A MEDIDA que progresemos en el establecimiento de escuelas de iglesia, hallaremos que debe trabajarse en favor de los niños en los lugares donde se había pensado que no podía sostenerse una. En cuanto sea posible, todos nuestros hijos deben tener oportunidad de obtener educación cristiana. A fin de proveerla, debemos a veces establecer escuelas de iglesia en los hogares. Sería bueno si varias familias de un vecindario se uniesen para emplear a un maestro humilde y temeroso de Dios, que dé a los padres la ayuda que necesitan para educar a sus hijos. Esto será una gran bendición para muchos grupos aislados de observadores del sábado, y un plan más agradable al Señor que el que se ha seguido a veces, a saber, enviar a niños tiernos lejos de sus casas para asistir a una de nuestras escuelas mayores.
Los pequeños grupos de observadores del sábado son necesarios para mantener en alto la luz delante de sus vecinos; y se necesitan los niños en los hogares, para poder ayudar a sus padres cuando terminan las horas de estudio. El mejor lugar para los niños es el hogar cristiano bien ordenado, donde puedan recibir la disciplina paterna según la orden del Señor.
Los tiernos años de la infancia son años de pesada responsabilidad para los padres. Estos tienen un sagrado deber que cumplir en cuanto a enseñar a sus hijos a ayudar a llevar las cargas del hogar, a conformarse con alimentos sencillos y ropas aseadas y poco costosas. Los requerimientos de los padres deben ser siempre razonables; deben expresar bondad, no por una negligencia insensata, sino por una sabia dirección. Han de enseñar a sus hijos en forma agradable, sin regañarlos ni censurarlos, procurando ligar consigo el corazón de los pequeñuelos con sedosas cuerdas de amor. Sean todos, padres y madres, maestros, hermanos y hermanas mayores, una fuerza educadora para fortalecer todo interés espiritual, y para introducir en el hogar y en la vida escolar una atmósfera sana que ayude a los niños menores a crecer en la educación y admonición del Señor.
El estudio de la Biblia en el hogar
Nuestros hijos son la propiedad del Señor; han sido adquiridos por precio. Este pensamiento debe ser el móvil de nuestros trabajos en favor de ellos. El método que tiene más éxito para asegurar su salvación y mantenerlos apartados del camino de la tentación, consiste en instruirlos constantemente en la Palabra de Dios. Y a medida que los padres aprendan con sus niños, encontrarán que su propio crecimiento en la gracia y el conocimiento de la verdad se vuelve más rápido. La incredulidad desaparecerá, aumentará la fe y la actividad; se profundizará la seguridad y la confianza a medida que ellos prosigan en el conocimiento del Señor. Sus oraciones experimentarán una transformación, haciéndose más fervientes y sinceras. Cristo es la cabeza de su iglesia, el apoyo infaltable de su pueblo; él dará la gracia necesaria a los que lo busquen en procura de sabiduría e instrucción.
Dios quiere que consideremos estas cosas en su importancia sagrada. Es privilegio de hermanos, hermanas y padres cooperar en enseñar a los niños a beber de la alegría de la vida de Cristo, aprendiendo a seguir su ejemplo. A los niños mayores de estas familias aisladas quiero decirles: No es necesario que todos abandonen las responsabilidades del hogar para asistir a nuestras escuelas con internados, a fin de prepararse para servir. Recordad que en el hogar mismo hay una obra que hacer por el Maestro. En el hogar hay niños menores que instruir, y así aliviar las cargas de la madre.
Agentes misioneros
Recuerden los miembros de más edad de la familia que esta parte de la viña del Señor necesita ser cultivada fielmente, y resuelvan dedicar todas sus mejores capacidades a hacer atrayente el hogar, y a tratar sabia y pacientemente a los niños menores. Hay en nuestros hogares personas jóvenes a quienes el Señor ha calificado para dar a otros el conocimiento que han adquirido. Esfuércense las tales por mantener frescas en la mente las lecciones espirituales. Y mientras están enseñando, pueden también estudiar. Así aprenderán mientras enseñan. Obtendrán nuevas ideas, y las horas de estudio serán un decidido placer y provecho.
Hablo a los padres y a las madres: Podéis ser educadores en vuestros hogares; podéis ser agentes misioneros espirituales. Sentid vuestra necesidad de ser misioneros en el hogar, de mantener su atmósfera libre de la influencia de las palabras apresuradas y duras, de hacer de él un lugar donde los ángeles puedan venir a bendecir y dar éxito a los esfuerzos hechos.
Unanse los padres en proveer un lugar para la instrucción diaria de sus hijos eligiendo como maestro a una persona capaz de enseñar, y que, como siervo consagrado de Cristo, crezca en conocimiento mientras imparte instrucción. El maestro consagrado al servicio de Dios podrá hacer una obra definida en el servicio misionero, e instruirá a los niños en los mismos ramos.
Cooperen los padres y las madres con él, trabajando fervientemente por la salvación de sus hijos. Si los padres quieren comprender la importancia de estos pequeños centros de educación, cooperando en la obra que el Señor desea que se haga en este tiempo, los planes del enemigo para con nuestros hijos serán frustrados en gran parte.
"Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él" (Prov. 22: 6). A veces los niños se sienten tentados a tascar el freno bajo la restricción; pero en la vida ulterior bendecirán a sus padres por el cuidado fiel y la estricta vigilancia que los guardó y guió en sus años de inexperiencia.
Con su crítica precipitada y sin fundamento, a menudo casi destruyen la influencia del maestro fiel y abnegado, Muchos padres cuyos hijos han sido echados a perder por la indulgencia, dejan al maestro la desagradable tarea de reparar su descuido y luego, con su proceder, hacen casi desesperante la tarea de aquél. Su crítica y censura del manejo de la escuela fomentan la rebelión en los niños y los apoyan en sus malos hábitos.
Si llegan a ser necesarias la crítica o algunas sugestiones en cuanto al trabajo del maestro, deberían indicarse a él en privado. Si esto no da resultado, preséntese el asunto a los responsables de la dirección de la escuela. No se debería decir ni hacer nada que debilite el respeto de los niños hacia aquel de quien depende en tan extenso grado su bienestar" (La educación, págs. 275, 276).
Los padres deben tener siempre presente el objeto que se ha de alcanzar: la perfección del carácter de sus hijos. Los padres que educan correctamente a sus hijos, desarraigando de sus vidas todo rasgo impropio, los están preparando para llegar a ser misioneros de Cristo en verdad, justicia y santidad. El que en su infancia presta servicio a Dios, añadiendo a su "fe virtud, y en la virtud ciencia; y en la ciencia templanza, y en la templanza paciencia, y en la paciencia temor de Dios; y en el temor de Dios, amor fraternal, y en el amor fraternal caridad" (2 Ped. 1: 5-7), se está preparando para oír y responder al llamamiento: "Hijo, sube más alto; entra en la escuela superior".
¿Os parece que no aprenderemos nada allí? No tenemos la menor idea de lo que se abrirá entonces delante de nosotros. Con Cristo andaremos al lado de las aguas vivas. Nos revelará la hermosura y gloria de la naturaleza. Nos revelará lo que él es para nosotros, y lo que somos para él. Conoceremos entonces la verdad que no podemos conocer ahora, por causa de nuestras limitaciones finitas.
Ni la escuela de iglesia ni el colegio proporcionan, como el hogar, las oportunidades para asentar el carácter de un niño sobre el debido fundamento.