La Educación Cristiana

Capítulo 28

Las escuelas intermediarias

Las escuelas intermediarias son altamente esenciales. En estas escuelas se ha de hacer un trabajo esmerado; porque muchos alumnos saldrán de ellas directamente al gran campo de la mies. Saldrán para emplear lo que han aprendido, como colportores y ayudantes en diversos ramos de la obra evangélica. Muchos obreros después de trabajar por un tiempo en el campo de labor, sentirán la necesidad de estudiar más, y con la experiencia adquirida en el trabajo estarán preparados para apreciar los privilegios escolares, y para hacer progresos rápidos. Algunos desearán educarse en los ramos superiores de estudio. Para éstos han sido establecidos nuestros colegios.

La Palabra de Dios ha de ser el fundamento de toda la obra hecha en nuestras escuelas intermediarias. Y se ha de demostrar a los alumnos la verdadera dignidad del trabajo. Se les ha de enseñar que Dios obra constantemente. Coopere cada maestro cordialmente con un grupo de alumnos, trabajando con ellos y enseñándoles a trabajar. Mientras los maestros hagan esto, adquirirán valiosa experiencia. Su corazón se unirá con el de los alumnos, y eso preparará el terreno para que su enseñanza tenga éxito.

Sería cometer un error muy triste el no considerar cabalmente el propósito con que se ha establecido cada una de nuestras escuelas. Este es un asunto que deben estudiar fielmente los hombres que llevan responsabilidad en cada una de nuestras uniones, a fin de que los jóvenes estén rodeados de las circunstancias más favorables para la formación de un carácter suficientemente fuerte como para resistir los males de este mundo.

Tenemos delante de nosotros una gran obra, y se necesitan muchos obreros educados y preparados para ocupar puestos de confianza. Mientras nuestros jóvenes se están preparando para servir en la causa de Dios, la Biblia debe constituir el fundamento de su educación. Los principios de la verdad contenidos en la Palabra de Dios, serán una salvaguardia contra las malas influencias del mundo.

Están tristemente mal dirigidos los esfuerzos que se hagan para educar a nuestros niños y jóvenes en el temor del Señor, sin dar preeminencia al estudio de la Biblia. A menos que haya una educación tal, que lleve a reconocer y aborrecer el pecado, el resultado será una deformidad moral. Nuestros hijos deben ser apartados de las malas influencias de la escuela fiscal, y puestos donde maestros cabalmente convertidos puedan educarlos en las Sagradas Escrituras. Así serán enseñados a hacer de la Palabra de Dios la gran regla de su vida.

Puede ser que algunos pregunten: ¿Cómo se han de establecer tales escuelas? No somos un pueblo rico, pero, si oramos con fe, y permitimos al Señor que obre en nuestro favor, él abrirá delante de nosotros caminos para establecer en lugares retraídos pequeñas escuelas para la educación de nuestros jóvenes, no sólo en las Escrituras y el saber que se obtiene de los libros, sino en muchos ramos de trabajo manual.

Se me ha presentado con enérgica insistencia la necesidad de establecer tales escuelas, a causa de la cruel negligencia de muchos padres de su deber de educar debidamente a sus hijos en el hogar. Muchos padres y madres han parecido creer que si ponían en las manos de sus hijos las riendas del dominio, se desarrollarían en jóvenes y señoritas útiles. Pero el Señor me ha instruido acerca de este asunto. En visiones de la noche he visto junto a esos hijos descuidados al que fué arrojado de los atrios celestiales porque originó el pecado. El enemigo de las almas estaba alerta para ver las oportunidades de ganar el dominio de la mente de todo niño cuyos padres no le habían dado instrucción fiel acerca de las trampas de Satanás.

La obra de la escuela de Fernando

Se ha hecho la pregunta: "¿Qué enseñaremos en la escuela de Fernando?" Enseñad las cosas fundamentales. Enseñad lo que sea práctico. No debéis hacer gran ostentación delante del mundo, diciendo lo que esperáis hacer, como si estuvieseis planeando algo maravilloso. No, en verdad. No os jactéis de los ramos de estudio que os proponéis enseñar ni de la obra industrial que esperáis hacer; antes decid a todo el que pregunte, que os proponéis hacer lo mejor posible para dar a los alumnos una preparación tanto física como mental y espiritual, que los hará idóneos para ser útiles en esta vida, y los preparará para la vida futura e inmortal.

¿Qué influencia os parece que tendrían vuestros anuncios concernientes a la escuela al publicar que os esforzaréis por dar a los alumnos una preparación que los haga idóneos para la vida futura e inmortal, porque deseáis verlos vivir durante las edades sin fin de la eternidad? Creo que una declaración tal tendrá sobre los hermanos y hermanas de esta asociación, y sobre la comunidad en medio de la cual está establecida la escuela, una influencia mucho mayor que la ostentación de un número de cursos de estudio en los idiomas antiguos y modernos y otros ramos superiores del saber.

Demuestre la escuela misma su valor. Entonces los que la patrocinan no se chasquearán, ni dirán los alumnos que se les prometieron ciertos estudios que, después de entrar en la escuela, no se les permitió seguir.

Entiéndase desde el principio que la Biblia es el fundamento de toda educación. Un estudio fervoroso de la Palabra de Dios, que transforme el carácter y haga idóneos para servir, hará de la escuela de Fernando una potencia para el bien. Hermanos míos que estáis relacionados con esta escuela, vuestra fuerza no reside en el número de los idiomas que podáis enseñar, o en decir cuán grande es el "colegio" que tenéis. Guardad silencio sobre estos puntos. El callar sobre las grandes cosas que os proponéis hacer os ayudará más que todos los asertos positivos y todas las promesas que podríais publicar en vuestros anuncios. Siendo fieles en la escuela, debéis demostrar que estáis trabajando basados en principios fundamentales, principios que prepararán a los alumnos para entrar por las puertas de perla de la ciudad celestial. La salvación de las almas es de mucho más valor que la simple preparación intelectual. Una jactanciosa ostentación de saber humano, la manifestación de orgullo por la apariencia personal, no tiene valor. El Señor aprecia la obediencia a su voluntad; porque el hombre puede glorificar a Dios únicamente si anda humilde y obedientemente delante de él.

Al darnos el privilegio de estudiar su Palabra, el Señor ha puesto delante de nosotros un rico banquete. Muchos son los beneficios que derivan de alimentarse de su Palabra, que él representa como su carne y su sangre, como su espíritu y su vida. Al comer su Palabra, aumenta nuestra fuerza espiritual, crecemos en la gracia y el conocimiento de la verdad. Se forman y fortalecen hábitos de dominio propio. Las flaquezas de la infancia--inquietud, caprichos, egoísmo, palabras apresuradas, actos apasionados--desaparecen, y en su lugar, se desarrollan las gracias de la virilidad y la femineidad cristianas.

Si vuestros alumnos, además de estudiar la Palabra de Dios aprenden tan sólo a usar correctamente el lenguaje en la lectura, la escritura, y la conversación, se habrá realizado una gran obra. A los que se preparen para servir en la causa de Dios, se les debe enseñar a hablar correctamente en la conversación común y delante de las congregaciones. La utilidad de más de un obrero se perjudica por su ignorancia acerca de la respiración correcta y la pronunciación clara y enérgica. Muchos no han aprendido a recalcar debidamente las palabras que pronuncian. Con frecuencia la enunciación es poco clara. Una preparación cabal en el uso del idioma es de mucho más valor para un joven que un estudio superficial de las lenguas extranjeras, con descuido de la lengua materna.

Sea la escuela dirigida de acuerdo con las normas de las antiguas escuelas de los profetas, colocando la Palabra de Dios en el fundamento de toda educación. No intenten los alumnos asirse primero de los peldaños superiores de la escalera. Hay quienes han asistido a otras escuelas pensando que podían obtener una educación avanzada; pero se afanaron tanto por alcanzar los peldaños superiores de la escalera que no fueron suficientemente humildes como para aprender de Cristo. Si hubiesen colocado primero sus pies en los peldaños inferiores, habrían hecho progresos, aprendiendo más y más del Gran Maestro.

Los instructores encontrarán muy ventajoso el participar desinteresadamente en el trabajo manual con los alumnos mostrándoles cómo trabajar. Cooperando con los jóvenes de esta manera práctica, los maestros pueden ligar a sí mismos los corazones de los alumnos con las cuerdas de la simpatía y del amor fraternal. La bondad y sociabilidad cristianas son factores poderosos para ganar los afectos de la juventud.

Maestros, dedicaos a la obra de la escuela con diligencia y paciencia. Comprended que el vuestro no es un trabajo común. Estáis trabajando para este tiempo y para la eternidad, amoldando la mente de vuestros alumnos para que entren en la escuela superior. Todo principio correcto, toda verdad aprendida en una escuela terrenal, nos hará progresar en esa proporción en la escuela celestial. Como Cristo anduvo y conversó con sus discípulos durante su ministerio en esta tierra, así nos enseñará en la escuela celestial, guiándonos por las márgenes del río de aguas vivas y revelándonos verdades que en esta vida permanecerán ocultas como misterios debido a las limitaciones de la mente humana, tan perjudicada por el pecado. En la escuela celestial tendremos oportunidad de alcanzar, paso a paso, las mayores alturas del saber. Allí, como hijos del Rey celestial, moraremos para siempre con los miembros de la familia real; allí veremos al Rey en su hermosura, y contemplaremos sus encantos sin par.

La preparación de los misioneros

Es importante que tengamos escuelas intermediarias y secundarias. Nos ha sido confiada una gran obra, la proclamación del mensaje del tercer ángel a toda nación, tribu, lengua y pueblo. Tenemos tan sólo pocos misioneros. Desde nuestra patria y del extranjero nos llegan muchos urgentes pedidos de obreros. Los jóvenes de ambos sexos, los de edad madura, y, de hecho, todos los que pueden dedicarse al servicio del Maestro, debieran aplicar su mente hasta el límite, en el esfuerzo de prepararse para contestar a estos llamamientos. Por la luz que Dios me ha dado, sé que no empleamos las facultades de la mente ni con la mitad de la diligencia que debiéramos poner en un esfuerzo para prepararnos para ser más útiles. Si consagramos la mente y el cuerpo al servicio de Dios, obedeciendo su ley, él nos dará fuerza moral santificada para toda empresa.

Todo hombre y mujer de nuestras filas, sean padres o no, debieran interesarse intensamente en la viña del Señor. No podemos permitir que nuestros hijos se desvíen al mundo y caigan bajo el dominio del enemigo. Subamos en auxilio del Señor, en auxilio del Señor contra los poderosos. Hagamos cuanto podamos para hacer de nuestras escuelas una bendición para nuestros jóvenes. Maestros y alumnos, podéis hacer mucho para obtenerlo, llevando el yugo de Cristo, aprendiendo diariamente de él su mansedumbre y humildad. Los que no están relacionados directamente con la escuela pueden contribuir a que sea una bendición dándole su cordial apoyo. Así seremos "colaboradores con Dios", y recibiremos la recompensa de los fieles, a saber, una entrada en la escuela de lo alto.--The Review and Herald, 17 de septiembre de 1902.

Instrucciones adicionales

No es prudente que una nueva escuela enarbole su estandarte y prometa hacer una labor superior, antes de probar que es plenamente capaz de hacer un trabajo preparatorio. El gran propósito de toda escuela intermediaria, debe ser realizar un trabajo cabal en los ramos comunes.

En toda escuela que se establezca entre nosotros, los maestros deben comenzar humildemente, no asiéndose de los peldaños superiores de la escalera sin haber ascendido antes los inferiores. Deben subir peldaño tras peldaño, empezando desde el más bajo. Han de aprender, aun mientras enseñan las materias comunes. Cuando hayan aprendido el significado de la sencillez de la verdadera educación comprenderán mejor cómo tienen que preparar a los alumnos para los estudios avanzados. Los maestros deben aprender mientras enseñan. Se han de hacer progresos, y por éstos se ha de adquirir experiencia.

Nuestros maestros no deben pensar que su trabajo termina con impartir instrucción de los libros. Debieran dedicar varias horas cada día a trabajar con los alumnos en algún ramo de preparación manual. En ningún caso se la debiera descuidar. En toda escuela tiene que haber quienes posean una reserva de paciencia y talento para disciplinar, a fin de que todo ramo de trabajo se mantenga a la mayor altura posible. Hay que dar lecciones de aseo, orden y esmero. Se debe enseñar a los alumnos a mantener en perfecto orden todo lo que pertenece a la escuela y sus terrenos.

Antes de intentar guiar a los jóvenes, el maestro debe aprender a dominarse a sí mismo. Si no aprende constantemente en la escuela de Cristo, si no tiene el discernimiento y la discriminación que lo habiliten para emplear sabios métodos en su trabajo; si no puede gobernar con firmeza aunque placentera y bondadosamente a los que le son confiados, ¿cómo puede tener éxito en la enseñanza? El maestro que no está bajo el dominio de Dios, necesita escuchar la invitación: "Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga". Mateo 11:29, 30.

Cada maestro debe aprender diariamente de Jesús, llevando su yugo de sujeción, sentándose en su escuela como alumno, y obedeciendo las reglas de los principios cristianos. El maestro que no esté bajo la dirección del Maestro de los maestros, no podrá afrontar con éxito los diferentes incidentes que surjan como resultado de la perversidad natural de los niños y jóvenes.

Ponga el maestro paz, amor y alegría en su trabajo. No se permita manifestar ira u ofuscación. Dios lo mira con intenso interés, para ver si está recibiendo el molde del Divino Maestro. El niño que pierde el dominio propio es mucho más disculpable que el maestro que se permite manifestar ira e impaciencia. Cuando se ha de hacer un reproche severo, puede, sin embargo, hacerse con bondad. Evite el maestro el hacer al niño terco, hablándole con dureza. Haga que a toda corrección sigan las gotas del aceite de bondad. No debe nunca olvidar que está tratando con Cristo en la persona de uno de sus pequeñuelos.

Sea norma establecida que, en toda disciplina escolar, han de reinar la fidelidad y el amor. Cuando el maestro corrige a un alumno de una manera que no le hace sentir que desea humillarlo, en su corazón brota el amor hacia el maestro. Santa Helena, California, 17 de mayo de 1903

En una visión nocturna, estaba hablando fervientemente con los hermanos del sur de California con referencia a la escuela de Fernando. Se habían levantado cuestiones perturbadoras relacionadas con ella. Estaba en la asamblea un Ser revestido de autoridad, y daba consejos acerca de la manera en que debía dirigírsela.

Dijo nuestro Consejero: "Si procedéis a conocer al Señor, sabréis que su salida es preparada como la mañana. Los maestros de la escuela deben aprender con los alumnos en toda la instrucción impartida. Han de recibir constantemente sabiduría y gracia de la Fuente de toda gracia y sabiduría."

"Estáis tan sólo comenzando vuestra obra. No todas vuestras ideas son positivamente correctas. No todos vuestros métodos son prudentes. No es posible que vuestra obra sea perfecta en sus comienzos. Pero a medida que progreséis, aprenderéis a usar más ventajosamente el conocimiento que estáis adquiriendo. A fin de hacer esta obra en armonía con la voluntad de Dios, los maestros deben mantener sus mentes abiertas para recibir instrucción del gran Maestro".

Los Angeles, California, 18 de septiembre de 1902.

Cometeréis ciertamente un grave error si emprendéis, con unos pocos alumnos y maestros, la realización del trabajo avanzado que se lleva a cabo con tanta dificultad y gasto en nuestras escuelas mayores. Será mejor para vuestros alumnos y para la escuela, que los que necesitan estudios superiores, vayan al colegio, y dejen así libre a vuestro cuerpo docente para dedicar sus mejores energías a la ejecución de un trabajo esmerado en la enseñanza de las materias comunes.

¿Qué cosa hará de nuestras escuelas un poder? No es el tamaño de los edificios; no es el número de las materias avanzadas que se enseñe. Es el trabajo fiel que hagan los maestros y los alumnos, mientras comienzan con los peldaños inferiores de la escalera del progreso y van subiendo escalón tras escalón.

Obtened un hombre fuerte para que se destaque como director de vuestra escuela, un hombre cuya fuerza física le sostenga en la ejecución de un trabajo cabal de disciplina; un hombre calificado para inculcar en los alumnos hábitos de orden, aseo y laboriosidad. Haced una obra cabal en todo lo que emprendáis. Si sois fieles en enseñar las materias comunes, muchos de vuestros alumnos podrán ir directamente a la obra como colportores y evangelistas. No necesitamos pensar que todos los obreros deben tener una educación avanzada.

En todas nuestras instituciones, los jóvenes deben ser amoldados y disciplinados para Dios; y en esta obra se han de revelar siempre la misericordia, el amor y la ternura del Señor. Esto no debe degenerar en debilidad y sentimentalismo. Debemos ser bondadosos, pero firmes. Y recuerden los maestros que aunque es necesaria la decisión, nunca debemos ser duros o condenadores. Nunca hemos de manifestar un espíritu intolerante. Sean ellos serenos, revelando el mejor método al negarse a sentirse provocados a ira.

Dios quiere que manifestemos su amor mostrando vivo interés por los jóvenes que están bajo nuestro cuidado. Presentadlos al Señor y pedidle que haga por ellos lo que vosotros no podéis hacer. Dejadles ver que comprendéis vuestra necesidad de ayuda divina.--Consejos para los Maestros Padres y Alumnos, 195-205.