PARTE I - EL AGUA COMO BEBIDA
El agua pura es una bendición
Estando sanos o enfermos, el agua pura es para nosotros una de las más exquisitas bendiciones
del cielo. Su empleo conveniente favorece la salud. Es la bebida que Dios proveyó para apagar la sed
de los animales y del hombre. Ingerida en cantidades suficientes, el agua suple las necesidades del
organismo, y ayuda a la naturaleza a resistir la enfermedad.
Debo comer escasamente, aliviando así mi organismo de la carga innecesaria, y debo albergar
alegría, y obtener los beneficios del debido ejercicio al aire libre. Debo bañarme con frecuencia, y
beber en forma abundante agua pura y blanda.
El uso del agua en la enfermedad
El agua puede usarse de muchas maneras para aliviar el sufrimiento. El tomar sorbos de agua
clara y caliente antes de comer -medio litro, más o menos-, no hará ningún daño, sino que más bien
resultará beneficioso.
Miles de personas han muerto por falta de agua pura y de aire puro, y sin embargo, habrían
podido vivir... Pero necesitan de estas bendiciones para restablecerse. Si quisieran recibir instrucción y
dejaran de lado los medicamentos
si se acostumbraran al ejercicio al aire libre y a tener aire en su casa, en el verano y en el invierno, y a
utilizar agua pura para beber y bañarse, estarían comparativamente bien y felices en lugar de arrastrar
una existencia miserable.
En caso de fiebre
Si en ese estado febril se les hubiese dado abundante agua para beber, y sí se la hubiese aplicado
externamente, se habrían evitado largos días y noches de sufrimiento, y se habrían salvado muchas
vidas preciosas. Pero miles de personas han muerto por la fiebre consumidora, hasta que se agotó el
combustible que las alimentaba, y hasta que se consumieron las fuerzas vitales, y los pacientes
murieron en la mayor agonía sin que se les permitiera beber agua para aliviar su sed abrasadora. El
agua que se administra a un edificio insensible para apagar el fuego rugiente, le es negada a los seres
humanos para apagar el fuego que consume sus fuerzas vitales.
El uso debido e indebido del agua
Muchos cometen un error al beber agua fría en sus comidas. Tomada con las comidas, el agua
disminuye el flujo de las glándulas salivales; y cuanto más fría el agua, mayor es el perjuicio para el
estómago. El agua o la limonada heladas, tomadas con la comida, detendrán la digestión hasta que el
organismo haya impartido suficiente calor al estómago para habilitarlo a reiniciar su tarea. bebidas
calientes son debilitantes; y además, los que complacen en usarlas llegan a ser esclavos del hábito. El
alimento no debe ser lavado; no se necesita beber nada con los alimentos. Cómase con lentitud y
permítase que la saliva se mezcle con los alimentos. Cuanto más líquido se
introduzca en el estómago con las comidas, tanto más difícil es que los alimentos se digieran; porque el
líquido debe ser primeramente absorbido. No consumáis sal en gran escala; abandonad lo encurtidos
envasados, dejad libre vuestro estómago de los alimentos con muchas, especias; comed fruta en
vuestras comidas, y la irritación que exige beber tanto cesará. Pero si algo se necesita para apagar la
seda el agua pura, bebida poco tiempo antes o después de la comida, es todo lo que la naturaleza exige.
Nunca se tome té, café, cerveza, vino o cualquier bebida alcohólica. agua es el mejor líquido posible
para limpiar los tejidos.
PARTE II - EL TÉ Y EL CAFÉ
Los efectos estimulantes del té y el café
El régimen de alimentación y las bebidas estimulantes de estos días no conducen al mejor estado
de salud. El té, el café y el tabaco son todos estimulantes, y contienen veneno. No solamente son
innecesarios, sino perjudiciales, y deben ser descartados si hemos de agregar al conocimiento
temperancia.
El té es venenoso para el organismo. Los cristianos deben abandonarlo. La influencia del café es
hasta cierto punto la misma que la del té, pero su efecto sobre él organismo es aún peor. Es excitante, y
en la medida en que lo eleve a uno encima de lo normal, lo dejará finalmente agotado y postrado por
debajo de lo normal. A los que beben té y café, los denuncia su rostro. Su piel pierde el color y parece
sin vida. No se advierte en el rostro el resplandor de la salud.
Enfermedades de todo género y de todo tipo han sido acarreadas a los seres humanos por el uso
del té y del café, y de los narcóticos, el opio y el tabaco. Estas complacencias perjudiciales deben ser
abandonadas, no solamente una de ellas, sino todas; porque todas son dañinas y ruinosas para las
facultades físicas, mentales y morales; y deben ser descartadas desde el punto de vista de la salud.
No bebáis nunca té, café, cerveza, vino o cualquier otra bebida alcohólica. El agua es el mejor
líquido posible para limpiar los tejidos.
El té, el café, y el tabaco, así como las bebidas alcohólicas, constituyen diferentes grados en la
escala de los estimulantes artificiales.
El efecto del té y del café, como se ha mostrado hasta ahora, tiene la misma tendencia que el del vino y
la sidra, el licor y el tabaco.
El café comporta una complacencia dañina. Si momentáneamente excita la mente a una acción
inusitada, el efecto posterior es agotamiento, postración, parálisis de las facultades mentales, morales y
físicas. La mente se enerva, y a menos que por un esfuerzo determinado se venza el hábito, la actividad
del cerebro se disminuye en forma permanente. Todos estos productos irritantes de los nervios están
agotando las fuerzas vitales, y la inestabilidad causada por los nervios destrozados, la impaciencia, la
debilidad mental, llegan a ser un elemento de combate, que antagoniza con el progreso espiritual. ¿No
debieran, pues, los que defienden la temperancia y la reforma, estar alerta para contrarrestar los males
de estas bebidas perjudiciales? En algunos casos es tan difícil quebrantar el hábito de beber
té y café, como para el alcohólico terminar con el uso del alcohol. El dinero gastado en té y café está
más que malgastado. Estos sólo perjudican al que los usa, y esto en forma continua. Los que emplean
té, café, opio y alcohol pueden a veces vivir hasta una edad avanzada, pero este hecho no es ningún
argumento en favor del uso de estos estimulantes. Lo que estas personas debían haber realizado, pero
dejaron de lograrlo, debido a su hábito intemperante, sólo lo revelará el gran día de Dios.
Los que recurren al té y al café como un estímulo para el trabajo, sentirán los malos efectos de esta
conducta en forma de nervios alterados y falta de dominio propio. Los nervios cansados necesitan
reposo y quietud. La naturaleza necesita tiempo para recuperar sus energías agotadas. Pero si sus
fuerzas son aguijoneadas por el uso de estimulantes, existe, siempre que se repite este proceso, una
disminución de la verdadera fuerza. Por un tiempo puede realizarse más bajo el estímulo antinatural,
pero gradualmente se va haciendo más difícil despertar las energías hasta el punto deseado, y por fin la
naturaleza exhausta ya no puede responder.
EFECTOS DAÑINOS ATRIBUIDOS A OTRAS CAUSAS
El hábito de beber té y café es un mal mayor que el que a menudo se sospecha. Muchos que se han
acostumbrado al uso de bebidas estimulantes sufren dolor de cabeza y postración, y pierden mucho
tiempo por enfermedad. Imaginan que no pueden vivir sin el estímulo e ignoran sus efectos sobre la
salud. Lo que los hace más peligrosos es que sus malos efectos son a menudo atribuidos a otras causas.
EFECTOS SOBRE LA MENTE Y LA MORAL
Por el uso de estimulantes, todo el organismo sufre. Los nervios se desequilibran, el hígado desarrolla
una acción mórbida, quedan afectadas la calidad y la circulación de
la sangre, y la piel se hace inactiva y se vuelve pálida. También la mente se perjudica. La influencia
inmediata de estos estimulantes es excitar el cerebro hasta una actividad indebida, sólo para dejarlo
más débil y menos capaz de esfuerzo. El efecto posterior es la postración, no solo mental y física, sino
también moral. Como resultado vemos a hombres y mujeres nerviosos, de juicio inseguro, y mente
desequilibrada. A menudo manifiestan un espíritu apresurado, impaciente, acusador; ven las faltas de
los demás, como a través de un vidrio de aumento, y son completamente incapaces de discernir sus
propios defectos.
Cuando estas personas que usan té y café se reúnen para pasar momentos de recreación social, los
efectos de su hábito pernicioso son manifiestos. Todos participan libremente de las bebidas favoritas, y
a medida que se siente la influencia estimulante, sus lenguas se sueltan, y comienzan con la malvada
tarea de hablar contra los demás. Sus palabras no son pocas o bien escogidas. Los bocados selectos de
la chismografía empiezan a circular, y demasiado a menudo también circula el veneno del escándalo.
Estos chismosos desconsiderados olvidan que tienen un testigo. El Vigilante, invisible, está escribiendo
sus palabras en los libros del cielo. Todas estas críticas duras, estos informes exagerados, estos
sentimientos de envidia, expresados bajo la excitación de la taza de té, son registrados por Jesús como
si hubieran sido dirigidos contra él mismo. "En cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más
pequeños, a mí lo hicisteis".
Estamos ya sufriendo a causa de los malos hábitos de nuestros padres, y sin embargo ¡cuántas personas
siguen una conducta aún peor que la de ellos!
El opio, el té, el café, el tabaco y las bebidas alcohólicas están agotando rápidamente la chispa de
vitalidad que todavía queda en la raza humana. Cada año se toman millones de litros de bebidas
alcohólicas y millones de pesos se in
vierten en tabaco. Y los esclavos del apetito, en tanto que gastan constantemente lo que ganan en la
complacencia sensual, despojan a sus hijos de alimentos, vestido y de las ventajas de la educación. La
sociedad nunca podrá estar en su debido estado mientras predominen estos males.
Crea excitación nerviosa, y no fuerza
Ud. es sumamente nervioso y excitable. El té ejerce una influencia excitante de los nervios, y el
café oscurece el cerebro; los dos son muy perjudiciales. Debe Ud. ser cuidadoso con su régimen.
Consuma los alimentos más saludables y nutritivos, y consérvese en un estado de calma mental, donde
no se excite y se arrebate lleno de pasión.
El té estimula y hasta cierto punto embriaga. Parecida resulta también la acción del café y de
muchas otras bebidas populares. El primer efecto es agradable. Se excitan los nervios del estómago, y
esta excitación se transmite al cerebro, que, a su vez acelera la actividad del corazón, y da al organismo
entero cierta energía pasajera. No se hace caso del cansancio; la fuerza parece haber aumentado. La
inteligencia se despierta y la imaginación se aviva.
En consecuencia, muchos se figuran que el té o el café les hace mucho bien. Pero es un error, El té y el
café no nutren el organismo. Su efecto se produce antes de la digestión y la asimilación, y lo que parece
ser fuerza, no es más que excitación nerviosa. Pasada la acción del estimulante, la fuerza artificial
declina y deja en su lugar un estado correspondiente de languidez y debilidad.
El consumo continuo de estos excitantes de los nervios provoca dolor de cabeza, insomnio,
palpitaciones del corazón, indigestión, temblores y otros muchos males; porque esos excitantes
consumen las fuerzas vitales. Los nervios
cansados necesitan reposo y tranquilidad en vez de estimulo y recargo de trabajo. La naturaleza
necesita tiempo para recuperar las agotadas energías. Cuando sus fuerzas son aguijoneadas por el uso
de estimulantes uno puede realizar mayor tarea; pero cuando el organismo queda debilitado por aquel
uso constante se hace más difícil despertar las energías hasta el punto deseado. Es cada vez más difícil
dominar la demanda de estimulantes hasta que la voluntad queda vencida y parece que no hay poder
para negarse a satisfacer un deseo tan ardiente y antinatural, que pide estimulantes cada vez más
fuertes, hasta que la naturaleza, exhausta, no puede responder a su acción.
No tienen valor alimenticio
La salud no mejora en ningún sentido por el uso de las cosas que estimulan por un tiempo pero
que después causan una reacción que deja el organismo humano más deprimido que antes. El té y el
café estimulan las energías que flaquean por el momento, pero cuando ha pasado su influencia
inmediata, sobreviene un estado de depresión. Estas bebidas no tienen en absoluto ningún alimento en
sí mismas. La leche y el azúcar que contienen constituyen todo el alimento que proporciona una taza de
té o café.
La percepción espiritual embotada
El té y el café son estimulantes. Sus efectos son similares a los del tabaco; pero son de menor
grado. Los que utilizan estos venenos lentos, a semejanza del que usa tabaco, piensan que no pueden
vivir sin ellos, porque se sienten tan mal cuando no tienen estos ídolos... Los que se complacen en un
apetito pervertido, lo hacen con perjuicio de la salud y el intelecto. No pueden apreciar el valor
de las cosas espirituales. Sus sensibilidades son embotadas y el pecado no parece muy pecaminoso, y la
verdad no se considera de mayor valor que los tesoros terrenales.
El beber té y café es un pecado, una complacencia dañina, que, a semejanza de otros males,
perjudica el alma. Estos ídolos acariciados crean una excitación, una acción mórbida del sistema
nervioso; y después que la influencia momentánea de los estimulantes pasa, se produce una depresión
que es tan profunda como elevado fue el estímulo producido.
Los que usan tabaco, té y café deben dejar a un lado estos ídolos, y poner su costo en la tesorería
del Señor. Algunos nunca han hecho un sacrificio por la causa de Dios y están dormidos en cuanto a lo
que Dios requiere de ellos. Algunos de los más pobres tendrán la mayor lucha para negarse a sí mismos
estos estimulantes. Este sacrificio individual no se exige porque la causa de Dios está sufriendo por
carencia de medios. Pero todo corazón será probado, todo carácter desarrollado. Este es el principio en
virtud del cual ha de actuar el pueblo de Dios. El principio viviente debe ser realizado en la vida.
El deseo vehemente interfiere el culto espiritual
El té y el café, así como el tabaco, tienen un efecto pernicioso sobre el organismo. El té es
intoxicante; aunque menores en intensidad, sus efectos son los mismos en carácter que las bebidas
alcohólicas. El café tiene una tendencia mayor a nublar el intelecto y debilitar las energías. No es tan
fuerte como el tabaco, pero tienen efectos similares. Los argumentos que se presentan contra el tabaco
pueden también aplicarse contra el uso del té y del café.
Los que tienen el hábito de usar té, café, tabaco, opio o bebidas alcohólicas, no pueden adorar a Dios
cuando están privados de estos narcóticos habituales. Ocúpense en adorar a Dios mientras están
privados de estos estimulantes, y la gracia divina será impotente para animar, vitalizar o espiritualizar
sus oraciones o sus testimonios. Estos cristianos profesos deben considerar cuál es la causa de su
placer. ¿Proviene ella de arriba o de abajo?
Los transgresores dominados por el estupor no son sin culpa
Satanás ve que no puede ejercer tanto poder sobre las mentes cuando el apetito se mantiene bajo
control como cuando éste es complacido, por esto él trabaja constantemente para inducir a los seres
humanos a la complacencia. Bajo la influencia de los alimentos no saludables, la conciencia está
dominada por el estupor, la mente está oscurecida, y su susceptibilidad a las impresiones se halla
coartada. Pero la culpa del transgresor no disminuye porque la conciencia ha sido violada hasta que se
ha hecho Insensible.
Puesto que un estado saludable de la mente depende de la condición normal de las fuerzas vitales, ¡qué
cuidado no debiera ejercerse para que no se usen narcóticos ni estimulantes! Y sin embargo vemos que
un gran número de los que profesan ser cristianos usan tabaco. Ellos deploran los males de la
intemperancia; sin embargo, mientras hablan en contra del uso de bebidas alcohólicas, estos mismos
hombres escupen jugo de tabaco. Debe haber un cambio de sentimiento con respecto al empleo de
tabaco antes que las raíces del mal puedan alcanzarse. Queremos abordar aún más de cerca el tema. El
té y el café están fomentando el apetito por estimulantes más fuertes. Y aún llegamos
más cerca, a la preparación de los alimentos, y preguntamos: ¿Se practica la temperancia en todas las
cosas? ¿Se realiza aún allí la reforma que es esencial para la salud y la felicidad?
Todo verdadero cristiano tendrá el dominio de sus apetitos y pasiones, A menos que esté libre de la
esclavitud del apetito, no puede ser un siervo de Cristo verdadero y obediente. La complacencia del
apetito y la pasión embota el efecto de la verdad sobre el corazón.
Una batalla perdida contra el apetito
La Intemperancia comienza en nuestras mesas, por el consumo de alimentos malsanos. Después
de un tiempo, por la complacencia continua del apetito, los órganos digestivos se debilitan y el
alimento ingerido no satisface. Se establecen condiciones malsanas y se anhela ingerir alimentos más
estimulantes. El té, el café y la carne producen un efecto inmediato. Bajo la influencia de estos venenos
el sistema nervioso se excita y en algunos casos, el intelecto parece vigorizado momentáneamente y la
imaginación resulta más vívida. Por el hecho de que estos estimulantes producen resultados pasajeros
tan agradables, muchos piensan que los necesitan realmente y continúan consumiéndolos. Pero siempre
hay una reacción. El sistema nervioso, habiendo sido estimulado indebidamente, obtuvo fuerzas de las
reservas para su empleo inmediato. Todo este pasajero fortalecimiento del organismo va seguido de
una depresión. En la misma proporción en que estos estimulantes vigorizan temporalmente el
organismo, se producirá una pérdida de fuerzas de los órganos excitados después que el estímulo pasa.
El apetito se acostumbra a desear algo más fuerte, lo cual tenderá a aumentar la sensación agradable,
hasta que satisfacerlo llega a ser un hábito y de continuo se desean estimulantes más fuertes, como el
tabaco, los vinos y licores.
Cuanto más se complazca el apetito, tanto más frecuentes serán sus exigencias, y tanto más difícil será
dominarlo. Cuanto más se debilite el organismo y menos pueda pasarlo sin estimulantes antinaturales,
tanto más aumentará la pasión por esas cosas, hasta que la voluntad quede avasallada y no tenga ya
fuerza para negarse a satisfacer el deseo malsano.
LA ÚNICA CONDUCTA SEGURA
La única conducta segura consiste en no tocar ni probar té, café, vino, tabaco, opio ni bebidas
alcohólicas. La necesidad que tienen los hombres de esta generación de invocar en su ayuda el poder de
la voluntad fortalecida por la gracia de Dios, a fin de no caer ante las tentaciones de Satanás, y resistir
hasta la menor complacencia del apetito pervertido, es dos veces mayor hoy que hace algunas
generaciones.
El conflicto entre la verdad y la complacencia de sí mismo
Los hechos relativos a Coré y a su grupo, que se rebelaron contra Moisés y Aarón, y contra
Jehová, se relatan como una advertencia para el pueblo de Dios, especialmente para aquellos que viven
en la tierra cerca del tiempo del fin.
Satanás ha inducido a muchas personas a imitar el ejemplo de Coré, Datán y Abiram, instigando la
insurrección entre el pueblo de Dios. Los que se permiten a sí mismos levantarse en contra del sencillo
testimonio, se engañan a sí mismos, y han pensado en realidad que las personas sobre quienes Dios
colocó las cargas de su obra fueron exaltadas por encima del pueblo de Dios, y que su consejo y sus
reproches no se necesitaban. Se han levantado en oposición al sencillo testimonio que Dios quería que
presentaran en la reprensión de los errores del pueblo de Dios. Los testimonios presentados en contra
de las complacencias perniciosas,
como el té, el café, el tabaco en polvo, el tabaco para fumar, han irritado a cierta clase, porque
destruían sus ídolos. Muchos por un tiempo se hallaban indecisos entre hacer un completo sacrificio de
todas estas cosas perjudiciales, o rechazar los sencillos testimonios presentados, y entregarse a las
exigencias del apetito. Se mantuvieron en una posición de incertidumbre. Había un conflicto entre sus
convicciones de la verdad y su propia complacencia. Su estado de indecisión las debilitó, y en el caso
de muchos, el apetito prevaleció. Su sentido de las cosas sagradas fue pervertido por el uso de estos
venenos lentos; y por último decidieron plenamente, cualesquiera fueran las consecuencias, que no se
negarían a sí mismos. Esta temeraria decisión levantó de inmediato un muro de separación entre ellos y
los que se estaban limpiando a sí mismos, como Dios lo ha ordenado, de toda inmundicia de la carne y
del espíritu, y que estaban perfeccionando la santidad en el temor del Señor. Los testimonios directos
presentados se interponían en su camino, y les producían gran inquietud, y hallaron alivio en guerrear
en contra de esos testimonios, y en luchar para hacer que ellos mismos y que otros creyeran que los
testimonios no eran ciertos. Dijeron que las personas implicadas estaban en lo correcto, pero que los
testimonios de reprobación fueron los que produjeron el problema. Y cuando los rebeldes despliegan su
estandarte, todos los desafectos se congregan en torno a él, y todos los defectuosos espiritualmente, los
cojos, y los ciegos unen su influencia para esparcir y sembrar la discordia.
Las raíces de la intemperancia
Se hacen grandes esfuerzos para acabar con la intemperancia; pero muchos de ellos no están bien
dirigidos. Los abogados de la reforma en favor de la temperancia deberían estar apercibidos contra los
pésimos resultados del
consumo de alimentos malsanos, de condimentos, del té y del café. Deseamos buen éxito a todos los
que trabajan en la causa de la temperancia; pero los invitamos a que observen más profundamente la
causa del mal que combaten, y a que sean ellos mismos consecuentes en la reforma.
Debe recordarse de continuo a la gente que el equilibrio de sus facultades mentales y morales depende
en gran parte de las buenas condiciones de su organismo físico. Todos los narcóticos y estimulantes
artificiales que debilitan y degradan la naturaleza física tienden también a deprimir la inteligencia y la
moralidad. La intemperancia es la raíz de la depravación moral del mundo. Al satisfacer sus apetitos
pervertidos, el hombre pierde la facultad de resistir a la tentación.
Los que trabajan en favor de la temperancia tienen que educar al pueblo en este sentido. Enséñenle que
la salud, el carácter y aun la vida, corren peligro por el uso de estimulantes que excitan las energías
exhaustas para que actúen en forma antinatural y espasmódica.
PERSEVERAD, Y LA NATURALEZA SE RECUPERARA
En cuanto al té, al café, al tabaco y a las bebidas alcohólicas, la única conducta exenta de peligro
consiste en no tocarlos, ni probarlos, ni tener nada que ver con ellos. El efecto del té,. del café y de las
bebidas semejantes es comparable al del alcohol y del tabaco, y en algunos casos el hábito de
consumirlos es tan difícil de vencer como lo es para el borracho renunciar a las bebidas alcohólicas.
Los que intenten romper con estos estimulantes los echarán de menos por algún tiempo, y sufrirán por
falta de ellos; pero si perseveran, llegarán a vencer su ardiente deseo, y dejarán de echarlos de menos.
La naturaleza necesita algún tiempo para reponerse del abuso a que se la ha sometido; pero désele una
oportunidad, y volverá a rehacerse y a desempeñar su tarea noblemente y con toda perfección.
Satanás está corrompiendo las mentes y destruyendo las almas por medio de sus tentaciones
sutiles. ¿Verán nuestros hermanos y sentirán el pecado de complacer el apetito pervertido?
¿Descartarán ellos el té, el café, la carne y todos los alimentos estimulantes, y dedicarán los medios
gastados en estas complacencias dañinas a esparcir la verdad?... ¿Qué poder tiene el adicto al tabaco
para detener el progreso de la intemperancia? Debe haber una revolución en nuestro mundo sobre el
tema del tabaco antes que el hacha caiga sobre la raíz del árbol. Recalcamos aún más este tema. El té y
el café están creando un apetito por estimulantes más poderosos, como el tabaco y el alcohol.
Con respecto a la carne todos nosotros podemos decir: déjesela. Y todos deben presentar un claro
testimonio contra el té y el café, al no usarlo jamás. Son sustancias narcóticas, perjudiciales tanto para
el cerebro como para los otros órganos del cuerpo...
Renuncien los miembros de nuestras iglesias a todo apetito egoísta. Todo centavo gastado en té, café y
carne está peor que malgastado; porque estas cosas obstaculizan el mejor desarrollo de las facultades
físicas, mentales y espirituales.
Una sugestión de Satanás
Algunos piensan que no pueden reformarse, que la salud sería sacrificada si ellos intentaran
abandonar el uso de té, tabaco y carne. Esta es una sugestión de Satanás. Son estos estimulantes
perniciosos los que con toda certeza están minando la constitución y preparando el sistema para la
entrada de enfermedades agudas, al menoscabar la delicada maquinaria de la naturaleza y derribar sus
fortificaciones.
erigidas contra la enfermedad y la decadencia prematura...
El uso de estimulantes antinaturales es destructivo para la salud, y tiene una influencia anubladora
sobre el cerebro, porque le hace imposible apreciar las cosas eternas. Los que aprecian tales ídolos no
pueden valorar debidamente la salvación que Cristo ha preparado para ellos por una vida de
abnegación, continuo sufrimiento y vituperio y por la entrega de su propia vida impecable para salvar
de la muerte al hombre que perecía.
PARTE III - SUSTITUTOS A BASE DE CEREALES PARA EL TÉ Y EL CAFÉ
No debe servirse ni té ni café. En lugar de estas bebidas destructoras de la salud deben servirse
[infusiones de] cereal tostado, tan bien preparado como sea posible.
En algunas circunstancias habrá personas que requieran una tercera comida, que debe ser ligera y
de muy fácil digestión. Unas galletas o pan tostado al horno con fruta o café de cereales, son lo más
conveniente para la cena.
Yo uso un poco de leche hervida en mi sencillo café de hechura casera.
El uso inmoderado de bebidas calientes y perjudiciales
No se necesitan bebidas calientes, salvo que sean como medicina. El estómago resulta
grandemente perjudicado por una gran cantidad de alimentos y bebidas calientes. Así la garganta y los
órganos del cuerpo, son debilitados.
PARTE IV - LA SIDRA
Vivimos en una era de intemperancia, y el complacer el apetito del bebedor de sidra* es una
ofensa contra Dios. Junto con otros, os habéis empeñado en esta obra por no haber seguido la luz. Si
hubierais estado en la luz, no podríais ni habríais hecho esto. Cada uno de vosotros que ha tenido una
parte en esta obra hará frente a la condenación de Dios, a menos que hagáis un cambio completo en
vuestro negocio. Debéis comenzar de inmediato la tarea de librar vuestra alma de condenación...
Después de haber tomado una posición decidida en contra de una participación activa en la obra de las
sociedades de temperancia, todavía podríais haber retenido una influencia sobre otros en favor del bien,
si hubierais actuado en forma concienzuda en consonancia con la fe que profesáis, pero ocupándoos en
la manufactura de la sidra, habéis perjudicado muchísimo vuestra influencia; y lo que es peor, habéis
traído oprobio sobre la verdad, y vuestras propias almas han sido dañadas. Habéis estado edificando
una barrera entre vosotros y la causa de la temperancia. Vuestra conducta indujo a los no creyentes a
poner en duda vuestros principios. No estáis haciendo sendas rectas para vuestros pies; y los cojos
están tropezando y cayendo sobre vosotros para perdición.
No puedo ver cómo, a la luz de la ley de Dios, los cristianos pueden ocuparse en forma concienzuda en
el cultivo del lúpulo o en la manufactura de vino o de sidra para el mercado. Todos estos artículos
pueden usarse para el bien, y resultar una bendición; o pueden usarse mal, y resultar una tentación y
una maldición. La sidra y el vino pueden conservarse cuando están recién preparados, y pueden
conservarse dulces por largo tiempo; y si se usan en un estado no fermentado, no privarán a nadie de la
razón. . .
EL BEBER MODERADAMENTE ES EL CAMINO A LA EBRIEDAD
Las personas pueden llegar a estar tan intoxicadas con vino y sidra como con bebidas más fuertes, y la
peor clase de ebriedad es la producida por estas bebidas así llamadas suaves. Las pasiones son más
perversas; la transformación del carácter es mayor, más determinada y obstinada. Unos pocos litros de
sidra o de vino pueden despertar el gusto por bebidas más fuertes, y en muchos casos los que se han
convertido en bebedores confirmados han echado así el fundamento del hábito de beber. Para algunas
personas no es de ninguna manera seguro tener vino o sidra en la casa.
Han heredado un apetito por los estimulantes, que Satanás está induciéndoles continuamente a
complacer. Si ceden a las tentaciones, no se detienen; el apetito exige ser satisfecho, y resulta
gratificado para la ruina de ellos. El cerebro es embotado y entorpecido; la razón ya no tiene las
riendas, sino que éstas son dejadas a la merced del vicio. La licencia, el adulterio y los vicios de todo
tipo se cometen como resultado de complacer el apetito por el vino y la sidra. Un religioso profeso que
ame estos estimulantes, y que se acostumbra a usarlos, nunca crece en la gracia. Se hace tosco y
sensual; las pasiones animales gobiernan las facultades superiores de la mente, y la virtud no se
desarrolla.
El beber moderadamente es la escuela en que los hombres reciben una educación para la carrera de la
embriaguez. Satanás arrastra a una persona en forma tan gradual del baluarte de la temperancia, en
forma tan insidiosa el inofensivo vino y la sidra ejercen su influencia sobre el gusto, que el camino a la
ebriedad es tomado en forma insospechada. Se cultiva el gusto por los estimulantes; el sistema
nervioso resulta perturbado; Satanás mantiene la mente en un estado febril de inestabilidad, y la pobre
víctima, creyendo que está perfectamente segura, avanza más y más hasta que toda barrera resulta rota,
y todo principio sacrificado. Las resoluciones más fuertes son derribadas, y los intereses eternos no son
lo suficientemente fuertes para mantener el apetito degradado bajo el control de la razón.
Algunos nunca llegan en realidad a estar ebrios, pero están siempre bajo la influencia de la sidra o del
vino fermentados. Ellos están febriles, tienen una mente desequilibrada, aunque no experimenten en
verdad delirios, pero ésta está en una condición igualmente mala; porque todas las facultades nobles de
la mente son pervertidas. Una tendencia a enfermedades de varias clases, como hidropesía, problemas
del hígado, nervios inestables, y una congestión de la cabeza, resultan del uso habitual de la sidra
fermentada.
Por medio de su empleo muchos se acarrean enfermedad permanente. Algunos mueren de tuberculosis
o sucumben a la apoplejía solamente por esta causa. Algunos sufren dispepsia. Aun la función vital es
retardada y los médicos les dicen que tienen enfermedad del hígado, cuando si ellos rompieran el barril
de sidra, y nunca lo reemplazaran, sus fuerzas vitales, de las cuales habían abusado, recuperarían su
vigor.
El beber sidra induce al uso de bebidas más fuertes. El estómago pierde su vigor natural, y se necesita
algo más fuerte para despertar su acción. . . Vemos el poder que el apetito por las bebidas fuertes tiene
sobre los hombres; vemos cuántos de todos los profesionales y personas que llevan pesadas
responsabilidades -hombres de exaltada condición, que poseen eminentes talentos, que han logrado
grandes conquistas, hombres de buenos sentimientos, y de nervios fuertes, y de una buena facultad de
raciocinio- lo sacrifican todo por la complacencia del apetito, hasta que quedan reducidos al nivel de
los brutos; y en muchísimos casos la marcha descendente comenzó con el uso del vino o de la sidra.
DAR EL EJEMPLO PONIÉNDOSE DEL LADO DE LA REFORMA
Cuando los hombres y las mujeres inteligentes que profesan ser cristianos, sostienen que no es dañino
hacer vino o sidra para el mercado, porque cuando están sin fermentar no intoxican, me siento muy
triste. Yo sé que este asunto tiene otro aspecto al cual ellos rehusan mirar; pues el egoísmo les ha
cerrado los ojos a los terribles males que pueden resultar del uso de estos estimulantes. . .
Como pueblo, profesamos ser reformadores, pretendemos ser los portadores de la luz al mundo, ser
fieles centinelas de Dios, y guardar toda avenida por la cual Satanás podría llegar con sus tentaciones
para pervertir el apetito. Nuestro ejemplo e influencia deben ser un poder del lado de la reforma. 523
Debemos abstenernos de toda práctica que embota la conciencia o estimula la tentación. No debemos
abrir ninguna puerta que le dé acceso a Satanás a la mente de un solo ser humano formado a la imagen
de Dios. Si todos fueran vigilantes y fieles en guardar las pequeñas aberturas hechas por el uso
moderado de las así llamadas bebidas inofensivas, es a saber el vino y la sidra, el camino a la ebriedad
sería cerrado. Lo que se necesita en toda localidad es un firme propósito, y una voluntad de no tocarlos,
de no gustar los, de no manejarlos; entonces la reforma en pro de la temperancia sería poderosa,
permanente y cabal. . .
El Redentor del mundo, que conoce bien el estado de la sociedad en los últimos días, representa el
comer y el beber como los pecados que condenan esta era. Nos dice que como fue en los días de Noé
así será cuando se revele el Hijo del hombre. "Estaban comiendo y bebiendo, casándose y dando en
casamiento, hasta el día en que Noé entró en el arca, y no entendieron hasta que vino el diluvio y se los
llevó a todos" (Mat. 24: 38, 39). Ese mismo estado de cosas existirá en los últimos días, y los que creen
en estas advertencias usarán el máximo cuidado de no seguir una conducta que los coloque bajo
condenación.
Hermanos, consideremos este asunto a la luz de las Escrituras, y ejerzamos una decidida influencia del
lado de la temperancia en todas las cosas. Las manzanas y las uvas son dones de Dios; pueden ser
empleadas en forma excelente, como artículos sanos para la alimentación, y puede abusarse de ellas al
emplearlas en forma errónea. Dios ha estado marchitando la cosecha de la viña y del manzano a causa
de las prácticas pecaminosas de los hombres. Estamos delante del mundo como reformadores; no
demos ninguna ocasión para que los incrédulos reprochen nuestra fe. Dijo Cristo: "Vosotros sois la sal
de la tierra", "sois la luz del mundo". Demostremos que nuestros corazones y nuestras conciencias se
hallan bajo la influencia transformadora
de la gracia divina, y que nuestras vidas son gobernadas por los principios puros de la ley de Dios, aun
cuando estos principios pueden requerir el sacrificio de intereses temporales.
Bajo el microscopio
Los que han heredado la sed de estimulantes antinaturales no deberían tener de ningún modo
vino, cerveza o sidra a la vista o a su alcance, porque esto los expone continuamente a la tentación.
Considerando inofensiva la sidra dulce, muchos no vacilan en comprar una buena provisión de ella.
Pero la sidra permanece dulce muy poco tiempo; pronto empieza a fermentar. El gusto picante que
entonces adquiere la hace tanto más aceptable a muchos paladares, y el que la bebe se resiste a creer
que ha fermentado.
Aun el consumo de sidra dulce tal como se la produce comúnmente es peligroso para la salud. Si la
gente pudiera ver lo que el microscopio revela en la sidra que se compra, muy pocos consentirían en
beberla. Muchas veces los que elaboran sidra para la venta no son escrupulosos en la selección de la
fruta que emplean, y exprimen el jugo de fruta agusanado y echada a perder. Los que ni siquiera
pensarían en comer fruta dañina o podrida, no reparan en tomar sidra hecha con esta misma fruta y la
consideran deliciosa; pero microscopio revela que aun al salir del lagar, esta bebida al parecer tan
agradable es absolutamente impropia para el consumo.
Se llega a la embriaguez tan ciertamente con el vino, la cerveza y sidra, como con bebidas más fuertes.
El uso de las bebidas que tienen menos alcohol despierta el deseo de consumir las más fuertes, y así se
contrae el hábito de beber. La moderación en la bebida es la escuela en que se educan los hombres para
la carrera de borrachos. Tan insidiosa
es la obra de estos estimulantes más leves, que la víctima entra por el camino ancho que lleva a la
costumbre de emborracharse antes de que se haya dado cuenta del peligro.
PARTE V - JUGO DE FRUTA
Jugo de uva dulce
El jugo puro de la uva, libre de fermentación, es una bebida saludable. Pero muchas de las
bebidas alcohólicas que hoy se consumen tanto contienen venenos mortíferos. Los que participan de
ellas a menudo enloquecen, y son despojados de su razón. Bajo su mortífera influencia los hombres
cometen delitos de violencia y a menudo homicidios.
Benéfico para la salud
Haced de la fruta un artículo del régimen que ha de ser colocado sobre vuestra mesa, que
constituirá vuestro menú. Los jugos de fruta, mezclados con pan, serán muy agradables. La fruta buena,
madura, sana, es algo por lo cual debemos agradecer al Señor, porque es benéfica para la salud.