Teniendo en cuenta la luz que Dios ha dado, es asombroso que no haya veintenas de hombres y mujeres jóvenes que pregunten: "Señor, ¿qué quieres que haga?"1 Es un error peligroso imaginar que a menos que un joven haya decidido dedicarse al ministerio, no se requiere de él esfuerzo especial para prepararse para la obra de Dios. Cualquiera sea su vocación, es esencial que mejoren sus aptitudes mediante el estudio diligente.
Se debería instar a los jóvenes de ambos sexos a apreciar las bendiciones celestiales de las oportunidades, para llegar a ser bien disciplinados e inteligentes. Deberían sacar ventaja de las escuelas que han sido establecidas con el propósito de impartir lo mejor del conocimiento. Es un pecado ser indolente y negligente en la adquisición de una educación. El tiempo es corto y, por lo tanto, como el Señor ha de venir pronto a poner fin a la historia terrenal, hay tanto mayor necesidad de aprovechar los privilegios y las oportunidades actuales.
Consagrar las capacidades a Dios
Los jóvenes de ambos sexos deberían asistir a nuestras escuelas, el lugar en el cual pueden obtener conocimiento y disciplina. Deberían consagrar su capacidad a Dios, y llegar a ser estudiantes diligentes de la Biblia, para fortalecerse contra las doctrinas erróneas y no ser apartados por el error de los impíos; pues es por la investigación diligente de la Biblia como obtenemos un conocimiento de la verdad. Por la práctica de la verdad que ya conocemos, una luz mayor brillará sobre nosotros desde las Santas Escrituras [...].
Los que son verdaderamente consagrados a Dios no entrarán en la obra impulsados por el mismo motivo que induce a los hombres a empeñarse en negocios mundanos, esto es, meramente por la subsistencia; sino que entrarán en la obra sin permitir que ninguna consideración mundana los domine, porque se dan cuenta de que la causa de Dios es sagrada.
Preparación para contingencias futuras
El mundo debe ser amonestado, y nadie debiera descansar satisfecho con un conocimiento superficial de la verdad. No saben qué responsabilidad se los llamará a llevar. No saben adónde se los llamará a dar testimonio de la verdad. Muchos tendrán que comparecer en las cortes legislativas; algunos han de comparecer ante reyes y ante los eruditos de la tierra para responder por su fe.
Quienes no tengan más que una comprensión superficial de la verdad, no podrán exponer claramente las Escrituras ni dar razones concretas de su fe. Se confundirán y no serán obreros que no necesiten avergonzarse. Nadie se imagine que no tiene necesidad de estudiar porque no ha de predicar desde el púlpito sagrado. No saben lo que Dios puede requerir de ustedes.
Es un hecho lamentable que el progreso de la causa sea obstaculizado por la escasez de obreros preparados, que se hayan capacitado para ocupar puestos de confianza. El Señor aceptará a miles para trabajar en su gran campo de cosecha, pero muchos han fracasado en la preparación para la obra. Por eso todo el que ha abrazado la causa de Cristo, que se ha ofrecido como soldado en el ejército del Señor, debe colocarse donde pueda ejercitarse fielmente. La religión ha significado demasiado poco para los profesos seguidores de Cristo; porque no es la voluntad de Dios que nadie permanezca ignorante cuando han sido puestos a su alcance la sabiduría y el conocimiento.--Fundamentals of Christian Education, 216, 217.
Equilibrados por los principios debidos
No es cierto que los jóvenes brillantes alcanzan siempre el mayor éxito. ¡Con cuánta frecuencia se ha colocado en puestos de confianza a hombres de talento y educación y han resultado un fracaso! Su brillo tenía la apariencia del oro; pero cuando se lo probó, resultó ser solo baratija y desecho. Fracasaron en su trabajo a causa de su infidelidad. No fueron industriosos y perseverantes, y tampoco fueron hasta el fondo de las cosas. No estuvieron dispuestos a comenzar desde la parte inferior de la escalera y con trabajo paciente ascender peldaño tras peldaño hasta alcanzar la cumbre. Anduvieron al resplandor de las chispas (sus vivos resplandores de pensamiento) producidas por ellos mismos. No dependieron de la sabiduría que solamente Dios puede dar. Su fracaso no se debió a su falta de oportunidad, sino a su carencia de seriedad. No percibieron que sus ventajas educacionales les eran valiosas, y así no avanzaron, como podrían haberlo hecho, en el conocimiento de la religión y la ciencia. Su mente y carácter no fueron equilibrados por los altos principios de la rectitud.--Consejos para los Maestros Padres y Alumnos acerca de la Educación Cristiana, 406.