Consejos para los Maestros

Capítulo 47

Las Diversiones Mundanales

SI HAY algo en este mundo que debe inspirar entusiasmo, es la cruz del Calvario. "Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios; por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a él" (1 Juan 3: 1). "Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, más tenga vida eterna" (Juan 3: 16). Se debe aceptar a Cristo, creer en él y exaltarle. Lo precioso que es Cristo ha de ser el tema de la conversación . . .

Partidas de placer

Al mismo tiempo que se ha temido tanto la excitación y el entusiasmo en el servicio de Dios, se han manifestado esas mismas características en otras actividades con las cuales muchos parecen congeniar. Me refiero a las partidas de placer que se han celebrado entre nuestros hermanos. Estas ocasiones han requerido mucho tiempo y atención de personas que profesan ser siervos de Cristo; pero ¿propendían esas reuniones a la gloria de su nombre? ¿Fue Jesús invitado para presidirlas?

Las reuniones para el trato social pueden ser altamente provechosas e instructivas, cuando los que se reúnen tienen el amor de Dios ardiendo en sus corazones, cuando se reúnen para cambiar pensamientos en cuanto a la Palabra de Dios, o considerar los métodos de hacer progresar su obra y hacer bien a sus semejantes. Cuando nada se dice o hace para agraviar el Espíritu Santo de Dios, sino que se lo considera un huésped bienvenido, entonces Dios es honrado y los que se reúnan serán refrigerados y fortalecidos.

"Entonces los que temían a Jehová hablaron cada uno a su compañero; y Jehová escuchó y oyó, y fue escrito libro de memoria delante de él para los que temen a Jehová, y para los que piensan en su nombre. Y serán para mí especial tesoro, ha dicho Jehová de los ejércitos, en el día en que actúe" (Mal. 3: 16, 17).

Pero hay una clase de reuniones sociales de un carácter completamente diferente, partidas de placer que han deshonrado nuestras instituciones y la iglesia. Estimulan el orgullo de la indumentaria y de la apariencia, la complacencia propia, la hilaridad y el espíritu trivial. Satanás es agasajado como un huésped honrado y toma posesión de los que patrocinan estas reuniones.

Me fue mostrada una visión de una compañía tal, donde se habían congregado los que profesan creer la verdad. Uno estaba sentado frente a un instrumento de música, y se oían cantos que hacían llorar a los ángeles que todo lo observaban. Había alegría, había risa grosera, había mucho entusiasmo, y cierta clase de inspiración; pero la alegría era de la clase que sólo Satanás puede crear. Es un entusiasmo y una infatuación de los cuales se avergonzarán todos los que aman a Dios. Prepara a quienes participan en ello para los pensamientos y los actos profanos. Tengo motivos para creer que algunos de los que participaron en aquella escena, se arrepintieron de corazón de su actuación vergonzosa.

Muchas reuniones tales me han sido presentadas. He visto la alegría, la ostentación de la indumentaria, el atavío personal. Todos quieren ser considerados brillantes y se entregan a la hilaridad, a las bromas insensatas, a la adulación baja y grosera y a las risas ruidosas. los ojos chispean, las mejillas están rojas, la conciencia duerme. Comen, beben y se alegran, y hacen cuanto pueden para olvidarse de Dios. La escena de placer es su paraíso. Y el cielo mira, viéndolo y oyéndolo todo. . .

El tenor de la conversación revela el tesoro del corazón. Las palabras triviales, comunes, de adulación, los dichos que se creen ingeniosos, expresados para causar risa, son mercadería de Satanás, y todos los que participan en esta conversación están negociando con sus mercaderías. El oír estas cosas hace impresiones similares a las que se hicieron en Herodes cuando la hija de Herodías bailó delante de él. Todas estas acciones quedan registradas en los libros del cielo; y en el último gran día aparecerán en su verdadera luz delante de los culpables. Todos discernirán entonces la acción engañosa y seductora del diablo para llevarlos al camino ancho y la puerta espaciosa que conducen a la ruina.

Satanás ha estado multiplicando sus trampas en --------; y los cristianos profesos, pero superficiales en su carácter y experiencia religiosa, son empleados por el tentador como lazos para entrampar. Esta clase está siempre lista para las reuniones de placer y deportes, y su influencia atrae a otros. Los jóvenes y señoritas que procuran ser cristianos de acuerdo con la Biblia son inducidos a unirse al grupo y atraídos en el círculo. No consultan con oración la norma divina, para saber lo que dijo Cristo en cuanto a los frutos que debe llevar el árbol cristiano. No disciernen que estos entretenimientos son realmente el banquete de Satanás, preparado para impedir que las almas acepten la invitación a la cena del Cordero y reciban el manto blanco del carácter, que es la justicia de Cristo. Se confunden en cuanto a lo que es correcto hacer como cristianos. No quieren que se los considere singulares, y se inclinan naturalmente a seguir el ejemplo de los demás. Así caen bajo la influencia de los que nunca han sentido el toque divino sobre su mente o corazón. . .

La debida actitud del cristiano

El Dios eterno ha trazado la línea de demarcación entre los santos y los pecadores, los convertidos y los inconversos. Estas dos clases no se fusionan imperceptiblemente una con otra, como los colores del arco iris. Son tan distintas como el mediodía y la medianoche.

Los que están procurando la justicia de Cristo se espaciarán en los temas de la gran salvación. La Biblia es el alfolí que proporciona a sus almas alimento nutritivo. Meditan en la encarnación de Cristo, contemplan el gran sacrificio hecho para salvarlos de la perdición, para ofrecerles el perdón, la paz y la justicia eterna. El alma queda inflamada por estos temas grandiosos y elevados. La santidad y la verdad, la gracia y la justicia ocupan sus pensamientos. Muere el yo y Cristo vive en sus siervos. Mientras contemplan la Palabra, sus corazones arden en ellos como los de los dos discípulos que iban a Emaús mientras Cristo caminaba con ellos y les abría las Escrituras acerca de sí mismo.

¡Cuán pocos comprenden que Jesús, invisible, anda a su lado! ¡Cuán avergonzados se sentirían muchos si oyesen su voz hablándoles, y si supiesen que él oyó todas sus conversaciones insensatas y triviales! ¡Y cuántos corazones arderían de santo gozo, si supiesen que el salvador está a su lado, que la santa atmósfera de su presencia los rodeaba, y que se están alimentando del pan de vida! ¡Cuánto agradaría al Salvador el oír a sus seguidores hablar de sus preciosas lecciones de instrucción, y saber que aprecian las cosas santas!

Cuando la verdad mora en el corazón, no hay lugar para criticar a los siervos de Dios, o hallar defectos en el mensaje que él envía. Lo que hay en el corazón fluye de los labios. No puede ser reprimido. Las cosas que Dios ha preparado para los que le aman, serán el tema de la conversación. El amor de Cristo es en el alma como un manantial de agua, que brota para vida eterna, enviando raudales vivos, que esparcen vida y alegría dondequiera que fluyan (Special Testimony to the Battle Creek Church, 18 de noviembre de 1896).

Los cristianos tienen muchas fuentes de felicidad a su disposición, y pueden decir con infalible exactitud qué placeres son legítimos y correctos. Pueden disfrutar de las recreaciones que no disipen la mente ni degraden el alma, que no siembren desilusión, ni una triste influencia ulterior para destruir el respeto propio o estorbar el camino a la utilidad.