Dios obra por intermedio de instrumentos humanos; y quienquiera que despierte la conciencia de los hombres y los induzca a realizar buenas obras y a tener real interés en el adelantamiento de la causa de la verdad, no lo hace de sí mismo, sino por el Espíritu de Dios que obra en él. Las promesas hechas en tales circunstancias tienen un carácter sagrado, por ser el fruto de la obra del Espíritu de Dios. Cuando estas promesas se saldan, el cielo acepta la ofrenda, y a estos obreros generosos se les acredita ese tesoro invertido en el banco del cielo. Los tales están echando buen fundamento para el tiempo venidero, y echan mano de la vida eterna...--Joyas de los Testimonios 1:553, 554.
La falta de integridad
Uno de los mayores pecados del mundo cristiano de hoy es el fingimiento y la codicia manifestados en el trato con Dios. Hay un creciente descuido de parte de muchos en lo que se refiere al cumplimiento de sus promesas a diversas instituciones y empresas religiosas. Muchos consideran el acto de prometer como si éste no implicase ninguna obligación de pagar. Si piensan que su dinero les proporcionará un beneficio considerable al invertirlo en acciones o en mercaderías, si hay individuos relacionados con la institución a la que han prometido ayudar, a quienes ellos no aprecian, se sienten perfectamente libres para utilizar sus medios como les plazca. Esta falta de integridad prevalece en gran extensión entre los que profesan guardar los mandamientos de Dios y esperar la pronta venida de su Señor y Salvador...--Testimonies for the Church 4:475.
La responsabilidad de una iglesia
Una iglesia es responsable de las promesas hechas por sus miembros individualmente. Si ve que algún hermano descuida el cumplimiento de sus votos, debe trabajar con él bondadosa pero abiertamente. Si está en circunstancias tales que le resulta imposible pagarlo, si es un miembro digno, de corazón voluntario, entonces ayúdele compasivamente la iglesia. Así pueden sus miembros salvar la dificultad y recibir ellos mismos una bendición.
Dios quiere que los miembros de su iglesia consideren que sus obligaciones hacia él son tan válidas como sus deudas con el negociante o el mercado. Repase cada uno su vida y vea si hay promesas que no han sido pagadas ni redimidas por descuido y luego haga esfuerzos extraordinarios para pagar hasta "el último maravedí" (Lucas 12:59); porque todos habremos de hacer frente al arreglo final de un tribunal cuya prueba podrán soportar sólo quienes hayan sido íntegros y veraces.--Joyas de los Testimonios 1:554.
Una causa de adversidad
Algunos de vosotros habéis estado tropezando en vuestras promesas. El Espíritu del Señor descendió en la reunión de _____ en respuesta a la oración, y mientras vuestros corazones fueron ablandados por su influencia hicisteis promesas. Mientras las corrientes de la salvación se derramaban en vuestros corazones sentisteis que debíais seguir el ejemplo de Aquel que anduvo haciendo bienes y que gozosamente dio su vida para rescatar a los hombres del pecado y la degradación. Bajo la influencia celestial inspiradora, comprendisteis que el egoísmo y la mundanalidad no eran compatibles con el carácter cristiano, y que no podíais vivir para vosotros mismos y al mismo tiempo ser semejantes a Cristo. Pero cuando la influencia de su amor y misericordia abundantes no se sintió en forma tan marcada en vuestros corazones, retirasteis vuestras ofrendas, y Dios retiró su bendición de vosotros.
Algunos experimentaron adversidad. Sus cosechas fracasaron de modo que no pudieron cumplir sus promesas; y otros hasta fueron colocados en circunstancias apremiantes. Entonces, por supuesto, no se podía esperar que pagasen. Pero si no hubieran murmurado ni retirado su corazón de sus promesas, Dios habría obrado en favor de ellos y habría proporcionado medios por los cuales cada uno hubiera podido pagar lo que había prometido. No esperaron con fe, confiando en que Dios abriría el camino para que ellos pudiesen redimir sus promesas.
Algunos tenían recursos; y si hubieran tenido la misma buena voluntad que cuando formularon sus promesas, y si hubieran devuelto voluntariamente a Dios en diezmos y ofrendas lo que él les había prestado para este propósito, habrían sido bendecidos con mucha abundancia. Pero Satanás acudió con sus tentaciones e indujo a algunos a poner en duda los motivos y el espíritu que indujeron al siervo de Dios a presentar el pedido de recursos. Algunos pensaron que habían sido engañados y defraudados. Repudiaron sus promesas en su espíritu, y lo que hicieron después de esto lo efectuaron de mala gana, y por lo tanto no recibieron ninguna bendición.--Testimonies for the Church 5:281, 282.