"Recoged los pedazos."
Cristo dio una vez a sus discípulos una lección de economía que merece cuidadosa atención. Realizó un milagro para alimentar a los millares de hambrientos que habían escuchado sus enseñanzas. Sin embargo, después que todos hubieron comido y quedado saciados, no permitió que se perdiesen los pedazos. El que podía, cuando ella lo necesitaba, alimentar a la vasta multitud por su poder divino, invitó a sus discípulos a recoger los pedazos, a fin de que nada se perdiese. Esta lección fue dada tanto para nuestro beneficio como para el de aquellos que vivían en tiempo de Cristo. El Hijo de Dios se preocupaba por las necesidades de la vida temporal. No descuidó los fragmentos rotos sobrantes del festín, aunque podía ofrecer otro igual cuando quisiera.Sigamos a Cristo en la abnegación
A fin de familiarizarse con los chascos, pruebas y tristezas que afectan a los seres humanos, Cristo descendió a las más bajas profundidades de la desgracia y la humillación. Recorrió la senda que él pide a sus seguidores que recorran. Les dice: "Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz cada día, y sígame." Pero los que profesan ser cristianos no están siempre dispuestos a practicar la abnegación que el Salvador requiere. No están dispuestos a limitar sus deseos a fin de tener más recursos que dar al Señor. Uno dice: "Mi familia tiene gustos dispendiosos, y me cuesta mucho sostenerla." Esto demuestra que tanto él como su familia necesitan aprender las lecciones de economía enseñadas por la vida de Cristo....Economicemos para ayudar a la causa de Dios
Mucho podría decirse a los jóvenes acerca del privilegio de ayudar a la causa de Dios aprendiendo lecciones de economía y abnegación. Muchos piensan que deben darse este o aquel otro gusto, y para hacerlo se acostumbran a vivir de un modo que consume todas sus entradas. Dios quiere que obremos mejor al respecto.Cuando nos tientan los gastos inútiles
Cuando nos vemos tentados a gastar dinero en baratijas, debemos recordar la abnegación de Cristo y su sacrificio propio para salvar al hombre caído. Debemos enseñar a nuestros hijos a practicar la abnegación y el dominio propio. La razón por la cual tantos pastores se ven frente a momentos difíciles en asuntos financieros estriba en que no limitan sus gustos, apetitos e inclinaciones. El motivo por el cual tantos hombres hacen bancarrota y se apoderan con improbidad de recursos ajenos reside en que procuran satisfacer los gustos dispendiosos de sus esposas e hijos. ¡Con cuánto cuidado debieran los padres y las madres enseñar economía a sus hijos por el precepto y el ejemplo!Cuidemos los centavos
No gastéis vuestros centavos ni vuestros pesos en comprar cosas innecesarias. Tal vez penséis que estas sumas pequeñas no representan mucho, pero estas muchas pequeñeces resultarán en un ingente total. Si pudiéramos, solicitaríamos los recursos que se gastan en cosas inútiles, en vestidos y satisfacciones egoístas. Por todos lados y en toda forma nos rodea la pobreza, y Dios nos ha impuesto el deber de aliviar de toda manera posible a la humanidad que sufre.No compitamos con los vecinos
No es lo mejor tratar de aparentar que somos ricos o superiores a lo que somos, a saber sencillos discípulos del manso y humilde Salvador. No debe perturbarnos el que nuestros vecinos construyan y amueblen sus casas de una manera que no estamos autorizados a seguir. ¡Cómo debe mirar Jesús la forma en que proveemos egoístamente para satisfacer nuestros apetitos e inclinaciones, o para agradar a nuestros huéspedes! Viene a ser un lazo para nosotros el ceder al deseo de ostentación, o permitir que lo hagan los hijos que están bajo nuestra dirección.Experiencia personal de la Sra. de White en la niñez
Cuando tenía sólo doce años, ya sabía lo que era economizar. Con mi hermana, aprendí un oficio, y aunque sólo ganábamos veinticinco centavos por día, ahorrábamos un poco de esta suma para darlo a las misiones. Economizamos poco a poco hasta tener treinta dólares. Luego, cuando oímos el mensaje de la pronta venida del Señor, y un pedido de recursos, así como de hombres, fue para mi un privilegio entregar los treinta dólares a mi padre y pedirle que los invirtiera en folletos y otros impresos para comunicar el mensaje a los que estaban en tinieblas. . . .Economicemos por principio
Aquellos cuyas manos están abiertas para responder a los perdidos de recursos con que sostener la causa de Dios y aliviar los dolientes y menesterosos no se cuentan entre los que son flojos y morosos en el manejo de sus negocios. Tienen siempre cuidado de que sus salidas queden cubiertas por sus entradas. Son ahorrativos por principio; consideran que es su deber economizar, a fin de tener algo que dar.