LOS estudiantes que profesan amar a Dios y obedecer la verdad deben poseer un grado de dominio propio y fortaleza en los principios religiosos que los habilite para permanecer inconmovibles en medio de las tentaciones y para destacarse por Jesús en el colegio, en sus casas de pensión o dondequiera que estén. La religión no está destinada a ser llevada simplemente como un manto en la casa de Dios; los principios religiosos deben caracterizar toda la vida. Los que están bebiendo de la fuente de la vida no manifestarán, como los mundanos, un deseo vehemente de cambio y de placer. En su comportamiento y carácter se verán el reposo, la paz y la felicidad que han hallado en Jesús, echando diariamente sus perplejidades y cargas a sus pies. Demostrarán que en la senda de la obediencia y el deber hay contentamiento y gozo. Ejercerán sobre sus condiscípulos una influencia que sentirá toda la escuela.
Los que componen este ejército fiel, refrigerarán y fortalecerán a los maestros, al apagar toda especie de infidelidad, discordia y negligencia en cuanto a cumplir las reglas y los reglamentos. Su influencia será salvadora, y sus obras no perecerán en el gran día de Dios, sino que los seguirán al mundo futuro; y el ejemplo de su vida terrenal se hará sentir a través de las edades sin fin de la eternidad. Un joven ferviente, concienzudo y fiel en una escuela es un tesoro inestimable. Los ángeles del cielo lo miran con amor, y en el libro mayor del cielo se registra toda obra de justicia, cada tentación resistida, cada mal vencido. Ese joven está echando un buen fundamento para el futuro, a fin de poder obtener la vida eterna.
De los jóvenes cristianos depende en gran medida la conservación y perpetuidad de las instituciones que Dios dispuso como medio de hacer progresar su obra. Nunca hubo un período en el cual, de una generación de hombres, dependiesen resultados tan importantes. Por lo tanto, ¡cuán importante es que los jóvenes estén calificados para esta gran obra, a fin de que Dios pueda usarlos como instrumentos suyos! Su Hacedor tiene sobre ellos derechos que superan a todos los demás.
Dios es quien ha dado la vida, y toda dote física y mental que posean los jóvenes. Les ha concedido capacidades que ellos pueden perfeccionar sabiamente, a fin de hacer una obra tan duradera como la eternidad. En reconocimiento de sus grandes dones, él pide que cultiven y ejerciten debidamente las facultades intelectuales y morales. No les dio estas facultades simplemente para que se divirtieran, ni para que abusaran de ellas obrando contra su voluntad y su providencia, sino para hacer progresar el conocimiento de la verdad y la santidad en el mundo. En respuesta a su continua e infinita benevolencia y misericordia, él reclama su bondad, su veneración y su amor. El requiere con justicia obediencia a sus leyes y a todos los reglamentos sabios que refrenarán y protegerán a la juventud contra las trampas de Satanás, y la conducirán por sendas de paz.
El carácter desenfrenado y temerario de muchos jóvenes de esta época del mundo causa pena. Si los jóvenes pudiesen ver que al cumplir con las leyes y reglamentos de nuestras instituciones no están haciendo sino algo que mejorará su posición en la sociedad, elevará su carácter, ennoblecerá su mente y acrecentará su felicidad, no se rebelarían contra las reglas justas y los requisitos sanos, ni se dedicarían a crear sospechas y prejuicios contra estas instituciones.
Con energía y fidelidad los jóvenes deben arrostrar las exigencias que se les hacen; y eso será una garantía de éxito. Los jóvenes que nunca hayan triunfado en los deberes temporales de la vida estarán igualmente sin preparación para dedicarse a los deberes superiores. La experiencia religiosa se obtiene solamente por el conflicto, por los chascos, por severa disciplina propia y por la oración ferviente. Los pasos que llevan hacia el cielo deben darse uno a la vez; y cada paso nos da fuerza para el siguiente.
El trato con los demás
Mientras están en la escuela, los estudiantes no deben permitir que su mente se confunda con pensamientos de noviazgo. Están allí para obtener idoneidad para trabajar por Dios, y este pensamiento debe predominar. Adquieran los estudiantes una visión tan amplia como sea posible de sus obligaciones hacia Dios. Estudien fervientemente cómo pueden hacer trabajos prácticos para el Maestro durante su vida estudiantil. Niéguense a agobiar las almas de sus maestros manifestando un espíritu de liviandad y un descuido de los reglamentos.
Los alumnos pueden hacer mucho para contribuir al éxito de la escuela trabajando con sus maestros a fin de ayudar a otros alumnos, y esforzándose celosamente por elevarse por encima de las normas bajas y ordinarias. Los que cooperan con Cristo llegarán a ser refinados en su habla y su genio. No serán indisciplinados y egoístas que busquen sus propios placeres y satisfacción. Dedicarán todos sus esfuerzos a trabajar con Cristo como mensajeros de su misericordia y amor. Son uno con él en espíritu y en acción. Procuran almacenar en la mente los preciosos tesoros de la Palabra de Dios, a fin de que cada uno haga su obra señalada.
En todo trato con los estudiantes, debemos tener en cuenta la edad y el carácter. No podemos tratar exactamente igual a los jóvenes y a los viejos. En ciertas circunstancias, hombres y mujeres de sana experiencia y buena conducta pueden recibir algunos privilegios que no se darían a los estudiantes más jóvenes. La edad, las condiciones y la disposición mental deben tomarse en cuenta. Debemos ser sabiamente considerados en todo lo que hacemos. Pero no debemos disminuir nuestra firmeza y vigilancia al tratar con los estudiantes de todas las edades, ni nuestra severidad al prohibir el trato sin provecho e imprudente de los alumnos jóvenes y poco maduros.
En nuestras escuelas de Battle Creek, Healdsburg y Cooranbong, he dado un testimonio directo acerca de estas cosas. Hay quienes pensaban que las restricciones eran demasiado severas; pero les dijimos claramente lo que podía ser y lo que no podía ser, mostrándoles que nuestras escuelas se han establecido a gran costo con un propósito definido y que cuantos quisieran impedir el logro de este propósito deben ser despedidos.
Vez tras vez he estado delante de los alumnos en la escuela de Avondale, con mensajes del Señor acerca de la influencia deletérea que tiene el trato libre y liviano entre jóvenes y señoritas. Les dije que si no se cuidaban a sí mismos, y procuraban aprovechar de la mejor manera posible su tiempo, la escuela no les beneficiaría, y quedarían chasqueados los que sufragaban sus gastos. Les dije que si estaban resueltos a cumplir su propia voluntad y andar en su camino, era mejor que volviesen a sus hogares y a la custodia de sus padres. Eso lo podían hacer en cualquier momento, si decidían no permanecer bajo el yugo de la obediencia; porque no queríamos que algunos alumnos destacados en el mal desmoralizasen a los demás.
Dije al director y a los maestros que Dios les había impuesto la responsabilidad de velar por las almas como quienes deben dar cuenta. Les mostré que si la mala conducta de algunos alumnos continuaba, extraviaría a otros estudiantes y Dios haría responsables de esto a los maestros. Asistirían a la escuela algunos alumnos que no habían sido disciplinados en casa, y que tenían ideas pervertidas acerca de la debida educación y su valor. Si se les permitía hacer las cosas a su manera, quedaría derrotado el propósito por el cual se estableció la escuela, y el pecado sería imputado a los guardianes de ella, como si lo hubiesen cometido ellos mismos.
Dios tiene a cada uno por responsable de la influencia que rodea a su alma, ya sea por causa de sí mismo o de los demás. El invita a los jóvenes y a las señoritas a ser estrictamente templados y concienzudos en el empleo de las facultades de su mente y de su cuerpo. Tan sólo por el uso más diligente de sus oportunidades y el sabio empleo de sus potencias para la gloria de Dios y el beneficio de sus semejantes el lo puede desarrollarse debidamente su capacidad.
Saber lo que constituye pureza de la mente, el alma y el cuerpo, es parte importante de la educación. Pablo resumió las realizaciones posibles para Timoteo diciéndole: "Consérvate puro" (1 Tim. 5: 22). El hijo de Dios no se entregará a la impureza en pensamiento, palabra o acción. A los que venzan las malas prácticas se les ofrece todo estímulo y las más ricas bendiciones, pero se imponen las más terribles penalidades a los que profanan el cuerpo y mancillan el alma.
Maestros, bienaventurados son los de limpio corazón -ahora; no, bienaventurados serán los de limpio corazón. "Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios" (Mat. 5: 8). Sí, como Moisés, podrán soportar la visión de Aquel que es invisible. Tienen aseguradas las más ricas bendiciones, tanto en esta vida como en la venidera.
Alumnos, si veláis y oráis, y hacéis esfuerzos fervientes en la debida dirección, estaréis cabalmente imbuidos del espíritu de Cristo. "Sino vestíos del Señor Jesucristo, y no proveáis para los deseos de la carne" (Rom. 13: 14). Resolved dar éxito a la escuela. Si queréis prestar atención a las instrucciones dadas en la Palabra de Dios, podréis salir con un desarrollo de la fuerza intelectual y moral que dará ocasión de regocijo aun a los ángeles, y Dios se gozará por vosotros con cántico. Bajo esta disciplina obtendréis el más pleno desarrollo de vuestras facultades. No permitáis que la euforia y la concupiscencia de la juventud, por múltiples tentaciones, hagan fracasar vuestro día de oportunidad y privilegio. Día tras día, revestíos de Cristo; y durante el breve período de vuestra prueba aquí en la tierra, mantened vuestra dignidad en la fuerza de Dios, como colaboradores con los más altos agentes del cielo.
Es privilegio del maestro fiel cosechar, día tras día, los resultados de su paciente y perseverante trabajo de amor. Tiene la oportunidad de observar el crecimiento de las tiernas plantas mientras echan sus brotes y florecen, y dan frutos de orden, puntualidad, fidelidad, esmero y verdadera nobleza de carácter. Tiene la oportunidad de ver crecer y fortalecerse el amor por la verdad y la justicia en aquellos niños y jóvenes de los cuales es responsable. ¿Qué podría darle mayor recompensa que ver a sus alumnos desarrollar un carácter que los hará hombres y mujeres nobles y útiles, idóneos para ocupar posiciones de responsabilidad y confianza, hombres y mujeres en lo futuro ejercerán el poder de mantener en jaque a las malas influencias, y ayudarán a disipar las tinieblas morales del mundo?
Mientras el maestro despierta en la mente de sus alumnos una comprensión de las posibilidades que tienen delante de sí, mientras les hace aprender la verdad para que puedan llegar a ser hombres y mujeres útiles, nobles y dignos de confianza, pone en movimiento tales olas de influencia que, después que él mismo haya bajado al descanso, avanzarán siempre más, dando gozo a los afligidos e inspirando esperanza a los desalentados. Mientras él enciende en su mente y corazón la lámpara del esfuerzo ferviente, queda recompensado al ver sus brillantes rayos destacarse en toda dirección, iluminando no solamente la vida de los pocos que se sientan diariamente ante él para recibir instrucción, sino también por intermedio de ellos, la vida de muchos otros.