Joyas de los Testimonios, Tomo 3

Capítulo 6

La iglesia y el ministerio

Es harto tiempo que los miembros de nuestras iglesias hagan esfuerzos decididos para sostener a los hombres que están proclamando al mundo el último mensaje de misericordia. Que los miembros de las iglesias, por una manifestación de la religión práctica, den peso al mensaje de amonestación que están dando al mundo los mensajeros de Dios. Las personas inteligentes se alarman ante las perspectivas del mundo. Si los que tienen conocimiento de la verdad deciden practicar los principios bíblicos y demostrar que han sido santificados por la verdad, que son verdaderos discípulos del manso y humilde Salvador, ejercerán una influencia que ganará almas para Cristo.

Cualquier cosa que sea menos que un servicio activo y ferviente por el Maestro desmiente nuestra profesión de fe. Únicamente un cristianismo revelado por una labor ferviente y práctica impresionará a los que están muertos en sus delitos y pecados. Los cristianos humildes que creen y oran, los que por sus acciones demuestran que su mayor deseo es dar a conocer la verdad salvadora que ha de probar a toda la gente, cosecharán una rica mies de almas para el Maestro.

Animación en la obra de ganar almas

Necesitamos romper la monotonía de nuestra labor religiosa. Estamos haciendo una obra en el mundo, pero no manifestamos suficiente actividad y celo. Si fuésemos más fervorosos, los hombres se convencerían de la verdad de nuestro mensaje. La manera inocua y monótona en que servimos a Dios rechaza a muchas almas de una clase superior, que necesitan ver un celo profundo, ferviente y santificado. La religión legal no responderá a las necesidades de esta época. Podemos cumplir todos los actos exteriores de servicio, y estar sin embargo tan destituídos de la influencia vivificadora del Espíritu Santo como estaban destituídas de rocío y lluvia las colinas de Gilboa. Todos necesitamos lluvia espiritual; y necesitamos también los brillantes rayos del Sol de justicia para enternecer y subyugar nuestro corazón. Debemos ser siempre tan firmes en los principios como una roca. Debemos enseñar los principios bíblicos y apoyarlos por una práctica santa.

Los que sirven a Dios deben manifestar animación y firmeza en la obra de salvar almas. Recordemos que hay quienes perecerán a menos que nosotros, como instrumentos de Dios, obremos con resolución inquebrantable. Debemos depender de continuo del trono de la gracia.

Es inexcusable que la fe de nuestras iglesias sea tan débil. "Tornaos a la fortaleza, oh presos de esperanza." Zacarías 9:12. En Cristo hay fuerza para nosotros. El es nuestro Abogado delante del Padre. Envía sus mensajeros a todas partes de su dominio para comunicar su voluntad a su pueblo. Anda en medio de sus iglesias. Desea santificar, elevar y ennoblecer a sus discípulos. La influencia de los que creen verdaderamente en él será un sabor de vida en el mundo. El tiene las estrellas en su diestra y es su propósito dejar que por intermedio de ellas su luz brille para el mundo. Desea preparar así a su pueblo para un servicio más sublime en la iglesia celestial. Nos ha confiado una gran obra. Hagámosla con exactitud y resolución. Demostremos por nuestra vida lo que la verdad ha hecho para nosotros.

"El cual anda en medio de los siete candeleros de oro." Apocalipsis 2:1. Este pasaje demuestra la relación que sostiene Cristo con las iglesias. Anda en medio de las iglesias por toda la longitud y la anchura de la tierra. Las observa con intenso interés para ver si están en una condición espiritual que les permita hacer progresar su reino. Cristo está presente en toda asamblea de la iglesia. Conoce a todos los que están relacionados con su servicio y a aquellos cuyo corazón puede llenar de aceite santo para que lo impartan a otros. Son muy preciosos para Cristo los que realizan fielmente su obra en nuestro mundo y, representando en palabra y obra el carácter de Dios, cumplen el propósito del Señor para con ellos. Cristo se deleita en ellos como un hombre se deleita en un jardín bien cuidado y en la fragancia de las flores que ha plantado.

Lo que pudo haber sido

Costó abnegación, sacrificio propio, energía indomable y mucha oración sacar adelante las diversas empresas misioneras hasta donde están. Existe el peligro de que algunos de los que entran ahora en el escenario de acción se conformen con ser deficientes y crean que ya no hay necesidad de tanta abnegación y diligencia ni de tanto trabajo arduo y desagradable como pusieron de manifiesto los iniciadores de este mensaje, porque los tiempos han cambiado y, en vista de que ahora hay más recursos en la causa de Dios, no es necesario colocarse en circunstancias tan penosas como las que muchos tuvieron que arrostrar en el desarrollo del mensaje.

Pero si se manifestase en el cumplimiento actual de la obra la misma diligencia y abnegación que se vió en sus comienzos, veríamos resultados cien veces mayores que los alcanzados ahora.

Para que la obra siga progresando en el alto nivel de acción en que se inició, no debe haber decaimiento de los recursos morales. Debe haber de continuo nuevos aportes de fuerza moral. Si los que entran ahora en el campo como obreros llegan a sentir que pueden cejar en sus esfuerzos, que ya no son esenciales la abnegación y la estricta economía, no sólo de los recursos sino también del tiempo, la obra retrocederá. Los obreros del momento actual deben tener el mismo grado de piedad, energía y perseverancia que tuvieron los dirigentes del comienzo.

La obra se ha extendido de tal manera que abarca ahora un extenso territorio y ha aumentado el número de los creyentes. Sin embargo, hay una gran deficiencia, porque podría haberse realizado una obra mayor si se hubiese manifestado el mismo espíritu misionero que en los primeros tiempos. Sin este espíritu, el obrero no hará sino mancillar y deshonrar la causa de Dios. La obra retrocede realmente en vez de progresar como Dios quisiera. Nuestro número actual y la extensión de nuestra obra no deben ser comparados con lo que eran al comienzo. Debemos considerar lo que pudo haberse hecho si cada obrero se hubiese consagrado a Dios en alma, cuerpo y espíritu, como debiera haberlo hecho.

Como nunca antes, debemos orar no sólo que sean enviados obreros al gran campo de la mies, sino pedir un claro concepto de la verdad, a fin de que cuando lleguen los mensajeros de la verdad podamos aceptar el mensaje y respetar al mensajero.

Los ministros y los negocios--Los ministros del Evangelio deben mantener su cargo libre de todas las cosas seculares o políticas, y emplear todo su tiempo y talentos en actividades de esfuerzo cristiano.

Si se ata a un ministro a un lugar y se lo hace sobreveedor de asuntos comerciales relacionados con la obra de la iglesia, ello no favorece su espiritualidad. Una decisión tal no está de acuerdo con el plan bíblico bosquejado en el capítulo 6 de los Hechos. Estudiad ese plan; porque está aprobado por Dios. Seguid la Palabra.

El que presenta la Palabra de vida no debe permitir que se le impongan demasiadas cargas. Debe tomar tiempo para estudiar la Palabra y examinarse a sí mismo. Si escudriña detenidamente su propio corazón y se entrega al Señor, sabrá comprender mejor las cosas ocultas de Dios.

Nuestros ministros deben aprender a dejar de lado los negocios y asuntos financieros. Vez tras vez se me ha indicado que estos últimos no constituyen la obra del ministerio. No se debe cargar a los ministros ni siquiera con los detalles comerciales de la obra en las ciudades, sino que deben estar listos para visitar los lugares donde se ha despertado interés en el mensaje, y especialmente asistir a nuestros congresos. Cuando se celebran estas reuniones, nuestros obreros no deben pensar que deben permanecer en las ciudades atendiendo negocios relacionados con diversos ramos de la obra realizada allí; ni tampoco deben abandonar apresuradamente los congresos para hacer esta clase de obra.

Los encargados de nuestras asociaciones deben hallar hombres de negocios que atiendan los detalles financieros de la obra en las ciudades. Si no se pueden hallar tales hombres, provéanse los medios para instruir a hombres que puedan llevar estas cargas.

En vez de elegir el trabajo que más nos agrade, y negarnos a hacer algo que nuestros hermanos piensan que debiéramos hacer, hemos de preguntar: "Señor, ¿qué quieres que haga?" En vez de tomar el camino que nos induce a seguir la inclinación natural, debemos orar: "Enséñame, oh Jehová, tu camino, y guíame por senda de rectitud." Salmos 27:11.