LA EDUCACIÓN abarca más que un conocimiento de los libros. Incluye no solamente la disciplina mental, sino el adiestramiento que asegure una moral sana y un comportamiento correcto. . .
Centenares de jóvenes de diversas disposiciones y diferente educación están asociados en la escuela, y se requiere gran cuidado y mucha paciencia para guiar en la debida dirección las mentes que han sido torcidas por la mala disciplina. Algunos nunca han sido disciplinados, mientras que otros lo fueron demasiado, y una vez separados de las manos vigilantes que sujetaban las riendas del control con rigidez tal vez excesiva, se sienten libres para hacer lo que quieren. Desprecian el mismo pensamiento de la restricción. Estos diversos elementos reunidos en nuestro colegio, imponen cuidados, cargas y pesada responsabilidad, no sólo a los maestros, sino a toda la iglesia.
Las tentaciones de los jóvenes
Los alumnos de nuestras escuelas están expuestos a múltiples tentaciones. Serán puestos en relación con individuos de casi toda disposición mental y moral. Los que han tenido experiencia religiosa son censurables si no se colocan en posición para resistir toda mala influencia. Pero muchos prefieren seguir sus inclinaciones. No consideran que pueden forjar o destruir su propia felicidad. Está en su poder el aprovechar de tal manera su tiempo y sus oportunidades, que desarrollen un carácter que los hará felices y útiles. . .
Los deberes de los padres
Los peligros de los jóvenes quedan grandemente acrecentados cuando se los asocia con gran número de otros jóvenes de diverso carácter y hábitos de vida. En tales circunstancias, muchos padres se inclinan a relajar más bien que a duplicar sus propios esfuerzos por custodiar y regir a sus hijos. Arrojan una tremenda carga sobre los que sienten la responsabilidad. Cuando estos padres ven que sus hijos se están desmoralizando, se inclinan a censurar a los que están encargados de la obra, cuando los males han sido causados por la conducta de los padres mismos.
En vez de unirse a los que llevan las cargas, elevar la norma de la moral, y trabajar con corazón y alma en el temor de Dios para corregir los defectos de sus hijos, muchos padres calman su propia conciencia diciendo: "Mis hijos no son peores que otros". Procuran ocultar las faltas chocantes que Dios odia, no sea que sus hijos se ofendan, y actúen en forma desesperada. Si el espíritu de rebelión está en su corazón, será mucho mejor subyugarlo ahora que permitirle crecer y fortalecerse por la indulgencia. Si los padres quisieran hacer su deber, veríamos un estado diferente de cosas. Muchos de estos padres se han apartado de Dios. No tienen sabiduría de él para percibir las trampas de Satanás y resistirlas. . .
A cada hijo e hija debe pedírsele cuenta si se ausenta de la casa de noche. Los padres deben saber en qué compañía se hallan sus hijos, y en casa de quién pasan sus veladas. Algunos hijos engañan a sus padres con mentiras para evitar que quede expuesta su mala conducta. Hay quienes buscan la sociedad de compañeros corrompidos, y visitan secretamente en la ciudad tabernas y otros lugares prohibidos de placer. Hay alumnos que visitan los salones de billares y juegan a los naipes, lisonjeándose de que no hay peligro. Puesto que buscan solamente divertirse, se sienten perfectamente seguros. No son sólo los inferiores los que hacen esto. Algunos de los que han sido cuidadosamente criados y enseñados a mirar tales cosas con aborrecimiento, se están aventurando en el terreno prohibido.
Los jóvenes deben ser dominados por principios firmes, a fin de aprovechar debidamente las facultades que Dios les ha dado. Pero los jóvenes siguen tanto y tan ciegamente los impulsos, sin referencia a los principios, que están constantemente en peligro. Siendo que no siempre pueden tener la dirección y protección de padres y tutores, necesitan ser enseñados a regirse y dominarse a sí mismos. Se les debe enseñar a pensar y actuar de acuerdo con principios de conciencia.
El solaz y la diversión
Los que se dedican al estudio deben tener solaz. La mente no debe dedicarse constantemente a la reflexión detenida, porque se gastaría la delicada maquinaria mental. Tanto el cuerpo como la mente deben tener ejercicio. Pero hay una gran necesidad de temperancia en las diversiones, como en cualquier otra actividad. Su carácter debe ser considerado cuidadosa y cabalmente. Todo joven debe preguntarse: ¿Qué influencia tendrán estas diversiones sobre mi salud física, mental y moral? ¿Quedará mi mente tan infatuada que me olvide de Dios? ¿Dejaré de tener presente su gloria?
Debe prohibirse el juego de los naipes. Las compañías y tendencias son peligrosas. . . No hay nada en estas diversiones que sea benéfico para el alma o el cuerpo. No hay nada que fortalezca el intelecto, nada que permita almacenar en él valiosas ideas para el uso futuro. La conversación se dedica con frecuencia a temas triviales y degradantes. . .
El ser experto en manejar los naipes, conduce a menudo al deseo de usar este conocimiento y tacto para obtener algún beneficio personal. Se juega una pequeña suma, y luego una mayor, hasta que se adquiere la sed del juego que conduce a la ruina segura. ¡A cuántos ha llevado esta diversión perniciosa a toda práctica pecaminosa, a la pobreza, a la cárcel, al homicidio y al cadalso! Y sin embargo, muchos padres no ven la terrible sima que amenaza tragar a nuestros jóvenes.
Entre los más peligrosos lugares de placer se cuenta el teatro. En vez de ser una escuela de moralidad y virtud, como se pretende a menudo, es el semillero de la inmoralidad. Estas diversiones fortalecen y confirman los hábitos viciosos y las propensiones pecaminosas. Los cantos viles, los ademanes, las expresiones y actitudes lascivas depravan la imaginación y degradan la moral. Todo joven que asista habitualmente a espectáculos, se corromperá en sus principios. No hay en nuestra tierra influencia más poderosa para envenenar la imaginación, destruir las impresiones religiosas, y embotar el gusto por los placeres tranquilos y las sobrias realidades de la vida, que las diversiones teatrales. El amor por estas escenas aumenta con cada asistencia, como el deseo de bebidas embriagantes se fortalece con su consumo. La única conducta segura consiste en huir del teatro, del circo y otros lugares dudosos de diversión.
Hay modos de recreación que son altamente beneficiosos para la mente y el cuerpo. Una mente ilustrada, discernidora, hallara abundantes medios de entretenerse y divertirse, en fuentes que no sean solamente inocentes, sino instructivas. La recreación al aire libre, la contemplación de las obras de Dios en la naturaleza, serán del más alto beneficio (Testimonies for the Church, Tomo 4, págs. 648-653).
No se puede hacer que los jóvenes sean tan calmosos y graves como los ancianos, el hijo tan sobrio como el padre. Aunque se condenan las diversiones pecaminosas, como en verdad debe hacerse, que los padres, maestros y tutores de los jóvenes provean en su lugar placeres inocentes, que no mancillen ni corrompan la moral. No sujetéis a los jóvenes bajo reglas y restricciones rígidas, que los induzcan a sentirse oprimidos, y a precipitarse en sendas de locura y destrucción. con mano firme, bondadosa y considerada, sujetad las riendas del gobierno, guiando y vigilando sus mentes y propósitos, aunque de manera tan suave, sabia y amorosa, que ellos puedan darse cuenta, de que tenéis presentes sus mejores intereses.