Hay personas, aun entre los adventistas del séptimo día, que están bajo la reprensión de la Palabra de Dios, debido a la forma en que obtuvieron sus propiedades y las usan, actuando como si las poseyeran, como si las hubieran creado, sin tener una consideración por la gloria de Dios, y sin una ferviente plegaria para ser dirigidos en la manera de adquirirlas o usarlas. Están haciendo una serpiente, que los morderá como víbora.
Dios dice con respecto a su pueblo: "Mas su negociación y su ganancia será consagrada a Jehová: no se guardará ni se atesorará". Pero muchos que profesan creer la verdad no quieren que Dios esté en sus pensamientos, más de lo que los antediluvianos o sodomitas lo querían. Un pensamiento sensato de Dios, despertado por el Espíritu Santo, destruiría todos sus planes. El yo, el yo, el yo, ha sido su dios, su alfa y su omega.
Los cristianos están seguros tan sólo al adquirir dinero en la forma en que Dios lo indica, y al usarlo en las maneras en que él los puede bendecir. Dios nos permite usar sus bienes con el único propósito de glorificarlo, a fin de que sean una bendición para nosotros, de manera que seamos una bendición para los demás. Los que han adoptado la máxima del mundo, y descartado las especificaciones de Dios, los que se posesionan de todo lo que pueden obtener en materia de sueldos o bienes, son pobres, ciertamente pobres, porque la ira de Dios está sobre ellos. Andan por sendas que ellos mismos han escogido, y deshonran a Dios, la verdad, su bondad, su misericordia, su carácter.
Ahora, en el tiempo de gracia, estamos todos en un período de prueba. Satanás trabaja con sus encantos y sus cohechos engañosos, y algunos pensarán que por medio de sus planes han hecho una especulación admirable. Pero he aquí que, cuando pensaban que estaban levantándose con seguridad y se elevaban a sí mismos en el egoísmo, descubrieron que Dios puede desparramar más rápidamente de lo que ellos pueden juntar.--Testimonios para los Ministros, 340, 341.
Integridad en los negocios
Si tratamos a nuestros semejantes con falta de honradez en las cosas pequeñas, o defraudándolos en cosas más abiertas, trataremos con Dios en la misma forma. Los que persisten en la falta de honradez llevarán a cabo sus principios hasta que engañen a sus propias almas y pierdan el cielo y la vida eterna. Sacrificarán el honor y la religión por una pequeña ventaja mundana. Hay tales hombres en nuestras propias filas, y tendrán que experimentar lo que significa nacer de nuevo, o no podrán ver el reino de Dios. La honradez debe marcar cada acción de nuestra vida. Los ángeles celestiales examinan el trabajo que ha sido puesto en nuestras manos, y donde nos hemos alejado de los principios de la verdad, estampan en los registros la expresión "hallados faltos".
Jesús dijo: "No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan". Mateo 6:19. Tesoros son aquellas cosas que absorben la mente, y captan la atención excluyendo a Dios y a la verdad.
El amor al dinero, que impulsa a la adquisición de tesoros terrenos, fue la pasión dominante de la época judía. Las consideraciones superiores y eternas fueron subordinadas a la adquisición de riquezas e influencia mundanales. La mundanalidad usurpó el lugar de Dios y de la religión en el alma. El deseo avaro de riqueza ejerció una influencia tan fascinante y hechizadora sobre la vida, que produjo como resultado la perversión de la nobleza y la corrupción de la humanidad de los hombres, hasta que se ahogaron en la perdición. Nuestro Salvador dio una advertencia definida contra el amontonamiento de tesoros en la tierra.
Todos los ramos comerciales y la gran diversidad de empleos están bajo la mirada de Dios; y cada cristiano ha recibido la capacidad de hacer algo en la causa del Maestro. Sea que los hombres trabajen en el campo, en el almacén o en la oficina, serán hechos responsables por Dios del uso sabio y honrado de sus talentos. Son tan responsables por su trabajo, como lo es el ministro que trabaja con la Palabra y la doctrina. Si los hombres adquieren bienes en una forma que no es aprobada por la Palabra de Dios, los consiguen sacrificando los principios de la honradez. Un deseo excesivo por conseguir ganancias inducirá hasta a los seguidores profesos de Cristo a imitar las costumbres del mundo. Estos serán influenciados hasta el punto de deshonrar su religión al engañar en los negocios, al oprimir a la viuda y al huérfano, y al privar de su derecho al forastero.--The Review and Herald, 18 de septiembre de 1888.
Inteligencia y pureza en cada transacción
Santidad a Jehová, fue la gran característica de la vida que el Redentor vivió en la tierra, y es su voluntad que esto mismo caracterice las vidas de sus seguidores. Sus obreros deben trabajar con desprendimiento y fidelidad, y con referencia a la utilidad e influencia de todos los demás obreros. La inteligencia y la pureza deben señalar toda su obra, y todas sus transacciones comerciales. Él es la luz del mundo. En su obra no debe haber rincones oscuros donde se practiquen fraudulencias. La injusticia es sumamente desagradable para Dios.--The Review and Herald, 24 de junio de 1902.
La tentación resistida
Dios es muy escrupuloso en su deseo de que todos los que profesan servirle manifiesten la superioridad de los principios correctos. Cada verdadero seguidor de Cristo considerará todas sus transacciones comerciales como una parte de su religión, así como la oración constituye una parte de su religión...
Satanás está ofreciendo a cada alma los reinos de este mundo como recompensa si es que ellos quieren llevar a cabo su voluntad. Esto constituyó el gran atractivo que le presentó a Cristo en el desierto de la tentación. Y asimismo dice a muchos seguidores de Cristo: Si quieres seguir mis métodos comerciales te recompensaré con riqueza. Cada cristiano en algún momento se ve confrontado con la prueba que revelará sus puntos débiles de carácter. Si resiste la tentación ganará victorias preciosas. Debe elegir si quiere servir a Dios o convertirse en un seguidor del engañador y en un adorador de él.--The Signs of the Times, 24 de febrero de 1909.
El registro en el libro mayor
Las costumbres del mundo no constituyen el criterio que debe seguir el cristiano. Este último no ha de imitar a aquél en sus prácticas injustas, en su codicia ni en sus extorsiones. Todo acto injusto contra un semejante es una violación de la regla de oro. Todo perjuicio ocasionado a los hijos de Dios se hace contra Cristo mismo en la persona de sus santos. Toda tentativa de aprovecharse de la ignorancia, debilidad o desgracia de los demás, se registra como fraude en el libro mayor del cielo. El que teme verdaderamente a Dios preferirá trabajar noche y día y comer su pan en la pobreza antes que satisfacer un afán de ganancias que oprimiría a la viuda y a los huérfanos, o despojaría al extraño de su derecho.
El menor desvío de la rectitud quebranta las barreras y prepara el corazón para cometer mayores injusticias. En la medida en que un hombre esté dispuesto a sacar ventajas para sí de las desventajas de otro, se vuelve su alma insensible a la influencia del Espíritu de Dios. La ganancia obtenida a un costo tal es una terrible pérdida.--La Historia de Profetas y Reyes, 481, 482.
El sacrificio de los principios
Con frecuencia vemos a hombres que ocupan posiciones elevadas, como seguidores de Cristo, pero que han hecho naufragar su fe. Encuentran una tentación y sacrifican los principios y sus ventajas religiosas para obtener un codiciado tesoro mundanal. Muerden el anzuelo de Satanás. Cristo venció y con esto hizo posible que el hombre también pudiera vencer; pero el hombre se coloca bajo la dirección del dios de este mundo y se aparta del estandarte de Jesucristo para ir a las filas enemigas. Dedica todas sus facultades a la obtención de ganancias y adora a otros dioses antes que al Señor.
El hombre mundano no se conforma con tener suficiente para vivir, ni siquiera con la abundancia. Siempre está tratando de poseer un capital comercial más grande y encamina en esa dirección cada pensamiento y cada facultad.--The Review and Herald, 1 de marzo de 1887.
Transacciones mezquinas y egoístas
Me dirijo a mis hermanos en la fe y los insto a cultivar la ternura de corazón. Cualquiera sea vuestra profesión o cargo, si abrigáis el egoísmo y la codicia, recibiréis el desagrado del Señor. No convirtáis la obra y la causa de Dios en una excusa para tratar mezquinamente y con egoísmo a la gente, ni en las transacciones comerciales que tienen que ver con su obra. Dios no aceptará ninguna suma que sea llevada a su tesorería ganada mediante transacciones egoístas. Cada acto que se relaciona con su obra debe soportar la inspección divina. Cada transacción astuta, cada intento de obtener ventaja de una persona que se encuentra sometida a la presión de las circunstancias, cada plan para comprar su tierra o propiedad por una suma inferior a su valor, no serán aceptables a Dios, aunque el dinero ganado sea presentado como ofrenda para su causa. El precio de la sangre del Hijo unigénito de Dios se ha pagado por cada hombre, y es necesario que se trate honrada y equitativamente con cada persona a fin de cumplir los principios de la ley de Dios...
Si un hermano que ha trabajado en forma desinteresada por la causa de Dios se debilita y no puede cumplir con su tarea no se lo despida ni se lo obligue a componérselas lo mejor que pueda. Désele un salario adecuado para sostenerse, porque recordad que pertenece a la familia de Dios y que vosotros sois sus hermanos.--The Review and Herald, 18 de diciembre de 1894.