Joyas de los Testimonios, Tomo 3

Capítulo 13

La responsabilidad de los esposos

Estimado Hermano y estimada Hermana: Acabáis de uniros para toda la vida. Empieza vuestra educación en la vida marital. El primer año de la vida conyugal es un año de experiencia, en el cual marido y mujer aprenden a conocer sus diferentes rasgos de carácter, como en la escuela un niño aprende su lección. No permitáis, pues, que se escriban durante ese primer año de vuestro matrimonio, capítulos que mutilen vuestra felicidad futura.

Para comprender lo que es en verdad el matrimonio, se requiere toda una vida. Los que se casan ingresan en una escuela en la cual no acabarán nunca sus estudios.

Hermano mío, el tiempo, las fuerzas y la felicidad de su esposa están ahora ligados a los suyos. Su influencia sobre ella puede ser sabor de vida para vida o sabor de muerte para muerte. Cuide de no echarle a perder la vida.

Hermana mía, Vd. debe ahora tomar sus primeras lecciones prácticas acerca de sus responsabilidades como esposa. No deje de aprender fielmente estas lecciones día tras día. No abra la puerta al descontento o al mal humor. No busque una vida fácil y de ocio. Vele constantemente para no abandonarse al egoísmo.

En vuestra unión para toda la vida, vuestros afectos deben contribuir a vuestra felicidad mutua. Cada uno debe velar por la felicidad del otro. Tal es la voluntad de Dios para con vosotros. Mas aunque debéis confundiros hasta ser uno, ni el uno ni el otro debe perder su individualidad. Dios es quien posee vuestra individualidad; y a él debéis preguntar: ¿Qué es bueno?, ¿qué es malo? y ¿cómo puedo alcanzar mejor el blanco de mi existencia? "No sois vuestros. Porque comprados sois por precio: glorificad pues a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios." 1 Corintios 6:19, 20. Vuestro amor por lo que es humano debe ser secundario a vuestro amor a Dios. La abundancia de vuestro amor debe dirigirse hacia Aquel que dió su vida por vosotros. El alma que vive para Dios le tributa el mejor de sus afectos. ¿Se dirige la mayor parte de vuestro amor hacia Aquel que murió por vosotros? Si es así, vuestro amor recíproco será conforme al orden celestial.

Vuestro afecto podrá ser tan claro como el cristal, arrobador en su pureza, y sin embargo, podría ser superficial por no haber sido probado. Dad a Cristo, en todas las cosas, el lugar primero, el último y el mejor. Contempladle constantemente, y vuestro amor por él, en la medida en que sea probado, se hará cada día más profundo y más fuerte. Y a medida que crezca vuestro amor por él, vuestro amor mutuo aumentará también en fuerza y profundidad. "Nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma semejanza." 2 Corintios 3:18.

Tenéis ahora deberes que cumplir que no existían para vosotros antes de vuestro matrimonio. "Vestíos pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañas de misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de tolerancia." Examinad con cuidado las instrucciones siguientes: "Andad en amor, como también Cristo nos amó.... Las casadas estén sujetas a sus propios maridos, como al Señor. Porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia.... Así que, como la iglesia está sujeta a Cristo, así también las casadas lo estén a sus maridos en todo. Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella." Colosenses 3:12; Efesios 5:2, 22-25.

El secreto de la felicidad

El matrimonio, unión para toda la vida, es símbolo de la unión de Cristo con su iglesia. El espíritu que Cristo manifiesta hacia su iglesia es el mismo espíritu que debe reinar entre los esposos.

Ninguno de los dos debe tratar de dominar. El Señor ha presentado los principios que deben guiarnos. El esposo debe amar a su esposa como Cristo amó a la iglesia. La mujer debe respetar y amar a su marido. Ambos deben cultivar un espíritu de bondad, y estar bien resueltos a nunca perjudicarse ni causarse pena el uno al otro.

Hermanos míos, ambos tenéis una voluntad fuerte. Podéis hacer de ella una gran bendición o una gran maldición para vosotros y para aquellos con quienes tengáis relaciones. No tratéis de constreñiros el uno al otro. No podéis obrar así y conservar vuestro amor recíproco. Las manifestaciones de la propia voluntad destruyen la paz y la felicidad de la familia. No dejéis penetrar el desacuerdo en vuestra vida conyugal. De lo contrario seréis desdichados ambos. Sed amables en vuestras palabras y bondadosos en vuestras acciones; renunciad a vuestros deseos personales. Vigilad vuestras palabras, porque ellas ejercen una influencia considerable para bien o para mal. No dejéis traslucir irritación en la voz, mas poned en vuestra vida el dulce perfume de la semejanza de Cristo.

Antes de entrar en una unión tan íntima como el matrimonio, un hombre debiera saber dominarse a sí mismo y cómo obrar con los demás.

Cómo enseñar a los niños

En la educación de los hijos, hay ciertas circunstancias en las cuales la voluntad firme de la madre se halla en pugna con la voluntad irracional e indisciplinada del niño. En tales casos, la madre necesita mucha sabiduría. Al obrar de una manera poco prudente, al someter al niño por la fuerza, se le puede hacer un daño incalculable.

Una crisis tal debe evitarse tanto como se pueda, porque implica una lucha violenta tanto para la madre como para el niño. Pero cuando dicha crisis se produce, hay que inducir al niño a someter su voluntad a la voluntad más sabia de sus padres.

La madre debe dominarse perfectamente ella misma, y no hacer nada que despierte en su hijo, un espíritu de desafío. Nunca debe dar órdenes a gritos. Ganará mucho si conserva una voz dulce y amable. Debe obrar con su hijo de un modo que lo conduzca a Jesús. Ella debe acordarse de que Dios es su sostén, y el amor su fuerza. Si es una creyente prudente, no tratará de obligar a su hijo a someterse. Ella orará con fervor para que el enemigo no obtenga la victoria, y mientras ore, se dará cuenta de que su vida espiritual se renueva. Verá que la misma potencia que obra en ella obra también en su hijo. Este se volverá más amable y sumiso. Así ganará la victoria. La paciencia, la bondad, las sanas palabras de la madre cumplen esa obra. La paz sucede a la tormenta como el sol a la lluvia. Los ángeles que observaron la escena entonan gozosos cantos.

La abnegación

Estas crisis se producen también entre marido y mujer. A menos que ellos estén bajo la influencia del Espíritu de Dios, manifestarán en tales ocasiones el mismo espíritu impulsivo e irracional que se revela tan a menudo en los niños. Esa lucha entre dos voluntades será entonces parecida al choque del pedernal contra el pedernal.

Hermano mío, sea bueno, paciente, indulgente. Acuérdese de que su esposa le ha aceptado por marido no para que Vd. la domine sino para que le ayude. No sea nunca imperioso y arbitrario. No haga uso de su fuerte voluntad para obligar a su esposa a hacer lo que Vd. quiera. Acuérdese de que ella también tiene una voluntad y que tiene probablemente tantos deseos como Vd. de obrar según su criterio. Acuérdese también de que Vd. tiene la ventaja de una experiencia más amplia. Tenga para ella miramientos y cortesía. "La sabiduría que es de lo alto, primeramente es pura, después pacífica, modesta, benigna, llena de misericordia y de buenos frutos." Santiago 3:17.

Hay una victoria que ambos debéis obtener, cueste lo que cueste: la victoria sobre la terquedad. No la obtendréis sino mediante la ayuda de Cristo. Podréis luchar mucho tiempo para dominaros, pero no tendréis éxito si no recibís la fuerza de lo alto. Mediante la gracia de Cristo, podréis obtener la victoria sobre vosotros mismos y sobre vuestro egoísmo. Si vivís la vida de Cristo, si a cada paso consentís al sacrificio, si manifestáis constantemente una simpatía siempre mayor para con aquellos que necesitan ayuda, obtendréis victoria tras victoria. Día tras día, aprenderéis a dominaros y a fortalecer los puntos débiles de vuestros caracteres. El Señor Jesús será vuestra luz, vuestra fuerza, vuestra corona de gozo, porque habréis sometido vuestra voluntad a la suya.

Hombres y mujeres pueden alcanzar el ideal que Dios les propone si consienten en aceptar a Cristo como Ayudador suyo. Entregaos completamente al Señor. El pensamiento de que habéis de luchar para conseguir la vida eterna os fortalecerá y estimulará. Cristo puede daros fuerza para vencer. Mediante su ayuda, podréis destruir el egoísmo hasta en sus raíces más profundas.

Ilumínese la senda ajena

Cristo murió para que la vida del hombre quedase ligada con la suya en la unión de la divinidad y la humanidad. El vino a la tierra y llevó una existencia divino-humana para que la vida de los hombres y mujeres fuese tan armoniosa como Dios lo desea. El Salvador os pide que os neguéis a vosotros mismos y llevéis vuestra cruz. Entonces nada podrá impedir que se desarrolle vuestro ser entero y en vuestra vida diaria habrá una actividad sana y armoniosa.

Recordad, hermanos míos, que Dios es amor, y que por su gracia podéis llegar a haceros mutuamente felices, según lo prometisteis en ocasión de vuestro casamiento. Por la fuerza del Redentor, podéis trabajar con sabiduría y potencia para contribuir a la regeneración de alguna existencia desdichada. ¿Qué hay de imposible para Cristo? El es perfecto en sabiduría, justicia y amor. No os encerréis en vosotros mismos; ni os contentéis con cifrar todos vuestros afectos el uno en el otro. Aprovechad toda ocasión de trabajar por aquellos que os rodean y compartid con ellos vuestros afectos. Las palabras amables, las miradas de simpatía, las expresiones de aprecio serían para muchos de los que luchan a solas como un vaso de agua fresca para el sediento. Una palabra de estímulo, un acto de bondad contribuyen mucho a aliviar el fardo que pesa sobre los hombros cansados. La verdadera felicidad consiste en servir desinteresadamente a otros. Cada palabra, cada acción ejecutada en este espíritu queda anotada en los libros del cielo como habiendo sido dicha o hecha para Cristo. "De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos pequeñitos--declara él,--a mí lo hicisteis." Mateo 25:40.

Vivid en el resplandor del amor del Salvador. Entonces vuestra influencia beneficiará al mundo. Permitid al espíritu de Cristo que se apodere de vosotros. Esté siempre en vuestros labios la ley de la bondad. La indulgencia y el altruísmo caracterizan las palabras y las acciones de quienes nacieron de nuevo para vivir una vida nueva en Cristo Jesús.

"Ninguno de nosotros vive para sí." El carácter se manifestará. Las miradas, el tono de la voz, las acciones, todas estas cosas contribuyen con su influencia a hacer feliz o desafortunado el círculo doméstico. Modelan el temperamento y el carácter de los hijos; inspiran confianza y amor, o tienden a destruir estas virtudes. Todos mejoran o empeoran, son hechos felices o miserables por estas influencias. Debemos hacer conocer a nuestras familias la Palabra practicada en la vida. Debemos hacer todo lo posible para purificar, iluminar, consolar y alentar a nuestros familiares.

Son muchos en nuestro mundo los que perecen por falta del amor y la simpatía que se les debiera otorgar. Muchos hombres aman a sus esposas, pero son demasiado egoístas para manifestarlo. Sienten una dignidad y un orgullo falsos, y no quieren manifestar su amor en palabras o en acciones. Son muchos los hombres que nunca han sabido cuán hambriento de una tierna palabra de aprecio y de afecto estuvo el corazón de su esposa. Sepultan a sus amados y murmuran contra la providencia de Dios que los privó de su compañía, cuando, si pudieran examinar la vida íntima de los tales, verían que su propia conducta fué la causa de su muerte prematura. La religión de Cristo nos inducirá a ser bondadosos y corteses, y no tenaces en nuestras opiniones. Debemos morir al yo y estimar a los otros como mejores que nosotros mismos.