El secreto del éxito
El éxito del sanatorio depende de que mantenga la sencillez de la santidad y que descarte las locuras del mundo en el comer, beber, vestir y en los entretenimientos. Todos sus principios deben tender a la reforma. Que no se invente nada para satisfacer las necesidades del alma que usurpe el lugar y el tiempo exigido por Cristo y su servicio, porque esto destruirá el poder de la institución como instrumento de Dios para convertir a las pobres almas afligidas por el pecado, quienes, ignorando la senda de la vida y la paz, han buscado la felicidad en el orgullo y en la vana necedad.
"Apoyando un propósito fiel" debiera ser la posición de todos los que se relacionan con el sanatorio. Aunque nadie debiera presentar con insistencia nuestra fe a los pacientes ni dedicarse a las discusiones religiosas con ellos, nuestras revistas y publicaciones, cuidadosamente elegidas, debieran estar a la vista casi en todas partes. Debe predominar el elemento religioso. Este ha sido y siempre será el poder de esa institución. Que nuestro sanatorio no sea pervertido por el servicio de la mundanalidad y la moda. En nuestro país hay un número suficiente de instituciones de la salud que se parecen más a un hotel que a un lugar donde los enfermos y los dolientes pueden obtener alivio para las enfermedades del cuerpo, y donde el alma afligida por el pecado puede encontrar esa paz y reposo en Jesús que no se encuentra en ninguna otra parte. Que los principios religiosos reciban un lugar prominente y se mantengan allí; descártense el orgullo y la popularidad; en todas partes deben verse la sencillez y la sinceridad, la bondad y la fidelidad; entonces el sanatorio será lo que Dios se proponía que fuera; entonces el Señor lo favorecerá.--Testimonies for the Church 4:586-587 (1881).
Cultura moral e intelectual
En la visión que se me concedió el 9 de octubre de 1878, se me mostró la posición que nuestro sanatorio de Battle Creek debiera ocupar, y el carácter y la influencia que debieran ejercer todos los que se relacionan con él. Esta importante institución ha sido establecida por la providencia de Dios, y su bendición es indispensable para el éxito. Los médicos no son curanderos ni infieles, sino hombres que comprenden el organismo humano y los mejores métodos de tratar la enfermedad, hombres temerosos de Dios con profundo interés por el bienestar moral y espiritual de sus pacientes. Los administradores no debieran realizar ningún esfuerzo por ocultar este interés por el bienestar físico y el espiritual. Mediante una vida de integridad cristiana auténtica pueden dar al mundo un ejemplo digno de imitarse; y no debieran vacilar en dar a conocer que además de su habilidad para el tratamiento de la enfermedad, están continuamente obteniendo sabiduría y conocimiento de Cristo, el Maestro más grande que el mundo ha conocido. Deben poseer esta conexión con la Fuente de toda sabiduría para que su trabajo tenga éxito.
El poder de la verdad
La verdad tiene poder para elevar al que la recibe. Si la verdad de la Biblia ejerce su influencia santificadora en el corazón y el carácter, hará más inteligentes a los creyentes. Un cristiano comprenderá su responsabilidad ante Dios y sus semejantes, si se encuentra debidamente relacionado con el Cordero de Dios, quien dio su vida por el mundo. Sólo mediante un mejoramiento continuo de las facultades intelectuales tanto como de las morales, podemos esperar satisfacer el propósito de nuestro Creador.
La falta de eficiencia desagrada a Dios
Dios siente desagrado hacia los que son demasiado descuidados o indolentes, hasta el punto de no llegar a ser obreros eficientes y bien informados. Los cristianos debieran poseer más inteligencia y un discernimiento más agudo que los mundanos. El estudio de la Palabra de Dios expande constantemente la mente y fortalece el intelecto. No hay nada que refine y eleve más el carácter y dé más vigor a toda facultad, como el ejercicio continuo de la mente para captar y comprender graves e importantes verdades.
La mente humana se empequeñece y debilita cuando trata únicamente de asuntos comunes, sin elevarse nunca por encima del nivel de las cosas temporales para percibir y captar los misterios de lo invisible. La comprensión disminuye gradualmente hasta el nivel de los temas que le resultan constantemente familiares. Las facultades de la mente disminuirán y su habilidad se perderá si no se la ejerce para adquirir conocimiento adicional y si no se la esfuerza para comprender las revelaciones del poder divino en la naturaleza y en la Palabra Sagrada.
Pero el conocimiento de hechos y teorías, por muy importantes que estos sean en sí mismos, es de escaso valor a menos que se lo ponga en práctica. Existe el peligro de que los que han obtenido su educación principalmente de libros, dejen de comprender que son novicios, en lo que concierne al conocimiento experimental. Esto es especialmente válido para los que se relacionan con el sanatorio. Esta institución necesita hombres pensadores y hábiles. Los médicos, administradores, parteras y auxiliares debieran ser personas de cultura y experiencia. Pero algunos no logran comprender lo que se requiere de un establecimiento como éste, de modo que siguen pesadamente adelante, año tras año, sin realizar ninguna mejora evidente. Parecen estar estereotipados; cada día es para ellos una repetición del día anterior.
Las mentes y los corazones de estos obreros mecánicos se encuentran empobrecidos. Tienen frente a ellos oportunidades; si estuvieran inclinados al estudio, podrían obtener una educación del valor más elevado, pero no aprecian sus privilegios. Ninguno debiera quedar satisfecho con su educación actual. Todos debieran capacitarse diariamente para llenar algún puesto de confianza...
Influencia de los obreros temerosos de Dios
Los obreros inteligentes y temerosos de Dios pueden realizar un bien enorme en lo que concierne a reformar a quienes acuden al sanatorio como inválidos para recibir tratamiento. Estas personas están enfermas, no sólo físicamente, sino también mental y moralmente. La educación, los hábitos y la vida entera de muchas personas han sido equivocadas. No pueden, en pocos días, realizar los cambios necesarios para adoptar hábitos correctos. Deben disponer de tiempo para considerar este asunto y para aprender los métodos acertados. Si todos los que trabajan en el sanatorio son representantes adecuados de la verdad de la reforma de la salud y de nuestra santa fe, ejercerán una influencia para moldear las mentes de sus pacientes. El contraste de los hábitos erróneos con los que armonizan con la verdad de Dios tiene un poder convincente.
Los seres humanos no son lo que podrían ser y lo que la voluntad de Dios se propone que sean. El gran poder de Satanás sobre la humanidad los mantiene en un nivel inferior, pero esto no debe ser así, porque entonces Enoc no hubiera podido elevarse y ennoblecerse de tal manera que llegara a caminar con Dios. Los seres humanos no necesitan dejar de crecer intelectual y espiritualmente durante toda la vida. Pero muchos tienen la mente de tal manera ocupada con sí mismos y con sus propios intereses que no les queda lugar para pensamientos más elevados y nobles. Y la norma de las realizaciones intelectuales tanto como espirituales es demasiado baja. Para muchos, cuanto mayor responsabilidad tiene la posición que ocupan, tanto más complacidos se encuentran con ellos mismos; y abrigan la idea de que la posición es la que da carácter a la persona. Pocos comprenden que tienen ante ellos la tarea constante de desarrollar paciencia, simpatía, caridad, escrupulosidad y fidelidad, que son rasgos de carácter indispensables para quienes ocupan posiciones de responsabilidad. Todos los que trabajan en el sanatorio debieran poseer una consideración sagrada por los derechos de los demás, lo cual no es otra cosa sino obedecer los principios de la ley de Dios.
Algunos en esta institución tristemente tienen deficiencia de las cualidades tan indispensables para la felicidad de todos los que se relacionan con ellos. Los médicos y los auxiliares de los diversos ramos de trabajo debieran cuidarse mucho contra la manifestación de una frialdad egoísta, de una dispoción distante y antisocial, porque esto enajenaría los afectos y la confianza de los pacientes. Muchos que acuden al sanatorio son personas refinadas y sensibles, de tacto y agudo discernimiento. Estas personas descubren tales defectos inmediatamente y comentan acerca de ellos. Las personas no pueden amar supremamente a Dios y a su prójimo como a sí mismos y al mismo tiempo ser fríos como témpanos. No sólo privan a Dios del amor que se le debe dar, sino también al mismo tiempo privan a sus semejantes de ese amor. El amor es una planta de crecimiento celestial, y se debe cultivar y alimentar. Los corazones afectuosos y las palabras veraces y amantes, harán felices a las familias y ejercerán una influencia elevadora sobre todos los que entran en contacto con la esfera de su influencia.
Los que aprovechan al máximo sus privilegios y oportunidades serán, en el sentido bíblico, personas talentosas y educadas; no tendrán solamente conocimientos, sino que serán educadas tanto intelectualmente, como en sus maneras y en su comportamiento. Serán refinadas, tiernas, compasivas y afectuosas...
Tanto alumnos como maestros
Debiéramos recordar siempre que no sólo somos alumnos sino también profesores en este mundo, mientras nos capacitamos personalmente y también a otras personas para una esfera de acción más elevada en la vida futura. La medida de la influencia del hombre se encuentra en el conocimiento de la voluntad de Dios y en su realización. Tenemos la capacidad de mejorar tanto en la mente como en el comportamiento, de manera que Dios no se avergüence de poseernos. En el sanatorio deben existir normas elevadas. Si en nuestras filas hay hombres con poder cultural e intelectual, debieran ser llamados al frente para llenar puestos en nuestras instituciones. Los médicos no debieran ser deficientes en muchos sentidos. Ante ellos se abre un amplio campo de utilidad, y si no se capacitan en su profesión la culpa es únicamente de ellos. Deben ser alumnos diligentes; y mediante una estrecha aplicación y fiel atención a los detalles, debieran convertirse en obreros responsables. No debiera ser necesario que nadie los vigile para comprobar que han hecho su trabajo sin cometer errores.
Los que ocupan posiciones de responsabilidad debieran ser tan educados y disciplinados, que todos los que entran en contacto con su esfera de influencia logren ver lo que el ser humano puede llegar a ser, y puede realizar, cuando se relaciona con el Dios de sabiduría y poder. ¿Y por qué un hombre que tiene este privilegio no podría llegar a poseer un poderoso intelecto? La gente del mundo se ha burlado repetidamente diciendo que los que creen en la verdad presente poseen una mente débil, son deficientes en la educación y carecen de posición e influencia. Sabemos que esto no es así; ¿pero no existirá alguna razón para esas aseveraciones? Muchos han considerado que la ignorancia y la falta de cultura son una señal de humildad. Tales personas están engañadas en lo que constituye la verdadera humildad y la mansedumbre del cristiano.
La reforma pro salud y el sanatorio
Entre los mayores peligros que amenazan a nuestras instituciones que se ocupan de la salud se encuentra la influencia de médicos, administradores y auxiliares que profesan creer en la verdad presente, pero que nunca se han decidido en favor de la reforma pro salud. Algunos no tienen cuidadosos escrúpulos concernientes a sus hábitos de comer, beber y vestirse. ¿Cómo podría el médico, o cualquier otra persona, presentar este tema en forma debida cuando él mismo se complace en el uso de cosas perjudiciales? La bendición de Dios descansará sobre todo esfuerzo realizado para despertar interés en la reforma pro salud, porque ésta se necesita en todas partes. Debe producirse un reavivamiento concerniente a este asunto, porque Dios se propone realizar mucho por medio de este instrumento.
La medicación por medio de drogas, en la forma como se la práctica actualmente, es una maldición. Hay que educar a la gente para que se aleje del empleo de drogas. Hay que usarlas cada vez menos y hay que confiar cada vez más en los recursos de la higiene; entonces la naturaleza responderá a la acción de los médicos de Dios: aire puro, agua pura, ejercicio adecuado y una conciencia limpia. Los que insisten en el uso de té, café y carne sentirán la necesidad de droga, pero muchos podrían recuperarse sin medicinas si obedecieran las leyes de la salud. Es necesario utilizar las drogas sólo infrecuentemente.
Si el corazón se purifica mediante la obediencia de la verdad, no habrá preferencias egoístas ni motivos corrompidos; no existirá parcialidad. El sentimentalismo amoroso enfermizo, cuya influencia marchitadora se ha sentido en todas nuestras instituciones, no se desarrollará. Debiera ejercerse una vigilancia estricta para que esta maldición no envenene ni corrompa nuestras instituciones que se ocupan de la salud.--Health, Philanthropic, and Medical Missionary Work, 42-43 (1890).
Resultados del esfuerzo fiel
Vi que hay un gran exceso de recursos entre nuestro pueblo, una porción de los cuales debiera colocarse en nuestro Instituto de Salud. También vi que hay muchos pobres dignos entre nuestro pueblo, que están enfermos y que sufren, y que han estado esperando ayuda del Instituto, pero que no pueden pagar el costo regular del alojamiento, del tratamiento, etc. El Instituto ha tenido que luchar con deudas durante los últimos tres años, de modo que no podría tratar un número grande de pacientes en forma gratuita. Agradaría a Dios que todos nuestros miembros que pudieran hacerlo invirtieran dinero en el Instituto, de manera que pueda ayudar a los humildes y dignos pobres de Dios. En relación con esto, vi que Cristo se identifica con la humanidad doliente, y que lo que tengamos el privilegio de hacer aun por el más humilde de sus hijos, a quien él llama su hermano, lo haremos para el Hijo de Dios...
Lo que ha sido necesario para elevar al Instituto de Salud de la pobre condición en que se encontraba en el otoño de 1869 hasta su condición actual marcada por la prosperidad y el progreso, ha exigido sacrificios y privaciones de los cuales sus simpatizantes en general saben muy poco. En ese tiempo tenía una deuda de trece mil dólares, y atendía solamente a ocho pacientes que pagaban sus gastos. Y lo que era peor aún, el comportamiento de gerentes anteriores había sido de tal naturaleza que había desanimado a sus amigos hasta el punto que carecían de interés en proporcionar los recursos necesarios para pagar la deuda, o recomendar a los enfermos que asistieran al Instituto. En este punto de tanto desánimo, mi esposo decidió que era necesario vender la propiedad del Instituto para pagar las deudas y devolver el saldo a los accionistas en proporción a la cantidad de acciones poseídas por cada uno. Pero cierta mañana, en oración en el altar de la familia, el Espíritu de Dios descendió sobre él mientras oraba pidiendo dirección para llevar a cabo transacciones relacionadas con el Instituto, y él exclamó, mientras se encontraba de rodillas: "El Señor vindicará cada palabra que ha pronunciado mediante visiones relacionadas con el Instituto de Salud, y éste se levantará de su pobre condición y prosperará gloriosamente".
A partir de ese momento, nos preocupamos fervientemente de la obra y hemos trabajado lado a lado en favor del Instituto, para contrarrestar la influencia de hombres egoístas que han acarreado oprobio sobre él. Hemos donado de nuestros recursos, con lo que hemos dado un ejemplo a otros. Hemos estimulado la economía y la laboriosidad de parte de todos los que se relacionan con el Instituto y hemos instado a los médicos y a los auxiliares a trabajar activamente por un sueldo reducido, hasta que el Instituto se afirmara nuevamente en la confianza de nuestro pueblo. Hemos dado un testimonio claro contra la manifestación de egoísmo en cualquier persona que se relacione con el Instituto y hemos aconsejado y reprochado el mal. Sabíamos que el Instituto de Salud no tendría éxito a menos que la bendición de Dios descansara sobre él. Si su bendición reposaba sobre él, los amigos de la causa tendrían confianza en que era la obra de Dios y se sentirían seguros al dar sus recursos para convertirlo en una empresa exitosa, a fin de que llevara a cabo la obra que Dios le había asignado.
Los médicos y algunos auxiliares se pusieron a trabajar activamente. Trabajaron con empeño bajo circunstancias desanimadoras. Los doctores Ginley, Chamberlain y Lamson trabajaron con fervor y energía, por un sueldo reducido, para restaurar esta institución que se hundía. Actualmente, gracias a Dios, se ha pagado la deuda original y se han realizado grandes ampliaciones para acomodar a los pacientes, las cuales ya se han pagado. La circulación de la revista Health Reformer (Reformador de la salud), que se encuentra en el fundamento mismo del éxito del Instituto, se ha duplicado, y la revista ha adquirido vida propia. Se ha restaurado plenamente la confianza en el Instituto en las mentes de la mayoría de nuestro pueblo, y ha habido tantos pacientes en el Instituto, durante todo el año, como los que nuestros médicos podían acomodar y atender debidamente.
Hay que mantener una norma elevada
Es mucho más fácil dejar que las cosas en nuestras importantes instituciones funcionen en forma descuidada y sin control, que desarraigar lo que es perjudicial y que corromperá y destruirá la confianza y la fe. Pero sería mucho mejor tener un número más reducido de obreros, y realizar menos, pero hasta donde sea posible, conseguir que los que se dedican a la obra de todo corazón se adhieran a los principios con la firmeza de la roca, amen la verdad completa y obedezcan todos los mandamientos de Dios.
El grupo de personas ataviadas con vestidos blancos que rodean el trono de Dios no estará compuesto por los que amaban los placeres más que a Dios, y que eligieron dejarse llevar por la corriente antes que luchar contra las olas de la oposición. Todos los que se mantienen puros y sin la contaminación del espíritu y la influencia que prevalecen en este tiempo, enfrentarán duros conflictos. Tendrán que pasar por grandes tribulaciones; lavarán los vestidos del carácter y los emblanquecerán en la sangre del Cordero. Cantarán el cántico de triunfo en el reino de gloria. Los que sufren con Cristo participarán de su gloria.--The Review and Herald, 16 de octubre de 1883.
La ubicación de los sanatorios
Los que tienen algo que ver con la elección de un sitio para un sanatorio deben estudiar con oración el carácter y objeto de nuestra obra pro salud. Deben acordarse que han de contribuir al restablecimiento de la imagen de Dios en el hombre. Deben dar, por un lado, los remedios que alivian los sufrimientos físicos, y por el otro el Evangelio que alivia los sufrimientos del alma. Así serán verdaderos misioneros médicos. Deben implantar la verdad en muchos corazones.
Ningún egoísmo, ninguna ambición personal debe admitirse en la elección de un sitio para nuestros sanatorios. Cristo vino a este mundo para enseñarnos a vivir y a trabajar. Aprendamos, pues, de él, a no elegir para nuestros sanatorios sitios que satisfagan nuestros gustos, sino los lugares que convengan mejor para nuestra obra.
Fuera de las ciudades
Se me ha mostrado que en nuestra obra médica misionera hemos perdido muchas ventajas por no comprender la necesidad de cambiar nuestros planes concernientes a la ubicación de nuestros sanatorios. Es la voluntad de Dios que estas instituciones se establezcan lejos de las ciudades. Debieran estar en el campo, y sus alrededores ser tan agradables como sea posible. En la naturaleza, huerto de Dios, los enfermos hallarán siempre algo que distraiga su atención de sí mismos y eleve sus pensamientos a Dios.
Se me ha mostrado que los enfermos deben ser cuidados lejos del bullicio de las ciudades, lejos del ruido de los tranvías, y de los coches. Aun la gente que tiene casas en el campo que venga a nuestros sanatorios, apreciará estar en un lugar donde reine la calma. En ese retiro, será más fácil que los pacientes sientan la influencia del Espíritu de Dios.
En el escenario de la naturaleza
El huerto de Edén, morada de nuestros primeros padres, era extremadamente hermoso. Graciosos arbustos y flores delicadas deleitaban los ojos a cada paso. En ese huerto, había árboles de toda especie, muchos de los cuales llevaban frutos perfumados y deliciosos. En sus ramas, las aves modulaban sus cantos de alabanza. Adán y Eva, en su pureza inmaculada, se regocijaban por lo que veían y oían en el Edén. Aun hoy, a pesar de que el pecado ensombreció la tierra, Dios desea que sus hijos se regocijen en la obra de sus manos. Colocar nuestros sanatorios en medio de las obras de la naturaleza es seguir el plan de Dios, y cuanto más minuciosamente sigamos dicho plan, tanto mayores milagros hará Dios para la curación de la humanidad doliente. Se deben elegir, para nuestras escuelas e instituciones médicas, lugares alejados de las oscuras nubes de pecado que cubren las grandes ciudades, lugares donde el Sol de justicia pueda nacer, trayendo "en sus alas... salud". Malaquías 4:2.
Los hermanos dirigentes de nuestra obra deben dar instrucciones a fin de que nuestros sanatorios se establezcan en lugares agradables, lejos del bullicio de las ciudades, allí donde, gracias a sabias instrucciones, el pensamiento de los pacientes pueda ponerse en relación con el pensamiento de Dios. Muchas veces he descrito tales lugares, mas parecería que ningún oído haya prestado atención a lo que he dicho. Ultimamente, las ventajas que ofrecería el establecer nuestras instituciones, y particularmente nuestros sanatorios y escuelas, fuera de las ciudades, me han sido mostradas con claridad convincente.
Los alrededores de la ciudad son desfavorables
¿Por qué tienen nuestros médicos tanto deseo de establecerse en las ciudades? Hasta la atmósfera de las ciudades está corrompida. En ellas, los enfermos que tienen hábitos depravados que vencer no pueden ser protegidos de un modo conveniente. Para las víctimas de la bebida, los bares de la ciudad constituyen una tentación continua. Colocar nuestros sanatorios en un ambiente impío, es contrarrestar los esfuerzos que se hagan para restablecer la salud de los pacientes.
En el futuro, la condición de las ciudades empeorará cada vez más, y su influencia se reconocerá como desfavorable al cumplimiento de la obra encomendada a nuestros sanatorios.
El humo y el polvo de las ciudades son muy contraproducentes para la salud. Los enfermos que se ven encerrados entre cuatro paredes, se sienten como prisioneros en sus habitaciones. Cuando miran por la ventana, no ven más que casas y más casas. Los que están así encerrados en sus piezas tienden a meditar en sus sufrimientos y pesares. Hasta sucede a veces que ciertos enfermos se envenenan con su propio aliento.
Muchos otros inconvenientes resultan también de establecer las instituciones médicas importantes en las ciudades grandes.
Los efectos de la vida al aire libre
¿Por qué se habría de privar a los enfermos de las propiedades curativas que se hallan en la vida al aire libre? Se me ha mostrado que si a los enfermos se les estimula a salir de sus habitaciones y a pasar su tiempo al aire libre, a cultivar flores o a realizar algún trabajo fácil y agradable, sus pensamientos se desviarán de su persona hacia objetos más favorables para su curación. El ejercicio al aire libre debiera prescribirse como una necesidad bienhechora y vivificadora. Cuanto más se pueda exponer al enfermo al aire vivificante, tanto menos cuidados necesitará. Cuanto más alegres sean los alrededores, tanto más henchido quedará de esperanza. Rodead a los enfermos de las cosas más hermosas de la naturaleza. Colocadlos donde puedan ver crecer las flores y oír el gorjeo de los pajaritos y su corazón cantará al unísono con los trinos de las aves. Encerradlos, por el contrario, en habitaciones, y se volverán tristes e irritables, por elegantemente amuebladas que estén. Dadles los beneficios de la vida al aire libre. Elevarán su alma a Dios y obtendrán alivio corporal y espiritual.
"¡Lejos de las ciudades!" Tal es mi mensaje. Hace mucho que nuestros médicos deberían haber advertido esa necesidad. Espero y creo que ahora verán su importancia, y ruego a Dios que así sea.
Los peligros de la vida en la ciudad
Se acerca el tiempo cuando las grandes ciudades serán visitadas por los juicios de Dios. Antes de mucho, esas ciudades serán sacudidas con violencia. Cualesquiera que sean las dimensiones y la solidez de los edificios, o las precauciones tomadas contra incendios, si el dedo de Dios toca esas casas, en algunos minutos u horas quedarán reducidas a escombros.
Las impías ciudades de nuestro mundo serán destruidas. Mediante las catástrofes que ocasionan actualmente la ruina de grandes edificios y de barrios enteros, Dios nos muestra lo que acontecerá en toda la tierra. Nos ha dicho: "De la higuera aprended la parábola: Cuando ya su rama se enternece, y las hojas brotan, sabéis que el verano está cerca. Así también vosotros, cuando viereis todas estas cosas, sabed que el Hijo del hombre está cercano, a las puertas". Mateo 24:32, 33.
No entre los ricos
Podrá parecernos que para situar nuestros sanatorios lo mejor sería elegir lugares entre los ricos; que esto le daría carácter a nuestra obra y permitiría obtener clientela para nuestras instituciones. Pero no sería sabio hacerlo. "Jehová mira no lo que el hombre mira". 1 Samuel 16:7. El hombre mira la apariencia externa; Dios mira el corazón. Cuanto menor sea el número de edificios grandes en derredor de nuestras instituciones, menos molestias experimentaremos. Muchos propietarios ricos son irreligiosos e irreverentes. Sus mentes están llenas de pensamientos mundanos. Los entretenimientos del mundo, el bullicio y la hilaridad ocupan su tiempo. Gastan su dinero en ropas extravagantes y en una vida llena de lujos. En sus casas no se da la bienvenida a los mensajeros celestiales. Prefieren mantenerse lejos de Dios. A los hombres les cuesta aprender la lección de la humildad, y tanto a los ricos como a los que están acostumbrados a darse todos los gustos les resulta especialmente difícil aprenderla. Los que no se consideran responsables ante Dios por lo que poseen se sienten tentados a exaltar el yo, como si las riquezas comprendidas por sus tierras y sus notas bancarias los hicieran independientes de Dios. Llenos de orgullo y vanidad, se adjudican una estima que se mide por sus riquezas.
Hay muchos ricos que son mayordomos infieles a la vista de Dios. El descubre el robo tanto en la forma de adquirir esos medios como en la manera de usarlos. No han tomado en cuenta al Propietario de todas las cosas ni han utilizado los medios que les ha confiado para socorrer a los sufrientes y oprimidos. Han estado amontonando sobre sí mismos ira para el día de la ira; porque Dios recompensará a cada ser humano conforme a sus obras. Estos hombres no adoran a Dios; su ídolo es el yo. Quitan la misericordia y la justicia de su mente y las reemplazan con avaricia y rivalidad. Dios les dice: "¿No los he de castigar por estas cosas?". Jeremías 9:9.
Dios no se complacería de ver a ninguna de nuestras instituciones establecerse en una comunidad de carácter tal, por más grandes que parecieran sus ventajas. Los hombres adinerados egoístas ejercen una influencia sobre otras mentes, y el enemigo quisiera trabajar a través de ellos para estorbar nuestro camino. Las asociaciones pecaminosas son siempre nefastas para la piedad y la devoción, y tales relaciones pueden minar los principios aprobados por Dios. El Señor no quiere que ninguno de nosotros haga como Lot, que eligió un hogar en un sitio donde tanto él como su familia estuvieron en constante contacto con el mal. Lot llegó rico a Sodoma; pero salió de allí sin nada, conducido por la mano de un ángel, mientras los mensajeros de la ira divina se aprestaban para derramar la lluvia de fuego que consumiría a los habitantes de aquella ciudad grandemente favorecida y acabaría con su hermosura encantadora, dejando desolado y desnudo ese lugar que Dios había hecho antes muy hermoso.
Nuestros sanatorios no deben situarse cerca de las residencias de los ricos, donde serían considerados como una intrusión y una molestia; donde se harían comentarios desfavorables acerca de ellos, porque reciben a la humanidad doliente de todas las clases sociales. La religión pura y sin contaminación hace que los hijos de Dios sean una sola familia, vinculada a Dios por medio de Cristo. Pero el espíritu del mundo es orgulloso, parcial y exclusivista, y tiende a favorecer a unos pocos.
Al construir nuestros edificios debemos mantenernos alejados de las viviendas de los grandes hombres del mundo, y dejarlos que busquen la ayuda que necesitan separándose de sus amistades para acudir a lugares más apartados. No agradaremos a Dios si construimos nuestros sanatorios entre la gente que viste y vive en forma extravagante y se siente atraída sólo por quienes pueden hacer un gran despliegue de posesiones.
No para los que andan en busca del placer
¿Por qué establecemos sanatorios? Para que los enfermos que acuden a ellos en busca de tratamientos puedan recibir alivio de sus sufrimientos físicos y a la vez obtener ayuda espiritual. Debido a su condición de salud precaria se hallan susceptibles a la influencia santificadora de los misioneros médicos que se esfuerzan por sanarlos. Trabajemos con sabiduría, en favor de sus mejores intereses.
No construimos sanatorios para que sirvan de hoteles. En nuestros sanatorios se deben recibir sólo las personas que deseen conformarse con los principios correctos, y que estén dispuestas a aceptar los alimentos que podemos colocar delante de ellas a conciencia. Si permitiéramos a los pacientes tener bebidas intoxicantes en sus cuartos, o si les sirviéramos carnes, no les podríamos ofrecer la ayuda que deberían recibir al acudir a nuestros sanatorios. Todo el mundo debería saber que excluimos estos artículos por cuestiones de principio tanto de nuestros sanatorios como de nuestros restaurantes. ¿No deseamos ver a nuestros semejantes libres de enfermedades e invalidez, gozando de salud y nuevas fuerzas? Entonces seamos tan leales a los principios como la brújula al polo.
Aquellos cuya obra consiste en trabajar por la salvación de las almas deben mantenerse libres de los planes que el mundo acostumbra. No deben, con el pretexto de ganar la influencia de algún rico, enredarse en planes que deshonren su profesión de fe. No deben vender sus almas por una ventaja financiera. No deberían hacer nada que pudiera retardar la obra de Dios o rebajar las normas de la justicia. Somos los siervos de Dios, y debemos trabajar en armonía con él, realizando su obra a su manera, de tal modo que todos aquellos por quienes trabajamos puedan comprender que nuestra preocupación consiste en alcanzar una norma más elevada de santidad. Aquellos con quienes nos relacionamos han de ver que no sólo hablamos de abnegación y sacrificio, sino que también damos evidencia de estas virtudes en nuestras vidas. El ejemplo que les demos debe inspirar a las personas con quienes nos relacionamos en el trabajo a conocer más de cerca las cosas de Dios.
Si hemos de incurrir en el gasto de construir sanatorios con el fin de trabajar en favor de la salvación de los enfermos y afligidos, debemos planear nuestro trabajo de tal manera que las personas a quienes deseamos ayudar reciban lo que realmente necesitan. Debemos hacer todo lo que podamos por alcanzar la sanidad del cuerpo; pero debemos hacer de la sanidad del alma un asunto de importancia mucho mayor. Se debe mostrar el camino de la salvación a los que llegan como pacientes a nuestro sanatorio, para que puedan arrepentirse y escuchar las palabras: Tus pecados te son perdonados; vete en paz, y no peques más...
El tiempo y las fuerzas de hombres capaces de llevar adelante la obra del Señor tal como él lo ha indicado, no deben absorberse en una empresa establecida con el fin de acomodar y entretener a los buscadores de placeres, cuyo deseo supremo consiste en gratificar el yo. Sería un peligro para la seguridad de esos obreros conectarlos con una empresa tal. Mantengamos a nuestros jóvenes y señoritas alejados de tales influencias peligrosas. Y si los hermanos se empeñan en el establecimiento de una empresa tal, no harían avanzar la obra de la salvación de las almas como ellos creen.
Nuestros sanatorios se deben establecer con un solo objetivo: el progreso de la verdad presente. Y se los debería dirigir de tal manera que en la mente de los pacientes que acuden a ellos para tratarse se produzca una impresión decidida en favor de la verdad. La conducta de los obreros, desde el gerente hasta el trabajador que ocupa la posición más humilde, debe dar testimonio en favor de la verdad. Una atmósfera de espiritualidad debe caracterizar a la institución. Tenemos un mensaje de amonestación que dar al mundo, y las personas que lleguen a nuestros sanatorios deben quedar impresionadas con nuestra sinceridad y devoción al servicio de Dios...
Vivimos en el mismo final de la historia de la tierra, y debemos actuar con cautela, comprendiendo cuál es la voluntad del Señor y, dirigidos por su Espíritu, realizar una obra que signifique mucho para su causa, y que consista en la proclamación de un mensaje de amonestación a un mundo infatuado, engañado y que perece en el pecado.
Las condiciones en la ciudad
Durante años me ha sido dada luz especial acerca de nuestro deber de no centralizar nuestra obra en las ciudades. El ruido y el bullicio que las llenan, las condiciones que en ellas crean los sindicatos y las huelgas, impedirán nuestra obra. Ciertos individuos tratan de logra que las personas de diferentes oficios se sindicalicen. Tal no es el plan de Dios, sino de una potencia que de ningún modo debemos reconocer. La Palabra de Dios se cumple: los malos parecen juntarse en haces para ser quemados.
Debemos emplear ahora todas las capacidades que se nos han confiado para dar al mundo el último mensaje de misericordia. En esta obra debemos conservar nuestra individualidad. No debemos unirnos a sociedades secretas ni sindicatos. Debemos permanecer libres en Dios y esperar de Jesús las instrucciones que necesitamos. Todos nuestros movimientos deben realizarse comprendiendo la importancia de la obra que hacemos para Dios.--Testimonies for the Church 7:95-97 (1902).
Economía en el establecimiento de los sanatorios
Como pueblo elegido de Dios no podemos copiar las costumbres y prácticas del mundo, ni imitar la moda que en él impera. No se nos ha dejado en tal ignorancia que hayamos de conformarnos a los modelos que nos ofrece el mundo y contar con la apariencia para que nuestras empresas tengan éxito. El Señor nos ha dicho de dónde proviene nuestra fuerza: "No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos". Zacarías 4:6. Cuando lo juzga bueno, el Señor da a quienes guardan su Palabra poder para ejercer fuerte influencia en favor del bien. De hecho, ellos dependen de Dios, y a él tendrán que dar cuenta de la manera en que empleen los talentos que les confió. Deben comprender que son administradores de los bienes del Señor y que deben glorificar su nombre.
La ostentación no es deseable
Los que hayan puesto todos sus afectos en Dios tendrán éxito. En Cristo, se perderán a sí mismos de vista y los atractivos del mundo no tendrán ningún poder para apartarlos de la obediencia. Comprenderán que los adornos exteriores no dan fuerza. No es una apariencia importante la que representa de una manera correcta la obra que debemos realizar como pueblo elegido de Dios. Los que trabajan en relación con nuestra obra pro salud deben estar adornados de la gracia de Cristo. Ello les permitirá ejercer la mayor influencia que sea dable ejercer para el bien.
El Señor obra de buena fe con nosotros. Nos hace promesas a condición de que cumplamos fielmente su voluntad. Por esto, cuando se trata de construir sanatorios, debemos darle el primer lugar, el último y el mejor.
Los que sirven a Dios deben velar para que su gusto por la ostentación no arrastre a otros a los placeres fáciles y a la vanidad. Dios no desea que siervo alguno suyo se meta en empresas costosas e inútiles que endeuden a la gente y la priven de los recursos que podría traer para ayudar a la obra del Señor. Mientras los que profesan creer la verdad presente anden en las sendas del Señor para obrar según la justicia, podrán contar con que el Señor los hará prosperar. Mas si prefieren errar lejos de la senda estrecha, atraerán la ruina sobre sí mismos y sobre los que se dejen guiar por ellos.
Ejemplos de abnegación
Los que funden establecimientos médicos deben dar el buen ejemplo. Aun cuando haya dinero, no deben gastar más de lo absolutamente necesario. La obra del Señor debe dirigirse teniendo en cuenta las necesidades de cada parte de la viña. Somos todos miembros de una misma familia, hijos de un mismo Padre, y los ingresos del Señor deben emplearse del modo que mejor favorezca los intereses de su causa en el mundo entero. El Señor considera todas las partes del campo, y su viña debe ser cultivada en conjunto.
No debemos gastar en algunos lugares todo el dinero de la tesorería, sino trabajar para edificar la obra en muchos lugares. Deben añadirse constantemente nuevos territorios al reino de Dios. Otras partes de su viña deben recibir la ayuda que dará carácter a la obra. El Señor nos prohíbe valernos de planes egoístas en su servicio, que priven a nuestro prójimo de las facilidades que le permitirían desempeñar su papel en la difusión de la verdad. Debemos amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos.
Nuestros edificios deben representar nuestra fe
Debemos recordar también que nuestra obra ha de corresponder a nuestra fe. Creemos que el Señor vendrá pronto; ¿no debe manifestarse esta convicción por los edificios que construimos? ¿Invertiremos sumas considerables en edificios que pronto quedarán consumidos por la conflagración final? Nuestro dinero representa almas, y debemos emplearlo de manera que dé a conocer la verdad a aquellos que, a causa del pecado, están bajo la condenación divina. Renunciemos, pues, a nuestros planes ambiciosos, y seamos precavidos contra los extremos y la imprevisión, por temor a que, estando vacía la tesorería del Señor, sus obreros no dispongan ya de los recursos necesarios para cumplir la tarea que se les ha confiado.
Nuestras instituciones más antiguas han gastado sumas de dinero que superaban lo necesario. Los que estimaron propio obrar así pensaban que ese gasto daría carácter a la obra, mas el argumento no justifica esos gastos exagerados.
Dios desea que en nuestras instituciones se manifieste siempre el espíritu humilde y manso del Maestro, quien es la Majestad del cielo y el Rey de gloria. No se ha estudiado debidamente la primera venida de Cristo. El vino para ser nuestro Ejemplo en todo. Su vida fue una vida de estricta abnegación. Si seguimos su ejemplo, no gastaremos jamás dinero sin necesidad. No hemos de buscar lo que sólo sería ostentación. Procuraremos más bien que la luz resplandezca por medio de nuestras buenas obras y que Dios sea glorificado por el empleo de los mejores métodos de sanar a los enfermos y aliviar a los que sufren. Lo que da carácter a nuestra obra, no es el dinero que enterramos en la construcción de nuestros edificios, sino nuestra perseverancia en los principios religiosos y la semejanza de nuestro carácter al de Cristo.
Los errores cometidos en el pasado en la construcción de ciertos edificios, deben ser advertencias saludables para lo por venir. Debemos ver en qué se equivocaron otros, y en vez de imitar sus errores, tratar de hacer mejor que ellos. En todo paso adelante, debemos tener en cuenta la necesidad de ahorrar. No debe hacerse ningún gasto inútil. El Señor vendrá pronto, y nuestros gastos en edificios deben armonizar con nuestra fe. Nuestros fondos deben dedicarse a amueblar habitaciones alegres, y asegurar a los enfermos buenos alimentos, así como un ambiente favorable para la salud.
Nuestras ideas referentes a construir y amueblar las instituciones deben ser regidas por la práctica de una comunión constante y humilde con Dios. No debe considerarse necesario dar a esos establecimientos una apariencia de riqueza. No debe confiarse en la apariencia como medio de obtener éxito. No es más que un engaño. El deseo de mantener una apariencia inconveniente a la obra que Dios nos ha asignado, que sólo podría mantenerse gastando fuertes sumas de dinero, es un tirano sin misericordia; es como un cáncer que destruye las entrañas.
La comodidad es más importante que la elegancia
Los hombres de buen criterio prefieren la comodidad a la elegancia y el lujo. Es un error pensar que las apariencias atraerán más pacientes, y habrá por consiguiente más ganancias. Aun suponiendo que este proceder aumentase la clientela, no podemos consentir que nuestros sanatorios sean amueblados según las costumbres de lujo de nuestro siglo. La influencia cristiana es demasiado valiosa para quedar así sacrificada. Todo lo que rodea nuestras instituciones, y cuanto esté en ellas, debe armonizar con las enseñanzas de Cristo y la expresión de nuestra fe. En todos sus ramos, nuestra obra debe ser una lección de juicio santificado y no de ostentación y despilfarro.
No son los edificios imponentes y costosos, ni los muebles de lujo, ni las mesas cargadas de manjares delicados, lo que dará a nuestra obra influencia y éxito. Es la fe que obra por el amor y purifica el alma; es la atmósfera de gracia que rodea al creyente; es el Espíritu Santo, obrando en el pensamiento y el corazón, lo que da a nuestra obra el sabor de vida para vida y que permite a Dios bendecirla.
Dios puede comunicarse hoy con su pueblo y darle la sabiduría necesaria para hacer su voluntad, así como se comunicaba antaño con su pueblo y le dio la sabiduría necesaria para construir su santuario. En la construcción de ese edificio, dio una representación de su potencia y majestad; y su nombre debe igualmente quedar honrado hoy por los edificios que se construyen para él. Cada parte debe denotar fidelidad, solidez e idoneidad.
Obreros juntamente con Dios
Los encargados de la construcción de un sanatorio deben representar la verdad trabajando con el espíritu y el amor de Dios. Así como Noé amonestó al mundo al construir el arca, por el trabajo que se haga en la construcción de las instituciones del Señor, se predicarán sermones, y el corazón de algunos se convencerá y convertirá. Sientan, pues, nuestros obreros la necesidad constante de la ayuda de Cristo, para que nuestras instituciones no sean establecidas en vano. Mientras la obra de construcción progrese, acuérdense que como en los días de Noé y Moisés Dios determinó todos los detalles del arca y del santuario, así también en la construcción de las instituciones modernas, él vigila personalmente el trabajo que se realiza. Acuérdense que el gran Arquitecto desea dirigir su obra por su Palabra, por su Espíritu y por su providencia. Por esto, deben tomarse el tiempo de solicitar sus consejos. La voz de la oración y la melodía de los himnos santos deben elevarse hasta él como el humo del incienso. Todos deben comprender que dependen enteramente de Dios. Deben recordar que están levantando una institución por medio de la cual debe cumplirse con éxito una obra que tendrá consecuencias infinitas, y que al hacerla deben ser colaboradores de Dios. "Mirar a Jesús", debe ser nuestro lema. Y ésta es la promesa que se nos hace: "Te haré entender, y te enseñaré el camino en que debes andar: sobre ti fijaré mis ojos". Salmos 32:8.
Ventajas de las construcciones de madera
Los edificios de ladrillo y piedra no son los más deseables para un sanatorio, porque generalmente son fríos y húmedos. Podría argumentarse que los edificios de ladrillo ofrecen una apariencia mucho más atractiva, y que nuestros edificios deben ser atractivos. Pero necesitamos construcciones espaciosas; y si los ladrillos son demasiado costosos, debemos construir de madera. Debemos estudiar la economía y practicarla. Esto se hace indispensable a causa de la enormidad de trabajo que debe realizarse en los diversos aspectos de la viña de Dios.
Se ha sugerido que en las estructuras de madera los pacientes no se sentirán seguros por temor de los incendios. Pero si nos hallamos situados en el campo, y no en la ciudad, donde los edificios están apiñados, el fuego se originaría internamente, no desde afuera; por lo tanto, un edificio de ladrillo no sería ninguna salvaguardia. A los pacientes se les debería explicar que para la salud un edificio de madera es preferible a uno de ladrillo.--Testimonies for the Church 7:83-84 (1902).
Economía en el funcionamiento
La economía en el empleo de los recursos financieros es un ramo excelente de la sabiduría cristiana. Este asunto no es considerado suficientemente por los que ocupan posiciones de responsabilidad en nuestras instituciones. El dinero es un don excelente de Dios. En las manos de sus hijos es alimento para los hambrientos, bebida para los sedientos y vestido para los desnudos; es una defensa para los oprimidos y un medio de dar salud a los enfermos. Los recursos financieros no debieran gastarse innecesariamente ni en forma extravagante para la gratificación del orgullo o la ambición.
Los principios deben ser un poder controlador
Con el fin de satisfacer las necesidades reales de la gente, los graves motivos de los principios religiosos deben constituir un poder controlador. Cuando los cristianos y los mundanos se reúnen, el elemento cristiano no debe asimilarse con el no santificado. El constraste entre ambos debe mantenerse agudo y positivo. Son siervos de dos señores. Una clase se esfuerza por mantener una actitud humilde y de obediencia a los requerimientos de Dios, en el sendero de la sencillez, de la mansedumbre y la humildad, imitando al Modelo, Cristo Jesús. La otra clase se encuentra en oposición en todo sentido a la primera. Son siervos del mundo y sienten el anhelo y la ambición de seguir sus modas en la forma de vestir extravagante y en la gratificación del apetito. Este es el campo en el cual Cristo ha dado su obra específica a los que trabajan en el sanatorio. No debemos acortar la distancia entre nosotros y los que tienen una orientación mundana aceptando sus normas, descendiendo de la senda elevada abierta para los rescatados por el Señor para que anden por ella. Pero los encantos de la vida cristiana, los principios practicados en nuestro trabajo diario, el control sobre el apetito sometido a la razón, la sencillez en el vestir y la conversación santificada, serán una luz que brillará continuamente en el camino de los que practican hábitos equivocados...
Todos los que se relacionan con nuestras instituciones debieran ejercer un cuidado celoso para que nada se desperdicie, aunque el asunto no tenga que ver directamente con el trabajo que se les ha asignado. Todos pueden contribuir en algo a la economía. Todos debieran realizar su trabajo, no para ganar la alabanza de los hombres, sino para que soporte el escrutinio de Dios.
Cristo dio una vez a sus discípulos una lección sobre economía, la cual es digna de cuidadosa atención. Obró un milagro para alimentar a los miles de personas hambrientas que habían escuchado sus enseñanzas; sin embargo cuando todos hubieron comido y estuvieron satisfechos, no permitió que se desperdiciaran los alimentos. Aquel que en la necesidad podía alimentar vastas multitudes mediante su poder divino, pidió a sus discípulos que reunieran lo que sobró a fin de que nada se perdiera. Esta lección se dio tanto para nuestro beneficio como para los que vivían en los días de Cristo. El Hijo de Dios se preocupa de las necesidades de la vida temporal. No descuidó los fragmentos después de la fiesta, aunque podía realizar esa fiesta cuando quiera que lo deseara. Los obreros de nuestra instituciones harían bien en escuchar esta lección: "Recoged los pedazos que sobraron, para que no se pierda nada". Juan 6:12. Este es el deber de todos, y los que ocupan posiciones directivas debieran dar el ejemplo.
Lealtad a nuestras instituciones
El Sanatorio de Battle Creek ha sido edificado bajo la presión de las dificultades. Hubo que tomar medidas decisivas, hubo que firmar contratos con los que se emplearon como auxiliares para que permanecieran en el trabajo durante cierto número de años. Esto ha sido una necesidad muy real. Después que se han conseguido colaboradores y se los ha entrenado mediante esfuerzos considerables y cuidadosos hasta convertirlos en obreros eficientes, pacientes ricos les han hecho ofertas de mejor salario para atraerlos como enfermeros para su propio beneficio especial, en sus hogares. Y estos auxiliares con frecuencia han abandonado el sanatorio para trabajar con ellos, sin tomar en consideración el trabajo realizado para calificarlos como obreros eficientes. Estos no han sido casos aislados sino que se han repetido muchas veces. Luego ha venido gente como clientes de otras instituciones que no se dirigen por principios religiosos, y en forma muy astuta han atraído a los empleados del sanatorio prometiéndoles sueldos más elevados. Algunos médicos han apostatado de la fe y de la institución, y se han retirado porque no se los complacía en todo lo que querían. Algunos han sido despedidos, y después de obtener la simpatía de otros empleados y pacientes, los han alejado; y después de haber realizado grandes gastos y probado sus propios caminos y métodos en la mejor forma posible de acuerdo con su habilidad, han terminado en fracaso y han cerrado las puertas, después de haber incurrido en deudas que no podían pagar. Esto ha sucedido repetidamente. La justicia y la rectitud no han intervenido en las acciones de tales personas. "El camino del Señor" no ha sido elegido, sino su propio camino. Han engañado a los incautos y han conquistado fácilmente a los que se entusiasman con el cambio. Estaban demasiado enceguecidos para considerar lo correcto y lo incorrecto de su conducta, y eran demasiado descuidados para preocuparse de ello.
Por eso ha sido necesario que en el Sanatorio de Battle Creek se hicieran contratos para comprometer a los auxiliares y obreros, de modo que después de haber sido educados y entrenados como enfermeros y como auxiliares de hidroterapia, no se retiraran porque otros les ofrecían condiciones mejores. A algunas personas especiales se les ha adelantado dinero para que se educaran como médicos a fin de resultar útiles a la institución. El Dr. _____ ha puesto sus esperanzas sobre algunas de estas personas para que lo alivien de las responsabilidades que ha tenido que soportar pesadamente. Algunos se han puesto intranquilos e insatisfechos porque quienes han comenzado instituciones en otras partes del país han procurado agradarlos e inducirlos a trasladarse a sus sanatorios, prometiéndoles darles condiciones mejores. En esta forma los obreros, por lo menos algunos de ellos, se han puesto ansiosos, inquietos, autosuficientes e indignos de confianza, aunque no se fueron del sanatorio, porque pensaban que en otros lugares había oportunidades para ellos. Los que están comenzando a practicar han sentido que ya están preparados para aceptar responsabilidades mayores que sería peligroso confiar a sus manos, porque no han demostrado fidelidad en las cosas pequeñas.
Quisiéramos ahora que todos consideren este asunto desde un punto de vista cristiano. Estas pruebas revelan el verdadero material que forma el carácter. En el Decálogo hay un mandamiento que dice: "No robarás". Este mandamiento cubre justamente actos como éstos. Algunos han robado la ayuda que otros han tenido la preocupación de conseguir y preparar para su propia obra. Cualquier plan secreto, cualquier influencia ejercida para obtener la ayuda que otros han contratado y entrenado, no es nada menos que un robo directo.
Otro mandamiento dice: "No hablarás contra tu prójimo falso testimonio". Ha habido soborno de los auxiliares que han sido contratados para realizar cierta clase de trabajo, y en quienes se confiaba; se han realizado esfuerzos para restar mérito a los planes y encontrar errores en los administradores que dirigen la institución. El comportamiento de los administradores ha sido puesto en duda con respecto a los empleados cuyo servicio se deseaba obtener. Se ha halagado su vanidad y se les ha hecho creer que no están progresando como merecen, y que debieran ocupar posiciones de más responsabilidad.
Las dificultades más graves a las que los médicos y los administradores de nuestras instituciones tienen que hacer frente, es que hombres y mujeres que han sido conducidos paso a paso, educados y entrenados para ocupar posiciones de confianza, se han engreído, se han hecho autosuficientes y han estimado en demasía sus propias capacidades. Si se les han confiado dos talentos, se sienten perfectamente capaces de manejar cinco. Si hubieran empleado sabia y juiciosamente los dos talentos, y si hubieran sido fieles en las cosas pequeñas confiadas a ellos, y si hubieran realizado cabalmente todo lo que emprendían, entonces hubieran estado calificados para llevar a cabo responsabilidades mayores. Si hubieran podido subir paso a paso por la escalera, un peldaño tras otro, y si hubieran demostrado fidelidad en lo que es más pequeño, eso hubiera sido una evidencia de que estaban capacitados para llevar cargas mayores, y de que serían fieles en lo mucho. Pero les gusta sólo arañar la superficie. No piensan profundamente ni se convierten en amos de sus deberes. Sienten que están listos para tomar el peldaño más alto de la escalera sin darse el trabajo de ascender paso a paso. Nos aflige el corazón cuando comparamos la obra que sale de sus manos con la recta norma de fidelidad de Dios que es la única que Dios puede aceptar. Existe un doloroso defecto, una negligencia, un barniz superficial, una falta de solidez, de conocimiento inteligente, de cuidado y escrupulosidad. Dios no puede decir a tales personas: "Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu Señor". Mateo 25:21.
Los hombres deben actuar concienzudamente y sentir que están haciendo la obra de Dios. Deben determinar en sus corazones corregir todos los engaños de Satanás que podrían apartarlos del camino recto, para que no elijan la senda del Señor, sino que sigan los impulsos de su propio carácter indisciplinado. Cuando el corazón está santificado y guiado por el Espíritu Santo, la persona no correrá riesgos, sino que se asegurará en todo lo que emprende para llevar a cabo la buena obra de Jesús; y al hacer su obra rectamente se afirma con seguridad en esta vida aferrándose firmemente de arriba, y será guiada en todo camino bueno y santo. Estas personas obedecerán constantemente los principios. Harán su obra, no para asegurar un gran nombre o salarios elevados, no tendrán el propósito de mezclar el yo en todas sus obras, y no aparentarán ser alguien en el mundo, sino que procurarán actuar correctamente en todo ante la vista de Dios. No manifestarán ni la mitad de la ansiedad para hacer una obra grandiosa como para realizar cualquier cosa que tengan que llevar a cabo con fidelidad y tomando en cuenta la gloria de Dios. Estos hombres son grandes ante la vista de Dios. Sus nombres quedan registrados en el libro de vida del Cordero como siervos fieles del Altísimo. Estos son los hombres que son más preciosos ante la vista de Dios que el oro fino, y aún más preciosos que el oro de Ofir.
El sanatorio como campo misionero
El sanatorio debe ser una institución misionera en el sentido más pleno de la palabra, y su carácter en este respecto debe preservarse, porque en caso contrario no llevará la aprobación de Dios. Para conseguirla, se requirirá piedad de vida y carácter en todos los obreros. El éxito de esta institución debe considerarse a la luz de la Palabra de Dios. El éxito auténtico llevará las credenciales divinas. Los obreros de Dios se regocijarán en el Señor, y al mismo tiempo estárán satisfechos con sus propios esfuerzos. El momento de regocijarse en el Señor debido al éxito, será el momento de humillarse debido a lo que todavía falta por hacerse a causa del descuido y la infidelidad.
Los hombres que aceptan posiciones en cualquiera de nuestras instituciones debieran hacerlo comprendiendo plenamente cuáles son sus responsabilidades. El Señor ha prometido ser una ayuda real en todo momento de necesidad, de modo que no existe ninguna excusa por no estar haciendo un trabajo misionero más cabal en el sanatorio. Debiera prestarse más atención a obtener capacitación para cada deber. Los obreros debieran procurar mejorar para hacer su obra en la mejor manera posible y con fidelidad, a fin de obtener la aprobación de Dios. Las oportunidades para hacer el bien siempre han estado fuera del alcance de los obreros, porque éstos han fallado en verlas y aprovecharlas, porque el enemigo de lo recto ha ejercido un poder controlador sobre sus mentes.--Health, Philanthropic, and Medical Missionary Work, 46-47 (1888).
Adherencia a los principios
Las tentaciones que asaltaron a Cristo en el desierto: el apetito, el amor al mundo y la presunción, son las tres grandes seducciones que con más frecuencia vencen a los seres humanos. A menudo los gerentes de los sanatorios serán tentados a apartarse de los principios que debieran gobernar estas instituciones. Pero no debieran apartarse de la senda correcta para gratificar las inclinaciones o servir a los apetitos depravados de los pacientes o amigos ricos. La influencia de tal conducta produce solamente mal. Las desviaciones de las enseñanzas presentadas en conferencias o en la prensa ejercen un efecto muy desfavorable sobre la influencia y la moral de la institución, y en gran medida contrarrestarán todos los esfuerzos realizados para instruir y reformar a las víctimas de los apetitos y pasiones depravados y para conducirlas a Cristo, que es el único refugio seguro.
El mal no terminará allí. La influencia no sólo afecta a los pacientes, sino también a los obreros. Una vez que se destruyen las barreras, se da un paso tras otro en la dirección equivocada. Satanás presenta perspectivas mundanas agradables a quienes se apartan de los principios y sacrifican la integridad y el honor cristiano para obtener la aprobación de los impíos. Estos esfuerzos con demasiada frecuencia tienen éxito y él obtiene la victoria cuando debiera encontrar rechazo y derrota.
Cristo resistió a Satanás en nuestro beneficio. Tenemos el ejemplo del Salvador para fortalecer nuestros propósitos y resoluciones débiles; pero a pesar de esto, algunos caerán víctimas de las tentaciones de Satanás, y no caerán solos. Toda alma que no logra obtener la victoria, arrastra a otros mediante su influencia. Quienes no establecen contactos con Dios para recibir sabiduría y gracia a fin de refinar y elevar sus propias vidas, serán juzgados por el bien que hubieran podido realizar, pero que no llevaron a cabo porque se conformaron con una mente mundana y con la amistad de los que no están santificados.
Todo el cielo se interesa en la salvación de los seres humanos, y está listo para derramar sobre ellos sus dones benéficos, si cumplen las condiciones establecidas por Cristo: "Salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor, y no toquéis lo inmundo". 2 Corintios 6:17.
Para la gloria de Dios
Se nos ordena que, sea que comamos, bebamos o hagamos cualquier otra cosa, lo hagamos todo para gloria de Dios. ¿Cuántos obran por principios más bien que por impulsos, y obedecen esta orden al pie de la letra? ¿Cuántos de los jóvenes discípulos de la localidad de _____ han hecho de Dios su apoyo y heredad, y han procurado fervientemente conocer y hacer su voluntad? Hay muchos que son siervos de Cristo de nombre, pero no en verdad.
Cuando uno se rige por los principios religiosos, corre poco peligro de cometer graves errores, porque el egoísmo, que siempre enceguece y engaña, queda subordinado. El sincero deseo de hacer bien a otro, predomina de tal manera que se olvida al yo. El sustentar firmes principios religiosos es un tesoro inestimable. Es la influencia más pura, elevada y sublime que puedan sentir los mortales. Los que disponen de ella cuentan con un ancla. Reflexionan antes de dar un solo paso, no sea que su efecto perjudique a otros y los aparte de Cristo.--Joyas de los Testimonios 1:201.
El capellán y su obra
Es de suma importancia que la persona elegida para atender los intereses espirituales de los pacientes y auxiliares, sea un hombre de juicio sólido y de principios firmes, un hombre que ejerza influencia moral, que sepa cómo tratar con las mentes. Debiera ser una persona de sabiduría y cultura, inteligente y capaz de expresar sus afectos. Puede ser que al principio no sea completamente eficiente en todo sentido, pero debiera, mediante pensamiento atento y ejercicio de sus habilidades, calificarse para esta importante obra. Se necesitan gran sabiduría y consideración para servir aceptablemente en esta posición, y sin embargo debe poseer una integridad a toda prueba, porque tendrá que hacer frente al prejuicio, a la intolerancia y al error en sus múltiples formas.
Esta posición no debiera ser llenada por una persona de temperamento irritable y combativa. Debe cuidarse de que la religión de Cristo no resulte repulsiva debido a la dureza o a la impaciencia. El siervo de Dios debiera buscar, por medio de la humildad, la gentileza y el amor, representar en forma adecuada nuestra santa fe. Aunque nunca hay que ocultar la cruz, debiera presentar también el amor incomparable del Salvador. El obrero debe estar lleno con el Espíritu de Jesús, porque entonces los tesoros del alma se presentarán en palabras que llegarán al corazón de los que escuchan. La religión de Cristo, ejemplificada en la vida diaria de sus seguidores, ejercerá una influencia diez veces mayor que los sermones más elocuentes... Si todas las personas que se relacionan con el sanatorio representan correctamente las verdades de la reforma pro salud y de nuestra santa fe, ejercerán una influencia para modelar las mentes de los pacientes. El contraste que se produce entre los hábitos erróneos y los hábitos de los que están en armonía con la verdad de Dios, tiene un poder convincente.--Testimonies for the Church 4:546-547 (1878).
Manténgase la pureza de la verdad
Las personas que se encuentran al frente de las instituciones del Señor tienen gran necesidad de la fuerza, la gracia y el poder sustentador de Dios, para que no caminen en contra de los principios sagrados de la verdad. Muchísimos individuos parecen incapaces de comprender la obligación que tienen de preservar la pureza de la verdad, libre del menor vestigio de error. Su peligro consiste en considerar la verdad como algo de baja estima, dejando así sobre las mentes la impresión de que lo que creamos no tiene gran importancia, siempre que, al llevar a cabo nuestros planes humanos, nos podamos exaltar ante el mundo como personas que ocupan una posición superior y los asientos más elevados.
Dios llama a hombres y mujeres de corazones tan cabales como el acero, que sin tomar en cuenta las circunstancias, mantengan una integridad inalterable. Llama a seres humanos que se mantengan separados de los enemigos de la verdad. Llama a hombres que no osarían apoyarse sobre el brazo de carne entrando en sociedad con los mundanos, ni siquiera con el fin de obtener medios para hacer avanzar la obra del Señor, aunque sea para la construcción de edificios. La alianza que Salomón llevó a cabo con los incrédulos le produjo oro y plata en abundancia, pero su prosperidad llegó a ser su propia ruina. Actualmente los hombres no son más sabios que él y están igualmente propensos a ceder ante las influencias que causaron su caída. Durante miles de años Satanás ha estado acumulando experiencia en el arte de engañar; y se acerca a los que viven en esta época con un poder casi irresistible. Nuestra única seguridad se encuentra en obedecer la Palabra de Dios, que nos ha sido dada como guía segura y consejero. Hoy, los que forman parte del pueblo de Dios deben mantenerse como personas distintas y separadas del mundo, de su espíritu y de sus influencias.
"Salid de en medio de ellos, y apartaos". 2 Corintios 6:17. ¿Oiremos la voz de Dios y obedeceremos, o le prestaremos atención a medias a este asunto y trataremos de servir a Dios y a Mammón? Delante de nosotros hay un trabajo serio para cada uno. Los pensamientos correctos y los propósitos puros y santos no vienen a nuestra mente en forma natural. Tendremos que luchar para alcanzarlos. En todas nuestras instituciones: casas editoras, colegios y sanatorios, se deben arraigar los principios puros y santos. Si nuestras instituciones han de llegar a ser lo que Dios pretende que sean, los que tienen que ver con ellas no trazarán planes de acuerdo con los patrones de instituciones mundanas. Asumirán una posición peculiar, y serán gobernados y controlados por las normas bíblicas. No se colocarán en armonía con los principios del mundo con el fin de conseguir clientela. Ningún motivo ejercerá suficiente fuerza como para desviarlos de la línea recta del deber. Los que se encuentran bajo el control del Espíritu de Dios no buscarán sus propios placeres ni diversiones. Si Cristo preside sobre el corazón de los miembros de su iglesia, ellos responderán a la invitación: "Salid de ella, pueblo mío, para que no seáis partícipes de sus pecados". Apocalipsis 18:4.
Por el bienestar de los demás
En lo que respecta a la conducta con los pacientes, todos deberían estar motivados por objetivos más elevados que los intereses egoístas. Todos deberían sentir que esta institución es uno de los instrumentos de Dios llamado a aliviar la enfermedad del cuerpo y conducir a la persona enferma de pecado a Aquel que puede sanar tanto el alma como el cuerpo. Además de la realización de los deberes especiales que se les asignan, todos deberían manifestar interés por el bienestar de los demás. El egoísmo es contrario al espíritu del cristianismo.--Testimonies for the Church 4:564 (1881).
La clase de obreros que se necesitan
Debiéramos tener cuidado de conectar con todos nuestros sanatorios a personas que representen correctamente la obra. Los caracteres deben formarse aquí siguiendo la similitud divina. No es la ropa costosa lo que nos dará influencia, en cambio, por medio de la verdadera humildad cristiana debemos exaltar a nuestro Salvador. Nuestra única esperanza de tener éxito en hacer el bien a la gente del mundo que acude a nuestros sanatorios como pacientes, es que cada miembro del personal mantenga una conexión viva con Dios. La ropa de los auxiliares del sanatorio debe ser modesta y limpia, pero la vestimenta no es tan importante como el comportamiento. Lo que es más importante es que vivamos la verdad, que nuestras palabras armonicen con la fe que profesamos. Si los obreros de nuestros sanatorios se entregaran a Dios y ocuparan una posición elevada como creyentes en la verdad, el Señor reconocería esto y veríamos que se lleva a cabo una gran obra en estas instituciones.
Auxiliares experimentados
No es lo mejor traer a nuestros sanatorios un número excesivo de personas no experimentadas, que llegan como aprendices, mientras existe una carencia de obreros experimentados y eficientes. Necesitamos más mujeres que manifiesten dignidad, y hombres que tengan principios genuinos y sólidos, hombres firmes que teman a Dios y que puedan llevar responsabilidades con sabiduría. Algunos pueden venir y ofrecer trabajar por un sueldo reducido, porque les agrada el ambiente del sanatorio, o porque desean aprender; pero no es una verdadera economía dotar a una institución mayormente con auxiliares inexpertos.
Si las personas debidas se relacionan con la obra, y si todos humillan sus corazones ante Dios, aunque actualmente exista una pesada deuda en la institución, el Señor obrará en tal forma que la deuda disminuirá, y las almas se convertirán a la verdad, porque verán que los obreros siguen los caminos del Señor y guardan sus mandamientos. Esta es la única esperanza de prosperidad para nuestros sanatorios. Es inútil pensar en otra cosa. No podemos esperar que la bendición de Dios repose sobre nosotros si servimos a Dios cuando nos conviene, y lo abandonamos cuando deseamos buscar el placer.
No es necesario satisfacer las exigencias del mundo con respecto al placer. Hay otros lugares en el mundo en los cuales la gente puede encontrar diversión. En nuestros sanatorios necesitamos hombres y mujeres firmes; necesitamos los que revelarán la sencillez de la verdadera piedad. Cuando los enfermos acuden a nuestras instituciones, debiera hacérseles comprender que existe un poder divino en acción y que los ángeles de Dios se encuentran presentes.
El tacto es indispensable
La obra espiritual de nuestros sanatorios no debiera ponerse bajo el control de los médicos. Esta obra requiere reflexión y tacto, y un amplio conocimiento de la Biblia. Debiera buscarse para nuestros sanatorios a pastores que posean estas calificaciones. Debieran de elevar la norma de la temperancia desde un punto de vista cristiano y demostrar que el cuerpo es el templo del Espíritu Santo, y hacer comprender a la gente la responsabilidad que tienen como posesión adquirida por Dios, de convertir la mente y el cuerpo en un templo santo, adecuado para la morada del Espíritu Santo.--Testimonies for the Church 7:75 (1902).
Cómo tratar con el sentimentalismo
Los administradores de la institución deben mantener siempre una norma elevada y velar cuidadosamente sobre la juventud que les ha sido confiada por los padres como aprendices o auxiliares en los diversos departamentos. Cuando los jóvenes de ambos sexos trabajan juntos, se crean vínculos de simpatía entre ellos, los cuales frecuentemente se convierten en sentimentalismo. Si los administradores actúan con indiferencia en este sentido, estas almas pueden experimentar un perjuicio duradero y se comprometerá el elevado tono moral de la institución. Si pacientes o auxiliares continúan su familiaridad por engaño después de haber recibido juiciosa instrucción, no debiera permitírseles quedar en la institución, porque su influencia afectará a los que son inocentes y confiados. Las jovencitas perderán su modestia y pudor y serán inducidas a actuar en forma engañosa debido a que sus afectos han sido confundidos...
Los jóvenes deben aprender a actuar con franqueza, y al mismo tiempo con modestia, en sus asociaciones. Hay que enseñarles a respetar las leyes justas y la autoridad. Si rehúsan hacerlo, deben ser despedidos, no importa qué posición ocupen, porque desmoralizarán a otros. El descaro manifestado por las jovencitas al andar en compañía de jóvenes, al quedarse prolongadamente en los lugares donde éstos trabajan, al entrar en conversación con ellos, al hablar de cosas comunes e insustanciales, desmerece la femineidad. Las rebaja, aun ante la estimación de quienes se entregan a tales cosas...
Los que profesan la religión de Cristo no se rebajen a tener conversaciones frívolas, a manifestar familiaridades con mujeres, ya sean casadas o solteras. Que se mantengan en su lugar debido con toda dignidad. Al mismo tiempo debieran ser sociables, bondadosos y corteses con todos. Las jovencitas debieran manifestar reserva y modestia. No debieran dar ocasión para que se hable mal de ellas... Los que dan evidencias de que sus pensamientos corren por un canal inferior, cuya conversación tiende a ser corrupta antes que elevadora, debieran ser eliminados de inmediato de la institución, porque ciertamente desmoralizarán a otros.
Recordemos siempre que nuestras instituciones promotoras de la salud son campos misioneros... ¿Excusaríamos la liviandad y los actos descuidados diciendo que fueron el resultado de la impremeditación de nuestra parte? ¿Acaso los cristianos no tienen el deber de pensar sobriamente? Si Jesús se encuentra entronizado en el corazón, ¿se desenfrenarán los pensamientos?...
La pureza moral, el respeto de sí mismo, una fuerte capacidad de resistir, deben alentarse firmemente. No debiera manifestarse ni el mínimo alejamiento de la reserva. Un acto de familiaridad, una indiscreción, pueden poner en peligro el alma al abrir la puerta de la tentación y de ese modo debilitar el poder de resistir.
El poder ennoblecedor de los pensamientos puros
Debemos sentir siempre el poder ennoblecedor de los pensamientos puros. La única seguridad para el alma consiste en pensar bien, pues acerca del hombre se nos dice: "Cual es su pensamiento en su alma, tal es él" Proverbios 23:7. El poder del dominio propio se acrecienta con el ejercicio. Lo que al principio parece difícil, se vuelve fácil con la práctica, hasta que los buenos pensamientos y acciones llegan a ser habituales. Si queremos, podemos apartarnos de todo lo vulgar y degradante y elevarnos hasta un alto nivel, donde gozaremos del respeto de los hombres y del amor de Dios.--El Ministerio de Curación, 392.
La crítica y la censura
Los que visitan nuestras instituciones y ven trabajos que no se realizan en la forma más adecuada, si tienen la experiencia necesaria y conocen una forma mejor de administrar, debieran compartir sus impresiones con los encargados y ayudarles a comprender cuál es el procedimiento correcto que deben seguir. Los que no hacen esto descuidan su deber y son infieles a la responsabilidad que Dios les ha dado. Si tales personas se retiran de esa institución sin decir nada a los dirigentes, y comentan con otras personas ajenas a la institución que encontraron fallas en la administración, que encontraron que en los departamentos se incurría en gastos sin beneficio para la institución, fallan en manifestar el espíritu cristiano y son infieles a sus hermanos y a Dios. El Señor quiere que difundan luz, si es que la poseen; y si no tienen un plan de acción bien estructurado para sugerir, hacen mal en hablar a otros de los errores que han visto. Si no dan a los obreros el beneficio de su sabiduría supuestamente superior, si se limitan a encontrar errores sin decir, en forma correcta, cómo se puede mejorar, no sólo dañan la reputación de la institución, sino también de los obreros, quienes podrían estar actuando en la mejor forma que saben.
Hay que considerar cuidadosamente estas cosas. Que cada hombre y mujer se pregunte: "¿De parte de quién estoy? ¿Estoy trabajando para edificar o para derribar uno de los instrumentos de Dios?"
Hay algo que me entristece mucho, y es que no siempre existe armonía entre los obreros en nuestras instituciones. He pensado, ¿es posible que haya alguien que encuentre faltas en las personas con quienes se relaciona en la obra? ¿Hay alguien que sugerirá a los pacientes o a los visitantes o compañeros en la obra que hay muchas cosas que debieran hacerse pero que no se hacen, y que hay otras muchas cosas que no se hacen correctamente? Si lo hacen, no están haciendo la obra de los cristianos.
Los hombres a quienes se ha designado para diferentes posiciones de confianza deben ser respetados. No esperamos encontrar hombres perfectos en todo sentido. Puede ser que busquen la perfección del carácter, pero son finitos y están propensos a errar. Los que trabajan en nuestras instituciones debieran considerar que es su deber proteger celosamente tanto la obra como los obreros contra la crítica injusta. No debieran aceptar ni hablar prontamente palabras de censura contra nadie que esté relacionado con la obra de Dios, porque al hacerlo, Dios mismo puede resultar reprochado y la obra que él hace por medio de sus instrumentos puede retrasarse grandemente. Las ruedas del progreso pueden quedar bloqueadas cuando Dios dice: "Avanzad".
Entre nuestro pueblo existe el gran mal de dar rienda suelta a los pensamientos, de poner en duda y criticar todo lo que otros hacen, hacer una montaña de un grano de arena, y pensar que sus propios métodos son los correctos, mientras, si se encontraran en el mismo lugar que su hermano, tal vez no harían ni la mitad de lo que éste hace. Para algunos es tan natural encontrar errores en lo que otro hace como lo es respirar. Han formado el hábito de criticar a los demás, cuando ellos mismos son quienes debieran ser censurados y su manera impía de hablar y sus sentimientos duros debieran ser quemados de sus almas por el fuego purificador del amor de Dios...
Una persona que permite que la sospecha o la censura recaigan sobre sus compañeros en la obra, mientras no reprocha a los que se quejan ni presenta fielmente el asunto a la persona afectada, está realizando la obra del enemigo. Está regando la semilla de la discordia y la dificultad, cuyo fruto encontrará en el día de Dios...
Esta falta de respeto por los demás, esta desconsideración por el derecho y la justicia, no son una cosa poco frecuente. Se encuentran en mayor o menor medida en todas nuestras instituciones. Si alguien comete un error, hay quienes se dedican a hablar de ello hasta que lo convierten en un asunto de grandes proporciones. En vez de esto, todos los que trabajan en nuestras instituciones debieran respetar el principio sagrado de guardar los intereses y la reputación de las personas con quienes se asocian, así como les gustaría que se protegiera su propia reputación.
Resultados de albergar un pecado
El baluarte más fuerte del vicio en nuestro mundo no es la vida perversa del pecador abandonado ni del renegado envilecido; es la vida que en otros aspectos parece virtuosa y noble, pero en la cual se alberga un pecado, se consiente un vicio. Para el alma que lucha secretamente contra alguna tentación gigantesca, que tiembla al borde del precipicio, tal ejemplo es uno de los alicientes más poderosos para pecar. Aquel que, a pesar de estar dotado de un alto concepto de la vida, de la verdad y del honor, quebranta voluntariamente un solo precepto de la santa ley de Dios, pervierte sus nobles dones en señuelos del pecado. El genio, el talento, la simpatía y aun los actos generosos y amables pueden llegar a ser lazos de Satanás para arrastrar a otras almas hasta hacerlas caer en el precipicio de la ruina, para esta vida y para la venidera.--El Discurso Maestro de Jesucristo, 81.
Contemplando a Jesús
Anoche tuve una experiencia admirable. Me encontraba en una reunión en la que se hacían y contestaban preguntas. Desperté a la una y me levanté. Caminé por el cuarto durante un tiempo, mientras oraba fervientemente pidiendo claridad de mente, fortaleza de los ojos y fuerzas para escribir las cosas que deben escribirse. Le rogué al Señor que me ayudara a dar un testimonio que despertara a su pueblo antes que fuera demasiado tarde para siempre...
Estaba preocupada en la consideración de asuntos relacionados con el progreso futuro de la obra de Dios. Los que han tenido poca experiencia en los comienzos de la obra, con frecuencia yerran en sus juicios acerca de cómo ésta debiera progresar. Son tentados en numerosos puntos. Piensan que sería mejor si los obreros talentosos recibieran un sueldo más elevado, de acuerdo con la importancia de la obra que realizan.
Pero Uno que tenía autoridad estuvo entre nosotros en la reunión en la que me encontraba presente la noche anterior y pronunció palabras que deben decidir este asunto. Dijo: "Contemplad a Jesús, el Autor y Consumador de vuestra fe, repasad su obra después que se revistió de humanidad, y recordad que él es vuestro modelo. En la obra de salvar almas, su vida divina y humana en nuestro mundo debe ser nuestra guía. El hizo el mundo, sin embargo, cuando vivió en esta tierra no tenía un lugar donde apoyar su cabeza".
Si se asignara sueldos más elevados a los obreros más talentosos, los que llevan a cabo la parte más laboriosa de la obra también desearían recibir mayor sueldo, y dirían que su trabajo es tan indispensable como cualquier otro.
Hay que hacer avanzar la obra a lo largo de diversas líneas. Hay que anexar nuevos territorios. Pero no hay que convertir a Jerusalén en un centro. Si se establecen esos centros, se producirá un esparcimiento del pueblo reunido en ellos, por acción del Señor Dios del cielo.
La obra de Dios debe llevarse a cabo sin ostentación. Han de establecerse instituciones, nunca debiéramos competir con las instituciones del mundo en tamaño o esplendor. No debemos asociarnos con quienes no aman ni temen a Dios. Los que no tienen la luz de la verdad presente, que son incapaces de soportar la presencia del que es invisible, se encuentran rodeados por tinieblas espirituales peores que la medianoche más oscura. En su interior, todo es monotonía. No conocen el significado del gozo en el Señor. No tienen interés en las realidades eternas. Su atención se detiene en las cosas pasajeras de la tierra. Se introducen apresuradamente en la vanidad y tratan por medios ilícitos de obtener ventaja. Habiendo olvidado a Dios, la fuente de las aguas vivas, cavaron para sí mismos cisternas rotas que no pueden retener agua. Que no sea ésta la experiencia de los que han probado el poder del mundo que está por venir.
Economía y abnegación
Sembrad las semillas de la verdad dondequiera que tengáis oportunidad. Al establecer la obra en nuevos lugares, economizad en toda forma posible. Reunid los fragmentos; que nada se pierda...
Estamos aproximándonos al final de la historia terrena, y las diferentes ramas de la obra de Dios deben llevarse a cabo con mayor abnegación de la que se ha visto hasta ahora. La obra para estos últimos días es una obra misionera. La verdad presente, desde la primera hasta la última letra del alfabeto, significa esfuerzo misionero. La obra que debe realizarse exige sacrificio en cada paso que se da hacia el progreso. Los obreros deben salir de la prueba purificados y refinados, como oro probado en fuego.
Colaboración entre los colegios y los sanatorios
Sería conveniente que nuestras escuelas de evangelistas fueran establecidas en la proximidad de nuestras instituciones de salud, de manera que los alumnos pudieran familiarizarse con los principios de una vida sana. Tienen un gran valor las instituciones que producen obreros capaces de dar razón de su fe y que estén animados por una fe que obra por la caridad y purifica el alma. He recibido claras instrucciones en el sentido de que doquiera se pueda deben establecerse escuelas cerca de los sanatorios, de modo que esas instituciones puedan ayudarse mutuamente. El que creó al hombre se interesa por los que sufren. Ha dirigido el establecimiento de nuestros sanatorios y la erección de nuestras escuelas cerca de ellos, a fin de que esas instituciones sean medios eficaces para formar hombres y mujeres para la obra que tiene por objeto aliviar los padecimientos de la humanidad.
Los Adventistas del Séptimo Día que trabajan en la obra médica deben recordar que el Señor Dios omnipotente reina. Cristo es el médico más grande que alguna vez haya pisado el suelo de este planeta maldito por el pecado. El Señor quiere que su pueblo se allegue a él en busca de su poder sanador. El bautizará a los suyos con el Espíritu Santo y los hará idóneos para servirle de modo que sean una bendición en la obra de devolver la salud espiritual y física a los que la necesitan...
El Señor quiere que los obreros hagan esfuerzos especiales para dirigir a los enfermos y dolientes al gran Médico que formó el cuerpo humano.--Joyas de los Testimonios 3:376-377.
Imparcialidad en los sueldos
Querido Hermano, No pensé que pasaría tanto tiempo antes de cumplir mi promesa de escribirle. He estado meditando en el asunto de los sueldos, lo que constituía una preocupación para usted. Usted sugiere que si pagáramos sueldos más altos podríamos contratar a personas de habilidad que podrían desempeñar importantes cargos de confianza. Eso podría ser así, pero lamentaría mucho ver a nuestros obreros trabajar por el sueldo que reciben. La causa de Dios necesita obreros que hagan un pacto con él por medio del sacrificio, que trabajen por amor a las almas y no por el sueldo que reciben.
Su sentimiento concerniente a los sueldos, mi muy respetado hermano, es el lenguaje del mundo. Servicio es servicio, y una clase de trabajo es tan esencial como la otra. A cada persona se le da su trabajo. Hay trabajo duro y exigente que se debe realizar, trabajo que significa exigencias desagradables y que requiere habilidad y tacto. En la obra de Dios, las facultades físicas tanto como las mentales deben ponerse a contribución, y ambas son indispensables. Las unas son tan necesarias como las otras. Si intentáramos trazar una línea entre el trabajo mental y el físico, nos colocaríamos en una posición muy difícil.
El experimento de pagar sueldos elevados se ha puesto a prueba en las casas publicadoras. Algunas personas han recibido sueldos elevados, mientras que otras que hacían un trabajo igualmente fuerte y exigente, han recibido apenas lo necesario para sustentar a sus familias. Sin embargo, las exigencias para ellos han sido igualmente grandes, y con frecuencia estas personas han trabajado en exceso y han estado agotadas, mientras otras, que no soportaban ni la mitad de la misma carga, recibían el doble de salario. El Señor ve todas estas cosas, y ciertamente pedirá cuenta a los responsables, porque es un Dios de justicia y equidad.
Los que tienen conocimiento de la verdad para este tiempo debieran ser puros, limpios y nobles en todas sus transacciones comerciales. Nadie entre los siervos de Dios debiera sentir hambre y sed por ocupar las posiciones más elevadas de director o gerente. Tales posiciones están cargadas de gran tentación.
Nuestras enfermeras son instadas a prometer trabajar para algunas personas y por cierta cantidad de dinero. Se comprometen a servir de ese modo, y después se encuentran insatisfechas. Es necesario que se demuestre más igualdad en el trato con nuestras enfermeras. Hay entre nosotros enfermeras inteligentes y concienzudas, que trabajan fielmente y en todo tiempo. Necesitamos enfermeras como éstas, y debieran recibir un sueldo mejor, de modo que si se llegaran a enfermar pudieran disponer de dinero suficiente para tomarse un descanso y realizar un cambio. Además, con frecuencia los padres de esas enfermeras y enfermeros practican gran abnegación para hacer posible que sus hijos sigan el curso de enfermería. Es tan sólo justo que cuando estos hijos han completado su educación reciban remuneración suficiente que les permita ayudar a sus padres, en caso de que necesiten ayuda.
Economía por principio
Los que tienen las manos abiertas para responder a los pedidos de ayuda económica para sostener la causa de Dios y aliviar el sufrimiento de los necesitados, no son personas que manejan con flojedad e irresponsabilidad sus negocios. Siempre tienen cuidado de mantener sus gastos dentro de sus entradas. Son económicos por principio; consideran que tienen el deber de ahorrar, a fin de tener algo para dar.--Testimonies for the Church 4:573 (1881).
Compensación
Dios no desea que su obra se halle constantemente en apuros económicos por causa de las deudas. Cuando sea necesario agregar una nueva construcción a los edificios ya existentes en una institución, cuiden de no gastar más de lo que tienen. Es preferible aplazar las mejoras hasta que la Providencia abra un camino para realizarlas sin incurrir en deudas pesadas y tener que pagar intereses.
Nuestro pueblo ha considerado a las casas editoras como instituciones de depósito capacitándolas así para suministrar medios con el fin de sostener diversas ramas de la obra en diferentes campos ayudando de este modo al establecimiento de otras empresas. Esto es bueno, aunque no se ha hecho lo suficiente en estos renglones. El Señor lo ve todo. Sin embargo, de acuerdo con la luz que se me ha dado, debería realizarse todo esfuerzo posible para mantenerse libre de deudas.
La obra de publicaciones está fundamentada en la abnegación y se la debe conducir sobre la base de estrictos principios económicos. El problema de las finanzas puede ser controlado si, cuando los fondos son escasos, los obreros consienten en sufrir una reducción de salario. El Señor me reveló que este principio debería ser adoptado en nuestras instituciones. Cuando el dinero escasea, debiéramos restringir nuestras necesidades.
Deben hacerse cálculos adecuados para el costo de las publicaciones, y entonces que todos los obreros de las casas editoras estudien la forma de economizar en cada aspecto del trabajo, aun cuando esto ocasione marcados inconvenientes. Vigílense los gastos pequeños. Deténgase cada fuga. Es la suma de las pérdidas pequeñas lo que se hace pesado al final. Recojan los pedazos; que nada se pierda. No desperdicien los minutos conversando; los minutos desaprovechados echan a perder las horas. La diligencia perseverante que obra por la fe siempre se verá coronada de éxito.
Algunos piensan que la vigilancia en las cosas pequeñas está por debajo de su dignidad. Lo consideran como evidencia de una mente estrecha y de un espíritu tacaño. Pero no pocos barcos se han hundido a causa de un agujero pequeño. No se debe permitir que se desperdicie nada que podría servir a un propósito útil. Con toda certidumbre la falta de economía acarreará deudas sobre nuestras instituciones. Aunque se recibiera mucho dinero, se perdería en los pequeños despilfarros de cada rama de la obra. La economía no es mezquindad.
Cada hombre y mujer empleados en la casa editora debería constituirse en un centinela fiel, que cuide de que nada se desperdicie. Todos debieran estar en guardia contra las supuestas necesidades que requieren un desembolso de medios. Algunas personas viven mejor con 400 dólares al año de lo que otros hacen con 800. Lo mismo sucede con nuestras instituciones; algunos pueden manejarlas con mucho menos capital de lo que pueden otros. Dios desea que todos los obreros practiquen la economía y especialmente que sean mayordomos fieles.
Cada obrero de nuestras instituciones debe recibir una compensación adecuada. Si los trabajadores reciben sueldos satisfactorios, pueden experimentar el placer de hacer donaciones a la causa. No es justo que algunos reciban una gran cantidad de salario mientras que otros, que realizan un trabajo fiel y esencial, reciban muy poco.
Sin embargo, hay casos en los cuales debe hacerse una diferencia. Hay personas conectadas con las casas editoras que llevan responsabilidades muy pesadas sobre sus hombros y cuyo trabajo es de gran valor para la institución. En muchos otros trabajos se habrían tenido que preocupar enormemente menos y, financieramente, habrían obtenido un provecho mucho mayor. Todos pueden ver que es injusto pagarles a esas personas sueldos no más elevados de los que se pagan a un mero trabajador manual.
Si el Señor responsabiliza a una mujer para realizar cierta labor, su trabajo debiera ser estimado de acuerdo con lo que vale. Algunos podrían considerar que es recomendable la práctica de permitir a algunas personas que dediquen todo su tiempo y esfuerzo a la obra sin recibir ninguna recompensa monetaria. Pero Dios no aprueba estos arreglos. Cuando una escasez de fondos requiere abnegación, la carga no debe descansar sola y enteramente sobre unas pocas personas. Que todos se unan en el sacrificio.
El Señor desea que las personas a quienes ha confiado sus bienes muestren bondad y liberalidad, no mezquindad. Que en sus transacciones no traten de obtener cada centavo posible de los demás. Dios observa tales métodos con desprecio...
El Señor necesita hombres que vean la obra en su grandeza, y que comprendan los principios que se han entretejido con ella desde sus comienzos. No desea que se introduzca un orden mundano de cosas para que plasme la obra en líneas completamente distintas de las que él ha establecido para su pueblo. La obra debe llevar el carácter de su Originador.
En el sacrificio realizado por Cristo por la humanidad caída, la misericordia y la verdad se encontraron, la justicia y la paz se besaron. Cuando estos atributos se separan de la obra más admirable y aparentemente de éxito, no queda nada.
Dios no ha separado a unos pocos hombres para darle su favor, ni ha dejado a otros sin preocuparse de ellos. No elevará a uno y rebajará ni oprimirá a otro. Todos los que están verdaderamente convertidos manifestarán el mismo espíritu. Tratarán a sus semejantes en la forma como tratarían a Cristo. Nadie ignorará los derechos de otros. Los siervos de Dios deben sentir un respeto tan grande por la obra sagrada que manejan, que no introducirán ni siquiera un vestigio de egoísmo.
Salarios exorbitantes
A nadie se le debe adjudicar un salario exorbitante, aunque esté dotado de capacidades y calificaciones especiales. El trabajo realizado para Dios y su causa no debe ser colocado sobre una base mercenaria. Los obreros de la casa editora no realizan una labor más pesada, ni tienen gastos mayores, ni responsabilidades más fuertes que los que tienen los obreros empleados en otras líneas. El trabajo de ellos no es más agotador que el de un fiel ministro. Al contrario, por regla general los ministros realizan mayores sacrificios que los que tienen que hacer los obreros de nuestras instituciones. Los ministros deben ir adonde se los envía; son soldados, listos a salir en cualquier momento a enfrentarse con cualquier emergencia. A menudo están obligados a separarse en gran medida de sus familiares. Por lo general, los obreros de las casas editoras poseen un hogar permanente y pueden vivir con sus familias. Este hecho les ahorra muchos gastos y debería tomarse en cuenta cuando se fijan los escalafones de compensación de los que sirven en el ministerio, en comparación con los que trabajan en las casas editoras.
Los que se dedican de todo corazón a trabajar en la viña del Señor obteniendo el mayor provecho de sus capacidades, no deben ser quienes establezcan los mayores precios por sus propios servicios. En lugar de hincharse de orgullo y autoimportancia, y de medir con exactitud cada hora de servicio, deberían comparar sus esfuerzos con la obra del Salvador y considerarse a sí mismos como siervos inútiles.
Hermanos, no traten de descubrir cuál es el mínimo que pueden hacer con el fin de alcanzar la norma más baja; sino levántense para asirse de la plenitud de Cristo, con el fin de hacer mucho para él.--Testimonios para la Iglesia 7:199, 200 (1902).
Ayudando a los necesitados
Como instrumentos de Dios, debemos tener corazones de carne, llenos de la caridad que nos impulsa a ayudar a los que tienen más necesidades que nosotros. Si vemos a nuestros hermanos y hermanas luchar bajo la pobreza y las deudas, si vemos las iglesias necesitadas de ayuda financiera, debemos manifestar un interés abnegado en ellos y ayudarles en proporción a la forma como Dios nos ha prosperado. Si los administradores de una institución ven otras instituciones que luchan valientemente para abrirse paso, con el fin de hacer una obra parecida a la obra de las instituciones que ellos dirigen, no deben sentir celos. No deben tratar de eliminar un equipo de trabajo para exaltarse a sí mismos como una institución superior. Más bien debieran reducir algunos de sus planes mayores para ayudar a los que luchan. Debieran ayudarles a llevar a cabo alguno de sus planes para aumentar sus facilidades. No deben usar todo su dinero en ampliar sus propias facilidades y en aumentar sus responsabilidades. Debieran reservar parte de sus recursos para establecer instituciones de salud y escuelas en otros lugares. Necesitarán gran sabiduría para saber dónde ubicar estas instituciones, de manera que la gente reciba el mayor beneficio posible. Todos estos asuntos deben recibir atenta consideración.
Los que ocupan posiciones de responsabilidad necesitarán sabiduría de lo alto para actuar justamente, para amar la misericordia y para demostrar misericordia, no sólo a unos pocos, sino a todas las personas con quienes entran en contacto. Cristo identifica sus intereses con los de su pueblo, no importa cuán pobres y necesitados sean. Hay que establecer misiones para la gente de color, y todos debieran procurar hacer algo y hacerlo ahora.
Existe la necesidad de que se establezcan instituciones en diferentes lugares, que hombres y mujeres se pongan a trabajar para hacer lo mejor que puedan en el temor de Dios. Nadie debiera perder de vista esta misión y trabajo. Todos debieran procurar llevar a una conclusión feliz la obra puesta en sus manos. Todas nuestras instituciones debieran recordar esto y luchar por alcanzar el éxito; pero al mismo tiempo debieran recordar que su éxito aumentará en proporción a su ejercicio desinteresado de la liberalidad, a su capacidad de compartir su abundancia con instituciones que luchan por levantarse. Nuestras instituciones prósperas debieran ayudar a las instituciones que Dios ha dicho que debieran vivir y prosperar, pero que todavía luchan por su existencia. Existe entre nosotros una cantidad muy limitada de amor real y abnegado. El Señor dice: "Todo aquel que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios. El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor". "Nadie ha visto jamás a Dios. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros, y su amor se ha perfeccionado en nosotros". 1 Juan 4:7-8, 12. No le agrada a Dios ver que los hombres se preocupan únicamente de sus propias cosas mientras cierran los ojos a los intereses de los demás.
Lo que una institución puede hacer por otra
En la providencia de Dios, el Sanatorio de Battle Creek ha prosperado grandemente, y durante el año que viene sus administradores debieran restringir sus necesidades. En lugar de llevar a cabo todo lo que desean para ampliar sus facilidades, debieran realizar un trabajo abnegado para Dios, y extender la mano de la caridad a fin de favorecer instituciones radicadas en otros lugares. ¡Cuánto beneficio podrían llevar al Retiro Rural de Salud, en Santa Helena, dando unos pocos miles de dólares a esa empresa! Esa donación animaría a los administradores, y los inspiraría a avanzar hacia adelante y hacia arriba.
Se hicieron donaciones al Sanatorio de Battle Creek en sus comienzos, ¿y no debiera este sanatorio considerar cuidadosamente lo que podría hacer por su institución hermana en la costa del Pacífico? Mis hermanos de Battle Creek, ¿no les parece que está de acuerdo con la orden de Dios restringir sus necesidades, reducir sus operaciones de construcción y no ampliar nuestras instituciones en ese centro? ¿Por qué no sentirían ustedes que es su privilegio y deber ayudar a los que están en necesidad?
Se necesita una reforma
Se me ha instruido en el sentido de que se necesita una reforma a lo largo de estas líneas, y que debiera existir mayor liberalidad entre nosotros. Existe constantemente el peligro de que aun los adventistas resulten vencidos por la ambición egoísta y por el deseo de concentrar todos los recursos financieros y el poder en los intereses sobre los que presiden en forma especial. Existe el peligro de que los hombres permitan que surjan en sus corazones sentimientos de celos y que sientan envidia por intereses que son tan importantes como los que ellos manejan. Los que aprecian la gracia del cristianismo puro no pueden considerar con indiferencia ninguna parte de la obra de la gran viña del Señor. Los que están genuinamente convertidos tendrán un interés igual en la obra en todas partes de la viña, y estarán listos para ayudar en cualquier lugar donde se requiera su ayuda.
El egoísmo estorba a los hombres para que no envíen ayuda a los lugares en los que la obra de Dios no es tan próspera como en las instituciones sobre las que ellos ejercen supervisión. Los que tienen responsabilidades debieran buscar cuidadosamente el bien de todos los ramos de la causa y la obra de Dios. Debieran estimular y sustentar los intereses en otros campos, tanto como los intereses en el suyo propio. En esta forma los vínculos de la fraternidad se fortalecerán entre los miembros de la familia de Dios en la tierra y las puertas se cerrarán contra los celos egoístas y la envidia que la posición y la prosperidad ciertamente levantarán a menos que la gracia de Dios controle el corazón.
"Pero esto digo--escribió el aposto Pablo--: el que siembra escasamente, también segará escasamente; y el que siembra generosamente, generosamente también segará. Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre. Y poderoso es Dios para hacer que abunde en vosotros toda gracia, a fin de que, teniendo siempre en todas las cosas todo lo suficiente, abundéis para toda buena obra"; "para que estéis enriquecidos en todo para toda liberalidad, la cual produce por medio de nosotros acción de gracias a Dios. Porque la ministración de este servicio no solamente suple lo que a los santos falta, sino que también abunda en muchas acciones de gracias a Dios; pues por la experiencia de esta ministración glorifican a Dios por la obediencia que profesáis al evangelio de Cristo, y por la liberalidad de vuestra contribución para ellos y para todos; así mismo en la oración de ellos por vosotros, a quienes aman a causa de la superabundante gracia de Dios en vosotros. ¡Gracias a Dios por su don inefable!". 2 Corintios 9:6-8, 11-15...
La cuestión de los sueldos
La institución se encuentra actualmente en una condición de prosperidad, y sus administradores no debieran insistir en pagar sueldos inferiores, como fue necesario en los primeros años. Los obreros dignos y eficientes debieran recibir salarios razonables por su trabajo, y debiera permitírseles que usen su propio juicio en la forma de emplear sus sueldos. En ningún caso debieran tener exceso de trabajo. El médico jefe debiera tener un sueldo mayor.
Deseo decir al médico jefe: "Aunque usted no tiene la cuestión de los sueldos bajo su supervisión inmediata, conviene que usted estudie cuidadosamente este asunto; porque es responsable, como cabeza de la institución. No permita que los obreros se sacrifiquen en una forma tan grande. Restrinja su ambición de ampliar la institución y de acumular responsabilidades. Permita que una parte de los recursos financieros que fluyen hacia el sanatorio sean dados a las instituciones necesitadas. Esto es correcto. Está de acuerdo con la voluntad de Dios, y acarreará la bendición de Dios sobre el sanatorio".
Quiero decir particularmente a la junta de directores: "Recordad que los obreros deben ser pagados de acuerdo con su fidelidad. Dios requiere que nos tratemos mutuamente con estricta fidelidad. Algunos de vosotros estáis sobrecargados de trabajo y responsabilidades, y se me ha instruido acerca de que existe el peligro de que lleguéis a ser egoístas y de que seáis injustos con quienes empleáis".
Toda transacción comercial, ya sea que tenga que ver con un obrero que ocupa una posición de responsabilidad, o con el obrero más humilde relacionado con el sanatorio, debiera ser de tal naturaleza que Dios la apruebe. Debéis andar en la luz mientras tengáis la luz, no sea que la oscuridad sobrevenga sobre vosotros. Sería mucho mejor gastar menos en edificios y dar a los obreros sueldos que estén de acuerdo con el valor del trabajo, y ejercer misericordia y justicia hacia ellos.
De acuerdo con la luz que al Señor le ha agradado concederme, sé que a él no le agradan muchas cosas que han ocurrido con referencia a los obreros. Dios no me ha presentado los detalles de todo, pero he recibido advertencias de que en muchas cosas se requiere una reforma definida. Se me ha mostrado que existe necesidad de padres y madres en Israel que se unan con la institución. Hombres y mujeres consagrados debieran ser empleados, quienes, por no estar contínuamente urgidos por cuidados y responsabilidades, puedan atender los intereses espirituales de los empleados. Es necesario que tales hombres y mujeres trabajen constantemente desde un punto de vista misionero en esta gran institución. No se ha hecho ni la mitad de lo que debiera haberse realizado en este sentido. Estos hombres y mujeres debieran trabajar por los empleados desde el punto de vista espiritual, instruyéndolos acerca de la forma como pueden ganar almas, mostrándoles que es necesario hacer esto, no mediante el recurso de hablar mucho, sino por medio de una vida cristiana consecuente. Los obreros están expuestos a influencias mundanales, pero en vez de ser moldeados por estas influencias, debieran ser misioneros consagrados, controlados por una influencia que los eleve y refine. Así aprenderán a relacionarse con los incrédulos y a ejercer una influencia que ganará a muchos de ellos para Cristo.
Conductos portadores de bendición
Cooranbong, N.S.W., Agosto 28, 1895. Dios tiene una obra para cada creyente que trabaja en el sanatorio. Cada enfermera debiera ser un canal portador de bendición, debiera recibir luz de lo alto y dejarla brillar para que otros la vean. Los obreros no deben conformarse con las exhibiciones a la moda de los que acuden al sanatorio en busca de tratamiento, sino que deben consagrarse a Dios. La atmósfera que rodea sus almas debe tener un sabor de vida para vida. Las tentaciones los asaltarán por todos lados, pero ellos deben pedir la presencia y la dirección de Dios. El Señor dijo a Moisés: "Ciertamente estaré contigo"; y se da la misma seguridad a todos los obreros fieles y consagrados.
Los obreros de los sanatorios
Querido Hermano, ¿Se ha enterado usted de lo que el Dr.-----se propone cobrar por sus servicios? Cuando un médico trabaja con habilidad, hay que reconocer su talento, pero existe el peligro de caer en la confusión. Si introducimos un nuevo sistema de pagar a nuestros cirujanos sueldos elevados, puede ser que después de un tiempo tengamos un problema grave que resolver. Otros médicos exigirán sueldos elevados, y también nuestros pastores requerirán que se los considere...
Existe una gran necesidad de reformas definidas con respecto a nuestro trato con los obreros de nuestros sanatorios. Es necesario emplear a obreros fieles y concienzudos, y cuando hayan realizado una cantidad razonable de trabajo durante el día, debe dejárselos en libertad para que descansen.
Tan sólo una cantidad razonable de trabajo debiera requerirse, por la cual el obrero debiera recibir un sueldo adecuado. Si los auxiliares no reciben períodos apropiados de descanso de su duro trabajo, perderán su fuerza y vitalidad. Así no podéis hacer justicia a la obra ni podéis representar lo que un empleado del sanatorio debiera ser. Habría que emplear más auxiliares, si es necesario, y la obra debiera disponerse de tal manera que cuando uno ha cumplido un día de trabajo, debiera quedar libre para tomar el descanso necesario a fin de mantener sus fuerzas.
Que ningún hombre considere que es su deber juzgar la cantidad de trabajo que una mujer debiera realizar. Una mujer competente debiera ser empleada como supervisora, y si alguien no realiza su trabajo fielmente, la supervisora debiera encargarse del asunto. Hay que pagar sueldos justos, y cada mujer debe ser tratada con bondad y cortesía, y sin reproche.
Y los encargados del trabajo de los hombres deben tener cuidado de no ser excesivamente exigentes. Los hombres debieran tener horas regulares de trabajo, y una vez cumplido su horario, no se les debe escatimar sus períodos de descanso. Un sanatorio debe ser todo lo que su nombre indica.
Cada obrero debiera procurar educarse personalmente a fin de realizar su trabajo en forma expeditiva. La supervisora debiera enseñar a quienes están a su cargo a realizar un trabajo rápido y cuidadoso. Hay que enseñar a los jóvenes a realizar el trabajo con tacto y en forma cabal. Luego cuando se cumplen las horas de trabajo, todos sentirán que el tiempo se ha empleado fielmente y los obreros tienen derecho justo a un período de descanso.
En todos los sanatorios debiera proveerse oportunidades educacionales para los obreros. Habría que dar a los obreros toda ventaja posible que sea consecuente con la obra que se les ha asignado.
Reconocimiento del trabajo honrado
Los obreros deben recibir una compensación adecuada al número de horas de trabajo honrado que han dado. El que le dedica tiempo completo al trabajo debe recibir de acuerdo con ese plan. Si alguno pone toda su mente, alma y fuerza para sobrellevar las cargas, debe ser remunerado de acuerdo con su actividad.--Testimonios para la Iglesia 7:199 (1902).
El ejemplo de Cristo
Querido Hermano, Una vez usted sugirió que si los gerentes de nuestras instituciones ofrecieran sueldos más elevados, asegurarían obreros de mejor calidad y así realizarían un trabajo mejor. Hermano, este razonamiento no está en armonía con los planes del Señor. Somos todos siervos suyos. No nos pertenecemos. Hemos sido comprados por un precio y debemos glorificar a Dios en nuestro cuerpo y espíritu, los que le pertenecen. Esta es una lección que todos debemos aprender. Necesitamos la disciplina indispensable para el desarrollo de un carácter cristiano cabal.
Nuestras instituciones deben estar completamente bajo la supervisión de Dios. Fueron establecidas con sacrificio, y únicamente con sacrificio se puede llevar a cabo su trabajo con éxito.
Una obra en crecimiento
Sobre todos los que se dedican a la obra del Señor descansa la responsabilidad de cumplir su comisión: "Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo". Mateo 28:19-20.
Cristo mismo nos ha dado el ejemplo de la forma como debemos trabajar. Leamos el capítulo cuatro de Mateo y aprendamos los métodos que Cristo, el Príncipe de la vida, siguió en su enseñanza. "Y dejando a Nazaret, vino y habitó en Capernaum, ciudad marítima, en la región de Zabulón y de Neftalí, para que se cumpliese lo dicho por el profeta Isaías, cuando dijo: Tierra de Zabulón y tierra de Neftalí, camino del mar, al otro lado del Jordán, Galilea de los gentiles; el pueblo asentado en tinieblas vio gran luz; y a los asentados en región de sombra de muerte, luz les resplandeció". Mateo 4:13-16.
"Andando Jesús junto al mar de Galilea, vio a dos hermanos, Simón, llamado Pedro, y Andrés su hermano, que echaban la red en el mar; porque eran pescadores. Y les dijo: "Venid en pos de mí, y os haré pescadores de hombres. Ellos entonces, dejando al instante las redes, le siguieron. Pasando de allí, vio a otros dos hermanos, Jacobo hijo de Zebedeo, y Juan su hermano, en la barca con Zebedeo su padre, que remendaban sus redes; y los llamó. Y ellos, dejando al instante la barca y a su padre, le siguieron". Mateo 4:18-22.
Estos humildes pescadores fueron los primeros discípulos de Cristo. El no dijo que recibirían cierta suma de dinero por su servicio. Debían compartir con él su abnegación y sus sacrificios.
"Y recorrió Jesús toda Galilea, enseñando en las sinagogas de ellos, y predicando el Evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo. Y se difundió su fama por toda Siria; y le trajeron todos los que tenían dolencias, los afligidos por diversas enfermedades y tormentos, los endemoniados, lunáticos y paralíticos; y los sanó". Mateo 4:23-24.
Cristo era, en todo el sentido de la palabra, un misionero médico. Vino a este mundo a predicar el Evangelio y a sanar a los enfermos. Vino como sanador de los cuerpos tanto como de las almas de los seres humanos. Su mensaje era que la obediencia de las leyes del reino de Dios proporcionaría salud y prosperidad a los hombres y mujeres...
Cristo pudo haber ocupado la posición más elevada entre los más destacados maestros de la nación judía. Pero eligió en cambio llevar el Evangelio a los pobres. Fue de lugar en lugar, para que los que se encontraban en los lugares poblados y en los sitios apartados pudieran comprender las palabras del Evangelio de la verdad. Trabajó en la forma como desea que sus obreros trabajen en la actualidad. Junto al mar, sobre la falda de la montaña, en las calles de la ciudad, se oyó su voz que explicaba las escrituras del Antiguo Testamento. Su explicación fue tan distinta de la explicación dada por los escribas y fariseos, que llamó la atención de la gente. Enseñó como alguien que tenía autoridad, y no como los escribas. Proclamó el mensaje evangélico con claridad y poder.
Nunca existió un evangelista como Cristo. Era la mayúscula majestad del cielo, pero se humilló para adoptar nuestra naturaleza a fin de encontrar a los hombres en el lugar donde están. Cristo, el Mensajero del Pacto, llevó las nuevas de la salvación a todos, ricos y pobres, libres y esclavos. ¡Cómo se agolpaba la gente junto a él! Venían de lejos y de cerca en busca de sanamiento, y él los sanaba a todos. Su fama como Gran Sanador se difundió por toda Palestina, desde Jerusalén hasta Siria. Los enfermos acudían a los lugares por donde pensaban que pasaría, a fin de pedir su ayuda, y él los sanaba de sus enfermedades. También acudían los ricos ansiosos de escuchar sus palabras y de recibir un toque de su mano. Así iba de ciudad en ciudad, de pueblo en pueblo, predicando el Evangelio y sanando a los enfermos--el Rey de gloria ataviado con el humilde ropaje de la humanidad. "Ya conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico, para que vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos". 2 Corintios 8:9.
Sencillez y economía
En el establecimiento y desarrollo de la obra hay que manifestar la economía más estricta. Es necesario emplear obreros que sean productores tanto como consumidores. En ningún caso se debe invertir el dinero para la ostentación. La obra médica misionera evangélica debe llevarse a cabo con sencillez, como lo fue la obra de la Majestad del cielo, quien al ver la necesidad de un mundo pecador y perdido, depuso sus atavíos y corona reales para revestir su divinidad con humanidad, a fin de ponerse a la cabeza de la humanidad. Llevó a cabo de tal manera su obra misionera que nos dejó un ejemplo perfecto para que fuese seguido por los seres humanos. Declaró: "Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame". Mateo 16:24. Todo verdadero médico misionero obedecerá estas palabras. No se esforzará por seguir las costumbres mundanas y hacer ostentación, pensando que en esa forma ganará almas para el Salvador. No, no. Si la Majestad del cielo pudo abandonar su hogar glorioso para venir a este mundo manchado y desfigurado por la maldición, para establecer un método correcto de llevar a cabo la obra médica misionera, nosotros como sus seguidores debiéramos practicar la misma abnegación y sacrificio.
Cristo presenta a todos esta invitación: "Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas". Mateo 11:28-30. Si todos llevaran el yugo de Cristo, si todos aprendieran en su escuela la lección que él enseña, habría recursos suficientes para establecer la obra médica evangélica en muchos lugares.
Que nadie diga: "Me dedicaré a esta obra por una suma estipulada. Si no recibo esta suma, no haré el trabajo". Los que hablan en esta forma demuestran que no llevan el yugo de Cristo; no están aprendiendo su humildad y mansedumbre. Cristo pudo haber venido a este mundo con un séquito de ángeles, pero en cambio vino como un bebé y vivió una vida de humildad y pobreza. Su gloria estaba en su sencillez. Sufrió por nosotros privaciones y pobreza. ¿Rehusaremos negarnos a nosotros mismos por amor a él? ¿Rehusaremos ser obreros médicos misioneros a menos que podamos seguir las costumbres del mundo, y hacer ostentación como el mundo la hace?...
Hermano, hermana, tome su trabajo en el lugar donde se encuentra. Haga lo mejor que pueda, y contemple siempre a Jesús, el Autor y Consumador de nuestra fe. En ninguna otra forma podemos hacer la obra de Dios y magnificar su verdad que siguiendo los pasos de Aquel que abandonó su elevado puesto de mando para venir a nuestro mundo, a fin de que mediante su humillación y sufrimiento, los seres humanos pudieran llegar a ser participantes de la naturaleza divina. Por amor a nosotros, él se hizo pobre, para que mediante su pobreza alcanzáramos la posesión de las riquezas eternas...
Ahora se necesitan hombres inteligentes, abnegados y dispuestos a sacrificarse, hombres que comprendan la solemnidad de la importancia de la obra de Dios, y quienes, como filántropos de Cristo, puedan cumplir la comisión de Cristo. La obra médica misionera que nos ha sido dada significa algo para todos nosotros. Es una obra para salvar almas; es la proclamación del mensaje evangélico.