Los seguidores de Cristo no deben despreciar la riqueza, sino que deben considerarla como un talento que el Señor les ha confiado. Mediante el uso acertado de sus dones, pueden beneficiarse eternamente, pero debemos recordar que Dios no nos ha dado riqueza para que la empleemos a nuestro capricho, para complacer los impulsos, para prodigarla o retenerla como nos plazca. No debemos usar las riquezas en forma egoísta, dedicándolas simplemente a obtener nuestra felicidad. Esta conducta no sería justa con respecto a Dios ni a nuestros semejantes, y terminaría por producir tan sólo confusión y dificultad...
El mundo favorece a los ricos y los considera de mayor valor que el honrado hombre pobre; pero los ricos están desarrollando su carácter de acuerdo con la forma como utilizan los dones que se les han confiado. Están poniendo en evidencia si será seguro o no confiarles las riquezas eternas. Tanto los pobres como los ricos están decidiendo su destino eterno y probando si son súbditos idóneos para la herencia de los santos en luz. Los que destinan sus riquezas a un uso egoísta en este mundo están revelando atributos de carácter que demuestran lo que harían si tuvieran mayores ventajas, y si poseyeran las riquezas imperecederas del reino de Dios. Los principios egoístas ejercidos en la tierra no son los principios que prevalecerán en el cielo. Todos los hombres están en un plano de igualdad en el cielo...
¿Por qué se llama a las riquezas un inicuo Mammón? Es porque Satanás utiliza los tesoros mundanales para entrampar, seducir y engañar a las almas, con el fin de llevarlas a la ruina. Dios ha dado instrucciones acerca de la manera como se deben utilizar sus bienes para aliviar las necesidades de la humanidad sufriente, para promover su causa, para edificar su reino en el mundo, para enviar misioneros a las regiones lejanas y para proclamar el conocimiento de Cristo en todas partes del mundo. Si los medios que Dios ha confiado no se emplean en esa forma, ¿no juzgará Dios debido a esas cosas? Se deja que las almas perezcan en sus pecados mientras los miembros de iglesia que pretenden ser cristianos están utilizando los recursos sagrados de Dios en la gratificación de apetitos impíos y en la complacencia del yo.
Como se desperdician los recursos
¡Qué enorme cantidad del capital confiado por Dios se gasta en la compra de tabaco, cerveza y licor! Dios ha prohibido todas estas complacencias porque destruyen el organismo humano. La complacencia en estas cosas hace que se sacrifique la salud y que se ofrezca la vida misma sobre el altar de Satanás. Los apetitos pervertidos debilitan el cerebro, de manera que los hombres no pueden pensar con agudeza y claridad y trazar planes que tengan éxito en los asuntos temporales; y mucho menos pueden dedicar un intelecto cultivado en sus transacciones religiosas. Son incapaces de discernir las cosas sagradas y eternas que están por encima de las que son comunes y temporales.
Satanás ha inventado muchas formas de dilapidar los medios que Dios ha dado. Los juegos de naipes, las apuestas, los juegos de azar, las carreras de caballos y las representaciones teatrales son invenciones suyas, y él ha inducido a los hombres a promover estas diversiones con tanto celo como si estuvieran ganándose la preciosa dádiva de la vida eterna. Los hombres gastan sumas inmensas en estos placeres prohibidos, y como resultado su capacidad, que ha sido comprada con la sangre del Hijo de Dios, es degradada y corrompida. Las facultades físicas, morales y mentales que se han recibido de Dios y que pertenecen a Cristo, son utilizadas celosamente al servicio de Satanás y para alejar a los seres humanos de la justicia y la santidad.
Se inventa toda clase de cosas para apartar la mente de lo que es noble y puro, y ya casi se ha alcanzado el límite del tiempo cuando los habitantes del mundo llegarán a ser tan corruptos como eran los habitantes de la tierra antes del diluvio...
Como en los días de Noé
Si contemplamos el panorama de los días anteriores al diluvio, y si luego dirigimos nuestra atención a los hábitos y prácticas de la sociedad de hoy, veremos que nuestro mundo está madurando rápidamente para las plagas de los días finales. Los hombres han corrompido la tierra por su conducta pecaminosa. Satanás está jugando el juego de la vida por las almas de los hombres. Los que ponen en práctica las palabras de Cristo encontrarán que deberán velar y orar continuamente a fin de no caer en tentación.
Al parecer muchos no aprecian el hecho de que el dinero que gastan innecesariamente en diversiones que no hacen más que afligir el alma y colocar el fundamento de la corrupción moral, es dinero que pertenece al Señor. Los que utilizan el dinero con fines de complacencia egoísta están deleitando y glorificando al enemigo de toda justicia. Si volvieran sus corazones a Dios emplearían su dinero para bendecir y elevar a sus semejantes, para aliviar la pobreza y el sufrimiento. En nuestro mundo reinan la inanición, la desnudez, la enfermedad y la muerte; ¡y sin embargo cuán pocos disminuyen su extravagancia pecaminosa! Satanás está inventando todo lo que puede a fin de mantener a los hombres bien ocupados para que no tengan tiempo de considerar esta pregunta: "¿Cómo está mi alma?"
El interés de Cristo en la humanidad
El dueño de todos nuestros tesoros terrenales vino al mundo en forma humana. El Verbo fue hecho carne y moró entre nosotros. No podemos apreciar cuán profundamente interesado está él en la humanidad. El conoce el valor de cada alma. ¡Con cuánta aflicción fue agobiado cuando vio su herencia adquirida hechizada por las invenciones satánicas!
La única satisfacción que Satanás obtiene al jugar el partido de la vida por las almas de los hombres, es la satisfacción que deriva hiriendo el corazón de Cristo. Aunque él era rico, se hizo pobre por amor a nosotros, para que mediante esa pobreza llegásemos a ser ricos. Sin embargo en vista de este gran hecho, la mayoría de los habitantes del mundo permite que las posesiones terrenas eclipsen las atracciones celestiales. Colocan sus afectos en las cosas mundanales y se alejan de Dios. Cuán lastimoso pecado es que los hombres no despiertan a la realidad y comprendan cuán necio es permitir que los afectos desordenados por las cosas terrenales expulsen el amor de Dios del corazón. Cuando el amor a Dios es expulsado, el amor al mundo surge rápidamente y llena el vacío. Solamente el Señor puede limpiar el templo del alma de la contaminación moral.
Jesús dio su vida por la vida del mundo, y estima al hombre en un valor infinito. Desea que el hombre se aprecie a sí mismo y considere su bienestar futuro. Si los ojos se mantienen puros todo el cuerpo estará lleno de luz. Si la visión espiritual es clara, se considerará a las realidades eternas en su verdadero valor y la contemplación del mundo eterno añadirá nuevos goces a este mundo.
El cristiano estará lleno de gozo en la medida en que sea un mayordomo fiel de los bienes de su Señor. Cristo anhela salvar a cada hijo e hija de Adán. Levanta su voz en advertencia a fin de romper el hechizo que ha unido las almas en cautividad a la esclavitud del pecado. El ruega a los hombres que se alejen de su infatuación. Les hace contemplar el mundo más noble y les dice: "No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen". Mateo 6:19.
Las tentaciones sutiles
Cristo ve el peligro; conoce las tentaciones sutiles y el poder del enemigo, porque ha experimentado las tentaciones de Satanás. El dio su vida para proporcionar un período de prueba para los hijos y las hijas de Adán. Teniendo ante ellos el resultado de la desobediencia de Adán y de las transgresiones, con una luz más abundante que brilla sobre ellos, son invitados a acudir a Cristo para hallar descansa para sus almas. Pero cuanto más grande sea la luz y más clara la señal de peligro, tanto mayor será la condenación para los que se apartan de la luz para ir a las tinieblas. Las palabras de Cristo son demasiado serias en sus implicaciones para ser descartadas.
Los hombres parecen estar movidos por un deseo insano de obtener posesiones terrenas. Practican toda clase de falta de honradez para acumular riquezas. Los hombres practican sus negocios con un celo intenso como si el éxito en esta línea constituyera una garantía para ganar el cielo. Atan el capital que el Señor les ha confiado en bienes mundanos, y no hay recursos para promover el reino de Dios en el mundo aliviando la aflicción mental y física de los habitantes del planeta. Muchos cristianos profesos no acatan la orden de Cristo cuando dijo: "Haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan. Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón". Mateo 6:20, 21.
El Señor no obligará a los hombres a obrar con justicia, a amar la misericordia y andar humildemente delante de Dios; pone el bien y el mal ante los instrumentos humanos, y establece claramente cuál será el resultado de seguir el uno o el otro. Cristo nos invita diciendo: "Sígueme". Pero nunca se nos fuerza a seguir en pos de sus pisadas. Si no andamos en sus pisadas, es porque esto constituye el resultado de una elección deliberada. A medida que contemplamos la vida y el carácter de Cristo, surgen en nosotros fuertes deseos de ser como él en nuestro carácter; y proseguimos en conocer al Señor, y en saber que como el alba está dispuesta su salida. Entonces comenzamos a comprender que "la senda de los justos es como la luz de la aurora, que va en aumento hasta que el día es perfecto". Proverbios 4:18.--The Review and Herald, 31 de marzo de 1896.
La adquisición de riquezas no es un pecado
La Biblia no condena al rico por el hecho de ser rico; tampoco declara que la adquisición de riquezas sea un pecado, ni dice que el dinero es la raíz de todo mal. Todo lo contrario, las Escrituras declaran que Dios es el que da el poder para conseguir riquezas. Esta habilidad es un talento precioso si se lo consagra a Dios y se lo emplea para promover su causa. La Biblia no condena el genio ni el arte, porque éstos proceden de la sabiduría que Dios imparte. No podemos hacer que el corazón sea más puro o más santo cubriendo el cuerpo de cilicio o privando el hogar de todo lo que proporciona comodidad, gusto o conveniencia.
Las Escrituras enseñan que la riqueza es una posesión peligrosa únicamente cuando se la hace competir con el tesoro inmortal. Se convierte en una trampa cuando lo mundano y lo temporal absorben los pensamientos, los afectos y la devoción que Dios reclama para sí. Los que cambian el eterno peso de gloria por un poco de brillo del oropel del mundo, las moradas eternas por una casa que puede ser suya en el mejor de los casos tan sólo durante unos pocos años, están realizando una elección insensata. Tal fue el cambio realizado por Esaú cuando vendió su primogenitura por un plato de comida; por Balaam cuando rechazó el favor de Dios por la recompensa del rey de Madián; por Judas cuando traicionó al Señor de gloria por treinta piezas de plata.
La Palabra de Dios denuncia el amor al dinero como la raíz de todos los males. El dinero en sí mismo es el don de Dios al hombre, para que éste lo utilice con fidelidad en su servicio. Dios bendijo a Abrahán y lo enriqueció con ganado, plata y oro. Y la Biblia declara, como una evidencia del favor divino, que Dios dio a David, Salomón, Josafat y Ezequías muchas riquezas y honor.
Tal como ocurre con otros dones de Dios, la posesión de riquezas produce un aumento de responsabilidad y tiene sus tentaciones peculiares. Cuántos hay que en la adversidad han permanecido fieles a Dios pero que han caído bajo las deslumbrantes seducciones de la prosperidad. Con la posesión de riquezas se pone de manifiesto la pasión dominante de una naturaleza egoísta. El mundo está maldecido hoy por la desgracia de la codicia y los vicios de la complacencia de los adoradores de Mammón.--The Review and Herald, 16 de mayo de 1882.
Hay necesidad de talentos financieros
Los que pertenecen a las clases sociales más elevadas de la sociedad deben ser buscados con tierno afecto y consideración fraternal. Esas clases han sido muy descuidadas. Es la voluntad del Señor que los hombres a quienes él ha confiado oigan la verdad en una forma diferente de como la han oído en lo pasado. Hombres de negocio que ocupan cargos de responsabilidad, hombres con grandes facultades inventivas y penetración científica y hombres de genio deben encontrarse entre los primeros que han de escuchar el llamamiento del Evangelio.
En el mundo hay hombres que poseen una capacidad de organización dada por Dios, a quienes se necesita en la promoción de la obra para estos tiempos finales. No todos son predicadores, pero se necesitan hombres que puedan encargarse de la administración de las instituciones que cuentan con industrias, hombres que puedan actuar como dirigentes y educadores en nuestras asociaciones. Dios necesita a hombres que puedan mirar hacia el futuro y ver lo que debe hacerse, hombres que puedan actuar como financistas fieles, hombres que permanezcan firmes como una roca de parte de los principios en la crisis actual y en los peligros futuros que puedan presentarse.--The Review and Herald, 8 de mayo de 1900.