Mi amor hacia su alma me induce a escribirle en este momento. Me siento oprimida por la responsabilidad que asumo al escribirle estas cosas. Por su propia conducta está cerrando las puertas del cielo para Vd. y sus hijos; porque ninguno de Vds. entrará allí con sus actuales caracteres deficientes. Vd., hermana mía, está perdiendo tristemente en el juego de la vida. Los ángeles santos la observan con tristeza, y los malos espíritus miran con expresión de triunfo al ver cómo Vd. pierde rápidamente las gracias que adornan el carácter cristiano, mientras que en su lugar Satanás implanta sus propios malos rasgos.
Se ha dedicado tanto a la lectura de novelas y cuentos que vive en un mundo imaginario. La influencia de una lectura tal perjudica tanto a la mente como al cuerpo; debilita el intelecto e impone una terrible carga sobre la fuerza física. A veces apenas podría considerarse que su mente está sana, porque la imaginación se ha sobreexcitado y ha enfermado por causa de la lectura de historias ficticias. La mente debe disciplinarse de tal manera que todas sus facultades se desarrollen simétricamente. Cierto curso de preparación puede vigorizar las facultades especiales, y al mismo tiempo dejar rezagadas otras, de manera que se estorba su utilidad. La memoria sufre grave perjuicio debido a la lectura mal escogida, que tiende a desequilibrar las facultades del raciocinio, y a crear nerviosidad, cansancio del cerebro y postración de todo el organismo. Si constantemente se alimenta con exceso la imaginación, y se la estimula mediante las ficciones, no tarda en volverse tiránica, en dominar todas las otras facultades de la mente, y en tornar caprichoso el gusto y pervertir las tendencias.
Vd. es una dispéptica mental. Su mente rebosa de conocimientos de toda clase: política, historia, teología y anécdotas, de todo lo cual solamente una parte puede ser retenida por una memoria recargada. Sería de mucho más valor tener menos información en un cerebro bien disciplinado. Vd. ha descuidado la tarea de adiestrar su mente para la acción vigorosa; por lo tanto, su voluntad y su inclinación la han dominado en vez de servirla. El resultado es la pérdida de poder físico y mental.
Durante años su mente ha sido como un arroyo susurrante casi lleno de rocas y malezas, cuya agua se desperdicia. Si sus facultades estuviesen controladas por propósitos elevados no sería inválida como es ahora. Se le antoja que sus caprichosos apetitos deben ser complacidos, así como su deseo de leer excesivamente. Vi arder la lámpara a la medianoche en su pieza mientras Vd. leía alguna historia fascinante, aguijando así su ya sobreexcitado cerebro. Esta conducta ha estado disminuyendo su vitalidad, y debilitándola física, mental y moralmente. La irregularidad ha causado desorden en su casa, y si esto continúa, hundirá su espíritu en la imbecilidad. Vd. ha abusado del tiempo de gracia que Dios le concedió y lo ha despilfarrado.
Fruto de las lecturas impropias
Dios nos concede talentos para que los aprovechemos sabiamente, no para que abusemos de ellos. La educación es tan sólo una preparación de las facultades físicas, intelectuales y morales para el mejor cumplimiento de todos los deberes de la vida. La lectura impropia imparte una educación falsa. El poder de resistencia, y la fuerza y actividad del cerebro pueden ser reducidos o aumentados de acuerdo con la manera en que se emplean. Vd. tiene mucho que hacer para deshacerse de sus lecturas livianas. Elimínelas de su casa. No conserve delante de sí la tentación de pervertir su imaginación, desequilibrar su sistema nervioso y arruinar a sus hijos. Por la mucha lectura se está incapacitando para los deberes de esposa y madre, y de hecho se está descalificando para hacer el bien en cualquier lugar.
No estudia la Biblia como debiera; por lo tanto, no se hace sabia en las Escrituras, ni se capacita cabalmente para toda buena obra. La lectura liviana fascina la mente y quita interés a la lectura de la Palabra de Dios. Vd. procura hacer creer a otros que conoce las Escrituras; pero esto no puede ser porque su mente está llena de escoria. La Biblia requiere reflexión y escudriñamiento con oración. No basta con recorrerla superficialmente. Aunque algunos pasajes son demasiado claros para que se los entienda mal, otros son más intrincados y exigen estudio cuidadoso y paciente. Como el metal precioso oculto en las colinas y las montañas, es necesario buscar sus gemas de verdad y almacenarlas en la mente para uso futuro. ¡Ojalá que todos ejercitasen sus mentes tan constantemente en la búsqueda del oro celestial como en la del oro que perece!
Cuando Vd. escudriñe las Escrituras con el ferviente deseo de aprender la verdad, Dios impartirá su Espíritu a su corazón e impresionará su mente con la luz de su Palabra. La Biblia es su propio intérprete, pues un pasaje explica el otro. Comparando los textos que se refieren a los mismos temas, verá Vd. una belleza y una armonía que nunca soñó. No hay otro libro cuya lectura fortalezca, amplíe, eleve y ennoblezca la mente como la lectura de este Libro de los libros. Su estudio imparte nuevo vigor a la mente, que es puesta así en contacto con temas que requieren reflexión fervorosa y es impulsada a orar a Dios para poder comprender las verdades reveladas. Si se deja que la mente trate temas comunes en vez de problemas difíciles y profundos, se estrechará hasta el nivel de los asuntos que contemple y perderá finalmente su poder de expansión.
Desagradan a Dios aquellos que negligente o indolentemente dejan de convertirse en obreros eficientes y bien informados. El cristiano debe poseer más inteligencia y discernimiento más agudo que el mundano. El estudio de la Palabra de Dios amplía continuamente el espíritu y fortalece el intelecto. No hay nada que refine y eleve tanto el carácter, y dé tanto vigor a toda facultad, como el ejercicio continuo de la mente para captar y comprender las verdades de peso e importancia.
La mente humana se atrofia y debilita cuando trata solamente con asuntos comunes, sin elevarse nunca por encima del nivel de las cosas temporales y de los sentidos, para asir los misterios de lo invisible. El entendimiento se rebaja gradualmente al nivel de los temas con que se familiariza constantemente. La mente contraerá sus facultades y perderá su capacidad si no se ejercita para adquirir conocimiento adicional, y no se esfuerza por comprender las revelaciones del poder divino en la naturaleza y en la Palabra sagrada.