Cuando obreros de experiencia inician una campaña de evangelización en un lugar donde hay miembros de nuestra iglesia, es deber solemne de los creyentes que están radicados allí hacer cuanto esté a su alcance para preparar el camino del Señor. Deben escudriñar su corazón con oración y quitar de él todo pecado que les impida cooperar con Dios y con sus hermanos.
No siempre esto ha sido bien comprendido. A menudo creó Satanás una atmósfera que impidió que los miembros de la iglesia discernieran las oportunidades de servir. Muchas veces hubo creyentes que permitieron a Satanás servirse de ellos en el momento mismo en que hubiesen debido consagrarse enteramente a Dios y al adelantamiento de su obra. Inconscientemente, se extraviaron lejos del camino de la justicia. Al cultivar un espíritu de crítica y de maledicencia, de piedad farisaica y orgullosa, contristaron al Espíritu de Dios y demoraron considerablemente la obra de los mensajeros del Señor.
Este mal ha sido señalado en repetidas ocasiones y en diversos lugares. A veces los que se habían dejado llevar por un espíritu de censura y de condenación se han arrepentido y convertido. Entonces Dios pudo usarlos para su honra y gloria.
Una obra de reforma
Vivimos en una época especial de la historia de este mundo; una gran obra debe ser hecha en muy poco tiempo, y cada creyente debe contribuir personalmente a sostenerla. Dios está pidiendo hombres dispuestos a consagrarse a la obra de salvar almas. Cuando comencemos a comprender el sacrificio que Cristo realizó para salvar al mundo condenado a perecer, lucharemos poderosamente para rescatar almas. ¡Ojalá que todas las iglesias pudieran ver y comprender el sacrificio infinito de Cristo!
En visiones de la noche pasó delante de mí un gran movimiento de reforma en el seno del pueblo de Dios. Muchos alababan a Dios. Los enfermos eran sanados y se efectuaban otros milagros. Se advertía un espíritu de oración como lo hubo antes del gran día de Pentecostés. Veíase a centenares y miles de personas visitando las familias y explicándoles la Palabra de Dios. Los corazones eran convencidos por el poder del Espíritu Santo, y se manifestaba un espíritu de sincera conversión. En todas partes las puertas se abrían de par en par para la proclamación de la verdad. El mundo parecía iluminado por la influencia divina. Los verdaderos y sinceros hijos de Dios recibían grandes bendiciones. Oí las alabanzas y las acciones de gracias: parecía una reforma análoga a la del año 1844.
Sin embargo, algunos rehusaban convertirse; no estaban dispuestos a andar en las sendas de Dios, y cuando se hacía un pedido de ofrendas voluntarias para el adelanto de la obra de Dios, se aferraban egoístamente a sus bienes terrenales. Esas personas avarientas se separaron de la compañía de los creyentes.
La importancia del trabajo personal
Los juicios de Dios están en la tierra; bajo la influencia del Espíritu Santo debemos dar el mensaje de amonestación que nos ha sido confiado. Este mensaje debe ser dado con prontitud, renglón tras renglón, precepto tras precepto. Los hombres se verán pronto obligados a tomar decisiones importantes y debemos cuidar de que tengan ocasión de comprender la verdad, de manera que puedan decidirse inteligentemente por el lado del bien. El Señor llama a su pueblo a trabajar--y con fervor e inteligencia--mientras se prolonga el tiempo de gracia.
Los miembros de nuestras iglesias deben hacer más trabajo de casa en casa, dando estudios bíblicos y repartiendo impresos. El carácter cristiano sólo puede formarse de una manera simétrica y completa si el hombre considera como un gozo el trabajar de una manera desinteresada en la proclamación de la verdad y sosteniendo la causa de Dios con sus recursos. Debemos sembrar a lo largo de todas las aguas, mantener nuestras almas en el amor de Dios, trabajar mientras es de día y dedicar los bienes que Dios nos ha dado a cumplir cualquier deber que nos toque. Todo lo que nuestra mano encuentre para hacer, debemos hacerlo con fidelidad; cualquiera que sea el sacrificio que seamos llamados a hacer, debemos realizarlo con alegría. Al sembrar junto a todas las aguas, experimentaremos que "el que siembra en bendiciones, en bendiciones también segará." 2 Corintios 9:6.
El ejemplo de Cristo debe ser seguido por los que dicen ser sus hijos. Socorred a los desvalidos; su agradecimiento derribará las barreras y os permitirá alcanzar su corazón. Estudiad este asunto con el cuidado que merece. Como iglesias, habéis tenido oportunidades de trabajar en cooperación con Dios. Si hubieseis obedecido a la Palabra de Dios, si hubieseis emprendido esa obra, habríais recibido bendición y estímulo. Como instrumentos humanos de Dios, habríais abogado por un plan de restauración y de salvación, no según un molde rígido, sino progresivo, yendo de gracia en gracia y de fuerza en fuerza.
El Señor me ha presentado la obra que debe ser hecha en las ciudades. Los creyentes que se encuentran en ellas deben trabajar para Dios en el vecindario de sus moradas. Deben trabajar queda y humildemente, llevando consigo doquiera vayan una atmósfera celestial. Si evitan que su personalidad se ponga en evidencia y señalan constantemente a Jesús se hará sentir el poder de su influencia.
No entra en los planes de Dios que el cuidado de sembrar la semilla de la verdad sea dejado principalmente a los predicadores. Hombres que no son llamados al ministerio de la palabra deben trabajar para su Maestro según sus distintas capacidades. Un obrero que se entrega sin reserva al servicio del Señor adquiere una experiencia que le asegura siempre más éxito en la obra que efectúa para su Maestro. La influencia que le atrajo a Jesús le ayuda a llevar otros a él. Aunque no sea llamado a hablar en público, es no obstante siervo de Dios y su obra atestigua que es engendrado de Dios.
Las mujeres, tanto como los hombres, pueden sembrar la verdad donde pueda obrar y hacerse manifiesta. Pueden ocupar su puesto en esta crisis, y el Señor obrará por su intermedio. Si las compenetra el sentimiento de su deber y si trabajan bajo la influencia del Espíritu Santo, tendrán el dominio propio que este tiempo demanda. El Señor hará brillar la luz de su rostro sobre esas mujeres animadas por el espíritu de sacrificio, y les dará un poder superior al de los hombres. Pueden realizar en las familias una obra que los hombres no pueden hacer, una obra que penetra hasta la vida interior. Pueden acercarse a los corazones de personas a las cuales los hombres no pueden alcanzar. Su cooperación es necesaria. Las mujeres discretas y humildes pueden hacer una buena obra al explicar la verdad en los hogares. Así explicada, la Palabra de Dios obrará como una levadura, y familias enteras serán convertidas por su influencia.
Hermanos y hermanas, estudiad vuestros planes; aprovechad toda ocasión que se presente para hablar a vuestros vecinos y a las personas con las cuales os relacionéis; leedles pasajes de los libros que contienen la verdad presente. Mostrad que dais una importancia primordial a la salvación de las almas por las que Cristo hizo un sacrificio tan grande.
En esa obra junto a las almas que perecen, tendréis la compañía de los ángeles. Miríadas y miríadas de ángeles están listos para colaborar con los miembros de nuestras iglesias para comunicar la luz que Dios impartió generosamente para preparar a un pueblo para la venida de Jesús. "He aquí ahora el tiempo aceptable; he aquí ahora el día de salud." 2 Corintios 6:2. Ruegue con fervor al Señor cada familia que él le dé fuerza para cumplir su obra.
No descuidéis las cosas pequeñas esperando una obra más importante. Puede ser que seáis capaces de cumplir con éxito una obra limitada mientras que fracasaríais completamente en una obra más grande, cayendo además en el desaliento. Haced todo lo que os venga a mano. Ya seáis ricos o pobres, grandes o pequeños, Dios os llama a servirle activamente. Al hacer voluntariamente lo que os venga a mano, vuestros talentos y aptitudes se desarrollarán para la obra. Y es al descuidar las oportunidades diarias cómo os volvéis inútiles. Por esta causa, hay en el huerto del Señor tantos árboles que no llevan fruto.
En el círculo de la familia, en el hogar de vuestro vecino, a la cabecera del enfermo, podéis con serenidad leer las Escrituras y decir una palabra en favor de Jesús y de la verdad. Así será sembrada la preciosa semilla que con el tiempo brotará y dará fruto.
Las oportunidades providenciales
Debe hacerse obra misionera en muchos lugares que aparentemente prometen poco resultado. El espíritu misionero debe posesionarse de nuestras almas e impulsarnos a alcanzar ciertas clases de personas en las que no habíamos pensado, y a trabajar en lugares y con recursos que no hubiésemos imaginado siquiera. El Señor tiene su plan para esparcir la semilla del Evangelio. Sembrando según su voluntad, multiplicaremos la semilla en tales proporciones que su Palabra podrá alcanzar a millones de personas que aún no han oído la verdad.
En todas partes se presentan ocasiones. Apresuraos a entrar en cada camino que la Providencia os abra. Nuestros ojos necesitan la unción celestial para discernir tales ocasiones. Dios quiere ahora misioneros activos y clarividentes. Se nos presentarán caminos abiertos y entonces deberemos comprender las intenciones de la Providencia.
Los mensajeros de Dios han recibido la orden de emprender la misma obra que Cristo realizó cuando estaba en la tierra. Deben entregarse a todos los ramos de actividad a los que él se consagró. Con fervor y sinceridad, deben hablar a los hombres de las riquezas inagotables y del tesoro imperecedero de los cielos. Deben estar llenos del Espíritu Santo. Deben repetir los ofrecimientos de paz y perdón que el Cielo les dirige. Deben señalar las puertas de la ciudad de Dios, diciendo: "Bienaventurados los que guardan sus mandamientos, para que su potencia sea en el árbol de la vida, y que entren por las puertas en la ciudad." Apocalipsis 22:14.
Cultivad el espíritu de abnegación
Cada miembro de la iglesia debe cultivar el espíritu de sacrificio. En todo hogar, deben enseñarse lecciones de abnegación. Padres y madres, enseñad a vuestros hijos a economizar. Animadles a ahorrar sus centavos para la obra misionera. Jesús es nuestro ejemplo. Por amor de nosotros se hizo pobre, para que por su pobreza fuésemos enriquecidos. Enseñó que todos deben unirse en amor para trabajar como él trabajó, para sacrificarse como él se sacrificó, para amar como hijos de Dios.
Hermanos y hermanas, debéis estar dispuestos a ser convertidos, para poder practicar la abnegación de Cristo. Vestíos con sencillez, pero decentemente. Gastad lo menos posible para vosotros mismos. Tened en vuestra casa una alcancía de abnegación, en la cual podréis poner el dinero ahorrado merced a vuestros pequeños sacrificios. Procurad obtener, cada día, una comprensión más clara de la Palabra de Dios y aprovechad toda ocasión para impartir a otros el conocimiento adquirido. No os canséis de hacer bien, puesto que Dios os imparte constantemente la gran bendición de su Don hecho a la humanidad. Cooperad con el Señor Jesús, y él os enseñará las preciosas lecciones de su amor. El tiempo es corto; en el momento oportuno, cuando el tiempo ya no será más, recibiréis vuestra recompensa.
Estoy encargada de decir a los que aman a Dios sinceramente y que tienen recursos propios: Ahora es el tiempo cuando debéis invertir vuestros bienes en el sostén de la obra de Dios. Ahora es el tiempo de sostener a los predicadores en sus esfuerzos desinteresados para salvar las almas que perecen. ¿No tendréis una gloriosa recompensa cuando, en los atrios celestiales, os encontréis con las almas que habréis contribuído a salvar?
Nadie guarde sus blancas; y regocíjense los que tienen mucho porque pueden hacerse en el cielo un tesoro que nunca faltará. El dinero que rehusamos colocar en la obra del Señor, perecerá y no producirá ningún interés en el banco del cielo.
Al hablar de los que rehusan a Dios lo que le pertenece, el apóstol Pablo dice: "Porque los que quieren enriquecerse, caen en tentación y lazo, y en muchas codicias locas y dañosas, que hunden a los hombres en perdición y muerte. Porque el amor del dinero es la raíz de todos los males: el cual codiciando algunos, se descaminaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores." 1 Timoteo 6:9, 10.
No es pequeña tarea la de sembrar junto a todas las aguas. Implica un caudal continuo de dones y ofrendas. Al mayordomo fiel, Dios le concederá lo necesario para que tenga suficientemente de todo y que pueda abundar en toda buena obra. "Como está escrito: Derramó, dió a los pobres; su justicia permanece para siempre. Y el que da simiente al que siembra, también dará pan para comer, y multiplicará vuestra sementera, y aumentará los crecimientos de los frutos de vuestra justicia." 2 Corintios 9:9, 10. El Señor cuida de la semilla sembrada con mano libera1. Aquel que provee la semilla al sembrador le dará también lo necesario para que pueda cooperar con el Dador de la semilla.
El Señor llama hoy a los adventistas del séptimo día, en todo lugar, para que se consagren enteramente a él, haciendo todo lo que esté a su alcance para su obra, según las circunstancias en que se encuentren. El desea verles mostrar, por medio de dones y ofrendas generosas, cuánto aprecian sus bendiciones y cuánta gratitud sienten por su misericordia.
Amados hermanos y hermanas, todo el dinero que tenemos pertenece al Señor. Os invito ahora, en el nombre del Señor, a uniros todos para terminar con éxito las empresas que han sido iniciadas de acuerdo con los consejos de Dios. Que la erección de capillas, para testificar por Dios en los diversos lugares, no sea dificultada reteniendo los fondos necesarios para ello. Que aquellos que luchan para desarrollar obras importantes, grandes y pequeñas, no sean desanimados por nuestra tardanza en unirnos para poner a esas empresas en condiciones de poder hacer un trabajo útil. Que todos nuestros hermanos y hermanas se levanten para considerar lo que pueden hacer. Demuestren que entre los adventistas del séptimo día hay unión y fuerza.
Condiciones para un servicio aceptable
Como pueblo, debemos entrar en santa comunión con Dios. Es necesario que la luz del cielo brille en nuestros corazones y en nuestras mentes; necesitamos la sabiduría que sólo Dios puede impartir, si queremos proclamar con éxito el mensaje a las ciudades. Entren en las filas nuestras iglesias en todo lugar. Que ninguno de los que por el bautismo se han comprometido a vivir para el servicio y la gloria de Dios, niegue su compromiso. Es necesario salvar al mundo y este pensamiento debe inducirnos a hacer mayores sacrificios y un trabajo más intenso en favor de los que están fuera del buen camino.
Cuando andéis conforme a los principios contenidos en la Palabra de Dios, vuestra influencia será valiosa para cualquier iglesia y organización. Debéis acudir en ayuda de Jehová contra los valientes. Las palabras frívolas, livianas e insignificantes son otras tantas seducciones del enemigo para privaros de fuerza espiritual. Fortaleceos contra este mal, en el nombre del Dios de Israel. Si os humilláis delante de Dios, él os dará un mensaje para aquellos que están en las encrucijadas y a lo largo de los vallados, y para aquellos que en comarcas lejanas necesitan vuestra ayuda. Preparad vuestras lámparas y tenedlas encendidas; para que en todas partes donde andéis podáis derramar preciosos rayos de luz por medio de vuestras palabras y acciones.
Si nos consagramos al servicio del Señor, él nos mostrará lo que debemos hacer. Si entramos en relaciones más estrechas con Dios, él obrará con nosotros. No nos dejemos dominar por el yo y por nuestros intereses hasta el punto de olvidarnos de aquellos que suben la escalera de la experiencia cristiana y que necesitan nuestra ayuda. Debemos estar listos para emplear en la obra del Señor las capacidades que nos ha dado y para decir, a tiempo y fuera de tiempo, palabras que ayuden y hagan bien. ...
Se cuentan por centenares los miembros que debieran estar en el campo, y que nada o muy poco hacen para el adelantamiento del mensaje. Las almas que nunca han oído el último mensaje evangélico constituyen una pesada responsabilidad para los que han tenido todas las ventajas que significa conocer la verdad, que han sido instruídos renglón tras renglón, precepto tras precepto, un poco aquí y otro poco allá.
Si en este tiempo favorable los miembros de la iglesia se presentan con humildad delante de Dios, quitan de su corazón todo lo malo y consultan a Dios a cada paso, él se manifestará a ellos y los alentará. Y mientras los miembros de la iglesia hagan su parte fielmente, el Señor conducirá y dirigirá a sus ministros escogidos y los fortalecerá para su importante obra. Unidos todos, sostengamos sus brazos por medio de muchas oraciones y atraigamos los brillantes rayos del santuario celestial.
El fin se acerca; avanza sigilosa, imperceptible y silenciosamente, como el ladrón en la noche. Concédanos el Señor la gracia de no dormir por más tiempo, como otros lo hacen sino que seamos sobrios y velemos. La verdad está a punto de triunfar gloriosamente, y todos los que decidan ahora colaborar con Dios triunfarán con ella. El tiempo es corto; la noche se acerca cuando nadie podrá trabajar. Que los que se alegran en la verdad presente se apresuren ahora a impartirla a otros. El Señor pregunta: "¿A quién enviaré?" Los que están dispuestos a hacer sacrificios en pro de la verdad, deben responder ahora: "Heme aquí, envíame a mí." Isaías 6:8.