Hasta cierto punto la Biblia ha sido introducida en nuestras escuelas y se han hecho algunos esfuerzos en el sentido de la reforma; pero es muy difícil adoptar principios rectos después de haber estado acostumbrado por tanto tiempo a los métodos populares. Las primeras tentativas para cambiar las viejas costumbres acarrearon pruebas severas para aquellos que querían andar en el camino señalado por Dios. Se han cometido errores, de los que han resultado grandes pérdidas. Ha habido obstáculos que tendieron a hacernos andar en direcciones comunes y mundanales y a impedirnos que comprendiésemos los principios de la educación verdadera. A los inconversos que miran las cosas desde las bajas regiones del egoísmo, de la incredulidad y de la indiferencia, los principios y métodos correctos les parecieron erróneos.
Algunos maestros y administradores, convertidos sólo a medias, son piedras de tropiezo para otros. Ceden en algunas cosas y hacen reformas a medias; pero cuando sobreviene mayor conocimiento, rehusan avanzar, prefiriendo trabajar de acuerdo con sus propias ideas. Al hacer esto están tomando y comiendo de aquel árbol de conocimiento que coloca a lo humano por encima de lo divino. "Ahora pues, temed a Jehová, y servidle con integridad y en verdad; y quitad de en medio los dioses a los cuales sirvieron vuestros padres de esotra parte del río, y en Egipto; y servid a Jehová. Y si mal os parece servir a Jehová, escogeos hoy a quién sirváis; si a los dioses a quienes sirvieron vuestros padres, cuando estuvieron de esotra parte del río, o a los dioses de los amorreos en cuya tierra habitáis: que yo y mi casa serviremos a Jehová". "Y acercándose Elías a todo el pueblo, dijo: ¿Hasta cuándo claudicaréis vosotros entre dos pensamientos? Si Jehová es Dios, seguidle; y si Baal, id en pos de él. Y el pueblo no respondió palabra". Josué 24:14, 15; 1 Reyes 18:21. Hubiéramos superado por mucho nuestra presente condición espiritual si hubiésemos avanzado a medida que nos llegaba la luz.
Cuando se abogó por nuevos métodos, se suscitaron tantas preguntas y dudas, y fueron tantas las reuniones celebradas para discernir toda dificultad, que los reformadores se vieron estorbados y algunos cesaron de pedir reformas. Parecieron incapaces de detener la corriente de duda y crítica. Fueron pocos, comparativamente, los que recibieron el Evangelio en Atenas, debido a que la gente albergaba orgullo intelectual y sabiduría mundana y reputaba por locura el Evangelio de Cristo. Pero, "lo loco de Dios es más sabio que los hombres; y lo flaco de Dios es más fuerte que los hombres". Por lo tanto, "predicamos a Cristo crucificado, a los judíos ciertamente tropezadero, y a los gentiles locura; empero a los llamados, así judíos como griegos, Cristo potencia de Dios, y sabiduría de Dios". 1 Corintios 1:25, 23, 24.
Nos toca ahora comenzar de nuevo. Las reformas deben emprenderse de todo corazón, alma y voluntad. Los errores pueden ser muy antiguos, pero los años no hacen del error verdad, ni de la verdad error. Se han seguido por demasiado tiempo los viejos hábitos y costumbres. El Señor quiere que maestros y alumnos desechen ahora toda idea falsa. No tenemos libertad para enseñar lo que cuadre con la norma del mundo o la norma de la iglesia, sencillamente porque así se suele hacer. Las lecciones enseñadas por Cristo han de constituir la norma. Ha de tenerse estrictamente en cuenta lo que el Señor ha dicho con respecto a la enseñanza que se ha de impartir en nuestras escuelas; pues si en algunos respectos no existe una educación de carácter completamente diferente de la que se ha venido dando en algunas de nuestras escuelas, no necesitábamos haber gastado dinero en la compra de terrenos y la construcción de edificios escolares.
Algunos sostendrán que si se da preeminencia a la enseñanza religiosa, nuestras escuelas llegarán a ser impopulares y que aquellos que no son de nuestra fe no las patrocinarán. Perfectamente; vayan los tales a otras escuelas donde encuentren un sistema de educación que cuadre con sus gustos. Es el propósito de Satanás impedir por medio de estas consideraciones que se logre el objeto por el cual nuestras escuelas fueron establecidas. Estorbados por estas artimañas, los dirigentes razonan a la usanza del mundo, copian sus planes e imitan sus costumbres. Muchos han demostrado su falta de sabiduría de lo alto hasta el extremo de unirse a los enemigos de Dios y de la verdad al proveer entretenimientos mundanos a los estudiantes. Al hacer esto atraen sobre sí la ira de Dios, pues desvían a los jóvenes y hacen la obra de Satanás. Esta obra, con todos sus resultados, la tendrán que arrostrar ante el tribunal de Dios.
La popularidad por las normas rebajadas
Los que siguen semejante conducta dan a entender que no se puede confiar en ellos. Después que el mal ha sido hecho, podrán confesar su error; pero, ¿podrán acaso destruir la influencia que han ejercido? ¿Se dirá el "bien, buen siervo" a los que no cumplieron su cometido? Estos obreros infieles no han edificado sobre la Roca eterna, y su fundamento resultará ser arena movediza. En vista de que el Señor nos manda ser diferentes y singulares, ¿cómo podremos apetecer la popularidad o tratar de imitar las costumbres y prácticas del mundo? "¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad con Dios? Cualquiera pues que quisiere ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios". Santiago 4:4.
Rebajar la norma para conseguir popularidad y un aumento en número y luego hacer de este aumento un motivo de regocijo, pone de manifiesto gran ceguedad. Si la cantidad fuese una prueba del éxito, Satanás podría pretender la preeminencia, porque en este mundo sus seguidores forman la gran mayoría. Es el grado de poder moral que compenetra una escuela lo que constituye una prueba de su prosperidad. Es la virtud, la inteligencia y la piedad de las personas que componen nuestras escuelas, y no su número, lo que debiera ser una fuente de gozo y gratitud. ¿Deberían, acaso, nuestras escuelas convertirse al mundo y seguir sus costumbres y modas? "Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que ... no os conforméis a este siglo; mas reformaos por la renovación de vuestro entendimiento, para que experimentéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta". Romanos 12:1, 2.
Los hombres harán uso de todos los medios para atenuar la diferencia entre los adventistas del séptimo día y los observadores del primer día de la semana. Me fué presentada una compañía que, a pesar de llevar el nombre de adventistas del séptimo día, aconsejaban que el estandarte que nos hace un pueblo singular no se destacase tanto, pues alegaban que no era el mejor proceder para dar éxito a nuestras instituciones. Pero este no es el momento de arriar nuestra bandera o avergonzarnos de nuestra fe. El estandarte distintivo, descripto con las palabras, "aquí está la paciencia de los santos; aquí están los que guardan los mandamientos de Dios, y la fe de Jesús" (Apocalipsis 14:12), debe flamear sobre el mundo hasta el fin del tiempo de gracia. Al paso que han de aumentarse los esfuerzos para avanzar en diversas localidades, no debe encubrirse en modo alguno nuestra fe con el fin de obtener patrocinio. La verdad ha de llegar hasta las almas que están a punto de perecer, y si de alguna manera ello es impedido, Dios queda deshonrado y la sangre de las almas estará sobre nuestras vestiduras.
Mientras los que están vinculados a nuestras instituciones anden humildemente con Dios, los seres celestiales cooperarán con ellos; pero recuerden todos el hecho de que Dios ha dicho: "Yo honraré a los que me honran". 1 Samuel 2:30. Ni por un momento debiera darse a alguno la impresión de que sería beneficioso para él ocultar su fe y sus doctrinas a los incrédulos del mundo, por temor a que no le tendrán en tan alta estima si llegan a conocer sus principios. Cristo demanda de todos sus seguidores una confesión de fe abierta y franca. Cada cual ha de colocarse en su puesto y ser lo que Dios quiso que sea: un espectáculo para el mundo, los ángeles y los hombres. El universo entero mira con interés indecible para ver el fin de la gran controversia entre Cristo y Satanás. Todo cristiano ha de ser una luz, no escondida debajo de un almud o de una cama, sino colocada en el candelero para que alumbre a todos los que están en la casa. No se relegue jamás a último término la verdad de Dios por cobardía o conveniencia mundana.--Joyas de los Testimonios 2:419-423.
Aunque en muchos respectos nuestras instituciones de enseñanza se han inclinado a ponerse en conformidad con el mundo; aunque paso a paso han avanzado hacia él, son, sin embargo, prisioneras de esperanza. El hado no ha tejido sus redes alrededor de sus labores, a tal punto que tengan que quedar impotentes y en la incertidumbre. Si quieren escuchar la voz de Dios y seguir en sus caminos, él las corregirá e ilustrará y las volverá a colocar en su debida posición de separación del mundo. Cuando se discierna la ventaja de trabajar teniendo como base los principios cristianos; cuando el yo se oculte en Cristo, mayores progresos se harán; pues cada obrero sentirá su propia debilidad humana e implorará la sabiduría y la gracia de Dios, y recibirá la ayuda divina prometida para toda emergencia.
Las circunstancias adversas debieran dar origen a la firme determinación de vencerlas. Una barrera derribada dará mayor aptitud y valor para seguir adelante. Porfiad en seguir la debida dirección y haced un cambio, decidida e inteligentemente. Entonces las circunstancias serán vuestros auxiliadores y no vuestros estorbos. Empezad. El roble tiene su origen en la bellota.
A los docentes y directores
Suplico a los directores de nuestros colegios que hagan uso de sano criterio y que trabajen sobre más alto nivel. Nuestros recursos educacionales deben purificarse de todas las escorias. Nuestras instituciones han de dirigirse basándose en principios cristianos si se quiere que triunfen de los obstáculos. Si son dirigidas atendiendo a planes de carácter mundanal, habrá falta de solidez en la obra, falta de un amplio discernimiento espiritual. La condición del mundo con anterioridad al primer advenimiento de Cristo es un cuadro de la condición del mundo precisamente en los días que precederán a su segunda venida. El pueblo judío fué destruido porque rechazó el mensaje de salvación enviado del cielo. ¿Seguirán los de esta generación, a los cuales ha dado Dios gran luz y oportunidades maravillosas, el curso de aquellos que rechazaron la luz para ruina suya?
Muchos hay hoy día que tienen un velo sobre su rostro. Este velo consiste en la simpatía con las costumbres y prácticas del mundo, que les ocultan la gloria del Señor. Dios quiere que mantengamos nuestros ojos fijos en él, para que perdamos de vista las cosas de este mundo.
A medida que se va introduciendo la verdad en la vida práctica, la norma ha de ser elevada de más en más para ponerse a la altura de las demandas de la Biblia. Esto hará necesaria la oposición a las modas, costumbres, prácticas y máximas del mundo. Las influencias mundanales, a semejanza de las olas del mar, baten contra los seguidores de Cristo para arrancarlos de los verdaderos principios de su mansedumbre y de su gracia; pero debemos permanecer en los principios tan firmes como una roca. El hacerlo exigirá valor moral, y aquellos cuyas almas no estén aseguradas a la Roca eterna serán arrastrados por la corriente mundana. Podremos quedar firmes solamente si nuestra vida está escondida con Cristo en Dios. La independencia moral está en su sitio cuando se opone al mundo. Poniéndonos en completa armonía con la voluntad de Dios, estaremos en situación ventajosa y veremos la necesidad de una separación terminante de las costumbres y prácticas del mundo.
No hemos de elevar nuestra norma tan sólo un poquito sobre la norma del mundo, sino que hemos de hacer la diferencia incontestablemente evidente. La razón por la cual hemos tenido tan poca influencia sobre nuestros parientes y amigos incrédulos, es que ha habido una diferencia muy poco categórica entre nuestras prácticas y las del mundo.
Muchos docentes permiten que sus mentes adopten una visión demasiado estrecha y baja. No mantienen constantemente ante su vista el plan divino, sino que fijan su mirada en los modelos mundanos. Alzad la vista a "donde Cristo está sentado a la diestra de Dios" y entonces trabajad para que vuestros alumnos se conformen a su perfecto carácter. Indicad a los jóvenes la escalera de ocho peldaños de Pedro y no coloquéis sus pies en el peldaño más alto sino en el más bajo, y con cálidos ruegos instadlos a trepar hasta la misma cumbre.
Cristo, el que une el cielo con la tierra, es la escalera. La base de ella está firmemente asegurada en la tierra por su humanidad; el peldaño más alto alcanza hasta el trono de Dios por su divinidad. La humanidad de Cristo abraza a la humanidad caída en tanto que su divinidad se ase al trono de Dios. Somos salvos cuando ascendemos peldaño tras peldaño en la escalera mirando a Cristo, ascendiendo paso a paso hasta la altura de Cristo, de modo que él sea hecho para nosotros sabiduría, y justicia, y santificación y redención. Fe, virtud, ciencia, templanza, paciencia, bondad, amor fraternal y caridad, son los peldaños de esta escalera. Todas estas gracias deben manifestarse en el carácter cristiano; y "haciendo estas cosas, no caeréis jamás. Porque de esta manera os será abundantemente administrada la entrada en el reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo". 2 Pedro 1:10, 11.
No es cosa fácil obtener el inestimable tesoro de la vida eterna. Nadie puede hacer esto e ir a la deriva con la corriente del mundo. Ha de salir del mundo, separarse de él, y no tocar lo inmundo. Nadie puede proceder como un mundano sin ser arrastrado por la corriente del mundo. Nadie hará progreso alguno en sentido ascendente sin esfuerzo perseverante. El que quiere vencer tiene que afirmarse en Cristo. No ha de mirar atrás, sino mantener la vista siempre en alto, obteniendo una gracia tras otra. La vigilancia individual es el precio de la seguridad. Satanás está jugando la partida de la vida por nuestra alma. No os inclinéis a su lado ni una pulgada, no sea que obtenga ventaja sobre vosotros.
Si alguna vez alcanzamos el cielo será por ligar nuestras almas a Cristo, apoyarnos en él y romper las ataduras del mundo, sus locuras y sus encantos. Debe haber de nuestra parte una cooperación espiritual con los seres celestiales. Debemos creer, trabajar, orar, velar y esperar. Como hemos sido comprados por el Hijo de Dios, somos su propiedad y cada uno debiera recibir educación en la escuela de Cristo. Tanto docentes como alumnos deben hacer una obra diligente para la eternidad. El fin de todas las cosas está cerca. Se necesitan ahora hombres y mujeres armados y equipados para luchar en favor de Dios.
No es al hombre a quien tenemos que enaltecer sino a Dios, el solo Dios verdadero y vivo. La vida desinteresada, el espíritu generoso y abnegado, la simpatía y el amor de aquellos que ocupan puestos de responsabilidad en nuestras instituciones, debieran tener una influencia purificadora y ennoblecedora que sería elocuente en la realización del bien. Sus palabras en los consejos no provendrían entonces de un espíritu engreído y arrogante, sino que sus discretas virtudes serían más valiosas que el oro. Si el hombre echa mano de la naturaleza divina, procediendo por adición, añadiendo gracia a gracia en la perfección de un carácter cristiano, Dios procederá por multiplicación. Dice él en su Palabra: "Gracia y paz os sea multiplicada en el conocimiento de Dios, y de nuestro Señor Jesús". 2 Pedro 1:2.
"Así dijo Jehová: No se alabe el sabio en su sabiduría, ni en su valentía se alabe el valiente, ni el rico se alabe en sus riquezas. Mas alábese en esto el que se hubiere de alabar: en entenderme y conocerme, que yo soy Jehová, que hago misericordia, juicio, y justicia en la tierra: porque estas cosas quiero, dice Jehová". "Oh, hombre, él te ha declarado qué sea lo bueno, y qué pida de ti Jehová: solamente hacer juicio, y amar misericordia, y humillarte para andar con tu Dios". "¿Qué Dios como tú, que perdonas la maldad, y olvidas el pecado del resto de su heredad? No retuvo para siempre su enojo, porque es amador de misericordia". "Lavad, limpiaos; quitad la iniquidad de vuestras obras de ante mis ojos; dejad de hacer lo malo: aprended a hacer bien; buscad juicio, restituid al agraviado, oíd en derecho al huérfano, amparad a la viuda". Jeremías 9:23, 24; Miqueas 6:8; 7:18; Isaías 1:16, 17.
Estas son las palabras que Dios nos dirige. El pasado se halla en el libro donde todas las cosas están escritas. No podemos tachar lo escrito; pero si escogemos aprender aquellas palabras, el pasado nos enseñará sus lecciones. Al hacer de ese pasado nuestro instructor, debemos hacerlo también nuestro amigo. Al recordar un pasado desagradable, enséñenos éste a no incurrir en el mismo error. Nada se registre en el futuro que luego sea causa de remordimiento.
Podemos evitar un mal informe. Con cada día que transcurre vamos haciendo nuestra historia. El ayer está fuera del alcance de nuestra enmienda o manejo; el hoy es lo único que nos pertenece. Luego, no contristemos hoy al Espíritu de Dios; pues mañana no podremos anular lo que hemos hecho. Hoy, será entonces ayer.
Tratemos de seguir el consejo de Dios en todas las cosas, porque él es infinito en sabiduría. Aunque en el pasado no hemos llegado a hacer lo que pudiéramos haber hecho en favor de nuestros niños y jóvenes, arrepintámonos ahora y redimamos el tiempo. El Señor dice: "Venid luego, dirá Jehová, y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos: si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana. Si quisiereis y oyereis, comeréis el bien de la tierra: si no quisiereis y fuereis rebeldes, seréis consumidos a espada: porque la boca de Jehová lo ha dicho". Isaías 1:18-20. El mensaje: "Avanzad", ha de oírse y repetirse todavía. Las cambiantes circunstancias que se suceden en nuestro mundo requieren una labor que convenga a estos cambios. El Señor necesita hombres de viva espiritualidad y de clara visión, hombres que en verdad estén recibiendo maná fresco del cielo. El Espíritu Santo obra sobre el corazón de tales hombres, y la Palabra de Dios hace brillar la luz en la mente, revelándoles más que nunca la verdadera sabiduría.--Testimonies for the Church 6:145-150.
La educación dada a los jóvenes amolda toda la estructura social. Por todo el mundo la sociedad está en desorden y se necesita una completa transformación. Muchos creen que mejores recursos educacionales, mayor pericia y métodos más recientes pondrán las cosas en su lugar. Profesan creer y aceptar los oráculos vivos, y no obstante, dan a la Palabra de Dios un puesto inferior en el gran cuadro de la educación. Lo que debiera estar primero es hecho accesorio de las invenciones humanas.
Es muy fácil dejarse llevar por planes, métodos y costumbres del mundo y no dedicar al tiempo en que vivimos o a la gran obra que debe hacerse más reflexión de la que dedicaron a su tiempo los contemporáneos de Noé. Existe el peligro constante de que nuestros educadores sigan el mismo camino que los judíos, amoldándose a costumbres, prácticas y tradiciones que Dios no dió. Con tenacidad y firmeza algunos se adhieren a viejos hábitos y a una afición por diversos estudios que no son esenciales, como si su salvación dependiese de estas cosas. Al hacer esto se apartan de la obra especial de Dios y dan a los estudiantes una educación deficiente y errónea. Las mentes son desviadas de un sencillo "Así dice Jehová" que entraña intereses eternos, hacia teorías y enseñanzas humanas. La revelación de Dios, verdad eterna e infinita, es explicada según interpretaciones humanas, cuando solamente el poder del Espíritu Santo puede revelar las cosas espirituales. La sabiduría humana es insensatez, pues pasa por alto el conjunto de las providencias de Dios, que miran a la eternidad.
Los reformadores no son destructores. Jamás tratarán de arruinar a los que no estén en armonía con sus planes ni se amolden a ellos. Los reformadores deben avanzar, no retroceder. Deben ser decididos, firmes, resueltos, indómitos; empero la firmeza no debe degenerar en un espíritu autoritario. Dios quiere que todos los que le sirvan sean firmes como una roca, en cuanto a principios se refiere; pero mansos y humildes de corazón, como lo fué Cristo. Entonces, permaneciendo en Cristo, podrán hacer la obra que él haría si estuviese en el lugar de ellos. Un espíritu brusco y condenador no es esencial para ser heroico en las reformas de este tiempo. Todos los métodos egoístas que se practiquen en el servicio de Dios son una abominación delante de él.--Joyas de los Testimonios 2:423, 424.