Mensajes para los Jóvenes

Capítulo 113

La edificación del carácter en el hogar

Satanás tienta a los niños a ser reservados con sus padres, y a elegir como sus confidentes entre sus compañeros jóvenes e inexpertos, entre quienes no les pueden ayudar, sino que les darán malos consejos [...].

Los niños quedarían a salvo de muchos males si fueran más familiares con sus padres. Estos deben desarrollar en sus hijos una disposición a manifestarse confiados y francos con ellos, a acudir a ellos con sus dificultades, a presentarles el asunto tal cual lo ven, y a pedirles consejo cuando se hallan perplejos acerca de qué conducta es la buena. ¿Quiénes pueden ver y señalarles los peligros mejor que sus padres piadosos? ¿Quién puede comprender tan bien como ellos el temperamento peculiar de sus hijos? La madre que ha vigilado todo el desarrollo de la mente desde la infancia, y conoce su disposición natural, es la que está mejor preparada para aconsejar a sus hijos. ¿Quién puede decir como la madre, ayudada por el padre, cuáles son los rasgos de carácter que deben ser refrenados y mantenidos en jaque?

Cómo hacer felices a los padres

Los hijos cristianos preferirán el amor y la aprobación de sus padres temerosos de Dios a toda bendición terrenal. Amarán y honrarán a sus padres. Hacer a sus padres felices debe ser una de las principales preocupaciones de su vida. En esta era de rebelión, los hijos no han recibido la debida instrucción y disciplina, y tienen poca conciencia de sus obligaciones hacia sus padres. Sucede a menudo que cuanto más hacen sus padres por ellos, más ingratos son y menos los respetan.

Los niños que han sido mimados y rodeados de cuidados, esperan siempre un trato tal; y si su expectativa no se cumple, se chasquean y desalientan. Esa misma disposición se verá en toda su vida. Serán incapaces, dependerán de la ayuda ajena, y esperarán a que los demás los favorezcan y cedan a sus deseos. Y si encuentran oposición, aun en la edad adulta, se creen maltratados; y así recorren su senda por el mundo acongojados, apenas capaces de llevar su propio peso, murmurando e irritándose a menudo porque todo no les sale a pedir de boca [...].

Los hijos deben sentir que tienen una deuda con sus padres, quienes los han vigilado durante su infancia y cuidado en tiempos de enfermedad. Deben darse cuenta de que sus padres han sufrido mucha ansiedad por ellos. Los padres piadosos y concienzudos han sentido especialmente el más profundo interés en que sus hijos eligieran el buen camino. ¡Cuánta tristeza sintieron en su corazón al ver defectos en sus hijos! Si estos, que causaron tanto dolor a esos corazones, pudieran ver el efecto de su conducta, se arrepentirían ciertamente de ella. Si pudieran ver las lágrimas de su madre, y oír sus oraciones a Dios en favor de ellos, si pudieran escuchar sus reprimidos y entrecortados suspiros, su corazón se conmovería, y prestamente confesarían sus pecados y pedirían perdón [...].

Fuerzas para el conflicto

Estamos viviendo en una época desdichada para los niños. Se siente una fuerte corriente que arrastra hacia abajo, hacia la perdición, y se necesita algo más que una experiencia y fuerza de niño para remontar esa corriente y no ser llevado por ella. Los jóvenes en general parecen cautivos de Satanás, y este y sus ángeles los llevan a una destrucción segura. Satanás y sus huestes hacen guerra contra el gobierno de Dios y a todos los que tienen deseo de entregar su corazón al Señor y de obedecer sus requerimientos, Satanás tratará de hacerles sufrir perplejidad y de vencerlos con sus tentaciones, con el fin de que se desalienten y renuncien a la lucha [...].

Mediante la oración ferviente y le fe viva, ganarán grandes victorias. Algunos padres no se han dado cuenta de las responsabilidades que pesan sobre ellos y han descuidado la educación religiosa de sus hijos. Por la mañana, los primeros pensamientos del cristiano deben fijarse en Dios. Los trabajos mundanales y el interés propio deben ser secundarios. Debe enseñarse a los niños a respetar y reverenciar la hora de oración. Antes de salir de la casa para ir a trabajar, toda la familia debe ser convocada, y el padre, o la madre en ausencia del padre, debe rogar con fervor a Dios que los guarde durante el día [...].

La impaciencia por la restricción

Puede suceder que los niños observadores del sábado se impacienten por las restricciones y piensen que sus padres son demasiado estrictos; y hasta puede suceder que se susciten en su corazón sentimientos duros y lleguen a alimentar pensamientos de descontento y pesar contra quienes obran para su bien presente, futuro y eterno. Pero si llegan a vivir algunos años más, bendecirán a sus padres por el cuidado estricto y la vigilancia fiel que ejercieron sobre ellos en sus años de inexperiencia [...].

La responsabilidad individual

Hijos, Dios consideró propio confiarles al cuidado de sus padres, para que ellos les instruyan y disciplinen, y así desempeñen su parte en formar el carácter de ustedes para el cielo. Pero a ustedes les incumbe decir si quieren adquirir un buen carácter cristiano aprovechando las ventajas que significa el haber tenido padres piadosos, fieles y vigilantes en la oración. A pesar de toda la ansiedad y la fidelidad de los padres en favor de sus hijos, ellos solos no pueden salvarlos. Los hijos también tienen una obra que hacer. Cada hijo tiene que atender su caso individual.

Padres creyentes, les incumbe una obra de responsabilidad para guiar los pasos de sus hijos aun en su experiencia religiosa. Cuando amen verdaderamente a Dios, los bendecirán y reverenciarán por el cuidado que les otorgaron y por la fidelidad en restringir sus deseos y subyugar su voluntad.--Joyas de los Testimonios 1:141-153.

Vestidos con la justicia de Cristo

Cuando estemos vestidos con la justicia de Cristo no nos deleitaremos en el pecado, pues Cristo estará trabajando con nosotros. Podremos cometer errores, pero odiaremos el pecado que causó el sufrimiento del Hijo de Dios.--The Review and Herald, 18 de marzo de 1890.