Consejos Sobre el Régimen Alimenticio

Capítulo 23

Las Carnes

El régimen a base de carne Un resultado del pecado

Dios dio a nuestros primeros padres el alimento que él había establecido que la raza humana debía consumir. Era contrario a su plan que se quitara la vida a ningún ser viviente. No había de haber muerte en el Edén. El fruto de los árboles del huerto constituía el alimento exigido por las necesidades del hombre. Dios no dio al hombre permiso para consumir alimentos animales hasta después del diluvio. Todo aquello a base de lo cual el hombre pudiera subsistir había sido destruido, y por lo tanto el Señor, a causa de la necesidad humana, dio a Noé permiso para comer de los animales limpios que había llevado consigo en el arca. Pero el alimento animal no era el artículo de consumo más saludable para el hombre.

La gente que vivió antes del diluvio comía alimentos de origen animal y gratificaba su apetito hasta que se colmó la copa de la iniquidad, y Dios limpió la tierra de su contaminación moral mediante el diluvio. Entonces descansó sobre la tierra la tercera maldición terrible. La primera maldición se pronunció sobre la posteridad de Adán y sobre la tierra, a causa de la desobediencia. La segunda maldición vino sobre la tierra después que Caín mató a su hermano 446 Abel. La tercera y más terrible maldición de Dios vino sobre la tierra con el diluvio.

Después del diluvio la gente comía mayormente alimentos de origen animal. Dios vio que las costumbres del hombre se habían corrompido, y que él estaba dispuesto a exaltarse a sí mismo en forma orgullosa contra su Creador y a seguir los dictámenes de su propio corazón. Y permitió que la raza longeva comiera alimentos de origen animal para abreviar su existencia pecaminosa. Pronto después del diluvio la raza humana comenzó a decrecer en tamaño y en longevidad.

Depravación de los antediluvianos

Los habitantes del mundo antiguo comían y bebían con intemperancia. Consumían carne aunque Dios no les había dado permiso para comerla. Comían y bebían con exceso, y sus apetitos depravados eran ilimitados. Se entregaron a una idolatría abominable. Se tornaron violentos y feroces, y tan corrompidos, que Dios no pudo soportarlos durante más tiempo. Su copa estaba rebosante de iniquidad, de modo que Dios limpió la tierra de su contaminación moral mediante un diluvio. A medida que los hombres se multiplicaban después del diluvio, se olvidaron de Dios y se corrompieron delante de él. Toda forma de intemperancia aumentó en gran medida.

El fracaso y la pérdida espiritual de Israel

El régimen señalado al hombre al principio no incluía ningún alimento de origen animal. Hasta después del diluvio cuando toda vegetación desapareció de la tierra, no recibió el hombre permiso para comer carne.

Al señalar el alimento para el hombre en el Edén, el Señor demostró cuál era el mejor régimen alimenticio; en la elección que hizo para Israel enseñó la misma lección. Sacó a los israelitas de Egipto, y emprendió la tarea de educarlos para que fueran su pueblo. Por medio de ellos deseaba bendecir y enseñar al mundo. Les suministró el alimento más adecuado para este propósito, no la carne, sino el maná, "el pan del cielo". Pero a causa de su descontento y de sus murmuraciones acerca de las ollas de carne de Egipto les fue concedido alimento animal, y esto únicamente por poco tiempo. Su consumo trajo enfermedades y muerte para miles. Sin embargo, nunca aceptaron de buen grado la restricción de tener que alimentarse sin carne. Esto siguió siendo causa de descontento y murmuración, en público y en privado, de modo que nunca revistió carácter permanente.

Al establecerse en Canaán, se permitió a los israelitas que consumieran alimento de origen animal, pero bajo prudentes restricciones encaminadas a mitigar los malos resultados. El uso de la carne de cerdo quedaba prohibido, como también el de la de otros animales, de ciertas aves y de ciertos peces, declarados inmundos. De los animales declarados comestibles, la grasa y la sangre quedaban absolutamente proscritas.

Sólo podían consumirse las reses sanas. Ningún animal desgarrado, mortecino, o que no hubiera sido cuidadosamente desangrado, podía servir de alimento.

Por haberse apartado del plan señalado por Dios en el plan de alimentación, los israelitas sufrieron graves perjuicios. Desearon comer carne y cosecharon los resultados. No alcanzaron el ideal de carácter que Dio les señalara ni cumplieron los designios divinos. El Señor "les dio lo que pidieron; mas envió flaqueza en sus almas" (Salmo 106:15, VM). Preferían lo terrenal a lo espiritual, y no alcanzaron la sagrada preeminencia a la cual Dios se había propuesto que llegasen.

El régimen sin carne ha de modificar el temperamento

El Señor le dijo claramente a su pueblo que recibiría todo tipo de bendición si guardaba sus mandamientos, y era un pueblo peculiar. Amonestó a sus hijos por medio de Moisés en el desierto, especificando que la salud sería la recompensa de la obediencia. El estado de la mente tiene que ver mayormente con la salud del cuerpo, y en forma especial con la salud de los órganos digestivos. Por lo general, el Señor no proveyó para su pueblo alimentos a base de carne en el desierto, porque sabía que el uso de ese régimen crearía enfermedad e insubordinación. A fin de modificar la disposición, y con el propósito de poner en activo ejercicio las facultades más elevadas de la mente, quitó de ellos la carne de los animales muertos. Les dio, en cambio, alimento de ángeles, maná del cielo.

Rebelión y castigo

Dios continuó alimentando a la hueste de los hebreos con el pan que llovía del cielo; pero ellos no estaban satisfechos. Su apetito depravado exigía imperiosamente carne, que Dios en su sabiduría no les había provisto. . . Satanás, el autor de la enfermedad y la aflicción, se acercará al pueblo de Dios por donde pueda tener mayor éxito. El ha controlado el apetito en gran medida, desde el tiempo en que logró el éxito en el experimento que hizo con Eva, al inducirla a comer de la fruta prohibida. El primeramente se dirigió con sus tentaciones a la multitud mixta, a los egipcios creyentes, y los indujo a quejarse sediciosamente. No querían contentarse ellos con los alimentos saludables que Dios les había provisto. Su apetito depravado exigía una mayor variedad, especialmente carne.

Este descontento pronto infectó casi la totalidad del pueblo. Al comienzo, Dios no complació su apetito pecaminoso, sino que hizo que sus juicios cayeran sobre ellos, y consumió a los más culpables por medio de rayos procedentes del cielo. Este castigo, en lugar de humillarlos, al parecer tan sólo aumentó sus quejas. Cuando Moisés oyó que el pueblo lloraba a la puerta de sus tiendas, y que se quejaba por sus familias, quedó muy disgustado. Presentó delante del Señor las dificultades de esta situación, y el espíritu revoltoso de los israelitas, y la posición en la cual Dios lo había colocado ante el pueblo: la de un padre protector, quien debía sentir en carne propia los sufrimientos del pueblo. . .

El Señor indicó a Moisés que reuniera delante de él a setenta ancianos, que él identificara como ancianos del pueblo. No debían ser solamente personas de edad avanzada, sino hombres de dignidad, sano juicio y experiencia, que estuvieran calificados para ser jueces u oficiales. "Y tráelos a la puerta del tabernáculo de reunión, y esperen allí contigo. Y yo descenderé y hablaré allí contigo, y tomaré del espíritu que está en ti, y pondré en ellos; y llevarán contigo la carga del pueblo, y no la llevarás tú solo.

"Pero al pueblo dirás: Santificaos para mañana, y comeréis carne; porque habéis llorado en oídos de Jehová, diciendo: ¡Quién nos diera a comer carne! ¡Ciertamente mejor nos iba en Egipto! Jehová, pues, os dará carne, y comeréis. ¡No comeréis un día, ni dos días, ni cinco días, ni diez días, ni veinte días, sino hasta un mes entero, hasta que os salga por las narices, y la aborrezcáis, por cuanto menospreciasteis a Jehová que está en medio de vosotros, y llorasteis delante de él, diciendo: ¿Para qué salimos acá de Egipto?

"Entonces dijo Moisés: Seiscientos mil de a pie es el pueblo en medio del cual yo estoy; ¡y tú dices: Les daré carne, y comerán un mes entero! ¿Se degollarán para ellos ovejas y bueyes que les basten? ¿O se juntarán para ellos todos los peces del mar para que tengan abasto? Entonces Jehová respondió a Moisés: ¿Acaso se ha acortado la mano de Jehová? Ahora verás si se cumple mi palabra, o no. . .

"Y vino un viento de Jehová, y trajo codornices del mar, y las dejó sobre el campamento, un día de camino a un lado, y un día de camino al otro, alrededor del campamento, y casi dos codos sobre la faz de la tierra. Entonces el pueblo estuvo levantado todo aquel día y toda la noche, y todo el día siguiente, y recogieron codornices; el que menos, recogió diez montones; y las tendieron para sí a lo largo alrededor del campamento.

"Aún estaba la carne entre los dientes de ellos, antes que fuese masticada, cuando la ira de Jehová se encendió en el pueblo, e hirió Jehová al pueblo con una plaga muy grande" (Núm. 11:16-33).

En este caso el Señor dio al pueblo lo que no era para su mayor bien, porque éste lo quería tener. Ellos no quisieron resignarse a recibir del Señor las cosas que resultarían para su bien. Se habían entregado a una murmuración sediciosa contra Moisés, y contra el Señor, porque no habían aceptado el conocimiento de las cosas que los perjudicarían. Su apetito depravado los dominó, y Dios les dio carne, como deseaban, y permitió que sufrieran los resultados producidos por la gratificación de su apetito sensual. Fiebres ardientes destruyeron a un gran número del pueblo. Los que habían sido más culpables en sus murmuraciones murieron tan pronto como probaron la carne que habían codiciado. Si hubieran aceptado que el Señor les eligiera los alimentos y si hubieran estado agradecidos y satisfechos por los alimentos que podían comer en abundancia y sin perjuicio, no habrían perdido el favor de Dios, ni habrían sido castigados por su murmuración rebelde cuando gran número de ellos pereció.

El propósito de Dios para Israel

Cuando Dios sacó a los hijos de Israel de Egipto, era su propósito establecerlos en la tierra de Canaán, para que constituyeran un pueblo puro, feliz y lleno de salud. Consideremos los medios por los cuales él quería realizar esto, Los sometió a un sistema de disciplina que, si lo hubieran seguido alegremente, habría resultado para el bien, tanto de ellos mismos como de su posteridad. Quitó la carne de su alimentación en gran medida. Les había concedido carne en respuesta a sus clamores, precisamente antes de llegar al Sinaí, pero fue provista solamente por un día. Dios podría haber provisto carne tan fácilmente como maná, pero impuso el pueblo una restricción para su bien. Era el propósito de Dios proveerles un alimento más adecuado a sus necesidades que el régimen afiebrante al cual muchos de ellos habían estado acostumbrados en Egipto. El apetito pervertido debía ser reducido a un estado más saludable, para que pudieran disfrutar de los alimentos provistos originalmente para el hombre: las frutas de la tierra, que Dios les dio a Adán y Eva en el Edén. Si ellos hubieran estado dispuestos a negarse la satisfacción del apetito en obediencia a las restricciones divinas, la debilidad y la enfermedad habrían sido desconocidas entre ellos. Sus descendientes habrían poseído fuerza física y mental. Habrían tenido claras percepciones de la verdad y del deber, un discernimiento agudo, y un juicio sano. Pero no estaban dispuestos a someterse a los requerimientos de Dios, y dejaron de alcanzar la norma que él había establecido para ellos, y de recibir las bendiciones que habrían sido suyas. Murmuraron bajo las restricciones de Dios, y codiciaron las ollas de carne de Egipto. Dios les permitió tener carne, pero esto les acarreó una maldición.

Un ejemplo para nosotros

"Mas estas cosas sucedieron como ejemplos para nosotros, para que no codiciemos cosas malas, como ellos codiciaron". "Y estas cosas les acontecieron como ejemplo, y están escritas para amonestarnos a nosotros, a quienes han alcanzado los fines de los siglos".

La iglesia en general en Battle Creek no ha sostenido el instituto por su ejemplo. Sus miembros no han honrado la luz de la reforma pro salud practicándola en el seno de sus familias. La enfermedad que aquejó a muchas familias en Battle Creek no necesitaría haberles sobrevenido, si ellas hubieran seguido la luz que Dios les diera. A semejanza del Israel de antaño, han desatendido la luz, y no veían mayor necesidad de restringir su apetito que la que vio el Israel antiguo. Los hijos de Israel querían tener carne para comer y dijeron, como dicen muchos hoy: moriremos sin carne. Dios le dio carne al rebelde Israel, pero su maldición estaba sobre ella. Miles de ellos murieron mientras la carne que habían deseado aún estaba entre sus dientes. Tenemos el ejemplo de los israelitas de antaño, y la advertencia para nosotros es que no hagamos como ellos hicieron. Su historia de incredulidad y rebelión está registrada como una advertencia especial para que no sigamos su ejemplo de quejamos contra los requerimientos divinos. ¿Cómo podemos decidir en forma tan indiferente, eligiendo nuestra propia conducta, siguiendo lo que nuestros propios ojos ven, y apartándonos más y más de Dios, como hicieron los hebreos? Dios no puede hacer grandes cosas en favor de su pueblo debido a la dureza del corazón y a la pecaminosa incredulidad.

Dios no hace acepción de personas; sino que en toda generación los que temen al Señor y obran con justicia son aceptados por él; en tanto que los murmuradores, los descreídos y los rebeldes no tendrán su favor o las bendiciones prometidas a los que aman la verdad y andan en ella. Los que tienen la luz y no la siguen, sino que desatienden los requerimientos de Dios, hallarán que las bendiciones que les pertenecían se transformarán en maldiciones, y las misericordias reservadas para ellos se convertirán en juicios. Dios quiere que aprendamos humildad y obediencia mientras leemos la historia del antiguo Israel, que era su pueblo peculiar y escogido, pero que provocó su propia destrucción al seguir sus propios caminos.

Nuestros hábitos de comer y beber muestran si somos del mundo o si pertenecemos al número de personas a quienes el Señor ha cortado del mundo por medio de su poderosa hacha de la verdad. Estos constituyen su pueblo peculiar, celoso de buenas obras. Dios ha hablado en su Palabra. El caso de Daniel y de sus tres compañeros contiene sermones sobre la reforma pro salud. Dios ha hablado en la historia de los israelitas, a quienes no les concedió un régimen a base de carne, para su propio bien. Los alimentó con pan del ciclo; "pan de nobles comió el hombre". Pero ellos estimularon su apetito terreno; y cuanto más concentraban sus pensamientos en las ollas de carne de Egipto, tanto más odiaban la comida que Dios les daba para mantenerlos en un buen estado de salud física, mental y moral. Anhelaban las ollas de carne, y en esto hicieron lo mismo que lo que muchos hacen en nuestros propios días.

De vuelta al régimen original

Una y otra vez se me mostró que Dios está tratando de guiarnos de vuelta, paso a paso, a su plan original: que el hombre subsista a ase de productos naturales de la tierra.

Las hortalizas, las legumbres, las frutas y los cereales deben constituir nuestro régimen alimenticio. Ni un gramo de carne debiera entrar en nuestro estómago. El consumo de carne es antinatural. Hemos de regresar al propósito original que Dios tenía en la creación del hombre.

¿No es tiempo ya de que todos prescindan de consumir carne? ¿Cómo pueden seguir haciendo uso de un alimento cuyo efecto es tan pernicioso para el alma y el cuerpo los que se esfuerzan por llevar una vida pura, refinada y santa, para gozar de la compañía de los ángeles celestiales? ¿Cómo pueden quitar la vida a seres creados por Dios y consumir su carne con deleite? Vuelvan más bien al alimento sano y delicioso que fue dado al hombre en el principio, y tengan ellos mismos y enseñen a sus hijos a tener misericordia de los seres irracionales que Dios creó y puso bajo nuestro dominio.

La preparación para la traslación

Los que esperan la venida del Señor con el tiempo eliminarán el consumo de carne; la carne dejará de formar parte de su régimen. Siempre debiéramos tener este fin en cuenta, y esforzarnos para avanzar firmemente hacia él. No puedo pensar que en la práctica del consumo de carne nos hallemos en armonía con la luz que a Dios le ha agradado darnos. Todos los que están relacionados con nuestras instituciones de salud debieran estar educándose especialmente para subsistir a base de frutas, cereales, legumbres y hortalizas. Si obramos guiados por principios en cuanto a estas cosas, si como reformadores cristianos educamos nuestro propio gusto, y colocamos nuestro régimen en armonía con el plan de Dios, podremos influir en otras personas, en esta materia, lo cual será agradable para Dios.

El principal objetivo del hombre no es gratificar su apetito. Existen necesidades físicas que deben suplirse; pero ¿es necesario que debido a esto el hombre sea dominado por el apetito? ¿Continuarán quitándole la vida a las criaturas de Dios, para saborear su carne como un manjar delicioso, esas mismas personas que tratan de ser santas, puras y refinadas para disfrutar de la compañía de los ángeles celestiales? Según lo que el Señor me ha mostrado, este orden de cosas debe ser cambiado, y entonces el pueblo peculiar de Dios ejercerá temperancia en todas las cosas.

Los que han recibido instrucciones acerca de los peligros del consumo de carne, té, café y alimentos demasiado condimentados o malsanos, y quieran hacer un pacto con Dios por sacrificio, no continuarán satisfaciendo sus apetitos con alimentos que saben son malsanos. Dios pide que los apetitos sean purificados y que se renuncie a las cosas que no son buenas. Esta obra debe ser hecha antes que su pueblo pueda estar delante de él como un pueblo perfecto.

Es para el propio bien de la iglesia remanente por lo que el Señor le aconseja a ella que descarte el uso de la carne, el té y el café, así como otros alimentos perjudiciales. Hay abundancia de otras cosas que podemos usar, para sostener nuestra vida, que son sanas y buenas.

Perfeccionando la santidad

Deben verse mayores reformas entre nuestros hermanos que pretenden estar esperando la pronta venida de Cristo. La reforma pro salud ha de hacer entre nuestros hermanos una obra que todavía no se ha hecho. Hay personas que debieran estar despiertas ante el peligro de comer carne, pero que continúan consumiendo carne de animales, poniendo así en peligro la salud física, mental y espiritual. Muchos que están hoy solamente medio convertidos con respecto al consumo de carne abandonarán el pueblo de Dios para no andar más con él.

En todas nuestras obras debemos obedecer las leyes que Dios ha dado, para que las energías físicas y espirituales puedan obrar armoniosamente. Los hombres pueden tener una forma de piedad, pueden aun predicar el Evangelio, y sin embargo no estar purificados ni santificados. Los ministros deben ser estrictamente temperantes en su comer y beber, no sea que hagan sendas torcidas para sus pies, desviando al cojo los que son débiles en la fe del camino. Si mientras proclaman el más solemne e importante mensaje que Dios jamás haya dado, los hombres combaten la verdad complaciendo hábitos incorrectos de comer y beber, quitan toda la fuerza del mensaje que llevan.

Los que se complacen en comer carne, en tomar té y en la glotonería, están sembrando semillas cuya cosecha será dolor y muerte. Los alimentos no saludables colocados en el estómago fortalecen los apetitos que combaten contra el alma, y así se desarrollan las propensiones inferiores. Un régimen a base de carne tiende a desarrollar la animalidad. El progreso de la animalidad disminuye la espiritualidad, y hace que la mente resulte incapaz de comprender la verdad.

La Palabra de Dios nos amonesta, claramente que a menos que nos abstengamos de la concupiscencia de la carne, la naturaleza física será puesta en conflicto con la naturaleza espiritual. El acto de comer lujuriosamente está en pugna contra la salud y la paz. Así se establece una guerra entre los atributos más elevados y los más bajos del hombre. Las propensiones inferiores, poderosas y activas, oprimen el alma. Los intereses superiores del ser son puestos en peligro por la indulgencia de los apetitos no sancionados por el cielo.

Los que pretenden creer la verdad han de custodiar cuidadosamente las facultades del cuerpo y la mente, de manera que Dios y su causa no sean de ninguna manera deshonrados por sus palabras o acciones. Los hábitos y las prácticas han de someterse a la voluntad de Dios. Hemos de dar cuidadosa atención a nuestro régimen. Se me ha presentado claramente que el pueblo de Dios ha de tomar una posición firme en contra del consumo de carne. ¿Estaría Dios dando a su pueblo durante treinta altos el mensaje de que si sus hijos desean tener sangre pura y mentes claras, deben abandonar el uso de la carne, si él no quisiera que ellos prestaran atención a su mensaje? Por el empleo de la carne se fortalece la naturaleza animal, y la naturaleza espiritual se debilita.

Los males morales derivados del consumo de la carne no son menos patentes que los males físicos. La carne daña la salud; y todo lo que afecta al cuerpo ejerce también sobre la mente y el alma un efecto correspondiente. Pensemos en la crueldad hacia los animales que entraña la alimentación con carne, y en su efecto en quienes los matan y en los que son testigos del trato que reciben. ¡Cuánto contribuye esto a destruir la ternura con que deberíamos considerar a estos seres creados por Dios!

El uso común de la carne de animales muertos ha tenido una influencia deteriorante sobre la moral así como sobre la constitución física. y una salud pobre, en una variedad de formas, revelaría ser resultado seguro del consumo de carne, si pudiera rastrearse la causa del efecto.

Los que usan carne desatienden todas las advertencias que Dios ha dado concerniente a esta cuestión. No tienen evidencia de que andan en sendas seguras. No tienen la menor excusa por comer carne de animales muertos. La maldición de Dios descansa sobre la creación animal. Muchas veces cuando se come carne, ésta se descompone en el estómago, y produce enfermedad. El cáncer, los tumores y las enfermedades pulmonares son producidos mayormente por el consumo de carne.

Ojalá que todos pudieran discernir estos asuntos como me fueron presentados, todos aquellos que ahora son tan descuidados, tan indiferentes con respecto a la edificación de su carácter; los que defienden el régimen a base de carne, nunca abrirían sus labios para justificar un apetito que requiere la muerte de los animales. Tal régimen contamina la sangre en sus venas, y estimularas propensiones animales inferiores. Debilita la percepción aguda y el vigor de pensamiento para entender a Dios y la verdad, y para lograr un conocimiento de sí mismo.

El consumo de carne es especialmente peligroso ahora

La carne no fue nunca el mejor alimento; pero su uso es hoy día doblemente inconveniente, ya que el número de los casos de enfermedad aumenta cada vez más entre los animales.

Los animales están enfermando cada vez más, y no transcurrirá mucho tiempo antes de que los alimentos de origen animal sean descartados por muchos además de los adventistas del séptimo día. Se han de preparar alimentos sanos, capaces de sostener la vida, a fin de que hombres y mujeres no necesiten comer carne.

¿Cuándo, los que conocen la verdad, harán su decisión en favor de los principios rectos para este tiempo y para la eternidad? ¿Cuándo serán fieles a los principios de la reforma pro salud? ¿Cuándo aprenderán que es peligroso comer carne? Se me ha instruido para que diga que si alguna vez el consumo de carne fue seguro, no lo es ahora.

La luz que se me dio es que no pasará mucho tiempo antes que tengamos que abandonar el uso de los alimentos animales. Aun la leche tendrá que descartarse. La enfermedad se está acumulando rápidamente. La maldición de Dios está sobre la tierra, porque el hombre la ha maldecido. Los hábitos y prácticas de los hombres han puesto la tierra en tal condición que la familia humana debe reemplazar los alimentos animales por otra clase de sostén. No necesitamos la carne en absoluto. Dios puede darnos otra cosa.

Si conocierais solamente la naturaleza de la carne que coméis, si vierais los animales vivos cuya carne es tomada cuando se matan, os apartaríais con asco de la carne. Los mismos animales cuya carne coméis están frecuentemente tan enfermos que, si se los dejara, morirían por esa causa; pero mientras todavía está en ellos el aliento de vida, son sacrificados y traídos al mercado. Incorporáis directamente en vuestro organismo humores y veneno de la peor clase, y sin embargo no os dais cuenta de ello.

Los animales sufren su efecto

A menudo se llevan al mercado y se venden para servir de alimento animales que están ya tan enfermos que sus dueños temen guardarlos más tiempo. Algunos de los procedimientos seguidos para cebarlos ocasionan enfermedades. Encerrados sin luz y sin aire puro, respiran el ambiente de establos sucios, se engordan tal vez con productos averiados y su cuerpo entero resulta contaminado de inmundicias.

Muchas veces los animales son transportados a largas distancias y sometidos a grandes penalidades antes de llegar al mercado. Arrebatados de sus campos verdes, y salvando con trabajo muchos kilómetros de camino, sofocados por el calor y el polvo o amontonados en vagones sucios, calenturientos y exhaustos, muchas veces faltos de alimento y de agua durante horas enteras, los pobres animales son arrastrados a la muerte para que con sus cadáveres se deleiten los seres humanos.

Muchos mueren de enfermedades causadas totalmente por el consumo de carne; sin embargo, no por esto el mundo parece actuar con más sabiduría. A menudo se matan animales que han sido transportados a través de una distancia considerable para faenarlos. La sangre se ha calentado. Están llenos de carne, y han estado privados del ejercicio saludable, y cuando tienen que viajar tanta distancia, se enferman y se agotan, y en esa condición son sacrificados para el mercado. Su sangre está muy inflamada, y los que comen su carne, comen veneno. Algunos no son afectados inmediatamente, en tanto que otros son atacados por dolores agudos, y mueren de fiebre, cólera o alguna enfermedad desconocida.

Muchísimos animales cuyos dueños sabían que estaban enfermos, son vendidos para el mercado de la ciudad, y los que los compran no siempre ignoran este hecho. Especialmente en las ciudades mayores esto se practica en gran medida, y los que consumen carne no saben que están comiendo animales enfermos.

Algunos animales llevados al matadero parecen darse cuenta por instinto de lo que está por ocurrir, y se ponen furiosos, y literalmente enloquecen. Son sacrificados mientras se hallan en ese estado, y su carne es preparada para el mercado. Su carne es veneno, y ha producido, en quienes la han consumido, calambres, convulsiones, apoplejía y muerte repentina. Y sin embargo la causa de todos estos sufrimientos no se atribuye a la carne.

Algunos animales son inhumanamente tratados mientras se llevan al matadero. Literalmente son torturados, y después de haber soportado muchas horas de extremo sufrimiento, son sacrificados. Se han preparado cerdos para el mercado aun mientras la plaga estaba en ellos, y su carne tóxica ha esparcido enfermedades contagiosas, y la consecuencia ha sido una gran mortandad.

Los efectos físicos de un régimen a base de carne aumentan la propensión a la enfermedad y a la muerte repentina

El peligro de contraer una enfermedad aumenta diez veces al comer carne.

Los médicos mundanos no pueden explicar el rápido aumento de las enfermedades en la familia humana. Pero nosotros sabemos que mucho de este sufrimiento está causado por el consumo de carne.

Los animales están enfermos, y al participar de su carne, implantamos la semilla de la enfermedad en nuestros propios tejidos y en nuestra sangre. Luego, cuando estamos expuestos a cambios en una atmósfera palúdica somos más sensibles a los mismos; también cuando estamos expuestos a epidemias y a enfermedades contagiosas, el organismo no se halla en buena condición para resistir la enfermedad.

Tenéis carne, pero no es buen material. Estáis en peor condición por esta cantidad de carne. Si cada uno de vosotros se restringiera a un régimen estricto, que os haría perder de 12 a 15 kilogramos de vuestro peso total, estaríais mucho menos propensos a la enfermedad. El consumo de carne ha producido una calidad pobre de sangre y de carne. Vuestro organismo se halla en un estado de inflamación, preparado para la enfermedad. Estáis propensos a ataques agudos de enfermedad, y a una muerte repentina, porque no poseéis una constitución fuerte como para hacer frente y resistir a la enfermedad. Vendrá un tiempo cuando la fuerza y la salud que os habéis jactado que poseíais resultarán ser debilidad.

Sangre enferma

He sido instada por el Espíritu de Dios a presentar delante de varias personas el hecho de que sus sufrimientos y escasa salud tienen como causa el no haber prestado atención a la luz que les fue dada sobre la reforma pro salud. Les he mostrado que su régimen a base de carne, que creían que era esencial, no era necesario, y que puesto que ellos estaban formados de lo que comían, el cerebro, los huesos y los músculos se hallaban en una condición enferma, porque vivían a base de carne de animales muertos; que su sangre se estaba corrompiendo por este régimen impropio; que la carne que consumían era enferma, y su organismo entero se estaba tornando pesado y corrompido.

Ingeridas como alimento las carnes perjudican a la sangre. Al cocinar carnes con muchos condimentos, y al comerlas con pasteles y tortas suculentas, se obtiene sangre de mala calidad. El organismo está demasiado recargado para asimilar esa clase de alimentos. Los pasteles de carne y los encurtidos, que nunca debieran hallar cabida en un estómago humano, proporcionarán una sangre de pésima calidad. Y un alimento de mala clase, cocinado en forma impropia y en cantidad insuficiente, no puede formar buena sangre. Los alimentos suculentos a base de carne y un régimen empobrecido producirán los mismos resultados.

El cáncer, los tumores y todas las enfermedades inflamatorias son producidos mayormente por el consumo de carne.

Por la luz que Dios me ha dado sé que la prevalencia de cáncer y tumores se debe mayormente a un sistema de vida vulgar a base de carne.

Cáncer, tuberculosis, tumores

El régimen a base de carne es un asunto serio. ¿Vivirán los seres humanos a base de carne de animales muertos? La respuestas por la luz que Dios me ha dado es: "No, decididamente no". Las instituciones que promueven la reforma pro salud deben educar sobre este asunto. Los médicos que pretenden comprender el organismo humano no deben animar a sus pacientes a vivir a base de carne de animales muertos. Deben señalar el aumento de las enfermedades en el reino animal. Según el testimonio de los examinadores muy pocos animales están libres de enfermedad, y la práctica de comer mayormente carne hace que se contraigan enfermedades de todo género: cáncer, tumores, escrófula, tuberculosis y una cantidad de otras afecciones similares.

Los que comen carne y sus derivados no saben lo que ingieren. Muchas veces si hubieran visto los animales vivos y conocieran la calidad de su carne, la rechazarían con repugnancia. Continuamente sucede que la gente come carne llena de gérmenes de tuberculosis y cáncer. Así se propagan estas enfermedades y otras también graves.

Las mesas de muchas mujeres que profesan ser cristianas se cubren diariamente con una variedad de platos que irritan el estómago y producen una condición febril en el organismo. La carne constituye el artículo principal de alimentación en la mesa de algunas familias, hasta que su sangre se llena de humores cancerosos y escrofulosos. Sus cuerpos se componen de lo que comen. Pero cuando los aflige el sufrimiento y la enfermedad, estas cosas se consideran una aflicción de la Providencia.

Disminuye el vigor mental

Los que usan carne en abundancia, no siempre tienen un cerebro despejado y una inteligencia activa, debido a que el uso de carne tiende a causar una tosquedad o pesadez en el cuerpo, y a entorpecer las facultades más delicadas de la mente.

Dios quiere que las facultades perceptivas de sus hijos sean claras y capaces de arduo trabajo. Pero si estáis viviendo a base de un régimen de carne, no necesitáis esperar que vuestra mente sea fructífera. Los pensamientos deben ser limpiados; entonces la bendición de Dios descansará sobre su pueblo.

Es imposible que quienes hacen copioso consumo de carne tengan un cerebro despejado y un intelecto activo.

Existe un letargo alarmante sobre el tema del sensualismo inconsciente. Es costumbre comer carne de animales muertos. Esto estimula las bajas pasiones del organismo humano.

Un régimen a base de carne cambia la disposición y fortalece la animalidad. Nos componemos de lo que comemos, y el comer mucha carne disminuirá la actividad intelectual. Los estudiantes lograrían mucho más en sus estudios si nunca probaran la carne. Cuando la parte animal del agente humano es fortalecida por el consumo de carne, las facultades intelectuales disminuyen proporcionalmente. Una vida religiosa puede obtenerse y mantenerse con mayor éxito si se descarta la carne, porque este régimen estimula las tendencias sensuales a una actividad intensa, y debilita la naturaleza moral y espiritual. "El deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne" (Gál. 5: 17)

Fortalece las pasiones bajas

Si alguna vez hubo un tiempo cuando el régimen debería ser más sencillo, es ahora. No debemos colocar carne delante de nuestros hijos. Esta excita y fortalece las pasiones bajas, y tiende a amortiguar las facultades morales.

Se me ha instruido en el sentido de que el uso de carne tiende a animalizar la naturaleza, y a despojar a los hombres y mujeres del amor y la simpatía que deben sentir por cada uno. Estamos hechos de lo que comemos, y aquellos cuyo régimen se compone mayormente de carne llegan a una condición en la que ellos permiten que las bajas pasiones dominen por encima de las facultades superiores del ser. . .

No señalamos ninguna línea precisa de conducta para seguir en materia de régimen. Hay muchas clases de alimento sano. Pero afirmamos que la carne no es el alimento debido para el pueblo de Dios. Animaliza a los seres humanos. En un país como éste, donde hay frutas, cereales y nueces en abundancia, ¿cómo puede alguien pensar que debe comer carne de animales muertos?

Si las cosas fueran como deben ser en los hogares que constituyen nuestras iglesias, haríamos un doble servicio en favor del Señor. Según la luz que me ha sido dada debe darse un mensaje más decidido con respecto a la reforma pro salud. Los que usan carne fortalecen las tendencias inferiores y preparan el camino para que la enfermedad tome posesión de ellos.

Su familia ha consumido mayormente carne, de modo que las propensiones animales se han fortalecido, en tanto que las intelectuales se han debilitado. Nos componemos de aquello que comemos, y si subsistimos mayormente a base de carnes de animales muertos, participaremos de su naturaleza. Ud. ha estimulado la parte más tosca de su cuerpo, en tanto que la más refinada se ha debilitado.

Queremos que la verdad impregnadora de la Palabra de Dios se posesione de cada uno de nuestros hermanos antes de que terminen estas reuniones. Queremos que entiendan que la carne no es el alimento adecuado para ellos. Un régimen tal cultiva las pasiones animales en ellos y en sus hijos. Dios quiere que eduquemos a nuestros hijos en los hábitos correctos de comer, vestir y trabajar. El quiere que hagamos lo que podamos para reparar la máquina desgastada.

La conducta más segura

Las facultades intelectuales, morales y físicas son rebajadas por el uso habitual de la carne. El uso de carne trastorna el organismo, anubla el intelecto y entorpece las sensibilidades morales. Os decimos, querido hermano y hermana, que vuestra conducta más segura es dejar la carne.

No se reconoce la causa

Los efectos de una alimentación con carne no se advierten tal vez inmediatamente; pero esto no prueba que esa alimentación carezca de peligro. Pocos se dejan convencer de que la carne que han comido es lo que envenenó su sangre y causó sus dolencias.

El tema me ha sido presentado bajo diferentes aspectos. La mortalidad causada por el consumo de carne no se discierne; si se percibiera, no oiríamos más defensas y excusas en favor de la complacencia del apetito por la carne. Tenemos abundancia de cosas buenas para satisfacer el hambre sin necesidad de poner cadáveres sobre nuestra mesa para que integren nuestro menú.

Muchos mueren de enfermedades totalmente debidas al consumo de carne, y la verdadera causa apenas es sospechada por ellos o por otras personas. Algunos no sienten inmediatamente sus efectos, pero ésta no es una evidencia de que no les esté haciendo daño. Puede estar haciendo su obra en forma segura en el organismo, y sin embargo por el momento la víctima puede no darse cuenta de ello.

Ud. ha dicho repetidamente en defensa de su complacencia del deseo de comer carne: "Por perjudicial que sea para otros, no me daña a mí, porque la he usado toda mi vida". Pero Ud. no sabe cuán bien se sentiría si se hubiera abstenido del uso de carne.

El cerdo es especialmente condenado

Dios os ha dado luz y conocimiento, que según habéis profesado creéis que provienen directamente de él. Esa luz os enseña a negaros a satisfacer el apetito. Sabéis que el uso de carne de cerdo es contrario al expreso mandato del Señor, no porque él deseara manifestar especialmente su autoridad, sino porque esa carne sería dañina para los que la consumieran. Su empleo haría que la sangre fuera impura, de manera que la escrófula y otros humores corrompieran el sistema, y todo el organismo sufriera. Especialmente los finas y delicados nervios del cerebro se debilitan y su función se entorpece de tal manera que las cosas sagradas no se disciernen, sino que se colocan en un plano inferior con las cosas comunes.

En los tejidos del cerdo hormiguean los parásitos. Del cerdo dijo Dios: "Os será inmundo. De la carne de éstos no comeréis, ni tocaréis sus cuerpos muertos" (Deut. 14:8). Este mandato fue dado porque la carne del cerdo es impropia para servir de alimento. Los cerdos se alimentan de desperdicios, y sólo sirven para este fin. Nunca, en circunstancia alguna, debería ser consumida su carne por los seres humanos.

El cerdo, aunque constituye uno de los artículos más comunes del régimen alimenticio, es uno de los más perjudiciales. Dios no prohibió que los hebreos comiesen carne de cerdo únicamente para mostrar su autoridad, sino porque no era un alimento adecuado para el hombre. Llenaba el organismo con escrófula, y especialmente en ese clima cálido producía lepra y diversas clases de enfermedades. La influencia sobre el organismo en ese clima era mucho más perjudicial que en un clima más frío. Pero Dios nunca se propuso que se consumiese cerdo en circunstancia alguna, Los paganos consumían el cerdo como alimento, y el pueblo norteamericano ha utilizado abundantemente el cerdo como un importante artículo de alimentación. La carne de cerdo no sería agradable al paladar en su estado natural. De modo que se la torna apetecible condimentándola abundantemente, lo que hace que una cosa mala se torne peor. La carne de cerdo, por encima de todas las demás carnes, pone la sangre en mal estado. Los que consumen carne de cerdo en abundancia no pueden evitar estar enfermos. Los que hacen mucho ejercicio al aire libre no se dan cuenta de los efectos perjudiciales de la carne de cerdo como los que viven en los edificios, y cuyos hábitos son sedentarios y su trabajo es mental.

Pero el consumo de carne de cerdo no daña únicamente la salud física. La mente es afectada y la delicada sensibilidad queda embotada por el uso de este tosco alimento. Es imposible que la carne de ninguna criatura viviente esté sana cuando la inmundicia constituye su ambiente natural, y cuando se alimenta de toda clase de cosas detestables. La carne de cerdo se compone de lo que éste come. Si los seres humanos ingieren su carne, su sangre y su carne quedarán corrompidas por las impurezas que recibirán a través del cerdo.

El consumo de carne de cerdo ha producido escrófula, lepra y humores cancerosos. El consumo de carne de cerdo continúa causando el sufrimiento más intenso a la humanidad.

La grasa y la sangre animal

Como familia, estáis lejos de hallaros libres de enfermedad. Habéis usado el sebo de los animales que Dios en su Palabra prohibe expresamente. "Estatuto perpetuo será por vuestras edades, dondequiera que habitéis, que ninguna grosura ni ninguna sangre comeréis" (Lev.3:17)"Además, ninguna sangre comeréis en ningún lugar en donde habitéis, ni de aves ni de bestias. Cualquiera persona que comiere de alguna sangre, la tal persona será cortada de entre su pueblo" (Lev 7:26, 27)

La carne se sirve despidiendo un fuerte olor a grasa, porque conviene al gusto pervertido. Tanto la sangre como la grasa de los animales son consumidas como manjares deliciosos. Pero el Señor dio instrucciones especiales de que estas cosas no debían comerse. ¿Por qué? Porque su uso produciría una corriente sanguínea enferma en el organismo humano. El no prestar atención a las instrucciones especiales del Señor ha traído una variedad de dificultades y enfermedades a los seres humanos... Si éstos introducen en su organismo lo que no puede constituir buena carne y buena sangre, deben soportar los resultados de su falta de atención a la Palabra de Dios.

El pescado a menudo está contaminado

En muchos puntos los peces se contaminan con las inmundicias de que se alimentan y llegan a ser causa de enfermedades. Tal es en especial el caso de los peces que tienen acceso a las aguas de albañal de las grandes ciudades. Los peces que se alimentan de lo que arrojan las alcantarillas pueden trasladarse a aguas distantes, y ser pescados donde el agua es pura y fresca. Al servir de alimento llevan la enfermedad y la muerte a quienes ni siquiera sospechan el peligro.

Reconocimiento de condiciones de emergencia

Donde puede obtenerse abundancia de buena leche y frutas, raramente existe una excusa para consumir alimento animal; no es necesario quitar la vida a ninguna de las criaturas de Dios para suplir nuestras necesidades ordinarias. En ciertos casos de enfermedad o de agotamiento puede pensarse que es mejor emplear algo de carne, pero debe ejercerse mucho cuidado en conseguir la carne de animales sanos. Ha llegada a ser muy serio el asunto de si es seguro usar carne en alguna forma en esta época del mundo.

No comer nunca carne sería mejor que comer carne de animales que no son sanos. Cuando yo no podía obtener el alimento que necesitaba, a veces he comido un poco de carne; pero tengo cada vez más temor de hacerlo.

Algunos creen honradamente que un régimen adecuado se compone especialmente de gachas. El alimentarse mayormente a base de gachas o papillas no aseguraría la salud de los órganos digestivos; porque este alimento es demasiado inconsistente o blando. Estimúlese el consumo de frutas, legumbres, hortalizas y pan, Un régimen de carne no es el más sano, y sin embargo yo no asumiría la posición de que la carne debe ser descartada por todos. Los que tienen órganos digestivos debilitados pueden a menudo usar carne, cuando no pueden comer legumbres, hortalizas, frutas o gachas. Si queremos preservar la mejor salud, debemos evitar consumir verduras y frutas en la misma comida. Si el estómago es débil, habrá trastornos, el cerebro se confundirá, y resultará inapto para realizar esfuerzo mental. Téngase la fruta en una comida y las verduras en la próxima. ..

Las tortas dulces, los budines dulces, y los flanes o natillas perturbarán los órganos digestivos, ¿y por qué tentaríamos a los que rodean la mesa colocando tales artículos delante de ellos? Cuanto mayor sea la abundancia en que la carne componga el régimen de los maestros y alumnos, tanto menos susceptible será la mente de comprender las cosas espirituales. Las propensiones animales se fortalecen, y las finas sensibilidades de la mente se oscurecen. El estudio diligente no es la causa principal del quebrantamiento de las facultades mentales. La causa principal es el régimen alimenticio indebido, las comidas irregulares y la falta de ejercicio físico. Las horas irregulares para comer y dormir absorben las fuerzas del cerebro.

Un régimen sin carne es adecuado

La carne no es esencial para la salud o la fuerza; y si esto no fuera así, el Señor habría cometido un error cuando proveyó alimento para Adán y Eva entes de su caída. Todos los elementos nutritivos están contenidos en las frutas, las hortalizas, las legumbres y los cereales.

Es un error suponer que la fuerza muscular dependa de consumir alimento animal, pues sin él las necesidades del organismo pueden satisfacerse mejor y es posible gozar de salud más robusta. Los cereales las frutas, las oleaginosas y las verduras contienen todas las propiedades nutritivas para producir buena sangre. Estos elementos no son provistos tan bien ni de un modo tan completo por la dieta de carne. Si la carne hubiera sido de uso indispensable para dar salud y fuerza, se la habría incluido en la alimentación indicada al hombre desde el principio.

¿Por qué usar alimento de segunda mano?

El régimen de los animales se compone de verduras y cereales. ¿Necesitan las verduras ser animalizadas, deben ser incorporadas en el organismo de los animales antes de que las empleemos? ¿Debemos obtener nuestro régimen vegetal comiendo la carne de criaturas muertas? Dios proveyó frutas en su estado natural para nuestros primeros padres. Cuando le encargó a Adán que cuidara del jardín, que lo labrara y lo trabajara, le dijo: Esto "os será para comer". No era su propósito que un animal destruyera a otro para obtener alimento.

Los que comen carne no hacen más que comer cereales y verduras de segunda mano, pues el animal recibe de tales productos el alimento que lo nutre. La vida que estaba en los cereales y en las verduras pasa al organismo del ser que los come. Nosotros a nuestra vez la recibimos al comer la carne del animal. ¡Cuánto mejor sería aprovecharla directamente, comiendo el alimento que Dios dispuso para nuestro uso!

La carne es un estimulante típico

A menudo, al dejar de consumir carne, se experimenta una sensación de debilidad Y falta de vigor. Mucho insisten en que esto prueba que la carne es esencial; pero se la echa de menos porque es un alimento estimulante que enardece la sangre y excita los nervios. A algunos les es tan difícil dejar de comer carne como a los borrachos renunciar al trago; y sin embargo se beneficiarían con el cambio.

La carne también es perjudicial. Su efecto naturalmente excitante debería ser argumento suficiente contra su consumo; y el hecho de que los animales estén casi universalmente enfermos la hace doblemente reprobable. Tiende a irritar los nervios y excita las pasiones favoreciendo de este modo las tendencias más bajas.

Me sorprendió en cierta forma su argumento en cuanto a por qué un régimen a base de carne lo ha mantenido a Ud. fuerte, pues, si Ud. prescindiera de su persona y de sus intereses individuales, su razón le enseñaría que un régimen a base de carne no es tan ventajoso como Ud. supone. Ud. sabe cómo contestaría a una persona apegada al tabaco si ella le presentara, como una defensa del uso del tabaco, los argumentos que Ud. ha presentado como razón por la cual Ud. debe continuar el uso de carne de animales muertos como alimento.

La debilidad que Ud. siente cuando no usa carne es uno de los argumentos más poderosos que yo podría presentarle como una razón para que Ud. deje el empleo de ese alimento. Los que comen carne se sienten estimulados después de consumir este alimento, y suponen que están más fuertes. Después que alguien deja el uso de la carne, por un tiempo puede sentir debilidad, pero cuando su organismo es limpiado del efecto de régimen, deja de sentirse débil, y de anhelar lo que ha defendido como algo esencial para tener fuerza.

Provéanse sustitutos

Cuando se deja la carne hay que sustituirla con una variedad de cereales, nueces, legumbres, verduras y frutas que sea nutritiva y agradable al paladar. Es particularmente necesario al tratarse de personas débiles o que estén recargadas de continuo trabajo. En algunos países donde reina la escasez, la carne es la comida más barata. En tales circunstancias, el cambio de alimentación será más difícil, pero puede realizarse. Sin embargo, debemos tener en cuenta la condición de la gente y la fuerza de las costumbres establecidas, y también guardarnos de imponer indebidamente las ideas nuevas, por buenas que sean. No hay que instar a nadie a que efectúe este cambio bruscamente. La carne debe reemplazarse con alimentos sanos y baratos. En este asunto mucho depende de quien cocine. Con cuidado y habilidad, pueden prepararse manjares nutritivos y apetitosos con que sustituir en buena parte la carne.

En todos los casos, edúquese la conciencia, apélese a la voluntad, suminístrese alimento bueno y sano, y el cambio se efectuará de buena gana, y en breve cesará la demanda de carne.

La debida forma de cocinar los alimentos es una de las tareas más importantes. Especialmente donde la carne no constituye un artículo principal de alimentación, la buena preparación de los alimentos es un requisito esencial. Debe prepararse algo para ocupar el lugar de la carne, y esos sustitutos deben ser bien preparados, de manera que no se desee la carne.

Excusas ilógicas

Cuando Satanás torna posesión de la mente, ¡cuán pronto se esfuman la luz y la instrucción que el Señor ha dado en su bondad, de manera que ya no tienen fuerza! ¡Cuántas personas fabrican excusas e inventan necesidades que no existen, para sostenerse en su conducta errónea, mientras ponen a un lado la luz y la pisotean! Hablo con seguridad. La mayor objeción a la reforma pro salud es que este pueblo no vive la reforma; y sin embargo dirá con seguridad que no puede vivir la reforma pro salud y preservar su vigor.

En cada caso semejante encontramos una buena razón por la cual ellos no pueden vivir la reforma pro salud. No la viven, y nunca la han seguido estrictamente, y por lo tanto no pueden ser beneficiados por ella. Algunos caen en el error de pensar que porque descartan la carne no tienen necesidad de reemplazarla con las mejores frutas y legumbres, preparadas en su estado más natural, libre de grasas y especias. Si solamente arreglaran con habilidad las cosas abundantes de las cuales el Creador nos ha rodeado, padres e hijos, empeñados en forma conjunta y con clara conciencia en la tarea, disfrutarían de los alimentos sencillos, y podrían entonces hablar con comprensión de la reforma pro salud. Los que no han sido convertidos a la reforma pro salud y nunca la han adoptado, no pueden ser jueces de sus beneficios. Los que se apartan ocasionalmente para gratificar su gusto y comer un pavo engordado u otras carnes, pervierten su apetito, y no son las personas indicadas para juzgar los beneficios del sistema de la reforma pro salud. Están gobernados por el gusto, y no por los principios.

Llmados fervientes a practicar la reforma

Muchos padres actúan como si carecieran de raciocinio. Se hallan en un estado de letargo, paralizados por la complacencia del apetito pervertido y de la pasión degradante. Nuestros ministros, que conocen la verdad, deben despertar al pueblo de su condición paralizada, e inducir a nuestros hermanos a dejar las cosas que crean apetito por la carne. Si descuidan la reforma, perderán poder espiritual, y llegarán a estar cada vez más degradados por la complacencia pecaminosa. En muchos hogares se practican hábitos que disgustan al universo celestial, hábitos que degradan a los seres humanos y los colocan en un nivel más bajo que las bestias. Digan todos los que conocen la verdad: "Os ruego... que os abstengáis de los deseos carnales que batallan contra el alma".

Que ninguno de nuestros ministros presente un ejemplo malo en el consumo de carne. Vivan ellos y sus familias a la altura de la reforma pro salud. No animalicen nuestros pastores su propia naturaleza y la naturaleza de sus hijos. Niños cuyos deseos no han sido restringidos, son tentados no sólo a complacer los hábitos comunes de intemperancia, sino también a dar rienda suelta a sus bajas pasiones, y a desatender la pureza y la virtud. Ellos son guiados por Satanás no solamente a corromper sus propios cuerpos, sino a susurrarles a otros sus comunicaciones perversas. Si los padres están cegados por el pecado, a menudo dejarán de discernir estas cosas.

A los padres que viven en las ciudades, el Señor les envía la clamorosa advertencia: Juntad a vuestros hijos en vuestra propia casa; reunidlos para separarlos de los que no prestan atención a los mandamientos de Dios, los que enseñan y practican el mal. Salid de las ciudades tan rápido como sea posible.

Los padres pueden procurar pequeños hogares en el campo, con tierra para cultivar, donde pueden tener huertas y cultivar hortalizas y pequeñas frutas para que ocupen el lugar de la carne, la cual tanto corrompe el torrente sanguíneo vitalizador que circula por las venas.

Fuerza para resistir por medio del ayuno y la oración

Si nuestro apetito reclama carnes de animales muertos, se impone la necesidad de ayunar y orar para que el Señor nos dé su gracia para negarnos los apetitos carnales que combaten contra el alma. [El ayunar es benéfico para cambiar el régimen a base de carne y alimentos fuertes - 312]

Cuando la oración por sanidad es inconsecuente

Entre los adventistas hay algunos que no prestarán oído a la luz que les fue dada con respecto a este asunto. Hacen de la carne parte de su régimen, y son aquejados por la enfermedad. Mientras están enfermos sufren como resultado de su propia conducta errónea, y piden oraciones de parte de los siervos de Dios. ¿Pero cómo puede el Señor actuar en favor de ellos cuando no están dispuestos a hacer su voluntad, cuando rehusan prestar atención a la instrucción divina con respecto a la reforma pro salud?

Durante treinta años la luz sobre la reforma pro salud ha estado brillando sobre el pueblo de Dios, pero muchos la han convertido en un tema de diversión. Han venido usando té, café, especias y carne. Sus cuerpos están llenos de enfermedad. Me pregunto ¿cómo podemos presentar a tales personas delante del Señor para pedir sanidad?

Los bollos blandos calientes* y la carne se hallan en completo desacuerdo con los principios de la reforma pro salud. Si permitimos que la razón ocupe el lugar del impulso y el amor a la complacencia sensual, no debemos probar la carne de animales muertos. ¿Qué cosa hay más repulsiva para el olfato que el olor de un negocio donde se guarda carne para la venta? El olor a carne cruda es ofensivo para todos aquellos cuyos sentidos no han sido depravados por el cultivo de apetitos antinaturales. ¿Qué cosa más desagradable a la vista de una persona de mente reflexiva que los animales sacrificados para ser devorados? Si la luz que Dios nos ha dado con respecto a la reforma pro salud es desatendida, él no obrará un milagro para mantener sanos a los que siguen una conducta tal que los enferma.

Dirigentes en la reforma

Aun cuando no hacemos del uso de la carne una prueba [de discipulado], aun cuando no queremos forzar a nadie a abandonar su uso, es nuestro deber pedir que ningún ministro de la asociación tome livianamente o se oponga al mensaje de la reforma en este punto. Si, en vista de la luz que Dios nos ha dado con respecto al efecto del consumo de la carne sobre el sistema, continuáis comiendo carne, debéis soportar las consecuencias. Pero no asumáis una posición, ante el pueblo, que les permita pensar que no es necesario llamar a una reforma con respecto al consumo de carne; porque el Señor está llamando a una reforma. El Señor nos ha dado la tarea de proclamar el mensaje de la reforma pro salud, y si vosotros no podéis avanzar en las filas de los que dan este mensaje, no debes hacer esto prominente. Al obrar en contra de los esfuerzos de vuestros obreros colaboradores, quienes enseñan la reforma pro salud, estáis fuera de lugar y actuáis en el lado erróneo.

Como mensajeros de Dios, ¿no presentaremos un testimonio decidido en contra de la complacencia de un apetito pervertido?... Dios ha provisto abundancia de frutas y cereales, los cuales pueden ser saludablemente preparado y empleados en cantidades debidas. ¿Por qué, entonces, continúan los hombres eligiendo carne? ¿Podemos tener confianza en ministros que, sentados en mesas donde se sirve carne, se unen con los demás para comerla?...

"Guardad cuidadosamente los mandamientos de Jehová vuestro Dios". Todo el que viola las leyes de la salud será visitado seguramente por el desagrado de Dios, ¡Oh, cuánto del Espíritu Santo debemos tener día tras día, si queremos andar con circunspección, negando el yo, y practicando las virtudes del carácter de Cristo!

Alístense nuestros ministros y colportores bajo el estandarte de la estricta temperancia. Nunca se avergüencen de decir: "No, gracias; no como carne. Tengo escrúpulos de conciencia contra el comer la carne de animales muertos". Si se ofrece té, rechazadlo, dando la razón que os induce a hacerlo. Explicad que es perjudicial, y aun cuando por un tiempo sea estimulante, el estimulo pronto pasa, y se siente una depresión correspondiente.

Con respecto a la carne todos podemos decir: No la toquéis. Y todos deben dar un testimonio claro en contra del té y el café, no usándolos jamás. Son. narcóticos, y perjudican tanto al cerebro como a los otros órganos del cuerpo. No ha llegado todavía el tiempo cuando pueda decir que el uso de la leche y los huevos debe ser completamente abandonado. La leche y los huevos no deben ser clasificados con la carne. En algunas dolencias el uso de los huevos es muy benéfico.

Que los miembros de nuestras iglesias se nieguen todo apetito egoísta. Cada centavo gastado en té, café y carne ha sido peor que desperdiciado; porque estas cosas obstaculizan el mejor desarrollo de las facultades físicas, mentales y espirituales.

Un resumen

Si pudiese beneficiamos el satisfacer nuestro deseo de comer carne, no os dirigiría esta súplica; pero sé que ello es imposible. Los alimentos preparados a base de carne perjudican la salud física, y debemos aprender a vivir sin ellos. Los que están en situación de poder seguir un régimen vegetariano, pero prefieren seguir sus propias inclinaciones en este asunto, comiendo y bebiendo como quieren, irán descuidando gradualmente la instrucción que el Señor ha dado tocante a otras fases de la verdad presente, perderán su percepción de lo que es verdad y segarán con toda seguridad lo que hayan sembrado.

Se me ha mostrado que no debe servirse a los alumnos de nuestros colegios carne ni otros productos reconocidos como dañinos para la salud. Ninguna cosa que pudiera hacer apetecer estimulantes debe ser colocada sobre la mesa. Al decirlo, me dirijo tanto a los jóvenes como a los adultos y a los ancianos. Absteneos de las cosas que puedan dañaros. Servid al Señor con sacrificio.

Los niños deben participar con inteligencia en esta obra. Todos somos miembros de la familia del Señor; y él quiere que sus hijos ancianos y jóvenes resuelvan sacrificar sus apetitos y economizar el dinero necesario para construir capillas y sostener a los misioneros.

Estoy comisionada para decir a los padres: Colocaos enteramente, alma y espíritu, del lado del Señor en este asunto. Debemos recordar en estos días de prueba que estamos en juicio delante del Señor del universo. ¿No renunciaréis a las costumbres que os causan daño? Las palabras valen poco; mostrad por vuestros actos de abnegación que queréis obedecer a las órdenes que el Señor da a su pueblo peculiar. Luego, colocad en la tesorería una parte del dinero economizado por medio de vuestro renunciamiento, y habrá recursos para proseguir la obra de Dios.

Algunos piensan que no pueden vivir sin comer carne; pero si quisieran ponerse de parte del Señor, decididos a andar resueltamente en la senda en que él nos ha guiado, recibirían fuerza y sabiduría como Daniel y sus compañeros. Dios les daría entendimiento sano. Muchos se sorprenderían al ver cuánto podrían economizar para la causa de Dios mediante actos de renunciamiento. Las sumitas ahorradas por actos de sacrificio contribuirán más para edificar la causa de Dios que las donaciones cuantiosas que o son el fruto de la abnegación.

Los adventistas del séptimo día transmiten verdades trascendentales. Hace más de cuarenta años que el Señor nos dio luces especiales sobre la reforma pro salud; pero, ¿cómo seguimos en esa luz? ¡Cuántos hay que han rehusado poner su vida en armonía con los consejos de Dios! Como pueblo, debiéramos realizar progresos proporcionales a la luz que hemos recibido. Es deber nuestro comprender y respetar los principios de la reforma pro salud. En el asunto de la temperancia, deberíamos dejar muy atrás a todos los demás; sin embargo, hay en nuestras iglesias miembros a quienes las instrucciones no han faltado, y hasta predicadores, que demuestran poco respeto por la luz que Dios nos ha dado tocante a este asunto. Comen según sus gustos y trabajan como mejor les perece. . .

No prescribimos un régimen definido, pero decimos que en los países donde abundan las frutas, los cereales y las nueces, la carne no es el alimento adecuado para el pueblo de Dios. Se me ha indicado que la carne propende a animalizar la naturaleza, a despojar a los hombres y mujeres del amor y la simpatía que debieran sentir por cada cual, y hace predominar las pasiones bajas sobre las facultades más elevadas del ser. Si el comer carne fue alguna vez saludable, no lo es ahora. Los cánceres y tumores y las enfermedades pulmonares se deben mayormente a la costumbre de comer carne.

No hacemos del consumo de la carne una condición para la admisión de los miembros; pero debiéramos considerar la influencia que ejercen sobre otros los creyentes profesos que usan carne. Como mensajeros de Dios, sino diremos al pueblo: "Si, pues, coméis o bebéis o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios"? (1 Cor. 10:31.) ¿No daremos un testimonio decidido contra la complacencia del apetito pervertido? ¿Quiere cualquiera de los que son ministros del Evangelio y que proclaman la verdad más solemne que haya sido dada a los mortales, dar el ejemplo de volver a las ollas de Egipto? ¿Quieren los que son, sostenidos por el diezmo de la tesorería de Dios permitir que la gula envenene la corriente vital que fluye por sus venas? ¿Harán caso omiso de la luz y las amonestaciones que Dios les ha dado? La salud del cuerpo debe considerarse como esencial para el crecimiento en la gracia y la adquisición de un carácter templado. Si no se cuida debidamente el estómago, será trabada la formación de un carácter moral integro. El cerebro y los nervios están en relación íntima con el estómago. De los errores practicados en el comer y beber resultan pensamientos y hechos erróneos.

Todos somos probados en este tiempo. Hemos sido bautizados en Cristo; y si estamos dispuestos a separarnos de todo aquello que tienda a degradarnos y a hacernos lo que no debemos ser, recibiremos fuerza para crecer en Cristo, nuestra cabeza viviente, y veremos la salvación de Dios.

LA REFORMA PROGRESIVA EN LA ALIMENTACIÓN EN LAS INSTITUCIONES ADVENTISTAS

[Nota: Existen registros históricos según los cuales las instituciones adventistas de salud en sus primeros días servían carne en mayor o menor grado a los pacientes y a los ayudantes. La reforma en esta fase de una vida sana fue progresiva. En las instituciones más antiguas, después de una larga lucha, la carne se fue descartando y desapareció de todas las mesas. En el caso del Sanatorio de Battle Crerk este paso fue tomado en 1898, mayormente en respuesta al consejo de la pluma, de la Sra. de White que aparece en este capítulo (722). En el Sanatorio de Santa Helena, California, el cambio se realizó en 1903. Por este tiempo la educación con respecto a un régimen sin carne se había esparcido ampliamente, y la carne era descartada del menú de los huéspedes con menor dificultad que si se hubiese excluido en una fecha anterior. Era un gozo para los gerentes de las instituciones más antiguas saber que en las instituciones nuevas que se inauguraban por entonces no se servía carne a los pacientes.

El consejo sobre el tema de la carne no es completo sin el cuadro de la lucha para abandonarla que se desarrolló en nuestras instituciones según la presentan diferentes comunicaciones de la Sra. de White, y la instrucción que requería una reforma progresiva en el régimen. Es esencial que el lector tenga en cuenta estos hechos y la época en que se escribieron las distintas declaraciones al estudiar esta fase del tema de la carne.- Los compiladores.]

Llamados a establecer un régimen sin carne en nuestras primeras instituciones médicas (1884).

Me he levantado esta mañana a las cuatro para escribirle unas pocas líneas, He estado pensando mucho últimamente acerca de cómo la institución que Ud. preside podría llegar a ser todo lo que Dios quiere que sea, y tengo unos pocos pensamientos que sugerirle.

Nosotros somos reformadores en pro de la salud, que tratamos de regresar, hasta donde sea posible, al plan original de temperancia establecido por el Señor. La temperancia no consiste meramente en abstenerse de las bebidas alcohólicas y el tabaco, ambos intoxicantes. Tiene un ámbito mayor que éste. Debe regular lo que comemos.

Todos estamos familiarizados con la luz sobre el tema de la reforma pro salud. Pero cuando yo visito el Instituto de Salud, veo que hay un señalado apartamiento de la reforma pro salud sobre el asunto del consumo de carne, y estoy convencida de que debe haber un cambio. El régimen de Uds. se compone mayormente de carne. Dios no nos está guiando en esa dirección; el enemigo está tratando de establecer el asunto del régimen sobre bases erróneas induciendo a los que están a cargo de la institución a acomodar la alimentación al apetito de los pacientes.

Cuando el Señor dirigió a los hijos de Israel para sacarlos de Egipto, se propuso establecerlos en Canaán como un pueblo puro, feliz y lleno de salud. Estudiemos el plan de Dios, y veamos cómo se realizó aquello. El Señor restringió su alimentación. En gran escala, eliminó el consumo de carne. Pero ellos apetecieron las ollas de carne de Egipto, y Dios les dio carne, y junto con ella los seguros resultados.

El Instituto de Salud fue establecido a un costo elevado para tratar a los enfermos sin drogas. Debe ser conducido a base de principios higiénicos. La medicación a base de drogas debe eliminarse tan rápidamente como sea posible, hasta que todo esté descartado. Debe darse educación sobre el régimen alimenticio, el vestido y el ejercicio adecuados. No solamente nuestro propio pueblo debe ser educado, sino los que no han recibido la luz sobre la reforma pro salud deben ser enseñados cómo vivir en forma sana, de acuerdo con las disposiciones de Dios. Pero si nosotros mismos no tenemos una norma a este respecto, ¿qué necesidad hay de hacer tan grandes inversiones para establecer un instituto de salud? ¿Cuándo se realiza la reforma?

No puedo admitir que estamos marchando según las disposiciones divinas. Debemos instituir un orden diferente de cosas, o de otra suerte abandonar el nombre de Instituto de Salud; porque sería totalmente inapropiado. El Señor me ha mostrado que el Instituto de Salud no debe ser amoldado de tal suerte que satisfaga el apetito o las ideas de cualquier persona. Me doy cuenta de que la excusa para permitirse el consumo de carne en la institución ha sido que las personas que buscan placer y acuden a él no están conformes con ningún otro régimen. En ese caso, déjeselos que vayan a donde puedan obtener esa clase de alimentación.

Cuando la institución no puede regirse, aun para los huéspedes; de acuerdo con los principios rectos, cambie entonces el nombre que ha asumido. Pero la excusa en que se ha insistido ya no existe, porque los clientes de afuera son muy pocos.

Se hace un daño real al organismo al comer constantemente carne. No hay para ello otra excusa que el apetito depravado y pervertido. Ud. preguntará: ¿Eliminaría Ud. completamente el consumo de carne? Contesto: Con el tiempo llegaría a eso, pero no estamos preparados para dar este paso precisamente ahora. Con el tiempo se descartará del todo el consumo de carne. La carne de animales no compondrá más una parte de nuestro régimen; miraremos las carnicerías con disgusto...

Estamos constituidos por aquello que comemos. ¿Fortaleceremos las pasiones animales comiendo carne de animales? En lugar de enseñar el gusto a complacerse con esta dicta tosca, ya es tiempo de que aprendamos a subsistir a base de frutas, cereales, legumbres y hortalizas. Esta es la tarea de todos los que están relacionados con nuestras instituciones. Úsese cada vez menos carne, hasta abandonarla por completo. Si se descarta la carne, si el gusto no es educado en esa dirección, si se estimula el deseo de comer frutas y cereales, pronto habrá una situación como la que Dios en el principio se propuso que existiera. Ninguna clase de carne será usada por su pueblo.

Cuando la carne deje de ser usada como lo ha sido, aprenderéis una manera más correcta de cocinar, y podréis suplir la carne con alguna otra cosa. Pueden prepararse muchos platos saludables exentos de grasa y de carne de animales muertos. Puede proporcionarse una variedad de platos simples, perfectamente saludables y nutritivos, sin carne. Los hombres sanos deben tener abundancia de verduras, frutas, cereales y legumbres. Ocasionalmente puede ser necesario servir carne a algunas personas de afuera que han educado su gusto de tal manera que piensan que a menos que tengan carne, no pueden conservar su vigor. Pero tendrán mayor capacidad de resistencia si se abstienen de la carne que si viven mayormente a base de ella.

La principal objeción que tienen los médicos y ayudantes del Instituto de Salud para descartar un régimen a base de carne es que ellos mismos quieren carne, y entonces arguyen que deben tenerla. Por lo tanto, estimulan su empleo. Pero Dios no quiere que los que vienen al Instituto de Salud sean educados para subsistir, a base de un régimen con carne. Mediante disertaciones y por medio del ejemplo, educad en otra dirección. Esto exigirá gran habilidad en la preparación de alimentos sanos. Se requerirá más trabajo, y sin embargó gradualmente debe ir haciéndose, Úsese menos carne. Hágase que los que cocinan y los que llevan las responsabilidades, eduquen su gusto y sus hábitos de comer, de acuerdo con las leyes de salud.

Hemos estado yendo de regreso a Egipto más bien que avanzando hacia Canaán. ¿No invertiremos el orden de las cosas? ¿No tendremos alimento sencillo y saludable en nuestras mesas? ¿No abandonaremos los panecillos blandos y calientes, que solamente producen dispepsia? Los que elevan la norma tanto como pueden con miras a alcanzar el orden de Dios, de acuerdo con la luz que el Señor les ha dado por medio de su Palabra y de los testimonios de su Espíritu, no cambiarán su conducta para acomodarse a los deseos de sus amigos o sus parientes, ora se trate de uno, de dos o aun de una hueste, que viven en forma contraria a la disposición divina. Si avanzamos guiándonos por principios en estas cosas si observamos reglas estrictas en la alimentación, si como cristianos educamos nuestros gustos según el plan de Dios, ejerceremos una influencia que estará de acuerdo con la mente de Dios. La pregunta es: "¿Estamos dispuestos a ser verdaderos reformadores en pro de la salud?"

Es esencial que se evite la continua monotonía en el régimen. El apetito responderá mucho mejor si se hacen cambios en la alimentación. Sed uniformes: no tengáis diversas clases de alimentos en la mesa en una misma comida y ninguna variedad en la próxima. Practicad la economía en este asunto. Déjese que la gente se queje si quiere. Déjese que ella critique si no hay comida suficiente para agradarla. Los israelitas siempre se quejaron de Moisés y de Dios. Es vuestro deber mantener la norma de la reforma pro salud. Puede lograrse más en favor de los enfermos regulando el régimen de ellos que por medio de todos los baños que pueda dárseles.

Usese la misma cantidad de dinero que se gasta en carne para comprar fruta. Mostrad a la gente la manera correcta de vivir. Si esto se hubiera hecho desde el propio comienzo en la institución de-------, al Señor le habría agradado, y habría aprobado el esfuerzo. . .

Debe usarse cuidado y habilidad en la preparación del alimento. Espero que la Dra.------ ocupe el puesto que se le ha signado, y que aconseje al cocinero, de manera que los alimentos puestos en las mesas del Instituto de Salud estén de acuerdo con la reforma pro salud. Debido a que alguien está inclinado a complacer su apetito, no debe sostener que su método de vida es el correcto; no debe, por medio de su conducta, tratar de amoldar la institución para que ésta se acomode a sus gustos y prácticas. Los que llevan la responsabilidad de la institución deben entrar frecuentemente en consejo mutuo. Deben avanzar en perfecta armonía.

Os ruego que no arguyáis que el consumo de carne debe ser correcto, debido a que fulano o zutano, que es esclavo del apetito, ha dicho que él no puede vivir en el Instituto de Salud sin carne. El vivir a base de animales muertos es una forma muy tosca de vivir, y como pueblo, debemos estar realizando un cambio, una reforma, enseñando a la gente que hay preparaciones sanas de alimentos que les darán más fuerza, y preservarán mejor su salud que la carne.

El pecado de esta era de glotonería es el comer y beber. La complacencia del apetito es el dios a quien muchos adoran. Los que están relacionados con el Instituto de Salud deben presentar un ejemplo correcto en estas cosas. Deben avanzar en una forma consciente en el temor de Dios y no ser gobernados por un gusto pervertido. Deben ser totalmente iluminados con respeto a los principios de la reforma pro salud, y bajo todas las circunstancias deben permanecer bajo su estandarte.

Espero, Dr.-------, que Ud. aprenderá más y más cómo cocinar en forma saludable. Proporcione una abundancia de alimento bueno y sano. No practique la economía en este sentido. Reduzca sus cuentas de carne, pero tenga abundancia de buena fruta y verduras, y Ud. se gozará de ver el buen apetito con que todos participarán de sus preparaciones. Nunca piense que el alimento bueno e higiénico que se consume está perdido. Producirá sangre y músculos, y dará fuerza para los deberes cotidianos.

He estado pensando mucho acerca del Instituto de Salud de --------. Muchos pensamientos acuden a mi mente, y deseo expresaros a vosotros algunos de éstos.

He estado repasando la luz que Dios me ha dado, y que por mi intermedio os ha dado a vosotros, sobre la reforma pro salud. ¿Habéis tratado de entender en forma cuidadosa y con oración la voluntad de Dios en estos asuntos? La excusa ha sido que los extraños quieren tener un régimen a base de carne, pero aunque ellos tengan algo de carne, yo sé que con cuidado y habilidad pueden prepararse platos para reemplazar la carne en gran medida, y en poco tiempo ellos podrían ser enseñados a abandonar la carne de animales muertos. Pero si la que cocina depende mayormente para su consumo de la carne, ella podrá y querrá estimular el consumo de carne, y el apetito depravado inventará toda excusa posible para sostener esta clase de régimen.

Cuando vi cómo andaban las cosas- que si N------ no tenía carne para cocinar, no sabía qué proporcionar como sustituto de la misma, y que la carne era el artículo principal del régimen-, sentí que debía haber un cambio de inmediato. Puede haber tuberculosos que exijan carne. Pero ténganla en sus propias piezas y no se tiente el apetito ya pervertido de aquellos que no deben comerla... Podéis pensar que os es imposible trabajar sin carne. Así pensé yo una vez, pero sé que en su plan original, Dios no hizo provisión para que la carne de animales muertos compusiera el régimen del hombre. Es el gusto tosco y pervertido el que aceptará al alimento... Además, el hecho de que la carne está enferma en extenso grado, debe inducirnos a hacer grandes esfuerzos para abandonar completamente su uso. Mi posición ahora es la de dejar la carne en forma total. Será difícil para algunos hacer esto, tan difícil como lo es para el bebedor de ron abandonar el trago; pero será mejor para ellos que hagan el cambio.

Haciendo frente al asunto honradamente

El sanatorio está haciendo una buena obra. Hemos llegado al punto de tratar el discutido asunto de la carne. ¿No deben tener, los que vienen al sanatorio, carne en sus mesas, para ser instruidos a dejarla en forma gradual?... Hace años me fue dada la luz de que no debe tomarse la posición positiva de descartar toda la carne, porque en algunos casos ésta era mejor que los postres, y que los platos compuestos de dulces. Con seguridad éstos causan perturbación. Es la variedad y la mezcla de carne, verduras, frutas, vinos, té, café, tortas dulces y pasteles concentrados lo que arruina el estómago y coloca a los seres humanos en la posición de inválidos con todos los desagradables defectos que la enfermedad ejerce en su estado de ánimo. . .

Presento la Palabra del Señor Dios de Israel. Debido a la transgresión, la maldición de Dios vino sobre la tierra misma, sobre el ganado y sobre toda carne. Los seres humanos están sufriendo el resultado de su propia conducta al apartarse de los mandamientos de Dios. Las bestias también sufren bajo la maldición.

El consumo de carne no debe prescribiese para ningún inválido por parte de ningún médico que entienda estas cosas. Las enfermedades de los animales están haciendo que el consumo de carne sea un asunto peligroso. La maldición del Señor está sobre la tierra, sobre el hombre, sobre las bestias y sobre los peces del mar; y a medida que la transgresión llega a ser casi universal, se permitirá que la maldición se haga tan amplia, tan profunda como la transgresión. Se contraen enfermedades por el uso de la carne. La carne enferma de estos cadáveres se vende en los mercados, y el seguro resultado es enfermedad entre los hombres.

El Señor llevará a sus hijos hasta el punto en que ellos no tocarán ni gustarán la carne de animales muertos. No prescriba, pues, estas cosas ningún médico que tiene un conocimiento de la verdad para este tiempo. No hay seguridad en el consumo de carne de animales muertos, y dentro de poco tiempo la leche de las vacas también será excluida del régimen del pueblo que guarda los mandamientos de Dios. Dentro de un corto tiempo no será seguro usar ninguna cosa que proceda de la creación animal. Los que acepten sin reservas lo que Dios dice y obedezcan sus mandamientos de todo, corazón. serán bendecidos. El será su escudo protector. Pero con el Señor no se puede jugar. La desconfianza, la desobediencia, el enajenamiento de la voluntad y del camino de Dios, colocarán al pecador en una posición donde el Señor no puede darle su favor divino.. .

De nuevo me referiré al asunto del régimen. No podemos hacer ahora lo que nos aventuramos a hacer en lo pasado con respecto al consumo de carne. Siempre ha sido una maldición para la familia humana. Pero ahora lo es en forma particular dentro de la maldición que Dios ha pronunciado sobre los rebaños del campo, debido a la transgresión y el pecado del hombre. La enfermedad entre los animales está llegando a ser cada vez mas común, y nuestra única seguridad ahora consiste en dejar la carne enteramente. Prevalecen actualmente las más graves enfermedades, y la última cosa que deben hacer los médicos que han sido iluminados es aconsejar a sus pacientes a comer carne. Debido al consumo de carne, que en tan vasto grado se hace en este país, los hombres y las mujeres se están desmoralizando, su sangre se corrompe y las enfermedades se implantan en el organismo. Debido al consumo de carne, muchos mueren, y no entienden la causa. Si se conociera la verdad, se daría testimonio de que fue la carne de los animales la que pasó por la muerte. El pensamiento de alimentarse de carne de animales muertos es repulsivo, pero hay algo más, además de esto, Al comer carne participamos de sus enfermedades, y ésta siembra sus semillas de corrupción en el organismo humano.

Le escribo, hermano mío, para que no se siga prescribiendo en nuestro sanatorio el consumo de carne de animales. No hay excusa para esto. No existe seguridad en las consecuencias y los resultados que ello tiene sobre la mente humana. Seamos reformadores en pro de la salud en todo el sentido del término. Dése a conocer en nuestras instituciones el hecho de que ya no se sirve carne en la mesa, ni aun para los clientes; y entonces la educación que se da sobre el abandono de la carne no consistirá sólo en palabras sino en hechos. Si la clientela es menor, que lo sea. Los principios serán de un valor mucho mayor, cuando se entiendan, cuando se sepa que no se quitará la vida de ningún ser para sostener la vida del cristiano.

Una segunda carta para hacer frente l mismo asunto

Recibí su carta, y le explicaré el asunto relativo a la carne lo mejor que pueda. Las palabras que Ud. menciona se hallaban en una carta dirigida a --------- y a algunas otras personas en la ocasión en que la Hna.--------- estaba en el Instituto de Salud [720]. He hecho buscar estas cartas. Algunas de ellas estaban copiadas y otras no. Les dije que asignaran fechas a las declaraciones realizadas. En ese tiempo el régimen a base de carne era prescrito y usado en forma muy amplia. La luz que me fue dada indicaba que la carne sana no debía eliminarse del todo de inmediato, sino que debían presentarse disertaciones en la sala con respecto al uso de carne de cualquier clase; las frutas, los cereales y las legumbres y hortalizas, debidamente preparados, es todo lo que el organismo requiere para mantenerse con salud; pero que primeramente debía mostrarse que no tenemos necesidad de usar carne, donde hay abundancia de frutas, como en California. Pero en el Instituto de Salud no estaban preparados para hacer cambios repentinos, después de usar carne en forma tan abundante como lo habían hecho. Sería necesario que ellos emplearan carne muy de vez en cuando al comienzo y que finalmente la abandonaran del todo. Pero debía haber solamente una sola mesa llamada la mesa de la carne para los pacientes. Las otras mesas debían estar exentas de este artículo...

Trabajé de una manera más ferviente para descartar toda la carne, pero esta difícil cuestión debe ser manejada en forma discreta y sin imprudencia, puesto que la carne se usaba tres veces por día. Los pacientes debían ser educados desde el punto de vista de la salud.

Esto es todo lo que yo puedo recordar sobre el tema. He estado recibiendo luz adicional para que la consideremos. La creación animal está enferma, y es difícil determinar la cantidad de enfermedad que hay en la familia humana que viene como resultado de comer carne. Leemos constantemente en los periódicos acerca de la inspección de la carne. Continuamente se decomisa toda la carne de algunas carnicerías, y el producto que se vendía es condenado como inadecuado para su uso.

Por muchos años he recibido luz según la cual el comer carne no es bueno para la salud ni para la moral. Y sin embargo, parece tan extraño que tenga que hacer frente a este asunto de comer carne una y otra vez. He tenido una conversación muy directa y decidida con los médicos del Instituto de Salud. Ellos habían considerado el asunto, y el Hno. y la Hna.-------- . fueron puestos en aprieto. Se prescribía carne para los pacientes... En sábado, mientras asistía al congreso de la Unión de Australia, realizado en Stanmore, me sentí urgida por el Espíritu del Señor, a abordar el caso del Instituto de Salud de Summer Hill, que queda a pocas estaciones de distancia de Stanmore.

Presenté las ventajas que deben obtenerse en el sanatorio. Mostré que la carne nunca debiera colocarse en la mesa como un artículo de consumo, y que la vida y la salud de millares de personas estaban siendo sacrificadas en los altares donde se ofrecía carne para el consumo. Nunca presenté un llamado más fervoroso y decidido. Dije: estamos agradecidos de que tenemos una institución aquí donde la carne de animales muertos no se prescribe para los pacientes. Dígase que ni un solo bocado de carne se ha colocado sobre la mesa, ora sea para los médicos, los administradores, los ayudantes o los pacientes. Dije: Tenemos confianza en nuestros médicos en el sentido de que este asunto será tratado desde el punto de vista de la salud, porque los cadáveres deben siempre considerarse como no adecuados para componer el régimen de alimentación de los cristianos.

No atenué el asunto ni en una sola partícula. Dije que si los que estaban en nuestros institutos de salud ponían carne de animales muertos sobre la mesa, merecerían el desagrado de Dios. Mancillarían el templo de Dios, y necesitarían las palabras que les fueron dichas: Si alguno destruyere el templo de Dios, Dios lo destruirá a él. La luz que Dios me ha dado es que la maldición de Dios está sobre la tierra, el mar, el ganado y los animales. Pronto ya no habrá más seguridad en la posesión de los rebaños. La tierra está corrompiéndose bajo la maldición de Dios.

Permanezcamos fieles a nuestros principios

En los últimos tiempos el número de pacientes de nuestro sanatorio ha disminuido, debido a un conjunto de circunstancias que no podía evitarse. Una razón por la falta de clientes es, yo creo, la posición que han tomado los que encabezan la institución en contra de servir carne a los pacientes. Desde el día cuando el sanatorio se abrió, se ha servido carne en el comedor. Creímos que había llegado el tiempo de tomar una decisión definitiva en contra de esta práctica. Sabíamos que no ora del agrado de Dios que se sirviera carne a los pacientes.

Ahora no se sirve té, café o carne en absoluto en la institución. Estamos determinados a vivir los principios de la reforma pro salud, a andar en el camino de la verdad y la justicia. No seremos reformadores a medias por temor a perder nuestros clientes. Hemos tomado nuestra posición, y con la ayuda de Dios permaneceremos firmes. Los alimentos provistos para los pacientes son sanos y deliciosos. El régimen se compone de frutas, cereales y nueces. Aquí en California hay una abundancia de frutas de toda clase.

Si llegan pacientes que dependen tanto de la carne que piensan que no pueden vivir sin ella, trataremos de hacerles considerar este asunto desde un punto de vista inteligente. Y si no quieren hacerlo, y si están determinados a usar lo que destruye la salud, no rehusaremos proveérselo para ellos solos, sí están dispuestos a comerlo en su propia pieza y si también están dispuestos a arriesgar las consecuencias. Pero deben asumir ellos mismos la responsabilidad de su conducta. No sancionaremos su conducta. No nos atrevemos a deshonrar nuestra mayordomía sancionando el uso de aquello que corrompe la sangre y trae enfermedad. Seríamos infieles al Maestro si hiciéramos aquello que sabemos que él no aprueba.

Esta es la posición que hemos tomado. Estamos resueltos a ser leales a los principios de la reforma pro salud, y que Dios nos ayude, es mi oración.

Deben ponerse en operación planes que produzcan un aumento de clientes. Pero ¿sería justo que, por el afán de obtener más pacientes, regresáramos a la costumbre de servir carne? ¿Daremos a los enfermos lo que los ha enfermado, lo que los mantendrá enfermos si siguen usándolo como alimento? ¿No tomaremos en cambio nuestra posición como quienes han resuelto cumplir los principios de la reforma pro salud?

Hay algunos en nuestras instituciones que pretenden creer los principios de la reforma pro salud, y sin embargo se complacen en el uso de carne y otros alimentos que saben que son perjudiciales para la salud. Digo a los tales en el nombre del Señor: No aceptéis puestos en las instituciones mientras rehuséis vivir los principios que esas instituciones representan; porque al hacerlo, hacéis doblemente más dura la tarea de los que enseñan y de los dirigentes que están luchando para conducir la obra en forma justa. Allanad el camino del rey. Dejad de estorbar el camino del mensaje que el Señor envía. Se me ha mostrado que los principios que nos fueron dados en los primeros días del mensaje han de ser considerados tan importantes para nuestro pueblo hoy como lo eran entonces. Hay algunos que nunca han tenido la luz que les fue dada sobre el asunto del régimen. Es tiempo ahora de sacar la luz de debajo del almud, para dejarla refulgir con rayos claros y brillantes.