Consejos para los Maestros

Capítulo 75

Cooperación Entre Escuelas y Sanatorios

HAY decididas ventajas que obtener en el establecimiento de una escuela y un sanatorio en cercana vecindad, para que se ayuden mutuamente. Me ha sido dada instrucción acerca de esto, cuando estábamos haciendo decisiones acerca de la ubicación de nuestros edificios en Takoma Park. Cuando sea posible es bueno tener una escuela y un sanatorio bastante cerca uno de otro para obtener cooperación útil entre las dos instituciones. Aunque ellas deben estar bastante separadas para evitar que la obra de la una estorbe la de la otra, nuestros hermanos deben dar la más cuidadosa consideración a los beneficios que se obtendrían de colocar las instituciones donde pudieran ayudarse mutuamente. Una institución prestará influencia y fortaleza a la otra; y también, ambas instituciones pueden ahorrarse dinero porque cada una comparte las ventajas de la otra.

Obra médica y evangélica

En relación con nuestros colegios superiores, deben proveerse facilidades para dar a los alumnos instrucción cabal acerca de la obra misionera médica evangélica. Este ramo de la obra tiene que ser introducido en nuestros colegios y escuelas preparatorias como parte de la instrucción regular. Los alumnos deben aprender a cuidar a los enfermos; porque muchos de ellos tendrán que dedicarse a esta clase de obra, cuando emprendan la labor misionera en los campos a los cuales serán llamados. Hay que enseñarles a usar los remedios de la naturaleza en el tratamiento de las enfermedades. Mientras adquieran un conocimiento de la verdad presente, deben aprender también a administrar sanidad a aquellos a quienes van a servir. Debe dárseles sabia instrucción acerca de los principios del sano vivir. Es necesario considerar esto como una parte importante de su educación, aun cuando nunca lleguen a ser misioneros en países extranjeros. En las mismas escuelas primarias hay que enseñar a los niños a adquirir hábitos que les conserven en salud.

Aquellos que se están preparando para ser enfermeros o médicos necesitan recibir diariamente instrucción que desarrolle los más altos motivos de progreso. Deben asistir a nuestros colegios y escuelas preparatorias; y los maestros de estas instituciones de saber han de comprender su responsabilidad por trabajar y orar con sus alumnos. Los estudiantes deben aprender a ser verdaderos misioneros médicos, firmemente vinculados con el ministerio evangélico. . .

Si hay un sanatorio bien equipado cerca de un colegio, se podrá fortalecer grandemente el curso médico misionero, siempre que haya cooperación entre las dos instituciones. Los maestros del colegio pueden ayudar a los obreros del sanatorio con sus consejos, y hablando algunas veces a los pacientes. Y a su vez los encargados del sanatorio pueden ayudar en la preparación de los alumnos deseosos de llegar a ser misioneros médicos. Por supuesto, las circunstancias determinarán los detalles de todos los arreglos convenientes. En la medida en que los obreros de cada institución hagan planes abnegados para ayudarse unos a otros, la bendición del Señor descansará seguramente sobre ambas instituciones.

Nadie, sea maestro, médico o ministro, puede esperar ser un conjunto completo. Dios ha dado a cada hombre ciertos dones, y ha ordenado que los hombres estén asociados en su servicio, a fin de que los variados talentos de muchas mentes puedan fusionarse. El contacto de una mente con la otra tiende a vivificar el pensamiento y acrecer las capacidades. A menudo las deficiencias de un obrero quedan compensadas por los dones especiales de otros; y en la medida en que médicos y maestros se asocien para impartir sus conocimientos, los jóvenes que estén bajo su enseñanza recibirán una educación sistemática y bien equilibrada para servir.

El beneficio para los pacientes

Los beneficios de la cooperación cordial se extienden más allá de los médicos y maestros, estudiantes y ayudantes del sanatorio. Cuando un sanatorio está edificado cerca de un colegio, los encargados de la institución educativa tienen una gran oportunidad para dar el debido ejemplo a aquellos que siempre han llevado una vida ociosa y fácil, que han acudido al sanatorio en busca de tratamiento. Los pacientes verán el contraste entre su vida ociosa y de indulgencia propia, y la de abnegación y servicio vivida por los seguidores de Cristo. Verán que el objeto de la obra misionera médica consiste en sanar, corregir males, mostrar a los seres humanos cómo evitarla complacencia propia que produce la enfermedad y la muerte.

Las palabras y las acciones de los obreros del sanatorio y del colegio deben revelar claramente que la vida es algo intensamente solemne, en vista de la cuenta que todos deben rendir a Dios. Cada uno debe entregar ahora sus talentos a los banqueros, acrecentando el don del Maestro y beneficiando a otras con las bendiciones a él otorgadas.

La unidad entre los obreros

Para que se puedan obtener los mejores resultados en el establecimiento de un sanatorio cerca de un colegio, se necesita que haya perfecta armonía entre los obreros de ambas instituciones. Esto es a veces difícil de conseguir, especialmente cuando maestros y médicos se inclinan a ser reconcentrados en sí mismos, considerando cada uno que la obra con la cual está relacionado íntimamente tiene la mayor importancia. Cuando hombres muy confiados en sí mismos están encargados de instituciones cercanas unas de otras, ello puede ocasionar grandes molestias si cada uno está resuelto a ejecutar sus propios planes, negándose a hacer concesiones a los demás. Los que están a la cabeza del sanatorio y los que están a la cabeza del colegio necesitarán guardarse contra la tendencia a aferrarse tenazmente a las propias ideas en cosas que realmente no sean esenciales.

Un servicio consagrado

Nuestros sanatorios y colegios tienen una gran obra que hacer. El tiempo es corto. Lo que debe hacerse, hay que hacerlo prestamente. Sean completamente convertidos los que están relacionados con estos instrumentos importantes. No vivan para sí, para los propósitos mundanales, ni rehusen consagrarse plenamente al servicio de Dios. Dense a sí mismos, cuerpo, alma y espíritu, a Dios, para ser usados por él en la salvación de las almas. Ellos no tienen libertad para hacer consigo lo que quieran; pertenecen a Dios; porque él los ha comprado con la sangre vital de su Hijo unigénito. Y a medida que aprendan a morar en Cristo, no quedará en su corazón cabida para el egoísmo. En su servicio hallarán la más plena satisfacción.

Que los obreros misioneros médicos enseñen y vivan esto. Digan estos obreros a aquellos con quienes tratan que la vida que los hombres y las mujeres llevan ahora será examinada por un Dios justo, que cada uno debe hacer ahora lo mejor que puede y ofrecer a Dios un servicio consagrado. Los encargados del colegio deben enseñar a los alumnos a usar para el propósito más elevado y santo los talentos que Dios les ha dado, a fin de realizar el mayor bien en este mundo. Los estudiantes necesitan aprender lo que significa tener un verdadero objetivo en la vida, y obtener una comprensión exaltada de lo que significa la verdadera educación. Necesitan aprender lo que significa ser verdaderos misioneros médicos evangélicos, misioneros que puedan salir a trabajar con los ministros de la Palabra en los campos menesterosos.

Dondequiera que haya oportunidad favorable, hagan nuestros sanatorios y colegios planes para prestarse mutuamente ayuda y fortaleza. El Señor quiere que su obra avance sólidamente. Dejen ellos brillar la luz de sus instituciones como Dios quiso que brillase, y sea Dios glorificado y honrado. Este es el propósito y el plan del cielo en el establecimiento de estas instituciones. Que los médicos y enfermeros, maestros y alumnos, anden humildemente con Dios, confiando plenamente en él, como el único que puede dar éxito a su obra (14 de noviembre de 1905).