Ultimamente, durante la noche, el Espíritu Santo grabó en mi mente el pensamiento de que si el Señor viene tan pronto como creemos que va a venir, debemos manifestar en la presentación de la verdad a la gente mayor actividad que la que hemos manifestado en años pasados.
En relación con esto, recordé la actividad de los creyentes adventistas de 1843 y 1844. En aquel entonces se hacían muchas visitas de casa en casa y esfuerzos incansables para amonestar a la gente con respecto a las cosas mencionadas en la Palabra de Dios. Debemos hacer un esfuerzo aun mayor que el que hicieron los que proclamaron tan fielmente el mensaje del primer ángel. Nos estamos acercando rápidamente al fin de la historia de esta tierra; y la comprensión de que Jesús viene realmente pronto, debe incitarnos a trabajar como nunca antes. Se nos ha ordenado que proclamemos la alarma entre la gente. Y en nuestra propia vida debemos manifestar el poder de la verdad y de la justicia. El mundo tendrá pronto que comparecer ante el gran Legislador para responder de la forma en que violó su ley. Pueden esperar perdón y paz únicamente aquellos que se aparten de la transgresión para obedecer.
Hemos de enarbolar el estandarte sobre el cual está escrito: "Los mandamientos de Dios, y la fe de Jesús." La obediencia a la ley de Dios es el asunto de máxima importancia. No lo ocultemos. Debemos esforzarnos por despertar a los miembros de la iglesia y a los que no profesan la fe para que vean y obedezcan a los requerimientos de la ley del cielo. Hemos de magnificar esta ley y hacerla honorable.
Cristo nos ha enviado a sembrar las semillas de la verdad, y a presentar con instancia a nuestros hermanos la importancia de la obra que han de hacer los que vivan en medio de las escenas finales de la historia de esta tierra. A medida que las palabras de verdad se proclamen en los caminos y los vallados, se ha de revelar la obra del Espíritu de Dios en los corazones humanos.
¡Oh, cuánto bien podría realizarse si todos los que poseen la verdad, la Palabra de vida, trabajasen para iluminar a los que no la poseen! Cuando los samaritanos vinieron a Cristo a invitación de la mujer samaritana, Cristo habló de ellos a sus discípulos como de un campo de cereal listo para la siega. "¿No decís vosotros: Aun hay cuatro meses hasta que llegue la siega?--dijo--He aquí os digo: Alzad vuestros ojos, y mirad las regiones, porque ya están blancas para la siega." Cristo quedó con los samaritanos dos días; porque tenían hambre de oír la verdad. ¡Y cuán atareado estuvo durante esos días! Como resultado del trabajo que hizo entonces, "creyeron muchos más por la palabra de él." He aquí el testimonio que dieron: "Nosotros mismos hemos oído, y sabemos que verdaderamente éste es el Salvador del mundo, el Cristo." Juan 4:35-42.
¿Quiénes de entre los que profesan ser el pueblo de Dios harán esta obra sagrada y trabajarán por las almas que perecen por falta de conocimiento? El mundo debe ser amonestado. Me fueron señalados muchos lugares donde se necesita hacer esfuerzos inspirados por una consagración fiel e incansable. Cristo está abriendo el corazón y la mente de muchos habitantes de nuestras grandes ciudades. Ellos necesitan las verdades de la Palabra de Dios; y si tan sólo queremos llegar al arrimo sagrado de Cristo, y luego procuramos acercarnos a esas personas, causaremos en ellas impresiones que les beneficiarán. Necesitamos despertarnos y ponernos en simpatía con Cristo y con nuestros semejantes. Hemos de trabajar inteligentemente en las ciudades grandes y pequeñas, y en los lugares cercanos y lejanos. Nunca emprendamos la retirada. El Señor hará las debidas impresiones en los corazones si trabajamos al unísono con su Espíritu.
Tengo palabras de aliento para vosotros, hermanos míos. Debemos avanzar con fe y esperanza, esperando grandes cosas de Dios. El enemigo tratará en toda forma de estorbar los esfuerzos que se realicen para hacer progresar la verdad, pero en la fuerza del Señor podéis obtener éxito. No se dejen oír palabras de desaliento, sino solamente palabras que tiendan a fortalecer y sostener a vuestros colaboradores.
Una palabra personal
Anhelaría dedicarme personalmente al trabajo ferviente en el campo, y me dedicaría por cierto más a la obra en público, si no creyese que a mi edad no es prudente abusar de las fuerzas físicas. Tengo una obra que hacer en lo que se refiere a comunicar a la iglesia y al mundo la luz que me ha sido confiada a través de los años durante los cuales se ha estado proclamando el mensaje del tercer ángel. Mi corazón rebosa del más ferviente deseo de presentar esta verdad a todos aquellos a quienes se pueda alcanzar. Y estoy todavía desempeñando una parte en la preparación de materiales que han de ser publicados. Pero tengo que obrar muy cuidadosamente, no sea que me ponga en situación de no poder escribir en absoluto. No sé cuánto tiempo podré vivir, pero no sufre mi salud los achaques que podría sufrir.
Después del congreso de la Asociación General de 1909, pasé varias semanas asistiendo a congresos y otras reuniones generales, y visitando diversas instituciones en la Nueva Inglaterra, los estados centrales de los Estados Unidos y del medio oeste. Al regresar a mi casa de California, reanudé el trabajo de preparar material para la prensa. Durante los últimos cuatro años he escrito comparativamente pocas cartas. La fuerza que me queda la he dedicado mayormente a completar el importante trabajo con los libros.
Ocasionalmente he asistido a reuniones, y he visitado instituciones de California, pero la mayor parte del tiempo transcurrido desde el último congreso de la Asociación General lo he dedicado a trabajar con los manuscritos en mi casa de campo, Elmshaven, cerca de Santa Elena.{3JT 438.1 Siento agradecimiento porque el Señor conserva mi vida para trabajar un poco más en mis libros. ¡Ojalá que tuviese la fuerza de hacer todo lo que veo debiera hacer! Ruego que me imparta sabiduría, para que las verdades que tanto necesita nuestro pueblo puedan ser presentadas en forma clara y aceptable. Me siento animada a creer que Dios me capacitará para hacer esto.
Mi interés en la obra en general sigue tan profundo como en cualquier momento anterior, y deseo muchísimo que la causa de la verdad presente progrese firmemente en todas partes del mundo. Pero creo que no sería prudente intentar mucho trabajo en público mientras que el trabajo con los libros exige que lo vigile. Me ayudan algunos de los mejores obreros, los que en la providencia de Dios estuvieron relacionados conmigo en Australia, juntamente con otros que se me han unido desde que regresé a Estados Unidos. Doy gracias al Señor por estos auxiliares. Estamos todos muy ocupados haciendo lo mejor que podemos para preparar material que debe ser publicado. Quiero que la luz de la verdad vaya a todo lugar, para que ilumine a los que ahora ignoran las razones de nuestra fe. Hay días en que mis ojos me molestan y hasta me hacen sufrir mucho. Pero alabo al Señor porque me conserva la vista. A mi edad no sería extraño si no pudiese usar los ojos en absoluto.
Siento más agradecimiento del que puedo expresar por el aliento del Espíritu del Señor, por el consuelo y la gracia que continúa dándome, porque me concede fuerza y oportunidad para impartir valor y ayuda a su pueblo. Mientras el Señor me conserve la vida, le seré fiel y leal, procurando hacer su voluntad y glorificar su nombre. El Señor aumente mi fe, para que pueda seguir adelante conociéndole y haciendo su voluntad más perfectamente. El Señor es bueno y muy digno de alabanza.
Influencia de los obreros de más edad
Deseo mucho que los viejos soldados de la cruz, los que han encanecido sirviendo al Maestro, continúen dando su testimonio directo, a fin de que los más jóvenes en la fe puedan comprender que los mensajes que el Señor nos ha dado son muy importantes en esta época de la historia de la tierra. Nuestra experiencia pasada no ha perdido un tilde de su vigor.
Tengan todos cuidado de no desalentar a estos primeros obreros, ni hacerles sentir que poco pueden hacer. Su influencia puede ejercerse todavía poderosamente en la obra del Señor. El testimonio de los ancianos ministros será siempre una ayuda y una bendición para la iglesia. Dios velará noche y día sobre sus portaestandartes probados y fieles, hasta el momento en que hayan de deponer la armadura. Tengan ellos la seguridad de que están bajo el cuidado protector de Aquel que nunca se duerme; y que sobre ellos velan centinelas incansables. Sabiendo esto y comprendiendo que permanecen en Cristo, pueden descansar confiadamente en las providencias de Dios.
"Hasta el fin"
Ruego fervorosamente que la obra que hagamos en este tiempo se grabe profundamente en el corazón, la mente y el alma. Aumentarán las perplejidades; pero animémonos unos a otros como creyentes en Dios. No arriemos el estandarte; mantengámoslo bien en alto y miremos a Aquel que es el Autor y Consumador de nuestra fe. Cuando de noche no puedo dormir, elevo mi corazón en oración a Dios y él me fortalece, y me imparte la seguridad de que está con sus siervos que ministran en este campo y los países lejanos. Me siento animada y bendecida al comprender que el Dios de Israel sigue guiando a su pueblo, y que continuará acompañándolo, aun "hasta el fin."
Se me ha indicado que diga a nuestros hermanos del ministerio: Sean los mensajes que provienen de vuestros labios cargados del poder del Espíritu de Dios. Si hubo un tiempo en el cual nos fuera necesaria la dirección especial del Espíritu Santo, es ahora. Necesitamos una consagración cabal. Es harto tiempo de dar al mundo una demostración del poder de Dios en nuestra propia vida y en nuestro ministerio.
Progresemos y aumentemos nuestra eficiencia
El Señor desea que se siga proclamando con creciente eficiencia el mensaje del tercer ángel. Como obró él en todos los siglos para dar victorias a su pueblo, en esta época anhela llevar a un triunfante cumplimiento sus propósitos en favor de su iglesia. Invita a sus santos creyentes a que progresen unánimemente, adquiriendo cada vez más fuerza y pasando de la fe a una seguridad y confianza acrecidas en la verdad y la justicia de su causa.
Debemos permanecer firmes como una roca en los principios de la Palabra de Dios, recordando que Dios está con nosotros para darnos fuerza con que arrostrar toda nueva situación. Sostengamos siempre en nuestra vida los principios de la justicia, a fin de poder avanzar de fuerza en fuerza en el nombre del Señor. Debemos tener por muy sagrada la fe que fué confirmada por la instrucción y la aprobación del Espíritu de Dios desde nuestra primera experiencia hasta el tiempo actual. Hemos de tener por muy preciosa la obra que el Señor ha estado realizando por intermedio de su pueblo que observa los mandamientos y que, por el poder de su gracia, irá fortaleciéndose y haciéndose más eficiente a medida que transcurra el tiempo. El enemigo está procurando anublar el discernimiento de los hijos de Dios y debilitar su eficiencia, pero si ellos quieren trabajar como lo indica el Espíritu de Dios, abrirá delante de ellos puertas y oportunidades para reparar los muros antiguos asolados. Experimentarán un constante crecimiento hasta que el Señor descienda del cielo con poder y grande gloria para poner el sello del triunfo final sobre sus fieles.
La obra que nos espera es de tal naturaleza que exigirá el ejercicio de toda facultad del ser humano. Exigirá el ejercicio de una fe enérgica y una vigilancia constante. A veces las dificultades que habremos de arrostrar serán muy descorazonadoras. La misma magnitud de la tarea nos espantará. Y sin embargo, con la ayuda de Dios, sus siervos triunfarán finalmente. "Por tanto--hermanos míos,--pido que no desmayéis" por los incidentes penosos que os esperan. Jesús estará con vosotros; irá delante de vosotros por su Espíritu Santo, preparando el camino; y será vuestro auxiliar en toda emergencia.
"Por esta causa doblo mis rodillas al Padre de nuestro Señor Jesucristo, del cual es nombrada toda la parentela en los cielos y en la tierra, que os dé conforme a las riquezas de su gloria, el ser corroborados con potencia en el hombre interior por su Espíritu." Que habite Cristo por la fe en vuestros corazones; para que, arraigados y fundados en amor, podáis bien comprender con todos los santos cuál sea la anchura y la longura y la profundidad y la altura, y conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios.
"Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, por la potencia que obra en nosotros, a él sea gloria en la iglesia por Cristo Jesús, por todas edades del siglo de los siglos. Amén." Efesios 3:13-21.
Me han impresionado profundamente las escenas que desfilaron últimamente delante de mí en las horas de la noche. Parecía que se realizaba en muchos lugares un gran movimiento, una obra de reavivamiento. Nuestro pueblo estrechaba sus filas en respuesta al llamamiento de Dios. Hermanos míos, el Señor nos está hablando. ¿No escucharemos su voz? ¿No aderezaremos nuestras lámparas, para actuar como hombres que esperan la venida de su Señor? El momento actual exige que llevemos la luz y actuemos.
Hermanos, "os ruego que andéis como es digno de la vocación con que sois llamados; con toda humildad y mansedumbre, con paciencia soportando los unos a los otros en amor; solícitos a guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz." Efesios 4:1-3.