El poder y la eficiencia de nuestra obra dependen mayormente del carácter de las publicaciones que salgan de nuestras prensas. Por lo tanto debe ejercerse gran cuidado en la selección y la preparación del material que ha de ir al mundo. Se necesita la mayor precaución y discriminación. Deben dedicarse nuestras energías a la publicación de impresos de la calidad más pura y del carácter más elevado. Nuestros periódicos deben salir cargados de la verdad que tiene un interés vital y espiritual para la gente.
Dios ha puesto en nuestras manos un estandarte sobre el cual está escrito: "Aquí está la paciencia de los santos; aquí están los que guardan los mandamientos de Dios, y la fe de Jesús." Apocalipsis 14:12. Este es un mensaje distinto y separador, un mensaje que se dará en forma certera. Debe apartar a la gente de las cisternas resquebrajadas que no contienen agua y llevarla a la inagotable Fuente del agua de la vida.
El objeto de nuestras publicaciones
Nuestras publicaciones tienen que realizar una obra muy sagrada y presentar en forma clara, sencilla y llana la base espiritual de nuestra fe. Por doquiera la gente hace sus decisiones; todos están tomando posiciones, o bajo el estandarte de la verdad y la justicia, o bajo el estandarte de las potencias apóstatas que están contendiendo por la supremacía. En este tiempo se ha de dar al mundo el mensaje de Dios con tanto énfasis y poder que la gente se vea frente a frente con la verdad, y deba decidir con su mente y su corazón. Debe ser inducida a ver la superioridad de la verdad sobre los múltiples errores que procuran atraer la atención y suplantar, si fuese posible, la Palabra de Dios para este tiempo solemne.
El gran objeto de nuestras publicaciones es ensalzar a Dios, llamar la atención de los hombres a las verdades vivas de su Palabra. Dios nos invita a enarbolar, no nuestro propio estandarte, no el estandarte de este mundo, sino el de la verdad.
Únicamente si hacemos esto podrá acompañarnos su mano prosperadora. Consideremos el trato de Dios con sus hijos en lo pasado. Notemos cómo, mientras llevaban el estandarte de él, los exaltó delante de sus enemigos. Pero cuando, dominados por la exaltación propia, dejaron de obedecer y ensalzaron un poder y un principio que eran opuestos a Dios, les dejó acarrear sobre sí mismos desastre y derrota.
Consideremos el caso de Daniel. Cuando fué llamado a presentarse ante el rey Nabucodonosor, no vaciló en reconocer la fuente de su sabiduría. ¿Acaso este reconocimiento fiel de Dios menoscabó la influencia de Daniel en la corte del rey? De ninguna manera; fué el secreto de su poder; le aseguró el favor del príncipe de Babilonia. En el nombre de Dios, Daniel hizo conocer al rey los mensajes de instrucción, amonestación y reprensión que mandaba el cielo, y no fué rechazado. Lean los obreros de Dios hoy el testimonio firme y osado de Daniel, y sigan su ejemplo.
Nunca manifiesta el hombre mayor insensatez que cuando sacrifica la fidelidad y el honor que debe a Dios a fin de ser aceptado y reconocido en el mundo. Cuando nos colocamos donde Dios no puede cooperar con nosotros, nuestra fuerza se trueca en debilidad. Todo lo que se logra en cuanto a restaurar en el hombre la imagen de Dios, se debe a que Dios es la eficiencia del obrero. Únicamente su poder puede restaurar el cuerpo, vivificar la mente, o renovar el alma. En nuestra obra de las publicaciones, como en cualquier otro ramo de actividad o de la vida cristiana, se demostrará la verdad de las palabras de Cristo: "Sin mí nada podéis hacer." Juan 15:5.
Dios ha dado a los hombres principios inmortales, ante los cuales se inclinarán un día todas las potestades humanas. Nos invita a dar al mundo, por el precepto y el ejemplo, una demostración de estos principios. Para los que le honran por una fiel adhesión a su Palabra, el resultado será glorioso. Significa mucho ser fiel a principios que vivirán a través de las edades eternas.
Los obreros necesitan experiencia personal
Los redactores de nuestros periódicos, los maestros de nuestras escuelas, los presidentes de nuestras asociaciones, todos necesitan beber de los raudales puros del río del agua de la vida. Todos necesitan comprender más plenamente las palabras dirigidas por nuestro Señor a la mujer samaritana: "Si conocieses el don de Dios, y quién es el que te dice: Dame de beber: tú pedirías de él, y él te daría agua viva. ... Mas el que bebiere del agua que yo le daré, para siempre no tendrá sed: mas el agua que yo le daré, será en él una fuente de agua que salte para vida eterna." Juan 4:10, 14.
Es necesario distinguir la obra del Señor de los asuntos comunes de la vida. El dice: "Volveré mi mano sobre ti, y limpiaré hasta lo más puro tus escorias, y quitaré todo tu estaño: y restituiré tus jueces como al principio, y tus consejeros como de primero: entonces te llamarán Ciudad de justicia, Ciudad fiel. Sión con juicio será rescatada, y los convertidos de ella con justicia." Isaías 1:25-27. Estas palabras rebosan de importancia. Encierran una lección para todos los que ocupan un sillón de redactor.
Las palabras de Moisés poseen un significado profundo. "Los hijos de Aarón, Nadab y Abiú, tomaron cada uno su incensario, y pusieron fuego en ellos, sobre el cual pusieron perfume, y ofrecieron delante de Jehová fuego extraño, que él nunca les mandó. Y salió fuego de delante de Jehová que los quemó, y murieron delante de Jehová. Entonces dijo Moisés a Aarón: Esto es lo que habló Jehová, diciendo: En mis allegados me santificaré, y en presencia de todo el pueblo seré glorificado." Levítico 10:1-3. Este pasaje encierra una lección para todos los que tienen que ver con el material que sale de nuestras editoriales. Las cosas sagradas no se han de mezclar con las comunes. Los periódicos que tienen tan amplia circulación deben contener instrucción más preciosa que la que aparece en las publicaciones comunes. "¿Qué tiene que ver la paja con el trigo?" Jeremías 23:28. Necesitamos trigo puro, cabalmente aventado.
"Jehová me dijo de esta manera con mano fuerte, y enseñóme que no caminase por el camino de este pueblo, diciendo: No digáis, Conjuración, a todas las cosas a que este pueblo dice, Conjuración; ni temáis lo que temen, ni tengáis miedo. A Jehová de los ejércitos, a él santificad: sea él vuestro temor, y él sea vuestro miedo. ... Ata el testimonio, sella la ley entre mis discípulos. ... ¡A la ley y al testimonio! ¡Si no dijeren conforme a esto, es porque no les ha amanecido." Isaías 8:11-20.
Llamo la atención de todos nuestros obreros al capítulo 6 de Isaías. Lean lo que experimentó el profeta de Dios cuando vió al Señor "sentado sobre un trono alto y sublime, y sus faldas henchían el templo. ... Entonces dije: ¡Ay de mí! que soy muerto; que siendo hombre inmundo de labios, y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos. Y voló hacia mí uno de los serafines, teniendo en su mano un carbón encendido, tomado del altar con unas tenazas: y tocando con él sobre mi boca, dijo: He aquí que esto tocó tus labios, y es quitada tu culpa, y limpio tu pecado. Después oí la voz del Señor, que decía: ¿A quién enviaré, y quién nos irá? Entonces respondí yo: Heme aquí, envíame a mí." Isaías 6:1-8.
Tal es la experiencia que necesitan los que trabajan en todas nuestras instituciones. Existe el peligro de que no mantengan una relación vital con Dios, que no sean santificados por la verdad. Esto les haría perder el sentido del poder de la verdad y la capacidad de discernir entre lo sagrado y lo común.
Hermanos míos que ocupáis puestos de responsabilidad, ¡ojalá que el Señor no sólo unja vuestros ojos para que vean, sino que derrame en vuestro corazón el aceite santo que de las dos olivas fluye por conductos de oro al recipiente de oro que alimenta las lámparas del santuario! ¡Ojalá que él "os dé espíritu de sabiduría y de revelación para su conocimiento; alumbrando los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cuál sea la esperanza de su vocación, ... y cuál aquella supereminente grandeza de su poder para con nosotros los que creemos"! Efesios 1:17-19.
Como fieles padres de familia, dad alimento en sazón a los miembros de la casa de Dios. Presentad la verdad a la gente. Obrad como quienes están en plena vista del universo entero del cielo. No tenemos tiempo que perder, ni un momento. Pronto habrá que hacer frente a crisis importantes, y necesitaremos hallarnos ocultos en la hendidura de la roca, para poder ver a Jesús y ser vivificados por su Espíritu Santo.
El material que se ha de publicar
Dedíquense nuestros periódicos a la publicación de un material vivo y serio. Rebose cada artículo de pensamientos prácticos, elevadores y ennoblecedores, pensamientos que darán al lector ayuda, luz y fuerza. Debe honrarse como nunca antes la religión y la santidad en la familia. Si hubo un pueblo que necesitase andar ante Dios como Enoc, es el pueblo adventista del séptimo día ahora, que debe demostrar su sinceridad por sus palabras puras, limpias y llenas de simpatía, ternura y amor.
Hay momentos en que son necesarias las palabras de reprensión y de reproche. A los que han salido del camino recto se los debe despertar para que vean su peligro. Debe dárseles un mensaje que los saque del letargo que encadena sus sentidos. Debe producirse una renovación moral, o de lo contrario las almas perecerán en sus pecados. Déjese penetrar hasta el corazón el mensaje de verdad, como una espada aguda y de dos filos. Háganse llamamientos que despierten a los negligentes, y hagan volver a Dios a los espíritus extraviados en la insensatez.
Debe atraerse poderosamente la atención de la gente. Nuestro mensaje es sabor de vida para vida o de muerte para muerte. Están en la balanza los destinos de las almas. Hay multitudes en el valle de la decisión. Debe oírse una voz que clame: "Si Jehová es Dios, seguidle; y si Baal, id en pos de él." 1 Reyes 18:21.
Al mismo tiempo, en ninguna circunstancia deben publicarse cosas provenientes de un espíritu duro y denunciador. No haya en nuestros periódicos estocadas ni críticas amargas o sarcasmos mordaces. Satanás ha logrado casi expulsar del mundo la verdad de Dios, y se deleita cuando sus profesos defensores dan la impresión de no estar bajo la influencia de la verdad que subyuga y santifica el alma.
Los que escriben en nuestros periódicos deben espaciarse lo menos posible en las objeciones o los argumentos de los opositores. En toda nuestra obra debemos hacer frente a la mentira con la verdad. Expóngase la verdad por encima de todas las sugestiones personales, referencias o insultos. Negociemos únicamente con la moneda del cielo. Hagamos uso únicamente de aquello que lleva la imagen y la inscripción de Dios. Hagamos penetrar la verdad, nueva y convincente, para minar y suprimir el error.
Dios quiere que seamos siempre serenos y tolerantes. Cualquiera que sea la conducta seguida por los demás, hemos de representar a Cristo, obrando como obraría él en circunstancias similares. El poder de nuestro Salvador no estribaba en una enérgica andanada de palabras agudas. Fué su bondad, su espíritu abnegado y humilde lo que hizo de él un conquistador de corazones. El secreto de nuestro éxito estriba en revelar el mismo espíritu.
La unidad
Los que hablan a la gente en nuestros periódicos deben conservar la unidad entre sí. Nada debe encontrarse en nuestros periódicos que sepa a disensión. Satanás trata siempre de provocar disensión, porque sabe muy bien que por este medio puede contrarrestar muy eficazmente la obra de Dios. No debemos favorecer sus designios. La oración de Cristo en favor de sus discípulos fué: "Para que todos sean una cosa; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean en nosotros una cosa; para que el mundo crea que tú me enviaste." Juan 17:21. Todos los que trabajan verdaderamente para Dios obrarán en armonía con esta oración. En sus esfuerzos para hacer progresar la obra, todos manifestarán esta unidad de sentimientos y prácticas que revela que son testigos de Dios, que se aman unos a otros. Ante un mundo desgarrado por la discordia y la contienda, su amor y unidad atestiguarán que están relacionados con el cielo. Es la prueba convincente del carácter divino de su misión.
Casos e incidentes de la vida
Los directores de nuestros periódicos necesitan la cooperación de nuestros obreros del campo y de nuestros hermanos lejanos y cercanos. En nuestros periódicos deben hallarse comunicaciones de los obreros de todas partes del mundo: artículos que relaten casos e incidentes de la vida. No necesitamos novelas, pero en la vida diaria hay incidentes verídicos que si se relatan en artículos cortos y con palabras sencillas, resultarán más fascinantes que las novelas, al mismo tiempo que proporcionarán inestimable ayuda para la experiencia cristiana y la obra misionera práctica. Necesitamos oír la verdad, la verdad sólida, de parte de hombres, mujeres y jóvenes consagrados.
Vosotros que amáis a Dios y guardáis en vuestra memoria preciosos detalles de experiencia y las realidades vivas de la vida eterna, encended la llama del amor y de la luz en los corazones del pueblo de Dios. Ayudadles a resolver los problemas de la vida.
Los artículos que se dirigen a miles de lectores deben revelar que hay en sus autores pureza, elevación y santificación del cuerpo, el alma y el espíritu. La pluma debe usarse bajo el control del Espíritu Santo, como medio de sembrar semilla para la vida eterna. Dedíquese el espacio de nuestros periódicos a asuntos de valor real. Acumulad en ellos asuntos rebosantes de intereses eternos. Dios nos invita a subir al monte para conversar con él, y cuando por la fe contemplemos al Invisible nuestras palabras serán de veras un sabor de vida para vida.
El mensaje para este tiempo
Tengan todos más que enseñar, escribir y publicar acerca de las cosas que se han de cumplir ahora y que conciernen al bienestar eterno de las almas. Den alimento a su tiempo a ancianos y jóvenes, a santos y pecadores. Preséntese sin dilación todo lo que pueda decirse para despertar a la iglesia de su somnolencia. No se pierda tiempo en las cosas que no son esenciales y que no tienen relación con las necesidades actuales de la gente. Léanse los primeros tres versículos del Apocalipsis y véase qué obra se recomienda a los que aseveran creer en la Palabra de Dios:
"La revelación de Jesucristo, que Dios le dió, para manifestar a sus siervos las cosas que deben suceder presto; y la declaró, enviándola por su ángel a Juan su siervo, el cual ha dado testimonio de la palabra de Dios, y del testimonio de Jesucristo, y de todas las cosas que ha visto. Bienventurado el que lee, y los que oyen las palabras de esta profecía, y guardan las cosas en ella escritas: porque el tiempo está cerca."
Dedíquese más tiempo a la publicación y circulación de los libros que contienen la verdad presente. Llámese la atención a los libros que se espacian en la fe práctica y la piedad, así como a los que tratan de la palabra profética. Se ha de educar a la gente para que lea la segura palabra profética a la luz de los oráculos vivos. Necesita saber que se están cumpliendo las señales de los tiempos.
Dios solo es el que puede dar éxito tanto en la preparación como en la circulación de nuestras publicaciones. Si con fe sostenemos sus principios, él cooperará con nosotros al colocar los libros en las manos de aquellos a quienes beneficiarán. Debemos orar por el Espíritu Santo, confiar en él y creer en él. La oración humilde y ferviente hará más para promover la circulación de nuestros libros que todos los costosos adornos del mundo. Dios tiene ingentes y grandiosos recursos para uso del hombre, y de la manera más sencilla se desarrollará la obra de los agentes divinos. El Maestro divino dice: "Mi Espíritu solo es competente para enseñar y convencer de pecado. Las cosas externas hacen sólo una impresión temporal sobre la mente. Yo inculcaré la verdad en la conciencia, y los hombres serán mis testigos. Presentarán en todo el mundo mis requerimientos acerca del tiempo, el dinero y el intelecto del hombre. Todas estas cosas las compré en la cruz del Calvario. Usad los talentos que os he confiado para proclamar la verdad en su sencillez. Difundid el Evangelio por todas partes del mundo e invitad a las almas agobiadas a preguntar: '¿Qué debo hacer para ser salvo?'"
La cuestión de los precios bajos
Nuestros periódicos han sido ofrecidos por un tiempo limitado a prueba a un precio muy bajo; pero esto no ha logrado el objeto buscado: obtener muchos suscriptores permanentes. Estos esfuerzos se hacen a un costo considerable, a menudo con pérdida, y con los mejores motivos; pero si no se hubiese reducido el precio, se habrían obtenido más suscriptores permanentes.
Se han hecho planes para reducir los precios de nuestros libros, sin hacer el cambio correspondiente en el costo de producción. Esto es un error. El trabajo debe realizarse en forma que compense. No se reduzca el precio de los libros por ofrecimientos especiales, que pueden llamarse incentivos o cohechos. Dios no aprueba estos métodos.
Hay demanda de libros de precio bajo, y esta demanda debe ser satisfecha. Pero el plan correcto consiste en disminuir el costo de producción.
En los campos nuevos, entre los pueblos ignorantes o parcialmente civilizados, hay gran necesidad de libros pequeños, que presenten la verdad en lenguaje sencillo, y que sean abundantemente ilustrados. Estos libros deben venderse a bajo precio, y las ilustraciones deben ser, por supuesto, poco costosas.
Las traducciones
Debe hacerse un esfuerzo mucho mayor para extender la circulación de nuestras publicaciones en todas partes del mundo. La amonestación debe darse en todos los países y a todos los pueblos. Nuestros libros se han de traducir y publicar en muchos idiomas diferentes. Debemos multiplicar las publicaciones de nuestra fe en inglés, alemán, francés, dinamarqués, noruego, sueco, castellano, italiano, portugués, y muchos otros idiomas; y personas de todas las nacionalidades deben ser iluminadas y educadas, a fin de que puedan participar también en la obra.
Hagan nuestras casas editoriales todo lo que esté a su alcance para difundir en el mundo la luz del cielo. De toda manera posible, llamen la atención de la gente de toda nación y lengua a las cosas que dirigirán su espíritu hacia el Libro de los libros.
Debe ejercerse mucho cuidado al elegir a los miembros de una comisión de manuscritos. Los hombres que han de pronunciarse sobre los libros ofrecidos para la publicación, deben ser pocos y bien escogidos. Únicamente aquellos que tienen un conocimiento experimental de lo que es escribir, están capacitados para actuar en este cargo. Deben escogerse únicamente a aquellos cuyo corazón está bajo el control del Espíritu de Dios. Deben ser hombres de oración, hombres que no se ensalcen a sí mismos, sino que amen y teman a Dios y respeten a sus hermanos. Únicamente aquellos que, desconfiando de sí mismos, sean dirigidos por la sabiduría divina, resultan competentes para este cargo importante.