Consejos Sobre la Obra de la Escuela Sabatica

Capítulo 4

El maestro y su obra

La más elevada de todas las ciencias

El presentar en todo esfuerzo misionero a Jesús, y a éste crucificado, significa mucho más de lo que las mentes finitas pueden comprender.

"Mas él herido fué por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados: el castigo de nuestra paz sobre él; y por su llaga fuimos nosotros curados." "Al que no conoció pecado, hizo pecado por nosotros, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él." Esta ha de ser la preocupación de nuestra obra. Si alguien piensa que es capaz de enseñar en la escuela sabática o en la escuela primaria la ciencia de la educación, necesita en primer lugar aprender a temer al Señor, lo cual es el principio de la sabiduría, para que pueda enseñar ésta, la más elevada de todas las ciencias.--Fundamentals of Christian Education, 272.

La selección de los maestros

La instrucción dada a la juventud y a los niños no debe ser superficial. Los maestros, como personas puestas en defensa de la verdad, deberían hacer cuanto puedan para elevar la norma. No puede hacerse cosa peor para vuestra escuela sabática que poner, como maestros, personas jóvenes que han revelado grandes defectos en su vida religiosa... No bajéis la norma en vuestras escuelas sabáticas. Vuestros hijos deben tener maestros cuyo ejemplo e influencia sean una bendición más bien que una maldición. Deben tener constantemente un elevado concepto de la virtud, la pureza y la santidad que caracterizan la vida cristiana. Sus ideas sobre este punto no deberían sufrir confusión; nadie debería proceder imprudente o ignorantemente en estos asuntos. No animéis por la voz ni por la pluma a hombres o mujeres que no tengan valor moral y cuya vida pasada muestre una falta de conciencia e integridad. Puede ser que sean perspicaces, ingeniosos e inteligentes; pero si su corazón no se halla imbuído con el Espíritu de Dios, y si no tienen integridad de carácter, su influencia señalará hacia la tierra y no hacia el cielo, y será destructiva dondequiera que se encuentren y en cualquier cosa en que se ocupen.

Tenemos gran necesidad de hombres y mujeres que se den cuenta de lo que es el pecado y aborrezcan la iniquidad; que tengan un criterio espiritual para discernir las necesidades de la causa de Dios, y trabajar con fervor abnegado y desinteresado, conservando el yo siempre escondido en Jesús. Necesitamos hombres jóvenes a quienes Dios pueda aprobar, jóvenes de una piedad práctica, que posean conciencias prontas para percibir y reconocer el peligro; hombres y mujeres que no se exalten a sí mismos y que no procuren esconder la deformidad del alma bajo una capa de piedad; personas que sientan su debilidad y las imperfecciones del carácter, y que en la impotencia del alma se aferren de Cristo Jesús. Aquellos que confían en sí mismos, y creen que su modo de obrar está por encima de toda crítica, harán una obra muy imperfecta. Dijo el apóstol: "Cuando soy flaco, entonces soy poderoso." Al mismo tiempo que se daba cuenta de su debilidad, se asió de Jesucristo y su gracia por medio de la fe...

Cada obrero de la escuela sabática, que ha pasado de muerte a vida por medio de la gracia transformadora de Cristo, revelará la profunda operación del Espíritu de Dios sobre su propio corazón. Aquellos que tratan de dirigir a otros, que pretenden estar guiando a las almas al camino de santidad, al mismo tiempo que en su propia vida se manifiestan el amor a los placeres, el orgullo y el amor a la ostentación, son siervos infieles. Su vida no está en armonía con lo que profesan ser; su influencia es una ofensa para Dios. Necesitan una conversión cabal. Su corazón está tan lleno de desechos que carece de lugar para la verdad elevada y ennoblecedora. El templo del alma necesita ser refinado, purificado y limpiado; porque Satanás, y no Dios, habita en el corazón.

Es esencial que se tenga cuidado al poner a hombres y mujeres en puestos de confianza. Deberíais saber algo en cuanto a su vida pasada, y el carácter que han desarrollado. Mejor sería duplicar el número de alumnos de vuestras clases bajo obreros temerosos de Dios que multiplicar maestros cuya influencia no esté en armonía con el carácter santo de la verdad que profesamos, porque la influencia de ellos será desmoralizadora.--Testimonies on Sabbath-School Work, 22-26.

Cualidades esenciales

Los que tienen el deber de escoger maestros, deberían ejercer cuidado, y no insistir en que entren en la escuela personas que no estén preparadas para ejercer una buena influencia. ¿Cómo se comporta el maestro? ¿Es puntual? ¿Es aseado y esmerado? Es menester fijarse en estas cosas; porque estas cualidades son esenciales en un maestro. ¿Cómo puede él imponer estos requisitos necesarios a su clase, a menos que ésta tenga delante de sí un ejemplo de puntualidad, de prolijidad, compostura y orden? Si el maestro no se halla en su lugar y deja que la clase se distraiga, y entra precipitadamente, sin aliento y tarde, se fomenta la falta de puntualidad y el desorden.--Testimonies on Sabbath-School Work, 95, 96.

Mentes bien equilibradas, carácteres simétricos

Los maestros en todos los ramos necesitan mentes bien equilibradas y caracteres simétricos. No confiéis esta obra a las manos de jóvenes y señoritas que no sepan cómo tratar con las mentes humanas. Saben tan poco acerca del poder subyugador de la gracia sobre su propio corazón y carácter, que han de desaprender, y aprender lecciones enteramente nuevas en la experiencia cristiana. Nunca han aprendido a mantener su propia alma y carácter bajo la disciplina de Cristo Jesús, colocando aun los pensamientos en cautiverio del Señor.

Existe toda clase de caracteres con los cuales hemos de tratar entre los niños y jóvenes.... Muchos de aquellos niños no han tenido la educación apropiada en el hogar. Han sido tristemente descuidados. Se ha dejado que algunos hicieran como quisiesen; se ha descubierto que otros se hallaban en falta y desanimados. Pero se les ha mostrado poco agrado y regocijo y se les han dirigido sólo pocas palabras de aprobación. Los caracteres defectuosos de los padres han sido heredados, y la disciplina dada por estos caracteres defectuosos ha sido objetable para la formación de la personalidad. No se han utilizado vigas sólidas en la construcción del carácter.

No existe obra más importante que pueda ser hecha que la educación y preparación de estos jóvenes y niños. Los maestros que desempeñan su parte en la viña del Señor, necesitan aprender primeramente a tener ellos mismos dominio propio, a mantener la calma y a conservarse bajo control, en sujeción al Espíritu Santo de Dios. Deben dar evidencia de que no poseen una experiencia unilateral, sino una mente bien equilibrada, un carácter simétrico, de manera que se pueda confiar en ellos porque son cristianos concienzudos y están ellos mismos bajo el Maestro de los maestros.--Fundamentals of Christian Education, 266, 267.

El vestuario y la conducta

Todo maestro de la escuela sabática debería ser un seguidor de Cristo, y aquellos que no se han identificado como sus discípulos, mostrando por una vida consecuente que son cristianos, no deberían ser invitados a ser maestros en la escuela sabática, porque ellos mismos necesitan que primero alguien les enseñe los principios fundamentales del amor y el temor de Dios. "Sin mí--dice Cristo,--nada podéis hacer." Entonces, ¿de qué valor sería la enseñanza de uno que por experiencia personal no sabe nada del poder de Cristo? Sería una gran inconsecuencia insistir en que tal persona enseñase una clase en la escuela sabática, pero es aún peor permitir que una clase esté bajo la influencia de un maestro cuyo comportamiento y manera de vestir nieguen al Salvador a quien profesa servir.

Es menester que el corazón de quienes enseñan en la escuela sabática sea calentado y vigorizado por la verdad de Dios, no siendo oidores solamente, sino también hacedores de la Palabra. Deberían nutrirse de Cristo, como los pámpanos se nutren de la vid. El rocío de gracia celestial debería caer sobre ellos, para que su corazón fuese como planta preciosa, cuyos capullos se abren y desarrollan y despiden grata fragancia, como flores en el jardín de Dios. Los maestros deberían ser estudiantes diligentes de la Palabra de Dios, y revelar siempre el hecho de que están aprendiendo diariamente lecciones en la escuela de Cristo, y que son aptos para comunicar a otros la luz que ellos han recibido de Aquel que es el Gran Maestro, la Luz del mundo.

Los maestros deberían reconocer su responsabilidad y echar mano de toda oportunidad para perfeccionarse, a fin de rendir la mejor clase de servicio de una manera que tenga por resultado la salvación de las almas. Así los maestros como los discípulos deberían despertar y reconocer la importancia de manifestar diligencia y perseverancia en el estudio de la Palabra de Dios. Deberían estar mucho en comunión con Dios, de modo que las tentaciones mezquinas no los dominen, y puedan resistir con buen éxito la indolencia y la apatía. Nada de ociosidad, nada de complacencia propia deberían permitirse aquellos que profesan ser obreros cristianos.--Testimonies on Sabbath-School Work, 54, 55.

Un representante de la verdadera religión

El obrero de la escuela sabática verdaderamente convertido no se dejará amoldar a las costumbres y prácticas- del mundo, sino que se mantendrá firme en una independencia moral. Dará un ejemplo consecuente con lo que profesa ser, apartándose del mundo y manteniéndose separado de su espíritu y sus modas. No se dejará mover en lo más mínimo de su firme propósito de ser uno con Cristo, ni cederá una jota de su posición de fidelidad a Dios, frente al orgullo, la complacencia en materia de diversiones egoístas y la inversión de medios para satisfacer la inclinación o amor a la ostentación; antes al contrario, será un ejemplo en espíritu, en comportamiento y en indumentaria.

Obrero de la escuela sabática, ¿qué norma quieres satisfacer: la de Cristo o la del mundo? ¡Oh! ¿no dirás: "Levantaré la cruz y seguiré a Jesús"? ¿No quieres cultivar su ternura en la persuasión, su fervor en la exhortación y ejemplificar los sublimes principios de la verdad, mostrando en la vida y el carácter lo que la religión de Cristo ha hecho por ti? ¿No prestaremos atención todos a la exhortación del apóstol: "Vestíos del Señor Jesucristo; y no hagáis caso de la carne en sus deseos"?

Hay necesidad de revelar la religión genuina delante de la juventud. Tal religión resultará ser un poder vital, una influencia que lo penetra todo. De una devoción sincera, manarán gozo, frescura y un continuo crecimiento, y ésta es la religión que deben contemplar los jóvenes si han de ser atraídos a Cristo. Esta clase de religión dejará en las almas su divina impronta, y aquel que la posea, será renovado mental y físicamente por la refrigerante gracia de Dios.

Probadla durante un año vosotros los que sois educadores y maestros en nuestras escuelas sabáticas y escuelas primarias, y veréis si no podréis decir: "El Señor ha obrado maravillosamente por nosotros, pues muchas almas han sido traídas al Maestro, como gavillas preciosas para el alfolí celestial."--Testimonies on Sabbath-School Work, 45, 46.

El examen propio

El Señor quiere que los maestros de nuestras escuelas sabáticas se examinen a sí mismos para ver si están en el amor de Dios. En la vida de todos aquellos que trabajan en la causa de Dios, vendrán pruebas de parte de Dios para probar el carácter. Los maestros deberían estar constantemente aprendiendo y esforzándose para obtener una comprensión más cabal y un juicio correcto de las cosas de Dios. Hay peligro de que los maestros se vuelvan confiados en sí mismos, y tengan tanta estimación propia, que no comprendan sus propias deficiencias; que son estrechas sus ideas, y que no amplían sus horizontes, ni progresan. No aumentan su capacidad sino su altivez. No le dan cabida a Jesús en su corazón y en su vida. El maestro debería cultivar sus facultades y el don del habla, de manera que pudiera hablar distintamente, articulando en forma inteligible. Deben cultivar las facultades mentales, y no dejar tan débiles ni tan confusos los poderes del pensamiento que no puedan explicar ni entender las doctrinas de nuestra fe. Si el maestro no es persona de piedad sincera, de pureza, de abnegación, ni está dispuesto a soportar inconvenientes, no es apto para esta obra grande y solemne. Es el deber del maestro probar sus propias facultades, su propio espíritu, y comprender por medio de un examen estricto de sí mismo, su verdadera posición delante de Dios...

El ejemplo del maestro

Si el que acepta la responsabilidad de enseñar no posee todas las cualidades necesarias, pero siente la responsabilidad de su cargo, hará cuanto pueda para aprender. Cultivará la reverencia, la alegría de espíritu y la firmeza. Sea vuestro comportamiento de carácter tal que vuestra clase aprenda a tener pensamientos solemnes y reverencia hacia Dios. Aunque las ideas sean presentadas con simplicidad, el lenguaje, al hablar de Dios, de Cristo, de sus sufrimientos, de su resurrección como realidades para vosotros, debería elevar las mentes muy por encima de las cosas terrenales y hacerles sentir que están en la presencia del Infinito.

La escuela sabática no es el lugar apropiado para esa clase de maestros que van solamente por la superficie, que tienen mucha labia y hablan con espíritu de liviandad tocante a las verdades decisivas y eternas, que son más altas que los cielos y más anchas que los mundos. El comportamiento de la clase revelará el carácter de un maestro, según se manifiesta por el ejemplo que da ante ella. Si son descorteses y siguen siéndolo, si son irreverentes, ha de haber alguna causa, y el asunto necesita ser investigado a fondo.

La reverencia y la cordialidad

El maestro puede ser reverente y, sin embargo, alegre. Y en lugar de tener maneras petulantes debería escudriñar las cosas profundas de Dios. Cualquier afectación no será natural. Reciba la clase la impresión de que la religión es una realidad, que es deseable; pues trae paz, descanso y felicidad. No permitáis que vuestra clase reciba la impresión de que un carácter frío, falto de simpatía, es religión. Que la paz y la gloria de la presencia de Cristo en el corazón hagan que el rostro exprese su amor, que los labios profieran gratitud y alabanza.

Los que acostumbran a estar en comunión con Dios reflejarán su luz en el rostro. Los niños aborrecen la sombra de las tinieblas y la tristeza. Su corazón responde a la brillantez, a la alegría y al amor. Aunque un maestro debe ser firme y resuelto, no debe ser severo, exigente ni dictatorial. El maestro necesita una autoridad revestida de dignidad; de otra manera carecerá de esa habilidad que haría de él un maestro de éxito. Los niños son prontos para discernir cualquier debilidad o defecto en el carácter del maestro. El comportamiento hace su impresión. Las palabras que pronunciáis no les darán el molde debido, a menos que vean en vuestro carácter el modelo. Un carácter cristiano correcto, ejemplificado en la vida diaria, hará mucho en pro de la formación del carácter de vuestra clase, más, mucho más, que todas vuestras enseñanzas y muy repetidas lecciones. Dios nos ha relacionado de tal manera individualmente con la gran trama de la humanidad que inconscientemente hacemos nuestras las maneras, prácticas y costumbres de aquellos con quienes nos relacionamos. Y no permita Dios que se deje al menor de estos pequeñitos desviarse de la senda trazada para que caminen en ella los redimidos del Señor. Tenga el maestro piedad práctica, para que el carácter y el amor de Jesús sean revelados en él.

La escuela sabática no es un lugar de pasatiempo, para entretener y divertir a los niños, aunque si es debidamente dirigida, puede ser todo esto; sino que es un lugar donde se educa a los niños y a la juventud, donde se le abre la Biblia al entendimiento, mandamiento tras mandamiento, precepto tras precepto, un poco aquí y un poco allí. Es un lugar donde se ha de impartir la luz de la verdad. No todos los que enseñan en nuestras escuelas sabáticas se preparan para la tarea. Sienta cada maestro que debe saber más, que tiene que llegar a conocer mejor a aquellos con quienes tiene que tratar, a conocer mejor los mejores métodos de impartir conocimientos; y que cuando haya hecho lo mejor que pueda, todavía le faltará mucho.--Testimonies on Sabbath-School Work, 95-98.

La influencia del maestro

Es nuestro propio carácter y experiencia lo que determina nuestra influencia sobre los demás. Para convencer a otros del poder de la gracia de Cristo, debemos conocer su poder en nuestro propio corazón y en nuestra propia vida. El Evangelio que presentamos para la salvación de las almas debe ser el Evangelio por el cual nuestras propias almas hayan sido salvadas. Solamente por una fe viva en Cristo como Salvador personal es posible que hagamos sentir nuestra influencia en un mundo escéptico. Si queremos desviar a los pecadores de la rápida corriente, nuestros propios pies deben estar firmemente asentados en la Roca, Cristo Jesús.

La insignia del cristianismo no es una señal exterior, no consiste en usar una cruz o una corona, sino en aquello que revela la unión del hombre con Dios. Por el poder de su gracia manifestada en la transformación del carácter, el mundo ha de ser convencido de que Dios ha enviado a su Hijo como su Redentor. Ninguna otra influencia que pueda rodear el alma humana tiene tal poder como la influencia de una vida abnegada. El más poderoso argumento en favor del Evangelio es un cristiano amable y amante.--Testimonies on Sabbath School Work, 115, 116.

Paciencia con los descarriados

Recordad que no podéis leer los corazones. No podéis conocer los motivos que impulsan las acciones que os parecen erróneas. Hay muchos que no han recibido la debida educación; sus caracteres son tortuosos, son duros y retorcidos, y parecen sinuosos en todas formas. Pero la gracia de Cristo puede transformarlos. Nunca los echéis a un lado, nunca los induzcáis al desánimo o a la desesperación diciéndoles: "Usted me ha chasqueado, y no trataré de ayudarlo." Unas pocas palabras habladas apresuradamente bajo la provocación--precisamente lo que nosotros pensamos que merecen--pueden cortar las cuerdas de la influencia que habría atado sus corazones al nuestro.

La vida consecuente, la paciente tolerancia, el espíritu sereno bajo la provocación, es siempre el argumento más concluyente y el más solemne llamamiento. Si habéis tenido oportunidades y ventajas que no les hayan tocado en suerte a los demás, considerad este hecho y sed siempre maestros sabios, cuidadosos y amables.

A fin de que la cera admita una impresión fuerte y clara del sello, no la golpeáis con el sello en forma apresurada y violenta; colocáis el sello cuidadosamente sobre la plástica cera y en forma tranquila y firme lo apretáis hasta que se haya endurecido en el molde. De la misma manera tratad con las almas humanas. La continuidad de la influencia cristiana es el secreto de su poder, y esto depende de que vosotros perseveréis en la manifestación del carácter de Cristo. Ayudad a los que hayan errado, contándoles lo que os ha ocurrido a vosotros. Mostradles cómo, cuando hicisteis graves errores, la paciencia, la bondad y la disposición a ayudaros manifestada por vuestros colaboradores os dieron valor y esperanza.

Hasta el día del juicio no conoceréis la influencia de una conducta amable y considerada hacia el inconsecuente, el irrazonable o el in merecedor. Cuando nos encontrarnos con ingratitud y traición de sagrados cometidos, somos incitados a manifestar nuestro enojo o indignación. Estas cosas, según lo que espera el culpable, están preparadas para él. Pero la bondadosa tolerancia los sorprende y a menudo despierta sus mejores impulsos, y los induce a llevar una vida más noble.--Testimonies on Sabbath School Work, 116, 117.

Tolerancia hacia los demás

Toda asociación en la vida exige que ejerzamos dominio propio, tolerancia y simpatía. Diferimos tanto en disposiciones, hábitos, educación, que nuestro modo de considerar las cosas es diferente. Nuestro juicio lo es también. Nuestro modo de entender la verdad, nuestras ideas respecto del comportamiento en la vida, no son idénticos en todos los puntos. No hay dos personas cuyas experiencias sean iguales en todo particular. Las pruebas de uno no son las de otro. Los deberes que a uno le parecen fáciles, son para otro en extremo difíciles y lo dejan perplejo.

Tan frágil, tan ignorante, tan sujeta a mala inteligencia es la naturaleza humana, que cada cual debe ser prudente al apreciar a su prójimo. Poco sabemos de la influencia de nuestros actos en la experiencia de los demás. Lo que hacemos o decimos puede parecernos de poca monta, cuando, si pudiéramos abrir los ojos, veríamos cuán importantes son los resultados que de aquello dependen para bien o mal.--Testimonies on Sabbath School Work, 117.

El mejoramiento propio

Debido a que hay tan poca nobleza de carácter, tanta simulación que rodea a la juventud, existe la mayor necesidad de que las palabras del maestro, su actitud, su conducta, representen lo elevado y lo verdadero. Los niños captan rápidamente la afectación o cualquier otra debilidad o defecto. El maestro no puede obtener el respeto de sus alumnos de otra manera que revelando en su propio carácter los principios que él trata de enseñarles...

Pero la utilidad del maestro depende no tanto de la cantidad real de sus conocimientos, como de las normas que se propone alcanzar. El verdadero maestro no se contenta con pensamientos oscuros, con una mente indolente o una memoria floja. Constantemente trata de lograr adquisiciones más altas y métodos mejores. La suya es una vida de continuo crecimiento. En la obra de un maestro tal hay frescura, poder vivificante, que despierta e inspira a sus alumnos...

Se necesitan maestros que descubran rápidamente y aprovechen toda oportunidad para hacer el bien; que combinen con el entusiasmo la verdadera dignidad; que sean capaces de dominar, "aptos para enseñar;" que puedan inspirar el pensamiento, despertar la energía e impartir valor y vida.

Las ventajas de un maestro pueden haber sido limitadas de manera que no posea calificaciones intelectuales tan altas como podría desearse; sin embargo, si tiene la debida compenetración de la naturaleza humana; si tiene un amor genuino por su obra, un aprecio de su magnitud y una determinación de mejorar; si está dispuesto a trabajar fervorosamente y en forma perseverante, comprenderá las necesidades de sus alumnos, y por su espíritu de simpatía y de progreso, los inspirará a seguir mientras trata de conducirlos hacia adelante y hacia arriba; los niños y los jóvenes que se hallan al cuidado del maestro difieren ampliamente en disposiciones, hábitos y educación. Algunos no tienen propósito definido o principios fijos. Necesitan ser despertados a sus responsabilidades y posibilidades....

El que discierne las oportunidades y los privilegios de su obra, no permitirá que nada se interponga en el camino de un esfuerzo fervoroso para progresar. No ahorrará esfuerzo para alcanzar la más alta norma de excelencia. Se esforzará por ser él mismo todo lo que desea que sus alumnos lleguen a ser.--Testimonies on Sabbath School Work, 118, 119.

Provisión para aumentar la capacidad

Debemos tener maestros consagrados que amen a Dios sobre todas las cosas y a sus prójimos como a sí mismos. El Señor ha hecho amplia provisión para que los maestros tengan mayor capacidad de sábado en sábado, para que puedan enseñar con algún propósito, trabajando para lo presente y para la eternidad. Necesitamos en nuestras escuelas hombres y mujeres jóvenes que posean una piedad vital, no una experiencia ordinaria y superficial, sino una profunda piedad interior, que es el resultado de estar diariamente aprendiendo en la escuela de Cristo, con el objeto de impartir a otros las preciosas lecciones que Jesús les ha enseñado.

Aquellos que se contentan sencillamente con seguir una determinada rutina árida y con dar vueltas, errarán el blanco, no logrando hacer la obra que un maestro de la escuela sabática debería hacer; pero si los que se ocupan en este importante ramo de la causa de Dios son cristianos en el sentido pleno de la palabra, si hacen en el temor de Dios la obra que él les ha dado, trabajando con amor por las almas por quienes Cristo murió, serán colaboradores con Dios...

Los maestros deben ser ejemplares

Los maestros deberían presentar delante de la juventud un ejemplo correcto, en espíritu y comportamiento, y en su indumentaria. Deberían vestir ropas sencillas y ser de espíritu tan humilde como un niño y a la vez puros y elevados, porque ellos están en la presencia de Dios para representar delante de sus alumnos el carácter de Cristo. Con espíritu de devoción y ternura de corazón deberían mirar a los que están a su cargo, recordando que Jesús dijo: "Mirad no tengáis en poco a alguno de estos pequeños; porque os digo que sus ángeles en los cielos ven siempre la faz de mi Padre que está en los cielos." ...

Si los maestros siempre tuvieran presente que el Espíritu Santo es quien tiene que revelar al alma vislumbres de las cosas celestiales, y que a medida que ellos trabajan con el espíritu de Cristo, ese instrumento celestial está impresionando la mente con la verdad divina; si ellos siempre reconociesen que hay ángeles en derredor de ellos y que se hallan en terreno santo, se haría una obra mucho más eficiente en nuestras escuelas sabáticas. Los maestros no carecerían de gracia y poder espirituales, porque se darían cuenta de la presencia divina; comprenderían que ellos no son sino los instrumentos humanos por medio de quienes Cristo está comunicando la luz celestial. Su obra estaría llena de fervor y poder, y ellos sabrían que el Espíritu ayuda sus flaquezas.--Testimonies on Sabbath-School Work, 41-43.

Cristo y no el hombre ha de ser el modelo

Que el maestro de la escuela sabática no imite el ejemplo de los que no creen en el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo, ni aun cuando aquellos que ministran en el púlpito sagrado les hayan dado tal ejemplo. El que quiere ser aceptado como colaborador de Dios no debe estar imitando el tono, las maneras o ideas de otro hombre. Tiene que aprender de Dios, y estar dotado de sabiduría celestial. Dios ha dado el don de la razón y la inteligencia tanto a un obrero como a otro; y según vuestra capacidad, habéis de entregar los talentos a los "banqueros." El Señor no quiere que ningún obrero sea la mera sombra de otro a quien admire. El maestro tiene que crecer hasta la medida de la estatura de Cristo; no hasta la medida de algún mortal finito y errante. Tenéis que crecer en la gracia, y ¿dónde puede hallársela? Sólo en Cristo, el Modelo divino.

Mire, pues, cada cual a Cristo, e imite al Modelo divino. Que cada obrero empeñe hasta lo sumo sus facultades para trabajar en armonía con el plan de Dios. Aprenda en la escuela de Cristo, a fin de ser sabio para instruir a otros. Los que son puestos bajo el cuidado del maestro de la escuela sabática necesitarán la sabiduría y la experiencia que Dios puede dar al que sigue a Cristo. Aprenda el maestro de la mansedumbre y humildad de corazón de Cristo, a fin de ser un maestro verdadero, y gane a sus alumnos para Cristo, para que ellos, a su vez, lleguen a ser fieles misioneros en el gran campo de la siega.--Testimonies on Sabbath School Work, 76, 77.

El amor como poder compulsivo

Manifestamos muy poca simpatía en nuestro trabajo por las almas. No existe ese poder de suplicar, instar y atraer que Dios quiere que ejerzamos para que se reconcilien las almas con él. Si enseñamos la verdad como es en Jesús, no se considerará la religión corno una tarea desagradable, sino como un deleite. Manifiesten los maestros en su labor alegría, gratitud, y un corazón lleno de ternura y compasión cristianas, y leuden los corazones de sus alumnos con el espíritu de amor desinteresado, porque éste es el espíritu que impregna el cielo. ¿No dejarán los obreros de la escuela sabática todo orgullo y amor propio, y llegarán a ser sinceramente y de todo corazón hacedores de la palabra? "Vestíos del Señor Jesucristo; y no hagáis caso de la carne en sus deseos." La fe genuina confía en Cristo y se somete a él sin vacilación ni reserva, consintiendo en seguirle dondequiera que vaya. Cuando esto se cumpla, como resultado de esfuerzos bien dirigidos, le serán traídas muchas almas al Maestro como gavillas preciosas.

Los padres y maestros deberían procurar impresionar la mente de los niños desde sus primeros años con la importancia de la salvación. Deberían enseñar a los niños que Dios es su Padre Celestial, que su amor les es expresado en el don de su unigénito Hijo, y que el Salvador del mundo demostró su amor para con ellos viniendo a nuestro mundo a morir, para que nosotros pudiésemos vivir. Si estas lecciones son presentadas con amor y ternura, dejarán en la mente y el corazón de la juventud una impresión duradera. Así como el espejo refleja imágenes y objetos cuando son revelados por la luz del sol, así la mente reflejará estos temas cuando sean iluminados por el amor de Cristo.--Testimonies on Sabbath School Work, 100, 101.

La sencillez y la simpatía

¡Cuán importantes son las lecciones que se pueden dar a los niños y jóvenes, exponiéndoles las Escrituras con la sencillez de Cristo! Deje en casa el maestro todas las palabras difíciles y altisonantes, y utilice solamente las palabras más sencillas, que serán comprendidas con facilidad por la mente de los niños.

Pero para ser maestro de éxito, no sólo deben ser sencillos vuestros métodos de enseñanza, sino que debéis manifestar simpatía y amor en la escuela sabática. Los niños reconocerán este elemento y recibirán su influencia. Los hombres y mujeres sólo son niños adultos. ¿Acaso no correspondemos nosotros a las palabras y miradas de simpatía y amor genuinos? Jesús, el divino Maestro, les aseguró a sus discípulos su amor hacia ellos. Tomó sobre sí la naturaleza humana sin otro propósito que el de manifestar a los hombres la misericordia, el amor y la bondad de Dios al hacer provisión para la salvación y felicidad de sus criaturas. Con este fin murió. Mientras pronunciaba sus más tiernas palabras de simpatía, se regocijaba pensando que su intención era hacer "infinitamente más" que todo cuanto ellos podían pedir o aun pensar. Diariamente mostró delante de ellos, mediante obras de bendición para el hombre, cuán grandes eran su ternura y amor para con el género humano caído. Su corazón era un manantial de inagotable compasión, en el cual el anhelante corazón podía ser provisto del agua de la vida.

Cuando Jesús hablaba a las gentes, quedaban atónitas de su doctrina, porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas. Los escribas habían trabajado para afirmar sus propias teorías, y tenían que esforzarse para sostenerlas y para conservar su influencia sobre las mentes del pueblo mediante una interminable repetición de fábulas y tradiciones pueriles. Los modelos más elevados de instrucción pública consistían mayormente en una repetición carente de vida de ceremonias sin significado y en la reiteración de opiniones superficiales. La enseñanza de Jesús inculcaba de la manera más comprensible y sencilla las ideas más trascendentales y las verdades más sublimes, de modo que "los que eran del común del pueblo le oían de buena gana." Esta es la clase de instrucción que debería darse en nuestras escuelas sabáticas. La luz del cielo, tiene que ser reflejada de Jesús, el admirable Maestro, y las almas de los niños y jóvenes deben ser iluminadas con la divina gloria de su carácter y amor. Así, con hermosa sencillez, los niños pueden ser conducidos al "Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo."--Testimonies on Sabbath-School Work, 39, 40.

Han de presentarse temas remozados

El alma debería ser como un almacén lleno de valiosas y abundantes provisiones. En el púlpito, en la escuela sabática, en el culto de oración y en la sociedad, deberíamos tener temas nuevos con que impartir luz a otros. Deberíamos seguir el ejemplo de Jesús, el Maestro perfecto. El educó a los hombres, revelándoles el carácter del Dios vivo. Dijo: "Esta, empero, es la vida eterna; que te conozcan el solo Dios verdadero, y a Jesucristo, al cual has enviado." Este es el tema importante que debe grabarse en la mente de los jóvenes, porque ellos necesitan tener un conocimiento del carácter paternal de Dios, para ser inducidos a subordinar los intereses temporales a los eternos. Al contemplar el carácter de Dios, se creará en el corazón de ellos un intenso deseo de comunicar a otros la hermosura y el poder de la verdad.

El poder transformador de la religión

¡Ojalá todo hombre, mujer y niño que tienen que tratar con las mentes humanas, tengan la verdad tan entretejida en el alma que se revele en el espíritu, en las palabras, en el carácter y en las acciones! El poder santificador de la verdad debería inducir a todo aquel que enseña en la escuela sabática, o que ocupa un puesto en nuestras instituciones, a tener una experiencia tal que pueda decir: "Yo sé a quién he creído." Hay poder transformador en la religión de Jesucristo, y este poder debe manifestarse en nosotros por una humildad mucho mayor, por una fe viva y más ferviente, a fin de que lleguemos a ser una luz para el mundo. El yo debe ser humillado y Cristo ensalzado. ¿Por qué aquellos a quienes Dios confía algún trabajo en su viña moral se engríen tan fácilmente?

Preguntas escudriñadoras

¿Por qué muchos parecen creer que una posición de responsabilidad enaltece al que la ocupa? ¿Por qué se vuelven tan llenos de confianza en sí mismos, siendo que dependen tan enteramente del sacrificio expiatorio? ¿Por qué en algunos hay tanta falta de ternura, tan poca obra de corazón? Porque los que confían en sí mismos no han caído sobre la Roca ni han sido quebrantados. Por esta razón hay tan poca confianza en Dios, tan poco arrepentimiento ferviente y contrito, tanta falta de oración fervorosa. Bien puede preguntarse cada maestro: ¿He recibido el Espíritu Santo desde que creí? ¿He recibido a Cristo como mi Salvador personal? Contéstense solemnemente estas preguntas.

Todo momento es oro

Si aquellos que están ocupados en la obra de Dios son cristianos individualmente, sus obras lo revelarán. Presentarán a Cristo ante aquellos con quienes se relacionen. Los maestros de la escuela sabática no ocuparán el tiempo con asuntos faltos de importancia, porque comprenderán que cada momento es oro, y que debe emplearse trabajando con toda diligencia en el huerto del Señor. La obra de Cristo en el santuario celestial, donde él está presentando su propia sangre cada momento ante el propiciatorio, haciendo intercesión por nosotros, debería impresionar debidamente el corazón, de modo que reconociésemos el valor de cada momento. Jesús siempre vive para hacer intercesión por nosotros; pero un solo momento malgastado no puede ser jamás recobrado. Consideren los maestros y alumnos el importante hecho de que Cristo no cesa de hacer su solemne obra en el santuario celestial, y si tenéis puesto el yugo de Cristo, si lleváis su carga, estaréis haciendo una obra semejante en carácter a la de vuestra Cabeza viviente.--Testimonies on Sabbath-School Work, 85, 86.

El semblante es un índice del carácter

Los maestros de las diferentes clases deberían tener a cada niño en su corazón y bajo su especial cuidado.

Es imposible hacer esta obra para lo presente y para la eternidad, a menos que el maestro tenga comunión íntima con Dios. Jesús ha dicho: "Escudriñad las Escrituras, porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí." No fomentéis una manera superficial de investigar la verdad. Haced que cada punto de la verdad sea claro y distinto para el entendimiento de los niños. No aglomeréis de una vez sobre sus mentes una acumulada cantidad de asuntos. La preciosa Palabra de Dios ha de ser una lámpara para su senda, y una luz para sus pies. Impresionad sus mentes con el pensamiento de que es un privilegio andar en la luz. Es el camino de paz, pureza y santidad, trazado para que avancen por él los redimidos del Señor. Cristo ha mostrado este camino; él es el verdadero pastor; siguiéndole, se evitan las sendas descarriadas y las trampas peligrosas.

De la Palabra de Dios han de aprender que todos los que entren en el cielo deben tener un carácter perfecto; porque al tenerlo, se encontrarán con su Señor en paz. Muchos niños y jóvenes llevan estampado su carácter en su semblante. Llevan la historia de su vida en las facciones del rostro. Los obreros verdaderos deberían imprimir en la mente de los niños un carácter hermoso, puro, semejante al de Cristo, que transfigure el semblante. Si Cristo es el principio permanente del corazón, podréis leer pureza, refinamiento, paz y amor en las facciones del rostro. En otros semblantes un carácter malo exhibe su letrero; se hallan allí expresados el egoísmo, la astucia, el engaño, la falsedad, la enemistad y los celos. ¡Cuán difícil es que la verdad impresione el corazón y el semblante de tales caracteres!

El cultivo del carácter

Es necesario dar ahora atención especial al cultivo del carácter. Haya en vosotros los mismos sentimientos que hubo también en Cristo Jesús, a fin de que eleven y ennoblezcan tanto al primero como al último de los obreros de nuestras escuelas sabáticas, de manera que Jesús no se avergüence de reconocerlos como sus colaboradores. Cristo ha provisto toda la cultura espiritual para sus hijos. Si Jesús mora en el alma, el corazón se llena de las santas gracias de su Espíritu, el cual se manifiesta en la trasformación de las facciones. Si queréis tener hermosura y amabilidad de carácter, debéis tener la ley divina escrita en el corazón y practicarla en la vida.--Testimonies on Sabbath-School Work, 20-22.

Hagamos prácticas las lecciones

Entren los maestros con alma y vida en la materia de que trata la lección. Hagan planes para hacer una aplicación práctica de la lección y despertar interés en la mente y el corazón de los niños que tienen a su cargo. Hallen las actividades de los alumnos campo donde ejercitarse resolviendo los problemas de la verdad bíblica. Los maestros pueden dar carácter a este trabajo, de manera que los ejercicios no resulten secos y faltos de interés.

Los maestros no hacen de los ejercicios de la escuela sabática una obra tan ferviente como debieran. Deberían acercarse al corazón de los alumnos mediante la aptitud, la simpatía y un esfuerzo paciente y determinado por interesar a cada alumno en la salvación del alma. Estos ejercicios deberían llegar a ser enteramente lo que el Señor quiere que sean, a saber, momentos de profunda convicción de pecado y de reforma del corazón. Si se hace la debida clase de obra de una manera hábil y cristiana, las almas se convencerán y harán la pregunta: "¿Qué es menester que yo haga para ser salvo?"--Testimonies on Sabbath-School Work, 12, 13.

El uso de elementos auxiliares

Se han hecho esfuerzos para interesar a los niños en la causa, pero no los suficientes. Deberían hacerse más interesantes nuestras escuelas sabáticas. Las escuelas públicas durante los últimos años han mejorado grandemente sus métodos de enseñanza. Se hace uso de lecciones prácticas, cuadros y pizarrones, con el fin de aclarar a las mentes juveniles las lecciones difíciles. Del mismo modo puede simplificarse y hacerse intensamente interesante la verdad presente para las activas mentes de los niños.

Padres a quienes no se puede alcanzar de ninguna otra manera, se alcanzan frecuentemente por medio de sus hijos. Los maestros de la escuela sabática pueden instruir en la verdad a los niños, y éstos, a su vez, la llevarán al círculo del hogar. Pero pocos maestros parecen comprender la importancia de este ramo de la obra. Los métodos de enseñanza que han sido adoptados con tanto éxito en las escuelas públicas, podrían emplearse con resultados similares en la escuela sabática, y ser el medio para traer muchos niños a Jesús y educarlos en la verdad bíblica. Esto hará mucho mayor bien que una excitación religiosa de carácter emocional, que pasa tan rápidamente como viene.

Debe abrigarse el amor de Cristo. Se necesita tener más fe en la obra que creemos que ha de hacerse antes de la venida de Cristo. Debe haber más trabajo hecho con abnegación y sacrificio y orientado en la debida dirección. Se debe estudiar con meditación y oración cómo trabajar de la manera más ventajosa. Deben madurarse planes cuidadosos. Hay entre nosotros mentes que, si tan sólo se las usara, manifestarían la capacidad creadora y ejecutiva que tienen. Los esfuerzos inteligentes y bien dirigidos, tendrían grandes resultados.--Testimonies on Sabbath-School Work, 9.

Errores señalados

La escuela sabática, si es bien dirigida, es uno de los grandes instrumentos de Dios para traer almas al conocimiento de la verdad. No es el mejor plan que sólo los maestros hablen. Ellos deberían inducir a los miembros de la clase a decir lo que saben. Y entonces el maestro, con pocas palabras y breves observaciones o ilustraciones, debería imprimir la lección en sus mentes. Bajo ninguna circunstancia deberían los maestros pasar mecánicamente la lección y sentarse luego, dejando a los niños mirando en derredor o cuchicheando y jugando, como los hemos visto hacer. Semejante enseñanza no es beneficiosa; muchas veces es perjudicial. Si el maestro está debidamente preparado, cada momento puede ser usado con provecho. Las activas mentes de los niños deberían ser mantenidas constantemente ocupadas. Se les debería hacer expresar sus ideas y corregirlas o aprobarlas, según requiera el caso. Pero nunca debería el maestro sentarse y decir: "He terminado."--Testimonies on Sabbath-School Work, 18, 19.

Indolencia espiritual

En algunas escuelas sabáticas se dan puestos a personas que carecen de aptitud para enseñar, que no tienen amor ferviente por las almas. No comprenden ellas mismas ni a medias las orientaciones prácticas de la verdad. ¿Cómo, pues, pueden conducir a los niños y a los jóvenes al vivo Manantial? Beban los maestros mismos en abundancia del agua de la salvación, y los ángeles de Dios les prestarán ayuda, y ellos sabrán justamente qué conducta quiere el Señor que adopten a fin de ganar para Jesús a la preciosa juventud. Esto requiere aptitud, voluntad, perseverancia, y un espíritu como el que tenía Jacob cuando luchó en oración y exclamó: "No te dejaré, si no me bendices." Cuando la bendición de Dios descansa sobre los maestros, no puede menos que manifestarse a aquellos que están bajo su cuidado. Nunca coloquéis a la juventud bajo el cuidado de personas que son espiritualmente indolentes, que no poseen aspiraciones nobles, elevadas y santas; porque los mismos sentimientos de indiferencia y farisaísmo, de la forma sin el poder, se verán tanto en los maestros como en los alumnos.--Testimonies on Sabbath-School Work, 13.

Discusión en la clase

En la escuela sabática deberían enseñarse lecciones que arrojen luz en las cámaras del corazón y de la mente. Y para que esto se lleve a cabo, es menester que los maestros estén bajo la influencia del Espíritu Santo, a fin de que todo egoísmo quede en sujeción y que no se profiera palabra presurosa ni se ejecute acción inconsiderada alguna, sino que la gracia de Dios pueda manifestarse trabajando con el esfuerzo humano por la salvación de las almas. Este debe ser el gran objeto de la obra de la escuela sabática. No debería hacerse de la escuela sabática un lugar de controversia; no es el lugar de manifestar diferencias de opinión. No se le dé entrada en la escuela a esta clase de obra, y manténgase la armonía. Si se insinúan ideas que son puestas en duda por algunos de los miembros de la escuela, no se consienta en levantar un espíritu de combate ni seguir una discusión o controversia.--TES 51, 52.

La lectura de la lección

En algunas escuelas, siento decirlo, prevalece la costumbre de leer del folleto la lección. Esto no debería ser así. No hay necesidad de que así sea, si el tiempo que muchas veces se emplea inútil y pecaminosamente es dedicado al estudio de las Escrituras. No hay razón alguna para que las lecciones de la escuela sabática deban ser aprendidas menos perfectamente por los maestros o alumnos que las de la escuela diaria. Deberían ser aprendidas mejor, puesto que tratan de asuntos infinitamente más importantes. La negligencia en esto desagrada a Dios.--Testimonies on Sabbath-School Work, 10.

Una investigación superficial

Cada maestro de la escuela sabática debería sentir que es un misionero para Dios. Debe aprovechar sus momentos y su aptitud para obtener un conocimiento de la Palabra de Dios, que pueda impartir a sus alumnos. Los maestros llegarán a ser ineptos para sus puestos si no aprenden ellos mismos. Necesitan frescura de ideas, planes nuevos y sabios, vida, tacto y espíritu en su obra. Tienen que ser aptos para enseñar.

El maestro no debería limitarse a la repetición de las palabras escritas en el folleto de la lección; sin embargo, necesita estar perfectamente familiarizado con las palabras lo mismo que con las ideas. Todo maestro, antes de ponerse a la cabeza de su clase, debería tener planes trazados con claridad en cuanto a lo que desea hacer en ese día y en esa ocasión. Recitar una lección vosotros mismos delante de la clase no es enseñarla; necesitáis palabras sencillas e ideas fácil y claramente expresadas. Aseguraos de que vuestros discípulos os entienden. Si no pueden comprender vuestras ideas, vuestro trabajo está perdido. No paséis ligeramente por la superficie; ahondad. La Biblia es la regla y la guía de la vida. Es preciso que una doctrina sana sea puesta en contacto con las mentes y los corazones de vuestros discípulos; entonces producirá fruto, pues se verá un proceder sano como resultado de vuestros esfuerzos.--Testimonies on Sabbath-School Work, 24.

Observaciones largas y tediosas

Los que enseñan a los niños deberían abstenerse de hacer observaciones tediosas. Las observaciones cortas y al caso, ejercerán una buena influencia. Si es necesario decir mucho, compénsese la brevedad con la frecuencia. Unas pocas palabras de interés, de cuando en cuando, serán de más provecho que si se dijera todo de una vez. Las pláticas largas cansan la mente de los niños. El hablar demasiado les hará fastidiosa aun la instrucción espiritual, así como el comer demasiado recarga el estómago, disminuye el apetito y produce hasta aversión a la comida. Es posible que la mente de la gente se harte de las pláticas excesivas. El trabajo en pro de la iglesia, pero especialmente de la juventud, debería ser mandamiento tras mandamiento, precepto tras precepto, aquí un poco y allí otro poco. Dad a las mentes tiempo para digerir las verdades con que las alimentáis. A los niños hay que atraerlos hacia el cielo, no con aspereza, sino con mucha ternura.--Testimonies on Sabbath-School Work, 107.

Lo que significa ser un colaborador de Dios

"Exhorta asimismo a los jóvenes a que sean comedidos mostrándote en todo por ejemplo de buenas obras; en doctrina haciendo ver integridad, gravedad, palabra sana e irreprensible: que el adversario se avergüence, no teniendo mal ninguno que decir de vosotros."

Cuando falta la piedad sincera, cuando se descuida la comunión diaria con Dios, el maestro de la escuela sabática será seco y tedioso en su manera de enseñar. Sus palabras no tendrán poder para alcanzar el corazón de sus alumnos.

Ser colaboradores con Dios significa mucho más que ir simplemente a la escuela sabática, asistir a los cultos de la iglesia, participar en la obra de enseñar y hablar en la reunión de testimonios.

Colaborar con Dios significa que vuestro corazón anhela fervientemente la salvación de las almas pecadoras por quienes Cristo murió. Significa que estáis llenos de solicitud por la obra, que siempre estáis buscando cómo hacer interesante vuestra instrucción, ideando maneras para que con todas las facultades de vuestra naturaleza que os han sido confiadas, podáis atraer en la misma dirección en que Cristo está atrayendo, a fin de que las almas sean ganadas para su servicio y ligadas a él por las cuerdas de su infinito amor.

La obra malograda por esfuerzos no consagrados

Los colaboradores de Dios no tienen deseo de evadir las obligaciones sagradas, sino que por amor de Cristo están prontos para soportar trabajos, sufrir privaciones y oprobio. Están dispuestos a hacer frente a los rechazos, aunque esto es difícil de soportar y humillante para el orgullo humano. Pero el que colabora con Dios se acordará de que Jesús soportó la vergüenza, el insulto, el rechazo y la muerte a fin de poder salvar a los que estaban perdidos. Cada parte de la variada labor en el campo de la siega, significa sacrificio y abnegación. Significa que el tiempo que comúnmente se ocupa en asuntos de menor importancia deberá ser dedicado a escudriñar las Escrituras, para que sepáis cómo trabajar con buen éxito en la obra que os ha sido asignada. Significa que debéis familiarizaros con el Espíritu de Dios. Significa que debéis orar mucho, y meditar mucho y seriamente en cómo podéis poner en ejercicio toda capacidad vuestra y llevar adelante la obra de Dios eficazmente.

Sois los siervos empleados por Dios, comisionados para edificar su reino en la tierra, y habéis de hacer vuestra parte para salvar a las almas por las que Cristo pagó el precio de su propia sangre. ¿Es entonces acaso cosa leve enseñar en la escuela sabática, sin tener una preparación del corazón para esta obra de tanta consecuencia? Muchos de los que emprenden la enseñanza de una clase sienten poco interés en ella, y por sus esfuerzos no consagrados malogran la sagrada obra.--Testimonies on Sabbath-School Work, 67, 68.

La tentación a revelar el yo

En cada grado, tanto en las clases primarias como en las avanzadas, los maestros necesitan mirar constantemente al gran manantial de luz en busca de sabiduría, gracia y poder para amoldar los corazones de sus alumnos, y para que puedan tratar inteligentemente con los que han sido comprados con la sangre de Cristo. Cada maestro debe seguir humildemente a Aquel que es manso y humilde de corazón. Nadie debería estudiar o trabajar a fin de poder ser considerado como maestro superior o persona de extraordinaria habilidad, sino a fin de poder conducir las almas a Cristo. Vendrán tentaciones de ostentar el yo en todo lo que se haga; pero si se hace esto, la obra será echada a perder, porque ello inducirá a observaciones largas e insípidas que no interesarán ni beneficiarán la mente de los niños.--Testimonies on Sabbath-School Work, 35.

Demos un servicio sincero

El Señor quiere tener en la obra de la escuela sabática maestros que le sirvan de todo corazón, que aumenten su talento por medio del ejercicio, y que vayan mejorando lo que ya se ha alcanzado. El Señor quiere tener en su iglesia cristianos trabajadores; porque el que trabaja tiene menos tentaciones que aquellos que tienen poco que hacer. Los que verdaderamente creen en Cristo llegarán a ser colaboradores de Dios. Serán gobernados por su Espíritu; sus afectos serán purificados, sus pasiones estarán en sujeción, y en su vida aparecerán frutos preciosos para gloria de Dios; porque los que en verdad creen en Cristo reflejarán luz.--Testimonies on Sabbath-School Work, 59.

La salvación de las almas es el interés más elevado

Las obligaciones del maestro son pesadas y santas, pero ninguna parte de la obra es más importante que la de cuidar a los jóvenes con tierna y amante solicitud, para que puedan sentir que tenemos amigos en ellos. Una vez que ganamos su confianza, podemos conducirlos, gobernarlos y prepararlos fácilmente. Los santos motivos de nuestros principios cristianos deben ser introducidos en nuestra vida. La salvación de nuestros alumnos es el más elevado interés confiado al maestro temeroso de Dios. El es un obrero de Cristo, y su especial y determinado esfuerzo debe ser salvar las almas de la perdición y ganarlas para Cristo Jesús. Dios requerirá esto de las manos de los maestros. Cada uno debe llevar una vida de piedad, y pureza, y efectuar un esfuerzo incansable en el desempeño de todo deber. Si el corazón brilla con el amor de Dios, habrá un afecto puro que es esencial, las oraciones serán fervientes, y se darán fieles amonestaciones. Descuídense estas cosas y las almas que están a vuestro cuidado serán colocadas en peligro. Es mejor invertir menos tiempo en dar largos discursos o en el estudio absorbente y atender estos deberes descuidados.

La perseverancia recompensada

Después de todos estos esfuerzos, los maestros pueden encontrar que algunos de los que están a su cargo desarrollarán caracteres sin principios. Son flojos en las normas morales, muchas veces como resultado de un ejemplo vicioso y una disciplina paterna descuidada. Y los maestros, aun haciendo todo lo que pueden, no conseguirán inducir a estos jóvenes a una vida de pureza y santidad, y después de paciente disciplina, labor afectuosa y ferviente oración, serán chasqueados por aquellos de quienes esperaban tanto. Y en adición a esto, recibirán reproche de los padres, porque no tuvieron el poder de contrarrestar la influencia de su propio ejemplo e imprudente dirección. El maestro tendrá estos desánimos después de cumplir con su deber. Pero debe continuar trabajando, confiando en Dios para colaborar con él, y manteniéndose virilmente en su puesto y laborando con fe. Otros serán salvados para Dios y su influencia será ejercida en la salvación de los demás. Que el pastor, el maestro de escuela sabática y los maestros de nuestros colegios, unan sus corazones, almas y propósitos en la tarea de salvar a nuestros jóvenes de la ruina.--Fundamentals of Christian Education, 116, 117.

Elevemos a Cristo

El Evangelio es el poder y la sabiduría de Dios, si aquellos que dicen ser cristianos lo representan correctamente. Cristo crucificado por nuestros pecados es el pensamiento que debe humillar en su propia estima a toda alma delante de Dios. Cristo resucitado de los muertos, ascendido al cielo y actuando como nuestro intercesor viviente en la presencia de Dios, es la ciencia de la salvación que necesitamos aprender y enseñar a los niños y jóvenes. Cristo dijo: "Yo me santifico a mí mismo; para que también ellos sean santificados." Esta es la obra que incumbe siempre a todo maestro. No debe hacerse un trabajo descuidado en esto, porque aun la obra de educar a los niños en la escuela diaria necesita mucho de la gracia de Cristo y dominio propio. Aquellos que por naturaleza son irritables, fáciles de provocar, y que han estado acostumbrados a criticar y pensar mal, deberían buscarse alguna otra clase de trabajo que no reproduzca en los niños y en los jóvenes ninguno de sus desagradables rasgos de carácter, porque ellos han costado demasiado. El cielo ve en el niño al hombre o la mujer no desarrollados aún, dotados de capacidades y poderes que, guiados y desarrollados correctamente, con sabiduría celestial, llegarán a ser los medios humanos por los cuales obrarán las influencias divinas, para que colaboren con Dios. Las palabras ásperas y la continua censura aturden al niño, pero jamás lo reforman. Retened esa palabra impaciente; someted vuestro propio espíritu al dominio de Jesucristo; entonces aprenderéis a compadeceros de aquellos que llegan a estar bajo vuestra influencia, y a simpatizar con ellos.--Testimonies on Sabbath-School Work, 87, 88.

Clases enteras han de ser convertidas

Como obreros de Dios, necesitamos más de Jesús y menos del yo. Deberíamos sentir una preocupación mayor por las almas, y orar diariamente que se nos dé fuerza y sabiduría para el sábado. Maestros, visitaos con los miembros de vuestras clases. Orad con ellos, y enseñadles a orar. Enternézcase el corazón, y sean breves y sencillas pero fervientes las peticiones. Sean vuestras palabras pocas, pero bien escogidas; y aprendan ellos, de vuestros labios y vuestro ejemplo, que la verdad de Dios tiene que estar arraigada en sus corazones, o de lo contrario no podrán soportar la prueba de la tentación. Queremos ver clases enteras de jóvenes convertirse a Dios, y crecer como miembros útiles de la iglesia.--Testimonies on Sabbath-School Work, 19, 20.

No permitáis que toda vuestra fuerza y energía sea dedicada a las cosas mundanas y temporales durante la semana, de manera que no tengáis energía ni fuerza moral para dedicar al servicio de Cristo en el sábado. Hay que hacer obra ferviente ahora mismo. No tenemos ni un momento que emplear egoístamente. Hagamos todo con el solo propósito de glorificar a Dios. No descansemos jamás hasta que cada niño de nuestra clase haya sido traído al conocimiento salvador de Cristo.--Testimonies on Sabbath-School Work, 14.

El gozo supremo

Ante los que son aceptados como maestros de nuestras escuelas se halla abierto un campo de labor y de cultivo, para la siembra de la semilla y la cosecha del grano maduro. ¿Qué cosa puede dar mayor satisfacción que colaborar con Dios en educar y preparar a los niños y los jóvenes para amar a Dios y guardar sus mandamientos? Conducid a Jesús los niños a quienes estáis instruyendo en la escuela diaria y en la escuela sabática. ¿Qué cosa puede daros mayor gozo que ver a los niños y los jóvenes siguiendo a Cristo, el gran pastor, que llama, y a las ovejas y los corderos, que oyen su voz y lo siguen? ¿Qué cosa puede inundar de mayor luz el alma del obrero diligente y devoto que saber que su trabajo paciente y perseverante no resulta en vano en el Señor y que ver a sus alumnos revelando el brillo del gozo en sus almas porque Cristo les ha perdonado sus pecados? ¿Qué cosa puede ser más satisfactoria para el obrero que colabora con Dios, que ver a los niños y los jóvenes recibiendo las impresiones del Espíritu de Dios en la verdadera nobleza de carácter y en la restauración de la imagen moral de Dios, a los niños buscando la paz que viene del Príncipe de la paz?--Fundamentals of Christian Education, 271.