Vi a los malos ángeles contender por las almas, y a los ángeles de Dios resistirles. El conflicto era intenso. Los malos ángeles estaban corrompiendo la atmósfera con su influencia venenosa, y se cernían en tropel alrededor de aquellas almas para entumecer su sensibilidad. Los ángeles santos estaban mirando con ansiedad, y esperando para rechazar las huestes de Satanás. Pero no es obra de los ángeles buenos dominar las mentes de los hombres contra su voluntad. Si ellos se entregan al enemigo y no hacen esfuerzo para resistirle, entonces los ángeles de Dios no pueden hacer mucho más que mantener en jaque a la hueste de Satanás, para que no destruya a los que están en peligro, hasta que se les haya dado mayor luz con el fin de despertarlos y hacerlos mirar al Cielo en procura de ayuda. Jesús no comisionará a los ángeles santos para que libren a los que no se esfuerzan por ayudarse a sí mismos.
Si Satanás ve que corre peligro de perder a un alma, hace cuanto puede para conservarla. Y cuando la persona llega a darse cuenta del peligro que corre, y con angustia y fervor busca fortaleza en Jesús, Satanás teme perder un cautivo, y llama un refuerzo de sus ángeles para rodear a la pobre alma y formar una muralla de tinieblas en derredor de ella con el propósito de que la luz del cielo no la alcance. Pero si el que está en peligro persevera, y en su impotencia se aferra a los méritos de la sangre de Cristo, nuestro Salvador escucha la ferviente oración de fe, y envía refuerzos de ángeles poderosos en fortaleza para que lo libren.
Satanás no puede soportar que se recurra a su poderoso rival, porque teme y tiembla ante su fuerza y majestad. Al sonido de la oración ferviente, toda la hueste de Satanás tiembla. El continúa llamando legiones de malos ángeles, para lograr su objeto. Cuando los ángeles todopoderosos, revestidos de la armadura del cielo, acuden en auxilio del alma perseguida y desfalleciente, Satanás y su hueste retroceden, sabiendo perfectamente que han perdido la batalla. Los voluntarios súbditos de Satanás son fieles, activos y unidos en un propósito, y aunque se aborrecen y se hacen guerra mutuamente, aprovechan toda oportunidad para fomentar su interés común. Pero el gran General del cielo y de la tierra ha limitado el poder de Satanás.
Peligro en aventurarse a salir de la protección del cielo
Los ángeles de Dios preservarán a sus hijos mientras ellos anden en la senda del deber; pero no pueden contar con tal protección los que se aventuran deliberadamente en el terreno de Satanás. Un agente del gran engañador dirá y hará cualquier cosa para lograr su objeto. Poco importa que se llame espiritista, o que asevere curas por el “magnetismo”. Mediante declaraciones capciosas, se granjea la confianza de los incautos. Pretende leer la historia de la vida y comprender todas las dificultades y aflicciones de los que recurren a él. Disfrazándose como ángel de luz, mientras que en su corazón está la negrura del abismo, manifiesta gran interés en las mujeres que solicitan su consejo. Les dice que todas sus dificultades se deben a un casamiento desgraciado. Esto puede ser demasiado cierto, pero el tal consejero no mejora su condición. Les dice que lo que necesitan es amor y simpatía. Asumiendo gran interés en su bienestar, echa un ensalmo sobre sus víctimas desprevenidas, encantándolas como la serpiente encanta al ave temblorosa. Pronto están completamente en su poder; el pecado, la deshonra y la ruina son las terribles consecuencias.Ninguno puede servir a dos señores
Cristo señala aquí a dos señores: Dios y el mundo, y nos revela claramente que resulta simplemente imposible servir a ambos. Si predominan nuestro interés y amor por este mundo, no apreciaremos las cosas que sobre todas las demás son dignas de nuestra atención. El amor al mundo excluirá el amor a Dios, y subordinará nuestros intereses más elevados a las consideraciones mundanales. Dios no ocupará así en nuestros afectos y devociones un lugar tan exaltado como las cosas del mundo.