Joyas de los Testimonios, Tomo 2

Capítulo 51

Los congresos

Es importante que los miembros de nuestras iglesias asistan a nuestros congresos. Los enemigos de la verdad son muchos; y debido a que somos pocos, debemos presentar un frente tan sólido como sea posible. Necesitamos individualmente los beneficios del congreso, y Dios nos invita a formar en las filas de la verdad.

Algunos dirán: "Cuesta mucho viajar, y sería mejor que ahorrásemos el dinero y lo diésemos para el progreso de la obra donde tanto se necesita." No razonéis así; Dios os invita a ocupar vuestro lugar entre las filas de su pueblo. Fortaleced la reunión en todo lo que podáis estando presentes con vuestras familias. Haced un esfuerzo especial para asistir a la congregación del pueblo de Dios.

Hermanos y hermanas, es mucho mejor que dejéis sufrir en algo vuestros negocios antes que descuidar la oportunidad de oír el mensaje que Dios tiene para vosotros. No presentéis excusa que os impida adquirir toda ventaja espiritual posible. Necesitáis todo rayo de luz. Necesitáis prepararos para dar una razón de la esperanza que hay en vosotros, con mansedumbre y temor. No podéis perder tal privilegio.

Antiguamente el Señor ordenó a su pueblo que se reuniese tres veces al año para rendirle culto. Los hijos de Israel acudían a estas santas convocaciones, trayendo a la casa de Dios sus diezmos, así como las ofrendas por el pecado y las de gratitud. Se reunían para relatar las misericordias de Dios, para conocer sus obras admirables, tributarle agradecimiento y alabar su nombre. Debían participar en el servicio de sacrificios que señalaba a Cristo como Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Así habían de preservarse del poder corruptor de la mundanalidad y la idolatría. La fe, el amor y la gratitud debían mantenerse vivos en su corazón, y al congregarse en ese servicio sagrado se vinculaban más estrechamente con Dios y unos con otros.

En los días de Cristo vastas muchedumbres provenientes de todos los países asistían a estas fiestas, y si las hubiesen observado como Dios quería, con espíritu de verdadero culto, la luz de la verdad podría haber sido dada por su intermedio a todas las naciones del mundo.

Los que residían lejos del tabernáculo debían ocupar más de un mes cada año para asistir a estas santas convocaciones. El Señor vió que estas reuniones eran necesarias para la vida espiritual de su pueblo. Las necesitaban para ser apartados de los cuidados mundanales, para comulgar con Dios y contemplar las realidades invisibles.

Si los hijos de Israel necesitaban el beneficio de estas santas convocaciones en su tiempo, ¡cuánto más lo necesitamos nosotros en estos últimos días de peligro y conflicto! Y si los habitantes del mundo necesitaban entonces la luz que Dios había confiado a su iglesia, ¡cuánto más la necesitan ahora!

Este es el momento en que cada uno debe subir en auxilio de Jehová contra los poderosos. Las fuerzas del enemigo se están vigorizando, y se calumnia a nuestro pueblo. Deseamos que la gente llegue a conocer nuestras doctrinas y nuestra obra. Queremos que sepan lo que somos y lo que creemos. Debemos penetrar en su corazón. Ocupe el ejército de Jehová el terreno para representar la obra y causa de Dios. No presentemos excusas. El Señor nos necesita. El no hace su obra sin la cooperación del agente humano. Id al congreso aun cuando ello os cueste un sacrificio. Id con la voluntad de trabajar. Y haced todo esfuerzo posible por inducir a vuestros amigos a ir, no en vuestro lugar, sino con vosotros, para estar de parte del Señor y obedecer sus mandamientos. Ayudad a aquellos que tienen interés en asistir, proveyéndoles, si es necesario, alimento y alojamiento. Os acompañarán los ángeles enviados para ministrar a los que han de heredar la salvación. Dios hará grandes cosas por su pueblo. Bendecirá todo esfuerzo hecho para honrar su causa y hacer progresar su obra.

La preparación del corazón

En estas reuniones debemos recordar siempre que hay dos fuerzas que obran. Se está riñendo una batalla que los ojos humanos no ven. El ejército del Señor está en el terreno procurando salvar almas. Satanás y su hueste están también obrando, procurando de toda manera posible engañar y destruir. El Señor nos ordena: "Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las acechanzas del diablo. Porque no tenemos lucha contra sangre y carne; sino contra principados, contra potestades, contra señores del mundo, gobernadores de estas tinieblas, contra malicias espirituales en los aires." Efesios 6:11, 12. Día tras día sigue la batalla. Si pudiesen abrirse nuestros ojos para ver obrar a los agentes buenos y malos, no habría trivialidades, ni vanidad ni bromas. Si cada uno quisiera revestirse de toda la armadura de Dios y pelear virilmente las batallas del Señor, se ganarían victorias que harían temblar el reino de las tinieblas.

Ninguno de nosotros debe ir al congreso dependiendo de los ministros o los obreros bíblicos para que la reunión resulte bendecida. Dios no quiere que su pueblo se apoye por completo en los pastores. No quiere que se debilite dependiendo de la ayuda de los seres humanos. No deben los creyentes apoyarse como niños impotentes sobre alguien como si fuese un puntal. Como mayordomo de la gracia de Dios, cada miembro de la iglesia debe sentir la responsabilidad personal de tener vida y raíz en sí mismo. Cada uno debe sentir que, en cierta medida, depende de él el éxito de la reunión. No digáis: "No soy responsable. No tendré nada que hacer en esta reunión." Si éstos son vuestros sentimientos, dais a Satanás oportunidad de trabajar por vuestro intermedio. El llenará vuestra mente de pensamientos, y os dará algo que hacer en sus filas. En vez de reunir con Cristo, estaréis dispersando.

El éxito de la reunión depende de la presencia y el poder del Espíritu Santo. Todo aquel que ama la causa de la verdad debiera orar por el derramamiento del Espíritu. Y en cuanto esté en nuestro poder, debemos suprimir todo lo que impida que obre. El Espíritu no podrá nunca ser derramado mientras los miembros de la iglesia alberguen divergencias y amarguras los unos hacia los otros. La envidia, los celos, las malas sospechas y las maledicencias son de Satanás, y cierran eficazmente el camino para que el Espíritu Santo no obre. No hay en este mundo nada que sea tan caro para Dios como su iglesia. No hay nada que él custodie con cuidado más celoso. No hay nada que ofenda tanto a Dios como un acto que perjudique la influencia de aquellos que le sirven. El llamará a cuenta a todos aquellos que ayuden a Satanás en su obra de criticar y desalentar.

Los que están destituídos de simpatía, ternura y amor, no pueden hacer la obra de Cristo. Antes que pueda cumplirse la profecía de que el débil será "como David," y la casa de David "como el ángel de Jehová" (Zacarías 12:8), los hijos de Dios deben poner a un lado todo pensamiento de sospecha con respecto a sus hermanos. Los corazones deben latir al unísono. Deben manifestarse mucho más abundantemente la benevolencia cristiana y el amor fraternal. Repercuten en mis oídos las palabras: "Uníos, uníos." La verdad solemne y sagrada para este tiempo debe unificar al pueblo de Dios. Debe morir el deseo de preeminencia. Un tema de emulación debe absorber todos los demás: "¿Quién se asemejará más a Cristo en su carácter? ¿Quién se esconderá más completamente en Jesús?"

"En esto es glorificado mi Padre--dice Cristo--en que llevéis mucho fruto." Juan 15:8. Si hubo alguna vez un lugar en que los creyentes deben llevar mucho fruto, es en nuestros congresos. En estas reuniones nuestros actos, nuestras palabras, nuestro espíritu, quedan anotados, y nuestra influencia es tan abarcante como la eternidad.

La transformación del carácter ha de atestiguar al mundo que el amor de Cristo mora en nosotros. El Señor espera que su pueblo demuestre que el poder redentor de la gracia puede obrar en el carácter deficiente, y hacerlo desarrollarse simétricamente para que lleve abundante fruto.

Pero a fin de que cumplamos el propósito de Dios, debe hacerse una obra preparatoria. El Señor nos ordena que despojemos nuestro corazón del egoísmo, que es la raíz del enajenamiento. El anhela derramar sobre nosotros su Espíritu Santo en abundante medida, y nos ordena que limpiemos el camino por el renunciamiento. Cuando entreguemos el yo a Dios, nuestros ojos serán abiertos para ver las piedras de tropiezo que nuestra falta de cristianismo ha colocado en el camino ajeno. Dios nos ordena que las eliminemos todas. Dice: "Confesaos vuestras faltas unos a otros, y rogad los unos por los otros, para que seáis sanos." Santiago 5:16. Entonces podemos tener la seguridad que tuvo David, cuando después de haber confesado su pecado oró: "Vuélveme el gozo de tu salud; y el espíritu libre me sustente. Enseñaré a los prevaricadores tus caminos; y los pecadores se convertirán a ti." Salmos 51:12, 13.

Cuando la gracia de Dios reine en el interior, el alma quedará rodeada de una atmósfera de fe y valor, y de un amor como el de Cristo, una atmósfera que vigorizará la vida espiritual de todos los que la inhalen. Entonces podremos ir al congreso, no sólo para recibir, sino para impartir. Todo aquel que participe del amor perdonador de Cristo, todo aquel que haya sido iluminado por el Espíritu de Dios y convertido a la verdad, sentirá que, en virtud de estas bendiciones preciosas, tiene una deuda para con toda alma con la cual llegue a tratar. El Señor utilizará a los que son de corazón humilde para alcanzar las almas a quienes no pueden alcanzar los ministros ordenados. Serán inducidos a pronunciar palabras que revelarán la gracia salvadora de Cristo.

Y al beneficiar a otros, serán ellos mismos beneficiados. Dios nos da oportunidad de impartir gracia, a fin de que pueda él volvernos a llenar con un aumento de su gracia. La esperanza y la fe se fortalecerán a medida que el agente de Dios obre con los talentos y las facilidades con que Dios lo ha provisto. Obrará con él un instrumento divino. ...

La obra de los ministros

Los presidentes de las asociaciones y los ministros deben dedicarse a los intereses espirituales de los hermanos, y debe por lo tanto, excusárselos de los trabajos mecánicos que acompañan los congresos. Los ministros debieran estar listos para actuar como maestros cuando la ocasión lo requiere; pero no deben agotarse. Deben sentirse refrigerados, estar en disposición animosa; porque es esencial para el bienestar de la congregación. Deben poder hablar palabras de aliento y valor, y dejar caer en el terreno de los corazones sinceros semillas de verdad espiritual que brotarán y darán precioso fruto.

Los ministros deben enseñar a la gente a acudir al Señor y llevar a otros a él. Deben adoptarse métodos, ejecutarse planes, por los cuales se enarbolará el estandarte y se enseñará cómo purificarse de la iniquidad y elevarse por la adhesión a los principios puros y santos.

Debe proveerse tiempo para el escudriñamiento del corazón y la cultura del alma. Cuando la mente se dedica a asuntos de negocios, habrá necesariamente falta de poder espiritual. La piedad personal, la verdadera fe y la santidad del corazón deben tenerse presentes, para que los hermanos comprendan su importancia.

Debe manifestarse el poder de Dios en nuestros congresos, o no podremos prevalecer contra el enemigo de las almas. Cristo dice: "Sin mí, nada podéis hacer." Juan 15:5.

A los que se reúnen en los congresos debe inculcárseles el hecho de que el propósito de las reuniones es obtener una experiencia cristiana superior, progresar en el conocimiento de Dios, fortalecerse con vigor espiritual; y a menos que comprendamos esto, las reuniones serán infructuosas para nosotros.

Ninguna influencia puede ser tan perjudicial para un congreso o cualquier otra reunión de culto religioso, como las muchas visitas y la conversación negligente. Con frecuencia, hombres y mujeres se reúnen en grupos y entablan conversación sobre asuntos comunes que no se relacionan con la reunión. Algunos han traído sus fincas consigo, otros han traído sus casas, y hacen sus planes para edificar. Algunos disecan el carácter de otros, y no tienen tiempo ni disposición para escudriñar su propio corazón, descubrir los defectos de su propio carácter, para que puedan corregir sus faltas y alcanzar la santidad en el temor de Dios.

Si todos los que profesan seguir a Cristo aprovechasen el tiempo mientras están libres de reuniones para conversar de la verdad, espaciarse en la experiencia cristiana, escudriñar su propio corazón y en ferviente oración a Dios suplicar su bendición, se realizaría una obra mucho mayor de la que se ha visto hasta aquí. Los incrédulos que acusan falsamente a los que creen la verdad, quedarían convencidos por causa de su "buena conversación en Cristo." 1 Pedro 3:16. Nuestras palabras y acciones son el fruto que llevamos; "por sus frutos los conoceréis." Mateo 7:16.

El objeto de un congreso consiste en inducir a todos a separarse de los cuidados y cargas de sus negocios, y dedicar algunos días exclusivamente a buscar al Señor. Debemos dedicar el tiempo a examinarnos a nosotros mismos, escudriñar detenidamente nuestro corazón, confesar penitentemente nuestros pecados, y renovar nuestros votos al Altísimo. Si algunos acuden a estas reuniones con motivos menos dignos, esperamos que el carácter del congreso será tal que inculque en sus mentes los debidos objetivos.

La fe de la mayoría de los cristianos vacilará si descuidan constantemente el plan de reunirse para conferir unos con otros y orar. Si les fuese imposible gozar de estos privilegios religiosos, entonces Dios les mandaría luz directamente del cielo por sus ángeles, para animar, alentar y bendecir a su pueblo disperso. Pero no se propone realizar un milagro para sostener la fe de sus santos. Requiere de ellos que amen bastante la verdad para tomarse algunas pequeñas molestias a fin de conseguir los privilegios y las bendiciones que Dios les garantiza. Lo menos que pueden hacer es dedicar algunos días del año a un esfuerzo unido para hacer progresar la causa de Cristo e intercambiar sus consejos amistosos y su simpatía.