Consejos sobre Mayordomía Cristiana

Capítulo 33

La simpatía por los pobres

En vista de lo que el cielo está haciendo para salvar a los perdidos, ¿cómo pueden los que participan de las riquezas de la gracia de Cristo retirar su interés y su simpatía a sus semejantes? ¿Cómo pueden complacerse en el orgullo de jerarquía o clase social, y despreciar a los infortunados y los pobres?

Sin embargo, es muy cierto que el orgullo de clase y la opresión de los pobres que prevalecen en el mundo, también existen entre los seguidores profesos de Cristo. En el caso de muchos, parecería que se han congelado los afectos que deberían manifestarse plenamente hacia la humanidad. Los hombres se apoderan de los dones confiados a ellos para que beneficien a otros. Los ricos abusan de los pobres y emplean los recursos así ganados para complacer su orgullo y su amor a la ostentación aun en la casa de Dios. Los pobres llegan a sentir que resulta demasiado costoso para ellos asistir a los servicios de adoración a Dios. Muchos piensan que sólo los ricos pueden dedicarse a la adoración pública de Dios en una forma adecuada como para causar una buena impresión en el mundo. Si no fuera porque el Señor manifestó su amor a los pobres y humildes que experimentan contrición de espíritu, este mundo sería un lugar muy triste para los pobres...

El Redentor del mundo fue hijo de padres pobres, y cuando en su infancia fue presentado en el templo, su madre pudo llevar tan sólo la ofrenda establecida para los pobres: un par de tórtolas o dos palominos. El constituyó el don más precioso hecho por el cielo a nuestro mundo, un don que escapa a todo cálculo, y sin embargo se dio testimonio de él sólo mediante la ofrenda más pequeña. Nuestro Salvador, durante su estada en el mundo, compartió la suerte de los pobres y humildes. La abnegación y el sacrificio caracterizaron su vida.

Todos los favores y las bendiciones de que disfrutamos proceden solamente de él; somos mayordomos de su gracia y de sus dones temporales; el talento más pequeño y el servicio más humilde pueden ofrecerse a Jesús como dones consagrados, y él los presentará al Padre con la fragancia de sus propios méritos. Si presentamos lo mejor que tenemos con toda sinceridad y con amor a Dios, con el anhelo ferviente de servir a Jesús, el don será aceptado plenamente. Cada uno puede hacerse tesoros en los cielos. Todos pueden ser "ricos en buenas obras, dadivosos, generosos; atesorando para sí buen fundamento para lo por venir, que echen mano de la vida eterna". 1 Timoteo 6:18, 19.

Unidos por vínculos de simpatía

Dios se propone que los ricos y los pobres se unan estrechamente con vínculos de simpatía y utilidad. Él tiene un plan para cada uno de nosotros en forma individual. Ha señalado una obra para todos los que quieran servirle. Nos pide que nos interesemos en cada caso de sufrimiento o de necesidad que encontremos a nuestro paso.

Nuestro Señor Jesucristo fue rico, y sin embargo por amor a nosotros se empobreció, para que mediante su pobreza pudiésemos ser ricos. El pide a quienes ha confiado bendiciones temporales que sigan su ejemplo. Les dice: "Siempre tendréis a los pobres con vosotros, y cuando queráis, les podréis hacer bien". Marcos 14:7. La necesidad y miseria del mundo estimulan constantemente nuestra compasión y simpatía, y el Salvador declara que el ministerio de los afligidos y dolientes constituye el servicio más agradable para él. Él dice: "¿No es que partas tu pan con el hambriento, y a los pobres errantes albergues en casa; que cuando veas al desnudo, lo cubras, y no te escondas de tu hermano?". Isaías 58:7. Debemos servir a los enfermos, alimentar a los hambrientos, vestir a los desnudos e instruir a los ignorantes.

Hay muchos que murmuran contra Dios porque el mundo está tan lleno de necesidad y sufrimiento. Pero el Señor es un Dios benevolente, y por esto desea que por medio de sus representantes a quienes ha confiado sus bienes, se satisfagan todas las necesidades de sus criaturas. Ha hecho provisión abundante para las necesidades de todos, y si los hombres no abusaran de sus dones reteniéndolos egoístamente de sus semejantes, nadie necesitaría padecer necesidad.--The Review and Herald, 20 de junio de 1893.

Ante los ojos de Dios no existen los rangos

Nunca deberíamos actuar con indiferencia y falta de simpatía, especialmente cuando tratamos con los pobres. A todos debemos tratar con cortesía, simpatía y compasión. La parcialidad manifestada hacia los ricos desagrada a Dios. Jesús es menospreciado cuando se desprecia a sus hijos necesitados. Estos no son ricos en bienes de este mundo, pero ellos son caros a su corazón amante. Dios no reconoce distinción de rango. Él no toma en cuenta las clases sociales. Ante su vista los hombres no son más que hombres, buenos o malos. En el día final del ajuste de cuentas, la posición, las clases sociales o la riqueza no alterarán ni en el espesor de un cabello el caso de ninguna persona. El Dios que todo lo ve juzgará a los hombres por lo que éstos son en pureza, nobleza y amor a Cristo...

Cristo declaró que el Evangelio debía predicarse a los pobres. La verdad de Dios nunca se reviste más de un aspecto de mayor belleza que cuando es llevada a los necesitados y desposeídos. Entonces es cuando la luz del Evangelio brilla con su claridad más radiante e ilumina la choza de los campesinos y la rústica cabaña del labrador. Los ángeles de Dios están allí y su presencia convierte en un banquete el pedazo de pan duro y el vaso de agua. Los que han sido descuidados y abandonados por el mundo son ensalzados para llegar a ser hijos e hijas del Altísimo. Elevados por encima de cualquier posición social que la tierra pueda conceder, se sientan en los lugares celestiales en Cristo Jesús. Puede ser que no posean tesoros terrenales, pero han encontrado la perla de gran precio.--The Review and Herald, 21 de julio de 1910.

Los derechos de la viuda y el huérfano

No es prudente dar en forma indiscriminada a cualquiera que solicite nuestra ayuda, porque así podríamos estimular el ocio, la intemperancia y la extravagancia. Pero si alguien acude a vuestra puerta y dice que tiene hambre, no lo despachéis con las manos vacías. Dadle algo de comer de vuestras provisiones. No conocéis sus circunstancias, y podría ocurrir que su pobreza sea el resultado del infortunio.

Pero entre todas las personas cuyas necesidades exigen nuestro interés, la viuda y el huérfano tienen derecho en forma más definida a nuestra tierna consideración y cuidado. "La religión pura y sin mácula delante de Dios el Padre es ésta: Visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones, y guardarse sin mancha del mundo". Santiago 1:27.

El padre que ha muerto en la fe confiado en la promesa eterna de Dios, ha dejado a sus seres amados confiando plenamente en que el Señor cuidaría de ellos. ¿Y cómo provee el Señor para satisfacer las necesidades de estas personas enlutadas? No obra un milagro enviándoles maná del cielo, ni les envía los cuervos para que les lleven alimento; sino que obra un milagro en los corazones humanos, expulsando el egoísmo del alma y abriendo las fuentes de la generosidad. Pone a prueba el amor de sus seguidores profesos encomendando a su tierna compasión a los afligidos y enlutados, a los pobres y los huérfanos. Estos son en un sentido especial los pequeñitos de quienes Cristo se preocupa, y se lo ofende a él cuando se los descuida. Los que se desentienden de ellos están descuidando a Cristo en la persona de sus hijos afligidos.

Cada acto bondadoso realizado para ellos en el nombre de Jesús es aceptado por él como si hubiese sido hecho para él mismo, porque identifica su interés con el de la humanidad doliente; por eso ha confiado a su iglesia la grandiosa tarea de servir a Jesús ayudando y bendiciendo a los necesitados y a los afligidos. La bendición del Señor descansará sobre todos los que los socorran con buena voluntad.

Hasta el momento cuando la muerte haya sido sorbida en victoria siempre habrá huérfanos a quienes cuidar, y quienes sufrirán en más de una manera si la tierna compasión y bondad de los miembros de nuestra iglesia no se ponen en acción en favor de ellos. El Señor nos dice: "¿No es que... a los pobres errantes albergues en casa?". Isaías 58:7. La cristiandad debe proporcionar padres y madres a quienes carecen de hogar. La compasión por la viuda y el huérfano manifestada en las oraciones y las obras será recordada por Dios para ser recompensada pronto...

La misericordia evidencia nuestra unión con Dios

Dios nos imparte su bendición para que podamos compartir lo que tenemos con otros. Y mientras permitamos ser usados como los conductos a través de los cuales pueda fluir su amor, él mantendrá provistos esos conductos. Cuando pedís al Señor vuestro pan cotidiano, él mira directamente vuestro corazón para ver si lo compartiréis con otros que tienen más necesidad que vosotros mismos. Cuando oráis: "Dios, sé propicio a mí, pecador", él observa para ver si manifestaréis compasión con vuestros asociados. La evidencia de nuestra conexión con Dios se manifiesta en que somos misericordiosos así como nuestro Padre que está en el cielo es misericordioso. Si le pertenecemos, haremos gozosamente lo que él nos ordena, aunque esto implique inconvenientes y aunque contraríe nuestros sentimientos...

Desarrollaremos nuestro carácter cristiano al hacer las obras de Cristo y al satisfacer tal como él lo hizo las necesidades de los sufrientes y afligidos. Dios nos ha pedido para nuestro bien que practiquemos la abnegación por amor a Cristo, que llevemos la cruz, que trabajemos y nos sacrifiquemos mientras procuramos salvar a los que están perdidos. Este es el proceso del Señor para refinar y extraer el material inferior a fin de que los preciosos rasgos de carácter que estaban en Jesús aparezcan en el creyente. Toda escoria debe ser barrida del alma mediante la santificación de la verdad...

Por medio de la gracia de Cristo, nuestros esfuerzos por bendecir a otros no sólo son los medios destinados a hacernos crecer en la gracia, sino que también acrecentarán nuestra felicidad futura y eterna. A todos los que han sido colaboradores con Cristo se les dirá: "Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu Señor". Mateo 25:21.--The Review and Herald, 27 de junio de 1893.

No hay que sostenerlos en el ocio

La costumbre de sostener a hombres y mujeres en el ocio mediante dones privados o el dinero de la iglesia estimula en ellos malos hábitos. Hay que evitar concienzudamente este proceder. Cada hombre, mujer y niño deberían ser educados para desempeñar un trabajo práctico y útil. Todos deberían aprender algún oficio. Podría ser la fabricación de tiendas u otro oficio, pero todos deberían ser enseñados a emplear sus facultades con algún propósito. Y Dios está listo para aumentar las capacidades de todos los que quieran educarse a sí mismos para adquirir hábitos de laboriosidad. En lo que requiere diligencia debemos ser "no perezosos; fervientes en espíritu, sirviendo al Señor". Romanos 12:11. Dios bendecirá a todos los que cuiden su influencia en este sentido.--The Review and Herald, 13 de marzo de 1900.

Desviando recursos de la tesorería de la misión

En muchos casos los recursos que deberían dedicarse a la obra misionera se desvían hacia otros canales a causa de ideas erradas acerca de la generosidad. Podemos equivocarnos al ofrecer a los pobres donativos que no constituyen una bendición para ellos y que en cambio los induzcan a pensar que no necesitan realizar un esfuerzo y practicar la economía, porque habrá quienes no permitirán que ellos padezcan necesidad. No debemos aprobar la indolencia ni estimular los hábitos de complacencia propia proporcionando los medios que satisfarán los deseos de gratificación. Si bien es cierto que no hay que descuidar a los pobres que son dignos, a todos hay que enseñar, hasta donde sea posible, a ayudarse a sí mismos.

La salvación de las almas constituye la carga de nuestra obra. Con este fin Cristo realizó el gran sacrificio y es esto lo que exige especialmente nuestra liberalidad.--Historical Sketches of the Foreign Missions of the Seventh Day Adventist, 293.

La abnegación y el sacrificio de sí mismo

Los hijos de Dios acuden a él cuando están en necesidad y aflicción. Muchos mueren por falta de las cosas necesarias para sustentar la vida. Sus ruegos han llegado a los oídos del Señor de los ejércitos, y él pedirá estricta cuenta a los que han descuidado a los necesitados. ¿Qué harán esos ricos egoístas cuando el Señor les pregunte: "¿Qué hicisteis con el dinero que os di para que lo empleaseis para mí?" "E irán éstos al castigo eterno". Mateo 25:46. El Señor les dirá: "Apartaos de mí, malditos... Porque tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber; fui forastero, y no me recogisteis; estuve desnudo, y no me cubristeis; enfermo, y en la cárcel, y no me visitasteis". Mateo 25:41-43.

Los lamentos de un mundo afligido se oyen en todas partes a nuestro alrededor. El pecado está arrojando sus sombras sobre nosotros. Dispongámonos a colaborar con el Señor. El placer y el poder de este mundo desaparecerán. Nadie podrá llevar sus riquezas terrenales al mundo eterno. Pero la vida pasada haciendo la voluntad de Dios permanecerá para siempre. El resultado de lo que ha sido dado para promover la obra de Dios se verá en el reino de Dios.--The Review and Herald, 31 de enero de 1907.

Para un estudio adicional

La adquisición de riqueza es una habilidad dada por Dios.--Testimonies for the Church 4:452, 453. La riqueza constituye una bendición potencial.--El Ministerio de Curación, 162, 164. El valor del dinero está representado por el bien que éste pueda hacer.--Palabras de Vida del Gran Maestro, 330, 331. El cristiano ideal distribuye con una mano y gana con la otra.--Testimonies for the Church 2:240. El peligro de la prosperidad.--La Historia de Profetas y Reyes, 42, 43. Dios no quiere el dinero conseguido con falta de honradez.--Joyas de los Testimonios 1:510, 511. La opresión de los asalariados.--Testimonies for the Church 1:175, 176, 480. Falta de honradez en los negocios.--Testimonies for the Church 4:494. Proceder mezquino de los comerciantes.--Testimonies for the Church 2:238, 239. Hay que poner límite a la astucia.--Testimonies for the Church 4:540. Trabajo excesivo para adquirir riquezas.--Testimonies for the Church 2:654-656. Los hombres obran como si estuvieran privados de razón.--Testimonies for the Church 2:662, 663. Responsabilidades del negociante cristiano.--Joyas de los Testimonios 1:548, 549. Se necesita una habilidad comercial consagrada.--Testimonies for the Church 5:276. Pablo inculpa a los ricos.--Testimonies for the Church 1:540-542. Satanás procura retener los recursos en sus filas.--Testimonies for the Church 2:675, 676; Primeros Escritos, 265-269. Cómo estorbar los designios de Satanás.--Joyas de los Testimonios 1:42. Cómo asegurar los bienes materiales.--Testimonies for the Church 9:51. Hay sólo dos lugares como depósitos.--Testimonies for the Church 6:447, 448. Probados por la invitación a la fiesta evangélica.--Joyas de los Testimonios 1:361, 362. La riqueza y el ocio no son una bendición.--Testimonies for the Church 2:259; Testimonies for the Church 6:452. La vida malgastada del rico necio.--Testimonies for the Church 3:546; Palabras de Vida del Gran Maestro, 236-238, Testimonies for the Church 5:260, 261. La invitación de Cristo al joven rico.--El Deseado de Todas las Gentes, 477-481. Muchos observadores del sábado son como el joven rico.--Testimonies for the Church 1:170-172. Conversión providencial de hombres acaudalados.--Testimonies for the Church 9:114, 115; Testimonies for the Church 1:174, 175; Joyas de los Testimonios 2:496. Dios prueba a los hombres, a algunos concediéndoles riquezas y a otros quitándoselas.--Testimonies for the Church 5:261.