El propósito de Dios para nuestros sanatorios
Toda institución establecida por los adventistas debe ser para el mundo lo que José fue en Egipto y lo que Daniel y sus compañeros fueron en Babilonia. En la providencia de Dios, estos elegidos fueron llevados cautivos para acarrear a las naciones paganas las bendiciones que recibe la humanidad mediante el conocimiento de Dios. Eran representantes de Jehová. Nunca debían transigir con los idólatras; debían llevar como honor especial su fe religiosa y su nombre como adoradores del Dios viviente.
Y eso fue precisamente lo que hicieron. En la prosperidad y en la adversidad honraron a Dios, y Dios los honró a ellos...
De modo que las instituciones establecidas por el pueblo de Dios en la actualidad deben glorificar su nombre. La única forma como podemos satisfacer sus expectativas es siendo representantes de la verdad para esta época. Dios debe ser reconocido en las instituciones establecidas por los adventistas. Mediante ellas hay que presentar al mundo las verdades para este tiempo con poder convincente.
Se nos ha llamado a presentar al mundo el carácter de Dios tal como le fue revelado a Moisés. En respuesta a la oración de Moisés, "Muéstrame tu gloria", el Señor prometió: "Yo haré pasar todo mi bien delante de tu rostro". "Y pasando Jehová por delante de él, proclamó: ¡Jehová! ¡Jehová! fuerte, misericordioso y piadoso; tardo para la ira, y grande en misericordia y verdad; que guarda misericordia a millares, que perdona la iniquidad, la rebelión y el pecado". Éxodo 33:18-19; 34:6-7. Este es el fruto que Dios desea obtener de su pueblo. Por medio de la pureza de carácter, de la santidad de la vida, con su misericordia y bondad y compasión, deben demostrar que "la ley de Dios es perfecta, que convierte el alma". Salmos 19:7.
El propósito de Dios para sus instituciones de la actualidad también puede observarse en el objetivo que procuró realizar por medio de la nación judía. Tenía el propósito de impartir por medio de Israel abundantes bendiciones a todos los pueblos. Mediante ellos debía preparar el camino para la difusión de su luz a todo el mundo...
Dios deseaba convertir a su pueblo Israel en objeto de alabanza y gloria. Le había concedido toda ventaja espiritual. Dios no los privó de ninguna cosa favorable a la formación del carácter que los convertiría en representantes suyos.
Su obediencia a las leyes de Dios los transformaría en una maravilla de prosperidad ante las naciones del mundo. El que podía darles sabiduría y habilidad en todo trabajo especializado, continuaría siendo su maestro, y los ennoblecería y elevaría por medio de la obediencia a sus mandamientos. Si hubieran sido obedientes, habrían sido preservados de las enfermedades que afligían a las demás naciones y hubieran sido bendecidos con un intelecto vigoroso. La gloria de Dios, su majestad y poder debían manifestarse en toda su prosperidad. Debían ser un reino de sacerdotes y príncipes. Dios puso a su alcance toda facilidad para que llegaran a ser la mayor nación del mundo...
El Señor me dio hace años luz especial concerniente al establecimiento de una institución de salud en la cual los enfermos pudieran ser tratados en una forma muy diferente de como se los trata en cualquier otra institución del mundo. Debía fundarse y conducirse de acuerdo con los principios bíblicos, como instrumento de Dios, y debía ser en sus manos uno de los instrumentos más eficaces para llevar luz al mundo. Era el propósito de Dios que se destacara con habilidad científica, con poder moral y espiritual y como fiel centinela de la reforma en todo sentido. Todos los que tuvieran una parte en estas instituciones debían ser reformadores, debían respetar los principios y obedecer la luz procedente de la reforma pro salud que brillaba sobre nosotros como pueblo.
Un haz de luz
Dios tenía el propósito de que la institución que establecería se destacara como un haz de luz, de advertencia y reproche. El probaría al mundo que una institución conducida con principios religiosos, como asilo para los enfermos, podía mantenerse sin sacrificar su carácter peculiar y santo; y podía mantenerse libre de las características objetables que se encuentran en otras instituciones de salud. Debía ser un instrumento para producir grandes reformas.
El Señor reveló que la prosperidad del sanatorio no debía depender únicamente del conocimiento y.la habilidad de sus médicos, sino del favor de Dios. Debía ser conocido como una institución en la cual Dios era reconocido como el Monarca del universo, una institución que se encontraba bajo su supervisión especial. Sus gerentes debían hacer que Dios fuera el primero y el mejor en todo. Y en eso habría poder. Si era dirigida en una forma que Dios podía aprobar, tendría mucho éxito y se encontraría a la cabeza de todas las demás instituciones de esa clase en todo el mundo. Se le dio gran luz, gran conocimiento y privilegios superiores. Y de acuerdo con la luz recibida sería la responsabilidad de quienes habían recibido el cometido de hacer avanzar la institución.
Ahora que nuestra obra se ha extendido y nuestras instituciones se han multiplicado, el propósito de Dios en su establecimiento sigue siendo el mismo. Las condiciones para la prosperidad no han cambiado.
La humanidad sufre debido a la transgresión de las leyes de Dios. El Señor desea que los seres humanos comprendan cuál es la causa de sus sufrimientos y cuál es la única forma como pueden obtener alivio. Quiere que sepan que su bienestar físico, mental y moral depende de su obediencia a su ley. Es su propósito que nuestras instituciones sean como lecciones objetivas que muestren los resultados de la obediencia a los principios correctos.
Hay que difundir los principios de salud
En la preparación de un pueblo para la segunda venida del Señor, debe realizarse una gran obra por medio de la difusión de los principios de salud. La gente debe ser instruida acerca de las necesidades del organismo físico y del valor de la vida saludable como lo enseñan las Escrituras, que los cuerpos que Dios ha creado deben ser presentados ante él como sacrificio vivo, y aptos para rendirle un servicio aceptable. Hay una gran obra que se debe realizar para la humanidad doliente en aliviar sus sufrimientos por medio del uso de los agentes naturales que Dios ha provisto, y en enseñarles cómo prevenir la enfermedad por medio del control del apetito y de las pasiones. Hay que enseñar a la gente que la transgresión de las leyes de la naturaleza es transgresión de las leyes de Dios. Hay que enseñarles la verdad, desde el punto de vista físico tanto como espiritual, que "el temor de Jehová es para vida, y con él vivirá lleno de reposo el hombre; no será visitado de mal". Proverbios 19:23. "El le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno sino uno: Dios. Mas si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos". Mateo 19:17. Vive mi ley "como la niña de tu ojo". Las normas de Dios, cuando se las obedece, son "vida a los que las hallan, y medicina a todo su cuerpo". Proverbios 4:22.
Nuestros sanatorios tienen poder educador para la gente en estos aspectos. Los que son enseñados, a su vez pueden impartir los conocimientos a otros acerca de los principios restauradores de la salud y conservadores de la salud. En esta forma, nuestros sanatorios deben ser instrumentos para alcanzar a la gente, un instrumento para demostrarles el mal que acarrea desentenderse de las leyes de la salud, y para enseñarles cómo preservar el cuerpo en la mejor condición. Los sanatorios deben establecerse en diferentes países a los que entran nuestros misioneros, y deben ser centros desde los cuales se lleve a cabo la obra de sanar, restaurar y educar.
Debemos trabajar para alcanzar tanto la salud del cuerpo como para salvar el alma. Nuestra misión es la misma que la de nuestro Maestro, de quien se ha escrito que andaba haciendo bien y sanando a los que se encontraban oprimidos por Satanás. Hechos 10:38. Se dice de su obra: "El Espíritu de Jehová el Señor está sobre mí, porque me ungió Jehová; me ha enviado a predicar buenas nuevas a los abatidos, a vendar a los quebrantados de corazón, a publicar libertad a los cautivos, y a los presos apertura de la cárcel". "Andando Jesús junto al mar de Galilea, vio a dos hermanos, Simón, llamado Pedro, y Andrés su hermano, que echaban la red en el mar; porque eran pescadores". Isaías 61:1; Lucas 4:18. Al seguir el ejemplo de Cristo de trabajar para el bien de los demás, despertaremos su interés en Dios a quien amamos y servimos.
Monumentos para gloria de Dios
Nuestros sanatorios con todos sus departamentos debieran ser monumentos para la gloria de Dios, sus instrumentos para sembrar las semillas de la verdad en los corazones humanos. Llegarán a hacer esto si se los conduce en forma adecuada.
La verdad viviente de Dios debe darse a conocer en nuestras instituciones médicas. Muchas personas que acuden a ellas están hambrientas y sedientas de la verdad, y cuando ésta se les presenta en forma adecuada será recibida con gozo. Nuestros sanatorios han sido los medios de elevar la verdad para este tiempo y presentarla ante miles. La influencia religiosa que impera en estas instituciones inspira confianza en los enfermos. La seguridad de que el Señor preside en ellas y las muchas oraciones que se elevan en favor de los enfermos realizan una impresión en los corazones. Muchos que nunca antes han pensado en el valor del alma quedan convencidos por el Espíritu de Dios, y no pocos son inducidos a cambiar el curso de su vida. Se realizan impresiones perdurables en muchas personas que habían estado satisfechas mientras pensaban que sus normas personales de carácter bastaban, y que han sentido la necesidad de la justicia de Cristo. Cuando llegue la prueba futura, cuando les llegue el tiempo de su iluminación, no pocas de estas personas tomarán su lugar con el pueblo remanente de Dios. Dios es honrado por las instituciones que se conducen de este modo. En su misericordia ha convertido a los sanatorios en un instrumento poderoso para aliviar los sufrimientos físicos de miles de personas que han sido atraídas a ellos para ser curadas de sus enfermedades. Y en el caso de muchos, el sanamiento físico va acompañado por el sanamiento del alma. Reciben del Salvador el perdón de sus pecados. Reciben la gracia de Cristo y se identifican con él, con sus intereses y su honor. Muchos salen de nuestros sanatorios con nuevos corazones. El cambio ha quedado decidido. Estas personas regresan a sus hogares para ser luces en el mundo. El Señor las convierte en testigos suyos. Su testimonio es: "Venid, oíd todos los que teméis a Dios, y contaré lo que ha hecho a mi alma". Salmos 66:16.
En esta forma, nuestros sanatorios, con la mano prosperadora de Dios sobre ellos, han sido los medios para realizar un gran bien. Y deben elevarse todavía mucho más. Dios obrará con la gente que lo honra.
Fuentes de vida
Maravillosa es la obra que Dios se propone realizar por medio de sus siervos, para que su nombre sea glorificado. Dios convirtió a José en la fuente de vida para la nación egipcia. Por medio de José se preservó la vida de toda esa nación. Por medio de Daniel, Dios salvó la vida de los sabios de Babilonia. Y esas liberaciones fueron como lecciones objetivas; ilustran para el pueblo las bendiciones espirituales que les son ofrecidas por medio de la conexión con el Dios a quien José y Daniel adoraban. De modo que Dios desea, mediante su pueblo de la actualidad, acarrear bendiciones al mundo. Cada obrero en quien Cristo mora, cada uno que exprese su amor al mundo, es un obrero juntamente con Dios para bendición de la humanidad. Al recibir del Salvador gracia para impartir a otros, de todo su ser fluye una ola de vida espiritual. Cristo vino como el Gran Médico para sanar las heridas que el pecado había hecho en la familia humana, y su Espíritu, trabajando por medio de sus siervos, imparte al ser humano enfermo por el pecado y doliente, un gran poder sanador que es eficaz para el cuerpo y el alma. "En aquel tiempo habrá un manantial abierto para la casa de David y para los habitantes de Jerusalén, para la purificación del pecado y de la inmundicia". Zacarías 13:1. Las aguas de esta fuente contienen propiedades medicinales que sanarán las enfermedades físicas y espirituales.
De esta fuente fluye el poderoso río de la visión de Ezequiel. "Y me dijo: Estas aguas salen a la región del oriente, y descenderán al Arabá, y entrarán en el mar; y entradas en el mar, recibirán sanidad las aguas. Y toda alma viviente que nadare por dondequiera que entraren estos dos ríos, vivirá; y habrá muchísimos peces por haber entrado allá estas aguas, y recibirán sanidad; y vivirá ... Y junto al río, en la ribera, a uno y otro lado, crecerá toda clase de árboles frutales; sus hojas nunca caerán, ni faltará su fruto. A su tiempo madurará, porque sus aguas salen del santuario; y su fruto será para comer, y su hoja para medicina". Ezequiel 47:8-12.
Dios desea que nuestros sanatorios se conviertan en un río de vida y de sanidad mediante su poder que obra por medio de nosotros.
La iglesia ha sido calificada para el servicio
Cristo ha concedido poder a su iglesia para hacer la misma obra que él realizó durante su ministerio. Actualmente él es el mismo médico compasivo que fue cuando vivió en la tierra. Debiéramos ayudar a los afligidos a comprender que en él hay bálsamo sanador para toda enfermedad, poder restaurador para toda invalidez. Sus discípulos de la actualidad deben orar por los enfermos en la misma forma como lo hicieron los discípulos de sus días. Y la salud será restaurada, porque "la oración de fe salvará al enfermo". Santiago 5:15. Necesitamos el poder del Espíritu Santo, la tranquila seguridad de la fe que puede reclamar las promesas de Dios.--The Review and Herald, 9 de junio de 1904.
Aguas vivas para almas sedientas
El Señor necesita hombres y mujeres sabios que trabajen como enfermeros para confortar y ayudar a los enfermos y a los dolientes...
Nuestros sanatorios han sido establecidos con el objeto de salvar almas. En nuestro ministerio diario encontramos muchos rostros preocupados y tristes. ¿Qué demuestra la tristeza en esos rostros? La necesidad del alma de la paz de Cristo. Los pobres y entristecidos seres humanos acuden a cisternas rotas, las cuales no pueden contener agua, pensando satisfacer su sed. Permitamos que escuchen una voz que diga: "A todos los sedientos: Venid a las aguas". Isaías 55:1. "Y no queréis venir a mí para que tengáis vida". Juan 5:40.
Deseamos tener sanatorios para que las almas sedientas puedan ser conducidas hacia el agua viva; pero no se trata de sanatorios caros y grandiosos, sino de instituciones con un ambiente hogareño, ubicados en lugares agradables.
Los enfermos deben alcanzarse, no por medio de grandes edificios, sino mediante el establecimiento de numerosos sanatorios pequeños, que deben ser como luces que brillan en lugares oscuros. Los que se dedican a esta obra deben reflejar la luz que procede del rostro de Cristo. Deben ser como sal que no ha perdido su sabor. Por medio de la obra de los sanatorios, debidamente realizada, la influencia genuina de una religión pura se extenderá a muchas almas.
Desde nuestros sanatorios, los obreros bien preparados deben salir para dirigirse a lugares en los cuales la verdad nunca ha sido proclamada, a fin de llevar a cabo obra misionera para el Maestro, reclamando para sí la promesa: "He aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo". Mateo 28:20.--Special Testimonies, Series B 8:13-14 (1907).
Los sanatorios y la obra evangélica
Nuestros sanatorios son uno de los medios de mayor éxito para alcanzar a toda clase de gente. Cristo ya no está personalmente en este mundo para ir a las ciudades y a los pueblos y aldeas a fin de sanar a los enfermos. Nos ha encargado que llevemos a cabo la obra misionera médica que el comenzó, y debemos hacer lo mejor posible en el cumplimiento de esta obra. Es necesario establecer instituciones para el cuidado de los enfermos, donde hombres y mujeres puedan ser colocados bajo la atención de médicos misioneros temerosos de Dios y ser tratados sin drogas. A estas instituciones acudirán los que han acarreado enfermedad sobre sí mismos debido a hábitos impropios de comer y beber. A éstos hay que enseñarles los principios de la vida sana. Hay que enseñarles el valor de la abnegación y el dominio propio. Es necesario proveerles un régimen de alimentación sencillo, sano y agradable, y deben ser atendidos por médicos y enfermeras llenos de sabiduría.
Nuestros sanatorios son la mano derecha del Evangelio, y abren puertas a través de las cuales la humanidad doliente puede ser alcanzada con las buenas nuevas de sanamiento por medio de Cristo. En estas instituciones, los enfermos pueden ser enseñados a entregar sus casos al Gran Médico, quien cooperará con sus fervientes esfuerzos para recuperar la salud, y producirá en ellos el sanamiento del alma tanto como la curación del cuerpo.
En nuestros sanatorios se puede llevar a cabo una obra misionera médica admirable. En ellos Cristo y los ángeles trabajan para aliviar el sufrimiento causado por la enfermedad del cuerpo. Pero la obra de ningún modo se detiene allí. Las oraciones ofrecidas por los enfermos y la presentación de las Escrituras les proporciona un conocimiento del gran Médico Misionero. Se dirige su atención hacia Aquel que puede curar toda enfermedad. Aprenden acerca del gran don de la vida eterna, el cual el Señor Jesús anhela derramar sobre quienes lo aceptan. Aprenden a prepararse para las mansiones que Cristo ha ido a disponer para los que le aman. Si me fuere, dijo él, "vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis". Juan 14:3. La Palabra de Dios contiene admirables promesas, de las cuales los que sufren del cuerpo o de la mente, pueden recibir consuelo, esperanza y valor.
El plan de proveer instituciones para el cuidado debido de los enfermos se originó en el Señor. El ha instruido a su pueblo para que establezcan estas instituciones. Deben trabajar en ellas médicos temerosos de Dios, que sepan tratar a los enfermos desde el punto de vista del médico cristiano hábil. Estos médicos deben ser fervientes y activos, y servir al Señor en su especialidad. Deben recordar que están trabajando en el lugar y bajo la vigilancia del Gran Médico. Son los guardianes de los seres a quienes Cristo compró con su propia sangre, y por lo tanto es indispensable que se dirijan por medio de principios elevados y nobles, y que lleven a cabo la volundad del Médico Misionero Divino, quien vela constantemente sobre los enfermos y dolientes.
Los que han sido designados guardianes de la salud de los enfermos debieran comprender por medio de la experiencia el poder suavizador de la gracia de Cristo, para que los que acuden a ellos en busca de tratamiento puedan recibir mediante sus palabras el poder elevador y sanador de la propia verdad de Dios. Un médico no se encuentra preparado para la obra misionera médica hasta que ha obtenido conocimiento de Aquel que vino a salvar a las almas perdidas y afligidas por el pecado. Si Cristo es su Maestro, y si poseen conocimiento experimental de la verdad, pueden presentar al Salvador ante los enfermos y los desahuciados.
Los enfermos observan cuidadosamente las expresiones, las palabras y los actos de sus médicos, y cuando el médico cristiano se arrodilla junto al lecho del doliente, para pedir al Gran Médico que tome su caso en sus propias manos, impresiona la mente del enfermo, lo cual puede producir como resultado la salvación de su alma.
Se necesitan instituciones en muchos lugares
Cristo abrazó el mundo en su obra misionera, y el Señor me ha mostrado mediante revelación que no es su plan que existan grandes centros ni que se establezcan grandes instituciones, ni que los fondos de nuestro pueblo en todas partes del mundo se agoten sosteniendo unas pocas grandes instituciones, cuando las necesidades de los tiempos exigen que se haga algo, a medida que la Providencia abre el camino en muchos lugares. Debieran establecerse instituciones en diversos lugares en todo el mundo. Hay que entrar primero en un lugar, y luego en otro lugar de la viña, hasta que toda haya sido cultivada. Hay que llevar a cabo esfuerzos donde la necesidad es mayor. Pero no podemos llevar adelante esta guerra agresiva y al mismo tiempo derrochar en forma extravagante los recursos en unos pocos lugares.
El Sanatorio de Battle Creek es demasiado grande. Se requerirá un número grande de obreros para atender a los pacientes que llegan. La décima parte del número de pacientes que vienen a esta institución es el número máximo que se puede atender con los mejores resultados en un centro médico misionero. Habría que establecer centros en las ciudades que no conocen la gran obra que el Señor desea que se efectúe para amonestar al mundo de que el fin de todas las cosas está cerca. "Hay demasiado--dijo El Gran Maestro--en un solo lugar".--Testimonies for the Church 8:204-205 (1903).
En todo el mundo
Dios ha calificado a su pueblo para que ilumine el mundo. Le ha confiado las facultades mediante las cuales deberán extender su obra hasta que abarque el mundo entero. En todas partes de la tierra deberán establecer sanatorios, escuelas, casas editoras y las facilidades necesarias para el cumplimiento de su obra.
El mensaje final del Evangelio debe llevarse a "toda nación, tribu, lengua y pueblo". Apocalipsis 14:6. En muchos países extranjeros todavía hay que establecer y llevar a cabo numerosas empresas para el progreso de este mensaje. La apertura de restaurantes higiénicos y de lugares de tratamiento, y el establecimiento de sanatorios para la atención de los enfermos y los dolientes, es tanto una necesidad en Europa como en América. En muchos países hay que establecer misiones médicas para que obren como manos ayudadoras de Dios en la ministración a los afligidos.
Cristo colabora con los que se dedican a la obra médica misionera. Los hombres y mujeres que, desprovistos de egoísmo, hacen lo que pueden para establecer sanatorios y lugares de tratamiento en muchos países, serán ricamente recompensados. Los que visiten sus instituciones recibirán beneficio físico, como también mental y espiritual; los fatigados renovarán sus fuerzas, los enfermos serán restaurados a la salud y los afligidos por el pecado serán aliviados. En lugares muy lejanos, se escucharán palabras de agradecimiento y melodías procedentes de los corazones de quienes han sido vueltos del servicio al pecado al de la justicia por medio de estos instrumentos. Mediante sus cantos de agradecida alabanza se dará un testimonio que ganará a otros a la fidelidad y la comunión con Cristo.
La conversión de las almas a Dios es la obra más grande y noble en la cual pueden participar los seres humanos. En esta obra se revela el poder de Dios, su santidad, su paciencia y su amor ilimitado. Cada conversión genuina lo glorifica y hace que los ángeles irrumpan en cánticos de alabanza.
Nos estamos aproximando al final de la historia del mundo, debido a lo cual los diferentes ramos de la obra de Dios deben llevarse a cabo con una abnegación mayor de la que existe en este momento. La obra para estos últimos días es en un sentido especial una obra misionera. La divulgación de la verdad presente, desde la primera letra del alfabeto hasta la última, significa esfuerzo misionero. La obra que debe realizarse exige sacrificio a cada paso que se da. De este servicio abnegado, los obreros saldrán purificados y refinados como oro probado en fuego.
El conocimiento de que hay almas que perecen en el pecado debiera estimularnos para realizar un mayor esfuerzo a fin de dar la luz de la verdad presente a los que se encuentran en las tinieblas, y especialmente a los que viven en lugares donde se ha hecho muy poco para establecer monumentos conmemorativos de Dios. En todas partes del mundo existe una obra que debiera haberse hecho hace mucho, la cual debe realizarse ahora y llevarse a cabo hasta terminarla.
En los países europeos
Nuestros hermanos, en general, no se han interesado seriamente en el establecimiento de sanatorios en los países europeos. En la obra que se realiza en estos países surgirán situaciones que confundirán en alto grado, debido a las circunstancias peculiares de los distintos campos. Pero por la luz que se me ha dado, se establecerán instituciones que aunque al comienzo serán pequeñas, por la bendición de Dios llegarán a ser grandes y fuertes.
No hay que aglomerar en una sola localidad nuestras instituciones en ningún país. Dios nunca se propuso que se restringiera de ese modo la luz de la verdad. Se requirió que la nación judía, por un tiempo, adorara en Jerusalén. Pero Jesús dijo a la mujer samaritana: "Créeme, que la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre". "La hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren". Juan 4:21, 23-24. Hay que plantar la verdad en todos los lugares a los que tengamos acceso. Debe ser llevada a regiones que carecen del conocimiento de Dios. Los hombres serán recibidos al recibir a Aquel en quien se centran sus esperanzas de vida eterna. La aceptación de la verdad como se encuentra en Jesús llenará los corazones con melodías de alabanza a Dios.
Absorber una gran cantidad de recursos económicos en unos pocos lugares es contrario a los principios cristianos. Cada edificio debe levantarse con referencia a la necesidad de edificios similares en otros lugares. Dios pide a los hombres que ocupan posiciones de confianza en su obra, que no bloqueen el camino del progreso utilizando egoístamente en unos pocos lugares favorecidos, o en uno o dos ramos de trabajo, todos los recursos que se pueden obtener.
En los días del comienzo del mensaje, un gran número de personas en nuestro pueblo poseía el espíritu de abnegación y sacrificio. Así se estableció un comienzo en forma correcta y los esfuerzos realizados produjeron éxito. Pero la obra no se ha desarrollado en la forma como debiera. Se ha concentrado demasiado en Battle Creek, en Oakland y en unos pocos lugares más.
El Señor se ha propuesto que su obra se lleve a cabo con el mismo espíritu con el que comenzó. Hay que amonestar al mundo. Hay que entrar en un campo tras otro. La orden que se nos ha dado es: "Añadid nuevos territorios". Acaso como pueblo, mediante nuestras transacciones comerciales y por medio de nuestra actitud hacia un mundo no salvado, ¿no debiéramos dar un testimonio todavía más claro y decisivo que el que dimos hace veinte o treinta años?
Sobre nosotros ha brillado gran luz con respecto a los últimos días de la historia terrena. Que nuestra falta de sabiduría y energía no dé evidencia de una ceguera espiritual. Los mensajeros de Dios deben estar revestidos con su poder. Deben sentir por la verdad una reverencia elevadora que ahora no poseen. El mensaje solemne y sagrado de amonestación procedente del Señor debe proclamarse en los campos más difíciles y en las ciudades más pecadoras, en todo lugar donde la luz del mensaje del tercer ángel todavía no ha brillado. A todos hay que dar el último llamado a la cena de las bodas del Cordero.
En la proclamación del mensaje, los siervos de Dios serán llamados a luchar con numerosas dificultades y a sobreponerse a muchos obstáculos. A veces la obra resultará difícil, como ocurrió cuando los pioneros establecían las instituciones en Battle Creek, en Oakland y en otros lugares. Pero que todos hagan lo mejor posible y que conviertan al Señor en su fortaleza, que eviten todo egoísmo y que sus buenas obras sean una bendición para los demás...
En todos los países
El Señor nos llama a que despertemos a la comprensión de cuáles son nuestras responsabilidades. Dios ha dado a cada persona su obra. Cada uno debe vivir una vida útil. Aprendamos todo lo que sea posible y luego seamos una bendición para los demás impartiéndoles el conocimiento de la verdad. Que cada uno obre en conformidad con sus habilidades y que ayude voluntariamente a llevar las cargas.
En todas partes hay una obra que se debe realizar para las diversas clases sociales. Debemos llegar hasta los pobres y los depravados, los que han caído a causa de la intemperancia. Y al mismo tiempo, no debemos olvidar a las clases más elevadas, los abogados, los ministros, los senadores y los jueces, muchos de los cuales son esclavos de hábitos intemperantes. No debemos dejar ningún esfuerzo sin hacer para demostrarles que sus almas son dignas de ser salvadas, y que vale la pena luchar para obtener la vida eterna. A los que ocupan posiciones elevadas debemos presentarles el voto de abstinencia total, y pedirles que den el dinero que de otro modo hubieran gastado en la complacencia egoísta del licor y el tabaco, a instituciones en las cuales los niños y los adolescentes puedan prepararse para ocupar posiciones de utilidad en el mundo.
Los ángeles esperan para colaborar
Una gran luz ha estado brillando sobre nosotros, pero ¿cuánto de esta luz hemos reflejado al mundo? Los ángeles celestiales están esperando para que los seres humanos colaboren con ellos en la presentación práctica de los principios de la verdad. Por medio de nuestros sanatorios y empresas semejantes deberá realizarse una gran parte de esta obra. Estas instituciones han de ser monumentos conmemorativos de Dios en las que su poder sanador se puede poner al alcance de todas las clases, elevadas y bajas, ricas y pobres. Todo el dinero invertido en ellas por amor de Cristo producirá bendiciones tanto al que lo da como a la humanidad doliente.
La obra médica misionera es la mano derecha del Evangelio. Es necesaria para el progreso de la causa de Dios. El poder salvador de la verdad se dará a conocer a medida que por medio de ella los hombres y las mujeres sean inducidos a comprender la importancia que tienen los hábitos correctos de vida. Hay que entrar en todas la ciudades por medio de obreros preparados para realizar obra médica misionera. Como mano derecha del mensaje del tercer ángel, los métodos de Dios para el tratamiento de la enfermedad abrirán las puertas para que entre la verdad presente. Hay que hacer circular las publicaciones sobre salud en muchos países. Nuestros médicos de Europa y de otros países debieran despertar a la necesidad de hacer preparar obras de salud por medio de hombres prácticos que puedan poner al alcance de la gente, en el lugar donde ésta se encuentra, las instrucciones más esenciales.
La colaboración de los sanatorios
El Señor dará a nuestros sanatorios cuya obra ya se encuentra establecida, una oportunidad de colaborar con él en la asistencia de las instituciones recién establecidas. Cada nueva institución debe considerarse como una hermana colaboradora en la gran obra de la proclamación del mensaje del tercer ángel. Dios ha dado a nuestros sanatorios una oportunidad de poner en acción una obra que será como una piedra viviente, que crecerá a medida que una mano invisible la haga rodar. Pongamos en movimiento esta piedra mística.
El Señor me ha instruido que amoneste a los que en el futuro establecerán sanatorios en nuevos lugares, que comiencen su obra con humildad, consagrando sus habilidades a su servicio. Los edificios que se construyan no deberán ser grandes ni costosos. Hay que establecer pequeños sanatorios locales en conexión con nuestras escuelas de adiestramiento. En estos sanatorios hay que concentrar hombres y mujeres jóvenes que posean habilidades y consagración, que se conduzcan en el amor y el temor de Dios; los que, cuando estén preparados para graduarse, no piensen que ya saben todo lo que necesitan saber, sino que estén dispuestos a estudiar diligentemente y a practicar cuidadosamente las lecciones dadas por Cristo. La justicia de Cristo irá delante de ellos y la gloria de Dios irá a su retaguardia.
El sanatorio de Sydney debe impartir educación
El Señor ha dado repetidamente instrucciones concernientes a la importancia de esta institución y a la necesidad de su establecimiento. Desea que el sanatorio se construya para que podamos cooperar con sus instrumentos en el alivio del sufrimiento de la humanidad.
En la obra de este sanatorio, los médicos, las parteras y las enfermeras deben colaborar con Dios en la restauración de la salud a los enfermos. Al hacerlo colaboran con él en la restauración de su imagen en el alma. No limitemos al Santo de Israel. ¿Acaso Cristo no oficia por nosotros en el santuario de arriba, a la mano derecha de Dios? ¿Acaso no intercede por los que sufren físicamente y por los que sufren espiritualmente? Los invita a ir a él, quien estuvo muerto, pero quien ahora vive para siempre.
Dios desea que a los seres humanos dolientes se les enseñe a evitar la enfermedad por medio de la práctica de hábitos correctos de comer, beber y vestir. Muchos sufren debido al poder opresivo de prácticas pecaminosas, cuya salud podría restaurarse mediante la observancia inteligente de las leyes de la vida y la salud, por medio de la cooperación con Aquel que murió para que ellos pudieran vivir eternamente. Este es el conocimiento que los hombres y las mujeres necesitan. Deben aprender a estudiar las leyes divinas dadas por Cristo para bien de toda la humanidad. Esta es la obra que se debe realizar en nuestro sanatorio.
Los instrumentos de Dios debieran procurar seguir en los pasos del Sanador Divino. Los que acuden al sanatorio debieran aprender a cuidar su cuerpo, y recordar estas palabras: "No sois vuestros. Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios". 1 Corintios 6:19-20. Sí, somos propiedad de Dios y la senda de la obediencia a las leyes de la naturaleza es la senda directa hacia el cielo. El que se convierte de los errores en el comer, el beber y el vestirse, está siendo preparado para escuchar y recibir la verdad en un corazón bueno y bien dispuesto. Muchos, al practicar las leyes de la naturaleza y al recibir la gracia renovadora de Dios en el alma, obtienen nueva vida física y espiritual. "El temor de Jehová es el principio de la sabiduría, y el conocimiento del Santísimo es la inteligencia". Proverbios 9:10. Hagamos escuchar la voz de la sabiduría, porque "sus caminos son caminos deleitosos, y todas sus veredas paz". Proverbios 3:17...
La gloria del evangelio
La gloria del Evangelio consiste en que se encuentra fundado sobre el principio de restauración en la humanidad caída de la imagen Divina por medio de una manifestación constante de benevolencia. Esta obra comenzó en las cortes celestiales. Allí Dios decidió dar a los seres humanos evidencia inequívoca del amor que sentía por ellos. "Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna". Juan 3:16.
La Divinidad se conmovió de piedad por la humanidad, y el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo se dieron a sí mismos a la obra de formar un plan de redención. Con el fin de llevar a cabo plenamente ese plan, se decidió que Cristo, el Hijo unigénito de Dios, se entregara a sí mismo como ofrenda por el pecado. ¿Con qué se podría medir la profundidad de este amor? Dios quería hacer que resultara imposible para el hombre decir que hubiera podido hacer más. Con Cristo, dio todos los recursos del cielo, para que nada faltara en el plan de la elevación de los seres humanos. Este es amor, y su contemplación debiera llenar el alma con gratitud inexpresable. ¡Oh, cuánto amor, cuánto amor incomparable! La contemplación de este amor limpiará el alma del egoísmo. Hará que el discípulo se niegue a sí mismo, tome su cruz y siga al Redentor.
Todos debieran tener una parte
El establecimiento de iglesias y sanatorios es tan sólo una manifestación adicional del amor de Dios, y en esta obra debiera participar todo el pueblo de Dios. Cristo formó su iglesia aquí abajo con el propósito expreso de manifestar la gracia de Dios por medio de sus miembros. Su pueblo debe levantar monumentos conmemorativos de su sábado en todo el mundo, que es la señal entre él y ellos, de que es él quien los santifica. De este modo deben demostrar que han vuelto a su lealtad y que permanecen firmes en favor de los principios de su ley.
Ventajas de la agricultura
El Señor permitió que el fuego consumiera el edificio principal de la Review and Herald y del sanatorio, y de ese modo eliminó la mayor objeción que existía contra la necesidad de salir de Battle Creek. Era su propósito que en lugar de reconstruir el gran sanatorio, nuestro pueblo edificara plantas en diversos lugares. Estos sanatorios más pequeños debieran haberse establecido en los lugares donde se hubiera podido adquirir tierra de cultivo. Es el plan de Dios que la agricultura se relacione con la obra de nuestros sanatorios y colegios. Nuestra juventud necesita la educación que se obtiene en este ramo de trabajo. Es conveniente, y más que conveniente es indispensable que se realicen esfuerzos para llevar a cabo el plan de Dios en este sentido.--Testimonies for the Church 8:227-228 (1903).
Una advertencia contra la centralización
Santa Helena, California, Sept. 4, 1902. A los dirigentes de nuestra obra médica, Queridos Hermanos: El Señor trabaja en forma imparcial en todas partes de su viña. Son los hombres quienes desorganizan su obra. El no concede a su pueblo el privilegio de reunir tantos recursos económicos para establecer instituciones en unos pocos lugares, de modo que no quede nada para la organización de instituciones similares en otras partes.
Hay que establecer muchas instituciones en las ciudades de los Estados Unidos, y especialmente en las ciudades del sur, en las cuales hasta ahora no se ha hecho mucho. También hay que iniciar numerosas empresas médicas en países extranjeros, y hacerlas funcionar con éxito. El establecimiento de sanatorios es tan esencial en Europa y en otros países extranjeros como en los Estados Unidos.
El Señor desea que su pueblo comprenda correctamente la obra que debe realizarse, y que como mayordomos fieles procedan sabiamente en la inversión de fondos. Cuando piensen en la construcción de un edificio, él desea que calculen el costo para ver si disponen de recursos con los cuales terminarlo. También desea que recuerden que no debieran reunir egoístamente todos los medios posibles para invertirlos en unos pocos lugares, sino que debieran trabajar con referencia a los numerosos lugares en los cuales es necesario establecer instituciones.
Economía y benevolencia
Según la luz que se me ha dado, los gerentes de todas nuestras instituciones, especialmente de los sanatorios recién establecidos, deben tener cuidado de economizar en el gasto de los recursos, a fin de encontrarse en posición de ayudar a aquellas instituciones similares que deben establecerse en otros lugares del mundo. Aunque tengan grandes cantidades de dinero en la tesorería, de todos modos debieran hacer cada plan con referencia a las necesidades del gran campo misionero de Dios.
No es la voluntad de Dios que su pueblo levante enormes sanatorios en ninguna parte. Hay que establecer muchos sanatorios. No deben ser grandes, sino suficientemente completos para llevar a cabo una obra buena y de éxito.
Se me han dado palabras de advertencia con respecto a la obra de entrenamiento de enfermeras y de evangelistas médicos misioneros. No debemos centralizar esta obra en ningún lugar único. En todos los sanatorios establecidos, hay que entrenar a hombres y mujeres jóvenes para que sean misioneros médicos. El Señor abrirá el camino ante ellos mientras avanzan para trabajar por él.
Las evidencias de que disponemos del cumplimiento de la profecía demuestran que el fin de todas las cosas está cercano. Hay que realizar mucha obra importante en lugares alejados de los centros en los cuales en el pasado nuestra obra ha estado concentrada.
Cuando llevamos agua a un huerto para regarlo, no regamos en un solo lugar dejando el resto seco e improductivo para que clame: "Danos agua". Y sin embargo, esto representa la forma como la obra ha sido llevada a cabo en unos pocos lugares, con descuido del gran campo. ¿Deberán los lugares desolados permanecer desolados? No. Dejad la corriente de agua fluir a todos los lugares, llevando gozo y fertilidad.
Humildad y abnegación
Nunca debiéramos depender del reconocimiento y de la posición que el mundo otorga. En el establecimiento de instituciones, nunca debiéramos tratar de competir con las instituciones del mundo en tamaño ni en esplendor. Obtendremos la victoria, no mediante el recurso de erigir edificios enormes, en competir con los enemigos, sino manifestando el espíritu de Cristo como un espíritu de mansedumbre y humildad. Es mucho mejor llevar la cruz y experimentar chascos, pero obtener la vida eterna al final, que vivir como príncipes y perder el cielo.
El Salvador de la humanidad nació en un hogar humilde, en un mundo malvado y maldecido por el pecado. Fue criado oscuramente en Nazaret, un pueblecito de Galilea. Comenzó su obra en la pobreza y sin posición mundanal. Así Dios introdujo el Evangelio en una forma completamente diferente de la que muchos en la actualidad consideran sabio proclamar el mismo Evangelio.
Al comienzo mismo de la dispensación evangélica, él enseñó a su iglesia a confiar, no en la posición mundanal ni en el esplendor, sino en el poder de la fe y la obediencia. El favor de Dios tiene más valor que el oro y la plata. El poder del Espíritu Santo es de un valor incalculable.
Así dice el Señor: "Los edificios darán carácter a mi obra únicamente cuando quienes los construyan sigan mis instrucciones concernientes al establecimiento de instituciones. Si los que han administrado y sustentado la obra en el pasado hubieran estado siempre controlados por principios puros y abnegados, nunca se hubiera producido una acumulación egoísta de una gran parte de mis recursos en uno o dos lugares. Se hubieran establecido instituciones en numerosas localidades. Las semillas de la verdad sembradas en un número mayor de campos, hubieran brotado y producido fruto para mi gloria.
"Los lugares que han sido descuidados ahora deben recibir atención. Mi pueblo debe llevar a cabo una obra definida y rápida. Los que con pureza de propósito se consagran plenamente a mí, de alma, cuerpo y espíritu, trabajarán con mis métodos y en mi nombre. Todos deberán estar en su puesto, y contemplarme como su Guía y Consejero.
"Instruiré al ignorante y ungiré con colirio celestial los ojos de muchos que ahora viven en oscuridad espiritual. Levantaré a instrumentos que llevarán a cabo mi voluntad para preparar un pueblo a fin de que se presente ante mí en el tiempo del fin. En muchos lugares que antes de esto debieran haber sido provistos con sanatorios y colegios, estableceré mis instituciones y esas instituciones se convertirán en centros educativos para la preparación de obreros".
Oportunidades providenciales
El Señor obrará sobre las mentes humanas en lugares inesperados. Algunos que aparentemente son enemigos de la verdad, en la providencia de Dios invertirán sus recursos para desarrollar propiedades y construir edificios. Con el tiempo, estas propiedades se ofrecerán en venta a un precio por debajo de su costo. Nuestro pueblo reconocerá la mano de la Providencia en esas ofertas y adquirirá propiedades valiosas para usarlas en la obra de educación. Harán planes y llevarán a cabo los negocios con humildad, abnegación y sacrificio. En esta forma, hombres de recursos están inconscientemente preparando auxiliares que capacitarán al pueblo de Dios para avanzar rápidamente en su obra.
En diversos lugares, hay que adquirir propiedades para usarlas en la construcción de sanatorios. Nuestro pueblo debiera buscar las oportunidades de adquirir propiedades fuera de las ciudades, que ya tengan edificios construidos y huertos plantados. El terreno es una posesión valiosa. En relación con nuestros sanatorios debiera haber terreno, pequeñas porciones de los cuales puedan utilizarse para edificar hogares para los colaboradores y otros que reciben preparación para la obra médica misionera.
Deber hacia los pobres
Los administradores del sanatorio no debieran estar gobernados por los principios que controlan otras instituciones de esta clase, en las cuales los dirigentes, actuando por conveniencia, demasiado a menudo tratan con deferencia a los ricos mientras que descuidan a los pobres. Los pobres con frecuencia tienen gran necesidad de simpatía y consejo, lo cual no siempre reciben, aunque desde el punto de vista del valor moral, pueden estar mucho más alto en la estima de Dios que los más ricos. El apóstol Santiago ha dado un consejo definido con respecto a la manera como debemos tratar a los pobres:
"Porque si en vuestra congregación entra un hombre con anillo de oro y con ropa espléndida, y también entra un pobre con vestido andrajoso, y miráis con agrado al que trae las ropas espléndidas y le decís: Siéntate tú aquí en buen lugar; y decís al pobre: estate tú allí, o siéntate aquí bajo mi estrado; ¿no hacéis distinciones entre vosotros mismos, y venís a ser jueces con malos pensamientos? Hermanos míos amados, oíd: ¿No ha elegido Dios a los pobres de este mundo, para que sean ricos en fe y herederos del reino que ha prometido a los que le aman?". Santiago 2:2-5.
Aunque Cristo era rico en las cortes celestiales, se hizo pobre para que mediante su pobreza nosotros pudiéramos ser hechos ricos. Jesús honró a los pobres compartiendo su condición humilde. De la historia de su vida debemos aprender la forma de tratar a los pobres. Algunos llevan a extremos el deber de la beneficencia, y en realidad perjudican a los pobres al hacer demasiado por ellos. Los pobres no siempre se esfuerzan como debieran hacerlo. Si bien es cierto que no se los debe descuidar y hacerlos sufrir, es necesario enseñarles a ayudarse a sí mismos.
No se debe descuidar la causa de Dios prestando a los pobres atención exclusiva. Cristo cierta vez dio a sus discípulos una lección muy importante acerca de este punto. Cuando María derramó el ungüento sobre la cabeza de Jesús, el codicioso Judas hizo un ruego en favor de los pobres y se quejó por lo que consideró un desperdicio de dinero. Pero Jesús vindicó el acto diciendo: "Dejadla; ¿por qué la molestáis? Buena obra me ha hecho". "De cierto os digo que dondequiera que se predique este Evangelio, en todo el mundo, también se contará lo que ésta ha hecho para memoria de ella". Marcos 14:6, 9. Con esto se nos enseña que Cristo debía ser honrado por medio de la consagración de lo mejor de nuestros bienes. Si dirigiéramos toda nuestra atención a aliviar las necesidades de los pobres, la causa de Dios sería descuidada. Ni los unos ni la otra sufrirán si sus mayordomos cumplen su deber, pero la causa de Cristo debe venir primero.
Los pobres debieran tratarse con tanto interés y atención como los ricos. La práctica de honrar a los ricos y despreciar y descuidar a los pobres es un delito a la vista de Dios. Los que están rodeados por todas las comodidades de la vida, o que reciben atenciones especiales del mundo porque son ricos, no experimentan la necesidad de simpatía y de tierna consideración como las personas cuyas vidas han sido una larga lucha con la pobreza. Estos últimos tienen muy poco en esta vida que los haga felices o alegres, debido a lo cual apreciarían las manifestaciones de simpatía y amor. Los médicos y sus colaboradores en ningún caso debieran descuidar a esta clase, porque al hacerlo pueden descuidar a Cristo en la persona de sus santos.
Responsabilidades de la iglesia
Nuestro sanatorio fue levantado para beneficiar a la humanidad doliente, tanto a los ricos como a los pobres, en todo el mundo. Muchas de nuestras iglesias tienen muy poco interés en esta institución, a pesar de que cuentan con evidencia suficiente de que es uno de los instrumentos designados por Dios para llevar a hombres y mujeres bajo la influencia de la verdad y para salvar muchas almas. Las iglesias que tienen pobres en su congregación no debieran descuidar su mayordomía y arrojar la carga de los pobres y enfermos sobre el sanatorio. Todos los miembros de las diversas iglesias son responsables delante de Dios por los afligidos. Debieran llevar sus propias cargas. Si tienen enfermos entre ellos, que desean que reciban el beneficio de algún tratamiento, debieran enviarlos al sanatorio si eso es posible. Al hacerlo, no sólo utilizarán la institución que Dios ha establecido, sino que ayudarán a los que necesitan ayuda, y se preocuparán de los pobres en la forma como Dios requiere.
No era el propósito de Dios que la pobreza desapareciera del mundo. Las clases de la sociedad nunca debían ser igualadas; porque la diversidad de condiciones que caracteriza a la humanidad es uno de los medios por los que Dios ha determinado probar y desarrollar el carácter. Muchos han urgido con gran entusiasmo que todos los seres humanos debieran tener una parte igual en las bendiciones temporales de Dios; pero éste no era el propósito del Creador. Cristo ha dicho que siempre debemos tener a los pobres con nosotros. Los pobres, tanto como los ricos, han sido adquiridos por su sangre; y entre sus seguidores profesos, en la mayor parte de los casos, los pobres le sirven con determinación, mientras que los ricos están constantemente depositando sus afectos sobre los tesoros terrenales, y olvidan a Cristo. Las preocupaciones de esta vida y la codicia por las riquezas eclipsan la gloria de un mundo eterno. Si todos tuvieran la misma cantidad de posesiones mundanales, eso sería la peor desgracia que hubiera caído sobre la humanidad.
Nuestros sanatorios del sur de California
Los médicos y los pastores deben unirse en un esfuerzo por conducir a los hombres y las mujeres a obedecer los mandamientos de Dios. Necesitan estudiar la relación íntima que existe entre la obediencia y la salud. Sobre los médicos misioneros descansa una responsabilidad solemne. Deben ser misioneros en el verdadero sentido de la palabra. No hay que chasquear a los enfermos y a los dolientes que se confían al cuidado de los colaboradores de las instituciones médicas. Hay que enseñarles a vivir en armonía con el cielo. Al aprender a obedecer la ley de Dios, serán ricamente bendecidos en cuerpo y espíritu.
El valor de la vida al aire libre
La ventaja de la vida al aire libre nunca debiera perderse de vista. Cuán agradecidos debiéramos sentirnos porque Dios nos ha dado una hermosa propiedad para un sanatorio en Paradise Valley, en Glendale y en Loma Linda. "¡Fuera de las ciudades! ¡Fuera de las ciudades!", ha sido un mensaje durante años. No podemos esperar que los enfermos se recuperen rápidamente cuando se encuentran encerrados entre cuatro paredes en alguna ciudad, sin tener nada que ver afuera, a no ser casas, casas y casas, pero nada que los anime, nada que los avive. Y sin embargo, cuán lentos son algunos en comprender que las ciudades atestadas no son lugares favorables para la obra de los sanatorios.
Aun en el sur de California, no hace muchos años, había algunos que favorecían la construcción de un gran sanatorio en el corazón de Los Angeles. A la luz de la instrucción que Dios me ha dado, no podíamos consentir en la realización de ningún plan semejante. En visiones de la noche, el Señor me había mostrado propiedades desocupadas en el país, apropiadas para el propósito de levantar un sanatorio, y en venta a un precio muy por debajo del costo original.
En busca de lugares apropiados
Pasó algún tiempo hasta que encontramos estos lugares. Primero adquirimos el Sanatorio Paradise Valley, cerca de San Diego. Pocos meses después, en la buena providencia de Dios, nuestros dirigentes se enteraron de la propiedad de Glendale y la compraron y prepararon para el servicio. Pero recibimos luz según la cual nuestra obra de establecer sanatorios en el sur de California no estaba terminada, y en diversas ocasiones se nos dieron testimonios según los cuales la obra médica misionera también debía llevarse a cabo en las vecindades de Redlands.
En un artículo publicado en la (Review and Herald, 6 de abril de 1905), escribí:
"En nuestro viaje de regreso a Redlands, mientras nuestro tren recorría un kilómetro tras otro de huertos de naranjos, pensé en los esfuerzos que debían hacerse en este hermoso valle para proclamar la verdad para este tiempo. Reconocí esta sección del sur de California como uno de los lugares que se me habían presentado con la instrucción de que debía contar con un sanatorio completamente equipado.
"¿Por qué campos como Redlands y Riverside han permanecido casi sin trabajarse? Al mirar por la ventana del vagón y ver los árboles cargados de frutas, pensé: ¿Acaso los esfuerzos fervorosos y cristianos no hubieran producido una cosecha espiritual tan abundante como ésta? Estos pueblos han sido construidos y desarrollados en pocos años, y al contemplar su hermosura y la fertilidad del campo circundante, surgió ante mí una visión de lo que la cosecha espiritual hubiera podido ser si se hubieran hecho esfuerzos cristianos por la salvación de las almas.
"El Señor hubiera designado hombres y mujeres valientes y dedicados para que se encargaran de su obra en estos lugares. La causa de Dios ha de realizar un progreso más rápido en el sur de California que en el pasado. Miles de personas visitan el sur de California cada año en busca de salud, y debiéramos emplear diversos métodos para alcanzarlas con la verdad. Deben escuchar la advertencia de prepararse para el gran día del Señor, que está a las puertas...
"Dios nos llama a que presentemos la verdad para este tiempo a los que año tras año acuden al sur de California de todas partes de los Estados Unidos. Obreros que pueden hablar a las multitudes deben hubicarse donde puedan encontrarse con la gente para darles el mensaje de advertencia. Debiera haber en el lugar ministros y colportores en busca de una oportunidad para presentar la verdad y para realizar reuniones. Deben aprovechar sin pérdida de tiempo las oportunidades para poner la verdad presente ante quienes no la conocen. Deben dar el mensaje con claridad y poder para que sea escuchado por los que tienen oídos para oír"...
Recordemos que uno de los instrumentos más importantes es nuestra obra médica misionera. Nunca debemos perder de vista el gran objetivo por el cual nuestros sanatorios han sido establecidos: El adelantamiento de la obra final de Dios en el mundo.
Loma Linda no sólo debe ser un sanatorio, sino también un centro de educación. El hecho de poseer este lugar pone ante nosotros la pesada responsabilidad de dar un carácter educacional a la obra de esta institución. Hay que establecer aquí un colegio para la preparación de evangelistas médicos misioneros.
El sábado en nuestros sanatorios
Se me ha instruido que nuestras instituciones médicas deben ser testigos de Dios. Se han establecido para aliviar a los enfermos y los afligidos, para reavivar el espíritu de investigación, para diseminar la luz y promover la reforma. Estas instituciones, debidamente dirigidas, serán los medios para llevar el conocimiento de la reforma--indispensable para preparar a un pueblo para la venida del Señor--ante muchos que de otra manera nos hubiera resultado imposible alcanzar.
Muchos de los que frecuentan nuestras instituciones médicas tienen elevadas ideas acerca de la presencia de Dios en la institución que visitan, y son muy susceptibles a las influencias espirituales prevalecientes. Si todos los médicos, las enfermeras y los colaboradores andan con circunspección delante de Dios, tendrán a su alcance un poder más que humano para tratar con estos hombres y mujeres. Todas las instituciones cuyo personal es consagrado están inundadas por el poder divino; y quienes las frecuentan no sólo obtienen alivio para los sufrimientos corporales, sino que también encuentran un bálsamo sanador para sus almas enfermas por el pecado.
Que los dirigentes entre nuestro pueblo hagan énfasis en la necesidad de mantener una poderosa influencia religiosa en nuestras instituciones médicas. El Señor desea que éstas sean lugares donde se lo honre de palabra y de hecho, lugares donde su ley sea magnificada y las verdades de la Biblia sean hechas prominentes. Los médicos misioneros deben realizar una gran obra para Dios. Deben estar bien despiertos y velar, y revestirse con todas las piezas de la armadura cristiana, y pelear valientemente. Deben ser leales a su Dirigente, deben obedecer sus mandamientos, incluyendo el que les sirve para revelar la señal de su orden.
La señal de nuestra orden
La observancia del sábado es la señal entre Dios y su pueblo. No tengamos vergüenza de portar la señal que nos distingue del mundo. Mientras meditaba sobre este asunto recientemente en las horas de la noche, Uno que tenía autoridad nos aconsejó que estudiáramos la instrucción dada a los Israelitas con relación al sábado. "Con todo eso vosotros guardaréis mis sábados--había declarado el Señor--; porque es señal entre mí y vosotros por vuestras edades, para que sepáis que yo soy Jehová que os santifico. Así que guardaréis mis sábados, porque santo es a vosotros... Seis días se hará obra, mas el día séptimo es sábado de reposo consagrado a Jehová; cualquiera que hiciere obra el día del sábado morirá ciertamente. Guardarán, pues, el sábado los hijos de Israel; celebrándolo por sus edades por pacto perpetuo: Señal es para siempre entre mí y los hijos de Israel". Éxodo 31:13-17.
El sábado ha de ser siempre la señal que distinga a los obedientes de los desobedientes. Satanás ha trabajado con poderosa maestría para anular el cuarto mandamiento y conseguir con ello que se pierda de vista la señal de Dios. El mundo cristiano ha pisoteado el sábado del Señor y en su lugar observa un día de reposo instituido por el enemigo. Pero el Señor tiene un pueblo que le es leal. Su trabajo se ha de llevar a cabo en líneas rectas. La gente que ostenta su señal debe establecer iglesias e instituciones que sean monumentos para él. Por humilde que sea su apariencia, estos monumentos testificarán constantemente en contra del falso día de reposo instituido por Satanás y en favor del sábado establecido por el Señor en el Edén, cuando juntas cantaban todas las estrellas del alba y todos los hijos de Dios lanzaban exclamaciones de regocijo.
Hay peligro de que penetre en nuestros sanatorios un espíritu de irreverencia y negligencia en la observancia del sábado. A los hombres de responsabilidad que hay en la obra misionera médica les incumbe el deber de dar instrucción a los médicos, a los enfermeros y auxiliares, con respecto a la santidad del día santo de Dios. Cada médico debe esforzarse especialmente por dar el buen ejemplo. La indolencia de sus deberes le induce naturalmente a sentirse justificado por hacer el sábado muchas cosas que no debiera hacer. En lo posible debe planear su trabajo de modo que pueda dejar de lado sus deberes comunes.
Nunca se debe descuidar el sufrimiento
Con frecuencia los médicos y los enfermeros son llamados en sábado a atender a los enfermos y a veces les resulta imposible tener tiempo para descansar y asistir a los cultos devocionales. Nunca se han de descuidar las necesidades de la humanidad doliente. Por su ejemplo el Salvador nos ha mostrado que es correcto aliviar los sufrimientos en sábado. Pero el trabajo innecesario, como los tratamientos y las operaciones comunes que pueden postergarse, debe ser diferido. Hágase comprender a los pacientes que los médicos y auxiliares deben tener un día de descanso. Hágaseles comprender que los obreros temen a Dios y desean santificar el día que él apartó para que sus hijos lo observen como señal entre él y ellos.
Los educadores y los educandos de nuestras instituciones médicas deben recordar que para ellos y los dirigentes significa mucho observar correctamente el sábado. Al guardar el sábado acerca del cual Dios declara que debe ser santificado, revelan la señal de su orden y muestran claramente que están de parte de su Señor.
Libres de los estorbos mundanales
Ahora y siempre hemos de destacarnos como pueblo distinto y peculiar, libre de toda política mundana, sin los estorbos que representaría el confederarse con aquellos que no tienen sabiduría para discernir los requerimientos de Dios tan claramente presentados en su Ley.Todas nuestras instituciones médicas han sido establecidas como instituciones Adventistas del Séptimo Día, para representar las diversas características de la obra misionera médica evangélica, y así preparar el camino para la venida del Señor. Debemos demostrar que procuramos trabajar en armonía con el cielo. Debemos testificar a toda nación, tribu y lengua que somos un pueblo que ama y teme a Dios, un pueblo que santifica su monumento recordativo de la creación, la señal puesta entre él y sus hijos sobrevivientes para mostrar que los santifica. Debemos manifestar claramente nuestra fe en la pronta venida del Señor en las nubes del cielo. Como pueblo nos ha humillado grandemente la conducta que han seguido algunos de nuestros hermanos de responsabilidad al apartarse de los antiguos jalones. Hay quienes, a fin de llevar a cabo sus planes, negaron su fe por sus palabras. Esto demuestra cuán poca confianza se puede poner en la sabiduría y el juicio humanos. Como nunca antes, necesitamos ver ahora el peligro que corremos de ser desviados inadvertidamente de nuestra lealtad a los mandamientos de Dios. Necesitamos comprender que Dios nos ha dado un mensaje decidido de amonestación para el mundo, así como dio a Noé un mensaje de amonestación para los antediluvianos. Procure nuestro pueblo no menoscabar la importancia del sábado para vincularse con los incrédulos. Tenga cuidado de no apartarse de los principios de nuestra fe y de no dar la impresión de que no es malo conformarse al mundo. Sienta gran temor de prestar oído a los consejos de cualquier hombre, fuere cual fuere su puesto, si obra en forma contraria a lo que Dios ha realizado para mantener a su pueblo separado del mundo.
El Señor está probando a su pueblo, para ver quién será leal a los principios de su verdad. Nuestra obra consiste en proclamar al mundo los mensajes del primer ángel, del segundo y del tercero. En el desempeño de nuestros deberes, no debemos despreciar ni temer a nuestros enemigos. No está de acuerdo con la orden de Dios que nos liguemos por contratos con los que no son de nuestra fe. Debemos tratar con bondad y cortesía a los que se niegan a ser leales a Dios, pero nunca hemos de unirnos con ellos para consultarlos acerca de los intereses vitales de su obra. Poniendo nuestra confianza en Dios, debemos avanzar firmemente, para hacer su obra con abnegación, confiar humildemente en él, entregarnos a su providencia nosotros mismos y todo lo que concierne a nuestro presente y futuro, mantener firme el principio de nuestra confianza hasta el fin y recordar que recibimos las bendiciones del cielo, no porque las merezcamos, sino porque Cristo las merece y porque mediante la fe en él aceptamos la abundante gracia de Dios.
Llamados a ser un pueblo santo
Oro a Dios para que mis hermanos comprendan que el mensaje del tercer ángel significa mucho para nosotros, y que la observancia del verdadero día de reposo es la señal que distingue a los que sirven a Dios de los que no le sirven. Despiértense los que se han vuelto soñolientos e indiferentes. Somos llamados a ser santos, y debemos tener mucho cuidado de no dar la impresión de que no tiene importancia el que conservemos o no las características peculiares de nuestra fe. Nos incumbe la solemne obligación de asumir en favor de la verdad y de la justicia, una posición más decidida que la que hemos asumido en lo pasado. La línea de demarcación entre los que guardan los mandamientos de Dios y los que no los guardan debe resaltar con claridad inequívoca. Debemos honrar concienzudamente a Dios y emplear diligentemente todos los medios para cumplir nuestro pacto con él, a fin de recibir sus bendiciones, que son tan esenciales para el pueblo que va a ser probado severamente. Deshonramos grandemente a Dios si damos la impresión de que nuestra fe y nuestra religión no constituyen una fuerza dominante en nuestra vida. Así nos apartamos de sus mandamientos, que son nuestra vida y negamos que él sea nuestro Dios y que seamos su pueblo.
Los grandes sanatorios son innecesarios
Se me ha mostrado repetidas veces que no es prudente dirigir instituciones grandes. La mayor obra en favor de las almas no se hace gracias a la magnitud de una institución. Un sanatorio grande requiere muchos obreros. Y donde se reúnen tantos, es excesivamente difícil mantener una elevada norma de espiritualidad. En una gran institución, sucede con frecuencia que los puestos de responsabilidad son desempeñados por obreros que no son espirituales, que no ejercen prudencia al obrar con aquellos que, si se los tratase sabiamente, se despertarían, convencerían y convertirían.
No se ha hecho, en cuanto a presentar las Escrituras a los enfermos, ni la cuarta parte de la obra que podría haberse hecho, y que se habría efectuado en nuestros sanatorios si los obreros mismos hubiesen recibido cabal instrucción en lo religioso.
Donde muchos obreros están reunidos en un solo lugar, la administración debe tener un nivel espiritual mucho más elevado que el que con frecuencia ha reinado en nuestros grandes sanatorios.--Joyas de los Testimonios 3:124-125.
Los entretenimientos en nuestros sanatorios
Los que llevan las responsabilidades del sanatorio, debieran ejercer mucho cuidado para que las diversiones no sean de tal carácter que rebajen las normas cristianas, y rebajen esta institución hasta el nivel de otras, con lo que debilitarían el poder de la verdadera piedad en las mentes de los que se relacionan con ellos. Entretenimientos mundanos o teatrales no son indispensables para la prosperidad del sanatorio ni para la salud de los pacientes. Cuanto más tengan de esta clase de entretenimientos, tanto menos se sentirán complacidos, a menos que se les presente continuamente algo de la misma clase. La mente se afiebra por la inquietud por algo nuevo y estimulante, lo cual es precisamente lo que no debieran tener. Si se permiten una vez estas diversiones, se esperan nuevamente, y los pacientes pierden su gusto por cualquier actividad sencilla que se les presente para ocupar su tiempo. Lo que muchos pacientes necesitan es reposo en vez de agitación.
En cuanto se introduce esta clase de entretenimiento, desaparecen de muchas mentes las objeciones contra la asistencia al teatro y la disculpa de que en el teatro se presentarán escenas de carácter moral y de buen gusto rompe la última barrera. Los que permiten esta clase de entretenimientos en el sanatorio, harían mejor en buscar la sabiduría de Dios para conducir a esas almas pobres, hambrientas y sedientas, a la Fuente de gozo, paz y felicidad.
Cuando se ha producido un alejamiento del camino recto, resulta difícil regresar a él. Se han eliminado las barreras y se han roto las salvaguardias. Un paso dado en la dirección equivocada prepara el camino para otro. Un solo vaso de vino puede abrir la puerta de la tentación que conducirá al hábito de la bebida. Un solo sentimiento de revindicación puede abrir el camino a una serie de sentimientos que terminarán en homicidio. La menor desviación de lo que es correcto y de los principios conducirá a la separación de Dios y puede terminar en apostasía... Se requiere menos tiempo y trabajo para corromper nuestros caminos delante de Dios que para introducir en el carácter hábitos de rectitud y verdad. A cualquier cosa que se acostumbre el ser humano, ya sea una influencia buena o mala, encontrará difícil abandonarla.
Los administradores del sanatorio pueden muy bien concluir de inmediato que nunca podrán satisfacer esa clase de mente que encuentra felicidad únicamente en lo que es nuevo y emocionante. Para muchas personas esto ha sido su dieta intelectual durante toda la vida; son dispépticos tanto desde el punto de vista mental como físico. Muchos sufren de enfermedades del alma mucho más que de enfermedades del cuerpo, y no encontrarán alivio hasta que acudan a Cristo, la fuente de vida. Entonces cesarán las quejas de cansancio, soledad y falta de satisfacción. Los goces que producen satisfacción proporcionarán vigor a la mente y salud y energía vital al cuerpo.
Si los médicos y obreros se complacen a sí mismos pensando que encontrarán una panacea para las diversas enfermedades de sus pacientes proveyéndoles una serie continua de diversiones similares a las que han sido la maldición de sus vidas, quedarán chasqueados. Estos entretenimientos no deben colocarse en la posición que debe ocupar la Fuente de agua viva. Las almas hambrientas y sedientas continuarán experimentando hambre y sed mientras participen de estos placeres que no satisfacen. Pero los que beben el agua viva ya no sentirán sed por diversiones frívolas, sensuales y emocionantes. Los principios ennoblecedores de la religión fortalecerán las facultades mentales y destruirán el gusto por esta clase de complacencia.
Ánimo mutuo
En la construcción de nuestros sanatorios debemos ejercer mucho cuidado para no incurrir en ninguna extravagancia en el empleo de los recursos. Tenemos el deber de preocuparnos de la sencillez. Sin embargo, hay unos pocos lugares de importancia e influencia especiales en los que se necesitan mejores acomodaciones y más espacio que en la obra de los sanatorios en otros lugares. La impresión que deseamos dejar sobre las mentes de los pacientes es la de las verdades que enseñamos antes que de la magnificencia de los edificios.
No tenemos muchos sanatorios. Existe en nuestro mundo un gran campo para la obra médica misionera genuina. Nuestros sanatorios deben ser como luces que brillan en medio de las tinieblas morales. En ellos, los enfermos y los dolientes deben contemplar el poder de Cristo que obra milagros, revelado en las vidas de los obreros. Cristo dijo: "Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos". Mateo 5:16. Dejemos que la lámpara con la luz de la Palabra de Dios brille en forma inequívoca.
Que todo lo que se relaciona con el sanatorio y sus alrededores se conserve en orden y limpieza, para que la obra se mantenga en un plano elevado en la estima de la gente y ejerza constantemente una influencia elevadora...
Colegios cerca de los sanatorios
Debe llevarse a cabo una obra educacional con respecto a nuestros sanatorios. Existe una estrecha relación entre la obra de nuestros colegios y sanatorios, y cuando es posible, hay ventajas decididas en tener un colegio conectado con un sanatorio. Un arreglo de esta clase proporcionará ventajas definidas para ambos ramos de trabajo.
Pronunciemos palabras de ánimo
No nos desanimemos unos a otros. Unámonos para llevar al éxito todas las fases de la obra del Señor. Si alguien acude a nosotros y habla con desánimo acerca de la obra en una u otra de nuestras instituciones, y nos dice que son extravagantes en exceso, debemos contestar: "Lo siento si eso es así, pero prestémosle nuestra ayuda si están en dificultades". Cuando hablamos en esta forma, evitaremos gran parte del mal que podría resultar si quitáramos nuestro apoyo y si rehusáramos ayudar a los que posiblemente han sido juzgados equivocadamente. No desanimemos nunca ni siquiera a los que han obrado mal, tratándolos como si hubieran cometido un pecado imperdonable contra nosotros. Más bien animémoslos en toda forma posible y si vemos que se están esforzando en una empresa digna, esforcémonos con ellos...
Debemos perseverar en la oración. Es nuestro gran privilegio fijar nuestras almas desvalidas en Jesucristo y confiar para nuestra salvación en sus méritos. Hablemos palabras que elevarán y ennoblecerán y que ejercerán impresiones agradables sobre las mentes de las personas con quienes nos relacionamos. El Señor quiere que seamos santificados y que andemos en humildad de mente ante él. Si obedecemos sus mandamientos nadie podrá lanzarnos ni un solo reproche con razón. Otros podrán hablar de nosotros, podrán esparcir informes malignos acerca de nosotros, pero esos informes serán falsos.
Un comportamiento cristocéntrico
En nuestras instituciones, donde trabajan muchas personas de variado temperamento, es necesario que todos cultiven un espíritu de abnegación. Que nadie piense que tiene el deber de modelar a otros para que concuerden con sus pensamientos u opiniones individuales. Aunque cada uno debe manifestar su propia individualidad, ésta debe encontrarse bajo el control del Espíritu Santo. Si somos bondadosos y semejantes a Cristo, se producirá una unión de los corazones y de los intereses que resultará beneficiosa para todos.
Nuestros sanatorios deben ser instrumentos para impartir a los enfermos una salud que se manifestará en felicidad y paz del alma. Todos los obreros deben colaborar con el médico, porque mediante la manifestación de bondad y ternura, él podrá llevar un bálsamo sanador a los que sufren.
Todos son responsables ante Dios por el uso que hacen de sus habilidades. El es responsable del crecimiento diario en la gracia. Que nadie piense que no comete errores, aunque se encuentre teóricamente establecido en la verdad presente. Pero si se cometen errores, debe existir una pronta disposición para corregirlos. Debemos evitar todo lo que pudiera crear disensión y discordia, porque existe un cielo ante nosotros, y la discordia no existirá entre sus habitantes.
Debemos vivir, no para elevarnos a nosotros mismos sino para ser, como hijos de Dios, lo mejor que permitan nuestras habilidades en la obra que él nos ha encomendado. Debemos preocuparnos de causar una impresión correcta en los demás. Nos estamos preparando para la eternidad, para el sanatorio de arriba, donde el Gran Médico limpiará las lágrimas de todo ojo y donde las hojas del árbol de la vida son para la sanidad de la gente.
No hay que presentar con insistencia los conceptos denominacionales a los pacientes
La religión de Cristo no se debe relegar a un segundo plano ni sus principios sagrados deben rebajarse para satisfacer la aprobación de ninguna clase, por muy popular que sea. Si se rebaja la norma de verdad y santidad, entonces el designio de Dios no se llevará a cabo en la institución que lo hace.
Pero nuestras creencias características no debieran analizarse con los pacientes. Sus mentes no debieran estimularse innecesariamente con temas en los que no estamos de acuerdo con ellos, a menos que ellos mismos lo deseen; y en ese caso, debiera ejercerse mucho cuidado para no agitar la mente hablándoles insistentemente de nuestras creencias características. El Instituto de Salud no es el lugar donde uno puede entrar apresuradamente en discusiones acerca de diversos puntos de nuestra fe en los que diferimos con el mundo religioso en general. En el Instituto se realizan reuniones de adoración en las que todos pueden participar si así lo desean; pero hay muchísimos temas bíblicos en los cuales podemos espaciarnos sin entrar en puntos objetables que difieren con las ideas de los demás. La influencia silenciosa hará más que una discusión abierta.
Algunos observadores del sábado creen que en las reuniones de oración deben presentar el sábado y el mensaje del tercer ángel, porque en caso contrario se sentirían culpables. Esto es característico de las mentes estrechas. Los pacientes que no están familiarizados con nuestra fe no saben cuál es el significado del mensaje del tercer ángel. La introducción de estos términos, sin una clara explicación, tan sólo causa daño. Debemos encontrar a la gente en su propio lugar, y sin embargo no debemos sacrificar un solo principio de la verdad. La reunión de oración será una bendición para los pacientes, los auxiliares y los médicos. Los momentos de oración deben ser interesantes y el culto en común aumentará la confianza de los pacientes en sus médicos y en sus auxiliares. Los auxiliares no deberían ser privados de estas reuniones debido al trabajo, a menos que sea indispensable. Las necesitan y debieran disfrutar de ellas.
Al establecer de este modo las reuniones regulares, los pacientes obtienen confianza en el Instituto y se sienten más en casa. Y de esta forma se prepara el camino para que la semilla de la verdad arraigue en algunos corazones. Estas reuniones interesan especialmente a algunos que profesan ser cristianos y causan una impresión favorable en quienes no lo son. Aumenta la confianza mutua y el prejuicio se debilita y en muchos casos desaparece completamente. Luego surge el deseo de asistir a las reuniones del sábado. Allí, en la casa de Dios, es el lugar donde podemos expresar nuestros sentimientos denominacionales. En ella el ministro puede explayarse claramente acerca de los puntos esenciales de la verdad presente y con el Espíritu de Cristo, con amor y ternura, puede presentar a todos la necesidad de obedecer todos los requerimientos de Dios y dejar que la verdad convenza los corazones.
Para todas las sectas y las clases
Debemos invitarlos a todos, a los encumbrados y a los de niveles bajos, a los ricos y a los pobres, a todas las sectas y clases, para que participen de los beneficios de nuestras instituciones médicas. En nuestras instituciones recibimos gente de todas las denominaciones. Sin embargo, somos estrictamente denominacionales en lo que se refiere a nosotros mismos; hemos recibido la sagrada elección de Dios y estamos bajo su teocracia. Pero no debemos imponer insensatamente sobre nadie los puntos peculiares de nuestra fe.--Testimonios para la Iglesia 7:108.
Tratamiento médico, vida recta y oración
Vi que la razón por la cual Dios no contestaba más plenamente las oraciones que sus siervos elevaban por los enfermos que hay entre nosotros, era que no podía ser glorificado haciéndolo mientras violaran las leyes de la salud. También vi que él se proponía que la reforma pro salud y el Instituto de Salud prepararan el camino para que la oración de fe fuera plenamente contestada. La fe y las buenas obras debieran ir de la mano en la obra de aliviar a los afligidos que viven entre nosotros, y de prepararlos para que glorifiquen a Dios aquí y sean salvados en la venida de Cristo. Dios prohíbe que esas personas afligidas se chasqueen y apesadumbren al encontrar que los administradores del Instituto trabajan solamente desde un punto de vista mundanal, en lugar de añadir a la práctica médica las bendiciones y virtudes del personal médico, que deben ser como padres y madres en Israel.
Que nadie se forme la idea de que el Instituto es el lugar al que se puede ir para ser restaurado por la oración de fe. Este es el lugar donde se puede encontrar alivio de la enfermedad por medio de los tratamientos y de los hábitos correctos de vida, y donde se puede aprender a evitar la enfermedad. Pero si hay un lugar bajo el cielo más que otro donde debieran ofrecerse oraciones calmantes y compasivas por hombres y mujeres de devoción y fe, es en esta Institución. Los que tratan a los enfermos debieran avanzar en su importante obra confiando firmemente en Dios para tener su bendición a fin de obtener los recursos que él ha provisto en su gracia, y a los cuales en su misericordia ha llamado nuestra atención como pueblo, tales como el aire puro, la higiene, el régimen de alimentación saludable, los períodos debidos de trabajo y descanso, y el empleo del agua. No debieran tener ningún interés egoísta fuera de esta obra importante y solemne.--Testimonies for the Church 1:561 (1865).
Centros de influencia y enseñanza
El Señor ha ordenado que se establezcan sanatorios en muchos lugares a fin de que se alcen como monumentos para él. Esta es una de las formas que ha escogido para proclamar el mensaje del tercer ángel. En esta forma la verdad alcanzará a muchos que de otro modo no hubieran sido iluminados por el esplendor del mensaje evangélico. En la presentación de la verdad algunos serán atraídos por una fase del mensaje evangélico y otros por otra fase. El Señor nos ha instruido a que trabajemos de tal modo que alcancemos a todas las clases sociales. El mensaje debe ir a todo el mundo. La obra de nuestros sanatorios debe contribuir al acrecentamiento del pueblo de Dios. Los incrédulos serán convertidos por medio de esta clase de esfuerzo misionero. Las admirables restauraciones de la salud que ocurren en nuestros sanatorios conducirán a muchos a contemplar a Cristo como el sanador del alma y el cuerpo.
Obreros abnegados, con una fe absoluta en Dios, debieran elegirse para hacerse cargo de estas instituciones. Hombres y mujeres sabios, que se desempeñan como enfermeros, deben consolar y ayudar a los enfermos y dolientes. Nuestros sanatorios deben ser luces que brillan en lugares oscuros, porque los médicos, los enfermeros y los auxiliares reflejan la luz de la justicia de Cristo...
Los sanatorios deben establecerse y administrarse de tal manera que sean lugares de carácter educacional. Deben demostrar al mundo la benevolencia del cielo. Aunque la presencia visible de Cristo no se discierna, sin embargo los obreros deben reclamar esta promesa: "He aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo". Mateo 28:20. El ha asegurado a sus seguidores que dará poder para continuar la obra que ha comenzado a los que le aman y temen. El anduvo haciendo el bien, enseñando a los ignorantes y sanando a los enfermos. Su obra no se detuvo con una exhibición de su poder sobre la enfermedad. Convirtió toda obra de sanamiento en una ocasión para implantar en el corazón los principios divinos de su amor y benevolencia. Sus seguidores han de trabajar en la misma forma. Cristo no está personalmente en este mundo, pero nos ha comisionado para que llevemos a cabo la obra misionera médica que él comenzó; y nosotros debemos llevar a cabo esta obra en la mejor forma posible. Hay que establecer instituciones para el cuidado de los enfermos a fin de promover esta obra, donde hombres y mujeres afectados por la enfermedad puedan ser colocados bajo el cuidado de médicos y enfermeros temerosos de Dios.
En nuestros sanatorios se debe apreciar la verdad, y no descartarla; y de su personal, debe brillar la luz de la verdad presente en forma clara y definida. Estas instituciones son las agencias que Dios ha establecido para producir un reavivamiento de la moralidad pura y elevada. No establecemos los sanatorios como negocios especulativos, sino para ayudar a los hombres y a las mujeres a practicar hábitos correctos de vida. Los que ahora son ignorantes deben hacerse sabios. Hay que aliviar el sufrimiento y restaurar la salud. Hay que enseñar a la gente la forma de mantenerse sana por medio de la práctica de hábitos correctos. Cristo murió para salvar de la ruina a los seres humanos. Nuestros sanatorios deben ser su mano ayudadora en la enseñanza de la forma de vivir para honrar y glorificar a Dios. Si no se lleva a cabo esta obra en nuestros sanatorios, los que los administran cometerán un grave error.
La elevada vocación de los empleados del sanatorio
Los empleados de nuestros sanatorios han sido llamados a una elevada y santa vocación. Necesitan comprender mejor que en lo pasado el carácter sagrado de su tarea. La obra que ejecutan y el alcance de la influencia que ejercen exige de ellos un esfuerzo fervoroso y una consagración sin reservas. En nuestros sanatorios los enfermos y dolientes deben ser inducidos a comprender que necesitan auxilio espiritual tanto como curación física. En ellos deben recibir todos los cuidados favorables al restablecimiento de la salud; mas hay que hacerles ver también cuáles son los beneficios que provienen de la vida de Cristo y de la comunión con él. Hay que mostrarles que la gracia del Señor, obrando en el alma, eleva a todo el ser. Y para ellos el mejor modo de aprender a conocer la vida de Jesús consiste en verla realizada en la vida de sus discípulos.
El que trabaja fielmente tiene los ojos puestos en Jesucristo. Recuerda que su esperanza de vida eterna la debe a la cruz del Calvario, y está resuelto a no deshonrar jamás a quien dio su vida por él. Se interesa profundamente en los sufrimientos de la humanidad. Ora y trabaja. Cuida de las almas como quien deberá dar cuenta, sabiendo que las almas que Dios pone en relación con la verdad y la justicia son dignas de salvarse. Los que trabajan en nuestros sanatorios están empeñados en una guerra santa. Deben presentar a los enfermos y a los afligidos la verdad tal como es en Jesús. Deben presentarla en toda su solemnidad y, sin embargo, con tal sencillez y ternura que las almas sean conducidas al Salvador. Deben siempre, en sus palabras y acciones, mostrar que Cristo es la esperanza de vida eterna. Nunca deben hablar de una manera impaciente ni obrar egoístamente. Los empleados deben tratar a cada uno con bondad. Sus palabras deben ser amables. Los que den prueba de verdadera modestia y cortesía cristiana ganarán almas para Cristo.
La atmósfera de paz
Debemos esforzarnos por restablecer la salud física y espiritual de aquellos que acuden a nuestros sanatorios. Preparémonos, pues, para sustraerlos durante cierto tiempo de las circunstancias que los alejaron de Dios, y para colocarlos en un ambiente más puro. Estando al aire libre, rodeados de las bellezas que Dios creó, y mientras respiran una atmósfera limpia y vigorizadora, es más fácil hablar a los enfermos de la vida nueva que es en Cristo Jesús. Allí es donde la Palabra de Dios puede enseñarse con más éxito. Allí es donde los rayos del Sol de justicia penetran mejor en los corazones entenebrecidos por el pecado. Con paciente simpatía, enseñad a los enfermos a comprender que necesitan al Salvador. Decidles que él es quien da fuerza a los débiles; quien da poder a los que no tienen ya energía.
Necesitamos comprender mejor el sentido de estas palabras: "Debajo de su sombra me senté con gran deleite". Cantares 2:3, DM. Ellas no evocan en nuestro espíritu la imagen de un apresuramiento febril, sino por el contrario, la de un dulce reposo. Son muchos los que profesan ser cristianos y que manifiestan inquietud y depresión, y los que rebosan actividad, pero no pueden hallar tiempo para reposar tranquilamente en las promesas de Dios. Obran como si no pudieran permitirse tener paz y tranquilidad. A estos dirige Cristo esta invitación: "Venid a mí,... que yo os haré descansar". Mateo 11:28.
Apartémonos de las encrucijadas polvorientas y calurosas que frecuenta la multitud y vayamos a descansar a la sombra del amor del Salvador. Allí es donde obtendremos fuerzas para continuar la lucha; allí es donde aprenderemos a reducir nuestros afanes y a adorar a Dios. Aprendan de Jesús una lección de calma confiada aquellos que están trabajados y cargados. Deben sentarse a su sombra si quieren recibir de él paz y reposo.
El tesoro de la experiencia
Los que trabajan en nuestros sanatorios deben poseer una rica experiencia cristiana, fruto de la verdad implantada en el corazón y nutrida por la gracia de Dios. Arraigados y afirmados en la verdad, deben tener una fe que obre por amor y que purifique el alma. Pidiendo constantemente las bendiciones que necesitan, deben cerrar las ventanas de su alma a la atmósfera contaminada del mundo y abrirlas, por el contrario, hacia el cielo, para dejar entrar los brillantes rayos del Sol de justicia.
¿Quién se está preparando para encargarse de una manera inteligente de la obra médica misionera? Los que acuden a recibir cuidados en nuestros sanatorios deben, mediante esta obra, ser conducidos al Salvador y aprender a unir su debilidad a la fuerza de él. Cada obrero debe ser inteligente y capaz; y entonces podrá presentar de una manera amplia y elevada la verdad tal cual es en Jesús.
Los que trabajan en nuestros sanatorios están constantemente expuestos a la tentación. Serán puestos en relación con incrédulos, y los que no están firmes en la verdad sufrirán por este contacto. Pero los que moran en Cristo arrostrarán a los incrédulos como lo hizo Cristo mismo. Inflexibles en su obediencia, estarán siempre listos para decir una palabra buena en el momento oportuno y a esparcir la simiente de la verdad. Perseverarán en la oración; mantendrán su integridad y darán cada día pruebas de cuán consecuente es su religión. La influencia de tales empleados será una bendición para muchos. Mediante una vida bien ordenada, conducirán almas a la cruz. Un verdadero cristiano confiesa constantemente a su Salvador. Está siempre gozoso, listo para dirigir palabras de esperanza y de consuelo a los que sufren.
"El principio de la sabiduría es el temor de Jehová". Proverbios 1:7. Una frase de la Escritura tiene más valor que diez mil ideas o argumentos humanos. Los que se niegan a seguir los planes de Dios oirán finalmente la sentencia: "Apartaos de mí". Mas si nos sometemos a la voluntad de Dios, el Señor Jesús dirigirá nuestra mente y dará seguridad a nuestros labios. Podremos ser fuertes en el Señor y en la potencia de su fortaleza. Al recibir a Cristo, quedamos revestidos de su potencia. Cuando el Salvador habita en nosotros, su fuerza viene a ser nuestra; su verdad es nuestro capital, y ninguna injusticia se advierte en nuestra vida. Llegaremos a poder decir palabras oportunas a quienes no conocen la verdad. La presencia de Cristo en el corazón es una potencia vivificadora, que fortalece todo el ser.
La autosuficiencia es peligrosa
Se me ha ordenado que diga a los empleados de nuestros sanatorios que la incredulidad y la confianza en sí mismos son los peligros contra los cuales deben prevenirse constantemente. Deben guerrear contra el mal con tal celo y ardor, que los enfermos sientan la influencia ennoblecedora de sus esfuerzos desinteresados.
Ningún resto de egoísmo debe mancillar nuestro servicio. "No podéis servir a Dios y a las riquezas". Mateo 6:24. Ensalzad ante el mundo al Hombre del Calvario. Ensalzadle por una fe viva en Dios a fin de que vuestras oraciones puedan ser oídas. ¿Comprendemos bien claramente hasta qué punto se acerca Jesús a nosotros? Se dirige a nosotros personalmente. Se revelará a todo aquel que quiera ser revestido del manto de su justicia. Declarará: "Yo... tu Dios, fortaleceré tu diestra". Isaías 41:13. Coloquémonos donde pueda verdaderamente sostenernos, donde podamos oírle decir con fuerza y autoridad: "Fui muerto; y he aquí vivo para siempre jamás". Apocalipsis 1:18.
Sustitutos adecuados
Cuando se deja la carne hay que sustituirla con una variedad de cereales, nueces, legumbres, verduras y frutas que se preparen en forma creativa y que sean agradables al paladar. Esto es particularmente necesario cuando se trata de personas débiles o que estén recargadas de continuo trabajo. En algunos países donde reina la escasés, la carne es la comida más barata. En tales circunstancias, el cambio de alimentación será más difícil, pero puede realizarse. Sin embargo, debemos tener en cuenta la condición de la gente y la fuerza de las costumbres establecidas, y también guardarnos de imponer indebidamente las ideas nuevas, por buenas que sean. No hay que instar a nadie a que efectúe este cambio bruscamente. La carne debe reemplazarse con alimentos sanos y baratos. En este asunto mucho depende de quién cocine. Con cuidado y habilidad, pueden prepararse manjares nutritivos y apetitosos para sustituir en buena parte la carne.--El Ministerio de Curación, 244.