Se necesitan maestros capaces--He hablado mucho acerca de esto, porque se necesitan maestros capaces. Hombres y mujeres deben ser equipados en el hogar y en la escuela para ejercer un ministerio del cual no sean avergonzados. En muchas familias de hoy, se deja sin corregir la desobediencia y la indulgencia propia o, en cambio, se manifiesta un espíritu abrumador y dominante que crea los peores males en la disposición de los niños. Los padres los corrigen de una manera tan desconsiderada, que sus vidas se tornan miserables y pierden todo respeto por el padre, la madre, o los hermanos. Cuando esto ocurre, las almas de los niños, que son los corderos del rebaño y la propiedad de Dios, están preparadas para la acción de Satanás sobre ellos.--Manuscript Releases 13:95 (1898).
Maestros que estudien la Palabra de Dios--Preparar a los jóvenes para que lleguen a ser fieles soldados del Señor Jesucristo es la obra más noble que haya sido confiada alguna vez al hombre. Únicamente deben ser escogidos como maestros de las escuelas de iglesia hombres y mujeres devotos y consagrados, que amen a los niños y puedan ver en ellos almas que tienen que salvarse para el Maestro. Los maestros que estudian la Palabra de Dios como es debido sabrán algo del valor que tienen las almas confiadas a su cuidado, y de ellos recibirán los niños una verdadera educación cristiana.--Consejos para los Maestros Padres y Alumnos, 158 (1913).
Maestros que obedezcan la Palabra de Dios--Todos los que enseñan en nuestras escuelas deben tener una unión íntima con Dios y una perfecta comprensión de su Palabra, a fin de que puedan volcar la sabiduría y el conocimiento divinos en la obra de educar a los jóvenes para su utilidad en esta vida y para la vida futura e inmortal. Deben ser hombres y mujeres que no solo conozcan la verdad sino que también sean hacedores de la Palabra de Dios. El "Escrito está" debiera manifestarse en sus vidas. Mediante su propio proceder deben enseñar sencillez y hábitos correctos en todas las cosas. Nadie debe unirse a nuestras escuelas como educador si no ha tenido experiencia en obedecer a la Palabra del Señor.--Joyas de los Testimonios 2:425-426 (1900).
Mujeres jóvenes adiestradas para enseñar a otros--Se necesitan obreros consagrados y dedicados para actuar como educadores. Hombres y mujeres jóvenes debieran recibir en nuestros colegios la educación que los capacite para enseñar a otros a entender la Palabra del Señor. Necesitamos obreros ministeriales que en cada escuela eduquen a niños y jóvenes en la verdad bíblica, y hagan la tarea pastoral entre los maestros y los estudiantes. Nuestras escuelas deben parecerse a las escuelas de los profetas. Hacemos un llamado a todos los maestros relacionados con nuestras escuelas a hacer un esfuerzo sacrificado. Hacemos un llamado a nuestras hermanas para que actúen con inteligencia, devoción e interés, para lograr que la escuela sea un éxito. Que las iglesias también ayuden. El Señor bendecirá a todos aquellos que cooperan con él.--Manuscript Releases 6:400 (1899).
Mujeres preparadas para ocupar cualquier posición--El Señor quiere que el Colegio [Avondale] sea también un lugar donde se obtenga preparación en las labores femeninas: arte culinario, tareas domésticas, corte y confección de vestidos, teneduría de libros, lectura correcta y pronunciación. Las alumnas deben estar en condiciones de ocupar cualquier puesto que se les ofrezca: directoras, maestras de Escuela Sabática, obreras bíblicas. Deben prepararse para enseñar en las escuelas para niños.--El Evangelismo, 347 (1898).
Cualidades personales del maestro--Los principios y hábitos del maestro deben ser considerados aun de mayor importancia que sus calificaciones académicas. Si el maestro es un cristiano sincero, sentirá la necesidad de interesarse por la educación física, mental, moral y espiritual de sus educandos. Para ejercer una influencia correcta, debe tener un perfecto control de sí mismo. Su corazón debe estar ricamente imbuido de amor por sus alumnos; amor que se reflejará en su mirada, en sus palabras y en sus actos. Debe tener tal firmeza de carácter que pueda moldear las mentes de sus alumnos además de instruirlos en las ciencias [...].
Durante los primeros años de la educación juvenil generalmente se forma el carácter para toda la vida. Aquellos que tratan con los jóvenes debieran incentivar las cualidades de la mente que les permitirán saber cómo ejercitar y dirigir sus talentos en la mejor dirección.--The Review and Herald, 1 de septiembre de 1872.
Lo que debe ser el maestro--Debe manifestarse gran cuidado en la elección del maestro para los niños. Los maestros de escuela deben ser hombres y mujeres que tengan una humilde opinión de sí mismos, que no estén llenos de vano engreimiento. Deben ser obreros fieles, llenos del verdadero espíritu misionero, obreros que han aprendido a poner su confianza en Dios y a trabajar en su nombre. Deben poseer los atributos del carácter de Cristo: la paciencia, la bondad, la misericordia y el amor; y en su vida diaria deben manifestar la justicia y la paz del Salvador. Entonces, trabajando con influencia fragante, darán evidencia de lo que la gracia puede hacer por los agentes humanos que ponen su confianza en Dios.--Consejos para los Maestros Padres y Alumnos, 142-143 (1913).
Todos los que enseñan deben tener una íntima comunión con Dios
Los maestros tienen una gran responsabilidad--Los maestros deben hacer por sus alumnos algo más que impartir conocimiento de los libros. Su posición como guías e instructores de los jóvenes es de la mayor responsabilidad, porque les ha sido confiada la obra de amoldar la mente y el carácter. Los que emprenden esta obra deben poseer un carácter bien equilibrado y simétrico. Deben ser refinados en modales, aseados en su indumentaria, cuidadosos en todos sus hábitos; y deben tener aquella verdadera cortesía cristiana que gana la confianza y el respeto. El mismo maestro debiera ser lo que desea que lleguen a ser sus alumnos.--Consejos para los Maestros Padres y Alumnos, 64 (1897).
Empeño para alcanzar la más alta norma de excelencia--Grande conocimiento es el conocerse a sí mismo. El maestro que se estime debidamente permitirá que Dios amolde y discipline su mente. Y reconocerá la fuente de su poder [...]. El conocimiento propio lleva a la humildad y a confiar en Dios; pero no reemplaza a los esfuerzos para el mejoramiento de uno mismo. El que comprende sus propias deficiencias no escatimará empeño para alcanzar la más alta norma de excelencia física, mental y moral. Nadie que esté satisfecho con una norma inferior debiera tener parte en la educación de los jóvenes.--Consejos para los Maestros Padres y Alumnos, 65 (1896).
Las escuelas deben reflejar el orden del cielo
Los maestros deben hablar y orar con los estudiantes--Nuestros maestros deben ser hombres y mujeres convertidos, que saben lo que significa luchar con Dios y que no descansarán hasta ver que los niños sean llevados a amar, adorar y glorificar a Dios. ¿Quién trabajará fervientemente por las almas en nuestras escuelas sabáticas? ¿Quién hablará y orará personalmente con cada joven llamándolo a entregar su corazón a Jesús para ser una ofrenda de olor suave para él? Cuando pensamos en la magnitud de esta tarea, y lo poco que es apreciada, gemimos en nuestro espíritu y exclamamos: ¿Quién aceptará esta solemne responsabilidad de trabajar por las almas como alguien que tiene que dar cuenta de ellas?
Somos los representantes de Cristo sobre la tierra; ¿cómo podemos cumplir nuestra misión? Los representantes de Cristo estarán en comunión diaria con él; sus palabras serán cuidadosamente elegidas; su habla sazonada con gracia; sus corazones llenos de amor; sus esfuerzos serán sinceros, fervientes, perseverantes, a fin de salvar almas por las que Cristo murió. Que cada uno haga lo máximo para lograr la salvación de nuestros queridos niños y jóvenes, y con gozo podrá escuchar las palabras de Jesús: "Bien, buen siervo y fiel [...] entra en el gozo de tu Señor". Mateo 25:21. ¿Cuál es este gozo? Es ver a los santos redimidos por quienes hemos trabajado, que han llegado a la salvación mediante la sangre de Jesucristo.--Das Sabbatschulwerk, 1 de julio de 1885.
La obra más hermosa dada a los humanos
Incentivar las más altas cualidades mentales--Trabajar con las mentes juveniles es la más hermosa obra que puede ser hecha por hombres y mujeres. Y el mayor cuidado debiera ejercerse al elegir la forma de instrucción que incentive los más altos y nobles poderes de la mente. Si los padres y maestros no han aprendido las lecciones de dominio propio, paciencia, benignidad, cortesía y amor, ciertamente estarán descalificados para educar propiamente a los niños. ¡Qué responsabilidad descansa sobre padres, maestros y tutores! Hay muy pocos que comprenden las necesidades esenciales de la mente, y la forma de orientar el desarrollo del intelecto y los crecientes pensamientos y sentimientos de la juventud.--The Review and Herald, 1 de septiembre de 1872.
La enseñanza es la obra más hermosa y difícil a la vez--Esta obra [la enseñanza] es la más hermosa y difícil que haya sido confiada a los seres humanos. Requiere tacto y sensibilidad delicadísimos, conocimiento de la naturaleza humana, fe y paciencia divinas, dispuestas a obrar, velar y esperar. Nada puede ser más importante que esa obra.--La Educación, 283 (1903).
Los maestros son verdaderos misioneros
La necesidad del toque divino--Los maestros y estudiantes en nuestra escuela necesitan del toque divino. Si se incentivara el espíritu misionero a pesar de que tomase algunas horas al programa de estudio; si hubiera más fe y celo espiritual; si se comprendiera que Dios puede hacer más de lo que ha hecho por maestros y estudiantes si su causa no fuera restringida como ha ocurrido en el pasado, entonces la bendición celestial sería otorgada. Todavía hay fibras sagradas que deben ser tocadas. Tanto los maestros como los estudiantes deben mostrar que son educables.
Los jóvenes y señoritas serán bendecidos en la medida en que el verdadero espíritu misionero sea combinado con su preparación y educación. Los estudiantes deben comenzar a realizar obra misionera con aquellos que los rodean. Al hacerlo, avanzarán y crecerán intelectualmente, y se prepararán para el tiempo cuando sus estudios finalicen. Cuando se acerquen a los que están interesados, lo harán bajo las órdenes del mayor Maestro que el mundo ha conocido. Es esencial que aprendan a comunicar el conocimiento de la verdad que reciben. La práctica de hablar a otros acerca de Cristo; de leerles y explicarles su Palabra, fijará en la mente del estudiante tanto la Palabra como la verdad que esta enseña.
"Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón [...] y a tu prójimo como a ti mismo". Lucas 10:27. Este es el mandato de Dios. Y Jesús nos dejó un requerimiento adicional: "Este es mi mandamiento: Que os améis unos a otros, como yo os he amado". Juan 15:12. No debemos simplemente amar al prójimo como a nosotros mismos, sino amarnos unos a otros como Cristo nos ha amado. "Como el Padre me ha amado, así también yo os he amado; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Estas cosas os he hablado para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea completo. Este es mi mandamiento: Que os améis unos a otros, como yo os he amado". Juan 15:9-12.
Tanto los estudiantes como los maestros de nuestra escuela deben entrar en contacto con los miembros de la comunidad en la que viven. Debemos cultivar en otros el amor que Cristo ha manifestado hacia nosotros. La verdad no se mantiene en el corazón a menos que por amor se trabaje para salvar las almas que están a punto de perecer.
El Señor Dios de Israel nos previene a no seguir precisiones humanas; a no marcar una línea que todos deben seguir. Algunos métodos equivocados de enseñanza se han considerado tan esenciales que todos deben seguirlos. Hábitos y opiniones personales de aquellos conectados con nuestras escuelas han sido idolatrados y considerados suprema autoridad. Un elemento diferente debe ser traído a nuestras escuelas. La gran necesidad de nuestros maestros es vivir cotidianamente en una consciente y amante comunión con los principios de la verdad, la justicia y la misericordia, puesto que esa es la atmósfera del cielo. Los deberes y requisitos de los estudiantes no deben ser tan grandes que ellos descuiden hablar con el Señor Jesús, el gran Maestro. Permitamos que sus corazones sean suavizados y subyugados por la santa influencia del Espíritu que mora en Cristo.
Es esencial enseñar a los estudiantes a realizar obra misionera, no solo con pluma y voz, sino por la práctica en sus varias líneas. La comunidad que nos rodea necesita ser enseñada en cuanto a cómo cocinar y cómo cuidar de los enfermos. Al hacer esta tarea, estamos practicando la verdad tal como es en Jesús. Tanto los maestros como los estudiantes debieran aprender a realizar esta obra [...].
Los maestros deben acudir a la fuente más profunda e importante de poder moral y espiritual; deben pedir al Señor tener la mente de Cristo. Entonces, cada caso que necesite solidaridad y ayuda, tanto física como espiritual, recibirá su atención. El gran Maestro cooperará con todos los esfuerzos que se realicen para ayudar a la humanidad sufriente. Enséñese a los estudiantes a hacer una aplicación práctica de las lecciones que han recibido. Cuando sean testigos de la miseria humana y de la profunda pobreza de aquellos a quienes buscan ayudar, serán movidos a compasión. Sus corazones serán subyugados y enternecidos por los principios profundos y santos de la Palabra de Dios. El gran Médico está listo a cooperar en beneficio de los sufrientes dando salud al cuerpo y luz y restauración al alma.
Debemos darle al Señor la posibilidad de realizar su obra; su gran obra por el alma. Cristo es nuestra suficiencia, y cada uno de nosotros debe entender cómo la Palabra de Dios se puede cumplir en nosotros. Cristo estaba en el mundo; ahora estamos nosotros. Si en este mundo reflejamos la imagen de Cristo en nosotros, también la reflejaremos en el cielo. Si en este mundo no nos parecemos a él, tampoco él nos reconocerá como suyos cuando venga en su gloria y todos los santos ángeles con él. Como maestros, tenemos la obligación ante Dios de enseñar a nuestros estudiantes a realizar obra médica misionera. Aquellos que hagan esta obra, tendrán muchas oportunidades de sembrar exitosamente la simiente de la verdad. El corazón que está lleno de gratitud a Dios puede orar: "Enséñame, oh Jehová, tu camino, y guíame por senda de rectitud a causa de mis enemigos" (Salmos 27:11), más bien, por causa de los que me observan.--Manuscrito 70, 1898.
Sarah Peck es llamada a enseñar
Sarah Peck fue una de las asistentes más capaces que tuvo Elena G. de White. Antes de llegar a ser su secretaria, Sarah había enseñado en la escuela del Sanatorio en California. Tenía la reputación de ser una "excelente maestra". Después de servir por algún tiempo con los ayudantes de la Sra. de White en Elmshaven, fue invitada a enseñar otra vez. Aunque sentía su salida, Elena G. de White consideró que Sarah Peck debía aceptar lo que el Señor le pidiera que hiciese.
Querida Hna. Peck: Durante nuestra conversación esta mañana, me sentí perpleja por no saber qué decir con relación a su trabajo. La aprecio de todo corazón y quisiera verla trabajar donde mejor pueda servir al Maestro.
No sé cuál será su decisión o elección. Muchos desean y anhelan verla entrar nuevamente en la obra educativa. Si usted siente que ese es su deber, estoy dispuesta a liberarla de su empleo conmigo. No conozco a nadie que esté mejor capacitado que usted para realizar la tarea educativa. Y en relación a su trabajo aquí, no puedo decir demasiado, pues usted ha sido llamada a tantas otras líneas de trabajo en el pasado.
Una cosa sí tengo que decirle: Si usted elige permanecer conmigo, el trabajo en la escuela debe ser puesto a un lado. Si usted prefiere dedicarse a la obra educativa, entonces debe quedar libre para hacerlo de tal manera que pueda prestar una atención exclusiva a esa tarea. Dejo el asunto enteramente con usted, a fin de tomar una decisión por usted misma. No me atrevería a decidir por usted. La gran necesidad de maestros con su preparación, es lo único que me mueve a liberarla. Son tantos los que me han hablado de su talento y eficiencia como educadora, que no me atrevería a retenerla. Y si en el futuro usted quisiera volver a trabajar conmigo, con seguridad no será menos eficiente que ahora.
Le escribo esto para que no siga en la incertidumbre. Busque al Señor por usted misma. Si se siente impresionada a permanecer conmigo, tengo para usted trabajo en abundancia. Si le parece que la voluntad de Dios es esa, debemos seguir trabajando juntas con todo fervor, sin permitir que otros vengan e intenten darle una doble carga.
Ahora, mi hermana, me preocupa que si usted acepta el trabajo en la escuela, no se cargue con demasiadas responsabilidades. Haga su obra como la hizo en la escuela de Santa Helena. Si yo tuviera que actuar en Redlands o Loma Linda, podríamos hacer una obra conjunta para preparar a los estudiantes para este tiempo y la eternidad.
Que el Señor la bendiga y la colme de su Santo Espíritu dondequiera que usted trabaje. Si es su destino educar a los estudiantes para que a su vez ellos puedan impartir a otros el conocimiento celestial, me sentiré complacida. Siempre la he respetado y amado y nunca me defraudó. La palabra dicha como conviene es valorada por encima de cualquier cosa terrenal. Dios es glorificado con cada palabra que dirige a la acción correcta. La respeto profundamente y deseo que pueda aprovechar toda ventaja que tenga para continuar progresando en el servicio a Dios.--Carta 265, 1905.