Mensajes para los Jóvenes

Capítulo 81

El valor del estudio de la Biblia

El estudio de la Biblia es superior a cualquier otro para fortalecer el intelecto. ¡Qué campos de pensamiento puede explorar la juventud en la Palabra de Dios! La mente puede ir cada vez más hondo en sus investigaciones, acumulando fuerza en cada esfuerzo que hace por comprender la verdad, y no obstante le espera más allá una infinidad.

Los que profesan amar a Dios y reverenciar las cosas sagradas y sin embargo dejan descender la mente a cosas superficiales e irreales, se colocan en el terreno de Satanás y hacen su obra. Si los jóvenes estudiaran las gloriosas obras de Dios en la naturaleza y su majestad y poder como se hallan revelados en su Palabra, avivarían y elevarían sus facultades con esa práctica. Recibirían un vigor que nada tendría que ver con la arrogancia. Por la contemplación de las maravillas del poder divino la mente aprenderá la más dura y a la vez más útil de todas las lecciones: que la sabiduría humana, si no está ligada al Infinito y santificada por la gracia de Cristo, es necedad.

La obra mediadora de Cristo

La obra del amado Hijo de Dios al emprender en su propia persona la unión de lo creado con lo no creado, lo finito con lo Infinito, es un tema que bien podría ocupar nuestros pensamientos durante toda la vida. Esta obra de Cristo debía confirmar en su inocencia y lealtad a los seres de otros mundos, así como salvar a los perdidos y moribundos de este mundo. Esto abrió un camino para que los desobedientes volvieran a su lealtad a Dios, mientras que por el mismo acto colocó una salvaguardia alrededor de los que ya eran puros para que no se contaminaran.

Mientras nosotros nos regocijamos de que haya muchos que nunca han caído, estos mundos tributan alabanza y honor y gloria a Jesucristo por el plan de la redención para salvar a los hijos caídos de Adán así como para confirmarlos a ellos mismos en su posición y en su carácter de pureza. El brazo que ha levantado a la familia humana de la ruina a que Satanás arrastró a la especie con sus tentaciones, es el mismo que ha preservado del pecado a los habitantes de otros mundos. Cada mundo de la inmensidad es objeto del cuidado y sostén del Padre y el Hijo; y este cuidado es ejercido constantemente a favor de la humanidad caída. Cristo intercede a favor del hombre, y esa misma obra mediadora conserva también el orden de los mundos invisibles. ¿No son estos temas de magnitud e importancia suficientes para ocupar nuestros pensamientos y provocar nuestra gratitud y adoración a Dios?

El desarrollo intelectual

Abran la Biblia ante los jóvenes, dirijan su atención a los tesoros ocultos que ella encierra, enséñenles a buscar sus joyas de verdad, y ellos obtendrán una fuerza intelectual que no podrá impartirles el estudio de todo lo que abarca la filosofía. Los grandes temas que la Biblia trata, la digna sencillez de sus declaraciones inspiradas, los temas elevados que presenta a la mente, la luz penetrante y clara que fluye del trono de Dios y alumbra el entendimiento, desarrollarán las facultades de la mente hasta un punto que difícilmente puede ser comprendido y que nunca será plenamente explicado.

La Biblia presenta a la imaginación un campo ilimitado, tanto más elevado y noble que las creaciones superficiales del intelecto no santificado como los cielos son más altos que la tierra. La historia inspirada de nuestra especie es colocada en las manos de todo individuo. Todos pueden ahora empezar su investigación. Pueden familiarizarse con nuestros primeros padres cuando estaban en el Edén, en estado de santa inocencia, gozando de la comunión con Dios y los ángeles inmaculados. Pueden investigar la introducción del pecado, y sus resultados sobre la especie, y seguir paso a paso el curso de la historia sagrada que registra la desobediencia e impenitencia del hombre y la justa retribución por el pecado.

Una cultura superior

El lector puede tener trato con los patriarcas y profetas; puede moverse a través de las escenas más inspiradoras; puede contemplar a Cristo, el Monarca del cielo, igual a Dios, que tomó la forma humana y realizó el plan de redención, quebrantando las cadenas con que Satanás había atado al hombre y haciendo posible para este recobrar su condición de hombre hecho a la imagen de Dios. El hecho de que Cristo adoptara la naturaleza humana, y se mantuviera al nivel del hombre durante treinta años, y entonces ofrendara su ser en propiciación por el pecado para que el hombre no pereciera, constituye un tema digno del más profundo pensamiento y del más concentrado estudio [...].

Una vez que la mente haya abarcado las estupendas verdades de la revelación, no hallará más satisfacción en emplear sus facultades en los temas frívolos; se apartará con disgusto de la literatura despreciable y de los entretenimientos ociosos que desmoralizan a la juventud de hoy. Los que han tenido comunión con los poetas y sabios de la Biblia, y cuyo corazón ha sido conmovido por los hechos gloriosos de los héroes de la fe, saldrán de los ricos campos del pensamiento mucho más puros de corazón y elevados de mente que si se hubieran ocupado en estudiar a los más célebres autores seculares o en contemplar y glorificar las hazañas de los Faraones y Herodes y Césares del mundo.

Las facultades de los jóvenes están mayormente adormecidas porque ellos no hacen del temor de Dios el principio de la sabiduría. El Señor dio a Daniel sabiduría y conocimiento porque no quiso ser influido por ningún poder que se interpusiera entre él y sus principios religiosos. La razón por la cual tenemos tan pocos hombres intelectuales, de estabilidad y verdadero valor, es que ellos creen hallar grandeza desligándose del cielo.

Los hijos de los hombres no temen, ni aman, ni honran a Dios. No se hace de la religión tanto una práctica como una profesión. El Señor puede hacer poco por el hombre porque este se exalta fácilmente y está muy dispuesto a considerarse importante. Dios quiere que mejoremos nuestras aptitudes, y aprovechemos todo privilegio para desplegar, cultivar y fortalecer el entendimiento. El hombre nació para vivir una vida más elevada y noble que la que vive. El período de nuestra existencia mortal es preparatorio para la vida comparable a la vida de Dios.

La Biblia es el mayor maestro

¡Qué temas de meditación presentan las Sagradas Escrituras a la mente! ¿Dónde pueden hallarse temas de contemplación más elevados? ¿Dónde hay temas tan intensamente interesantes? ¿En qué sentido son todas las investigaciones de la ciencia humana comparables en sublimidad y misterio con la ciencia de la Biblia? ¿Dónde hay algo que así mueva la fuerza del intelecto a un pensamiento profundo y serio?

Si permitimos que la Biblia nos hable, nos enseñará lo que ninguna otra cosa puede enseñarnos. Pero ¡ay!, la mente se espacia en cualquier otra cosa, excepto la Palabra de Dios. La literatura sin valor, las historias ficticias, son vorazmente devoradas, mientras la Biblia, con todos sus tesoros de verdad sagrada, permanece descuidada sobre nuestras mesas. Si se hiciera de la Palabra Sagrada la regla de la vida, refinará, elevará y santificará. Es la voz de Dios al hombre. ¿Le prestaremos atención?

"La explicación de tus Palabras ilumina, da inteligencia a los sencillos".1 Los ángeles están junto al que escudriña las Escrituras para impresionar e iluminar la mente. El mandato de Cristo dirigido a los discípulos hace mil ochocientos años: "Escudriñad las Escrituras, porque pensáis que en ellas tenéis la vida eterna. Ellas son las que testifican de mí",2 tiene para nosotros igual fuerza que entonces.--The Review and Herald, 11 de enero de 1881.