Hijas de Dios

Capítulo 17

Matrimonio, hogar y familia

El matrimonio

El designio original de Dios--Dios celebró la primera boda. De manera que la institución del matrimonio tiene como su autor al Creador del universo. "Honroso sea en todos el matrimonio". Hebreos 13:4. Fue una de las primeras dádivas de Dios al hombre, y es una de las dos instituciones que, después de la caída, llevó Adán consigo al salir del paraíso. Cuando se reconocen y obedecen los principios divinos en esta materia, el matrimonio es una bendición: salvaguarda la felicidad y la pureza de la raza, satisface las necesidades sociales del hombre y eleva su naturaleza física, intelectual y moral.--Historia de los Patriarcas y Profetas, 27 (1890).

El matrimonio es una institución sagrada--El matrimonio ha recibido la bendición de Cristo y debe considerarse una institución sagrada. La verdadera religión no debe contrarrestar los planes del Señor. Dios ordenó que el hombre y la mujer se unieran en santo matrimonio, para establecer familias que, coronadas de honor, pudieran ser símbolos de la familia celestial.

Al comienzo mismo de su ministerio público, Cristo le dio una definida aprobación a esta institución que había sido creada en el Edén. Con su presencia en una boda, declaró a todos que el matrimonio, cuando se realiza en pureza y santidad, y con la verdad y la justicia, es una de las más grandes bendiciones concedidas a la familia humana.--The Signs of the Times, 30 de agosto de 1899.

Cada uno tiene responsabilidades--Las dos personas que unen su interés en la vida tendrán distintas características y responsabilidades individuales. Cada uno tendrá su trabajo, pero no se ha de valorar a las mujeres por el trabajo que puedan hacer como se estiman las bestias de carga. La esposa ha de agraciar el círculo familiar como esposa y compañera de un esposo sabio. A cada paso debe ella preguntarse: "¿Es esta la norma de la verdadera femineidad?" y: "¿Cómo haré para que mi influencia sea como la de Cristo en mi hogar?" El marido debe dejar saber a su esposa que él aprecia su trabajo.

La esposa ha de respetar a su marido. Él ha de amar y apreciarla a ella: y así como los une el voto matrimonial, su creencia en Cristo debe hacerlos uno en él. ¿Qué podría agradar más a Dios que el ver a los que contraen matrimonio procurar juntos aprender de Jesús y llegar a compenetrarse cada vez más de su Espíritu?--Los Hechos de los Apóstoles, 99 (1899).

La esposa debe ser tratada con ternura--Su familia todavía puede ser feliz. Su esposa necesita su ayuda. Se parece a una vid adherida al parrón; necesita apoyarse en su fortaleza. Usted puede ayudarle y conducirla. No debería censurarla jamás. Nunca la reprenda si sus esfuerzos no son lo que usted piensa que deberían ser. Por el contrario, anímela con palabras tiernas y amorosas. Puede ayudarle a conservar su dignidad y su respeto propio. Nunca encomie las acciones de otras personas en su presencia, para que ella no crea que lo hace a fin de que sus deficiencias resalten. Usted ha sido duro e insensible en este sentido. Ha manifestado más cortesía para su servidumbre que para ella; ha puesto a sus servidores por encima de ella en la casa.--Testimonies for the Church 2:273 (1869).

La esposa debe ayudar al esposo a mantener la dignidad--También se me ha mostrado que muchas veces la esposa comete un grave error. Ella no realiza esfuerzos decididos para dominar su propio genio y hacer feliz el hogar. Manifiesta a menudo inquietud y profiere quejas innecesarias. El esposo llega de su trabajo cansado y agobiado, y encuentra un rostro ceñudo en lugar de palabras alegres y alentadoras. Él es humano, y sus afectos se apartan de su esposa. Pierde el amor al hogar, su senda se oscurece y se desvanece su valor. Pierde el respeto propio y la dignidad que Dios le exige que mantenga.--Joyas de los Testimonios 1:106 (1862).

El amor por Cristo fortalece el amor del uno por el otro--Ni el esposo ni la esposa deben fusionar su individualidad con la del otro. Cada uno tiene una relación personal con Dios, y es a él a quien debe preguntar: "¿Qué es correcto?" "¿Qué es incorrecto?" "¿Cómo puedo cumplir mejor mi propósito en la vida?" Que la riqueza de vuestros afectos fluyan hacia Aquel que dio su vida por vosotros. Haced de Cristo lo primero, lo último y lo mejor. Y cuando el amor por Cristo se haga más profundo y fuerte, también se fortalecerá y purificará el amor del uno por el otro.

El espíritu que Cristo ha manifestado hacia nosotros, es el espíritu que el esposo y la esposa deben manifestarse el uno hacia el otro. "Andad en amor, como también Cristo nos amó [...]. Como la iglesia está sujeta a Cristo, así también las casadas lo estén a sus maridos en todo. Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella". Efesios 5:2, 24-25.

Ni el esposo ni la esposa debieran intentar ejercer un control arbitrario sobre el otro. No tratéis de obligar al otro a ceder a vuestros deseos. No podéis hacerlo sin perjudicar el amor del uno por el otro. Sed pacientes, bondadosos, perdonadores, considerados y corteses. Por la gracia de Dios podréis tener éxito en hacer feliz a vuestro cónyuge como prometisteis hacerlo en vuestros votos matrimoniales.--The Review and Herald, 10 de diciembre de 1908.

El debido cuidado al elegir el compañero de la vida

Un matrimonio equivocado puede arruinar la vida--Aquellos que están pensando en casarse, deben reflexionar seriamente sobre el tema antes de hacerlo, a fin de no tener reflexiones infelices y miserables después. Si este paso se toma equivocadamente, es uno de los medios más efectivos para arruinar la utilidad de jóvenes y señoritas. La vida se transforma en una carga, una maldición. Nadie puede arruinar la felicidad y la utilidad de una mujer, y transformar su vida en una carga dolorosa, como puede hacerlo un mal esposo. Y nadie puede siquiera hacer la centésima parte de lo que puede hacer una mala esposa para destruir las aspiraciones y esperanzas de un hombre, arruinar su influencia y perspectivas y paralizar sus energías. Muchos hombres y mujeres pueden medir el éxito o el fracaso en esta vida y sus esperanzas de una vida futura, a partir de la fecha de su matrimonio.--The Review and Herald, 2 de febrero de 1886.

Preguntas importantes antes de contraer matrimonio--Antes de dar su mano en matrimonio, toda mujer debe averiguar si aquel con quien está por unir su destino es digno. ¿Cuál ha sido su pasado? ¿Es pura su vida? ¿Es de un carácter noble y elevado el amor que expresa, o es un simple cariño emotivo? ¿Tiene los rasgos de carácter que la harán a ella feliz? ¿Puede encontrar verdadera paz y gozo en su afecto? ¿Le permitirá conservar su individualidad, o deberá entregar su juicio y su conciencia al dominio de su esposo? Como discípula de Cristo, no se pertenece; ha sido comprada con precio. ¿Puede ella honrar los requerimientos del Salvador como supremos? ¿Conservará su alma y su cuerpo, sus pensamientos y propósitos, puros y santos? Estas preguntas tienen una relación vital con el bienestar de cada mujer que contrae matrimonio.--Joyas de los Testimonios 2:119 (1885).

Individualidad de la esposa--Una mujer que se resigna a los dictámenes de otra persona aun en los más íntimos asuntos de la vida doméstica, que somete su propia identidad, nunca podrá llegar a ser de utilidad y bendición para el mundo. Tampoco responderá al propósito divino para su existencia. Se constituye en una mera máquina que es guiada por la mente y voluntad de los demás. Dios ha otorgado a cada cual, hombres y mujeres, una identidad, una individualidad para que actúen por ellos mismos en el temor de Dios.--Testimonio acerca de Conducta Sexual, Adulterio y Divorcio, 29 (1885).

Cuando surgen problemas

La siguiente carta fue escrita a la Sra. Philip Wessels en marzo de 1899. Porciones de esta carta aparecen en el libro El hogar adventista. Esperamos que esta carta pueda ayudar a recobrar el ánimo a quienes estén pasando por circunstancias similares.

Cristo es nuestra esperanza en tiempo de prueba--Querida Hna. Wessels: Deseo escribirle unas pocas líneas esta mañana. Oro y confío que no pierda su fe ni se desanime. Todos tenemos nuestra individualidad, y esta no debe ser fusionada con la de otra persona. Usted tiene un alma que salvar o perder, y el Señor será su ayuda presente en todo tiempo de prueba. Él quiere que se mantenga en su puesto del deber, confiando plenamente en él, que nos ha amado y muerto por nosotros.

Siendo que su esposo le ha dado la espalda a Jesús, ahora usted tiene una doble responsabilidad. Su obra como madre es traer sus hijos al Maestro. Cuando él estuvo sobre la tierra, las madres le traían a sus hijos; y cuando los discípulos quisieron retirarlos, él los reprendió, diciéndoles: "Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de los cielos". Mateo 19:14.

Sé que será una gran tristeza quedarse sola, por lo menos en lo que se refiere a enseñarles la Palabra. Pero, ¿qué sabes tú, oh esposa, si tu vida de fe y obediencia no traerá de regreso a tu esposo a la verdad? Deje que sus hijos sean traídos a Jesús. Con un lenguaje simple, hábleles palabras de verdad; cánteles canciones atractivas y placenteras que revelen el amor de Cristo. Traiga sus hijos a Jesús, porque él ama a los niños.

Manténgase alegre; no se olvide que tiene el Consolador, el Espíritu Santo que Cristo ha prometido. Nunca está sola; y si escucha la voz que le habla, y responde a Aquel que está llamando a la puerta de su corazón, y le dice: "Entra Jesús, ven a cenar conmigo y yo contigo", el huésped celestial entrará. Cuando esta influencia divina mora en usted, tiene paz y descanso, porque el reino de los cielos se ha acercado.

Que cada hora sea una hora de confianza, oración y fe. Van a venir pruebas; todos tenemos que pasarlas para ser purificados de la escoria y ser emblanquecidos. En el tiempo de prueba, lleve cautivo todo pensamiento en obediencia a Cristo. Y aunque las tentaciones del enemigo vengan una tras otra en forma no esperada, descúbralas y descártelas. De esta manera podrá avanzar de gracia en gracia, de fuerza en fuerza, obteniendo una victoria espiritual tras otra. Aférrese a Cristo, y él le dará su poderoso brazo sobre el cual sostenerse. Y recuerde que al que venza le espera la corona de la vida.

La unión con Cristo significa cumplir las palabras de Cristo. Y esta unión es una extensión de su amor. Entonces el corazón estará en armonía con Dios. Atesore las promesas y haga cada pequeño deber fielmente, como para el Señor. "Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor". Juan 15:10. Aquí se habla de cumplimiento y dependencia.

Usted cuenta con un fuerte ayudador, y mientras confíe en la seguridad que él le da, estará segura. El pámpano sin savia es injertado en la vid, y al recibir la misma nutrición se transforma en parte de la viña. La relación más cercana posible entre el pecador y su Salvador resulta cuando el pecador se transforma en un hacedor de la Palabra. Entonces el corazón, la voluntad y la mente llegan a estar en una íntima unión con Cristo. La humanidad finita, débil y desvalida se une con su fuerza. Tal unión, basada en la confianza y el amor, es lo que nuestra naturaleza desvalida y dependiente demanda.

Cristo murió una muerte vergonzosa para traernos a Dios. Y cuando el alma se convence que Cristo puede salvar hasta lo sumo a los que por fe se allegan a él; cuando se entrega a él como un Salvador suficiente; cuando se aferra a las promesas y cree plenamente en Jesús, Dios lo declara uno con Cristo. Cuando el alma depende de Cristo con la simplicidad con que el niño depende de su madre, entonces es justificado porque llega a ser uno con su sustituto, que a su vez es su justificación y redención. Este es el amor, que las fibras de la voluntad y el corazón sean entretejidas en Cristo Jesús.

¿Qué es lo que dijo nuestro Salvador? "No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros". "El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ese es el que me ama; y el que me ama será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él". Juan 14:18, 21. Cuando las pruebas ensombrezcan el alma, recuerde las palabras de Cristo; recuerde que él manifestará su presencia invisible en la persona del Espíritu Santo. Él le traerá paz y consuelo. El Sol de justicia estará a su lado para disipar las sombras. "El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre lo amará, y vendremos a él, y haremos morada con él". Vers. 23. Esté de buen ánimo; la luz vendrá y su alma se regocijará grandemente en el Señor.--Carta 124, 1897.

Manténgase firme ante las circunstancias difíciles

Un año y medio después de haberle escrito la carta anterior, en octubre de 1898, Elena G. de White le escribió nuevamente a la Hna. Wessels, animándola a tener fe y a mantenerse cerca del Señor.

Querida Hna. Wessels: Estoy profundamente interesada en usted, en su esposo y en sus hijos. Estoy agradecida a mi Padre celestial que le ha dado gracia para mantener su fe en circunstancias difíciles. Ni por un momento desconfíe de su Padre celestial; que su corazón confíe en él. Ponga su confianza en él. Su mano la sostendrá y si usted mora en Cristo, se fortalecerá cada día más. Conociéndolo más a él, sabrá que sus bendiciones son nuevas cada mañana.

El conocimiento de la verdad está relacionado con la posesión de esa fe que obra por amor y purifica el alma. Si continúa confiando en Dios, comprenderá que sus más preciosas bendiciones la acompañarán en tiempos de necesidad. El Señor ve y sabe cuánto necesita de su gracia; puede depender de él. Su mediación está asegurada en la promesa de su pacto eterno: "Yo honró a los que me honran", dice el Señor. El Señor recompensará su fe sencilla y su confianza en él. Nunca necesita desconfiar del Señor; usted ya ha probado sus promesas, y ha sentido su mano que la sostiene. El Señor siempre escuchará sus oraciones.--Carta 82, 1898.

Invitad al espíritu de Dios para resolver las diferencias

Lo que sigue es parte de una larga carta dirigida a Mary Nelson, en marzo de 1902. Elena G. de White trató de aconsejar al matrimonio Nelson a fin de que pudieran unirse otra vez como familia.

Sus hijos necesitan un padre, usted necesita un esposo, y su esposo necesita una esposa. Usted necesita la ayuda de su esposo, y ambos necesitan la ayuda del Salvador. Ambos necesitan cultivar la fe. Los niños necesitan un padre que sepa llevar el yugo de Cristo; un padre que someta su voluntad a la voluntad de Dios para ser modelado por la mano divina.

Mi hermano y mi hermana, por algún tiempo no habéis estado viviendo juntos. No hubierais tenido que hacerlo si ambos hubieseis cultivado la paciencia, la bondad y la tolerancia que siempre debiera existir entre los esposos. Ninguno de vosotros debiera imponer su voluntad y llevar adelante sus propias ideas y planes sin medir las consecuencias. Ninguno de vosotros debiera hacer las cosas tal como le plazca. Que la influencia tierna y subyugante del Espíritu de Dios trabaje en vuestros corazones y los capacite para entrenar a vuestros hijos; vuestro trabajo es moldear sus caracteres siguiendo la voluntad de Dios. Pero, para recibir la fuerza y el poder que solo Dios puede dar, debéis ejercitar la fe. Acudid a vuestro Padre celestial para que os ayude a vencer la tentación de hablar de manera impaciente, dura e intencionada el uno al otro. Debido a que no habéis estado bajo el control de Dios, vuestros caracteres son imperfectos, y la manera de actuar entre vosotros no ha sido sabia.

Os ruego que os sujetéis al control de Dios. Cuando os sintáis tentados a hablar provocadoramente, refrenaos de hacerlo. Seréis tentados en este punto, porque nunca habéis vencido este objetable rasgo del carácter. Pero cada hábito equivocado debe ser vencido. Rendíos a Dios, caed sobre la Roca y quebrantaos. Como esposos, debéis disciplinaros; id a Cristo por ayuda, y él os suplirá gratuitamente de su gracia y simpatía divinas. Aquel que durante treinta años fue un hijo fiel y trabajó en la carpintería de su padre para compartir las cargas de la empresa de la familia, les dará a sus seguidores fuerza y fidelidad para compartir las cargas de la vida hogareña.

Mi hermana, Cristo le ha dado la sagrada tarea de enseñar a sus hijos sus mandamientos; para estar capacitada para hacerlo, usted misma debe vivir en obediencia a esos preceptos. Cultive el hábito de cuidar sus palabras y acciones; especialmente cuide sus palabras. Controle su temperamento, porque si se manifiesta la impaciencia, le ayudará al adversario a transformar su casa en un lugar desagradable y no placentero para los niños.

Todos somos propiedad de Jesús; el dio su vida por rescate para redimirnos. Mediante ese don, cada familia--incluyendo el padre, la madre y los hijos--puede ser salva. Mi hermana, ¿no pondrá el poder de su voluntad bajo el control de Dios con el objeto de ayudar a sus hijos? En el nombre de Dios, le pido hacer todo esfuerzo posible, con la ayuda de su esposo, para salvar a sus hijos.

Sobre cada uno de vosotros como padres descansa la responsabilidad de cuidar cada palabra y cada acción, a fin de que vuestra conducta no rebaje la estima de vuestros hijos por vosotros. Traed al hogar toda la alegría, el consuelo y el gozo que os sea posible traer.

Mis queridos hermanos Nelson, arrepentíos delante de Dios por vuestra conducta pasada, llegad a un acuerdo y reuníos otra vez como esposos. Dejad atrás la desagradable e infeliz experiencia de vuestra vida pasada. Cerrad las ventanas del alma que dan hacia la tierra y abridlas hacia el cielo. Si vuestras voces se elevan en oración al cielo pidiendo luz, el Señor Jesús, que es la luz y la vida, la paz y el gozo, escuchará vuestro clamor. El Sol de justicia brillará en las cámaras de vuestra mente, iluminando el alma. Si le dais la bienvenida al resplandor de su presencia en vuestro hogar, nunca más se oirán palabras que causen sentimientos de infelicidad.

¡Oh, Mary! Le ruego que se detenga y considere cómo está entristeciendo al Espíritu de Dios. Busque al Señor de todo corazón para que el Sol de justicia pueda brillar en su alma y operar una transformación entera; una santificación de cada palabra y cada acción.

Cómo quisiera clamar en alta voz a cada madre en la tierra: Santificad vuestro espíritu mediante la gracia que Cristo da gratuitamente a aquellos que la piden. Practicad la ternura. Manifestad un amor santificado por vuestros hijos. Interesaos en su felicidad. Enseñadles cómo ejercer sentido común. Conectadlos con Dios para que sepan el propósito que él tiene para ellos. Haced la religión de Jesús atractiva. Nunca ofendáis al Señor, nuestro Dios, produciendo disensiones y diferencias. Buscad ser mansas y humildes de corazón, y cultivad el afecto.

Mis hermanos Nelson, aunque en el pasado habéis estado en desacuerdo, tenéis ahora la sagrada obligación ante Dios de desarrollar al máximo los poderes y habilidades que el Señor os ha dado. Deberíais aprovechar cada oportunidad para alcanzar un nivel más elevado. Es el propósito de Dios, comunicado a ustedes por la Hna. White, su sierva, que contempléis a Jesús, y al contemplarlo, que seáis transformados en su semejanza. El Señor desea que ya no seáis niños en vuestra experiencia cristiana sino que, mediante su gracia impartida, podáis ser completos en él. Si aprovecháis esta oportunidad de alcanzar una experiencia más elevada, podéis llegar a ser fuertes y completos en Cristo Jesús.

Hno. Nelson, ¿suavizará y subyugará su naturaleza? Usted puede llegar a ser como Jesús y ser su misionero, su mano ayudadora. El Señor nunca deseó que usted fuera dictatorial y severo con los miembros de su familia, ni con las demás personas con quienes usted se relaciona. Vivirá esta vida una sola vez; ¿no quisiera gozar la felicidad de tener un carácter perfecto en esta vida? El Señor quiere que sea bueno y que haga el bien. Cada uno puede hacer de la vida lo que le place; si así elegimos, podernos honrar a Dios usando en forma correcta el talento del habla.

Mi hermano, hágase responsable otra vez del cuidado de sus hijos. No los culpe a ellos por no actuar bien, puesto que han recibido su propia disposición como herencia. Al dirigirlos, sea firme pero no arbitrario. Al hablarles, hágalo de tal manera como para no crear un sentimiento de terquedad y resistencia.

Hnos. Nelson, vuestro ejemplo ante vuestros hijos no fue lo que debiera haber sido si hubieseis estado convertidos. Si fuerais transformados por la gracia de Cristo, mostraríais que se puede vencer el egoísmo, el deseo de hacer las cosas a vuestra manera, el guiarse por las inclinaciones naturales, y hacer lo que a cada uno le plazca. Ahora es el tiempo de mostrar que no se vive para complacer el yo. Traed la fragancia del carácter de Cristo en vuestro propio carácter. Apartad el espíritu de queja, de irritación y descontento. Cultivad la pureza en el habla; cantad y orad para la gloria de Dios. Y que la paz de Dios reine en vuestros corazones.--Carta 47a, 1902.

El noviazgo y el matrimonio son decisiones serias

Addie Walling, una sobrina nieta de Elena G. de White, era como una hija para ella. Un pariente lejano de Addie parecía estar interesado en cortejarla. La Hna. White le detalla en esta carta las razones por las que no estaba muy entusiasmada con esa relación.

Después de haber escrito estas líneas, he recibido tu carta que me alivió parcialmente, pero aún sigo preocupada. Pienso en Reuben [Tapley], y espero que no haya ninguna relación entre ustedes. Me sentiría muy triste si le hubieras dado alguna señal para que se entusiasme. Lo considero un joven sincero de corazón, pero no quisiera darte en matrimonio a él por diversas razones. En primer lugar, tiene por herencia una tendencia a la tuberculosis; viene de una familia con esa tendencia. Sé lo que significa tratar con esta terrible enfermedad. Tuvimos que llevar a la tumba a Nathaniel y Annie White que murieron de tuberculosis. Enterramos a Lumen Masten, el jefe de la oficina, víctima de esa misma enfermedad. Enterramos a mi hermano mayor, Robert Harmon, por la tuberculosis, y sepultamos a Sarah Belden debido a lo mismo.

Siendo que tú te interesas por la salud y la felicidad, no favorecería que te unieras a alguien que tiene esa predisposición. La madre de Reuben no ha gozado de buena salud, y se ha escapado de la tuberculosis debido a un tumor escrofuloso. No tiene buena salud; podría morir en cualquier momento. Su abuelo, Samuel McCann, murió después de una larga lucha con la tuberculosis, y su esposa, que era mi hermana Harriet, se contagió y sufrió terriblemente hasta morir. Sarah y Melville, sus dos hijos mayores, también murieron de tuberculosis. Lo mismo ocurrió con Lucy y Mary, hermanos menores. Ahora quedan solo dos hijos vivos. Esta familia sufre del peor tipo de tuberculosis, y debiéramos cuidarnos de unir nuestros intereses con aquellos cuya sangre está contaminada con este destructor mortal.

Tan pronto como vi a Reuben, me di cuenta que ya está marcado. No va a vivir mucho. Su cuello enmagrecido y su cabeza grande muestran la dolorosa realidad de que su vida es corta. Y Addie, hay algo más: hay un lado más doloroso en este asunto. A pesar de haber tenido una vida tan débil, solo un miembro de esta familia tenía inclinaciones religiosas; era Sarah. Lucy no se preparó para el cielo hasta estar en su lecho de muerte; entonces clamó a Dios. La madre de Reuben, Melissa, aunque es religiosa y ha tenido toda la luz acerca del sábado, todavía no lo observa. Melville descuidó la religión, como lo hace Reuben, hasta que se estaba muriendo; su último suspiro fue una oración agonizante. Y May también esperó para dar su corazón a Jesús cuando sus días estaban contados. Todo esto es peor para mí que la tuberculosis; por eso no podría consentir que haya una relación entre ustedes. Creo que es justo y correcto que me abras tu mente acerca del noviazgo y el matrimonio, puesto que no hay otro evento en la vida que tenga más que ver con tu felicidad. En realidad necesitas más consejo y orientación en esto que en cualquier otro asunto. Espero oír de ti a menudo.--Carta 95, 1886.

La familia en la tierra es un símbolo de la familia del cielo

El amor en el seno de la familia--Si en el seno de nuestras familias conserváramos tierno el corazón; si se manifestara una noble y generosa deferencia por los gustos y las opiniones de cada cual; si la esposa buscara oportunidades de expresar su amor por su esposo mediante actos corteses; y el marido manifestara la misma amable consideración hacia su esposa, los hijos participarían del mismo espíritu. Esta influencia impregnaría todo el hogar, y ¡cuánta miseria evitarían las familias! Los hombres no andarían recorriendo hogares para encontrar felicidad, y las mujeres no desfallecerían por falta de amor, ni perderían el ánimo ni la dignidad para convertirse en inválidas de por vida. Se nos ha concedido solo una existencia, y mediante cuidados, trabajo y dominio propio se la puede hacer soportable, placentera y hasta feliz.--Cada Día con Dios, 333 (1872).

La bondad hace el hogar placentero--Los padres pueden alentar los esfuerzos de sus hijos al hablarles con ternura y alabarlos cuando tratan de hacer lo correcto. Esto rodeará a la familia con un círculo encantador, que quitará cualquier sombra de oscuridad y traerá una luz de alegría sobre ella. La ternura y la paciencia mutuamente brindadas harán del hogar un paraíso y atraerán los santos ángeles al círculo del hogar. Pero estos se apartarán de una casa en la que se escuchan palabras desagradables, luchas e irritación. La ira, las quejas y la falta de bondad, apartan a Jesús de esa morada.--The Signs of the Times, 17 de abril de 1884.

La hospitalidad en el hogar

Un llamado a ser más hospitalarios--Aun entre los que profesan ser cristianos se ejercita poco la verdadera hospitalidad. Entre nuestro propio pueblo la oportunidad de manifestar hospitalidad no es considerada como debiera serlo: como un privilegio y una bendición. Es en absoluto demasiado escasa la sociabilidad y disposición para hacer lugar para dos o tres más en la mesa de la familia, sin molestia u ostentación. Algunos alegan que "es demasiado trabajo". No resultaría así si dijéramos: "No hemos hecho preparativos especiales, pero le ofrecemos gustosos lo que tenemos". El huésped inesperado aprecia una bienvenida tal mucho más que una preparación elaborada.--Joyas de los Testimonios 2:570 (1900).

Listos para huéspedes inesperados--Algunas madres de familia escatiman la comida en la mesa para poder obsequiar banquetes espléndidos a sus visitas. Esto es desacertado. Al agasajar a los huéspedes se debiera proceder con más sencillez. Atiéndase primero a las necesidades de la familia.

Una economía doméstica imprudente y las costumbres artificiales hacen muchas veces imposible que se ejerza la hospitalidad donde sería necesaria y beneficiosa. La provisión regular de alimento para nuestra mesa debe ser tal que se pueda convidar al huésped inesperado sin recargar a la señora de la casa con preparativos extraordinarios.--El Ministerio de Curación, 248 (1905).