La ley de la herencia
La condición física y mental de los padres se perpetua en su posteridad. Este es un asunto que no se considera debidamente. Cuando quiera que los hábitos de los padres contraríen las leyes físicas, el daño que se infligen a sí mismos se repetirá en las generaciones futuras....Muchos padres son lamentablemente ignorantes
Los que han sido encargados de la propiedad de Dios, constituida por las almas y los cuerpos de los niños formados a su imagen, deben erigir barreras contra la sensualidad de esta épocas que está arruinando la salud física y moral de millares. Si se pudiera remontar a la verdadera causa de muchos crímenes cometidos en esta época, se vería que de ellos es responsable la ignorancia de padres y madres indiferentes al respecto. A esta lamentable ignorancia se sacrifica la salud y la vida misma. Padres, si no dais a vuestros hijos la educación que Dios os impone darles por precepto y ejemplo, tendréis que responder a Dios por los resultados. Estos no se limitarán a vuestros hijos. Se extenderán a través de generaciones. Así como un cardo que se deja crecer en el campo produce una cosecha de su especie, los pecados resultantes de vuestra negligencia obrarán para arruinar a quienes caigan dentro de la esfera de su influencia.Los males de la intemperancia se perpetúan
La glotonería y el consumo de vino corrompen la sangre, inflaman las pasiones y producen enfermedades de todas clases. Pero el mal no termina allí. Los padres legan enfermedades a sus hijos. Por lo general, todo hombre intemperante que engendra hijos les transmite sus inclinaciones y malas tendencias, así como la enfermedad de su propia sangre inflamada y corrompida. El libertinaje, la enfermedad y la idiotez se traspasan como herencia miserable de padre a hijo y de generación a generación; y esto produce angustia y sufrimiento en el mundo, pues viene a ser una repetición de la caída del hombre. . . .Motivos por redoblar la comprensión y paciencia
Los padres y las madres pueden estudiar su propio carácter en sus hijos. A menudo pueden leer lecciones humillantes cuando ven sus propias imperfecciones reproducidas en sus hijos e hijas. Mientras procuran reprimir y corregir en sus hijos las tendencias hereditarias al mal, los padres deben pedir la ayuda de una doble dosis de paciencia, perseverancia y amor.