SOLICITO de vosotros que vivís en el mismo corazón de la obra que repaséis el trabajo de los años, y veáis si el "bien hecho" puede seros dirigido con verdad. Pido a los maestros de la escuela que consideren esto cuidadosamente y con oración: ¿Habéis velado individualmente por vuestra propia alma como quien coopera con Dios para su purificación de todo pecado y su completa santificación para él? ¿Podéis, por el precepto y el ejemplo, enseñar la santificación para él? ¿Podéis, por el precepto y el ejemplo, enseñar la santificación a los jóvenes... y obediencia a Dios por la verdad que es en santidad?
¿No habéis temido al Espíritu Santo? A veces se ha presentado en la escuela de Battle Creek con una influencia que todo lo compenetraba, como también en las escuelas de otras localidades. ¿Lo reconocisteis? ¿Le concedisteis el honor debido a un Mensajero celestial? Cuando el Espíritu parecía contender con los jóvenes, ¿dijisteis: "Pongamos a un lado todo estudio; porque es evidente que tenemos entre nosotros un Huésped celestial. Demos loor y honra a Dios"? ¿Os postrasteis en oración con corazón contrito juntamente con vuestros alumnos, intercediendo para recibir la bendición que el Señor os estaba ofreciendo?
El gran Maestro mismo estaba entre vosotros. ¿Cómo le honrasteis? ¿Era él un extraño para algunos de los educadores? ¿Era necesario llamar a una persona de supuesta autoridad para dar la bienvenida o rechazar a este Mensajero del cielo? Aunque invisible, su presencia se hallaba entre vosotros. Pero ¿no se expresó el pensamiento de que en la escuela el tiempo debía dedicarse al estudio, y de que había un tiempo para todo como si las horas consagradas al estudio común fuesen demasiado preciosas para dedicarlas a la operación del Mensajero celestial?
Si habéis restringido y repelido así al Espíritu Santo de Dios, os ruego que os arrepintáis de ello tan prestamente como sea posible. Si habéis cerrado y atrancado la puerta de vuestro corazón para el Espíritu de Dios, os ruego que la abráis y que roguéis con fervor: "Mora conmigo". Cuando el Espíritu Santo revela su presencia en vuestra aula, decid a vuestros alumnos: "El Señor indica que él tiene para nosotros hoy una lección de significado celestial, de más valor que nuestras lecciones comunes. Escuchemos; inclinémonos delante de Dios, y busquémosle de todo corazón".
Permitidme deciros lo que yo sé de este Huésped celestial. El Espíritu Santo se cernía sobre los jóvenes durante las horas de clase; pero algunos corazones eran tan fríos y lóbregos que no deseaban la presencia del Espíritu y la luz de Dios se retiró. El Visitante celestial les habría abierto el entendimiento, les habría dado sabiduría y conocimiento en todos los ramos de estudio que pudiesen emplear para gloria de Dios. Vino a convencer de pecado, a enternecer los corazones endurecidos por haber estado largo tiempo apartados del Señor. Vino para revelar el gran amor con que Dios amó a estos jóvenes...
Un principio de origen divino debe compenetrar nuestra conducta y vincularla con el cielo. Esto no será de ninguna manera un estorbo para el estudio de la ciencia verdadera. "El temor de Jehová es el principio de la sabiduría" (Prov. 9: 10); y el hombre que consiente en ser amoldado de acuerdo con la similitud divina, es la obra más noble de Dios. Todos los que viven en comunión con el Creador comprenderán el designio que él tenía al crearlos. Tendrán un sentido de su propia responsabilidad para con Dios en cuanto a emplear sus facultades con el más elevado propósito. Procurarán no glorificarse a sí mismos ni despreciarse tampoco . . .
El ideal de Dios para el hombre
Nunca degrada la religión de Cristo al que la recibe. Nunca lo hace tosco o grosero, descortés, apasionado o de duro corazón ni orgulloso. Por el contrario, refina el gusto, santifica el juicio, purifica y ennoblece los pensamientos, poniéndolos en sujeción a Jesucristo.
El ideal de Dios para sus hijos es más elevado que cuanto pueda alcanzar el pensamiento humano más sublime. El Dios vivo ha dado en su santa ley un trasunto de su carácter. El mayor Maestro que el mundo haya conocido es Jesucristo; y ¿cuál es la norma que ha fijado para todos los que creen en él? "Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto" (Mat. 5: 48). Así como Dios es perfecto en su alta esfera de acción, el hombre puede ser perfecto en su esfera humana.
El ideal del carácter cristiano es la semejanza con Cristo. Se abre delante de nosotros una senda de progreso continuo. Tenemos un objeto que alcanzar, una norma que cumplir, que incluye todo lo bueno, puro, noble y elevado. Debemos esforzarnos de continuo y progresar constantemente hacia adelante y hacia arriba, hacia la perfección del carácter...
Sin la acción divina, el hombre no puede hacer cosa buena alguna. Dios invita a todo hombre a arrepentirse. Sin embargo, el hombre no puede hacerlo a menos que el Espíritu Santo obre sobre su corazón. Pero el Señor no quiere que ningún hombre aguarde hasta pensar que se ha arrepentido, antes de dar el paso hacia Jesús. El Salvador está induciendo continuamente a los hombres al arrepentimiento; lo único que necesitan es someterse a su atracción y que su corazón se enternezca penitentemente.
Se le concede al hombre una parte en esta gran lucha por la vida eterna: debe responder a la acción del Espíritu Santo. Se requerirá una lucha para vencer a las potestades de las tinieblas, y el Espíritu obra en él para lograrlo. Pero el hombre no es un ser pasivo, que se haya de salvar en la indolencia. Está llamado a esforzar todo músculo y ejercitar toda facultad en la lucha por la inmortalidad; sin embargo, es Dios quien imparte la eficiencia. Ningún ser humano puede salvarse en la indolencia. El Señor nos ordena: "Esforzaos a entrar por la puerta angosta; porque os digo que muchos procurarán entrar, y no podrán" (Luc. 13:24). "Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella; porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan" (Mat. 7: 13, 14).
Influencias profanas en acción
Ruego a los alumnos de nuestras escuelas que manifiesten seriedad. La frivolidad de los jóvenes no agrada a Dios. Sus deportes y juegos abren la puerta a un raudal de tentaciones. Poseen una dote celestial de Dios en sus facultades intelectuales, y no deben permitir que sus pensamientos sean triviales y bajos. Un carácter formado de acuerdo con los preceptos de la Palabra de Dios revelará principios firmes, aspiraciones puras y nobles. El Espíritu Santo coopera con las facultades de la mente humana, y el resultado seguro son impulsos elevados y santos...
Mi alma se conmueve profundamente por las cosas que me han sido representadas. Siento indignación de espíritu porque en nuestras instituciones se tribute tan poco honor al Dios viviente, mientras que se rinde tanto tributo a los que se consideran como talentos superiores, aunque el Espíritu Santo no esté relacionado con ellos. El Espíritu de Dios no es reconocido y respetado; los hombres pronuncian sus juicios sobre él; sus operaciones han sido condenadas como fanatismo, entusiasmo e incitación impropia.
Dios ve lo que no disciernen los ojos ciegos de los educadores: que la inmoralidad de toda clase y medida procura obtener el dominio, obrando contra las manifestaciones del poder del Espíritu Santo. Lo más vulgar de la conversación, y las ideas bajas y pervertidas se entretejen con la trama del carácter, y contaminan el alma.
Las partidas de placer bajas y comunes, las reuniones para comer y beber, los cantos y la música de instrumentos, son inspirados por un espíritu de abajo. Son una ofrenda a Satanás. Las exhibiciones en la afición por las bicicletas son una ofensa para Dios. Su ira se enciende contra los que hacen tales cosas. Porque en estas complacencias la mente se embota como al beber licor. se abre la puerta para las compañías vulgares. Los pensamientos, sueltos por un canal vil, no tardan en pervertir todas las facultades del ser. Como el antiguo Israel, los amadores de placeres comen y beben y se levantan a jugar. Hay alegría y diversiones, hilaridad y regocijo. En todo esto los jóvenes están siguiendo el ejemplo de los autores impíos de algunos de los libros colocados en sus manos para que los estudien. Todas estas cosas tienen su efecto sobre el carácter.
Los que van a la cabeza en estas frivolidades dejan sobre la causa una mancha que no se borrará fácilmente. Hieren sus propias almas y llevarán las cicatrices durante toda su vida. El que hace mal puede ver sus pecados y arrepentirse, y Dios puede perdonar al transgresor; pero la facultad del discernimiento que debiera haberse mantenido siempre aguda y sensible para distinguir entre lo sagrado y lo común, queda en gran medida destruida...
Insto a todos los que lean estas palabras: Recapacitad sobre vuestra propia conducta, y "mirad también por vosotros mismos, que vuestros corazones no se carguen de glotonería y embriaguez, y de los afanes de esta vida, y venga de repente sobre vosotros aquel día. Porque como un lazo vendrá sobre todos los que habitan sobre la faz de toda la tierra" (Luc. 21: 34, 35). (Special Testimonies On Education, págs. 202-212; escrito a los maestros del Colegio de Battle Creek).
Cuesta una lucha continua el estar siempre alerta para resistir al mal; pero vale la pena obtener una victoria tras la otra sobre el yo y las potestades de las tinieblas. Y si los jóvenes son probados tal como lo fue Daniel, ¡qué honor reflejarán para Dios por su firme adhesión a lo recto!