Los que quieren seguir verdaderamente a Cristo, deben dejarlo morar en el corazón y entronizarlo allí en forma absoluta. Deben representar el espíritu y carácter de Dios en su vida doméstica, y ser bondadosos y corteses con quienes se relacionan.
Hay muchos niños que profesan conocer la verdad pero no tributan a sus padres el honor y afecto que se les debe, que manifiestan poco amor hacia ellos y no los honran cediendo a sus deseos o tratando de evitarles ansiedad. Muchos de los que profesan ser cristianos no saben lo que es "honra a tu padre y a tu madre", y en consecuencia poco sabrán lo que significa "para que tus días se alarguen en la tierra que el Señor tu Dios te da".1
Nuestros jóvenes declaran abiertamente que se cuentan entre los que guardan los mandamientos de Dios, y sin embargo muchos de ellos descuidan y violan el quinto mandamiento, y por lo tanto no pueden recibir la rica bendición prometida a los que observan este precepto y honran a su padre y a su madre.
Nunca entrarán en la tierra nueva, en la cual podrían vivir eternamente, a menos que se arrepientan de su pecado y reformen sus costumbres y su carácter mediante la gracia de Cristo. Los que no respetan y aman a sus padres no respetarán ni honrarán a Dios. Los que no soportan la prueba, los que no honran a sus padres temerosos de Dios, no obedecerán a Dios, y por lo tanto no pueden esperar entrar en la tierra prometida.
La obediencia implica un destino
Los jóvenes están decidiendo ahora su destino eterno, y yo quisiera rogarles que consideren el mandamiento al cual Dios ha añadido esta promesa: "Para que tus días se alarguen en la tierra que Jehová tu Dios te da". Niños, ¿desean la vida eterna? Entonces, respeten y honren a sus padres [...].
Si han pecado no rindiéndoles amor y obediencia, empiecen ahora a redimir el pasado. No pueden atreverse a seguir otra conducta, pues significa la pérdida de la vida eterna. El Investigador de los corazones conoce cuál es la actitud de ustedes hacia sus padres, pues pesa el carácter moral en la balanza de oro del santuario celestial. ¡Oh!, confiesen que han descuidado a sus padres, confiesen su indiferencia hacia ellos y su desprecio del santo mandamiento de Dios [...].
El corazón de sus padres se conmueve de ternura por ustedes, y ¿pueden corresponder a su amor con una fría ingratitud? Ellos aman la vida de ustedes, quieren que sean salvados, pero ¿no han despreciado con frecuencia su consejo y hecho la voluntad y el gusto de ustedes? ¿No han seguido su propio criterio independiente cuando sabían que semejante conducta no tendría la aprobación de Dios? Muchos padres han bajado al sepulcro acongojados a causa de la ingratitud y falta de respeto que sus hijos les mostraron.--The Youth's Instructor, 22 de junio de 1893.