Dios desea que aprovechemos toda oportunidad de prepararnos para su obra. Espera que dediquemos todas nuestras energías a realizar dicha obra, y que mantengamos nuestro corazón susceptible a su carácter tan sagrado y a sus temibles responsabilidades.
Muchos que son aptos para hacer una obra excelente, logran muy poco porque a poco aspiran. Miles de cristianos pasan la vida como si no tuvieran un gran fin que perseguir, ni un alto ideal que alcanzar. Una causa de ello es lo poco en que se estiman. Cristo dio un precio infinito por nosotros, y quiere que estimemos nuestro propio valor en conformidad con dicho precio.
No se den por satisfechos con alcanzar un bajo nivel. No somos lo que podríamos ser, ni lo que Dios quiere que seamos. Dios no nos ha dado las facultades racionales para que permanezcan ociosas, ni para que las pervirtamos en la persecución de fines terrenales y mezquinos, sino para que sean desarrolladas hasta lo sumo, refinadas, ennoblecidas y empleadas en hacer progresar los intereses de su reino.
Mantener la personalidad
Nadie debe consentir en ser una mera máquina, accionada por la inteligencia de otro hombre. Dios nos ha dado capacidad para pensar y obrar, y actuando con cuidado, buscando en Dios nuestra sabiduría, llegaremos a estar en condición de llevar nuestras cargas. Obren con la personalidad que Dios les ha dado. No sean la sombra de otra persona. Cuenten con que el Señor obrará en ustedes, con ustedes y por medio de ustedes.
No piensen nunca que ya han aprendido bastante, y que pueden flaquear en sus esfuerzos. La mente cultivada es la medida del hombre. La educación de ustedes debe proseguir durante toda la vida; cada día deben aprender algo y poner en práctica el conocimiento adquirido.
Recuerden que en cualquier puesto que sirvan revelan qué móvil los inspira y desarrollan el carácter. Cuanto hagan, háganlo con exactitud y diligencia; dominen la inclinación a buscar tareas fáciles.
Un servicio de todo corazón
El mismo espíritu y los mismos principios en los que uno se inspira en el trabajo diario compenetrarán toda la vida. Los que buscan una tarea fija y un salario determinado, y desean dar pruebas de aptitud sin tomarse la molestia de adaptarse o de prepararse, no son los hombres a quienes Dios llama para trabajar en su causa. Quienes procuran dar lo menos posible de sus facultades físicas, mentales y morales, no son los obreros a quienes Dios puede bendecir abundantemente. Su ejemplo es contagioso. Los mueve el interés personal. Los que necesitan ser vigilados no trabajan sino cuando se les señala una tarea bien definida, no serán considerados buenos y fieles obreros. Se necesitan hombres de energía, integridad y diligencia; que estén dispuestos a hacer cuanto deba hacerse.
Muchos se inutilizan porque, temiendo fracasar, huyen de las responsabilidades. Dejan así de adquirir la educación que es fruto de la experiencia, y que no les pueden dar la lectura y el estudio ni todas las demás ventajas adquiridas de otros modos.
El hombre puede modelar las circunstancias, pero nunca debe permitir que ellas lo amolden a él. Debemos valernos de las circunstancias como de instrumentos para obrar. Debemos dominarlas, y no consentir en que nos dominen.
Los hombres fuertes son los que han sufrido oposición y contradicción. Por el hecho de que ponen en juego sus energías, los obstáculos con que tropiezan les resultan bendiciones positivas. Llegan a valerse por sí mismos. Los conflictos y las perplejidades invitan a confiar en Dios, y determinan la firmeza que desarrolla el poder.--El Ministerio de Curación, 398-400.
Cómo aprovechar mejor la vida
Al paso que una buena educación es un gran beneficio cuando el que la posee la combina con la consagración, los que no tienen el privilegio de alcanzar grandes conquistas literarias no tienen por qué creer que no les es posible avanzar en la vida intelectual y espiritual. Si quieren sacar el mejor provecho del conocimiento que poseen, si quieren tratar de juntar diariamente algo para sus almacenes, y vencer todas las perversidades de su temperamento mediante el diligente cultivo de los rasgos del carácter propio de Cristo, Dios les abrirá conductos de sabiduría, y podrá decirse de ellos, como antiguamente se dijo de los jóvenes hebreos, que Dios les da sabiduría y entendimiento.--Consejos para los Maestros Padres y Alumnos acerca de la Educación Cristiana, 406.