Hay que seguir los métodos de Cristo
De los métodos de trabajo de Cristo debemos aprender muchas lecciones valiosas. El no siguió un solo método; en diversas formas procuró captar la atención de las multitudes, y habiendo tenido éxito en eso, les proclamaba las verdades del Evangelio. Su obra principal consistía en el trabajo en favor de los pobres, los necesitados y los ignorantes. Les presentaba con sencillez las bendiciones que podrían recibir, y de esa forma despertaba el hambre del alma por la verdad, el pan de vida.
La vida de Cristo es un ejemplo para todos sus seguidores, porque muestra el deber de los que han aprendido el camino de la vida de enseñar a otros lo que significa creer en la palabra de Dios. Actualmente hay muchos que se encuentran en la sombra de la muerte y que necesitan ser instruidos en las verdades del Evangelio. Casi todo el mundo se encuentra sumergido en la maldad. A todos los creyentes en Cristo se les han dado palabras de esperanza para los que se encuentran en las tinieblas: "Tierra de Zabulón y tierra de Neftalí, camino del mar, al otro lado del Jordán, Galilea de los gentiles; el pueblo asentado en tinieblas vio gran luz; y a los asentados en región de sombra de muerte, luz les resplandeció". Mateo 4:15-16.
Es necesario que gente joven y consagrada se dedique al trabajo de enfermería. A medida que estos hombres y mujeres jóvenes utilicen conscientemente el conocimiento que obtengan, aumentarán en capacidad, llegarán a estar mejor calificados para ser las manos ayudadoras del Señor.
El Señor busca hombres y mujeres sabios, que puedan actuar como enfermeros, para que consuelen y ayuden a los enfermos y dolientes. Ojalá que todas las personas afligidas puedan ser atendidas por médicos y enfermeros cristianos que puedan ayudarles a colocar sus cuerpos cansados y doloridos al cuidado del Gran Sanador; y a que vuelvan su vista hacia él en busca de restauración. Si mediante una atención juiciosa el paciente es conducido a entregar su alma a Cristo y a colocar sus pensamientos en obediencia a la voluntad de Dios, se habrá ganado una gran victoria...
Los enfermeros y enfermeras pueden desempeñarse en diversos ramos de trabajo. Hay oportunidades para los enfermeros de ambos sexos bien preparados para que vayan hasta los hogares y allí procuren despertar el interés por la verdad. En casi todas las comunidades hay grandes Números de personas que no están dispuestas a escuchar las enseñanzas de la Palabra de Dios ni asistir a los servicios religiosos. Para alcanzar a estas personas con el Evangelio, hay que llevarlo a sus hogares. Con frecuencia el alivio de sus necesidades físicas constituye el único camino por el cual es posible aproximarse a ellos.
Los enfermeros y enfermeras misioneros que cuidan a los enfermos y alivian la aflicción de los pobres, encontrarán numerosas oportunidades para orar por ellos, para leerles de la Palabra de Dios y hablarles del Salvador. Pueden orar con y por los desvalidos que carecen de fuerza de voluntad para controlar los apetitos que la pasión ha degradado. Pueden llevar un rayo de esperanza a las víctimas derrotadas y desanimadas. La revelación de un amor sin egoísmo, manifestado por medio de actos de bondad desinteresada, hará más fácil que estas personas dolientes crean en el amor de Cristo.
Muchos no tienen fe en Dios y han perdido la confianza en los seres humanos. Pero aprecian los actos de simpatía y de ayuda. Sus corazones se conmueven cuando ven que personas que no buscan la alabanza mundana ni compensación alguna, van a sus hogares para ayudar a los enfermos, para alimentar a los hambrientos, para vestir a los desnudos y para consolar a los tristes, y cuando ven que les señalan tiernamente a Aquel de cuyo amor y piedad el obrero humano es sólo un mensajero, sienten gratitud y se enciende su fe. Ven que Dios se preocupa de ellos y quedan preparados para escuchar la enseñanza de su Palabra.
Los obreros evangélicos deben ayudar a los enfermos
Ya sea que se encuentren en las misiones extranjeras o en su propia tierra, todos los misioneros, tanto hombres como mujeres, obtendrán acceso a la gente con mayor facilidad, y resultarán más útiles, si pueden servir a los enfermos. Las mujeres que van como misioneras a países paganos pueden encontrar la oportunidad de dar el mensaje a las mujeres del lugar, aunque las demás puertas de acceso se encuentren cerradas. Todos los obreros evangélicos debieran saber cómo dar tratamientos sencillos mediante los cuales puedan hacer mucho para aliviar el dolor y eliminar la enfermedad.
Los obreros evangélicos debieran poder dar instrucciones acerca de los principios relativos al arte de vivir con salud. En todos lados hay enfermedades, y una buena parte de ellas podrían prevenirse si se prestara atención a las leyes de la salud. La gente necesita comprender la importancia de los principios de la salud con relación a su bienestar físico, tanto en lo que se refiere a esta vida como a la vida venidera. Necesitan ser despertados ante la responsabilidad que tienen con respecto a la habitación humana preparada por su Creador como su morada, y sobre la cual desea que sean mayordomos fieles.
Miles de personas necesitan recibir instrucciones acerca de los métodos sencillos para tratar a los enfermos, métodos que tomen el lugar del uso de drogas tóxicas. Hay una gran necesidad de instrucción en lo que se refiere a la reforma dietética. Los malos hábitos de alimentación y el uso de alimentos malsanos, son responsables en no pequeño grado de la intemperancia, el crimen y la desgracia que maldicen al mundo.
Al enseñar los principios de salud hay que recordar el gran objetivo de la reforma: asegurar el desarrollo más elevado del cuerpo, la mente y el alma. Debéis mostrar que las leyes de la naturaleza, por ser las leyes de Dios, han sido diseñadas para nuestro bien; que la obediencia de esas leyes promueve la felicidad en esta vida y ayuda en la preparación para la vida venidera.
Animad a la gente a estudiar el maravilloso organismo que es el cuerpo humano, y las leyes que lo gobiernan. Los que perciben las evidencias del amor de Dios, que comprenden algo de la sabiduría y el beneficio de sus leyes y los resultados de la obediencia, llegarán a considerar sus deberes y obligaciones desde un punto de vista totalmente diferente. En lugar de considerar la observancia de las leyes de la salud como un asunto de sacrificio, o de negación de sí mismos, lo considerarán como realmente es: una bendición inestimable.
Enseñad los principios de la reforma pro salud
Todo obrero evangélico debiera sentir que la enseñanza de los principios de la vida saludable constituye una parte de su propio trabajo. Existe una gran necesidad de esta obra y el mundo debe estar listo para aceptarla.
Cristo encomienda a sus seguidores una obra individual: una obra que nadie puede hacer por ellos. La ayuda a los enfermos y los pobres, la presentación del Evangelio a los perdidos, no debe dejarse a cargo de comisiones ni de la caridad organizada. Los requerimientos del Evangelio son responsabilidad individual, esfuerzo individual y sacrificio personal.
"Vé por los caminos y por los vallados, y fuérzalos a entrar, para que se llene mi casa". Lucas 14:23. Coloca a los hombres en contacto con las personas a quienes pueden beneficiar. "No es que... a los pobres errantes albergues en casa", dice él. "Cuando veas al desnudo, lo cubras". Isaías 58:7. "Sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán". Marcos 16:18. Las bendiciones del Evangelio deben comunicarse por medio del contacto directo y del ministerio personal.
Los que cumplen la obra que les ha sido asignada, no sólo serán una bendición para otros, sino que ellos mismos serán bendecidos. El saber que han cumplido bien su deber ejercerá una influencia refleja sobre sus propias almas. Los desalentados olvidarán su desaliento, los débiles se tornarán fuertes, los ignorantes llegarán a ser inteligentes, y todos encontrarán un ayudador infalible en Aquel que los llamó.
El trabajo de casa en casa
Los que se dedican al trabajo de casa en casa encontrarán oportunidades para servir en diversas formas. Debieran orar por los enfermos y hacer todo lo posible para aliviar sus sufrimientos. Debieran trabajar entre los humildes, los pobres y los oprimidos. Debiéramos orar por y con los desvalidos que no tienen fuerza de voluntad para controlar los apetitos que las pasiones han degradado. Debe realizarse un esfuerzo fervoroso y perseverante para la salvación de las personas en cuyos corazones se ha despertado el interés. Muchos se pueden alcanzar únicamente por medio de actos de bondad desinteresada. Sus necesidades físicas deben ser satisfechas primero. Una vez que vean la evidencia de nuestro amor desinteresado, resultará más fácil para ellos creer en el amor de Cristo.
Los enfermeros y enfermeras misioneros están mejor calificados para esta obra, pero también otras personas debieran encargarse de ella. Aunque no se hayan preparado en la especialidad de enfermería, pueden aprender de sus colaboradores la mejor manera de trabajar.--Testimonies for the Church 6:83-84 (1900).
Un llamamiento para los médicos evangelistas
Vivimos en los últimos tiempos. El fin de todas las cosas se acerca. Las señales predichas por Cristo se están cumpliendo rápidamente. Nos esperan tiempos tormentosos; no obstante, no pronunciemos ninguna palabra de desaliento o de duda. El que comprende las necesidades de la situación dispone las cosas de tal manera que los obreros colocados en los diferentes lugares puedan disfrutar de ventajas que les permitan despertar la atención del público con más eficacia. El conoce las necesidades de los más débiles miembros de su rebaño, y envía su mensaje por los caminos así como por los vallados. El nos ama con un amor eterno. Recordemos que anunciamos un mensaje de curación a un mundo lleno de almas enfermas de pecado. ¡El Señor nos ayude a aumentar nuestra fe y nos haga comprender que él quiere que todos conozcamos su ministerio de sanidad y su obra propiciatoria! Desea que la luz de su gracia resplandezca desde muchos lugares.
Los sanatorios como instituciones misioneras
En muchos lugares hay almas que aún no han oído el mensaje. Por consiguiente, la obra médica misionera debe ser proseguida con más celo que nunca antes. Esta obra es la puerta por la cual la verdad debe entrar en las grandes ciudades, y se deben establecer sanatorios en diferentes lugares.
La obra que realizan los sanatorios es uno de los medios más eficaces para alcanzar a todas las clases sociales. Nuestros sanatorios son el brazo derecho del Evangelio; abren los caminos por los cuales la buena nueva de la sanidad mediante Cristo puede alcanzar a la humanidad doliente. En esas instituciones, los enfermos pueden aprender a encomendar sus casos al gran Médico, el cual cooperará con sus fervientes esfuerzos para recuperar la salud, trayéndoles la curación del alma así como la del cuerpo.
Cristo ya no está personalmente en la tierra, para ir por nuestras ciudades y aldeas con el fin de sanar a los enfermos; pero nos ha encomendado que continuemos la obra médica misionera que él empezara. Debemos hacer todo lo que está a nuestro alcance en este sentido. Deben establecerse instituciones donde los enfermos, hombres y mujeres, puedan confiarse a los cuidados de médicos y enfermeros temerosos de Dios, y ser atendidos sin el empleo de drogas.
Se me ha indicado que la obra que debe hacerse en relación con la reforma pro salud no debe demorarse. Por medio de esta obra alcanzaremos almas así en los caminos como en los vallados. Se me mostró muy especialmente que, por medio de nuestros sanatorios, muchas almas recibirán la verdad presente y la practicarán. En esas instituciones, se ha de enseñar a hombres y mujeres a cuidar sus cuerpos y a afirmarse en la fe. Debe enseñárseles lo que significa comer la carne y beber la sangre del Hijo de Dios. Cristo dijo: "Las palabras que yo os he hablado, son espíritu, y son vida". Juan 6:63.
Nuestros sanatorios deben ser escuelas donde se dé enseñanza en los ramos médico-misioneros. Deben dar a las almas heridas por el pecado las hojas del árbol de vida, las cuales les devolverán la paz, la esperanza y la fe en Jesucristo.
La obra en las grandes ciudades
¡Siga adelante la obra del Señor y progrese la obra médica misionera y la obra de educación! Estoy cierta de que lo que más necesitamos son obreros celosos, abnegados, inteligentes y capaces. La verdadera obra médica misionera debe estar representada en cada ciudad importante. Pregunten ahora muchos: "Señor, ¿qué quieres que haga?". Hechos 9:6. Es propósito del Señor que su método de curar sin drogas se destaque en todas las grandes ciudades por medio de nuestras instituciones médicas. Dios reviste de santa dignidad a los que, avanzando siempre más, van a todo lugar donde puedan entrar. Satanás dificultará la obra en todo lo que pueda; pero la potencia divina acompañará a todos los obreros fieles. Sigamos adelante, guiados por la mano de nuestro Padre celestial, aprovechando todas las ocasiones para extender la obra de Dios.
El Señor habla a todos los misioneros médicos, diciéndoles: Id hoy a mi viña para ganar almas. Dios oye las oraciones de todos aquellos que le buscan sinceramente. El posee el poder que todos necesitamos y llena los corazones de gozo, paz y santidad. Poco a poco, los caracteres se van formando. No podemos perder nuestro tiempo trabajando contra los planes de Dios.
Algunos médicos, por haber estado relacionados con nuestros sanatorios, encuentran ventajoso establecerse en la proximidad de nuestras instituciones; cierran los ojos para no ver el vasto campo descuidado, inculto, donde un trabajo desinteresado reportaría bendiciones a muchos. Los misioneros médicos pueden ejercer una influencia ennoblecedora y santificadora. Los que no lo hacen, abusan de sus facultades; el Señor repudia su trabajo.
Preparación para realizar una obra rápida
Si el Señor habló alguna vez por mi intermedio, lo hace ahora cuando digo que los obreros que se dedican a los ramos de la educación, la predicación o el trabajo médico misionero, deben estar unidos como un solo hombre, trabajando todos juntos bajo la dirección de Dios, ayudándose y beneficiándose mutuamente.
Los que estén relacionados con nuestras escuelas y sanatorios deben trabajar con entusiasmo. La obra cumplida bajo el ministerio del Espíritu Santo y por amor a Dios y a la humanidad, recibirá el sello divino y hará impresión en la mente de los hombres.
El Señor invita a nuestros jóvenes a ingresar en nuestras escuelas, y a prepararse rápidamente para servirle. Deben establecerse escuelas en diferentes lugares, fuera de las ciudades, donde nuestra juventud pueda recibir una educación que la prepare para la evangelización y la obra médica misionera.
Debe darse al Señor ocasión de mostrar a los hombres su deber y de obrar en sus mentes. Nadie debiera comprometerse a trabajar durante un determinado número de años, bajo la dirección de un grupo de hombres o en algún ramo especial de la obra del Maestro; porque el Señor mismo llamará a los hombres, como llamó antaño a los humildes pescadores, y les indicará él mismo su campo de labor y los métodos que deben seguir. Llamará a hombres que dejarán el arado y otras ocupaciones para dar la última nota de advertencia a las almas que perecen. Muchas maneras hay de trabajar para el Maestro; el gran Instructor despertará la inteligencia de esos hombres y les hará ver en su Palabra cosas maravillosas.
Los enfermeros como evangelistas
Nuestro ejemplo es Jesucristo, el gran Médico misionero. De él se dice: "Y rodeó Jesús toda Galilea, enseñando en las sinagogas de ellos, y predicando el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo". Mateo 4:23. El sanaba a los enfermos y predicaba el Evangelio. En su obra, la curación y la enseñanza se unían estrechamente. Estas dos cosas no deben ser separadas hoy.
Los enfermeros formados en nuestras instituciones deben ser preparados para trabajar como misioneros médicos evangelistas, uniendo el ministerio de la palabra al de la curación física.
Nuestra luz debe brillar en medio de las tinieblas morales. Muchos de los que están hoy en las tinieblas verán que hay una esperanza de salvación para ellos, cuando perciban un destello de la Luz del mundo. Tal vez vuestra luz sea pequeña; pero recordad que es Dios quien os la ha dado, y que él os tiene por responsables de hacerla brillar. Es posible que alguien encienda su antorcha en la vuestra, y que su luz sea el medio de sacar a otras personas de las tinieblas.
En todo nuestro derredor se abren puertas para servir. Debemos llegar a conocer a nuestros vecinos y esforzarnos por atraerlos a Cristo. Cuando obremos así, tendremos la aprobación y colaboración de él.
A menudo, los moradores de una ciudad en la cual Cristo había trabajado, expresaban el deseo de verle establecerse en su medio y continuar su obra. Pero él les decía que su deber era ir a otras ciudades que no habían oído las verdades que debía presentar. Después de haber dado la verdad a los habitantes de una localidad, dejaba al cuidado de ellos el continuar lo que él había empezado, y se iba a otro lugar. Sus métodos de trabajo deben ser seguidos hoy por aquellos a quienes él confió su obra. Debemos ir de un lugar a otro, proclamando el mensaje. Tan pronto como la verdad ha sido anunciada en un lugar, debemos ir a amonestar otras localidades.
La organización de grupos
Debemos organizar grupos e instruir a sus miembros muy cabalmente para que lleguen a ser enfermeros, evangelistas, predicadores, colportores y estudiantes bíblicos, que vayan adquiriendo un carácter semejante al carácter divino. Nuestro blanco actual debe ser prepararnos para recibir la educación superior de la escuela celestial.
Por las instrucciones que el Señor me ha dado repetidas veces, sé que algunos obreros debieran hacer en las ciudades y las aldeas giras de obra médica misionera. Los que emprendan esta obra obtendrán una abundante cosecha de almas, tanto de las clases superiores de la sociedad como de las inferiores. Y para preparar el terreno para una obra tal, nada iguala a los esfuerzos de un fiel colportor.
Muchos serán llamados a trabajar de casa en casa dando estudios bíblicos y orando con las personas interesadas.
Nuestros predicadores que tienen experiencia en la predicación de la Palabra deben aprender a dar tratamientos sencillos, y luego deben trabajar de una manera inteligente como evangelistas médicos misioneros.
Una obra urgente
Actualmente se necesitan evangelistas médicos misioneros. No podéis consagrar muchos años a vuestra preparación. Muy pronto, las puertas abiertas hoy se cerrarán para siempre. Proclamad el mensaje ahora. No esperéis que el enemigo haya tenido ocasión de tomar posesión de los campos que se abren ahora delante de vosotros. Grupos pequeños deben ir a cumplir la obra que Cristo asignó a sus discípulos. Trabajen como evangelistas, repartiendo nuestros impresos, hablando de la verdad a las personas que encuentren. Oren por los enfermos, esforzándose por aliviarlos, no con drogas, sino con remedios naturales, enseñándoles a recuperar la salud y evitar la enfermedad.
Deberes y privilegios de los obreros de los sanatorios
La dirección de una institución tan grande e importante como un sanatorio, necesariamente abarca una gran responsabilidad, tanto en los asuntos temporales como espirituales. Es de la mayor importancia que este asilo para los enfermos del cuerpo y de la mente sea de tal naturaleza que Jesús, el poderoso Sanador pueda presidir entre ellos, y que todo lo que se hace se haga bajo el control de su Espíritu. Todos los que se relacionan con esta institución debieran estar calificados para cumplir fielmente las responsabilidades que Dios les ha dado. Debieran cumplir hasta los deberes más pequeños con tanta fidelidad como la que dedican a los asuntos de mayor importancia. Todos debieran estudiar con oración la forma como pueden llegar a ser más útiles a fin de convertir este retiro para los enfermos en una empresa de gran éxito.
No comprendemos con cuánta ansiedad los pacientes afectados por diversas enfermedades vienen al sanatorio, todos ellos deseando encontrar ayuda, pero algunos con dudas y desconfianzas, mientras que otros vienen llenos de confianza en que serán aliviados. Los que no han visitado la institución observan con interés toda manifestación de los principios que sus administradores han adoptado.
Todos los que profesan ser hijos de Dios debieran recordar constantemente que son misioneros, al llevar a cabo sus labores que los ponen en contacto con todas clases de mentes. Se encontrarán con gente refinada y vulgar, con humildes y orgullosos, con religiosos y escépticos, con gente confiada y sospechosa, con liberales y avaros, con los puros y los corrompidos, con los educados y los ignorantes, con los ricos y los pobres; en realidad, casi todos los grados de carácter y condición se encontrarán entre los pacientes del sanatorio. Los que vienen a este lugar, lo hacen porque necesitan ayuda; por eso, cualquiera que sea su condición, reconocen que no pueden ayudarse a sí mismos. Estas mentes de diversas clases no se pueden tratar de la misma forma; y sin embargo, todas estas personas, ya sean ricas o pobres, encumbradas o humildes, dependientes o independientes, necesitan bondad, simpatía y amor. Mediante la relación con los demás, nuestras mentes debieran recibir pulimiento y refinamiento. Dependemos unos de otros, y nos encontramos estrechamente vinculados por la fraternidad humana.
El cielo hizo que uno de otro dependiera, Un amo, un siervo, o un amigo, Se apoyan unos en otros en busca de ayuda, Hasta que la debilidad de uno se convierte en la fortaleza de todos.
El valor de las relaciones sociales
Los cristianos se ponen en contacto con el mundo por medio de las relaciones sociales. Cada hombre o mujer que haya probado el amor de Cristo y recibido en el corazón la iluminación divina, tiene el deber delante de Dios de arrojar luz sobre la senda oscura de los que no están familiarizados con un camino mejor. Todo obrero de este sanatorio debiera convertirse en testigo de Jesús. El poder social, santificado por el Espíritu de Cristo, debe ser mejorado para ganar almas para el Salvador.
Los que tienen que tratar con personas que difieren tan ampliamente en carácter, disposición y temperamento, experimentarán luchas, perplejidades y choques, aun cuando hagan lo mejor que pueden. Puede ser que la ignorancia, el orgullo y la independencia que encontrarán les causen disgusto; pero esto no debiera desanimarlos. Debieran colocarse donde puedan influir en el ánimo de otros en lugar de que otros influyan en ellos. Firmes como una roca a los principios, con fe inteligente, debieran permanecer sin dejarse corromper por las influencias que imperan en el ambiente. El pueblo de Dios no debiera dejarse transformar por las diversas influencias a las que necesariamente se verá expuesto; sino que debiera permanecer firme por Jesús, y mediante la ayuda de su Espíritu ejercer un poder transformador sobre las mentes alteradas por los hábitos falsos y contaminadas por el pecado.
La hermosura de la santidad
No hay que ocultar a Cristo en el corazón y encerrarlo como un tesoro codiciado, sagrado y dulce, para ser difrutado únicamente por el que lo posee. Debemos tener a Cristo en nuestro corazón como una fuente de agua que salta para vida eterna, que refresca a todos los que se ponen en contacto con nosotros. Debemos confesar a Cristo abiertamente y con valor, y demostrar en nuestro carácter su humildad, mansedumbre y amor, hasta que los hombres experimenten el encanto de la hermosura de la santidad. La mejor forma de preservar nuestra religión no es colocarla en una botella, como si fuera perfume, para que no se escape su fragancia.
Los conflictos y rechazos que experimentamos debieran hacernos más fuertes y dar estabilidad a nuestra fe. No debiéramos inclinarnos como un bejuco delante del viento, impulsados por toda influencia pasajera. Nuestras almas, entibiadas y vigorizadas por las verdades del Evangelio y refrescadas por la gracia divina, debieran abrir, expandir y derramar su fragancia sobre otros. Vestidos con toda la armadura de la justicia, podemos hacer frente a cualquier influencia sin que se manche nuestra pureza.
Todos debieran considerar que los derechos que Dios tiene sobre ellos desatan a todos los demás. Dios ha dado a toda persona capacidades que debe mejorar haciendo reflejar la gloria del Dador. Cada día hay que realizar un progreso. Si los obreros se van del sanatorio tal como llegaron, sin haber realizado una mejora definida, sin haber aumentado sus conocimientos y poder espiritual, han experimentado una pérdida. Dios se propone que los cristianos crezcan continuamente, que se desarrollen hasta alcanzar la estatura plena de hombres y mujeres en Cristo. Todos los que no se tornan más fuertes ni quedan más firmemente arraigados en la verdad, están retrocediendo continuamente.
Una luz para el mundo
Hay que realizar un esfuerzo especial para conseguir los servicios de obreros cristianos cuidadosos. Dios tiene el propósito de que se organice una institución para el beneficio de la salud controlada exclusivamente por adventistas del séptimo día; y cuando se trae a incrédulos para que ocupen puestos de responsabilidad, habrá allí una influencia que pesará considerablemente contra el sanatorio. No es el propósito de Dios que esta institución se dirija de acuerdo a la modalidad con que se administran las demás instituciones de salud del país; en cambio se propone que sea uno de los instrumentos más eficaces en sus manos para dar la luz al mundo. Debe contar con habilidad científica, con poder moral y espiritual, y debe ser un fiel centinela de la reforma en todo sentido. Y todos los que participan en el trabajo, debieran ser reformadores, debieran respetar sus reglamentos y obedecer la luz de la reforma pro salud que ahora brilla sobre nosotros como pueblo.
Todo esto puede ser una bendición para otros, si ellos se colocan en un lugar donde puedan representar correctamente la religión de Cristo. Pero ha habido más empeño en poner énfasis en la apariencia de las cosas materiales, para satisfacer la mente de los pacientes mundanos, que en mantener una conexión viviente con el cielo, y orar y velar, para que este instrumento de Dios pueda tener éxito total en la obra de hacer bien al cuerpo y también al alma de los seres humanos.
Un poder modelador
¿Qué podría decirse y qué podría hacerse, para detectar la convicción en los corazones de todos los que se relacionan con esta importante institución? ¿Cómo podrían ser inducidos a ver y sentir el peligro de tomar decisiones equivocadas, a menos que diariamente tengan una experiencia viviente en las cosas de Dios? Los médicos se encuentran en una posición desde la que pueden ejercer influencia de acuerdo con su fe, y así pueden manifestar un poder modelador sobre todos los que se relacionan con la institución. Este es uno de los mejores campos misioneros que hay en el mundo, y todos los que ocupan posiciones de responsabilidad debieran familiarizarse con Dios y recibir constantemente la luz del Cielo...
Hay algunos que no son lo que el Señor desearía que fueran. Son bruscos y duros, por lo que necesitan la influencia suavizadora y subyugadora del Espíritu de Dios. Nunca parece conveniente tomar la cruz y seguir por la senda de la abnegación, y sin embargo esto debe hacerse. Dios desea que todos reciban su gracia y su Espíritu para que en sus vidas despidan fragancia. Algunos son demasiado independientes, demasiado autosuficientes, y no buscan el consejo de los demás en la forma como debieran...
Todos los que ejercen alguna influencia en el sanatorio debieran conformarse a la voluntad de Dios, humillarse personalmente y abrir el corazón a la influencia preciosa del Espíritu de Cristo. El oro probado en fuego representa amor y fe. Muchos carecen casi completamente de amor. La autosuficiencia enceguece sus ojos a su gran necesidad. Existe una necesidad positiva de una conversión diaria a Dios, y de una experiencia renovada, profunda y diaria en la vida religiosa.
Especialmente en los corazones de los médicos debiera surgir un deseo muy ferviente de recibir la sabiduría que únicamente Dios puede impartir; porque en cuanto se llenan de confianza propia quedan abandonados a sí mismos, para seguir los impulsos de un corazón no santificado. Cuando veo lo que estos médicos podrían llegar a ser si se mantuvieran conectados con Cristo, y lo que no llegarán a ser si no se relacionan diariamente con él, me lleno de aprensión al ver que podrían conformarse con alcanzar una norma mundanal sin tener anhelos ardientes e intensos de alcanzar la hermosura de la santidad, el adorno del espíritu manso y humilde, lo cual es de gran valor ante la vista de Dios.
La paz de Cristo, esa paz que el dinero no puede comprar, que el talento no puede conseguir, que el intelecto no puede obtener, es el don de Dios. La religión de Cristo: ¿cómo podría hacer que todos comprendieran su gran pérdida si dejaran de obedecer sus principios santos en su vida diaria? La mansedumbre y humildad de Cristo es el poder del cristiano. Es en realidad más precioso que todas las cosas que el genio pueda crear o la riqueza pueda adquirir. De todas las cosas que se buscan, que se anhelan y se cultivan, no hay nada tan valioso ante la vista de Dios como un corazón puro, una disposición llena de agradecimiento y de paz.
Si la armonía divina de la verdad y el amor existe en el corazón, se traducirá en palabras y acciones. El cultivo más cuidadoso de las cualidades externas y las cortesías de la vida no tiene poder suficiente para eliminar el mal humor, el juicio severo y las palabras impropias. El espíritu de benevolencia genuina debe morar en el corazón. El amor imparte al que lo posee gracia, decoro y un comportamiento digno. El amor ilumina el rostro y suaviza la voz; refina y eleva en todo sentido. Pone a la persona en armonía con Dios, porque es un atributo divino.
Muchos corren el peligro de pensar que en medio de las preocupaciones del trabajo, al practicar la medicina y al escribir sobre temas médicos, o al llevar a cabo los deberes en los diversos departamentos, se los puede excusar si descuidan la oración, el sábado y los servicios religiosos. Así es como las cosas sagradas se degradan para que satisfagan su conveniencia, mientras descuidan los deberes, los actos de abnegación y las cruces. Los médicos ni los auxiliares debieran tratar de llevar a cabo su trabajo sin dedicar tiempo a la oración. Dios está dispuesto a ayudar a todos los que le profesan amor, si ellos acuden a él y, conscientes de sus propias debilidades, buscan ansiosamente su poder. Cuando se separan de Dios, su sabiduría queda fundada en la necedad. Cuando se consideran pequeños ante sus propios ojos y dependen en gran medida de Dios, entonces él se transforma en el brazo de su poder y el éxito coronará sus esfuerzos; pero cuando permiten que la mente se aparte de Dios, entonces Satanás se presenta y controla los pensamientos y pervierte el juicio...
Hermanos, os insto a actuar tomando en cuenta la gloria de Dios. Depended de su poder, de su gracia y de su fortaleza. Por medio del estudio de las Escrituras y de la oración ferviente, procurad obtener conceptos claros acerca de vuestro deber y luego llevadlo a cabo fielmente. Es indispensable que cultivéis fidelidad en las cosas pequeñas, y al hacerlo adquiriréis hábitos de integridad en las responsabilidades mayores. Los pequeños incidentes de cada día en la vida, con frecuencia pasan sin ser notados, pero son estas cosas las que le dan forma al carácter. Todo acontecimiento de la vida contribuye en gran medida al bien o al mal. Las mentes necesitan ser enseñadas por medio de pruebas diarias, a fin de que adquieran poder para permanecer firmes en cualquier posición difícil. En los días de pruebas y peligros debéis recibir fortaleza para permanecer firmes y defender lo recto, independientemente de las influencias opositoras.
Progreso en el conocimiento
Dios está dispuesto a hacer mucho por vosotros, si tan sólo experimentáis vuestra necesidad de él. Jesús os ama. Procurad siempre andar en la luz de la sabiduría de Dios; y en medio del panorama cambiante de la vida, no descanséis a menos que sepáis que vuestra voluntad está en armonía con la voluntad de vuestro Creador. Por medio de la fe en él obtendréis fortaleza para resistir toda tentación de Satanás, y en esa forma aumentar el poder moral con cada prueba de Dios.
Podéis convertiros en personas de responsabilidad e influencia si por el poder de vuestra voluntad, unida con la fortaleza divina, os dedicáis fervientemente a la realización del trabajo. Ejercitad las facultades mentales y no descuidéis en ningún caso las facultades físicas. Que la pereza intelectual no cierre el camino hacia mayores conocimientos. Aprended a reflexionar tanto como a estudiar, para que vuestras mentes puedan expandirse, fortalecerse y desarrollarse. No penséis nunca que habéis aprendido suficiente y que ahora podéis aflojar en vuestro esfuerzo. La mente cultivada es la medida del hombre. Vuestra educación debiera continuar durante toda la vida; cada día debierais aprender y practicar los conocimientos obtenidos.
Estáis progresando en la verdadera dignidad y en el valor moral a medida que practicáis la virtud y apreciáis la rectitud en vuestro corazón y en la vida. Que vuestro carácter no quede afectado por la mancha de la lepra del egoísmo. Un alma noble, unida a un intelecto cultivado, os convertirá en hombres que Dios puede utilizar en posiciones de responsabilidades sagradas.
El primer deber de todos los que se relacionan con esta institución debiera ser enderezar su camino delante de Dios y luego mantenerse con la fortaleza de Cristo, sin dejarse afectar por las influencias erróneas a las que pudieran quedar expuestos. Si convierten los amplios principios de la Palabra de Dios en el fundamento del carácter, pueden soportar cualquier situación que el Señor en su providencia les envíe, rodeados por cualquier influencia perjudicial, sin que por eso se aparten de la senda correcta.
La alegría
En los sanatorios y los hospitales, donde los enfermeros tratan de continuo con numerosos enfermos, se requieren esfuerzos decididos para guardar siempre un continente agradable y alegre, y dar prueba de cuidadosa consideración en palabras y actos. En dichos establecimientos es de la mayor importancia que los enfermeros procuren desempeñar su trabajo juiciosamente y a la perfección. Es preciso que recuerden siempre que al desempeñar sus tareas diarias están sirviendo al Señor.
Una mente dispuesta
Los enfermos necesitan que se les hable con sabiduría y prudencia. Los enfermeros deberán estudiar la Biblia cada día para poder decir palabras que iluminen y ayuden al enfermo. Hay ángeles de Dios en las habitaciones en que son atendidos estos enfermos, y la atmósfera que rodea a quienes los tratan debe ser pura y fragante. Médicos y enfermeros deben estimar y practicar los principios de Cristo. En su conducta deben manifestarse las virtudes cristianas, y así, con sus palabras y hechos, atraerán a los enfermos a su Salvador.
El enfermero cristiano, al par que aplica el tratamiento para la restauración de la salud, dirigirá con gusto y con éxito la mente del paciente hacia Cristo, quien cura el alma tanto como el cuerpo. Las ideas que el enfermero presente ejercerán poco a poco su influencia. Los enfermeros de más edad no deben desperdiciar ninguna oportunidad de llamar la atención de esos enfermos hacia Cristo. Deben estar siempre dispuestos a combinar la curación espiritual con la física.
Los enfermeros deben enseñar con la mayor bondad y ternura que quien quiera restablecerse debe dejar de quebrantar la ley de Dios. Debe repudiar la vida de pecado. Dios no puede bendecir a quien siga acarreándose la enfermedad y el dolor, violando a sabiendas las leyes del Cielo. Pero Cristo, por medio del Espíritu Santo, es poder sanador para quienes dejan de hacer el mal y aprenden a hacer el bien.
La eficiencia depende del vigor
La eficiencia de quien cuida a los enfermos depende, en buena parte, de su vigor físico. Cuanto mejor sea su salud, mejor podrá aguantar la tensión requerida para atender a los enfermos, y mejor podrá desempeñar sus deberes. Los que cuidan a los enfermos deben prestar atención especial al régimen alimentario, al aseo, al aire puro y al ejercicio. Un cuidado semejante por parte de la familia la habilitará también para soportar la carga suplementaria que le es impuesta y le ayudará a guardarse de contraer enfermedad...
Las enfermeras, y todos los que tienen que hacer en el cuarto del enfermo, deben manifestarse animosos, tranquilos y serenos. Todo apuro, toda agitación y toda confusión deben evitarse. Las puertas se han de abrir y cerrar con cuidado, y toda la familia debe conservar la calma. En casos de fiebre, se necesita especial cuidado cuando llega la crisis y la fiebre está por disminuir. Entonces hay que velar constantemente. La ignorancia, el olvido y la negligencia han causado la muerte de muchos que hubieran vivido si hubiesen recibido el debido cuidado por parte de enfermeras juiciosas y atentas.--El Ministerio de Curación, 167-168 (1905).
La integridad entre los obreros
Los auxiliares del sanatorio no debieran sentirse libres de apoderarse para su propio uso de artículos de alimentación provistos para los pacientes. La tentación es especialmente fuerte para los auxiliares que han llegado más recientemente al trabajo, quienes deben ser inducidos gradualmente a corregir los hábitos perjudiciales. Algunos de los obreros, como los hijos de Israel, permiten que apetitos pervertidos y antiguos hábitos de complacencia insistan en obtener la victoria. Anhelan, lo mismo que el Israel de la antigüedad, tener los puerros y las cebollas de Egipto. Todos los que se relacionan con esta institución debieran adherirse estrictamente a las leyes de la vida y la salud, y así no estimular, por su ejemplo, los malos hábitos de otros, que han hecho que sea necesario que vengan al sanatorio para encontrar alivio.
Los empleados no tienen derecho de consumir galletitas, nueces, pasas, dátiles, azúcar, naranjas o fruta de ninguna otra clase que pertenezcan al sanatorio; porque, en primer lugar, al comer esos artículos entre las comidas, como generalmente se hace, están perjudicando sus órganos digestivos. No hay que consumir ningún alimento entre las comidas regulares. Repetimos, los que se apoderan de esas cosas están usando lo que no les pertenece. Se sienten continuamente tentados a probar el alimento que manejan; y eso representa una excelente oportunidad para ellos de aprender a controlar el apetito. Pero como el alimento es muy abundante, olvidan que representa un valor monetario. Algunos complacen descuidadamente el hábito de probar los alimentos o de consumirlos, hasta que imaginan que esta práctica no constituye un pecado.
Todos debieran cuidar de no considerar las cosas en esta forma, porque entonces la conciencia perderá su sensibilidad. Uno podría razonar: "Lo poco que he tomado no vale mucho". Pero también habría que pensar: ¿Es menos pecaminoso ese acto por haber tomado una cantidad pequeña? Repetimos, lo poco que una persona pueda haber tomado puede ser que no cueste mucho, pero cuando cinco personas actúan de la misma forma, se apoderan de cinco pequeñas cantidades. Luego diez, veinte o aun más personas pueden suponer lo mismo, hasta que diariamente los obreros pueden, para su perjuicio, apropiarse de muchas pequeñas cantidades que no tienen derecho de tocar. Muchas pequeñas cantidades constituyen finalmente una gran cantidad. Pero la mayor pérdida las experimentan los que se apartan del proceder correcto, porque violan los principios del bien y aprenden a considerar la transgresión en las cosas pequeñas como si no fuera realmente una transgresión. Olvidan las palabras de Cristo: "El que es fiel en lo muy poco, también en lo más es fiel; el que en lo muy poco es injusto, también en lo más es injusto". Lucas 16:10.
Cuando se realiza un esfuerzo para corregir esas prácticas generalmente es recibido como evidencia de tacañería de parte de los administradores; y algunos no hacen ningún cambio, sino que continúan endureciendo la conciencia, hasta que ésta se cauteriza. Se oponen a toda restricción y obran y hablan en forma desafiante, como si se hubieran violado sus derechos. Pero Dios considera todas estas cosas como un robo, y así quedan registradas en el cielo.
La Palabra de Dios prohíbe todo fraude y engaño. El robo directo y la falsedad no son pecados en los que las personas respetables corren el peligro de caer. Es la transgresión en las cosas pequeñas lo que primero conduce al alma lejos de Dios. Adán y Eva, por su pecado de participar del fruto prohibido, abrieron las compuertas del mal sobre el mundo. Algunos pueden considerar que la transgresión es una cosa muy pequeña; pero vemos que sus resultados son cualquier cosa menos pequeños. Los ángeles del cielo tienen una esfera de acción más amplia y más elevada que nosotros, pero lo que es el bien en su caso y en el nuestro es una misma cosa.
Los administradores del sanatorio no obran impulsados por un espíritu mezquino ni tacaño al reprochar los males que he mencionado, y al requerir lo que es debido hacia esa institución. Proteger los intereses del sanatorio en ese sentido no es apartarse de un comportamiento digno. Los dirigentes que son fieles, esperan naturalmente la fidelidad en otros. Estricta integridad debiera gobernar las transacciones de los gerentes y debiera ser exigida de todos los que trabajan bajo su dirección.
Los hombres de principio no necesitan la restricción de candados y llaves; no necesitan ser vigilados y cuidados. Actuarán en forma recta y honorable en todo tiempo, ya sea que estén solos sin que nadie los vigile, como también en público. No mancharán sus almas por ninguna cantidad de ganancia o de ventaja egoísta. Desprecian las acciones abyectas. Aunque nadie más lo sepa, lo sabrán ellos mismos, y eso destruiría el respeto de sí mismos. Los que no son concienzudos y fieles en las cosas pequeñas no se conformarán, aunque haya normas, restricciones y castigos...
Los que no vencen en las cosas pequeñas carecerán de poder moral para soportar las tentaciones más grandes. Los que procuran convertir la honestidad en el principio gobernante en sus transacciones diarias de la vida tendrán que ponerse en guardia para no "codiciar la plata, el oro ni la ropa de nadie". Mientras se conforman con alimento y ropa adecuados, les resultará más fácil mantener el corazón y las manos limpios de la contaminación de la codicia y la falta de honradez...
Los empleados de nuestros sanatorios tienen en muchos sentidos las mejores ventajas para la formación de los hábitos correctos. Ninguno será colocado fuera del alcance de la tentación, porque en todo carácter existen puntos débiles que corren el peligro de ser atacados... Todos debieran sentir la necesidad de mantener la naturaleza moral constantemente protegida por la vigilancia. Lo mismo que fieles centinelas, debieran proteger la ciudadela del alma, sin sentir nunca que deben relajar su vigilancia por un momento. La oración ferviente y la fe viva constituyen su única salvaguardia.
Los que comienzan a descuidar sus pasos encontrarán que antes de darse cuenta, sus pies se habrán enredado en una maraña de la que no podrán librarse por sí mismos. Ser veraces y honrados debiera ser un principio estable en todos. Ya sean ricos o pobres, ya sea que tienen amigos o que vivan solos, independientemente de lo que suceda, debieran resolver con el poder de Dios que ninguna influencia los inducirá a cometer un acto equivocado. Todos debieran comprender que de ellos, individualmente, depende la medida de prosperidad del sanatorio.
La constancia
La mente debe ser entrenada por medio de pruebas diarias para que adquiera hábitos de fidelidad, para que comprenda los derechos del bien y el deber por encima de la inclinación y el placer. Las mentes entrenadas en esta forma no vacilan entre el bien y el mal, como el bejuco tiembla en el viento; pero en cuanto una situación se presenta ante ellos, disciernen inmediatamente que hay un principio en juego, e instintivamente eligen el bien sin debatir largamente el asunto. Son leales porque han adquirido conscientemente hábitos de fidelidad y veracidad.--Testimonies for the Church 3:22 (1872).
Una situación lamentable
Cuando se me presentó la condición del sanatorio en una visión, un ángel de Dios me condujo de un cuarto a otro en los diferentes departamentos. La conversación que se me hizo escuchar en los cuartos de los auxiliares no era de una naturaleza que tendiera a elevar y fortalecer la mente o la moral. La conversación frívola, las bromas necias, la risa sin sentido, causaban aflicción...
Quedé asombrada al ver las actitudes llenas de celos y al escuchar las palabras que revelaban envidia, la conversación descuidada, que avergonzaba a los ángeles de Dios. Fueron registradas las palabras, las acciones y los motivos. Y esas cabezas livianas y superficiales y esos corazones endurecidos no se daban cuenta que un ángel de Dios estaba en la puerta y escribía la manera como empleaban esos preciosos momentos. Dios traerá a luz toda palabra y toda acción. El está en todo lugar. Esos mensajeros, aunque invisibles, visitan las alcobas. Las obras ocultas de las tinieblas serán traídas a la luz. Los pensamientos, las intenciones y los propósitos del corazón, serán manifestados. Todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de Aquel con quien tenemos que ver.
Se me llevó a unos pocos cuartos en los que se oía la voz de la oración. ¡Cuán agradable era ese sonido! Una luz brillante refulgía sobre el rostro de mi guía mientras su mano escribía cada palabra de la petición. "Porque los ojos del Señor están sobre los justos, y sus oídos atentos a sus oraciones". 1 Pedro 3:12.
La crítica desagradable
De otras habitaciones procedían expresiones muy desagradables de ingenio vulgar y de vana conversación. Algunos se burlaban de otras personas y aun imitaban las palabras pronunciadas en reuniones; las cosas sagradas eran convertidas en objeto de burla. Se criticaba severamente a hombres y mujeres jóvenes; se hablaba del noviazgo y el matrimonio con bajeza y en forma desagradable. Se hablaba escasamente alguna palabra seria; la conversación era de una naturaleza que rebajaba la mente y manchaba la moral, y todos se retiraron sin encomendarse a Dios.
Olas de influencia
Es probable que nunca sepáis el resultado de vuestra influencia diaria, pero debéis tener la seguridad de que la ejercéis para el bien o para el mal. Muchos que tienen un corazón bondadoso y buenos impulsos permiten que su atención sea absorbida en cuestiones mundanales o en el placer, mientras las almas que esperan dirección de su parte van a la deriva y hacia la destrucción inevitable. Tales personas pueden tener una elevada profesión y gozar de la opinión favorable de los hombres, y aun como cristianos, pero en el día de Dios, cuando nuestras obras se comparen con la ley divina, entonces se encontrará que no han estado a la altura de las normas establecidas. Otros que conocían su comportamiento cayeron más bajo que ellos, y aun otros tuvieron un comportamiento peor, y en esa forma continuó la obra de degeneración.
Si lanzamos una piedra en un lago se formará una multitud de ondas concéntricas; y a medida que aumentan, el círculo se amplía hasta que llega a todas las márgenes. También nuestra influencia, aunque aparentemente sea insignificante, puede continuar extendiéndose mucho más allá de nuestro conocimiento o control.--The Review and Herald, 24 de enero de 1882.
La influencia de las compañías
En nuestras instituciones, donde muchos trabajan juntos, la influencia de las compañías es muy grande. Es natural buscar compañía. Cada uno hallará compañeros o los hará. Y la intensidad de la amistad determinará la influencia que los amigos ejerzan unos sobre otros, para bien o para mal. Todos tendrán amistades, influirán en ellas y recibirán su influencia.
Es misterioso el vínculo que une los corazones humanos de manera que los sentimientos, los gustos y los principios de dos personas quedan íntimamente fusionados. El uno recibe el espíritu del otro y copia sus modales y actos. Como la cera conserva la figura del sello, así la mente retiene la impresión producida por el trato y la asociación con otros. La influencia puede ser inconsciente, mas no por eso es menos poderosa.
Si se pudiese persuadir a los jóvenes a asociarse con los puros, reflexivos y amables, el efecto sería muy saludable. Si eligen compañeros que temen al Señor, su influencia los conducirá a la verdad, al deber y a la santidad. Una vida verdaderamente cristiana es un poder para el bien. Pero, por otro lado, los que se asocian con hombres y mujeres de moral dudosa, de costumbres y principios malos, no tardarán en andar en la misma senda. El impulso de las tendencias del corazón natural es hacia abajo. El que se asocia con los escépticos no tardará en llegar a ser escéptico; el que elija la compañía de los viles, llegará seguramente a ser vil. El andar en el consejo de los impíos es el primer paso en la senda que conduce al camino de los pecadores y a sentarse con los escarnecedores.
Elegir compañías nobles
Aquellos que quieran adquirir un carácter íntegro deben elegir como asociados a quienes sean de inclinación seria, reflexiva y religiosa. Los que han contado el costo, y desean edificar para la eternidad, deben poner buen material en su edificación. Si aceptan maderas podridas, si se conforman con deficiencias de carácter, el edificio quedará condenado a la ruina. Presten todos atención a cómo edifican. La tempestad de la tentación lanzará sus embates contra el edificio, y a menos que éste se halle firme y fielmente construído, no resistirá la prueba.
Un buen nombre es más precioso que el oro. Existe en los jóvenes la inclinación a asociarse con los que son de mentalidad y moral inferior. ¿Qué felicidad verdadera puede esperar una persona joven de una relación voluntaria con personas que tienen una norma baja de pensamientos, sentimientos y conducta?
Hay personas de gustos envilecidos y costumbres depravadas, y todos los que elijan tales compañeros seguirán su ejemplo. Vivimos en tiempos peligrosos que deben infundir temor en todos los corazones. Vemos que la mente de muchos se pierde en los enredos del escepticismo. Las causas de esto son la ignorancia y el orgullo y un carácter deficiente. La humildad es una lección difícil de aprender para el hombre caído. Hay en el corazón humano algo que se opone a la verdad revelada que se refiere a Dios y los pecadores, a la transgresión de la ley divina y al perdón por medio de Cristo.
Estudiad las escrituras
Hermanos y hermanas, ancianos y jóvenes, cuando tengáis un momento libre, abrid la Biblia y atesorad en la mente sus preciosas verdades. Cuando estáis trabajando custodiad vuestra mente, mantenedla firme en Dios, hablad menos y meditad más. Recordad que "toda palabra ociosa que hablaren los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio". Mateo 12:36. Sean vuestras palabras selectas; esto cerrará una puerta contra el adversario de las almas. Empezad el día con oración; trabajad como a la vista de Dios. Sus ángeles están siempre a vuestro lado, anotando vuestras palabras, vuestra conducta y la manera en que hacéis vuestro trabajo. Si os apartáis del buen consejo y elegís como compañeros a aquellos de quienes podéis con razón sospechar que no tienen inclinación religiosa, aunque profesan ser cristianos, no tardaréis en llegar a ser como ellos. Os ponéis en el camino de la tentación, en el campo de batalla de Satanás, y a menos que estéis constantemente guardados seréis vencidos por sus designios. Hay personas que durante cierto tiempo profesaron la religión; y sin embargo, estaban realmente apartadas de Dios e insensibles a la voz de la conciencia. Son vanas y triviales, su conversación es de baja índole. El galanteo y el casamiento ocupan su mente, con exclusión de los pensamientos más nobles y superiores.
Las compañías elegidas por los obreros determinan su destino para este mundo y para el venidero. Algunos que eran una vez concienzudos y fieles han cambiado tristemente; se han separado de Dios y Satanás los ha inducido a ponerse de su lado. Son ahora irreligiosos e irreverentes, y ejercen su influencia sobre otros que se dejan amoldar fácilmente. Las malas compañías deterioran el carácter; minan los buenos principios. "El que anda con los sabios, sabio será; mas el que se allega a los necios, será quebrantado". Proverbios 13:20.
Evitad el flirteo
Los jóvenes están en peligro; pero no disciernen las tendencias ni el resultado de la conducta que siguen. Muchos se dedican al galanteo. Parecen infatuados. No hay nada noble, digno ni sagrado en estas relaciones; debido a que son impulsadas por Satanás, la influencia que ejercen tiende a agradar al enemigo. Las amonestaciones que se dirigen a estas personas son desoídas, pues ellas son temerarias, voluntariosas y desafiantes. Creen que la amonestación, el consejo o el reproche no se aplican a ellas. Su conducta no las preocupa. Están continuamente separándose de la luz y el amor de Dios. Pierden todo discernimiento de las cosas sagradas y eternas; y aunque conservan una forma árida de los deberes cristianos, no ponen el corazón en estos servicios religiosos. Demasiado tarde, estas almas seducidas aprenderán que "estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan". Mateo 7:14.
Las palabras, las acciones y los motivos quedan registrados, pero cuán poco se percatan esas cabezas livianas y superficiales y esos corazones duros de que un ángel de Dios está a su lado anotando la manera en que emplean sus preciosos momentos. Dios traerá a luz toda palabra y toda acción. El está en todo lugar. Sus mensajeros, aunque invisibles, visitan el taller y el dormitorio. Las ocultas obras de las tinieblas serán sacadas a luz. Los pensamientos, los intentos y los propósitos del corazón serán revelados. Todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de Aquel con quien tenemos que tratar.
Los obreros deben llevar a Jesús consigo a todo departamento de trabajo. Cualquier cosa que hagan, deben hacerla con una exactitud y un esmero que soporten la inspección. Deben poner su corazón en el trabajo. La fidelidad es tan esencial en los deberes comunes de la vida como en los que entrañan mayor responsabilidad. Algunos pueden concebir la idea de que su trabajo no es ennoblecedor; pero su trabajo es precisamente lo que ellos quieren hacerlo. Ellos solos son capaces de degradar o elevar su empleo. Quisiéramos que cada zángano se viese obligado a trabajar para ganar su pan cotidiano; porque el trabajo es una bendición, no una maldición. La labor diligente nos preservará de muchas trampas de Satanás, quien "encuentra siempre algún trabajo perjudicial para las manos ociosas".
No os avergoncéis del trabajo
Ninguno de nosotros debe avergonzarse de su trabajo, por humilde y servil que parezca, pues es ennoblecedor. Todos los que trabajan, ya sea con la mente o con las manos, cumplen con su deber y honran su religión, tanto mientras lavan la ropa o los platos como cuando van a la reunión. Mientras las manos se dedican al trabajo más común, la mente puede ser elevada y ennoblecida por pensamientos puros y santos. Cuando cualquiera de los obreros manifiesta falta de respeto por las cosas religiosas, debe ser separado de la obra. Nadie piense que la institución depende de él.
Los que han estado empleados largo tiempo en nuestras instituciones, debieran ser ahora obreros responsables, dignos de confianza en todo lugar, tan fieles al deber como la brújula al polo. Si ellos hubiesen aprovechado debidamente sus oportunidades, podían tener ahora un carácter simétrico y una profunda y viva experiencia en las cosas religiosas. Pero algunos de estos obreros se han separado de Dios. Han puesto a un lado la religión. Esta no constituye más un principio labrado en ellos, cuidadosamente apreciada doquiera estén, no importa con quienes se encuentren, y no les resulta un ancla para el alma. Quisiera que todos los obreros consideraran cuidadosamente que el éxito, tanto en esta vida como para alcanzar la vida futura, depende mayormente de la fidelidad en las cosas pequeñas. Los que anhelan tener responsabilidades superiores deben manifestar fidelidad en el cumplimiento de sus deberes donde Dios los ha colocado.
La perfección de la obra de Dios se ve tan claramente en el más diminuto insecto como en el rey de las aves. El alma del niñito que cree en Cristo le es tan preciosa como los ángeles que rodean su trono. "Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto". Mateo 5:48. Como Dios es perfecto en su esfera, puede serlo el hombre en la suya. Todo lo que la mano hallare para hacer debe ser hecho con esmero y prontitud. La fidelidad e integridad en las cosas pequeñas, el cumplimiento de los pequeños deberes y de los actos de bondad, alegrará la senda de la vida, y cuando nuestra obra en la tierra esté terminada, cada uno de los pequeños deberes cumplidos con fidelidad será atesorado como preciosa gema delante de Dios.
En nuestras escuelas
En nuestras escuelas, los enfermeros misioneros debieran recibir lecciones de labios de médicos perfectamente idóneos y aprender, como parte de su educación, la manera de luchar contra la enfermedad y mostrar el valor de los remedios naturales. Este trabajo es muy necesario. Ciudades y pueblos están sumidos en el pecado y la corrupción moral, aunque hay hombres como Lot en cada Sodoma. El veneno del pecado está obrando en el corazón de la sociedad, y Dios pide reformadores que se levanten en defensa de las leyes que él ha establecido para gobernar el organismo físico. Al mismo tiempo deben mantener una alta norma en la disciplina de la mente y la cultura del corazón, para que el gran Médico coopere con la auxiliadora mano humana en llevar a cabo una obra de misericordia necesaria en el alivio del sufrimiento.--Joyas de los Testimonios 2:417 (1900).
La falta de economía
Mientras mi guía me conducía a través de los diferentes departamentos, la falta de economía que advertí en todas partes me llenó de aflicción, porque conocía perfectamente la deuda que la institución había contraído. La falta de honradez, el descuido egoísta del deber, fueron anotados por el ángel registrador. El desperdicio que se permitía aquí y allá, en el transcurso de un año llegaba a una suma considerable. Los auxiliares podrían ahorrar mucho de esto, pero cada uno decía: "No me corresponde ocuparme de estas cosas". ¿Tendrían una actitud tan indiferente si la pérdida tuvieran que sufrirla ellos? No, sabían exactamente lo que debían hacer y cómo hacerlo; pero como esas cosas pertenecían a la institución, no se preocupaban de remediar el mal. Este es el fruto del egoísmo y se registra contra ellos bajo el título de infidelidad.
En el comedor y en la cocina observé señales de negligencia y despreocupación. Los pisos no estaban limpios y había una gran falta de escrupulosidad, de refinamiento y de orden. Estas cosas hablan a todos los que tienen acceso a esas dependencias, de lo que es el carácter de los obreros. Nadie tendrá la impresión de que el sanatorio tiene auxiliares escrupulosos, fieles y ordenados. Algunos han trabajado fielmente, mientras que otros han hecho su trabajo en forma mecánica, como si no tuvieran interés en ello a no ser terminar lo más rápido posible. Se descuidaban el orden y la escrupulosidad, porque nadie estaba cerca para observarlos y criticar su trabajo. La infidelidad se escribió junto a sus nombres.
La supervisora veía lo mismo que yo, pero lo pasaba por alto de buen grado y parecía no tener sentido del verdadero estado de las cosas. Algunos procuraban cambiar las cosas a fin de mejorarlas y rogaban que se cumpliera fielmente el deber; pero eso levantó una indignada ola de protesta, y se trató con falta de misericordia a los que se atrevieron a adopatar esa responsabilidad. Se hicieron abundantes observaciones desagradables, y hubo sentimientos de envidia y celos, y los que deseaban ser fieles y conscientes encontraron una oposición tan grande de parte de todos que se vieron obligados a dejar que las cosas siguieran como antes. Estos son algunos de los males que existen en el sanatorio.
Nuestra influencia
Cada acto de nuestra vida afecta a otros para bien o mal. Nuestra influencia tiende a elevar o a degradar; es sentida por otros, hace que los demás obren impulsados por ella y en un grado mayor o menor es reproducida por otros. Si mediante nuestro ejemplo ayudamos a otros a desarrollar buenos principios, les damos poder para el bien. A su vez ellos ejercen la misma influencia benéfica sobre otras personas y en esa forma cientos y miles son afectados por nuestra influencia inconsciente. Si por medio de nuestros actos fortalecemos o estimulamos los poderes malignos poseídos por los que nos rodean, compartimos su pecado y tendremos que rendir cuenta por el bien que habríamos podido hacerles y no les hicimos, por no convertir a Dios en nuestra fortaleza, nuestro guía y consejero.--Testimonies for the Church 2:133 (1868).
Se necesita oportunidad para el cultivo del cristianismo
Ningún alma puede prosperar sin tiempo para orar e investigar las Escrituras; y todos debieran, hasta donde sea posible, tener el privilegio de asistir al culto público. Todos necesitan mantener el aceite de la gracia en los receptáculos que llevan con sus lámparas. Los obreros que deben relacionarse con la gente mundana, sobre todos los demás, debieran mantener a Jesús en alto frente a ellos, para que puedan contemplar al Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Los elementos impíos a los que están expuestos hacen indispensable que se haga trabajo personal en favor de ellos. ¿Quién podría relacionarse estrechamente con los enfermos, escucharlos hablar y respirar en la atmósfera que rodea sus almas, sin correr algún riesgo? Hay que ejercer siempre influencias contrarrestadoras, a fin de que el elemento mundano, a través de las trampas de Satanás, no aleje los corazones de Dios. No hay que permitir que la gente mundana sea honrada por encima de los que aman a Dios y procuran hacer su voluntad.
Los obreros que por cualquier causa se ven obligados a trabajar en sábado, siempre corren peligro; experimentan la pérdida y al realizar trabajos que son insdispensables, adquieren el hábito de hacer en el día sábado cosas que no son necesarias. Se pierde el sentido de su carácter sagrado y el santo mandamiento pierde vigencia. Hay que realizar un esfuerzo especial para producir una reforma con respecto a la observancia del sábado. Los obreros del sanatorio no siempre hacen por su cuenta lo que es su privilegio y deber. Con frecuencia se sienten tan cansados que se desmoralizan. Esto no debiera suceder. El alma puede abundar en gracia únicamente si permanece en la presencia de Dios. Dios es el gran propietario del sanatorio, de las oficinas de la Review and Herald, de la Pacific Press, de nuestros colegios. En todas estas instituciones, los administradores deben recibir sus direcciones desde arriba. Y cuando las tentaciones que provienen de la asociación con gente mundana sean más fuertes, entonces hay que ejercer el mayor cuidado para colocar a los obreros en estrecha relación con Cristo y la influencia que procede de él. Esto debiera ser nuestro guía en todas las cosas; y si nos sobreviene pobreza porque deseamos actuar de acuerdo con la orden "así dice Jehová", debemos perseverar en hacerlo aunque perdamos todo lo demás. Es mejor tener pobreza en las cosas temporales y permanecer en Cristo y ser alimentado por su palabra que es espíritu y vida. "No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios". Mateo 4:4. El mundo puede sonreír cuando le repetimos esto, pero es la palabra del Hijo de Dios. El dice: "El que come mi carne--la palabra que Cristo nos habla--... tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero". Juan 6:54.
No siempre podemos permanecer de rodillas en oración, pero el camino hacia el trono de misericordia está siempre abierto. Mientras nos dedicamos al trabajo activo, podemos pedirle ayuda; y Aquel que no nos egañará nos ha prometido: "Y recibiréis". El cristiano puede y debe encontrar tiempo para orar. Daniel era un estadista; pesadas responsabilidades descansaban sobre él, y sin embargo buscaba a Dios tres veces por día, y el Señor le dio el Espíritu Santo. De modo que en la actualidad los hombres pueden acudir al pabellón sagrado del Altísimo y tener la seguridad de su promesa: "Y mi pueblo habitará en morada de paz, en habitaciones seguras, y en recreos de reposo". Isaías 32:18. Todos los que realmente lo desean, pueden encontrar un lugar para mantener comunión con Dios, donde ningún oído puede escuchar sino únicamente el que está abierto al clamor del desvalido, afligido y necesitado, y nota aun la caída del pequeño gorrión. El dice: "Más valéis vosotros que muchos pajarillos". Mateo 10:31.
Si permitimos que el exceso de trabajo nos aleje de nuestro propósito de buscar diariamente al Señor, cometeremos los mayores errores; incurriremos en pérdidas, porque el Señor no está con nosotros; así hemos cerrado la puerta para que él no tenga acceso a nuestras almas. Pero si oramos aun cuando tenemos las manos ocupadas, los oídos del Salvador están abiertos para escuchar nuestras peticiones. Si estamos decididos a no separarnos de la fuente de nuestra fortaleza, Jesús se pondrá decididamente a nuestra mano derecha para ayudarnos, a fin de que nuestros enemigos no nos avergüencen. La gracia de Cristo puede cumplir por nosotros todo lo que nuestros esfuerzos fallarán en hacer. Los que aman y temen a Dios pueden estar rodeados por una multitud de cuidados, y sin embargo no fallar ni hacer sendas torcidas para sus pies. Dios se ocupa de vosotros en el lugar donde desempeñáis vuestro deber. Pero aseguraos de ir con frecuencia al lugar donde se acostumbra a orar. El Salvador dice: "Pero tienes una pocas personas en Sardis que no han manchado sus vestiduras; y andarán conmigo en vestiduras blancas, porque son dignas". Apocalipsis 3:4. Estas almas vencieron por medio de la sangre del Cordero y la palabra de su testimonio. En medio de la contaminación moral que prevalecía en todas partes, se mantuvieron firmes en su integridad, ¿y por qué? Porque participaban de la naturaleza divina, y así escaparon de la corrupción que se encuentra en el mundo a causa de la concupiscencia. Se hicieron ricos en fe, herederos de un patrimonio de más valor que el oro de Ofir. Solamente una vida que depende constantemente del Salvador es una vida de santidad.