A medida que el tiempo transcurre se hace siempre más evidente que los juicios de Dios están en el mundo. Por medio de incendios, inundaciones y terremotos, Dios anuncia a los habitantes de este mundo su próxima venida. Se acerca la gran crisis de la historia de este mundo, cuando cada movimiento, en el gobierno de Dios, será vigilado con intenso interés y una aprensión indecible. Los juicios seguirán en rápida sucesión: incendios, inundaciones y terremotos, con guerra y derramamiento de sangre.
¡Oh, si tan sólo el mundo pudiese conocer el tiempo de su visitación! Numerosos son todavía los que no han oído la verdad que debe probarlos en este tiempo. El Espíritu de Dios contiende todavía con muchos. El tiempo de los juicios destructores divinos es tiempo de gracia para aquellos que no han tenido oportunidad de conocer la verdad. El Señor los mirará con amor. Su corazón compasivo es conmovido; su brazo está todavía extendido para salvar, mientras que la puerta ya se cierra sobre aquellos que rehusaron entrar.
La misericordia de Dios se manifiesta en su larga indulgencia. Está reteniendo sus juicios para que el mensaje de amonestación llegue a todos. Si nuestro pueblo sintiese debidamente su responsabilidad con respecto a la proclamación del último mensaje, ¡qué obra maravillosa veríamos cumplirse!
En las ciudades del este
¡Mirad las ciudades, y cuánto necesitan del Evangelio! Durante más de veinte años, me ha sido recordada la necesidad de obreros celosos entre las multitudes que pueblan las ciudades. ¿Quién se preocupa por las grandes ciudades? Algunos, pero poca es la atención que se ha dedicado a esta obra si se piensa en las inmensas necesidades y en las innúmeras oportunidades.
Se me ha indicado que el mensaje debiera ser predicado con nuevo poder en las ciudades del este [de los Estados Unidos]. En muchas de esas ciudades, los mensajes del primer ángel y del segundo fueron anunciados durante el movimiento de 1844. A nosotros, como siervos de Dios, ha sido confiado el mensaje del tercer ángel, en el cual culmina la obra de los precedentes para preparar un pueblo para la venida del Rey. Debemos hacer todos los esfuerzos que podamos para hacer conocer la verdad a aquellos que están dispuestos a oírla, y muchos la escucharán. En todas las grandes ciudades Dios tiene almas sinceras, deseosas de saber lo que es la verdad.
El tiempo es corto; el Señor desea que todo lo que se relaciona con su obra sea puesto en orden. Desea que su solemne mensaje de amonestación e invitación sea proclamado tan extensamente como puedan darlo sus mensajeros. Nada debemos tolerar en nuestros planes que pudiera impedir su marcha. "Repite el mensaje, repite el mensaje,--tales son las palabras que me fueron dirigidas en muchas ocasiones.--Di a mi pueblo que debe repetir el mensaje en aquellas localidades donde fué anunciado al principio, y donde una iglesia tras otra se decidieron por la verdad, y el poder de Dios testificaba notablemente con respecto al mensaje."
Durante años, los primeros obreros de nuestra obra lucharon contra la pobreza, expuestos a numerosas privaciones para asegurar a la verdad presente una situación ventajosa. Con pocos recursos trabajaron sin descanso, y Dios bendijo sus humildes esfuerzos. El mensaje fué proclamado con poder en el este y de allí se expandió hacia el oeste, hasta que en muchos lugares se crearon centros de influencia. Puede ser que hoy nuestros obreros no tengan que pasar por las privaciones de los primeros tiempos; pero las condiciones más favorables no debieran inducirnos a cercenar nuestros esfuerzos.
Y ahora que el Señor nos ordena proclamar de nuevo el mensaje con poder en el este, y nos manda entrar en las ciudades del norte, sur, este y oeste, ¿no responderemos a su llamamiento como un solo hombre? ¿No haremos planes para mandar nuestros mensajeros a todos los campos y para sostenerlos generosamente? ¿No irán los ministros de Dios a aquellos centros populosos para amonestar a las multitudes? ¿Para qué sirven nuestras asociaciones, si no es para proseguir la obra? ...
Y mientras esos obreros hablen de la verdad, la pongan en práctica y oren por su progreso, Dios conmoverá los corazones. Si trabajan con todo el poder que Dios les concede, con un corazón humilde y confiando enteramente en él, sus labores no quedarán sin fruto. Los esfuerzos resueltos hechos con el propósito de comunicar a las almas el conocimiento de la verdad para nuestra época serán secundados por los santos ángeles, y muchas almas serán salvas.
La generosidad en el esfuerzo misionero
Los estados del sur deben recibir la luz de la verdad presente. No digáis: "Nuestras imprentas y nuestras iglesias necesitan más ayuda. Necesitamos todos los recursos disponibles para continuar la obra emprendida." Uno tras otro, se ha visto a los hermanos rehusar subvenciones a ciertos ramos de la actividad misionera, por temor de que fuesen consumidos los recursos que ellos destinaban a otras empresas. Hermanos míos, necesitáis una mayor medida del Espíritu de Cristo. Colocad vuestro ideal más alto; entonces los que acaban de abrazar la verdad verán que tienen una obra que hacer. Así aumentarán siempre los recursos para llevar la obra adelante.
¿Podemos esperar que los habitantes de las ciudades vengan a decirnos: "Si Vds. vienen a enseñarnos, les ayudaremos de tal y tal modo"? ¿Qué saben ellos del mensaje? Hagamos nuestra parte en amonestar a esa gente que está a punto de perecer sin haber sido amonestada ni salvada. El Señor desea que nuestra luz brille de tal manera delante de los hombres que su Espíritu Santo pueda comunicar la verdad a los corazones sinceros que buscan a Dios.
Al hacer esta obra, veremos los recursos entrar en nuestras arcas, y tendremos suficientes fondos para dar a nuestra obra una expansión mayor. Entonces serán traídas a la verdad personas ricas que estarán dispuestas a dar de sus bienes para el adelantamiento de la obra de Dios. Se me ha indicado que hay grandes riquezas en las ciudades donde aún no se ha trabajado. Dios tiene allí personas interesadas. Id a buscarlas; enseñadles como Cristo enseñaba; dadles la verdad. La aceptarán. Y tan seguramente como que se convertirán almas sinceras, sus riquezas serán consagradas al servicio del Señor y veremos un aumento de recursos.
¡Ojalá pudiésemos ver las necesidades de esas ciudades como Dios las ve! En un tiempo como éste, cada mano debe encontrar ocupación. ¡El Señor viene; el fin se acerca; sí, se aproxima apresuradamente! Dentro de poco, no podremos trabajar tan libremente como ahora. Escenas terribles nos esperan y debemos hacer con apresuramiento lo que nos falta hacer.
Un motivo para servir
En el transcurso de una de las últimas noches, fuí despertada de mi sueño y vi los padecimientos que Cristo tuvo que soportar en favor de los hombres. Su sacrificio, las burlas y los insultos que recibió de parte de los malvados, su agonía en Getsemaní, la traición y la crucifixión: todo esto me fué mostrado vívidamente.
Vi a Cristo en medio de un gran concurso de gente. Procuraba grabar sus enseñanzas en las mentes. Pero era menospreciado y rechazado. Los hombres le abrumaban de injurias e ignominia. Este espectáculo me produjo gran angustia. Rogué así a Dios: "¿Qué sucederá a esta congregación? ¿Será posible que en la muchedumbre nadie renuncie a la alta opinión que tiene de sí mismo para buscar al Señor como un niño? ¿Ninguno quebrantará su corazón delante de Dios por medio del arrepentimiento y la confesión?"
Luego vi la agonía de Cristo en el huerto de Getsemaní, cuando la copa misteriosa temblaba en la mano del Redentor. "Padre mío--rogaba,--si es posible, pase de mí este vaso; empero no como yo quiero, sino como tú." Mateo 26:39. Mientras suplicaba a su Padre, grandes gotas de sangre caían de su cara hasta el suelo. Las potestades de las tinieblas se congregaban alrededor de él para desanimarlo.
Levantándose del suelo, volvió adonde estaban sus discípulos a los que había recomendado que velasen y orasen con él, por temor a que fuesen presa de la tentación. El quería cerciorarse de si comprendían su agonía; experimentaba la necesidad de simpatía humana. Pero los halló dormidos. Por tres veces fué a ellos y cada vez los encontró durmiendo.
Por tres veces el Salvador pronunció la oración: "¡Padre mío, si es posible pase de mí este vaso!" Fué entonces cuando el destino de un mundo perdido tembló en la balanza. Si Cristo hubiese rehusado beber la copa, el resultado habría sido la ruina eterna de la familia humana. Empero un ángel del cielo fortaleció al Hijo de Dios para que aceptara y bebiera la amarga copa.
¡Cuán pocos hay que se den cuenta de que todo eso ha sido sobrellevado para ellos personalmente, y que raciocinen de esta manera: "Esto fué hecho para mí, a fin de que yo pueda formar un carácter digno de la vida eterna"!
Mientras estas cosas me eran presentadas de una manera tan vívida, me decía a mí misma: "Nunca podré exponer este asunto de acuerdo con su realidad;" y sólo os he dado una débil descripción de lo que me fué dado ver. Al pensar en la copa que tembló en la mano del Salvador; al comprender que hubiese podido negarse a beberla y dejar al mundo perecer en su pecado, hice la decisión de consagrar todas las energías de mi ser a ganar almas para él.
Cristo vino al mundo para sufrir y morir, a fin de que, por la fe en él y apropiándonos sus méritos, llegásemos a colaborar con Dios. El designio del Salvador era que una vez que él hubiese subido al cielo, para allí interceder en favor de los hombres, sus discípulos continuasen la obra emprendida por él. ¿No se preocuparán los hombres por dar el mensaje a los que moran en tinieblas? Hay quienes están listos para ir a los extremos de la tierra, a llevar a los hombres la luz de la verdad; pero Dios quiere que toda alma que conozca la verdad se esfuerce por infundir a otros el amor a la verdad. ¿Cómo podremos ser estimados dignos de entrar en la ciudad de Dios si no estamos dispuestos a consentir verdaderos sacrificios para salvar a las almas que están por perecer?
Cada uno de nosotros tiene una obra individual que cumplir. Yo sé que son muchos los que se colocan en la debida relación con Cristo y sólo piensan en presentar al mundo el mensaje de la verdad presente. Siempre están dispuestos a ofrecer sus servicios. Pero mi corazón se entristece cuando veo a tantos que se contentan con una vida cristiana empobrecida, y que apenas les cuesta algo. Por sus vidas declaran que para ellos Cristo murió en vano.
Si no consideráis como honroso participar de los sufrimientos de Cristo, si vuestro corazón no se siente oprimido con el pensamiento de las almas que van a perecer, si no estáis dispuestos a realizar sacrificios con el fin de ahorrar el dinero que la obra necesita, no habrá lugar para vosotros en el reino de Dios. A cada paso necesitamos participar de los sufrimientos de Cristo y de su abnegación. El Espíritu de Dios debe descansar sobre nosotros y conducirnos constantemente por el camino del sacrificio.
Preparaos
"Y he aquí, yo vengo presto--dice el Señor,--y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según fuere su obra." Apocalipsis 22:12. A su venida, él examinará cada talento, y exigirá los intereses de los capitales que nos confiara. Por su propia humillación y agonía, por su vida de trabajo y su muerte ignominiosa, Jesús pagó ya los servicios de quienquiera que lleve su nombre y profese ser su siervo. Cada uno tiene el deber solemne de emplear todas sus facultades para ganar almas para él. "No sois vuestros--dice él.--Porque comprados sois por precio." 1 Corintios 6:19, 20. Glorificad, pues, a Dios por una vida de servicio que hará pasar a los hombres y mujeres del pecado a la justicia. Hemos sido comprados al precio de la vida de Cristo, para que mediante un servicio fiel, devolvamos a Dios lo que le pertenece.
No tenemos tiempo ahora para dedicar nuestras energías y talentos a empresas mundanales. ¿Nos preocuparemos tanto de servir al mundo y a nosotros mismos que perdamos la vida eterna y la imperecedera felicidad de los cielos? No, no podemos consentir en ello. Empleemos todo talento en la obra de Dios. Mediante sus esfuerzos, los que reciban la verdad deben aumentar el número de los hombres y mujeres que colaborarán con Dios. Hay que alumbrar y enseñar a las almas para que puedan servir a Dios de una manera inteligente; deben crecer continuamente en el conocimiento de la justicia.
El cielo entero se interesa en la ejecución de la obra que Cristo vino a hacer en el mundo. Los agentes celestiales preparan el camino para que la luz de la verdad brille en los lugares obscuros. Los ángeles están listos para entrar en comunicación con los que quieran emprender la obra que nos ha sido asignada desde hace años. ¿No nos dedicaremos con energía a buscar los medios de trabajar en las ciudades grandes? Muchas ocasiones se han perdido ya porque no se emprendió inmediatamente esta obra y no se supo ir adelante con fe. El Señor dice: "Si hubieseis creído los mensajes que os dirigí, no habría tanta falta de obreros y de medios para sostenerlos."
La venida de Cristo se acerca apresuradamente. El tiempo que nos queda para trabajar es corto, y hay hombres y mujeres que perecen. Dijo el ángel: "¿No debieran los hombres que han recibido tanta luz cooperar con Aquel que envió a su Hijo al mundo para dar a los hombres la luz y la salvación?" ¿Acaso los hombres que recibieron el conocimiento de la verdad, renglón tras renglón, precepto tras precepto, un poco aquí y otro poco allá, tendrán en poca estima a Aquel que vino a la tierra para hacer a todo creyente partícipe de su divino poder? Así es como la divinidad de Cristo debía hacerse efectiva en la salvación de la familia humana y dar eficacia a la intercesión de nuestro sumo Sacerdote ante el trono de Dios. En el cielo es donde el plan fué ideado. ¿No sabrán apreciar una bendición tan grande los que fueron comprados a tan alto precio?
La vida que llevemos debe testificar
El Señor no puede aprobar a un pueblo que, aunque hace profesión de piedad y declara creer en su próxima venida, abandonen las ciudades sin advertiles que pronto van a caer juicios sobre la tierra. Los que obran así deberán dar cuenta de su negligencia. Cristo dió su preciosa vida para salvar a las almas que perecen en sus pecados. ¿Nos negaremos a cumplir la obra que nos fué asignada, y a cooperar con Dios y con los agentes celestiales? Millares de personas obran de este modo al no identificarse con Cristo ni manifestar en su vida el gran sacrificio de Cristo, por medio de obras de justicia que sean frutos de la gracia salvadora. Sin embargo, ésta es en realidad la obra dada a los hombres por el sacrificio del Hijo de Dios. Sabiendo esto, ¿podemos quedar indiferentes? Hermanos míos, os invito a despertar. Las facultades espirituales que no se ejerciten en ganar almas para Cristo se debilitarán y acabarán por morir. ¿Cómo podremos justificarnos si descuidamos la grande y bella obra para cuyo cumplimiento Cristo dió su vida?
No podemos dedicar a cosas vanas e insignificantes los pocos días que nos quedan aquí en la tierra. Debemos humillar nuestra alma delante de Dios de manera que cada cual pueda recibir la verdad y permitirle que realice en su vida una reforma que convenza al mundo de que esa verdad es realmente de Dios. Sea nuestra vida escondida con Cristo en Dios. Cuando busquemos al Señor como niñitos; cuando dejemos de encontrar defectos en nuestros hermanos y hermanas y en los que se esfuerzan por llevar fielmente las responsabilidades de la obra; cuando procuremos poner nuestros propios corazones en regla con Dios; entonces, y sólo entonces, podrá él usarnos para gloria de su nombre.
Si queremos que Dios se agrade de nuestro trabajo, debemos asumir delante de él una actitud de sacrificio personal. Recordemos que la simple profesión nada es, a menos que la verdad esté en el corazón. Es necesario que la potencia convertidora de Dios tome posesión de nosotros, para que podamos comprender las necesidades de un mundo que perece. El mensaje que estoy encargada de anunciaros es éste: Preparaos, preparaos para el encuentro con el Señor. Aderezad vuestras lámparas y que la luz de la verdad brille en las encrucijadas y los vallados. Hay un mundo entero que espera le sea anunciada la proximidad del fin de todas las cosas.
Alcemos el estandarte
Hermanos y hermanas, buscad al Señor mientras puede ser hallado. El tiempo llega cuando los que habrán despilfarrado su tiempo y sus oportunidades se lamentarán de no haber buscado a Dios. El os dió la facultad del raciocinio, y desea que la uséis para vosotros mismos y para su obra. Quiere que trabajéis con celo para él en las iglesias. Quiere que organicéis reuniones para la gente de afuera, de manera que ella aprenda a conocer las verdades de este último mensaje de amonestación. Habrá lugares donde seréis recibidos con gozo, donde las almas os agradecerán el haber ido en su ayuda. Quiera Dios ayudaros a entregaros a esta obra como jamás lo habéis hecho.
Empecemos a trabajar con aquellos que todavía no tienen la luz. "Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra--dice el Señor, y agrega:--He aquí, yo estoy con vosotros todos los días." Mateo 28:18, 20. Lo que necesitamos es una fe viva que nos haga proclamar sobre el abierto sepulcro de José de Arimatea que tenemos un Salvador vivo, que irá delante de nosotros y obrará con nosotros. Dios hará la obra si le damos los instrumentos. Debe manifestarse entre nosotros mucha más oración y mucho menos espíritu de duda. Debemos colocar el ideal muy alto, siempre más alto ante el mundo. Debemos recordar que Cristo está siempre a nuestra derecha cuando anunciamos la libertad a los cautivos y damos el pan de vida a las almas hambrientas. Cuando recordemos constantemente la urgencia e importancia de nuestra obra, la salvación de Dios se revelará en forma notable.
Vistámonos la armadura de Dios
Dios nos ayude a vestir la armadura y a obrar con fervor, como quienes reconocen que las almas merecen salvarse. Procuremos una nueva conversión. Necesitamos la presencia del Santo Espíritu de Dios para enternecer nuestros corazones y evitar un espíritu inexorable en nuestro trabajo. Ruego a Dios que su Santo Espíritu tome plena posesión de nuestros corazones. Procedamos como hijos de Dios, que buscan su consejo y están listos para seguir sus planes dondequiera que les sean presentados. Dios será glorificado por un pueblo tal y los testigos de nuestro celo dirán: Amén, amén.
"Despierta, despierta, vístete tu fortaleza, oh Sión; vístete tu ropa de hermosura, oh Jerusalem, ciudad santa. ... ¡Cuán hermosos son sobre los montes los pies del que trae alegres nuevas, del que publica la paz, del que trae nuevas del bien, del que publica salud, del que dice a Sión: Tu Dios reina! ¡Voz de tus atalayas! alzarán la voz, juntamente darán voces de júbilo; porque ojo a ojo verán que Jehová vuelve a traer a Sión. Cantad alabanzas, alegraos juntamente, soledades de Jerusalem: porque Jehová ha consolado su pueblo, a Jerusalem ha redimido. Jehová desnudó el brazo de su santidad ante los ojos de todas las gentes; y todos los términos de la tierra verán la salud del Dios nuestro." Isaías 52:1, 7-10.
¿Apreciáis tan profundamente el sacrificio hecho en el Calvario que estáis dispuestos a subordinar todo otro interés a la obra de salvar almas? El mismo intenso anhelo de salvar a los pecadores que señaló la vida del Salvador se nota en la de su verdadero discípulo. El cristiano no desea vivir para sí. Se deleita en consagrar al servicio del Maestro todo lo que posee y es. Le impulsa el deseo inefable de ganar almas para Cristo. Los que no tienen este anhelo debieran preocuparse por su propia salvación. Oren por el espíritu de servicio.
Si los cristianos obrasen en concierto y adelantasen como un solo hombre bajo la dirección de un solo Poder, para la realización de un propósito, conmoverían al mundo.