Consejos para los Maestros

Capítulo 55

Conocimiento Que Perdura

ME HAN sido dadas palabras de prevención para los maestros de nuestras escuelas. La obra de éstas debe llevar un sello diferente del que llevan algunas de las instituciones de saber más populares. Muchos de los libros de texto usados en esas escuelas son innecesarios para la obra de preparar alumnos para la escuela celestial. Como resultado, los jóvenes no están recibiendo la educación cristiana más perfecta. Se descuidan los puntos de estudio que más se necesitan para hacerlos idóneos para la obra misionera en su propia patria y en el extranjero, y prepararlos a fin de que puedan aprobar el último gran examen. La educación necesaria es la que prepara a los alumnos para un servicio práctico, enseñándoles a poner toda facultad bajo el dominio del Espíritu de Dios. El libro de estudio del más alto valor es el que contiene la instrucción de Cristo, el Maestro de los maestros.

El Señor requiere de los maestros que eliminen de nuestras escuelas los libros que enseñan sentimientos que no están de acuerdo con su Palabra, y den lugar a los libros que son del más alto valor. Dios será honrado cuando ellos muestren al mundo que tienen una sabiduría más que humana, porque el Maestro de los maestros es su instructor.

Se necesita separar de nuestra obra educativa las publicaciones falsas y contaminadas, para que no se reciban ni se alberguen como verdad las semillas del pecado. Nadie suponga que es valiosa educación un estudio de los libros que los induzca a recibir ideas falsas. Al penetrar en la mente, esas ideas separan a los jóvenes de la Fuente de toda sabiduría, eficiencia y poder, y los convierten en juguetes de las tentaciones de Satanás. Hay necesidad positiva de dar en nuestras escuelas una educación pura y sin mezcla de filosofía pagana.

Necesitamos precavernos continuamente contra los libros que contienen sofismas acerca de la geología y otras ramas de la ciencia. Antes de presentar las teorías de los hombres de ciencia a alumnos que no han madurado aún, es necesario eliminar de ellas todo rastro de sugestiones incrédulas. Una diminuta semilla de incredulidad sembrada por un maestro en el corazón de un alumno, puede brotar y producir una mies de incredulidad. Los sofismas relativos a Dios y su naturaleza que inundan al mundo de escepticismo, son inspirados por el enemigo caído. Satanás estudia la Biblia. Conoce las verdades esenciales para la salvación, y procura apartar de esas verdades toda mente. Tengan los maestros cuidado de no repetir las mentiras del enemigo de Dios y del hombre. Es un error colocar en las manos de los jóvenes libros que los dejan perplejos y confusos. La razón que se da a veces para este estudio es que el maestro recorrió ese terreno, y el alumno debe seguirle. Pero si los educadores recibiesen luz y sabiduría del Maestro divino, mirarían este asunto de una manera muy diferente. Medirían la importancia relativa de las cosas que se han de aprender en la escuela. Se enseñarían más cabalmente las ramas comunes y esenciales de la educación, y se estimaría la Palabra de Dios como pan enviado del cielo, que sostiene toda vida espiritual.

Somos tardos en comprender cuán necesario es entender las enseñanzas de Cristo y sus métodos de trabajo. Si los comprendiésemos mejor, gran parte de las instrucciones dadas en nuestras escuelas sería considerada sin valor. Se vería que mucho de lo que se enseña ahora no desarrolla la sencillez de la verdadera piedad en la vida del alumno. La sabiduría finita recibiría menos estima, y la Palabra de Dios tendría un lugar de mayor honor.

Si los maestros de nuestras escuelas escudriñasen las Escrituras con el propósito de comprenderlas mejor por su cuenta, abriendo su corazón a la luz dada en la Palabra, serían enseñados de Dios. Amarían y practicarían la verdad, y trabajarían para impartir menos de las teorías y sentimientos de los hombres que nunca estuvieron relacionados con Dios, y más del conocimiento que perdura. Sentirían una profunda hambre del alma por la sabiduría que viene de lo alto.

El estudio para fines útiles

Con frecuencia los alumnos dedican muchos años a un estudio dirigido según métodos equivocados y con fines inútiles. Se enseña a la mente a pensar en un sentido erróneo, a captar las cosas que no sólo son absolutamente sin valor, sino que perjudican la salud física y mental. El alumno obtiene un flaco tesoro de información sobre muchos temas que le son de poco valor, un saber limitado de muchas cosas que nunca empleará, cuando podría obtener conocimiento que le sería del mayor servicio en la vida práctica, y que sería un tesoro de sabiduría del cual podría sacar recursos en tiempo de necesidad.

Es difícil apartarse de las viejas costumbres e ideas establecidas. Pero pocos comprenden la pérdida que experimentan en los largos cursos de estudio. Mucho de aquello con que se atiborra el cerebro no tiene valor; sin embargo, los alumnos suponen que esa educación les basta para todo y después de años de estudio dejan la escuela con sus diplomas, creyendo que son hombres y mujeres debidamente educados y listos para servir. En muchos casos esta preparación para servir no es más que una farsa; sin embargo, se la continuará dando hasta que los maestros reciban la sabiduría del cielo mediante la influencia del Espíritu Santo.

Muchos alumnos han recargado durante tanto tiempo su mente para aprender lo que su razón les decía que nunca les serviría, que sus facultades se han debilitado y son incapaces de hacer un esfuerzo vigoroso y perseverante para comprender las cosas de importancia vital. El dinero gastado en su educación, que tal vez fue provisto por sus padres a base de grandes sacrificios, ha sido casi malgastado; y una comprensión equivocada de lo que es de importancia le induce a cometer un error en su carrera.

¡Qué engañosa es la educación obtenida en las ramas literarias o científicas, si hay que despojar al discípulo de ella antes que sea tenido por digno de entrar en la vida que se mide con la vida de Dios, aunque él mismo se salve como por fuego! Dios nos ha dado un tiempo de gracia en el cual prepararnos para la escuela celestial. Para ésta los jóvenes se han de educar, disciplinar y preparar. En la escuela inferior de la tierra han de formar un carácter que Dios pueda aprobar. Han de recibir una preparación, no en las costumbres y diversiones de la sociedad mundana, sino en las cosas de Cristo, una preparación que los hará colaboradores de los seres celestiales. Los estudios ofrecidos a los jóvenes deben ser de un carácter tal que les dé más éxito en el servicio de Dios; que los habilite para seguir en las pisadas de Cristo y mantener los grandes principios que él sostuvo. Nuestra norma debe ser el carácter de Aquel que es puro, santo, sin contaminación. . .

El conocimiento de Dios es la esencia de la educación. La educación que reemplaza a este conocimiento, o lo elimina de la mente, como Félix despidió a Pablo, cuando le habló de templanza, justicia y juicio venidero, no es de Dios. Las palabras de Pablo hicieron temblar a Félix; pero el gobernador despidió al apóstol con las palabras: "Ahora vete; pero cuando tenga oportunidad te llamaré" (Hech. 24: 25). Y hoy multitudes están diciendo lo mismo. Su atención es atraída a los profundos temas de la verdad, a problemas tan altos como los cielos y tan amplios como la eternidad; pero ellos dicen: "No puedo incluir estos temas en mis estudios diarios; porque conmoverían de tal manera mi espíritu que me impedirían atender a la rutina diaria de estudio. Nunca he dominado los problemas de la Biblia. No puedo iniciar este estudio ahora. Vete por el momento; cuando tenga oportunidad más conveniente, te llamaré". Y así el gran Libro de texto de Dios es puesto un lado, porque no se lo considera como la única cosa necesaria.

El desarrollo más alto que sea posible alcanzar

No quiero que nadie reciba de las palabras que he escrito, la impresión de que se debe rebajar la norma de la educación en nuestras escuelas. Todo alumno debe recordar que el Señor requiere de él que haga por su cuenta todo lo que le es posible para llegar a poder enseñar sabiamente a otros. Nuestros alumnos deben imponer cargas a sus facultades mentales; cada una de ellas debe alcanzar el más alto desarrollo posible.

Muchos alumnos vienen al colegio con hábitos intelectuales que les son un estorbo. Uno de los más difíciles de dominar es el hábito de realizar el trabajo mental en forma rutinaria, en vez de dedicar a cada estudio un esfuerzo reflexivo y resuelto para dominar las dificultades, y captar los principios básicos del tema que se considera. Han de temerse la indolencia, la apatía y la irregularidad; y el sujetarse a la rutina es igualmente de temer. Mediante la gracia de Cristo, pueden los estudiantes cambiar este hábito de la rutina, y conviene a sus mejores intereses y su utilidad futura dirigir correctamente las facultades mentales, adiestrándolas para que sirvan bajo la dirección del más sabio de todos los maestros, cuyo poder pueden ellos pedir por fe. De acuerdo con la promesa de Dios, esto les dará éxito en sus esfuerzos intelectuales.

Una educación cabal, que haga a los jóvenes y a las jóvenes capaces de servir, es la que se ha de dar en nuestras escuelas. A fin de obtener esa educación, debe en primer lugar tenerse como la más importante la sabiduría que proviene de Dios. Todos los que se dedican a la adquisición de conocimientos deben esforzarse por alcanzar el peldaño más alto de la escalera. Avancen los estudiantes tanto como puedan; sea el campo de su estudio tan amplio como puedan abarcar sus facultades; pero hagan de Dios su sabiduría, aferrándose a Aquel que es infinito en conocimiento, que puede revelar secretos ocultos por siglos, y puede resolver los problemas más difíciles para los espíritus que creen en él.

Recomendamos a todo alumno el Libro de los libros como el estudio más grandioso para la inteligencia humana, el libro que contiene el conocimiento esencial para esta vida y para la venidera. Pero no aliento a nadie a rebajar la norma educativa en el estudio de las ciencias. La luz que ha sido dada al respecto es clara, y en ningún caso debe ser despreciada.

Poniendo la Biblia en primer lugar

En la instrucción dada en nuestras escuelas, se ha de combinar lo natural con lo espiritual. Las leyes obedecidas por la tierra revelan el hecho de que ella está bajo el dominio magistral de un Dios infinito. Los mismos principios rigen en el mundo espiritual y el natural. Eliminemos a Dios de la adquisición de conocimientos y tendremos una educación coja, unilateral, muerta respecto a todas las cualidades salvadores que dan verdadero poder al hombre. El Autor de la naturaleza es el Autor de la Biblia. La creación y el cristianismo tienen un solo Dios. Él se revela en la naturaleza, y en su Palabra. En rayos claros brilla la luz en la página sagrada, revelándonos al Dios viviente, tal como está representado en las leyes de su gobierno, en la creación del mundo, en los cielos que adornó. Se ha de reconocer su poder como el único medio de redimir al mundo de las supersticiones degradantes que tanto deshonran a Dios y al hombre.

El alumno que en su vida escolar se familiariza con las verdades de la Palabra de Dios, y siente su poder transformador sobre su corazón, representará el carácter de Cristo ante el mundo en una vida bien ordenada y una conversación piadosa. Dios hará grandes cosas por los que abran el corazón a su Palabra, y la dejen tomar posesión del templo del alma. El hecho de que los alumnos se hayan apartado de la sencillez de la verdadera piedad, ha ejercido una influencia tendiente a debilitar su carácter y disminuir su vigor mental. Se ha retardado su progreso en las ciencias, mientras que si como Daniel hubiesen oído y cumplido la Palabra de Dios, habrían avanzado como él en todos los ramos del saber a los cuales se dedicaran. Siendo de mente pura, habrían adquirido fortaleza mental. Toda facultad intelectual se habría aguzado.

Cuando la Biblia es guía y consejera, ejerce una influencia ennoblecedora sobre la mente. Más que cualquier otro, su estudio refinará y elevará. Cambiará el espíritu del alumno sincero, dotándole de nuevos impulsos y vigor. Dará mayor eficiencia a las facultades poniéndolas en relación con verdades grandiosas y abarcantes. Si la mente se atrofia y vuelve deficiente, ello se debe a que se la deja tratar solamente asuntos triviales. Recíbase la Biblia como alimento del alma, el medio mejor y más eficaz para purificar y fortalecer el intelecto.

Del corazón mana la vida; y el corazón de la comunidad, de la iglesia y de la nación, es la familia. El bienestar de la sociedad, el éxito de la iglesia, la prosperidad de la nación, dependen de las influencias que reinan en el hogar.