Hijas de Dios (1999)

Capítulo 19

La paternidad

Consejos en relación a llegar a ser padres--Los que asumen las responsabilidades de la paternidad deben primero considerar si podrán rodear a sus hijos de las debidas influencias. El hogar es tanto una iglesia de familia como una escuela de familia. La atmósfera del hogar debe ser tan espiritual, que todos los miembros de la misma--los padres y los hijos--, resulten bendecidos por su asociación mutua...

Muchos de los que entran en la relación matrimonial no se dan cuenta de todas las sagradas responsabilidades que trae aparejadas la maternidad. Muchos carecen tristemente de capacidad disciplinaria. En muchos hogares hay poca disciplina, y a los niños se les permite hacer lo que quieran. Tales niños andan a la deriva de aquí para allá; no hay nadie en el hogar capaz de dirigirlos correctamente, nadie que pueda sentar los debidos fundamentos que debe gobernar su futura educación... Los niños que están rodeados por estas condiciones desafortunadas son dignos de lástima. Si no se les proporciona la oportunidad de recibir la debida preparación fuera del hogar, se los priva de muchos privilegios que, por derecho, todo niño debe tener. Esta es la luz que se me ha presentado.

Los que son incapaces de educar a sus hijos correctamente, no debieran haber asumido jamás la responsabilidad de la paternidad. Pero debido a su juicio equivocado, ¿no haremos ningún esfuerzo para ayudar a sus pequeñuelos a formar caracteres correctos? Dios desea que tratemos estos problemas con cordura.--Mensajes Selectos 3:214-215 (1904).

Cuidadosos al asumir las responsabilidades de la paternidad--Los padres deben considerar esto. Deben comprender los principios que constituyen la base del cuidado y la educación de los hijos. Deben ser capaces de criarlos con buena salud física, mental y moral. Deben estudiar las leyes de la naturaleza. Deben familiarizarse con el organismo del cuerpo humano. Necesitan entender las funciones de los varios órganos y su mutua relación y dependencia. Deben estudiar la relación de las facultades mentales con las físicas y las condiciones requeridas para el funcionamiento sano de cada una de ellas. Asumir las responsabilidades de la paternidad sin una preparación tal es pecado.--El Ministerio de Curación, 294 (1905).

Las mujeres deben considerar sus responsabilidades con Dios--Varias hermanas me han escrito pidiendo mi consejo acerca de si las esposas de los ministros debieran adoptar niños. ¿Les aconsejaría a ellas asumir esa clase de tarea? A algunas de ellas que miraban favorablemente esta posibilidad les respondí: No; el Señor quiere que usted ayude a su esposo en la obra. Si el Señor no le ha dado hijos propios, no debe cuestionar su sabiduría. El sabe lo que es mejor. Consagre todos sus talentos a ser una obrera cristiana. Usted puede ayudar a su esposo de muchas maneras; puede ayudarlo directamente en su trabajo; puede mejorar su intelecto; puede ser una buena ama de casa usando las habilidades que Dios le ha dado, y sobre todo, puede ayudarle a dar el mensaje.

Hay mujeres que debieran trabajar en el ministerio evangélico. En muchos aspectos pueden hacer aun mejor que los ministros que a veces descuidan visitar el rebaño del Señor. Cuando sea posible, ambos esposos debieran unirse en ese trabajo. Hay un camino abierto para el trabajo de mujeres consagradas. Pero el enemigo se alegraría si estas mujeres a quienes Dios podría usar para ayudar a centenares de personas, dedicaran su tiempo y esfuerzos a una sola criatura que requiere constante cuidado y atención.--Manuscript Releases 5:325-326 (1898).

Los rasgos de carácter se pasan de los padres a los hijos

Los siguientes consejos fueron dados al pastor E. P. Daniels y su esposa con referencia al entrenamiento de sus hijos. El pastor Daniels era un ministro conocido, y sus hijos eran motivo de discusión. Elena G. de White sintió que era su deber recordar a la pareja que sus hijos no estaban siendo criados en el temor de Dios. Este nombre no debe ser confundido con A. G.Daniells, que llegó a ser presidente de la Asociación General.

... Por años habéis recibido testimonios acerca del tema de la economía y del sabio uso de vuestros medios, pero ninguno de vosotros ha hecho definidos cambios en este sentido. Gustáis de aparentar; de complacer vuestro apetito y vuestros gustos. Y estos mismos rasgos de carácter se reproducen en vuestros hijos, porque se siega lo que se ha sembrado. En vuestro trabajo nunca recibiréis suficientes medios para satisfacer vuestra complacencia, vuestro despilfarro y vuestros hábitos extravagantes. ¿Por qué no imitar a esos otros obreros que reciben menos que vosotros y sin embargo pueden mantener confortablemente a sus familias? La razón por la que estáis siempre en aprietos no es porque no recibáis suficiente sueldo para manteneros como cristianos, sino porque no manejáis adecuadamente vuestros medios para no entrar en aprietos. Si recibiérais veinte dólares por semana, de todas maneras os quejaríais de vuestra situación económica.

En Healdsburg [California] el Señor obró a través vuestro, no porque hayáis sido perfectos, sino a pesar de vuestras imperfecciones. El yo ha estado mezclado con el trabajo. Si se hubiera manifestado humildad cuando el Espíritu y el poder de Dios estaban obrando en la gente; si se hubiera caminado cuidadosa y humildemente ante Dios, sintiendo vuestra propia indignidad y su gran bondad, se habría dejado una mejor influencia que la que se dejó allí. Pero vosotros achacáis todos vuestros problemas financieros a las circunstancias.

Vosotros habláis muy bien a los padres en cuanto a la crianza de los hijos. La Hna. Daniels, a quien amo y respeto en el Señor, es una buena conferenciante sobre este tema. Pero vuestra práctica contradice los excelentes principios que habéis presentado. La hermana no práctica sus propias enseñanzas. Cuando vuestras costumbres llegan a ser conocidas y vuestras prácticas hogareñas llegar a ser reveladas, la gente se confunde, se disgusta, porque vosotros no entrenáis a vuestros hijos para ser útiles, para practicar el renunciamiento y para guardar el camino del Señor. ¿Por qué habéis sido tan irresolutos en propósito, tan flojos en la acción, tan vacilantes en los principios y tan débiles en la fe?

Esto es un misterio para aquellos que os han conocido en el púlpito y en el hogar. Pastor Daniels, los hermanos lo ven un día fuerte y confiado, y al día siguiente ha experimentado un cambio total; afirma cosas que son completamente opuestas a las que había afirmado el día anterior...

Cuando se me mostró la gran necesidad de reforma en la educación y crianza de sus hijos, sentí un dolor que no puedo expresar, porque vi que usted no hacía su parte en brindar lo mejor a sus hijos. Necesita que el Espíritu de Dios trabaje en su propio corazón, porque su vida no está gobernada por los principios correctos. Si usted estuviera actuando correctamente ante Dios, no estaría haciendo lo que hace con referencia a sus hijos, y no estaría dando semejante ejemplo. Debe depender mucho menos del yo y mucho más de Jesús. Si estuviera en comunión más íntima con Dios gobernaría a sus hijos sabiamente.

Zua [la hija] es impulsiva; le falta experiencia para ir en la dirección correcta. Necesita ser guiada y restringida en lugar de ser complacida y alabada. Si vosotros hubiérais discernido; si vuestras almas hubiesen estado imbuidas del poder santificador de la verdad, no hubiérais necesitado consejo especial con relación al plan de Zua de asistir al Seminario Snell. Si otros padres os hubieran consultado acerca de la educación de sus hijos, hubiéseis sabido exactamente qué responder. Pero vosotros habéis colocado barreras en el camino de la salvación de Zua, porque le habéis elegido como sus amistades a los vanos, los orgullosos y los incrédulos.

Hna. Daniels, usted no cumplió sus solemnes responsabilidades como madre... cuando ayudó a su hija a engañar a su propio padre con relación a los gastos de vestimenta. Ambos han estado engañados con falsas ideas acerca de la crianza de los hijos. Debéis ser transformados plenamente por la gracia de Cristo a fin de enseñar a vuestros hijos, por precepto y por ejemplo, el camino correcto y bueno. Zua está llena de afectación y autoengaño. Es superficial en casi todas las cosas. Su vida escolar le ha dado un poco de lustre exterior, pero su corazón no ha sido renovado, pues aún no tiene amor a Dios, ni busca la compañía de los cristianos. Está en las filas del enemigo; y si le tocara morir hoy, no entraría en el reino de los cielos.

Pablo [el hijo] no está en mejores condiciones, y vuestra hija menor está lejos de tener un carácter hermoso. Vuestro propio entrenamiento ha sido defectuoso en cada cosa. Que el Señor tenga misericordia de vosotros para que no se pierdan vuestras almas y las de vuestros hijos...

Pablo es un joven de buenas cualidades, pero ha adquirido rasgos de carácter objetables debido a que no se ha mostrado con él restricción sino complacencia. No se le ha enseñado la pecaminosidad de una disposición terca y hosca, ni se le ha restringido ese mal creciente. Aun en la expresión de su rostro se puede ver que esa disposición está dejando su impronta. Las impresiones recibidas en la juventud son las que más permanecen, y los primeros años de la vida son los mejores para cultivar hábitos correctos.

A Pablo se le ha permitido ser particular y exigente en su dieta, pero deberíais haber puesto la comida preparada para ese día en la mesa, sin permitirle despreciarla con desdén y pedir otra comida que no se había preparado. El complacer sus exigencias en la dieta puede agradarle a él, pero se tornará despreciativo y desagradable consigo mismo y con los demás. Si se le diera trabajo de acuerdo a sus fuerzas, el hambre lo llevaría a aceptar la comida preparada sin murmurar. Deberíais tomar medidas definidas en este asunto. Quiero a vuestro muchacho, y si se lo entrena correctamente, puede ser moldeado para el bien; pero le tomará algún tiempo...

Dadle a vuestro muchacho algo para hacer. Que aprenda a ser industrioso. El no tiene un amor natural por el trabajo; es indolente y trata de esquivar sus responsabilidades. Si queréis que vuestros hijos os bendigan, enseñadles renunciamiento y laboriosidad. Restringid su lectura, especialmente de novelas y cuentos llenos de picardía y lujuria, porque no dejarán una influencia celestial en sus mentes. Son jóvenes, sin experiencia, y llegarán a ser lo que vosotros hagáis de ellos. Tales hábitos de lectura cortan de raíz los principios de virtud que contribuyen a la formación de un carácter bueno, firme. La lectura de novelas es un veneno que tarde o temprano muestra sus funestos resultados.

Las marcas que se producen para bien o para mal en el carácter de vuestros hijos, no se hacen sobre arena sino sobre roca; son de carácter permanente. Las compañías deben ser vigiladas pues lo que se aprende de los hábitos y conversación con los compañeros deja su molde para el futuro. Las amistades que vuestros hijos tengan; los principios que adopten y los hábitos que formen, con toda certidumbre tendrán su influencia en su futuro destino.

Lo que les he escrito y hablado hasta ahora, no ha tenido una impresión permanente. ¿Será que ahora habrá una transformación? Si no ocurre, me temo que vosotros os apartaréis de la fe...

Que el Señor pueda daros una visión tan clara de Jesús que vuestra alma sea atraída hacia él. Os dirijo estas palabras tan claras a ambos, porque la mitad de vuestra utilidad se pierde debido a defectos que pueden y deben ser vencidos. Haced un trabajo para la eternidad; hacedlo como si estuviérais a la vista de Dios.

Pastor Daniels, soy su amiga porque le digo la verdad. Como embajador de Cristo tiene una solemne obra que hacer; deseo que no fracase sino que pueda dar pruebas de un ministerio aprobado. Ore mucho, mi hermano; hable menos. Pida que se le conceda la sabiduría y el coraje necesarios para cumplir con su deber, cualquiera que éste sea. Dígale al Señor: "Voy a realizar mi deber pensando sólo en tu gloria".--Carta 10, 1888.

Enséñese a los hijos a formar buenos hábitos

Esta carta fue escrita a Mary Nelson, el 19 de mayo de 1902. En ella se da consejo acerca de la educación y el desarrollo de los hijos.

Querida Hna. Mary Nelson: Como cristiana tiene ciertos deberes que no han sido hechos. No les está dando a sus hijos la educación que necesitan; no está moldeando y formando el carácter de sus hijos de acuerdo a la semejanza divina. Su temperamento, al igual que el de su esposo, necesita ser suavizado. Su disposición desagradable y su dureza de voz deben ser completamente vencidas. Aunque es madre, todavía no ha aprendido las lecciones del dominio propio. Debiera cultivar rasgos agradables de carácter y una disposición dulce. No se demore en hacerlo, pues sus hábitos ya se están haciendo permanentes.

Usted gobierna, pero no con amor. ¡Qué educación objetable están recibiendo sus hijos! No sería correcto que usted enseñara a los miembros más jóvenes de la familia de Dios, si lo va a hacer de la forma en que enseña a sus hijos.

Debiera enseñarle a sus hijos a formar buenos hábitos. ¿Acaso echaría a perder su futura utilidad por no enseñarles hábitos de orden y limpieza? ¿No les enseñará con paciencia a limpiar su cuarto y mantener la ropa en orden?

El regañarlos e irritarlos no les ayudará a reformarse. Al dirigirlos debe mostrar firmeza, pero mezclada con bondad. Enséñeles con diligencia cómo ser cristianos. Nunca levante su voz con pasión; nunca explote con ira, porque al hacerlo, en lugar de corregir sus errores, se mantendrán mas tercos en su posición. Recuerde que ellos han heredado la disposición de sus padres, por lo tanto se va a encontrar nuevamente con sus propios defectos de carácter en la vida de sus hijos. Recuerde que si les habla rudamente estarán recibiendo un ejemplo que aprenderán a imitar. Tarde o temprano le responderán de la misma manera, puesto que usted ha mostrado el ejemplo equivocado en el hogar.

¿No cree que es el tiempo de realizar sus deberes descuidados, y tratar de complacer a su esposo y educar correctamente a sus hijos? Mi hermana, lo mejor que usted puede hacer es confesar sus errores a su esposo y a sus hijos. Dígale a sus hijos que ese espíritu duro e irritable que usted ha cultivado no se parece al carácter de Cristo. Y entonces dígales: "Hijos, por la gracia y la fuerza que Cristo nos da, vamos a hacer un cambio decidido". Pídales que la ayuden y que usted los ayudará a ellos.

Cristo está listo para ayudar a todo padre y toda madre a ser verdaderos educadores. Los que aprenden en su escuela nunca castigarán a un hijo con ira; nunca hablarán una palabra dura con un tono desagradable; porque tales palabras lastiman el oído, agotan los nervios, causan sufrimiento mental y crean un estado de mente que hace imposible modificar el temperamento del niño a quien fueron dirigidas. A menudo, ésta es la razón por la que los hijos hablan irrespetuosamente a sus padres.

Recuerde que los niños tienen derechos que deben ser respetados. Su temperamento es muy fuerte, y les ha dado esos mismos rasgos de carácter a sus hijos. Usted necesita hacer la tarea de una madre en guiar y educar el pequeño rebaño; no se mantenga tan ocupada de la mañana a la noche, que fracase en hacer la tarea que Dios le ha encomendado...

Mi querida hermana, usted está en necesidad de ayuda divina. Usted misma debe llevar el yugo de Cristo antes de poder enseñar correctamente a sus hijos cómo entregar sus corazones a Jesús. A fin de ser capacitada para esta tarea, busque la bendición especial de Dios; que el Espíritu Santo habite en su corazón transformándolo en una corriente de amor y gozo. Ore fervorosamente pidiendo por un espíritu manso y sereno. Con espíritu de mansedumbre busque cada día la bendición de Dios. Si cada día recibe las bendiciones de lo alto, su vida será refrescada y podrá impartir a sus hijos aquello que ha recibido. Y en la medida en que su carácter y su disposición vayan cambiando, usted misma será una influencia para cambiar también el carácter y la disposición de sus hijos.--Carta 47a, 1902.

Los padres pueden ser demasiado complacientes

En el año 1871, Elena G. de White escribió la siguiente carta a sus amigos, el hermano y la hermana Bailey. Estos padres eran demasiado indulgentes con sus hijos.

Queridos amigos, Hno. y Hna. Bailey: He sentido que es mi deber escribirles, ya que también lo he hecho con otros hermanos para decirles lo que se me había mostrado con referencia a ellos. Tenía que escribirles sobre algunas cosas, pero hasta ahora no me había sentido libre de hacerlo. Si se hubiera dado la oportunidad de haberlo hecho personalmente en vuestro hogar, lo hubiera hecho para liberar mi mente de esta responsabilidad. Ahora, al retornar a mi hogar, no puedo dejar pasar más tiempo sin escribirles.

He tenido que escribir mucho en relación a los errores que los padres cometen en la instrucción de sus hijos, y los resultados que pueden sobrevenir. Vuestro caso también fue abierto delante de mí. Se me mostró que habéis sido demasiado indulgentes con vuestros hijos. Estos peligros y errores no han sido plenamente comprendidos como para llevaros a tomar una posición firme y gobernar a vuestra familia tras de vosotros.

El Señor en su gran misericordia os ha hecho conocer la verdad; y vosotros amáis la verdad y aceptáis sus demandas. Os ha llevado a una reforma en la vida y os ha dirigido a tener un interés profundo en el bienestar espiritual de vuestros hijos. Todo esto está de acuerdo con la voluntad de Dios. Sin embargo, a pesar de vuestra ansiedad, habéis fracasado seriamente en hacer la obra que el Señor les encomienda a los padres hacer. Vuestros hijos no han tenido restricciones; se les ha complacido en todo para su perjuicio. No han sido traídos a la sujeción que Dios requiere.

Han existido serias faltas en la instrucción de vuestros hijos. Vuestros varones no han sido educados correctamente, y con vuestra hija habéis sido especialmente indulgentes. Tanto es así, que su utilidad para la vida se ha tornado muy pequeña. Su atención se ha centrado mayormente en sí misma y su mente se ha tornado egocéntrica. Tiene aversión al trabajo, y usando la excusa de cualquier indisposición, ha sido eximida de toda tarea. Debido a que hablábais delante de ella y aceptábais sus excusas, su imaginación se excitó en esa dirección. La madre ha soportado todas las pesadas cargas que debía haber compartido con su hija y con sus hijos varones. La madre se hubiese evitado mucho sufrimiento en la forma de agudos ataques de enfermedad, si hubiera tenido la ayuda de sus hijos, especialmente de la hija. Tal labor hubiera sido una bendición para la madre, y hubiese sido saludable también para la hija quien se hubiera evitado esas indisposiciones...

Otro mal que amenaza destruir la utilidad de su hija es su amor por el mundo y su orgullo en la apariencia personal. Ella ha desarrollado una afectación que puede matar su espiritualidad.

Hna. Bailey, usted ha cometido un serio error en la crianza de sus hijos. Cuando la rama se dobla, el árbol se inclina. Al ser complaciente con sus errores y al excusar su falta de respeto por la autoridad, ha puesto en peligro su salvación. Los niños que no son educados a ser corteses y respetar los pedidos de los padres, no tendrán un correcto sentido de su deber para con Dios y sus demandas de obediencia y sumisión...

Los niños que reciben toda la abundancia y hospitalidad de los padres, deben entender que, en respuesta a todo lo que se les brinda, deben mostrar respeto por la autoridad de sus progenitores. Sin la gracia de Dios, sus hijos le causarán muchos dolores de cabeza y la más profunda angustia, sin que ellos sientan el menor remordimiento. La más pequeña restricción será considerada por ellos como una invasión de sus derechos y despreciarán el reproche.

Aunque sus hijos han perdido los beneficios de una instrucción temprana, usted puede redimir el tiempo cambiando enteramente su disciplina. A sus hijos les faltan esas cualidades deseables en una mente noble que sólo una disciplina correcta y la cultura pueden darles. No son corteses ni respetuosos; les ha permitido pronunciar palabras que nunca debieran ser permitidas bajo su techo. Los jóvenes que no son restringidos a temprana edad, se transforman en sus propios amos y en sus propias dueñas. Toman las riendas en sus propias manos y se creen importantes, engreídos e impetuosos, sin gusto o ambición por el respeto propio o la disciplina. Sus mentes no se aplican a ninguna cosa; desprecian la disciplina de la escuela porque no han sido disciplinados en el hogar...

Dios no se ha agradado de la forma en que la Hna. Bailey ha manejado a sus hijos. "Pesada ha sido en balanza, y ha sido hallada falta". Este es un serio defecto en una madre. Por haber sido demasiado complaciente, les permitió pecar; les permitió ser apasionados, desagradecidos, desobedientes, testarudos y engreídos. Y aun más: los ha justificado delante de los ojos de otros, y delante de sus propios ojos. En esto ha participado de los pecados y errores de sus hijos; la sangre de sus almas estará en su vestimenta y en la de su marido. Pueden ambos redimir el pasado haciendo una reforma de su parte; pero no pueden borrar los resultados de su descuido en la vida de sus hijos. En cierto grado, Dios considera a los padres como responsables de la conducta de sus hijos, debido a que tenían la responsabilidad de formar sus caracteres...

Su hija necesita tener una labor activa. Ella puede compartir muy bien las cargas de la vida, a fin de que esas cargas no le sean agregadas a las de su madre. El trabajo que se le pida hacer, pondrá en acción sus músculos y los órganos del cuerpo, y será la mejor medicina que su hija puede recibir. La ociosidad la está manteniendo descontenta e infeliz... Que Dios pueda bendecirlos en estos aspectos, tanto a usted como a su esposo.--Carta 1, 1871.