejero de sus alumnos. Si todo nuestro pueblo -maestros, ministros y miembros laicos- cultivase el espíritu de la cortesía cristiana, le sería más fácil hallar acceso a los corazones de la gente; muchos más serían inducidos a examinar y recibir la verdad. Cuando cada maestro se olvide de sí mismo, y sienta profundo interés por el éxito y la prosperidad de sus alumnos, comprendiendo que son propiedad de Dios, y que él deberá dar cuenta de su influencia sobre sus mentes y caracteres, entonces tendremos una escuela en la cual los ángeles se deleitarán en estar. Jesús mirará con aprobación la obra de los maestros, y enviará su gracia al corazón de los estudiantes. . .
La verdadera prueba de la prosperidad
Si rebajáis la norma para obtener popularidad y aumentar el número de alumnos, y luego os regocijáis por este aumento, manifestáis grande ceguera. Si el número fuese evidencia de éxito, Satanás tendría derecho a la preeminencia; porque en este mundo, sus seguidores son por mucho la mayoría. El grado de fuerza moral que prevalece en el colegio es la prueba de su prosperidad. Es la virtud, inteligencia y piedad de los hermanos que componen nuestras iglesias, no su número, lo que ha de constituir una fuente de gozo y agradecimiento.
Sin la influencia de la gracia divina, la educación no será una ventaja real; ya que entonces el que aprende se vuelve orgulloso, vano y fanático. Pero la educación que se reciba bajo la influencia ennoblecedora y refinadora del gran Maestro, elevará al hombre en la escala del valor moral ante Dios. Le habilitará para subyugar el orgullo y la pasión, y para andar humildemente delante de Dios, como dependiendo de él por toda capacidad, oportunidad y privilegio.
Hablo a los obreros de nuestros colegios: No sólo debéis profesar ser cristianos, sino que debéis ejemplificar el carácter de Cristo. La sabiduría de lo alto impregne toda vuestra instrucción. En un mundo de tinieblas morales y corrupción, dejad ver que el espíritu que os mueve a obrar es de lo alto, y no de abajo. Mientras confiéis completamente en vuestras propias fuerzas y sabiduría, vuestros mejores esfuerzos lograrán poco. Si sois impulsados por el amor a Dios, y es su ley vuestro fundamento, vuestra obra será duradera. Mientras que la prueba consuma la paja, la madera y la hojarasca, vuestra obra resistirá.
Tendréis que volver a encontrar en derredor del gran trono blanco a los jóvenes colocados ahora bajo vuestro cuidado. Si permitís que vuestros modales incultos o vuestro genio irrefrenado os dominen, y así dejáis de influir en estos jóvenes para su bien eterno, en aquel día tendréis que afrontar las graves consecuencias de vuestro trabajo. Por el conocimiento de la ley divina y la obediencia a sus preceptos, los hombres pueden llegar a ser hijos de Dios. Por la violación de esa ley, llegan a ser siervos de Satanás. Por un lado, pueden elevarse a cualquier altura de excelencia moral; por otro lado, pueden descender a cualquier profundidad de iniquidad y degradación. Los que trabajan en nuestro colegio deben manifestar un celo y fervor proporcionados al valor del premio que está en juego: las almas de sus alumnos, la aprobación de Dios, la vida eterna y los goces de los redimidos.
Como colaboradores con Cristo, con tan favorables oportunidades de impartir el conocimiento de Dios, nuestros maestros deben trabajar como inspirados de lo alto. Los corazones de los jóvenes no están endurecidos, ni están estereotipadas sus ideas y opiniones, como las de las personas de más edad. Por vuestra santa conducta, vuestra devoción y vuestro andar como Cristo, los podéis ganar para el Señor. Sería mucho mejor apremiarles menos en el estudio de las ciencias, y darles más tiempo para los ejercicios religiosos. En esto se ha cometido un grave error . . .
El propósito de Dios para el Colegio
No se puede fijar límite a nuestra influencia. Un acto irreflexivo puede resultar en la ruina de muchas almas. La conducta de cada persona que trabaja en nuestro colegio, está haciendo impresiones sobre las mentes de los jóvenes, impresiones que ellos llevarán consigo al irse, y serán reproducidas en otros. Debe ser objeto del maestro preparar a cada joven que está bajo su cuidado para que sea una bendición para el mundo. Nunca se debe perder de vista este propósito. Hay algunos que profesan estar trabajando para Cristo, y que sin embargo, ocasionalmente se pasan al bando de Satanás y hacen su obra. ¿Puede el Salvador declarar a los tales buenos y fieles siervos? ¿Están ellos, como centinelas, dando un sonido certero a la trompeta?. . .
Nuestro Salvador nos ordena: "Velad y orad, para que no entréis en tentación" (Mar. 14: 38). Si encontramos dificultades, y las vencemos en la fuerza de Cristo; si afrontamos enemigos, y en la fuerza de Cristo los hacemos huir; si aceptamos responsabilidades, y en la fuerza de Cristo las desempeñamos fielmente, estamos adquiriendo una experiencia preciosa. Aprendemos, como no podríamos haberlo aprendido de otra manera, que nuestro Salvador es un pronto auxilio en toda ocasión de necesidad.
Hay una gran obra que hacer en nuestro colegio, una obra que exige la cooperación de todo maestro; y desagrada a Dios que uno desaliente al otro. Pero casi todos parecen olvidarse que Satanás es el acusador de los hermanos, y se unen con el enemigo en su trabajo. Mientras los que profesan ser cristianos están contendiendo, Satanás está colocando sus trampas para los pies inexpertos de los niños y jóvenes. Los que han tenido experiencia religiosa deben procurar escudar a los jóvenes de las asechanzas del diablo. Nunca debieran olvidar que ellos mismos estuvieron una vez bajo el ensalmo de los placeres del pecado. Necesitamos la misericordia y tolerancia de Dios en cada hora, y ¡cuán inconveniente es que seamos impacientes con los errores de los jóvenes inexpertos! Mientras Dios los tolera, ¿nos atreveremos nosotros, compañeros suyos en el pecado, a desecharlos?
Siempre debemos considerar a los jóvenes como adquiridos por la sangre de Cristo. Como tales, tienen derecho a nuestro amor, nuestra paciencia, nuestra simpatía. Si queremos seguir a Jesús, no podemos restringir nuestro interés y afecto a nosotros mismos y a nuestras propias familias; no podemos dedicar nuestro tiempo y atención a los asuntos temporales, y olvidarnos de los intereses eternos de los que nos rodean. . . "Que os améis unos a otros, como yo os he amado" (Juan 15: 2), es la orden de Jesús. Consideremos su abnegación; contemplemos cuál medida de amor nos ha conferido; y luego procuremos imitar al Modelo. (Testimonies for the Church, tomo 5, Págs. 21-35; leído en College Hall, en diciembre de 1881).
Si alguna vez llegamos a conocer la verdad, será porque la habremos practicado. Debemos tener experiencia viva en las cosas de Dios, antes de poder comprender su Palabra. Este conocimiento experimental es lo que fortalece el intelecto y nos edifica en Cristo, nuestra cabeza viviente.