Es propósito de Dios que su pueblo sea un pueblo santificado, purificado y santo, que comunique luz a cuantos le rodean. Es su propósito que, al ejemplificar la verdad en su vida, le alabe en el mundo. La gracia de Cristo basta para realizar esto. Pero deben recordar los hijos de Dios que únicamente cuando ellos crean en los principios del Evangelio y obren de acuerdo con ellos, puede él hacer de ellos una alabanza en la tierra. Únicamente en la medida en que usen las capacidades que Dios les ha dado para servirle, disfrutarán de la plenitud y el poder de la promesa en la cual la iglesia ha sido llamada a confiar. Si los que profesan creer en Cristo como su Salvador alcanzan tan sólo la baja norma de la medición mundanal, la iglesia no dará la rica mies que Dios espera. "Hallada falta," será escrito en su registro.
La comisión que Cristo dió a sus discípulos precisamente antes de su ascensión es la magna carta misionera de su reino. Al darla a los discípulos el Salvador los hizo embajadores suyos y les dió sus credenciales. Si, más tarde, se les lanzaba un desafío y se les preguntaba con qué autoridad ellos, pescadores sin letras, salían como maestros y sanadores, podrían contestar: "Aquel a quien los judíos crucificaron, pero que resucitó de los muertos, nos designó para el ministerio de su Palabra, declarando: 'Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra.'"
Cristo dió esta comisión a sus discípulos como sus ministros principales, los arquitectos que habían de echar el fundamento de su iglesia. Les impuso a ellos, y a todos los que habrían de sucederles como sus ministros, el encargo de comunicar este Evangelio de generación en generación, de era en era.
Los discípulos no habían de aguardar que la gente acudiese a ellos. Ellos debían ir a la gente y buscar a los pecadores como el pastor busca a la oveja perdida. Cristo les presentó el mundo como su campo de labor. Debían ir "por todo el mundo" y, predicar "el evangelio a toda criatura." Marcos 16:15. Habían de predicar acerca del Salvador, acerca de su vida de amor abnegado, su muerte ignominiosa, su amor sin parangón e inmutable. Su nombre había de ser su consigna, su vínculo de unión. En su nombre habían de subyugar las fortalezas del pecado. La fe en su nombre había de señalarlos como cristianos.
El poder prometido
Al dar más indicaciones a los discípulos, Cristo dijo: "Mas recibiréis la virtud del Espíritu Santo que vendrá sobre vosotros; y me seréis testigos en Jerusalem, y en toda Judea, y Samaria, y hasta lo último de la tierra." "Mas vosotros asentad en la ciudad de Jerusalem, hasta que seáis investidos de potencia de lo alto." Hechos 1:8; Lucas 24:49.
En obediencia a la palabra de su Maestro, los discípulos se congregaron en Jerusalén para aguardar el cumplimiento de la promesa de Dios. Allí pasaron diez días, que dedicaron a escudriñar profundamente su corazón. Desecharon todas las divergencias y unánimes se acercaron unos a otros en compañerismo cristiano.
Al fin de los diez días, el Señor cumplió su promesa con un derramamiento maravilloso de su Espíritu. "Y de repente vino un estruendo del cielo como de un viento recio que corría, el cual hinchió toda la casa donde estaban sentados; y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, que se asentó sobre cada uno de ellos. Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, como el Espíritu les daba que hablasen." "Y fueron añadidas a ellos aquel día como tres mil personas." Hechos 2:2-4, 41.
"Y ellos, saliendo, predicaron en todas partes, obrando con ellos el Señor, y confirmando la palabra con las señales que se seguían." Marcos 16:20. No obstante la fiera oposición que los discípulos encontraron, en poco tiempo el Evangelio del reino fué proclamado en todas las partes habitadas de la tierra.
La comisión dada a los discípulos nos es dada a nosotros también. Hoy como entonces, el Salvador crucificado y resucitado debe ser exaltado delante de los que están sin Dios y sin esperanza en el mundo. El Señor llama a pastores, maestros y evangelistas. De puerta en puerta han de proclamar sus siervos el mensaje de la salvación. Las nuevas del perdón por Cristo han de ser comunicadas a toda nación, tribu, lengua y pueblo.
Una promesa inmutable
El mensaje ha de darse, no en forma tímida y sin vida, sino con expresión clara, decidida, conmovedora. Centenares están aguardando la amonestación a escapar por su vida. El mundo necesita ver en los cristianos la evidencia del poder del cristianismo. No sólo se necesita a los mensajeros de la misericordia en unos pocos lugares, sino en todas partes del mundo. De todo país proviene el clamor: "Pasa ... y ayúdanos." Ricos y pobres, humildes y encumbrados, están pidiendo luz. Hombres y mujeres tienen hambre de la verdad tal cual es en Jesús. Cuando oigan el Evangelio predicado con poder de lo alto, sabrán que el banquete está preparado para ellos, y responderán a la invitación: "Venid, que ya está todo aparejado." Lucas 14:17.
Las palabras: "Id por todo el mundo; predicad el evangelio a toda criatura" (Marcos 16:15), se dirigen a todos los que siguen a Cristo. Todos los que son ordenados a la vida de Cristo están ordenados para trabajar por la salvación de sus semejantes. Ha de manifestarse en ellos el mismo anhelo que él sintió en su alma por la salvación de los perdidos. No todos pueden desempeñar el mismo cargo, pero hay cabida y trabajo para todos. Todos aquellos a quienes han sido concedidas las bendiciones de Dios deben responder sirviendo realmente; y han de emplear todo don para el progreso de su reino.
Cristo hizo provisión completa para que continuara la obra confiada a sus discípulos, y se encargó él mismo de la responsabilidad de su éxito. Mientras ellos obedeciesen a su Palabra y trabajasen en relación con él, no podían fracasar. Id a todas las naciones, les ordenó. Id a los confines más lejanos del globo habitable, y sabed que mi presencia estará allí. Trabajad con fe y confianza; porque nunca llegará el momento en que yo os abandone.
A nosotros también se dirige la promesa de la presencia permanente de Cristo. El transcurso del tiempo no ha cambiado la promesa que hizo al partir. El está con nosotros hoy tan ciertamente como estuvo con los discípulos, y estará con nosotros "hasta el fin."
"Id a predicar el Evangelio a todas las naciones--nos dice el Salvador,--para que puedan llegar a ser hijos de Dios. Os acompaño en esta obra, enseñándoos, guiándoos, y fortaleciéndoos, dándoos éxito en vuestra obra impregnada de abnegación y sacrificio. Obraré en los corazones, convenciéndolos de pecado y apartándolos de las tinieblas a la luz, de la desobediencia a la justicia. En mi luz verán luz. Arrostraréis los agentes satánicos; pero confiad en mí. Nunca os faltaré."
¿No pensáis que Cristo aprecia a los que viven totalmente para él? ¿No pensáis que él visita a los que, como el amado Juan, se hallan por su causa en condiciones penosas y difíciles? El encuentra a sus fieles, mantiene comunión con ellos, los alienta y los fortalece. Y los ángeles de Dios, excelsos en fortaleza, son enviados por Dios a ministrar a sus obreros humanos que predican la verdad a los que no la conocen.