Hijas de Dios (1999)

Capítulo 18

La maternidad

Formar las mentes y moldear los caracteres--Esta responsabilidad recae principalmente sobre la madre, que con su sangre vital nutre al niño y forma su armazón física, le comunica también influencias intelectuales y espirituales que tienden a formar la inteligencia y el carácter. Jocabed, la madre hebrea de fe robusta y que no temía "el mandamiento del rey" (Hebreos 11:23), fue la mujer de la cual nació Moisés, el libertador de Israel. Ana, la mujer que oraba, abnegada y movida por la inspiración celestial, dio a luz a Samuel, el niño instruido por el cielo, el juez incorruptible, el fundador de las escuelas sagradas de Israel. Elisabet, la parienta de María de Nazaret y animada del mismo espíritu que ésta, fue madre del precursor del Salvador.--El Ministerio de Curación, 287-288 (1905).

La preparación de la madre no debe ser descuidada--El primer maestro del niño es la madre. En las manos de ésta se concentra en gran parte su educación durante el período de mayor sensibilidad y más rápido desarrollo. A ella se da en primer lugar la oportunidad de amoldar su carácter para bien o para mal. Debería apreciar el valor de esa oportunidad y, más que cualquier otro maestro, debería estar preparada para usarla del mejor modo posible. Sin embargo, no hay otro ser a cuya educación se preste tan poca atención. La persona cuya influencia en materia de educación es más potente y abarcante es aquella en cuya ayuda se hace menos esfuerzo sistemático.--La Educación, 267 (1903).

Enseñad a vuestros hijos a orar--Mis hermanos y hermanas, os ruego educar a vuestros hijos con simplicidad. No los regañéis cuando hacen mal, sino llevadlos al Señor y decidle a él acerca del problema. Cuando os arrodilláis con vuestros hijos delante del Señor, Cristo está a vuestro lado y los ángeles de Dios os rodean. Enseñadles a pedirle perdón a Dios por ser malhumorados e impacientes. Criad a vuestros hijos en disciplina y amonestación del Señor. Que sean hombres y mujeres de oración. Aferrémonos de la naturaleza divina y escapemos de la corrupción que hay en el mundo por la lascivia. Entonces tendremos el seguro de la vida eterna; esa vida que se mide con la vida de Dios. Entonces, junto con los rescatados y redimidos de sobre la tierra que estarán en la ciudad de Dios, podréis presentaros delante del Señor, diciendo: "He aquí, yo y los hijos que me dio Jehová". Isaías 8:18. Entonces el arpa será colocada en vuestras manos, y vuestras voces se elevarán en cantos de adoración a Dios y al Cordero, por cuyo sacrificio habéis sido hecho participantes de su naturaleza divina, y habéis recibido la herencia inmortal en el reino de Dios.--The Review and Herald, 14 de enero de 1909.

Las madres deben alentar a sus hijos--Cuandoquiera que la madre pueda dar una palabra de felicitación por la conducta de sus hijos, debiera hacerlo. Debiera alentarlos con su palabra y aprobarlos con su mirada amorosa. Esto será como la luz del sol en el corazón de un niño y lo llevará a cultivar el respeto propio y la dignidad de carácter.--Testimonies for the Church 3:532 (1875).

La importancia de los hábitos formados en la juventud--Los niños tienen derechos que sus padres debieran reconocer y respetar. Tienen el derecho a una educación y entrenamiento que los haga útiles y respetados miembros de la sociedad presente y que les brinde la idoneidad moral para ser miembros de la sociedad santa y pura del más allá. Se les debiera enseñar a los jóvenes que su bienestar presente y futuro depende en gran medida de los hábitos que formen durante la niñez y juventud. Debiera acostumbrárselos a ser sumisos y generosos, y a tener consideración por la felicidad de otros. Debiera enseñárseles a sujetar el temperamento rudo y las palabras apasionadas, y a mostrar constante cortesía, bondad y dominio propio. Los padres y las madres debieran dedicar su vida a desarrollar en sus hijos un carácter tan perfecto como puede lograrlo el esfuerzo humano combinado con la ayuda divina. Al traer hijos al mundo, los padres aceptan esta tarea con toda su importancia y responsabilidad.--The Review and Herald, 21 de marzo de 1882.

La fuente de fortaleza para la madre

En Dios está la fuerza--Si la mujer mira hacia Dios para encontrar fuerza y consuelo, y realiza sus deberes diarios en el temor de Dios, ganará el respeto y la confianza de su esposo, y verá a sus hijos llegar a la madurez como hombres y mujeres honorables, que tienen la fuerza moral para hacer lo que es correcto. Sin embargo, aquellas madres que descuidan las oportunidades presentes y permiten que sus cargas y deberes recaigan sobre otros, tarde comprenderán que aún son responsables, y cosecharán con amargura lo que sembraron con descuido y negligencia. En esta vida no se juega al azar; la cosecha estará determinada por la clase de semilla que se ha sembrado.--The Signs of the Times, 9 de septiembre de 1886.

Jesús, el mejor amigo de las madres--Si las madres fueran a Jesús más frecuentemente, y si confiaran en él más plenamente, sus cargas se aliviarían y encontrarían descanso. Cristo conoce las cargas de cada madre; es su mejor amigo en cada emergencia. Su poderoso brazo la sostiene. El Salvador, cuya madre luchó con la pobreza y las privaciones, simpatiza con cada madre en su tarea y escucha sus fervientes oraciones. Ese Salvador que hizo un largo recorrido para aliviar el ansioso corazón de una mujer cananea, hará lo mismo con cada madre de hoy. Aquel que devolvió su único hijo a la viuda de Naín cuando lo llevaban a sepultarlo, es también hoy conmovido por el clamor de una madre enlutada. Quien lloró ante la sepultura de Lázaro; quien perdonó a María Magdalena; quien en la cruz recordó las necesidades de su madre y en la resurrección apareció a las mujeres que lloraban y las hizo sus mensajeras, es también el mejor amigo de la mujer de hoy; está listo para ayudarla si ella confía en él.--The Signs of the Times, 20 de agosto de 1902.

Sabios consejos a dos jovencitas

Ada y May Walling eran sobrinas nietas de Elena G. de White. Vivían en su hogar, y ella era como una madre para estas jovencitas. Las aconsejaba y cuidaba como si fuesen sus propias hijas. Las niñas tenían cerca de doce y quince años cuando esta carta fue escrita.

Queridas hijas Ada y May: Tengo unos pocos momentos libres esta mañana y quiero escribirles unas pocas palabras de consejo. Quisiera que en mi ausencia sean bondadosas y corteses con todos los empleados de la casa. Ninguna de ustedes debiera sentir que tiene suficiente experiencia y sabiduría como para hacer las cosas correctamente sin recibir el consejo y la orientación de los mayores. He notado en ustedes una falta de respeto por las personas mayores. Este defecto de carácter, si es permitido, se tornará más y más fuerte cuanto más se lo práctica. Por lo tanto deben subyugarlo y vencerlo completamente...

En ti, Ada, veo especialmente una disposición creciente a los celos. Las Escrituras nos dicen que los celos son fuertes como la muerte. Quizá te preguntes: "¿Qué son los celos?" Son esto: imaginar que aquellos que nos rodean no piensan bastante en nosotros ni aprecian nuestro valor; imaginar que hablan de nosotros y dicen cosas no correctas. Que otros son más favorecidos por ellos que nosotros. Muchos de estos sentimientos son el comienzo de los celos.

Sin duda, Ada, tú quieres ser una cristiana, una hija de Dios. Para tener éxito, debes pelear contra tus propias imperfecciones naturales. Debes descubrir y vigilar estos defectos y pelear contra ellos con todo tu poder. Mis niñas Ada y May, Jesús las ama, murió por ustedes, y desea que tengan su Espíritu y su gracia para ser en verdad sus ovejitas, sus niñas queridas. Con su gracia, pueden vencer cada rasgo desagradable de carácter, para recibir la aprobación de Jesús y de los santos ángeles.

Ada, he observado que tú tratas de escuchar lo que otros hablan, pensando que pueden estar refiriéndose a ti. No lo hagas más; debes vencer esta costumbre. Tu madre actuaba igual cuando era niña, y se imaginaba que no la querían y que le echaban la culpa por todo. Estos celos crecieron aun hasta después de casada; por eso la vida de tu padre fue menos que placentera. Por tu propio bien debes cortar esta planta desde el tallo.

Otra cosa; veo que tienes cierta disposición--que está creciendo--, a dictarle las cosas a tu hermana y a regañarla. Trata a May con bondad; pídele las cosas con paciencia y no de una manera dictatorial. Trátala como una hermana debe tratar a otra. Debes cuidarte de estas cosas; de otra manera le disgustarás a la gente.

Ambas tienen ciertas inclinaciones naturales que deben vencer. Noten como ustedes mismas desprecian esas características en otras personas y evitan su compañía. Deben esforzarse por tener un carácter amante, bondadoso, gentil, manso y humilde de corazón, o de lo contrario, pueden llegar a ser malhumoradas, regañonas, orgullosas, estimándose a sí mismas más de lo que debieran. Lean en la Biblia cuáles son los frutos del árbol cristiano, y cuáles los del árbol malo. Los primeros son buenos; los otros son corruptos. Conozco muy bien sus defectos de carácter aunque no tenga tiempo de detallárselos ahora. El Señor a quien amamos nos muestra en su Palabra qué hacer para ser sus hijos. Y ustedes necesitarán diariamente su gracia para vencer los defectos de carácter.

Estas cosas que les he mencionado--incluso una sola de ellas--puede excluirnos del cielo; porque nada que no sea puro y santo puede entrar allí. Quisiera que nuestros desvelos por ustedes, mis niñas, no fueran en vano. Quisiera verlas felices en el hermoso mundo que Jesús ha preparado para aquellos que le aman y que buscan parecerse a él en carácter.

No descuiden este asunto. Sean fervientes y luchen con todas sus fuerzas contra cualquier rasgo desagradable de carácter. Van a ser más felices, y harán más felices a quienes las rodean. Y podrán mostrar, en palabra y conducta, que están siguiendo al Modelo; que están formando su carácter de acuerdo al carácter de Cristo.

May, mi querida hija, no te pido que trabajes de más, sino que siempre estés bien dispuesta a compartir y llevar tus responsabilidades. Aquellos que hacen el trabajo sólo cuando se los obliga a hacerlo, no son dignos. Haz tu trabajo con alegría sin esperar que se te pida hacerlo. Sé fiel en las cosas pequeñas y te será más fácil ser fiel en las cosas grandes. Recuerda que hay ciertos deberes que debes realizar que son tan importantes para perfeccionar tu experiencia, como son importantes los deberes que deben realizar las personas mayores para perfeccionar la suya. Haz tu trabajo con alegría, no como si fuera una carga, sino como si lo hicieras para Jesús. Tu Salvador fue un hijo obediente que realizó trabajos simples en la carpintería de su padre. Nosotros tenemos que comer y beber para vivir, y es natural que después haya que lavar los platos y barrer los pisos de las casas donde vivimos.

Quiero que ambas hagan su trabajo con fidelidad, como si lo hicieran para Jesús. Y que se esfuercen por tener "el incorruptible ornato de un espíritu afable y apacible, que es de grande estima delante de Dios". 1 Pedro 3:4.

Seguramente voy a escribirles otra vez. Adiós, mis queridas hijas. Sean bondadosas y respetuosas con aquellos que son mayores que ustedes.--Carta 3, 1881.

Es responsabilidad de los hijos cuidar por una madre anciana

Mary Chase era la hermana de Jaime White. Durante su vida, el pastor White y su esposa habían cuidado de ella. Cuando el pastor White murió, Elena G. de White consideró que sería difícil para ella sola continuar con esa responsabilidad. Entonces, le escribió a la hija de esta mujer, Adelina Savage, mostrándole su deber de cuidar de su madre.

Querida sobrina Adelina: Pensé que debías saber como está la condición de tu madre en la actualidad. Ella está muy débil, necesita cuidado constante, y no veo como me sería posible hacerlo.

Saldremos hoy de Battle Creek en dirección a Otsego. Esperamos estar en Chicago la próxima semana. El día ocho, comenzaremos nuestra larga jornada a California. Me siento muy triste de dejar a tu madre en su presente estado de debilidad. La he provisto de todo lo que me ha sido posible. Le compré una casa que costó mil dólares y la amueblé en forma simple con las cosas más necesarias para su uso. Pusimos a una familia en la casa, una madre y dos hijos, para que usen la casa como pago por el cuidado de tu madre. El año pasado ella pagó los impuestos de la casa, pero este año debí hacerlo yo, debido a que ella tuvo un accidente en la casa; su cocina se incendió y el piso tomó fuego. Tuve que pagar setenta y cinco dólares por la reparación.

El hijo de la viuda que toma cuidado de la casa ha estado enfermo por cinco semanas. Durante todo ese tiempo tu madre requirió los cuidados de un médico y a veces de una enfermera, puesto que nadie en la casa podía brindarle atención. Según el arreglo, alguien se encargaba de prender fuego en el hogar para que la casa estuviese caliente; pero aparte de eso no había otra ayuda.

Si tu madre necesita una enfermera, ella debe pagar por ese servicio, y le quedan solamente trescientos dólares que se van a ir muy pronto. Debe tener ropa, comida, y la leña para el fuego. He hecho todo lo que ha estado de mi parte, y aun más. Pero ahora debo recurrir a sus hijos y a sus nietos. Me hace sentir muy mal que manos extrañas estén realizando los deberes que ustedes deberían hacer. Cuando la gente pregunta si esta mujer no tiene hijos que cuiden de ella, tenemos que responderle con vergüenza que tiene dos hijos, una hija, hermanos y nietos. Y cuando preguntan por qué sus hijos no cuidan de su madre anciana y débil, no sé qué responderles. Quizá tú puedas responderles.

Yo tengo mi trabajo que hacer, que es hablar y escribir, y estoy constantemente ocupada. No debería cargarme con los cuidados de tu madre. Ultimamente gasté veinticinco dólares en ropa para ella porque la necesitaba. Le compré leña para el invierno porque supe que en el último invierno se quedaba más horas en la cama a fin de no tener necesidad de usar leña para calentar la casa durante esas horas. Le cuesta gastar el dinero que le queda, pensando que podría estar enferma tanto tiempo como su madre, y teme llegar a ser una pordiosera. No la puedo culpar de esto, puesto que, juzgando por lo que ha pasado hasta aquí, parece que ella no puede depender de sus hijos.

Tu madre ha sido muy cuidadosa con el dinero, y no la dejaré para que sufra privaciones si ustedes no hacen nada. Pero no puedo dejar de pensar que vuestra conciencia debiera mostrarles lo que deben hacer para no ser juzgados en el futuro como han sido juzgados en el pasado con relación al trato que le han dado a esta pobre y anciana madre. Dios toma nota de este descuido negligente, porque él hace responsables a los hijos por este cuidado. Estoy muy triste, muy triste por este asunto.

Cristo juzgará a cada hombre de acuerdo a sus obras. El se identifica con sus hijos sufrientes y abandonados. A un grupo les dirá: "Porque tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber; fui forastero, y no me recogisteis; estuve desnudo, y no me cubristeis; enfermo, y en la cárcel, y no me visitasteis... Entonces les responderá diciendo: De cierto os digo que en cuanto no lo hicisteis a uno de estos más pequeños, tampoco a mí lo hicisteis". Entonces la terrible palabra "apartaos" es escuchada.

A quienes estarán a su derecha, les dirá: "Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis; estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí". Y se hará la pregunta: "¿Cuándo te vimos hambriento, y te sustentamos, o sediento, y te dimos de beber? ¿Y cuándo te vimos forastero, y te recogimos, o desnudo, y te cubrimos? ¿O cuándo te vimos enfermo, o en la cárcel, y vinimos a ti?" Y él les dirá: "De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis". Mateo 25:34-45. Cristo cuenta todo lo que se haga a sus hermanos en necesidad, como hecho a él mismo.--Carta 30, 1884.