"Y sentarse ha para afinar y limpiar la plata: porque limpiará los hijos de Leví, los afinará como a oro y como a plata; y ofrecerán a Jehová ofrenda con justicia. Y será suave a Jehová la ofrenda de Judá y de Jerusalem, como en los días pasados, y como en los años antiguos." Malaquías 3:3, 4. Este es el proceso de refinación y purificación que realiza Jehová de los ejércitos. Es obra muy penosa para el alma, pero es el único proceso por el cual pueden eliminarse las escorias e impurezas contaminadoras. Nuestras pruebas son todas necesarias para acercarnos a nuestro Padre celestial en obediencia a su voluntad, para que podamos llevar al Señor una ofrenda de justicia.
A cada una de las personas cuyos nombres se mencionan aquí Dios les ha dado capacidades y talentos que deben aprovechar. Cada uno necesita una experiencia nueva y viva en la vida divina, a fin de hacer la voluntad de Dios. Ninguna experiencia pasada nos bastará para el presente, ni nos fortalecerá para vencer las dificultades de nuestra senda. Debemos tener diariamente nueva gracia y fortaleza para ser victoriosos.
Con muy poca frecuencia somos colocados dos veces en circunstancias exactamente iguales. Abrahán, Moisés, Elías, Daniel y muchos otros fueron todos probados duramente, pero no de la misma manera. Cada uno tiene sus pruebas individuales en el drama de la vida. Pero es muy raro que se presenten dos veces las mismas pruebas. Cada uno tiene su propia experiencia peculiar, según su carácter y circunstancias, para realizar cierta obra. Dios tiene una obra, un propósito en la vida de cada uno de nosotros. Cada acto, por pequeño que sea, tiene su lugar en la experiencia de nuestra vida. Debemos tener continuamente la luz y la experiencia que provienen de Dios. Todos necesitamos estas cosas, y Dios está más que dispuesto a que las tengamos si queremos aceptarlas. El no ha cerrado las ventanas de los cielos a vuestras oraciones, pero os habéis sentido satisfechos con seguir adelante sin la ayuda divina que tanto necesitáis.
¡Cuán poco reconocéis la influencia de vuestros actos diarios sobre la historia ajena! Tal vez penséis que lo que hagáis o digáis no tendrá seria repercusión, cuando los resultados más importantes para el bien o para el mal son la consecuencia de vuestras palabras y acciones. Las palabras y las acciones consideradas pequeñas y sin importancia, son eslabones en la larga cadena de los sucesos humanos. No habéis sentido la necesidad de que Dios nos manifieste su voluntad en todos los actos de nuestra vida diaria. En el caso de nuestros primeros padres, el deseo de satisfacer una sola vez el apetito abrió las compuertas de la desgracia y el pecado sobre el mundo. Ojalá que vosotras, mis amadas hermanas, comprendieseis que cada paso que dais puede tener una influencia duradera y dominante sobre vuestra vida y el carácter de otros. ¡Oh, cuánta necesidad hay, pues, de comunión con Dios! ¡Qué necesidad de gracia divina para dirigir cada paso, y mostrarnos cómo desarrollar un carácter cristiano!
Una experiencia progresiva
Los cristianos tendrán que pasar por nuevas escenas y nuevas pruebas, donde la experiencia pasada no podrá ser una guía suficiente. Tenemos mayor necesidad de aprender del divino Maestro ahora que en cualquier otro período de nuestra vida. Cuanto más nos acerquemos a la luz pura del cielo, tanto mayor número de defectos discerniremos que es necesario reformar en nosotros. Todos podemos hacer una buena obra en beneficio de los demás, si procuramos el consejo de Dios y lo seguimos con obediencia y fe. La fe de los justos es progresiva, y va de fuerza en fuerza, de gracia en gracia, y de gloria en gloria. La iluminación divina aumentará más y más; corresponderá a nuestros movimientos de adelanto, y nos preparará para afrontar las responsabilidades y emergencias que nos esperan.
Cuando las pruebas os rodean, cuando el abatimiento y la sombría incredulidad dominan vuestros pensamientos, cuando el egoísmo amolda vuestras acciones, no veis vuestra necesidad de Dios, ni de un conocimiento profundo y cabal de su voluntad. No conocéis la voluntad de Dios, ni podéis conocerla mientras vivís para el yo. Confiáis en vuestras buenas intenciones y resoluciones, y la suma principal de vuestra vida se compone de resoluciones hechas y resoluciones quebrantadas. Lo que todos necesitáis es morir al yo, dejar de aferraros a él y entregaros a Dios.
Gustosamente os consolaría si pudiera. Gustosamente alabaría vuestras buenas cualidades, buenos propósitos y buenos actos; pero Dios no se complació en mostrármelos. Me presentó las cosas que os impiden ganar el carácter noble y elevado de la santidad que necesitáis para no perder el reposo celestial y la gloria inmortal que él os quisiera ver alcanzar. Apartad los ojos de vosotros mismos y dirigidlos a Jesús. Es todo en todos. Los méritos de la sangre de un Salvador crucificado y resucitado bastarán para purificar del mayor y del menor pecado. Con fe y confianza, entregad la custodia de vuestras almas a Dios, como a un Creador fiel. No alberguéis continuamente aprensiones y temores de que Dios os abandonará. No lo hará nunca a menos que os apartéis de él. Cristo vendrá y morará con vosotros si le abrís la puerta de vuestro corazón. Puede haber perfecta armonía entre vosotros y el Padre y su Hijo, si queréis morir al yo y vivir para Dios.
¡Cuán pocos son los que se dan cuenta de que tienen ídolos favoritos y acarician pecados! Dios ve estos pecados que vosotros no veis quizás pero los conserváis, y obra con su podadera para separarlos de vosotros. Todos queréis elegir por vosotros mismos el proceso de purificación. ¡Cuánto os cuesta someteros a la crucifixión del yo! Pero cuando se somete todo a la obra del Dios que conoce nuestras debilidades y nuestra pecaminosidad, él emplea el mejor método para producir los resultados deseados.
Enoc anduvo con Dios por medio de un conflicto constante y una fe sencilla. Todos podéis hacer lo mismo. Podéis convertiros, transformaros cabalmente, ser de veras hijos de Dios, y disfrutar no sólo del conocimiento de su voluntad, sino conducir también por vuestro ejemplo a otros por la misma senda de humilde obediencia y consagración. La verdadera piedad se difunde y comunica. El salmista dice: "No encubrí tu justicia dentro de mi corazón: tu verdad y tu salvación he dicho: no oculté tu misericordia y tu verdad en grande concurso." Salmos 40:10. Dondequiera que haya amor de Dios, hay también deseo de expresarlo.
Dios os ayude a todos a hacer esfuerzos fervientes para ganar la vida eterna y conducir a otros por la senda de la santidad.