Satanás emplea a hombres y mujeres como agentes para inducir al pecado y hacerlo atractivo. A estos agentes los educa fielmente para disfrazar el pecado a fin de poder destruir con más éxito a las almas y despojar a Cristo de su gloria. Satanás es el gran enemigo de Dios y del hombre. Se transforma por sus agentes en ángel de luz. En las Escrituras es llamado destructor, acusador de los hermanos, engañador, mentiroso, atormentador y homicida. Satanás tiene muchos servidores, pero tiene más éxito cuando puede emplear a los que profesan ser cristianos para realizar su obra satánica. Y cuanto mayor sea la influencia, más elevada la posición que ocupen, y mayor conocimiento profesen de Dios y de su servicio, tanto mayor será el éxito con que podrá emplearlos. Quienquiera que induzca a otro al pecado es su agente. ...
A medida que nos acercamos al fin de la historia de esta tierra, nos vienen rodeando los peligros. De nada nos valdrá una simple profesión de piedad. Debe haber una relación viva con Dios, para que tengamos visión espiritual para discernir la maldad que, en forma artera y secreta, se está deslizando entre nosotros por medio de los que profesan nuestra fe.
Los mayores pecados son introducidos por aquellos que profesan estar santificados y aseveran que no pueden pecar. Sin embargo, muchos miembros de esta clase están pecando diariamente, y son corruptos en su corazón y en su vida. Los tales están llenos de suficiencia y de justicia propia, y establecen su propia norma de justicia y de ningún modo alcanzan a satisfacer la norma bíblica. A pesar de sus elevadas pretensiones, son extraños al pacto de la promesa. En su gran misericordia Dios soporta su perversidad y no son derribados como árboles que ocupan inútilmente el terreno, y todavía existe la posibilidad de que sean perdonados. Pero abusan continuamente de la tolerancia y misericordia de Dios. ...
El que admite la verdad mientras sigue en la injusticia, que declara creerla, y sin embargo la hiere cada día por su vida inconsecuente, se entrega al servicio de Satanás, y lleva almas a la ruina. Esta clase de personas tiene comunicación con los ángeles caídos, y recibe ayuda de ellos para obtener el dominio de las mentes.
Cuando el poder hechicero de Satanás domina a una persona, Dios queda olvidado y ensalzado el ser humano lleno de propósitos corruptos. Estas almas engañadas practican como virtud una licencia secreta. Es ésta una especie de hechicería. Bien puede hacerse la pregunta que hizo el apóstol a los Gálatas: "¿Quién os fascinó, para no obedecer a la verdad, ante cuyos ojos Jesucristo fué ya descrito como crucificado entre vosotros?" Gálatas 3:1. Siempre hay un poder hechicero en las herejías y en la licencia. La mente está tan seducida que no puede razonar inteligentemente, y una ilusión la desvía continuamente de la pureza. La visión espiritual se empaña; y personas de moralidad hasta entonces intachable se confunden bajo los sofismas engañadores de aquellos agentes de Satanás que profesan ser mensajeros de luz. Este engaño es lo que da poder a estos agentes.
Si ellos se presentasen audazmente e hiciesen abiertamente sus proposiciones, serían rechazados sin un momento de vacilación; pero obran primero de tal manera que inspiran simpatía y confianza como si fuesen santos y abnegados hombres de Dios. Como sus mensajeros especiales, empiezan entonces su artera obra de apartar las almas de la senda de la rectitud, y procuran anular la ley de Dios.
Cuando los ministros se aprovechan así de la confianza que la gente deposita en ellos y llevan las almas a la ruina, se hacen tanto más culpables que el pecador común cuanto más elevada es su profesión. En el día de Dios, cuando se abra el gran libro mayor del cielo, se verá que contiene los nombres de muchos ministros que pretendieron tener pureza en su corazón y en su vida y profesaron que se les había confiado el Evangelio de Cristo, pero se aprovecharon de su situación para seducir las almas y hacerles transgredir la ley de Dios.
"Malicias espirituales en los aires"
Cuando los hombres y las mujeres caen bajo el poder corruptor de Satanás, es casi imposible recobrarlos de la horrible trampa, de manera que vuelvan a tener nuevamente pensamientos puros y conceptos claros de lo que Dios requiere. El pecado, para sus mentes seducidas, ha sido santificado por el ministro, y nunca vuelven a considerarlo con la repugnancia con que Dios lo mira. Una vez que se ha rebajado la norma moral en la mente de los hombres, su juicio se pervierte, y miran al pecado como justicia, y a la justicia como pecado. Al asociarse con aquellos cuyas inclinaciones y hábitos no son elevados ni puros, se vuelvan como ellos. Adoptan casi inconscientemente sus gustos y principios.
Si se elige la sociedad de un hombre de mente impura y hábitos licenciosos en preferencia a la de los virtuosos y puros, ello es indicio seguro de que armonizan los gustos y las inclinaciones, de que se ha llegado a un bajo nivel de moralidad. Estas almas engañadas e infatuadas llaman a este nivel alta y santa afinidad del espíritu, armonía espiritual. Pero el apóstol lo llama "malicias espirituales en los aires" (Efesios 6:12), contra las cuales debemos guerrear vigorosamente.
Cuando el engañador comienza su obra de seducción, encuentra con frecuencia disparidad de gustos y hábitos; pero haciendo grandes alardes de piedad, conquista la confianza, y cuando lo ha hecho, su astuto poder engañoso se ejerce a su manera para realizar sus planes. Al asociarse con estos elementos peligrosos, las mujeres se acostumbran a respirar esa atmósfera de impureza, y casi insensiblemente se compenetran del mismo espíritu. Pierden su identidad y se transforman en la sombra de su seductor.
Hombres que profesan tener nueva luz, que aseveran ser reformadores, ejercerán gran influencia sobre cierta clase de personas que reconocen las herejías de la época actual, y no están satisfechas con la condición espiritual que existe en las iglesias. Con corazón veraz y sincero, desean ver un cambio hacia lo mejor, elevarse a una norma superior. Si los fieles siervos de Cristo les presentasen la verdad en su forma pura y sin adulteración, estas personas la aceptarían y se purificarían obedeciéndola. Pero Satanás, que vela siempre, sigue el rastro de estas almas investigadoras. Se les presenta alguien que hace una alta profesión de fe, como Satanás cuando fué a Cristo disfrazado de ángel de luz, y las atrae aún más lejos de la senda recta.
Es incalculable la desgracia y la degradación que siguen en la estela de la licencia. El mundo está contaminado por sus habitantes. Casi han colmado la medida de su iniquidad; pero lo que atraerá la retribución más grave es la práctica de la iniquidad bajo el manto de la piedad. El Redentor del mundo no despreció nunca el verdadero arrepentimiento, por grande que fuera la culpa; pero lanzó ardientes denuncias contra los fariseos y los hipócritas. Hay más esperanza para el que peca abiertamente que para esta clase de personas. ...
"Velad y orad"
En esta época de corrupción, cuando nuestro adversario el diablo ronda como león rugiente buscando a quien devore, veo la necesidad de elevar mi voz en amonestación. "Velad y orad, para que no entréis en tentación." Mateo 26:41. Son muchos los que poseen talentos brillantes y que los dedican impíamente al servicio de Satanás.
¿Qué advertencia puedo dar a un pueblo que profesa haber salido del mundo, y haber dejado las obras de las tinieblas? ¿A un pueblo a quien Dios ha hecho depositario de su ley, pero que como la higuera frondosa ostenta sus ramas aparentemente florecientes a la misma faz del Altísimo y, sin embargo, no lleva frutos para gloria de Dios? Muchos de ellos albergan pensamientos impuros, imaginaciones profanas, deseos no santificados y bajas pasiones. Dios aborrece el fruto que lleva un árbol tal. Los ángeles, puros y santos, miran la conducta de los tales con aborrecimiento, mientras Satanás se regocija. ¡Ojalá que los hombres y mujeres considerasen lo único que pueden ganar al transgredir la ley de Dios! En cualquier circunstancia, la transgresión deshonra a Dios y resulta en una maldición para el hombre. Debemos considerarla así, por hermoso que sea su disfraz y cualquiera que sea la persona que la cometa.
Como embajadora de Cristo, os suplico a vosotros que profesáis la verdad presente, para que rechacéis cualquier avance de la impureza, y abandonéis la sociedad de aquellos que emiten una sugestión impura. Repudiad estos pecados contaminadores con el más intenso odio. Apartaos de aquellos que, aun en la conversación, permiten que su mente siga esta tendencia; "porque de la abundancia del corazón habla la boca." Mateo 12:34.
Como el número de los que practican estos pecados contaminadores aumenta constantemente en el mundo, y ellos quisieran introducirse en nuestras iglesias, os amonesto a que no les déis cabida. Apartaos del seductor. Aunque profese seguir a Cristo, es Satanás en forma humana; ha tomado prestada la librea del cielo para servir mejor a su señor. No debierais ni por un momento dar cabida a una sugestión impura y disfrazada; porque aun esto manchará el alma, como el agua impura contamina el conducto por el cual pasa.
"La muerte antes que el deshonor"
Prefiramos la pobreza, el oprobio, la separación de nuestros amigos o cualquier sufrimiento, antes que contaminar el alma con el pecado. La muerte antes que el deshonor o la transgresión de la ley de Dios, debiera ser el lema de todo cristiano. Como pueblo que profesa ser constituído por reformadores que atesoran las más solemnes y purificadoras verdades de la Palabra de Dios, debemos elevar la norma mucho más alto de lo que está puesta actualmente. El pecado y los pecadores que hay en la iglesia deben ser eliminados prestamente, a fin de que no contaminen a otros. La verdad y la pureza requieren que hagamos una obra más cabal para limpiar de Acanes el campamento. No toleren el pecado en un hermano los que tienen cargos de responsabilidad. Muéstrenle que debe dejar sus pecados o ser separado de la iglesia.
Cuando los miembros individuales de la iglesia obren como verdaderos seguidores del manso y humilde Salvador, entonces será menos común encubrir y excusar el pecado. Todos se esforzarán por obrar como en la presencia de Dios. Comprenderán que su ojo que todo lo ve, está siempre sobre ellos, y que él discierne el pensamiento más secreto. El carácter, los motivos, los deseos y propósitos, son tan claros como la luz del sol para los ojos del Omnipotente. Pero pocos tienen esto presente. La inmensa mayoría no comprende cuán terrible cuenta tendrán que dar en el tribunal de Dios todos los transgresores de su ley.
¿Podéis conformaros con un nivel bajo vosotros los que habéis profesado recibir tan grande luz? ¡Oh, cuán ferviente y constantemente debemos procurar la presencia divina, y comprender las solemnes verdades de que el fin de todas las cosas se acerca y de que el Juez de toda la tierra está a la puerta! ¿Cómo podéis despreciar sus justos y santos requerimientos? ¿Cómo podéis transgredir ante la misma faz de Jehová? ¿Cómo podéis albergar pensamientos profanos y bajas pasiones en plena vista de los ángeles puros y del Redentor que se dió a sí mismo por vosotros para redimiros de toda iniquidad y purificaros como pueblo peculiar, celoso de buenas obras? Mientras contempléis este asunto a la luz que resplandece de la cruz de Cristo, ¿no os parecerá el pecado demasiado mezquino y peligroso para participar en él cuando estáis en los mismos umbrales del mundo eterno?
Me dirijo a nuestros hermanos. Si os acercáis a Jesús, y tratáis de adornar vuestra profesión con una vida bien ordenada y una conversación piadosa, vuestros pies serán guardados de extraviarse en sendas prohibidas. Si tan sólo queréis velar, velar continuamente en oración, y tan sólo hacéis todo como si estuvieseis en la presencia inmediata de Dios, seréis salvados de caer en la tentación, y podréis esperar llevar hasta el fin una vida pura sin mancha ni contaminación. Si mantenéis firme hasta el fin el principio de vuestra confianza, vuestros caminos serán afirmados en Dios, y lo que la gracia empezó, lo coronará la gloria en el reino de nuestro Dios. Los frutos del Espíritu son amor, gozo, paz, longanimidad, benignidad, bondad, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley. Si Cristo está en nosotros crucificaremos la carne con sus afectos y concupiscencias.