EXPERIENCIA PERSONAL DE ELENA DE WHITE COMO REFORMADORA EN PRO DE
LA SALUD
La primera visión de la reforma pro salud
Fue en el hogar del Hno. A. Hilliard, ubicado en Otsego, Michigan, el 6 de junio de 1863 cuando el
gran tema de la reforma pro salud fue abierto delante de mí en visión.
Revelado como una obra progresiva
Según la luz que me fue dada hace tanto tiempo (1863), se me mostró que la intemperancia
prevalecería en el mundo hasta un punto alarmante, y que cada miembro del pueblo de Dios debía
asumir una posición elevada con respecto a la reforma de los hábitos y las prácticas... El Señor presento
delante de mí un plan general. Se me mostró que Dios daría a sus hijos que observan los
mandamientos, una reforma del régimen alimenticio, y que a medida que ellos la recibieran, sus
enfermedades y sufrimientos serían grandemente disminuidos. Se me mostró que esta obra iría en
progreso.
Una aceptación personal del mensaje
Acepté la luz de la reforma pro salud como ésta me fue presentada. Ha sido una gran bendición
para mí. Tengo mejor salud hoy, a pesar de mis 76 años, que la que tenia en mis días juveniles.
Agradezco a Dios por los principios de la reforma pro salud.
Después de una prueba de un año- Beneficios recibidos
Por años he pensado que debía depender de un régimen a base de carne para tener fuerza. He estado
tomando
tres comidas por día hasta hace pocos meses. Ha sido muy difícil para mí llegar de una comida a la otra
sin sufrir languidez de estómago, y vahídos. El comer solía quitar esas sensaciones. Rara vez me
permití comer algo entre mis comidas regulares, y he convertido en una práctica el ir a dormir a
menudo sin la cena. Pero he sufrido grandemente por falta de alimento desde el desayuno hasta el
almuerzo, y a menudo me he sentido desfallecer. El comer carne quitaba por el momento esa sensación
de languidez y desmayo. Por lo tanto decidí que la carne era indispensable en mi casa.
Pero puesto que el Señor presentó delante de mí, en junio de 1863, el tema del consumo de carne en
relación con la salud, abandoné el uso de la carne. Por un tiempo fue más bien difícil acomodar mi
apetito al pan, por el cual, anteriormente, había tenido poca apetencia. Pero por medio de la
perseverancia, he podido hacerlo. He vivido casi un año sin carne. Por seis meses la mayor parte del
pan que se ha puesto en nuestra mesa ha sido bollos de harina de trigo sin cerner y no leudados, con
agua y muy poca sal. Usamos frutas y hortalizas en forma abundante. He vivido ocho meses con dos
comidas por día.
Me he dedicado a escribir la mayor parte del tiempo por más de un año. Durante ocho meses me he
limitado estrictamente a escribir. Mi cerebro ha estado constantemente cargado, y he tenido sólo poco
ejercicio. Sin embargo mi salud nunca ha sido mejor que durante los seis meses pasados. Mi languidez
y mis vahídos anteriores me han abandonado. Cada primavera tenía el problema de falta de apetito. La
primavera pasada no tuve ningún problema a este respecto.
Nuestra comida sencilla, tomada dos veces por día, es disfrutada con verdadero gusto. No tenemos
carne, torta, ni ningún alimento concentrado sobre nuestra mesa. No usamos tocino, pero en su lugar
tenemos leche, crema y algo de mantequilla. Preparamos nuestros alimentos sólo
con poca sal, y hemos abandonado toda clase de especias. Desayunamos a las siete, y tomamos nuestro
almuerzo a la una. Raramente tengo una sensación de languidez o desvanecimiento. Mi apetito es
satisfecho, Como la comida con mayor gusto que nunca antes.
La batalla para lograr la victoria
No he cambiado mi conducta ni en un ápice desde que adopté la reforma pro salud. No he dado
ningún paso de retroceso desde que la luz del cielo sobre este tema brilló por primera vez en mi
camino. Abandoné todo de inmediato -la carne, la mantequilla y una de las tres comidas- y eso
mientras me ocupo en una labor intelectual exhaustiva, escribiendo desde temprano por la mañana
hasta la puesta del sol. He disminuido a dos comidas por día sin cambiar mi trabajo.
He sufrido mucho de diversas enfermedades, y he tenido cinco ataques de parálisis. He tenido mi brazo
izquierdo inmovilizado a mi costado por meses, porque el dolor sobre el corazón era tan intenso. Al
hacer estos cambios en mi régimen, rehusé someterme al gusto y dejar que éste me gobernara. ¿Me
impedirá éste obtener mayor fuerza, para glorificar de esta manera a mi Señor? ¿Me obstaculizará el
gusto mi camino por un momento? ¡Nunca!
He sufrido de un hambre intensa; era una gran consumidora de carne. Pero al sentir languidez o
desfallecer, coloqué mis brazos sobre el estómago, y dije: "No probaré un bocado. Consumiré alimento
sencillo, o no comeré del todo". El pan me desagradaba. Raramente podía comer una porción del
tamaño de un dólar. Algunas cosas de la Reforma podía recibirlas muy bien; pero cuando llegaba al
asunto del pan, estaba especialmente en contra. Cuando
hice estos cambios, tuve una batalla especial que luchar. Las primeras dos o tres comidas, no pude
comer. Le dije a mi estómago: "Tendrás que esperar hasta que puedas comer pan". Después de un poco
podía comer pan, y pan integral también. Esto no podía comerlo antes; pero ahora le encuentro gusto
agradable, y no he tenido falta de apetito.
ACTUO A BASE DE PRINCIPIOS
Cuando escribía Spiritual Gifts, los tomos tres y cuatro [1863 - 64], solía agotarme por exceso de
trabajo. Entonces vi que debía cambiar mi conducta, y al descansar unos pocos días me mejoré de
nuevo. Abandoné estas cosas por principio. Hice mi resolución para estar de acuerdo con la reforma
por principio. Y desde ese tiempo, hermanos, no me habéis oído presentar ningún punto de vista
extremo sobre la reforma pro salud del cual haya tenido que retractarme. No he presentado otra cosa
que lo que practico hoy. Os recomiendo un régimen sano y nutritivo.
No considero una gran privación el abandonar el uso de las cosas que dejan mal aliento y mal gusto en
la boca.¿ Es negarse a sí mismo abandonar estas cosas, y llegar a una condición en que todo es tan
dulce como la miel; donde no hay mal gusto en la boca y ninguna sensación de languidez en el
estómago? Solía tener estas cosas la mayor parte del tiempo. Me he desvanecido con mi hijo en mis
brazos una y otra vez. No tengo nada de esto ahora; ¿y llamaré a esto una privación, cuando puedo
estar delante de vosotros como lo hago hoy en día? No hay una mujer en cien que pueda soportar la
cantidad de trabajo que yo tengo. He avanzado por principio, no por impulso. He avanzado porque
creía que el cielo aprobaría la conducta que seguía para alcanzar la óptima condición de salud posible,
para poder glorificar a Dios en mi cuerpo y en mi espíritu, que son de él.
Una batalla contra el hábito del vinagre
Acabo de leer su carta. Ud. parece tener un ferviente deseo de obrar su salvación con temor y
temblor. Lo ánimo a hacerlo. Le aconsejo que descarte todo lo que haría que Ud. realizara una obra a
medias en la búsqueda del reino de Dios y su justicia. Deshágase de toda complacencia que le resulte
un obstáculo en su tarea de vencer. Pida las oraciones de los que pueden comprender su necesidad de
ayuda.
Había un tiempo en que yo estaba en una situación similar a la suya, en algunos respectos. Había
complacido mi deseo por vinagre. Resolví con la ayuda de Dios vencer este apetito. Luché contra la
tentación, determinada a no ser vencida por este hábito. Por semanas estuve muy enferma; pero
continué diciéndome una y otra vez: El Señor lo conoce todo. Si muero, que muera; pero no cederé a
este deseo; la lucha continuó, y me vi agudamente afligida por muchas semanas. Todos pensaban que
era imposible que yo viviera. Puede estar seguro Ud. de que buscamos al Señor con mucho fervor. Se
ofrecieron las oraciones más fervientes por mi recuperación. Continué resistiendo el deseo de vinagre,
y por fin vencí. Ahora no tengo ninguna inclinación a probar nada de esa índole. Esta experiencia ha
sido de gran valor para mí de muchas maneras. Obtuve una completa victoria.
Le relato esta experiencia para su ayuda y su ánimo. Tengo fe, hermana mía, en que Ud. puede pasar
por esta prueba y revelar que Dios es el ayudador de sus hijos en todo tiempo de necesidad. Si Ud.
determina vencer este hábito, y lucha con perseverancia, puede obtener una experiencia del más alto
valor. Cuando Ud. fije su voluntad resueltamente para quebrantar esta complacencia, tendrá la ayuda
que necesita de Dios. Pruébelo, hermana.
Mientras Ud. acepte este hábito, complaciéndolo, Satanás
conservará su dominio sobre su voluntad, y hará que ésta lo obedezca a él. Pero si Ud. quiere
determinar vencer, el Señor la sanará, y le dará fuerza para resistir toda tentación. Siempre recuerde
que Cristo es su Salvador y Guardador.
Un régimen escaso pero adecuado
Como lo suficiente para satisfacer las necesidades de la naturaleza; pero cuando me levanto de la
mesa, mi apetito es tan bueno como cuando me senté. Y cuando viene la próxima comida, estoy lista
para tomar mi parte, y no más. Si tomara una cantidad doble de vez en cuando porque el alimento sabe
bien, ¿cómo podría arrodillarme y pedirle a Dios que me ayude en mi obra de escribir, cuando no
puedo obtener una idea a causa de mi glotonería? ¿Puedo yo pedir a Dios que se haga cargo de esa
carga irrazonable impuesta a mi estómago? Esto sería deshonrarlo. Esto sería pedir para gastar en mis
deleites. (Sant 4:3) Ahora yo como lo que creo que es correcto, y entonces puedo pedirle que me dé
fuerza para realizar la tarea que él me ha dado para hacer. Y he sabido que el cielo ha escuchado y
contestado mi oración, al hacer esta petición.
Una mesa bien provista
Tengo una mesa bien provista en todas las ocasiones. No hago ningún cambio para las visitas, ora
sean creyentes o incrédulos. Me propongo no ser sorprendida jamás por una falta de preparación para
dar de comer en mi mesa desde una hasta seis personas adicionales que puedan llegar. Tengo suficiente
alimento sencillo y saludable listo para satisfacer el hambre y nutrir el organismo. Si alguien quiere
más que esto, está en libertad de encontrarlo en otra parte. No pongo en mi mesa nada de mantequilla
ni de carne. Raramente hay torta allí. Por lo general tengo una provisión amplia de frutas, buen pan y
hortalizas. Nuestra mesa está siempre bien concurrida, y a todos los que participan del alimento les va
bien, y su salud mejora. Todos se sientan a la mesa sin un apetito epicúreo, y comen con gusto las
bondades suplidas por nuestro Creador.
En los coches
Mientras padres e hijos estaban comiendo sus alimentos delicados, mi esposo y yo participamos de
nuestra sencilla comida, a la hora en que acostumbramos hacerlo, a la una de la tarde, compuesta de
pan integral y una abundante provisión de fruta. Consumimos nuestro alimento con intenso gusto, y
con corazones agradecidos de que no tuviéramos que llevar con nosotros un almacén popular para
satisfacer un apetito caprichoso. Comimos con placer, y no tuvimos ninguna sensación de hambre hasta
la próxima comida. El muchacho que pasaba con sus naranjas, nueces, maíz reventado y bombones
descubrió que éramos malos clientes.
Encontrando dificultades y transigencias resultantes
Hace más de treinta años a menudo me hallaba en grande debilidad. Muchas oraciones fueron
ofrecidas en mi favor. Se creía que la carne me daría vitalidad, y esta era, por lo tanto, mi principal
artículo alimenticio. Pero en lugar de aumentar mi fuerza, seguía debilitándome. A
menudo me desmayaba y estaba exhausta. Recibí luz que me mostraba el daño que los hombres y
mujeres inferían a las facultades mentales, morales y físicas por el uso de la carne. Se me mostró que
toda la estructura humana es afectada por este régimen, y que por él el hombre fortalece las
propensiones animales y el apetito por el alcohol. De inmediato eliminé la carne de mi menú.
Después de eso a veces me encontré en situaciones en que me veía obligada a comer un poco de carne.
[Nota. Desde los días de su niñez, la Sra. de White se vio cargada con la tarea de escribir y de realizar
ministerio público, y por lo tanto estaba obligada a colocar las responsabilidades de la obra doméstica
mayormente sobre amas de llaves y cocineras. No siempre podía valerse de los servicios de personas
preparadas en una forma higiénica de cocinar. De manera que había tiempos en que en su propio hogar
había que realizar diferentes acomodos entre las normas ideales por una parte, y el conocimiento, la
experiencia y las normas de una nueva cocinera, por la otra. Además, gran parte del tiempo en que
viajaba, ella dependía para su alimentación de las personas a quienes visitaba. Aunque podía subsistir a
base de un régimen escaso, a veces parecía necesario comer algo de carne, que ella sabia que no era el
mejor alimento y que no era lo que ella misma había elegido. -Los compiladores.]
Se lamenta por falta de una cocinera- 1892
Estoy sufriendo más ahora por falta de alguien que esté experimentada en el arte culinario, y que
prepare las cosas que yo puedo comer... El alimento es preparado de tal manera que no es apetitoso,
sino que tiene la tendencia a eliminar el deseo de comida. Yo pagaría un precio más alto por una
cocinera que por cualquier otra parte de mi trabajo.
Decisión final de seguir un régimen absolutamente exento de carne
Desde el congreso campestre de Brighton (enero de 1894) yo he eliminado absolutamente la carne
de mi mesa. Existe el entendimiento de que ora sea que esté en casa o afuera, nada de esta clase ha de
usarse en mi familia, o ha de ponerse sobre la mesa. He tenido muchas presentaciones sobre este tema
en las horas de la noche.
Tenemos abundancia de buena leche, fruta y pan. Ya he consagrado mi mesa. La he limpiado de
toda carne. Para disfrutar de una solidez física y mental es mejor abstenerse de vivir a base de carne.
Hasta donde sea posible debemos regresar al plan original de Dios. Desde ahora en adelante mi mesa
estará libre de carne de animales muertos, y vacía de esa clase de postres que requieren mucho tiempo
y energía para prepararlos. Podemos usar fruta abundantemente, y en diferente forma, sin correr el
riesgo de contraer las enfermedades que vienen por usar la carne de animales enfermos. Debemos
poner nuestro apetito bajo control, de manera que disfrutemos de alimento sencillo y sano, teniendo
abundancia de él para que nadie padezca hambre.
Un año después del paso avanzado
Tenemos una gran familia, y además tenemos muchos huéspedes. Pero no se sirve en nuestra
mesa ni mantequilla ni carne. Usamos la crema de la leche de las vacas que nosotros mismos
alimentamos. Compramos mantequilla para cocinar de campos donde las vacas están sanas, y tienen
buenos pastos.
Dos años después del paso avanzado
Tengo una gran familia que a menudo cuenta con 16 miembros. En ella hay hombres que trabajan
con el arado y que derriban árboles. Estos efectúan el más vigoroso ejercicio, pero ni una partícula de
carne se coloca en la mesa. No hemos usado la carne desde el congreso campestre de Brighton. No era
mi propósito tenerla en la mesa en ningún momento, pero se hicieron urgentes pedidos en que se
declaraba que tal persona no podía comer tal o cual cosa, y que su estómago podía digerir la carne
mejor que cualquier otra cosa. De esta forma fui tentada a colocar carne en mi mesa...
Todos los que vienen a mi mesa son bienvenidos, pero no pongo delante de ellos ninguna carne. Los
cereales, los vegetales y las frutas frescas y conservadas constituyen nuestro menú. Ahora tenemos
abundancia de las mejores naranjas, y muchos limones. Esta es la única fruta fresca que podemos
conseguir en esta estación del año. . .
He escrito esto para darle alguna idea de cómo vivimos. Nunca gocé de mejor salud que la que tengo
actualmente, y nunca escribí más que ahora. Me levanto a las tres de la mañana, y no duermo durante el
día. A menudo estoy levantada a la una, y cuando mi mente está especialmente preocupada, me levanto
a las doce para escribir acerca del asunto que ha sido traído con urgencia a mi mente. Alabo al Señor
con todo el corazón y el alma y con mi voz por su gran misericordia hacia mí.
Empleo moderado de frutas oleaginosas (nueces)
No comemos carne ni mantequilla, y usamos muy poca leche al cocinar. No hay fruta fresca en
esta estación.
Tenemos una buena producción de tomates, pero nuestra familia aprecia mucho las nueces preparadas
de varias maneras. Usamos la quinta parte de lo que la receta especifica.
Un régimen adecuado, pero sin carne
Cuando estaba en Cooranbong, muchas personas que eran grandes consumidoras de carne
formaron parte de mi familia, y cuando se sentaban a mi mesa, y no había una partícula de carne que se
servía, decían: "Bueno, si Ud. tiene alimentos como éstos, yo puedo pasarlo sin carne". Creo que mi
alimento satisface a nuestra familia. Le digo a mi familia: "No importa lo que Uds. hagan, no preparen
un régimen pobre. Pongan suficiente sobre la mesa como para nutrir el organismo. Deben hacerlo.
Deben inventar e inventar y estudiar todo el tiempo, y obtener los mejores platos que puedan, como
para no tener un régimen pobre".
Té y café
Por años no he comprado un solo centavo de té. Conociendo su influencia no me atrevo a usarlo,
excepto en casos de vómito severo cuando lo tomo como medicina, pero no como bebida...
No soy culpable de beber ninguna clase de té, excepto el té de trébol rosado, y si me gustara el vino, el
té y el café, no usaría estos narcóticos destructores de la salud, porque valoro la salud y valoro un
ejemplo saludable en todas estas cosas. Quiero ser un modelo de temperancia y de buenas obras delante
de los demás.
Alimento sencillo
Mi salud es buena. Mi apetito es excelente. Hallo que cuanto más sencillo es el alimento, y
cuantas menos variedades como, más fuerte soy.
Siguiendo la luz en 1903
En nuestra familia tenemos el desayuno a las seis y media, y el almuerzo a la una y media. No
tenemos cena. Cambiaríamos las horas de comer un poco, si no fuera por el hecho de que éstas son las
horas más convenientes para algunos miembros de la familia.
Yo tomo sólo dos comidas por día, y todavía sigo la luz que me fue dada hace treinta y cinco años. No
uso carne. En cuanto a mí, he definido la cuestión de la mantequilla. No la uso. Este asunto debe ser
fácilmente definido en todo lugar donde el artículo más puro no puede obtenerse. Tenemos dos buenas
vacas lecheras, una Jersey y una Holstein. Usamos crema, y todos están satisfechos con esto.
Tengo setenta y cinco años de edad. Pero escribo tanto como siempre. Mi digestión es buena y mi
cerebro está lúcido.
Nuestro menú es sencillo y sano. No tenemos en nuestra mesa nada de mantequilla, nada de carne,
nada de queso, y nada de mixturas con grasas. Durante algunos meses un joven que no era creyente, y
que había comido carne toda su vida, tomó pensión con nosotros. No hicimos ningún cambio en
nuestro régimen por su causa; y mientras estuvo con nosotros aumentó unas veinte libras.. El alimento
que le proporcionamos era mucho mejor para él que la comida a la cual había estado acostumbrado.
Todos los que se sientan a mi mesa expresan que están bien satisfechos con la comida provista.
No se le impone a la familia reglas rígidas
Yo consumo la comida más sencilla, preparada de la manera más simple. Por meses mi régimen
principal ha sido fideos y tomates envasados cocinados juntos. Esto lo como con pan retostado.
También tengo alguna clase de fruta cocinada y a veces pastel de limón. Maíz seco, cocinado con leche
o con un poco de crema, es otro plato que uso a veces.
Pero los otros miembros de mi familia no comen las mismas cosas que yo. No me erijo en un criterio
para ellos, sino que dejo que cada uno siga sus propias ideas acerca de qué es lo mejor para él. No ato
la conciencia de ninguna otra persona a la mía. Una persona no puede ser criterio para otra en materia
de alimentación. Es imposible hacer una regla para que todos la sigan. Hay algunos en mi familia que
gustan mucho de las habichuelas, en tanto que para mí éstas son veneno. Nunca se coloca mantequilla
en mi mesa, pero si los miembros de mi familia quieren usar un poco de ella fuera de la mesa, están en
libertad de hacerlo.
Nuestra mesa se pone dos veces por día, pero si hay personas que quieren algo para comer por la tarde,
no hay regla que les prohiba hacerlo. Nadie se queja o sale de nuestra mesa insatisfecho. Siempre se
provee una variedad de alimentos sencillos, sanos y sabrosos.
Una declaración para los que objetan la manera de comer de la Sra. White
Algunos informan que yo no he vivido a la altura de los principios de la reforma pro salud, tal
como los he
presentado con mi pluma. Pero puedo decir que hasta ahora, por todo lo que yo sepa, no me he
apartado de esos principios. Los que han comido en mi mesa saben que no he puesto carne delante de
ellos... Han pasado varios años desde el tiempo en que ponía carne en mi mesa. Nunca usamos té o
café. Ocasionalmente he usado té de flor de trébol rosado como bebida caliente, pero pocos de mi
familia beben alguna clase de líquido en la comida, En la mesa hay crema en lugar de mantequilla, aun
cuando tengamos invitados presentes. No he usado mantequilla por muchos años.
Y sin embargo no tenemos un régimen empobrecido. Tenemos abundancia de fruta seca y envasada. Si
nuestra propia cosecha de fruta es escasa, comprarnos parte en el mercado. La Hna. Gray me manda las
uvas sin semillas, y éstas cocinadas constituyen un plato apetitoso. Nosotros recogemos una especie de
zarzamora, y la usamos en abundancia. Las fresas no crecen bien en esta localidad, pero de nuestros
vecinos compramos otras clases de fresas, manzanas y peras. Tenemos también abundancia de tomates.
A la vez recogemos una buena variedad de maíz dulce, y secamos una gran cantidad para usar durante
los meses de invierno. Cerca de nosotros hay una fábrica de productos alimenticios, donde podemos
surtirnos de las preparaciones de cereales.
Tratamos de usar buen juicio para determinar qué combinaciones de alimentos nos sientan mejor. Es
nuestro deber obrar sabiamente con respecto a nuestros hábitos de comer, ser temperantes, y aprender a
razonar de la causa al efecto. Si queremos hacer nuestra parte, el Señor hará la suya en preservar
nuestro poder mental. Por más de cuarenta años he tomado solamente dos comidas al día.
Y si tengo una obra especial que hacer, limito la cantidad de alimento que tomo. Considero mi de
ber rehusar colocar en mi estómago cualquier alimento que tengo razones para creer que producirá
molestias. ¡Mi mente debe ser santificada para Dios, y debo guardarme cuidadosamente contra todo
hábito que tienda a disminuir mis facultades intelectuales.
Estoy ahora en mis ochenta y un años, y puedo dar testimonio de que, como familia, no apetecemos las
ollas de Egipto. He conocido algunos de los beneficios que se reciben viviendo según los principios de
la reforma pro salud. Considero un privilegio así como un deber ser una reformadora en este sentido.
Sin embargo, lamento que haya tantos miembros de nuestro pueblo que no siguen estrictamente la luz
sobre la reforma pro salud. Aquellos que en sus hábitos violan los principios de la salud, y no prestan
atención a la luz que el Señor les ha dado, sufrirán seguramente las consecuencias.
Describo estos detalles, para que Ud. sepa cómo contestar a cualquiera que objete mi manera de
comer...
Considero que una razón por la cual he podido hacer tanto trabajo, tanto en la predicación como en
escribir, es porque me adhiero estrictamente a la temperancia en mi manera de comer. Si se colocan
delante de mí varias clases de alimentos, trato de escoger solamente los que yo sé que me caen bien.
Así me capacito para mantener claras mis facultades mentales. Rehuso colocar en mi estómago a
sabiendas cualquier cosa que produzca fermentación. Este es el deber de todos los reformadores en pro
de la salud. Debemos razonar de la causa al efecto. Es nuestro deber ser temperantes en todas las cosas.
Principios generales de reforma
He tenido gran luz del Señor sobre el tema de la reforma pro salud. Yo no he buscado esa luz; no
he estudiado para obtenerla; me fue dada por el Señor a fin de
que la diera a otros. Presento estos asuntos ante el pueblo insistiendo sobre los principios generales, y a
veces, si se hacen preguntas en la mesa a la cual he sido invitada, contesto de acuerdo con la verdad.
Pero nunca he hecho un ataque contra ninguno con respecto a la mesa o a su contenido. No considero
tal proceder como cortés o propio en absoluto.
Tolerancia para con los demás
No me constituyo en criterio de ninguna otra persona. Hay cosas que yo no puedo comer sin sufrir
grandes molestias. Trato de descubrir lo que es mejor para mí, y entonces sin decir nada a otra persona,
participo de las cosas que puedo comer, y que a menudo son sencillamente dos o tres variedades que no
crearán ninguna perturbación en el estómago.
Existe una amplia diferencia en las constituciones y los temperamentos, y las exigencias del
organismo difieren grandemente en distintas personas. Lo que sería alimento para uno podría ser
veneno para otro; de manera que no pueden sentarse reglas precisas que cuadren con todos los casos.
Yo no puedo comer habichuelas (judías verdes), porque son veneno para mí; pero que yo diga que por
esta razón nadie debe comerlas, sería sencillamente ridículo. Yo no puedo comer ni una cucharada de
salsa hecha con leche, ni tostadas servidas con leche, sin sufrir la consecuencia; pero otros miembros
de mi familia pueden comer estas cosas, sin tener ningún mal efecto; por lo tanto yo tomo lo que sienta
mejor a mi estómago, y ellos hacen lo mismo. No cruzamos palabras al respecto ni discutimos; todo se
mueve armoniosamente en mi gran familia, porque yo no trato de dictar lo que ellos deben o no deben
comer.
"He sido una fiel reformadora en pro de la salud"
Cuando recibí por primera vez el mensaje de la reforma pro salud, yo era débil, y estaba sujeta a
frecuentes accesos de desfallecimientos. Pedí ayuda a Dios, y él abrió delante de mí el gran tema de la
reforma pro salud. Me instruyó acerca de que los que guardan sus mandamientos deben ponerse en
sagrada relación con él, y que por la temperancia en el comer y en el beber deben conservar su mente y
su cuerpo en la condición más favorable para el servicio. Esta luz ha sido una gran bendición para mí.
He hecho mi decisión como una reformadora en pro de la salud, sabiendo que el Señor me fortalecería.
Tengo mejor salud ahora, a pesar de mi edad, de la que tuve en mis días más jóvenes.
Algunos han informado que yo no he seguido los principios de la reforma pro salud tales como los
defendí con mi pluma; pero puedo decir que he sido una fiel reformadora en pro de la salud. Los que
han sido miembros de mi familia saben que esto es cierto.