LA PRÁCTICA de dar a unos pocos alumnos toda la ventaja para perfeccionar su educación en tantas ramas que les sería imposible usarlas todas, es un perjuicio más bien que un beneficio para el que tiene tales ventajas, y priva a otros de los privilegios que tanto necesitan. Si hubiese menos de esta preparación larga, mucho menos devoción exclusiva al estudio, habría para el estudiante mucha más oportunidad de aumentar su fe en Dios... Se me ha mostrado que algunos de los estudiantes están perdiendo su espiritualidad, que su fe se debilita, y que no mantienen comunión con Dios. Dedican casi todo su tiempo al estudio de los libros; parecen saber muy poco de las otras cosas. Pero, ¿qué ventaja les será toda esta preparación? ¿qué beneficio obtendrán de todo el tiempo y el dinero gastado? Os aseguro que están más que perdidos. . .
Debe haber una consideración muy cuidadosa en cuanto a la mejor manera de gastar el dinero en la educación de los alumnos. Mientras se gasta tanto para hacer terminar unos pocos un costoso curso de estudios, hay muchos que tienen sed del conocimiento que podrían obtener en unos pocos meses, y que considerarían uno o dos años como una gran bendición. Si todos los recursos se usan en hacer que unos pocos sigan un curso de varios años de estudio, muchos jóvenes y señoritas tan dignos como los primeros no pueden recibir ayuda alguna. . .
En vez de educar en exceso a unos pocos, ampliad la esfera de vuestra caridad. Resolved que los recursos que destinéis a educar obreros para la causa no se dedicarán simplemente a una persona, habilitándola para adquirir más de lo que realmente necesita, mientras que otros se quedan sin nada. Dad a los alumnos un comienzo, pero no consideréis que es vuestro deber sostenerlos año tras año. Es deber de ellos salir al campo a trabajar y a vosotros os toca extender vuestra caridad a otros que necesitan ayuda. . .
La devoción excesiva al estudio, aun de la verdadera ciencia, crea un apetito anormal, que crece a medida que se lo alimenta. Esto crea un deseo de conseguir más conocimiento de lo que es esencial para hacer la obra del Señor. La búsqueda del conocimiento simplemente por su propio valor, distrae la mente de la devoción a Dios, y detiene el progreso en la senda de la santidad práctica... El Señor Jesús impartió solamente la medida de instrucción que podía ser usada... La mente de los discípulos se sentía con frecuencia excitada por la curiosidad; pero en vez de satisfacer su deseo de conocer cosas que no eran necesarias para la debida dirección de su obra, él abría nuevos cauces del pensamiento para sus mentes. Les daba la instrucción que tanto necesitaban sobre la piedad práctica...
La intemperancia en el estudio
La intemperancia en el estudio es una especie de intoxicación, y los que se entregan a ella, como el borracho, se apartan de la senda segura, tropiezan y caen en las tinieblas. El Señor quiere que todo alumno recuerde que el ojo debe mantenerse sincero para la gloria de Dios. No ha de agotar o malgastar sus facultades físicas y mentales procurando adquirir todo el conocimiento posible de las ciencias, sino que debe conservar la frescura y el vigor de todas ellas para dedicarse a la obra que el Señor le ha señalado: ayudar a las almas a hallar la senda de la justicia... La orden del cielo es hacer, trabajar, realizar algo que sea para gloria de Dios y beneficio de nuestros semejantes...
El Señor no elige o acepta trabajadores de acuerdo con las ventajas que han disfrutado, o con la educación superior que han recibido. El valor del agente humano se estima de acuerdo con la capacidad que tiene el corazón para conocer y comprender a Dios... El mayor beneficio posible se obtiene por medio del conocimiento de Dios. "Y ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado" (Juan 17: 3). Este conocimiento es la fuente secreta de la cual fluye todo poder...
La educación de Moisés
La educación recibida por Moisés, como nieto del rey, fue muy esmerada. No se descuidó detalle que pudiese hacerle sabio en lo que consideraban los egipcios como sabiduría. Pero la parte más valiosa de la preparación de Moisés para la obra de su vida fue la que recibió como pastor. Mientras apacentaba sus rebaños en los desiertos de las montañas y las verdes dehesas de los valles, Dios le enseñó la más alta sabiduría. En la escuela de la naturaleza, teniendo a Cristo como su maestro, aprendió lecciones de humildad, mansedumbre, fe y confianza que vincularon su alma más estrechamente con Dios. En la soledad de las montañas aprendió lo que no había podido impartirle toda su instrucción en el palacio del rey: una fe sencilla e inquebrantable, y una constante confianza en el Señor. . .
Moisés había supuesto que su educación en la sabiduría de Egipto le habilitaba plenamente para sacar a Israel de la servidumbre. ¿No era sabio en todas las cosas necesarias para un general de ejército? ¿No había tenido las ventajas de las mejores escuelas del país? Sí, se sentía capaz de librar a su pueblo. Inició su obra procurando obtener su favor al corregir sus males. Mató a un egipcio que abusaba de un israelita. En eso manifestó el espíritu del que es homicida desde el principio, y demostró su incapacidad para representar al Dios de misericordia, amor y ternura.
Moisés fracasó miserablemente en su primera tentativa, como muchos otros, perdió inmediatamente la confianza en Dios y dio la espalda a la obra que le había sido señalada. Huyó de la ira de Faraón. Concluyó que a causa del gran pecado que cometiera al quitar la vida al egipcio, Dios no le permitiría tener parte alguna en la obra de librar a su pueblo de su cruel esclavitud. Pero el Señor permitió estas cosas a fin de poder enseñarle la mansedumbre, la bondad y longanimidad que necesita poseer todo obrero del Maestro, a fin de tener éxito en su causa...
Se le había enseñado a esperar adulación y alabanza por sus capacidades superiores; ahora debía aprender una lección diferente. Como pastor, aprendió a cuidar de las ovejas afligidas y enfermas, a buscar pacientemente a la extraviada, a ser longánime con la indisciplinada, a suplir con tierna solicitud las necesidades de los corderitos y de las ovejas viejas y débiles. En su experiencia fue atraído más cerca del Príncipe de los pastores. Llegó a unirse y absorberse en el Santo de Israel. Creía en el Dios grande. Se mantenía en comunión con el Padre por la oración humilde. Miraba al Altísimo para obtener una educación en las cosas espirituales y el conocimiento de su deber como fiel pastor. Su vida vino a estar tan estrechamente vinculada con el cielo que Dios conversaba con él cara a cara, "como habla cualquiera a su compañero" (Éxo. 33: 11).
Educado así, Moisés estuvo preparado para escuchar el llamamiento de Dios a cambiar el cayado de pastor por la vara de autoridad; a dejar su rebaño de ovejas para asumir la dirección de un pueblo idólatra y rebelde. Pero debía continuar dependiendo del Caudillo invisible. Como la vara era un instrumento dócil en su mano, así él también había de serlo en la de Cristo. Había de ser el pastor del pueblo de Dios; y por su fe firme y su confianza permanente en el Señor, muchas bendiciones iban a llegar a los hijos de Israel...
Fue la fe implícita en Dios la que hizo de Moisés lo que fue. Obraba de acuerdo con todo lo que el Señor le ordenaba. Todo el saber de los sabios no podía hacer de Moisés un medio por el cual el Señor pudiera obrar, a menos que perdiese su confianza propia, comprendiese su propia impotencia y pusiese su confianza en Dios; y a menos que estuviese dispuesto a obedecer las órdenes de Dios, parecieran o no correctas a su razón humana...
No fueron las enseñanzas de las escuelas de Egipto lo que habilitó a Moisés para triunfar sobre sus enemigos, sino su fe constante e inquebrantable, una fe que no vacilaba bajo las circunstancias más penosas. A la orden de Dios, Moisés avanzaba, aunque aparentemente no había nada sobre qué asentar los pies. Más de un millón de personas dependían de él, y las condujo hacia adelante paso a paso, día tras día. Dios permitió estas peregrinaciones solitarias por el desierto para que sus hijos pudiesen obtener experiencia en soportar las penurias, para que cuando estuvieran en peligro supieran que sólo en Dios hay alivio y liberación. Así podrían aprender a conocerlo y confiar en él, y servirle con fe viva.
La lección más importante
Dios no depende de los hombres de educación perfecta. Su obra no se detiene mientras adquieren una preparación tan larga y elaborada como la que algunas de nuestras escuelas se proponen dar. Se requieren hombres que aprecien el privilegio de ser colaboradores con él, hombres que le honren prestando implícita obediencia a sus requerimientos, sin tener en cuenta las teorías que les han sido inculcadas previamente. No tiene límite la utilidad de los que ponen el yo a un lado, que permiten obrar al Espíritu Santo sobre su corazón, y viven una vida completamente consagrada a Dios, recibiendo la disciplina necesaria, impuesta por el Señor, sin quejarse ni desmayar en el camino. Si no desfallecen bajo su reprensión ni endurecen su corazón ni se vuelven tercos, el Señor enseñará tanto a los jóvenes como a los ancianos, hora tras hora, día tras día. Anhela revelar su salvación a los hijos de los hombres y si su pueblo escogido quiere eliminar los obstáculos, derramará las aguas de salvación en raudales abundantes por intermedio de los conductos humanos.
Muchos de los que están buscando eficiencia para la exaltada obra de Dios por el perfeccionamiento de su educación en las escuelas de los hombres, hallarán que no han aprendido las lecciones de más importancia. Al descuidar el someterse a sí mismos a las impresiones del Espíritu Santo, y al no vivir en obediencia a todos los requerimientos de Dios, se ha debilitado su eficiencia espiritual; han perdido la capacidad que tenían de hacer con éxito su obra para el Señor. Ausentándose de la escuela de Cristo, se han olvidado del sonido de la voz del Maestro, y él no puede dirigir su conducta.
Los hombres pueden adquirir todo el conocimiento que el maestro humano es capaz de impartir; pero Dios requiere de ellos una sabiduría aún mayor. Como Moisés, deben aprender a ser mansos, humildes de corazón, y a desconfiar del yo. Nuestro Salvador mismo, cuando soportaba la prueba por la humanidad, reconoció que por sí mismo no podía hacer nada. Nosotros también debemos aprender que no hay fuerza en la humanidad sola. El hombre llega a ser eficiente, únicamente si participa de la naturaleza divina.
Debe buscarse la dirección de Dios
Desde el primer momento en que abre un libro, el estudiante debe reconocer a Dios como al Dador de la verdadera sabiduría y procurar a cada paso el consejo divino. No debe hacerse arreglo alguno del cual Dios no pueda formar parte, ni establecer vínculo alguno que él no pueda aprobar. Desde el principio hasta el fin, el Autor de la sabiduría debe ser reconocido como el guía. Así el conocimiento obtenido de los libros será completado con una fe viva en el Dios infinito.
El estudiante no debe permitirse quedar ligado a ningún curso particular que requiera largos períodos, sino que debe ser guiado en tales asuntos por el Espíritu de Dios...
A nadie se le debe permitir que siga un curso de estudio que debilite su fe en la verdad o en el poder del Señor, o reduzca su respeto por una vida de santidad. Quisiera amonestar a los estudiantes que no den un paso en ese sentido, ni aun por consejo de sus instructores o de hombres que ocupan puestos de autoridad, a menos que primero hayan buscado a Dios individualmente, con el corazón abierto a las influencias del Espíritu Santo, y hayan obtenido su consejo acerca del curso de estudio que contemplan. Eliminad toda ambición profana. Poned a un lado todo deseo egoísta de distinguiros, llevad a Dios toda sugestión de los hombres, y confiad en la dirección de su Espíritu...
No os confiéis a la custodia de los hombres, sino decid: "El Señor es mi ayudador; buscaré su consejo; haré su voluntad". Todas las ventajas de que gocéis no pueden resultar en bendición para vosotros, ni puede la educación más elevada preparamos para haceros conductos de luz, a menos que tengáis la cooperación del Espíritu divino. Nos resulta imposible recibir preparación de los hombres, sin la iluminación divina, como fue imposible para los dioses de Egipto librar a los que confiaban en ellos.
Los estudiantes no deben suponer que toda sugestión que se les haga para prolongar sus estudios está en armonía con el plan de Dios. Llevad toda sugestión al Señor en oración, y procurad su dirección, no una sola vez, sino repetidas veces. Interceded con él hasta que estéis convencidos de que el consejo es de Dios o del hombre...
El Señor dice: "Velad y orad, para que no entréis en tentación" (Mat. 26: 41). "Velad", no sea que vuestros estudios alcancen tales proporciones y lleguen a seros de tan absorbente interés que vuestra mente esté recargada y desaparezca de vuestra alma el deseo de ser piadosos. Muchos estudiantes han perdido de vista el motivo y blanco que los indujo a entrar en la escuela, y una ambición profana de obtener una educación superior los ha inducido a sacrificar la verdad. Su intenso interés por obtener un puesto elevado entre los hombres los ha inducido a dejar fuera de sus cálculos la voluntad de su Padre celestial; pero el verdadero conocimiento conduce a una vida santa por la santificación de la verdad.
Con demasiada frecuencia, al acumularse los estudios, la sabiduría de lo alto ha recibido un lugar secundario, y cuanto más avanza el estudiante, menos confianza tiene en Dios. Considera el mucho saber como la misma esencia del éxito en la vida; pero si todos diesen la debida consideración a la declaración de Cristo: "Separados de mí nada podéis hacer" (Juan 15: 5), harían planes diferentes. Sin los principios vitales de la verdadera religión, sin el conocimiento de cómo servir y glorificar al Redentor, la educación es más perjudicial que benéfica. Cuando la educación de origen humano llega a un extremo tal que hace desvanecer el amor de Dios en el corazón, descuidar la oración y dejar de cultivar los atributos espirituales, es completamente desastrosa. Sería mucho mejor dejar de procurar la mejor educación y hacer recobrar al alma de su condición languideciente, que perder de vista las ventajas eternas...
En ningún caso quisiera aconsejar que se restrinja la educación a la cual Dios no ha puesto límites. Nuestra educación no termina con las ventajas que este mundo puede dar. A través de toda la eternidad los escogidos de Dios aprenderán. Pero quisiera aconsejar que se restrinja la práctica de aquellos métodos que hacen peligrar el alma y malogran el propósito al cual se dedica tiempo y dinero. La educación es una gran obra de toda la vida; pero para obtener una verdadera educación es necesario poseer la sabiduría que proviene solamente de Dios. El Señor Dios debe ser representado en toda fase de la educación; pero es un error dedicar años al estudio de un ramo del conocimiento de los libros. Después que se ha dedicado un período de tiempo al estudio, nadie aconseje a los estudiantes a iniciar inmediatamente otro curso extenso sino que debe aconsejárseles más bien que ingresen en la obra para la cual se han estado preparando. Estimúleselos a hacer uso de la educación ya obtenida. . .
La mente de muchos necesita ser renovada, transformada y amoldada según el plan de Dios. Muchos se están arruinando física, mental y moralmente, por dedicarse demasiado al estudio. Se están defraudando para este tiempo y la eternidad por la práctica de hábitos de intemperancia mientras, procuran educarse. Están perdiendo su deseo de aprender en la escuela de Cristo, lecciones de mansedumbre y humildad de corazón...
En vista del próximo regreso de Cristo
El pensamiento que ha de ser recordado a los alumnos es que el tiempo es corto, y que deben prepararse rápidamente para hacer la obra que es esencial para este tiempo... Se me ordena deciros que no sabéis cuán pronto vendrá la crisis. Se está acercando a nosotros gradual y furtivamente, como un ladrón. El sol resplandece en los cielos, recorriendo su órbita acostumbrada, y los cielos siguen declarando la gloria de Dios; los hombres prosiguen en su conducta acostumbrada de comer y beber, plantar y edificar, casarse y darse en casamiento; los mercaderes siguen empeñados en comprar y vender; las publicaciones siguen saliendo una tras otra; los hombres se están codeando en busca del puesto más elevado; los amadores de placeres siguen asistiendo a teatros, carreras de caballos, garitos de juegos, y prevalece la más alta excitación; pero se está terminando rápidamente el tiempo de gracia, y cada caso está por quedar eternamente decidido. Pocos son los que creen de corazón y alma que tienen un cielo que ganar y un infierno que rehuir; pero éstos revelan su fe por sus obras.
Las señales de la venida de Cristo se están cumpliendo rápidamente. Satanás ve que tiene tan sólo un corto tiempo en que trabajar, y pone sus agentes a la obra para incitar los elementos del mundo, a fin de que los hombres puedan ser engañados, seducidos y mantenidos ocupados y hechizados hasta que termine el día de gracia y la puerta de misericordia se cierre para siempre.
Los reinos de este mundo no han llegado a ser todavía los reinos de nuestro Señor y de su Cristo. No os engañéis; estad despiertos y obrad rápidamente; porque viene la noche, en la cual nadie puede obrar. No estimuléis a los alumnos que vienen a vosotros preocupados por la obra de salvar a sus semejantes, a pasar de un curso de estudios a otro. No alarguéis a muchos años el tiempo que necesitan para educarse. Al hacerlo, les dais la impresión de que hay bastante tiempo, y este mismo plan resulta en una trampa para sus almas.
Muchos están mejor preparados, tienen más discernimiento espiritual y conocimiento de Dios, y saben más de sus requerimientos cuando inician su curso de estudios que cuando se gradúan. Se sienten inspirados por una ambición a llegar a ser sabios, y son estimulados a aumentar sus estudios hasta infatuarse. Hacen de los libros su ídolo, y están dispuestos a sacrificar la salud y la espiritualidad para educarse. Limitan el tiempo que debieran dedicar a la oración, y dejan de aprovechar las oportunidades que tienen de hacer el bien. Dejan de poner en práctica el conocimiento que ya han obtenido y no progresan en la ciencia de ganar almas. La obra misionera les parece cada vez menos deseable mientras crece anormalmente la pasión de sobresalir en el conocimiento de los libros. Mientras siguen sus estudios, se separan del Dios de la sabiduría. Algunos los felicitan por sus progresos y los estimulan a conquistar diploma tras diploma...
Se hizo la pregunta: "¿Creéis la verdad? ¿Creéis en el mensaje del tercer ángel? Si lo creéis, entonces obrad de acuerdo con vuestra fe"... El tiempo de gracia no permitirá largos años de preparación. Dios llama; oíd su voz mientras dice: "Ve hoy a trabajar en mi viña" (Mat. 21: 28). Ahora, precisamente ahora, es el momento de trabajar...
"Jehová marcha en la tempestad y el torbellino, y las nubes son el polvo de sus pies" (Nah. 1: 3). ¡Ojalá que los hombres comprendiesen la paciencia y longanimidad de Dios! Él restringe sus propios atributos. Su poder omnipotente está bajo el control de la Omnipotencia. ¡Ojalá que los hombres comprendiesen que Dios se niega a sentirse cansado por la perversidad del mundo, y sigue ofreciendo la esperanza de perdón aún a los que menos lo merecen. Pero su longanimidad no durará siempre. ¿Quién está preparado para el cambio repentino que se producirá en el trato de Dios con los hombres pecaminosos? ¿Quién estará preparado para escapar al castigo que caerá ciertamente sobre los transgresores?...
Hay una gran obra que hacer, y la viña del Señor necesita obreros. Deben entrar misioneros en los campos antes que estén obligados a cesar de trabajar. Hay ahora puertas abiertas por todos lados; los estudiantes no pueden aguardar hasta terminar largos años de preparación; porque los que nos restan no son muchos, y necesitamos trabajar mientras dura el día...
Entiéndase que con estas palabras no digo nada que signifique despreciar la educación, sino que hablo para amonestar a los que están en peligro de llevar a extremos ilícitos lo que es lícito, y de dar demasiada importancia a la educación humana. Insistid más bien en el desarrollo de una experiencia cristiana, porque sin ésta la educación del estudiante no tendrá valor.
Si veis que los alumnos están en peligro de engolfarse en sus materias a tal punto que descuiden el estudio del Libro que les da información acerca de cómo asegurar el bienestar futuro de sus almas, entonces no les presentéis la tentación de ir más hondo, de prolongar el tiempo de su disciplina educativa. De esta manera se perderá de vista todo lo que haría que la educación del alumno tuviese valor para el mundo...
Mientras dure el tiempo, necesitaremos escuelas. Siempre se necesitará educación; pero hemos de tener cuidado, no sea que ésta absorba todo el interés espiritual. Hay peligro positivo en aconsejar a los alumnos a que sigan un curso tras otro, e inducirles a pensar que al hacerlo alcanzarán la perfección. La educación así obtenida resultará deficiente en todo sentido. El Señor dice: "Destruiré la sabiduría de los sabios, y desecharé el entendimiento de los entendidos. ¿Dónde está el sabio? ¿Dónde está el escriba? ¿Dónde está el disputador de este siglo? ¿No ha enloquecido Dios la sabiduría del mundo? Pues ya que en la sabiduría de Dios, el mundo no conoció a Dios mediante la sabiduría, agradó a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación" (1 Cor. 1: 19-21)...
Moisés era sabio en toda la sabiduría de los egipcios. En la providencia de Dios recibió una educación amplia; pero gran parte de ésa tuvo que desaprenderla y tenerla por insensatez. Su impresión tuvo que ser borrada por cuarenta años de experiencia en el cuidado de las ovejas y de los tiernos corderos. Si muchos de los que están relacionados con la obra del Señor pudieran estar aislados como Moisés y verse obligados por las circunstancias a seguir alguna vocación humilde hasta que se enterneciese su corazón... no propenderían tanto a magnificar su propia capacidad, o a procurar demostrar que la sabiduría de una educación avanzada puede reemplazar un sano conocimiento de Dios...
Los discípulos de Cristo no están llamados a magnificar a los hombres, sino a Dios, fuente de toda sabiduría. Den los educadores al Espíritu Santo lugar para hacer su obra en los corazones humanos. El mayor Maestro está representado en nuestro medio por el Espíritu. Por mucho que estudiéis, por muy alto que lleguéis, y aunque ocupéis todo momento de vuestro tiempo de gracia en la prosecución del conocimiento, no llegaréis nunca a ser completos. Cuando haya terminado el tiempo, tendréis que haceros la pregunta: ¿Qué bien he hecho a los que estaban en las tinieblas de la medianoche? ¿A quién he comunicado el conocimiento de Dios, o aun el conocimiento de las cosas por las cuales he gastado tanto tiempo y dinero?
Pronto se dirá en el cielo: "Hecho es". "El que es injusto, sea injusto todavía; y el que es inmundo, sea inmundo todavía; y el que es justo, practique la justicia todavía; y el que es santo, santifíquese todavía. He aquí yo vengo presto, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra" (Apoc. 22: 11, 12). Cuando se promulgue esa decisión, todo caso estará ya decidido.
Mucho mejor sería para los obreros cargarse menos, y atender a su obra despacio y humildemente, llevando el yugo de Cristo y llevando sus cargas, que dedicar años de preparación para una gran obra, y luego dejar de llevar hijos e hijas a Dios, dejar de alcanzar trofeos para ponerlos a los pies de Jesús...
¿Cuántos de los que conocen la verdad para este tiempo están obrando en armonía con estos principios? Es verdad que se está haciendo algo; pero debiera hacerse más, mucho más. La obra se está acumulando y está disminuyendo el tiempo para hacerla. Todos debieran ser ahora luces ardientes y brillantes; sin embargo, muchos no mantienen sus lámparas alimentadas con el aceite de la gracia, aderezadas y ardiendo, de manera que la luz pueda brillar hoy. Demasiados están contando con un largo período para mañana; pero eso es un error. Edúquese cada uno de tal manera que muestre la importancia de la obra especial para hoy. Trabaje cada uno para Dios y para las almas; manifieste cada uno sabiduría, y nunca sea hallado ocioso, aguardando que alguien lo ponga a trabajar. Ese "alguien" que podría poneros a trabajar está recargado de responsabilidades, y se pierde tiempo aguardando directivas. Dios os dará sabiduría para reformaros en seguida; porque todavía os dirige el llamamiento: "Hijo, ve hoy a trabajar en mi viña". "Si oyereis hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones" (Heb. 3: 7, 8). El Señor encabeza el requerimiento con la cariñosa palabra "hijo". ¡Cuán tierno, compasivo y, sin embargo, cuán urgente es el llamamiento! Su invitación es también una orden (Special Testimonies on Education, págs. 108-146; escrito el 21 de marzo de 1895, a los maestros del Sanatorio y Colegio de Battle Creek, Míchigan).
El conocerse a sí mismo es un gran conocimiento. El verdadero conocimiento propio lleva a una humildad que prepara el camino para que el Señor desarrolle la mente, amolde y discipline el carácter. Ningún maestro puede hacer una obra aceptable si no recuerda sus propias deficiencias, y no pone a un lado todos los planes que debilitarían la vida espiritual. Cuando los maestros están dispuestos a poner a un lado todo lo que no es esencial para la vida eterna, entonces puede decirse que están obrando su propia salvación con temor y temblor, y están edificando sabiamente para la eternidad.