Vivimos en los últimos tiempos. El fin de todas las cosas se acerca. Las señales predichas por Cristo se están cumpliendo rápidamente. Nos esperan tiempos tormentosos; no obstante, no pronunciemos ninguna palabra de desaliento o de duda. El que comprende las necesidades de la situación dispone las cosas de tal manera que los obreros colocados en los diferentes lugares puedan disfrutar de ventajas que les permitan despertar la atención del público con más eficacia. El conoce las necesidades de los más débiles miembros de su rebaño, y envía su mensaje por los caminos así como por los vallados. El nos ama con un amor eterno. Recordemos que anunciamos un mensaje de curación a un mundo lleno de almas enfermas de pecado. ¡El Señor nos ayude a aumentar nuestra fe y nos haga comprender que él quiere que todos conozcamos su ministerio de sanidad y su obra propiciatoria! Desea que la luz de su gracia resplandezca desde muchos lugares.
Los sanatorios, centros de evangelización
En muchos lugares, hay almas que aún no han oído el mensaje. Por consiguiente, la obra médico misionera debe ser proseguida con más celo que nunca antes. Esta obra es la puerta por la cual la verdad debe entrar en las grandes ciudades, y se deben establecer sanatorios en diferentes lugares.
La obra que realizan los sanatorios es uno de los medios más eficaces para alcanzar a todas las clases sociales. Nuestros sanatorios son el brazo derecho del Evangelio; abren los caminos por los cuales la buena nueva de la sanidad mediante Cristo puede alcanzar a la humanidad doliente. En esas instituciones, los enfermos pueden aprender a encomendar sus casos al gran Médico, el cual cooperará en sus fervientes esfuerzos para recuperar la salud, trayéndoles la curación del alma así como la del cuerpo.
Cristo ya no está personalmente en la tierra, para ir por nuestras ciudades y aldeas con el fin de sanar a los enfermos; pero nos ha encomendado que continuemos la obra médico misionera que él empezara. Debemos hacer todo lo que está a nuestro alcance en este sentido. Deben establecerse instituciones donde los enfermos, hombres y mujeres, puedan confiarse a los cuidados de médicos y enfermeros temerosos de Dios, y ser atendidos sin el empleo de drogas.
Se me ha indicado que la obra que debe hacerse en relación con la reforma pro salud no debe demorarse. Por medio de esta obra alcanzaremos almas así en los caminos como en los vallados. Se me mostró muy especialmente que, por medio de nuestros sanatorios, muchas almas recibirán la verdad presente y la practicarán. En esas instituciones, se ha de enseñar a hombres y mujeres a cuidar sus cuerpos y a afirmarse en la fe. Debe enseñárseles lo que significa comer la carne y beber la sangre del Hijo de Dios. Cristo dijo: "Las palabras que yo os he hablado, son espíritu, y son vida." Juan 6:63.
Nuestros sanatorios deben ser escuelas donde se dé enseñanza en los ramos médico misioneros. Deben dar a las almas heridas por el pecado las hojas del árbol de vida, las cuales les devolverán la paz, la esperanza y la fe en Jesucristo.
¡Siga adelante la obra del Señor y progrese la obra médico misionera y la obra de educación! Estoy cierta de que lo que más necesitamos son obreros celosos, abnegados, inteligentes y capaces. La verdadera obra médico misionera debe estar representada en cada ciudad importante. Pregunten ahora muchos: "Señor, ¿qué quieres que haga?" Hechos 9:6. Es propósito del Señor que su método de curar sin drogas se destaque en todas las grandes ciudades por medio de nuestras instituciones médicas. Dios reviste de santa dignidad a los que, avanzando siempre más, van a todo lugar donde puedan entrar. Satanás dificultará la obra en todo lo que pueda; pero la potencia divina acompañará a todos los obreros fieles. Sigamos adelante, guiados por la mano de nuestro Padre celestial, aprovechando todas las ocasiones para extender la obra de Dios.
El Señor habla a todos los misioneros médicos, diciéndoles: Id hoy a mi viña para ganar almas. Dios oye las oraciones de todos aquellos que le buscan sinceramente. El posee el poder que todos necesitamos y llena los corazones de gozo, paz y santidad. Poco a poco, los caracteres se van formando. No podemos perder nuestro tiempo trabajando contra los planes de Dios.
Algunos médicos, por haber estado relacionados con nuestros sanatorios, encuentran ventajoso establecerse en la proximidad de nuestras instituciones; cierran los ojos para no ver el vasto campo descuidado, inculto, donde un trabajo desinteresado reportaría bendiciones a muchos. Los misioneros médicos pueden ejercer una influencia ennoblecedora y santificadora. Los que no lo hacen así, abusan de sus facultades; el Señor repudia su trabajo.
La preparación de obreros
Si el Señor habló alguna vez por mi intermedio, lo hace ahora cuando digo que los obreros que se dedican a los ramos de la educación, la predicación o el trabajo médico misionero, deben estar unidos como un solo hombre, trabajando todos juntos bajo la dirección de Dios, ayudándose y beneficiándose mutuamente.
Los que estén relacionados con nuestras escuelas y sanatorios deben trabajar con entusiasmo. La obra cumplida bajo el ministerio del Espíritu Santo y por amor a Dios y a la humanidad, recibirá el sello divino y hará impresión en la mente de los hombres.
El Señor invita a nuestros jóvenes a ingresar en nuestras escuelas, y a prepararse rápidamente para servirle. Deben establecerse escuelas en diferentes lugares, fuera de las ciudades, donde nuestra juventud pueda recibir una educación que la prepare para la evangelización y la obra médico misionera.
Debe darse al Señor ocasión de mostrar a los hombres su deber y de obrar en sus mentes. Nadie debiera comprometerse a trabajar, durante un determinado número de años, bajo la dirección de un grupo de hombres o en algún ramo especial de la obra del Maestro; porque el Señor mismo llamará a los hombres, como llamó antaño a los humildes pescadores, y les indicará él mismo su campo de labor y los métodos que deben seguir. Llamará a hombres que dejarán el arado y otras ocupaciones para dar la última nota de advertencia a las almas que perecen. Muchas maneras hay de trabajar para el Maestro; el gran Instructor despertará la inteligencia de esos hombres y les hará ver en su Palabra cosas maravillosas.
Enfermeros evangelistas
Nuestro ejemplo es Jesucristo, el gran Médico misionero. De él se dice: "Y rodeó Jesús toda Galilea, enseñando en las sinagogas de ellos, y predicando el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo." Mateo 4:23. El sanaba a los enfermos y predicaba el Evangelio. En su obra, la curación y la enseñanza se unían estrechamente. Estas dos cosas no deben ser separadas hoy.
Los enfermeros formados en nuestras instituciones deben ser preparados para trabajar como misioneros médicos evangelistas, uniendo el ministerio de la palabra al de la curación física.
Nuestra luz debe brillar en medio de las tinieblas morales. Muchos de los que están hoy en las tinieblas verán que hay una esperanza de salvación para ellos, cuando perciban un destello de la Luz del mundo. Tal vez que vuestra luz sea pequeña; pero recordad que es Dios quien os la ha dado, y que él os tiene por responsables de hacerla brillar. Es posible que alguien encienda su antorcha en la vuestra, y que su luz sea el medio de sacar a otras personas de las tinieblas.
En todo nuestro derredor se abren puertas para servir. Debemos llegar a conocer a nuestros vecinos y esforzarnos por atraerlos a Cristo. Cuando obremos así, tendremos la aprobación y colaboración de él.
Debemos seguir el ejemplo de Cristo
A menudo, los moradores de una ciudad en la cual Cristo había trabajado, expresaban el deseo de verle establecerse en su medio y continuar su obra. Pero él les decía que su deber era ir a otras ciudades que no habían oído las verdades que debía presentar. Después de haber dado la verdad a los habitantes de una localidad, dejaba al cuidado de ellos el continuar lo que él había empezado, y se iba a otro lugar. Sus métodos de trabajo deben ser seguidos hoy por aquellos a quienes él confió su obra. Debemos ir de un lugar a otro, proclamando el mensaje. Tan pronto como la verdad ha sido anunciada en un lugar, debemos ir a amonestar otras localidades.
Debemos organizar grupos e instruir a sus miembros muy cabalmente para que lleguen a ser enfermeros, evangelistas, predicadores, colportores y estudiantes bíblicos, que vayan adquiriendo un carácter semejante al carácter divino. Nuestro blanco actual debe ser prepararnos para recibir la educación superior de la escuela celestial.
Por las instrucciones que el Señor me ha dado repetidas veces, sé que algunos obreros debieran hacer en las ciudades y las aldeas giras de obra médico misionera. Los que emprendan esta obra obtendrán una abundante cosecha de almas, tanto de las clases superiores de la sociedad como de las inferiores. Y para preparar el terreno para una obra tal nada iguala a los esfuerzos de un fiel colportor.
Muchos serán llamados a trabajar de casa en casa dando estudios bíblicos y orando con las personas interesadas.
Nuestros predicadores que tienen experiencia en la predicación de la Palabra deben aprender a dar tratamientos sencillos, y luego deben trabajar de una manera inteligente como evangelistas médico misioneros.
Actualmente se necesitan evangelistas médico misioneros. No podéis consagrar muchos años a vuestra preparación. Muy pronto, las puertas abiertas hoy se cerrarán para siempre. Proclamad el mensaje ahora. No esperéis que el enemigo haya tenido ocasión de tomar posesión de los campos que se abren ahora delante de vosotros. Grupos pequeños deben ir a cumplir la obra que Cristo asignó a sus discípulos. Trabajen como evangelistas, repartiendo nuestros impresos, hablando de la verdad a las personas que encuentren. Oren por los enfermos, esforzándose por aliviarlos, no con drogas, sino con remedios naturales, enseñándoles a recuperar la salud y evitar la enfermedad.